1. Clara preparó su muerte con ayunos y oraciones similares a las de Jesús, incluyendo la oración de las cinco llagas. Rodeada de hermanas llorosas, les dio consuelo y bendiciones.
2. Recibió la visita del Papa, a quien besó los pies. Exhortó a guardar la pobreza y bendijo a las hermanas presentes y futuras.
3. Invocando la intercesión de las santas, entregó su espíritu al Señor el 11 de agosto de 1253
Disciplinas espirituales en el Ministerio de Alabanza.pptx
Últimos gestos de Clara de Asís
1. 1
LECTURA DEL TRÁNSITO
Cuando a Clara le llegó la hora de morir, hizo como Francisco los gestos de fundadora: dijo
palabras de exhortación y de consuelo, dejó en herencia su Forma de Vida aprobada y bulada,
impartió su Bendición. Pero si Francisco quedaba ante la Orden como «otro Cristo», ella se alza
gloriosa como «otra María». Eso daría un colorido diverso a la muerte de la Dama Pobre.
Destacamos las notas del tránsito de Clara.
LLANTO Y ALEGRÍA
Como Francisco expresa gozo ante los frailes llorosos e inconsolables por su muerte inminente,
Clara irradia confianza y alegría en la visión positiva de la muerte. Hay un contraste de tristeza y
júbilo en cada duelo cuando lo ilumina la fe. Clara y Francisco imparten su lección magistral por
última vez: lo amargo se ha de transformar en dulzura de alma y cuerpo. Es el eco de la palabra del
Señor que transmiten como fe pascual: «Vuestra tristeza se convertirá en gozo» (Jn 16,20).
Era costumbre, cuando se avecinaba la muerte, poner el lecho del enfermo en el centro de la
habitación a fin de que la comunidad lo pudiera rodear. «Rodean el lecho de la Madre aquellas
hijas... cuyas almas atravesaba una espada de dolor» (cf. Lc 2,35). La comparación lleva el dolor de
las hermanas hasta el de la Virgen en el duelo del Hijo. Las hermanas lloran (Proc XI,3) porque «la
espada de un dolor sin medida» (LCl 39) había caído sobre ellas. También los frailes la rodean y
lloran.
Consuelo. A Inés su hermana: «Hermana carísima: es del agrado de Dios que yo me vaya; mas tú,
cesa de llorar, porque llegarás al Señor enseguida de mí; y él te concederá un gran consuelo antes
de que me aparte de ti» (LCl 43).
Francisco prometió a Clara un gran consuelo... Fue verle, besar sus llagas, rendirle homenaje
después de muerto.
Clara promete a Inés un gran consuelo. Sin duda fue ver la glorificación de su santa hermana y el
cumplimiento de la promesa de seguirla catorce días después.
Fray Ángel, lloroso, conforta a Clara con la lectura del Evangelio, e intenta dar consuelo a las
hermanas. Fray León besa el lecho de Clara rindiendo en aquellos besos el homenaje a la «Madre
de toda la Orden». Será fray Junípero quien conforta y enardece a Clara con sus saetas.
Confesión bella y viático. No solamente tenía el sentido de la reconciliación con Dios, sino también
con la comunidad, por eso fue pública, y sor Felipa, que la escuchó, puede darle el calificativo que
le merece: «Hizo su confesión tan hermosa y bella, que la testigo jamás oyó otra igual. E hizo esta
confesión porque dudaba de haber ofendido en algo a lo prometido en el Bautismo» (Proc III,23).
Bella e inocente debió ser la confesión que al Papa hizo exclamar: «Ojalá no tuviese mayor
necesidad de perdón yo que ella». La comunión la recibe de manos de fray Ángel de Rieti.
MEMORIAL DE LA PASIÓN
El gran ayuno. Hacía dieciséis días que no probaba bocado. Las fiestas se preparaban con el ayuno,
o con largos ayunos. A semejanza del gran ayuno que precedió a la muerte del Señor, Clara
preparó su vuelo de bodas.
Oración de las cinco llagas. Pidió que se la recitase a sor Inés de Asís. «Estando santa Clara en
trance de morir, exhortaba a la testigo y a las demás hermanas a que permanecieran en oración, y
que la testigo le recitase la oración de las cinco llagas del Señor». Tenía en sus labios la Pasión del
Señor y «el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (Proc X,10).
2. 2
Sabemos que Clara rezaba la oración de las cinco llagas del Señor. No parece que esta oración, que
sor Inés es invitada a recitar, llegara a recogerse por escrito. En todo caso nada ha llegado a
nosotros. Seguramente se componía de cinco oraciones breves e intensas como saetas, para llevar
a la contemplación y adoración de cada una de las llagas del Señor.
Es posible que Francisco también hubiera recitado estas oraciones hasta cumplírsele el deseo de
verlas impresas en su propia carne. Clara vio esas llagas a Francisco y... viendo la semejanza con el
Hijo de Dios, sintió el dolor y el amor en semejanza con la Madre del Señor. Cuando Clara decía
esta oración con llanto en los ojos, debía recordar a la Madre dolorosa. Con espíritu materno las
decía sobre el dolor del Hijo descendido de la cruz, y sobre las llagas de Francisco y de todos los
hijos sufrientes... Queden impresas en mi corazón las llagas del Crucificado... Hiéreme con tus
llagas, embriágame con tu cruz...: Sancta Mater, istud agas, / Crucifixi fige plagas / Cordi meo
válide... / Fac me plagis vulnerari, / Fac me cruce inebriari, / Et cruore Filii (Jacopone de Todi,
Stabat Mater, vv. 11.17).
Con el espíritu que palpita en la inmortal Laude Stabat Mater de Jacopone de Todi (1230-1306),
rezaría Clara junto a la Virgen al pie de la cruz. Pero ahora, en la hora de pasar de este mundo al
Padre, al venir la agonía de la muerte y aprestarse para vivir su pascua, pidió a una hija que dijera
la oración... Sor Inés de Asís decía la oración y Clara, identificada con el Hijo, ponía su fin y su
agonía en el regazo de la Madre. Corrobora esta interpretación la comparación del biógrafo con la
espada de dolor que atravesaba el alma de las hermanas. Es el memorial de la Pasión, a ejemplo de
Francisco, pero en clave mariana.
Aceptación de la muerte o pobreza. «Vete segura...», entrega del cuerpo. «Vete segura...»,
desapropiación. Con estas palabras Clara da a entender el mismo espíritu que animaba a Francisco
cuando permaneció desnudo sobre el cilicio y la ceniza en la tierra.
GESTOS DE FUNDADORA
Visita del Papa el 8/VIII/1253. Tiene un triple sentido: La fundadora y madre pide al Papa la bula
para su Regla. Y se le otorga. Clara es reconocida por su función eclesial de alumbrar una familia
evangélica nueva, por su intercesión y testimonio de santidad. Esposa en la Esposa. «La visitan
asiduamente cardenales y prelados» (LCl 44). Los hombres y mujeres en tropel corren hacia San
Damián.
La visita del papa Inocencio IV había sido profetizada un año antes por una benedictina de San
Pablo. Era una señal. Clara recibiría la visita del Señor con los apóstoles antes de morir. El
pontífice le ofrece la mano, ella pide besar el pie y lo hace amorosamente, tiernamente,
acercándolo a su rostro, besándolo por la planta y empeine.
Bartoli interpreta este último gesto que supera la cortesía y en verdad está animado por una
grande fe: «El gesto quiere recordar, casi seguramente, la actitud de la Magdalena a los pies de la
cruz. El beso a los pies del Crucificado es una constante en las laudes de la Pasión y de la
iconografía de aquella época».5 Sin embargo, un sensus femenino desde la espiritualidad, y sobre
todo la reiterada pregunta a sor Amada: «¿Ves tú el Rey de la gloria que yo estoy viendo? Y esto lo
dijo más veces, y pocos días después expiró» (Proc IV,19), nos inclina a interpretar el gesto de
Clara en paralelo al de María, sí, pero en el huerto de la resurrección: «¡Rabbuní!».
Ciertamente se habla de la meditación de la Pasión de Clara en aquellos días, y a este gesto sigue la
petición de una indulgencia plenaria que el Papa le concede con este comentario: «¡Ojalá no
tuviera yo más necesidad de perdón que ella!».
Exhortación a guardar la Pobreza. Cuando recibe la Bula que aprueba su Forma de Vida la besa
(Proc III, 32). Y reiteradamente exhorta a las hermanas presentes y futuras a la guarda de la
altísima Pobreza, la del Hijo de Dios que les mostró Francisco.
3. 3
Dice también palabras misteriosas que las hermanas se ven impotentes para retener. Pero sosiega
su empeño con la advertencia de que sus palabras de este momento las entenderán después...
(Proc III,21).
Invitación a la alabanza. «Hijitas mías, alabad a Dios, porque no bastarán el cielo y la tierra para
tanto beneficio como he recibido de Dios, pues le he recibido a Él en el Santo Sacramento y lo he
visto también en su Vicario» (Proc III,24). No se dice aquí de qué forma alaban juntas.
La Bendición de Clara. Alcanza a todas las hermanas presentes y futuras (n. 5). En la bendición
hallamos algunas características: su alcance y la solidaridad entre las mujeres.
Imparte Clara una bendición destinada a renovarse, después de su muerte, en las generaciones
futuras. «Os bendigo en mi vida y después de mi muerte». Alcanza a las presentes y a las futuras
que no hayan sucumbido por fragilidad en la guarda de la Pobreza. Porque para todas, presentes y
futuras, profetizó San Francisco: «No sólo de nosotras -dice Clara- profetizó estas cosas nuestro
beatísimo padre, sino también de las demás que nos habían de seguir en la santa vocación a la cual
nos llamó el Señor» (cf. TestCl 17). Lo confirma y abre su alcance el biógrafo, porque a Clara
acompañan frailes, gentes del pueblo y eclesiásticos: «Bendice a sus devotos y devotas e implora la
gracia de una larga bendición sobre todas las damas pobres de sus monasterios, tanto presentes
como futuras» (LCl 45).
Pide la intercesión de «todas las santas». También sor Bienvenida verá que vienen las santas
vírgenes a cubrirla con el velo transparente (Proc XI,4). ¿No podían haber venido también algunos
santos? San Francisco, por ejemplo. «Es una añadidura significativa: para Clara no hay solamente
comunión de los santos; hay también comunión de las santas, es decir, una solidaridad especial
entre las mujeres que en vida tratan de obedecer al Evangelio, y las que le precedieron en el
camino de la fe.
»Esta idea de una relación especial, que liga entre sí a las mujeres de fe (muertas o vivas), es
patrimonio común de todas las sorores de San Damián. Los testimonios depuestos en el Proceso lo
subrayan precisamente; en particular, entre todas ellas, el testimonio de Bienvenida de madonna
Diambra de Asís, que vio en visión el cortejo de las santas en torno a María, que bajaba al lecho de
Clara a rendirle el último homenaje».6
El amor a las santas, la predilección por la virginidad, la adhesión a la Virgen.
«La figura de María acompañó el camino vocacional de la santa de Asís hasta el final de su vida.
Según un significativo testimonio dado durante su proceso de canonización, en el momento en que
Clara estaba para morir, la Virgen se acercó a su lecho e inclinó la cabeza sobre ella, cuya vida
había sido una radiante imagen suya».7
La oración de Clara, la cristiana, vuela en exaltación mística con la presencia de fray Junípero, al
que ella llamaba Saetero de Dios. Se diría que va de fiesta. Y dando gracias por haber sido creada,
Clara de Asís, la amante de Jesucristo pobre y crucificado, entregó su espíritu al Señor. Era el 11 de
agosto de 1253.