Pronunciamiento de Mujeres en defensa de la Ley 348
Discurso "Las ideas de la lucha"
1. Las Ideas de la Lucha
La lucha le es inexorable al hombre. Su primer aliento es una
declaración de guerra a la muerte. Desde entonces su lucha no cesa:
expresarse, andar, ser libre, pleno y feliz. Cada paso es en sí una lucha,
una constante batalla por sobrevivir, por preservar lo que ha hilado a
través de su transcurrir por el mundo.
Y aun cuando la vida rebosa de lucha, lo verdaderamente importante
está agazapado detrás de la maleza de la acción que se convierte
en lucha. Detrás de cada decisión, inacción e inercia está latente una
razón profunda, real y tangible. Se lucha por lo importante: por el
amor, por la felicidad, por la supervivencia, por la realización; lo demás
son causas accesorias.
La celebración de un nuevo ciclo en nuestra historia, el aniversario 23
que nuestra organización cumplió hace unos días, es justamente una
oportunidad para reflexionar y poner en la tela de juicio cuáles son las
cosas que realmente importan, si las hemos perseguido y sobre todo,
qué vamos a hacer en el futuro para hacer de ellas nuestro eje vital.
¿Cuál es la sustancia que se esconde en las espaldas de nuestra
historia? ¿Cuál sentido recóndito hace respirar las luchas que hemos
dado y que han configurado nuestra historia? ¿Para qué hemos
luchado, para que estamos aquí y hacia dónde vamos?
2. Quizá debamos iniciar rememorando nuestra primera declaración de
guerra a la muerte. El primer aliento de la FEU es indispensable para
entender que la lucha partió de algo más importante que su
composición, que su conformación legal, que su funcionamiento
orgánico.
La FEU nace a partir de ideas. Ideas poderosas como la democracia,
la visión de una universidad moderna, el rechazo de la violencia y la
corrupción. Pero incluso detrás de las ideas fuertes que dieron origen
a nuestra organización, son la plenitud de los estudiantes, la
promoción de sus derechos, su futuro, sus sueños y su felicidad los
valores que configuraron el fenómeno político estudiantil que ahora se
llama FEU.
El día de nuestra creación, en efecto se tuvo que cortar el aire pesado
y enrarecido de las instalaciones del tecnológico que nos vio nacer, y
para eso el llanto vital de nuestra primera bocanada fue el bisturí
estruendoso que contenía en sus decibeles la declaración de la
necesidad de cambiar la realidad en la que se vivía, la transformación
del mundo viciado que nos dio la bienvenida con las fauces abiertas.
Desde ahí hasta ahora la lucha no ha cesado. Primero contra los
fantasmas del pasado que habían desaparecido en forma pero que
merodeaban siempre, recordando a las figuras de terror que existían
en los planteles. La primera lucha fue partir de la ruptura con la peor
cara de la representación estudiantil y entenderlos como el ejemplo
3. vivo de lo que nunca deberíamos de ser. Ellos se convirtieron en un
punto de referencia o anti referencia. De esa negación se comienza
a construir nuestra identidad.
Lo que seguía era la lucha constante contra nuestro potencial olvido,
ceñirnos a nuestras declaraciones de principios y a la propia ética
para dirigir una agrupación estudiantil que trasciende su naturaleza,
que trastoca la realidad de nuestro estado. Era entender que aunque
nuestra función principal era en esencia un tema de escuelas,
estudiantes y representaciones, se trataba en realidad de un cúmulo
de generaciones de ciudadanos en formación, de manos que
podrían remoldear el mundo, mentes capaces de soñar con nuevos
horizontes, corazones moviendo corazones, espíritus predispuestos a
luchar las guerras perdidas.
Entender eso dotaba de sentido el convertir a las calles en ríos de
causas estridentes, en movimiento constante, en arena para el
argumento y en escaparate de la inconformidad. Dotaba de sentido
a asociarse para perseguir causas de orden común que transformaran
vidas, que plantearan nuevas realidades.
Por eso luchar con ideas como la paz y la justicia, tareas que
emprendimos y que sostenemos, tienen una perfecta coherencia con
el principio de perseguir lo importante; porque de poco sirve formar a
miles de personas en las aulas cuando en la cotidianidad y hasta en
nuestros espacios hay quienes están siendo vejados en su libertad y en
4. su condición humana, cuando hay familias rotas, futuros cercenados
y sistemas acéfalos de valores sin fondo.
Por eso tiene sentido luchar por un transporte público digno y seguro;
porque la discusión no es de pesos, llantas y transvales, sino de qué
manera un servicio propone medios para que todos puedan estar con
los suyos, prepararse, producir y esparcirse sin tener que preocuparse
por su seguridad, sin tener que limitar su dignidad, sin tener que sufrir
por tener condiciones mínimas para una buena vida.
Vencer el miedo a la juventud y ocupar las calles con manifestaciones
de cultura libre, de personas convergiendo en responsabilidad, en
armonía, con causas, también era en esencia una lucha por que todos
pudiéramos tener más elementos para el desarrollo, porque el hombre
necesita también alimentar su espíritu y eso se logra a través del arte y
la cultura.
Todas esas cosas las hicimos porque además de nuestra función
básica, entendimos que tendríamos que llenar los huecos que dejaron
los cobardes, los simuladores y los violentos, los que no entendieron o
no les importa entender que en la medida que cada quien desde su
espacio de responsabilidad: gobiernos, universidad, ciudadanos,
profesionistas y estudiantes, juguemos adecuadamente nuestro rol, las
personas se tendrán que preocupar menos en los accesorios y más en
la sustancia. Trabajar con la razón sintonizada con el corazón y la ética
5. nos acerca como individuos y en comunidad a una mayor calidad de
vida, a una mejor sociedad y a un futuro más deseable.
Tiene sentido luchar por lo que motiva al corazón a seguir
bombeando: por la equidad que permite que las voces generen un
coro de concurrencias y disensos necesarios para la democracia, por
la justicia social que se refleje en estómagos llenos que a su vez
permitan a las mentes construir sueños, por sociedades humanas
creadas de individuos que ponderen la comunidad, que urdan los
lienzos para trazar el arte de un porvenir generoso con el hombre.
La lucha de las ideas que hemos mantenido por dos décadas y tres
años, que nos ha llevado a las calles, a los tribunales, a las plazas
públicas, a los consejos, a las aulas, a los organismos ciudadanos, a la
protesta y a la propuesta, a la paz, a la indignación, a la solidaridad;
esa lucha tiene que seguir y tiene que permanecer como una oferta
de respuesta ante la pregunta: ¿Para qué?
Con un mundo que se despedaza con la caída de las grandes ideas,
con el auge de un capitalismo que ha saqueado la visión de un
mundo compartido desde lo humano, con una violencia que hace
pensar que miles de años de historia no nos han enseñado a
enclaustrar la barbarie, con un crecimiento industrial insostenible que
para vivir asesina a la vida, con una elite política global que detiene
el progreso por sus propios intereses, con los que mueren de sed, con
los que matan, con los que roban, con los que simulan, con los que
6. venden nuestra energía vital, con los que prostituyen la actividad
política, con los que siembran desesperanza y cosechan
inconformidad, con los que guardan silencio, con nosotros ciegos y
sordos, cómplices del infierno que asumimos como el mundo,
despreciadores de la amistad, del amor y de la felicidad, resignados
por nuestros sueños asesinados por el tiro de gracia de la realidad. Con
este mundo del carajo que es nuestro mundo, en el que aprendimos
a respirar veneno y a comer el hambre de otros, con todo eso no se
puede renunciar a la lucha y no se puede luchar por el poder, ni por
la fama, ni por la continuidad.
Los 23 años son la oportunidad para decidir un punto crucial. Si en
medio de ese mundo pensaremos en la siguiente elección, en la
siguiente contienda, en los siguientes intereses o realmente
regresaremos la vista a las cosas importantes.
Existir sin un proyecto idílico de transformar el mundo, no dirigirse a eso
desde la FEU, desde la universidad y la sociedad, es asumir la condena
de repetir los grandes vicios que nos tienen sumergidos en un mar de
corrientes abruptas.
Por eso quizá hoy estar aquí implicará el valor de romper esquemas,
pero no dicho como la insulsa frase que se repite como una moda
vacua, sino a romper NUESTROS esquemas. A desafiar lo que
aprendimos que es el mundo, atrevernos a borrar lo que nos rodea y
con ello la parte que nosotros le aportamos a ese mundo, atrevernos
7. a sostener uno de los millones de pinceles que pintarán el mural que
estará en nuestra bóveda, atrevernos a ponerle nuevos astros al
oscuro cielo que nos techa, aprender a dibujar nuevos soles ponientes
el horizonte.
Hacerlo es una tarea titánica, es el absurdo, es lanzarse a la batalla
perdida. Es, más allá del recurso poético o el alegato lírico, salir a dar
la vida por la vida; saber que nos enfrentaremos a los monstruos a los
que antes alimentamos; luchar contra las estructuras, contra el poder,
contra los ríos de dinero, contra la pobreza extrema, contra el
desinterés y la ignominia.
Ahora llegan las preguntas: ¿Estamos listos para volver al principio,
para borrar y volver a escribir, para enseñarnos a nosotros mismos que
a pesar de los pesares hay una alternativa en la que el Deber Ser
pueda derrotar al “Así son las cosas”?
Quizá no lo estemos y partamos de la honestidad. Quizá sea
demasiado para nosotros pensar en derrumbar los cimientos de una
casa que nos cubrió por tantos años. Pero hay que salir y hacerlo,
porque esperar a estar listos para ser lo que debemos ser puede
convertirse en una perpetuidad sin orillas que nos encadene a la
ataraxia, a la atrofia.
Para cambiar el mundo hay que dar un salto decidido al vórtice, a la
lucha, al enfrentamiento. Hay que salir a pelear con bestias sin olvidar
8. ser humanos, dominar demonios sin bajar al infierno, ganar guerras sin
convertirnos en asesinos.
Y es justamente ese reducto, esa delgada y casi abstracta línea en la
que nos atrevemos a pensar que el mundo podría ser otra cosa, donde
un día un hombre bien plantado se propuso la idea de refundar un
país.
Porque refundar a un país, volver a escribir su constitución, escuchar a
la gente, plasmar en ese proceso los anhelos de todos y mitigar
también sus miedos, se trata de algo más que de un político haciendo
encuestas o trabajo legislativo. Se trata de romper sus propios
paradigmas, de asumir que no todo está dicho y que no todas las
letras doradas que se guardan en los museos están cargadas de
verdades.
José Manuel Zelaya, Mel, asumió la tarea valiente de escuchar, de
pensar en un futuro distinto, construido con bases distintas; sin
embargo los enemigos del progreso, los enemigos del hombre,
siempre verán en el cambio una amenaza a sus vidas rapaces.
Manuel Zelaya está aquí hoy como un invitado de honor, como un
luchador de ideas, como un hermano en el camino interminable de la
lucha por la plenitud del hombre.
Cuando Mel pelea en Honduras, país sumergido en la desigualdad, en
la pobreza, país que presume a la ciudad más peligrosa del mundo
9. San Pedro Sula y a Distrito Central que está entre las primeras cinco,
cuando habla de la democracia, del estado de derecho, de la
posibilidad de refundar el país, realmente habla de la posibilidad de
decir, de caminar seguro por las calles, de poder ofrecerle algo a los
suyos, de amar, de tener amigos, de no temer por ser asesinados, de
tan solo tener la opción de decidir pensar y hacer en libertad; de no
vivir en la desesperación, en la tragedia, en la abstracción auto
inducida.
Mel entiende que mientras que la fuerza, el robo y las mentiras sigan
gobernando, difícilmente los hondureños van a poder aspirar a
mejores condiciones de trabajo, de educación, de salud, de cultura,
de esparcimiento, de equilibrio, de tranquilidad; todos elementos
indispensables para la felicidad, la realización y la esperanza
Mel; su lucha como la nuestra está perdida porque es contra el mundo
que nosotros también creamos. Es contra las ideas predominantes,
contra nuestras malas costumbres, viejos vicios y arraigadas carencias.
Pero usted seguramente encuentra en su pueblo lo que nosotros
hallamos en nuestros compañeros. Estamos llenos aún de corazones
dispuestos a creer, de personas ávidas de recuperar la confianza, de
una amalgama de talentos y porvenir. Hay razones para luchar; lo dijo
Camus: “Éste mundo no tiene un sentido superior. Pero sé que algo en
él tiene sentido y es el hombre, porque es el único ser que exige tener
10. uno. Este mundo tiene al menos la verdad del hombre y es misión
nuestra dotarle de razones contra el propio destino.”
Mel, no es discurso decir que estamos juntos en la lucha por la
democracia, por el ser, por la plenitud, por la felicidad, por la justicia.
Lo recibimos con los brazos abiertos y con la mente lista para escuchar
sus argumentos, pronunciar los propios, generar discusión y tratar de
construir algo con todo esto.
Definamos pues, en la lucha de los países, en la lucha de nuestra
organización, en la lucha del hombre, qué es lo que verdaderamente
importa, qué nos va a hacer seguir avanzando, qué vamos a creer,
cuáles van a ser las ideas que defendamos con nuestro ejemplo y
salgamos a cambiar el mundo, como una convicción de que es
posible, de que vale la pena soñar, vale la pena construir, vale la pena
ser libre, vale la pena amar, vale la pena vivir.
Por eso sigamos por muchos años más como lo que somos, guerreros
de las causas abandonadas, defensores del hombre, soñadores:
salgamos a luchar y ganar con ideas las batallas perdidas.