Los regalos-del-nino-jesus-llegan-por-caminos-extranos
Una historia.
1. Para no despertar las sospechas del tío con mis idas a la farmacia, empecé a salir a escondidas.
Aguardaba el momento en que él se fuera al cuarto de los helechos o a alguna parte alejada de la
biblioteca y tomaba las llaves que Eufrasio colgaba de un clavo en la cocina.
Viaje por el rio en forma de corazón le gusto tanto a Catalina que no dejó de leerlo ni cuando tuvo que
vendar a una señora que se había torcido la pierna. Termino el último episodio entre dos inyecciones.
Su lectura había sido más agitada y tal vez más emocionante que la mía. También había sido algo
distinta. Me asombro que dijera: --La niña me cayó muy bien. Estuve a punto de preguntar: ¿Cuál niña?,
pero Catalina no podía decir algo sin que yo estuviera de acuerdo. -- ¿y Ernesto? -- Le pregunte. --
También, aunque es un poco
Presumido. -- ¿y Pepe?. -- ¿Cuál Pepe? – Fue su sorprendente respuesta.
Yo había leído la historia de dos muchachos, Ernesto y Pepe. En cambio, ella había leído la historia de
Ernesto y Marina. Tal vez estaba tan distraída vendiendo pastillas y poniendo vendas que había
imaginado otra historia.
Me devolvió el libro y yo le preste el del incendio. --Tienes algo ahí. --Me dijo, cuando yo me despedía.
Catalina metió su mano en mi pelo y saco un hilo largo color rojo. --Parece un pelo de muñeco --Catalina
sonrió y pude ver su magnífico diente desviado.
Las cortinas del tío eran rojas, roja su piyama y roja su bata. El hilo debía venir de alguna de esas telas.
--Ven a que te acomode el pelo, --Me dijo ella. Pasó su mano sobre mí, fue como si sus dedos me pusieran
una corona. Le di el libro y regrese a casa a releer viaje por el rio en forma de corazón. Me serví un vaso
de leche, pero la lectura me cautivo tanto que no llegue a probarlo. ¡El libro había cambiado! Ya no era la
historia de Ernesto y Pepe, sino de Ernesto y marina. Me pareció que, en efecto, Ernesto era un poco
presumido. ¿Era posible que yo no hubiera leído bien el libro? Esa noche quise hablar con mi tío de la
extraña modificación de la historia en el bosque, pero él no bajo a cenar.
Catalina había agregado estupendos detalles de la aventura. Ernesto y Marina lograban huir por un
camino que ardía sobre ellos como un túnel de fuego. Al principio, Ernesto no se atrevía a correr por el
túnel, pero ella lo tomaba de la mano y le infundía gran seguridad.
Marina tenía un carácter agradable y decidido, Ernesto, que antes parecía un poco presumido, ahora se
comportaba con sencillez y ayudaba a salir a Marina de un hoyo en el que caía; se quitaba la camisa, la
mojaba en el agua y se la daba a ella para que se limpiara el lodo. Al final, cuando ya se había salvado,
nadaban en el agua fría. Esa noche soñé que estaba en un rio.