El documento describe la humildad como la madre de las virtudes. Explica que la humildad es reconocer nuestros límites y dependencia de Dios, aceptarnos a nosotros mismos y no enorgullecernos ni despreciarnos. También señala que la humildad nos permite escuchar a los demás, reconocer nuestras deficiencias y esforzarnos por hacer el bien.
1. LA HUMILDAD, MADRE DE LAS VIRTUDES.
Queridos amigos: Hoy se valora mucho la influencia, el poder, la riqueza o el
saber. Casi nadie habla de la sencillez, de la modestia ni de la humildad.
Cristo hoy nos recuerda:”el que se enaltece será humillado, y el que se humilla
será enaltecido” (Lc. 14, 1. 7 – 14).
¿Qué es la humildad?
El término humildad es una voz que se origina en la lengua latina: “humus,
humilis”, que significa tierra.
Humilde, es aquella persona que está sobre la tierra, “que está con los pies en el
suelo”. Es decir, humilde es aquel que sabe mirarse a sí mismo, a los demás y a
las cosas, como realmente son y no como le gustaría a él que fueran.
La humildad, es el reconocimiento de nuestros límites y de nuestras
posibilidades.
La humildad no es “bajeza”. Está anclada a la misma profundidad que la
generosidad y la liberalidad.
La humildad, nos hace reconocer como somos. No teme quedar mal; no le
importa que noten sus limitaciones. La humildad nos permite encontrarnos con
Dios, con nosotros mismos y con los demás, tal y como somos.
La humildad – decía Santa Teresa_ nos ayuda a “andar en verdad”. Nos
permite una justa apreciación de nosotros mismos y de los demás.
Andar en verdad, no es más ni menos que saber lo que uno es y saber luchar por
lo que Dios espera de nosotros.
La persona humilde no se desprecia, sino que se asume, reconoce lo que es y se
acepta con verdad; se reconoce y se quiere sin hincharse y sin desinflarse (que
tan mala y falsa es una cosa como la otra).
La humildad, bien entendida, es hermana de la sinceridad y de la valentía.
“Ser los últimos”, al estilo de Jesús; tal vez implica ser los primeros en defender
a tiempo y a destiempo (guste o no guste) ciertos valores cristianos y humanos
que, por ser rechazados, es sinónimo de una etapa en clara decadencia.
La humildad – dice Facundo Cabral- “es dejarse mover por la mano de Dios.”
San Agustín dice que la humildad “es la madre de las virtudes”.
• Es madre de la fe, porque nos ayuda a reconocer nuestros límites y nuestra
pobreza.
• Es madre de la esperanza, porque nos ayuda a aceptar que no todo está en
nuestras manos; que no todo depende únicamente de nosotros, sino también de
Dios y de los demás.
• Es madre de la caridad, del amor, de la ayuda y del acompañamiento.
• Es madre de la valentía y de la audacia para no creernos ni cobardes ni
resentidos.
• Es la madre de la paciencia, porque cree, espera, ama y sigue caminando aún sin
ver resultados.
Ayúdanos, Señor, a fundamentar nuestra actividad en la humildad, madre de las
virtudes. Porque quien vive en humildad, oye y escucha a los
demás; se deja reprender y corregir; reconoce sus deficiencias y
sigue esforzándose por hacer el bien.
Es humilde, quien reconoce su propia verdad; quien conoce sus cualidades, las
agradece a Dios y a los que le facilitan ponerlas en ejercicio, y no se engríe por
ellas.
Gabriel.22º: Domingo Ordinario. Ciclo. C. Madrid 1 de Septiembre de 2013.