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DEDICATORIA.
A través de los años he descubierto, que lo mas importante de la vida es,
poder crear lo que nos gusta con la sensación de que estamos llenado un
vacio.
“QUIZAS ESE VACIO SEA EL NUESTRO PROPIO VACIO”
DEDICO ESTE LIBRO A
MI MADRE
MI HIJA
Mi NIETA.
http://www.busforoyu.mex.tl
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INTRODUCCIÓN
La Cruz es un poema, que habla acerca de la pasión de un hombre por el resto de la
humanidad. Es un canto a aquel, que amo tanto a sus congéneres, que decidió despojarse
de toda vestidura celestial, con el único fin; de contagiar en todo ser humano su gran Amor
por los demás.
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CAPITULO I
El rayo surca el cielo, todo el universo tiembla ante la fuerza amenazadora de la
naturaleza. Abajo, colgando de un madero un hombre yace sin vida, un delgado hilo de
sangre se desliza suavemente por el madero.
Unos pies desnudos e inertes muestran las laceraciones de que fueron objeto. Carne
delgada que representa al mártir, quien decide morir por lo más excelso de la vida.
Al frente de aquel hombre, un joven abraza a una mujer, sufren por la vida misma y
el dolor del corazón. Ella le mira tiernamente… ella sabe en su corazón que aquella hora
habría de llegar…
La sangre ya toca el suelo, y tristemente se desliza por el polvo, buscando un lugar
donde subir al cielo.
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Yo, me encuentro allí, mirando aquella escena. Mis ojos llorosos no pueden
distinguir con claridad lo real de lo irreal; de pronto una dulce voz, que se alza detrás de
mío me dice:
- ¿Qué miras humano?... ¿Acaso no sabías que él debía morir por ti y tus hermanos?
Rápidamente me volví, hacia aquella hermosa voz:
- ¿Es necesario que yo responda? –dije con temor…
- No, no debes responder a la pregunta… mas mira sus manos. Ellas una vez
sanaron enfermos, acariciaron el cabello de los ancianos, y abrazaron a los niños, hijos de
los hombres. Aun inertes, no dejan de hablar de la caridad que se extendió por sus dedos,
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de la bondad que emano de su silencio, y si ante su paso, crecieron los lirios… ¿No es
acaso normal el dolor que ahora sientes?
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Ante aquella pregunta guarde silencio. Solo pude volver a ver aquella figura, que
ya sin aliento, me hablaba de lo eterno, de un solo corazón… Sus ojos… ¡Sí! Sus ojos…
eran como estrellas de la noche, la luz que de ellos manaba, mis ojos cegaban, y ante
aquello… no pude más que mirar al suelo… esperando que todo fuese un sueño.
- ¡Has visto lo profundo de sus ojos! Mira su cuerpo. El te dará la vida que buscas…
Ya no será solo despojos, mas el cielo y la estrella que brillan en lo eterno, te darán de su
aliento… aliento de un rey.
Yo no quería mirar, mis manos sudaban copiosamente, y mi corazón latía, fuerte, tan
fuertemente que pensé que mi hora había llegado. Postrado en tierra, trataba de orar, mas
en vano mis palabras, se negaban a salir… no podía pensar en nada… es como si mi mente
no tuviese pensamientos, y ante la predica de aquel desvelo, solo atine a callar. Un delgado
hilo de sangre se desliza por el madero.
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CAPTÍULO II
Desperté, como despierta el fardo de un sueño, todo estaba allí, sus manos, sus pies
lastimados por la piedra inerte del camino, la corona de espina de su cabeza, que marco el
destino del mártir, del REY. El sol entraba por una pequeñas rendijas de la celda en la cual
me hallaba, y así, entre dormido y despierto mire la luz; luz de arco iris que se mezclaba
con la sangre… ¡Sí, sangre!... No podía creer lo que mis ojos miraban. Aquello no era un
sueño. La sangre llegaba hasta mis pies desnudos. Por un momento, no halle como
levantar mi cabeza, hasta que una voz me dijo:
- Mírale, humano. Él es real, jamás un sueño. Mira sus ojos, sus manos, sus pies y
su costado, atravesado por la lanza de un soldado romano vertió agua y sangre…
¿Sabes tu acaso que significa eso?
Ante aquella pregunta, volví a guardar silencio. Mis manos temblaban de angustia y mi
corazón latía con más fuerza nuevamente. Guarde silencio, hasta el punto en que no sabía
si aún vivía.
- Esa sangre significa que eres libre de pecado, y el agua… el agua es símbolo de la
vida eterna del Maestro. Tu fuiste comprado por esa sangre… tu fuiste redimido por el
dolor de las llagas y heridas del DIOS ALTISIMO, QUE CONVERTIDO EN HOMBRE,
DIO SU VIDA POR TI.
- ¿Cómo? –pregunté. ¿No logro comprender?... ¿Qué alguien ha de dar su vida por
aquel que no conoce, por aquel que ha cometido atrocidades mil, por el que ha hecho llorar
a mujeres y niños, pues poco le importan?... ¿Puede ser lo que me dices, cierto?
- ¡Oh, incrédulo!... ¿Es la luna más que el sol, y el sol más que el universo?... ¿Es tu
vestido más que tu cuerpo y tu carne más que tu alma, y al final, tu alma más que tu
espíritu?... Ven conmigo, que ahora he de mostraros algo.
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Aquel hombre, vestido de una luz brillante toco mi hombro, y de repente me vi
fuera de mi prisión. Estaba en un campo lleno de rosas, lirios, claveles. Las aves volaban
en círculos y no huían de nosotros… No podía entender nada de lo que estaba pasando,
cuando escuche de nuevo, la voz de aquel que me llevaba por los aires:
- ¿Qué ves… dime, qué ves?... ¿Trabajan las flores, los lirios, los claveles?...
¿Cosechan y recogen las siembras las aves?... ¿Tejen sus vestidos de terciopelo los
campos?... ¿Dime?... ¿Qué ves?
Asustado por todas aquellas preguntas, no alcanzaba a responder, y al aviso de mi
ángel, todo me hacia estremecer. Más todo era hermoso,… y más que hermoso. Los
valles, los campos, las flores, los lirios con su habitual vestidura y, las aves, que
alegremente revoloteaban cerca de nosotros… Así me atreví a preguntar:
- ¿Quieres decir, qué yo puedo ser parte de toda esta belleza sin más ni más?
- ¿Qué quieres decir con: “sin más ni más”? –preguntó el ángel, mientras clavaba sus
ojos en mi mirada. Ante la pregunta, recogí mis hombros y trate de ocultar mis ojos.
- ¡Perdona! No fue mi intención ofenderos… Aquel ser me miro con compasión y
respondió:-No, en modo alguno me ofendes, más tu incredulidad es grande; así, que ahora
escucha lo que has de oír.
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CAPÍTULO III
“Quédate en silencio, que nada os turbe, que nada te espante, que todo es nada más.
DIOS LO ES TODO.
Hoy tienes a DIOS en una cruz, y El es la luz que te salva hoy.
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Mira los rayos del sol, las nubes, el oro del cielo… escucha:
Hay demasiados ruidos en ti…
… solo escucha en lo profundo de tu ser…
Demasiadas preocupaciones se anidan en tu alma…
… y demasiado peso en tu corazón…
… escucha en lo profundo de tu ser.
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Quédate a solas frente a la cruz…
… escucha en silencio…
Entra en reposo…
… escucha en silencio…
El SEÑOR esta hoy ante ti…
… te llama y te espera…
… escúchale en silencio
Guarda silencio delante del SEÑOR…
Olvida tus palabras,
Olvida tus recuerdos,
Tu respirar, tus sueños…
… solo mírale…
… solo escúchale… guarda silencio.
Mantén la paz ante El,
… déjale a El
… toda turbación, todo cuidado…
… toda preocupación.
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Olvida todo.
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Desátate de todo y átate a El…
… se libre y: tus deseos; se pobre como la madera ya muerta del invierno.
Quédate vacío de todo cuanto no sea El.
Mantente solo…
… tu y tu corazón ante El.
Que nada distraiga tu mirada…
… de su sangre.
Deja de quejarte,
Que todo en ti… sea El…
Deja de buscar consuelos humanos, y que
Tu recuerdo sea DIOS.
Quédate sepultado con El, y…
… dentro de El.
Desaparece hoy… para que hoy…
… El viva en ti.
Se feliz…
… ama a las personas.
Se humilde… se
… lo que realmente eres.
Escucha su palabra y…
… se palabra y voluntad suya.
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Quédate a solas con El.
Adórale profundamente…
… que penas o gozos….
… no alteren tu reposo…
Mantén silencio ante El…
… desaparece hoy…
… y que El viva en ti.
Mantén silencio…
… silencio delante del SEÑOR…”
Al terminar, aquella clase de oración dijome estas palabras:
- Ve al libro SAGRADO… que en El esta tu vida eterna.
No entendí del todo… más algo comenzó a inundar mi alma: alegría, paz, amor…
¿Eran sentimientos? O ¿Eran emociones de algo que soñaba?
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CAPITULO IV
Abrí mis ojos, nunca me di cuenta de cuando los cerré, y allí estaba en la celda.
Aquel ser de luz había desaparecido, pero de algo estaba seguro… aquello no había sido un
sueño.
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Aquella mañana hacía frío. Unos golpes sonaron en la puerta de mi pequeña celda.
Era el carcelero, qué al verme sentado ,se dirigió a mí, y dijo:
- ¡Oye!... te miras diferente hoy.
- No. Respondí. El insistió:
- ¡Escucha!... te dije que te ves diferente hoy.
Guarde silencio. El guarda se acerco a la puerta y dijo en voz alta:
- Extraña actitud para alguien que ha de morir mañana.
¿Morir? ¿Quién habría de morir? Si apenas mi vida estaba comenzando.
Me sentía libre. Mire por la ventana y el aire… ¡Si!... el aire era fresco, me volvi y
allí estaba. Me miraba fijamente y en unos segundos desapareció.
Yo, miraba aquel hilo de sangre que se escurría por el madero. Levante mi vista y
vi… vi aquellas manos que habían sido traspasadas; por las muñecas; dos enormes pines
cruzaban: carne, hueso y tendones, saliendo al otro lado del madero.
Levante mis manos, ante mi vista y me quede mirándolas por un largo rato.
¡Apenas podría imaginar aquel dolor!
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¡El hilo de sangre!
¡Aquella sangre que corría hacia mí!
Nuevamente pensé que estaba soñando. Vagaba en un espacio en donde el tiempo
desaparecía poco a poco. ¿Acaso, había perdido la cordura? ¿Acaso nunca había estado
cuerdo?... ¡No! ¡No!... no era un sueño y en el campo de la vid,
Mi vida ya se encontraba
Y cual piedra de topacio,
Pude ver sus vestiduras de oro:
Lo hermoso de la hermosura.
Era bello: sus cabellos de oro, sus pies de un bronce que resplandecía cual luz de sol.
No alcance a ver sus ojos. El solo pasó a mi lado. ¡Era tan real!
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Desperté… nunca supe a que hora descanse. Las estrellas se miraban por la
ventanilla de mi celda. Nunca podría comparar su luz, con la luz de aquel que paso por
ello.
¡En su costado una herida!
¡La sangre y el agua!
Aun podía recordar.
El hilo de sangre corría hacia mí.
Despojos. ¿Qué es todo en la vida sino despojos?
¿Estaba El en la cruz por aquellos despojos humanos?
El sueño volvía a mí.
No supe más.
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CAPITULO V
“Necesitas el bien en tu corazón, para poder ver el bien que habita en los demás”.
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A oscuras, sentado en la repisa de piedra que sirve de cama, meditaba en lo que
pasaba, si un ángel de luz de mí se acordaba y esperanza y fe, a mi corazón daba, daría mi
alma entera al DIOS de mis padres, que en paciencia eterna dieron sus vidas, esperando el
fruto del amor un día.
Hallabame en aquellas vacilaciones, en las que el alma suele distraerse del ocio,
cuando de repente alguien golpeo suavemente la puerta; ante la incertidumbre, pregunta:
- ¿Quién va?
Luego de un instante, alguien respondió muy quedo:
- Soy yo, el carcelero.
Las dudas asaltaron mi corazón, mas aún así, le pedí que abriese y pasase a mi
celda. Una vez dentro, se sentó a mi lado:
- ¿Qué deseas?, pregunte.
- Pues veras. Hay algo que pasa aquí que me tiene muy intrigado.
- Vamos vale. Dime. ¿Qué puede ser?
- A sabiendas y encomendados sabemos, que no un “dracma”, más debemos, de las
fechorías y crímenes, de que se os acusan.
- Vale, eso lo sé. Pero continúa.
- He visto que de un tiempo acá, tu comportamiento ha cambiado… ¿Cómo es que un
criminal peligro como tú, haya mudado su rostro tan repentinamente?
- Pues no se y sé. No sé si es locura lo que mis ojos ven, más sé que es ternura lo que
mi alma siente, que ante la aparición de la santidad, no hay corazón que se resista ni
cuerpo que no insista, en verle de nuevo. Su sola presencia transforma esta celda en
luz que no entiendo y en voces que se incrustan en mi mente. No se si es tan solo
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un sueño, solo se que es prisión que me encierra, ni celda ni nada… es sola la voz,
de aquel mi SEÑOR.
- Bien, trato de entender. Más dime. ¿A qué hora os pasa?
- A cualquier hora buen hombre. A cualquier hora.
- Y… ¿No serán los desvaríos de tus sueños?
- Eso pensaba yo, al principio claro, más luego me he dado cuenta que no es así. La
sangre que he visto correr hasta mis pies… y ¡os juro que no es sueño!... llena mi
alma de angustia, mas la paz luego mi corazón inunda, de este enorme placer.
- ¿Qué placer? Dime. ¿Qué placer?
- ¿¡Es que acaso no lo veis!? Los muros de piedra, muros de piedra son, mas no es
esta mi prisión, que libre vuela mi alma y libre soy.
- ¿Cómo que eres libre? Estas a expensas del gobernador y presta esta la hora de tu
ejecución…
- Lo ves. Tú no puedes entender. Nada de eso me preocupa. Ni la soga ni la espada
del verdugo. Ni la burla o la mofa del público. ¡Mi alma se haya en paz consigo
misma!
Mire al suelo. Guarde silencio para seguir con mi meditación. El carcelero tomo el
candil y salió de la celda. Iba preocupado y asustado a la vez. Pensaría que me estaba
volviendo demente.
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Las doce de la noche. Lo supe por las campanadas de la iglesia del pueblo cercano.
Mire por la pequeña ventana de la celda; las estrellas se veían hermosas. Me senté sobre la
orilla de la cama a meditar, cuando de repente aquella diáfana luz apareció ante mí. Yo
asustado, caí de rodillas. Oí una dulce voz:
- ¿Tienes temor humano?
- ¿¡Yo!? Temor no, mas reverencia, que eres santo.
- ¿Y por qué me reverencias?
- Porque eres santo… -dije por segunda vez.
- ¡Santo y más que santo! Mas ahora te pido que te levantes y escuches.
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Me puse de pie. Mis rodillas temblaban ante la presencia de aquella visión y
aquella voz.
- “El universo es mío y todo lo que en él habita, y ante tal sin fin de criaturas, escogí
la salvación para el ser humano. La más pobre de todas las criaturas. Le he visto
arrastrarse por el suelo. Le he visto pedir limosna. ¡Mas su soberbia es grande! YO, debía
intervenir, y salvarle de su propia destrucción. Así es que me hice pecado… pecado del
pecado, y ante un madero consagrado a maldición, mi alma pura y sin mancha, fue
entregada por los más, de lo vil y la traición.
¡Mas no tengas miedo! Mi reposo esta en ti.
Reverencia mi nombre”.
Luego de aquella expresión última, volví a despertar. ¿Era aquello un sueño? No,
no lo creo. Ahora, al mirar las paredes de mi celda, note un resplandor extraño, estas
brillaban intensamente, como el sol brilla en el agua, en los ríos o la mar.
Al acostarme soñé
Que era DIOS m fiel escudo,
Y ante la espada o los muros
Me protegió y yo le ame,
Como se ama la vida…
¡OH mucho más!
y en los confines del mar
su mano presta a mi grito
el SANTO, presto a alcanzar
al mortal, del tiempo un mito
como la arena o la sal.
¡Ay de mí!... ¡Sin su salvación!
que a buen puerto en mi ilusión
me ha de alcanzar, ya su amor.
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Como un naufrago vagaba
ante la crueldad de mi alma,
y los vientos y la mugre
cubrías ante mí, cual nube
de oscura y horrenda tempestad,
la luz divina que me cubre hoy,
borrando mi iniquidad.
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CAPITULO VI
¡OH madero de tristeza!
¡OH vana ilusión de la vida!
¡Que sin ser más que un madero!
¡Cargaste en ti… la Realeza!
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Allí estaba yo, solo con mi celda, que era en parte una compañera amada. Allí
estaba yo, ante aquel pedazo de madera… contemplándolo, tratando de adivinar el
misterio… de pronto una pequeña luz apareció frente a mí, esta era diferente, así que me
atreví a preguntar.
- ¿Quién eres?
Hubo un largo silencio.
- ¿Quién eres?
- Soy quien soy. –Fue la respuesta. Luego:
- ¿Qué miras, humano?
- He de responderos, si antes contestáis mi pregunta:
De su boca salieron estas palabras:
“Soy luz sempiterna
que lleva la voz
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de aquel que gobierna
con paz y amor;
del cielo a la tierra
mi viaje es eterno,
la voz dulce y clara
sigo del maestro.
Do vive la vida
allí vivo yo,
y llevo el mensaje
del cielo, el mayor”.
Si queréis saber, preguntad.
- ¿Quién eres?
- Soy lo que ustedes llaman: un querubín. ¿Y ahora dime que haces?
- Meditaba, tan solo meditaba: ¡Es tan corta la vida y tan largo el sueño!... Pero. ¿Qué
sabes tú? Eres eterno, del Padre mensajero.
- ¿Y que te preocupa de la vida simple humano?
- Todo, en fin… ¿Qué es la vida? ¿A dónde he de partir cuando muera?
El querubín guardo silencio unos segundos, luego se acerco y me dijo:
- “La vida es… simplemente la vida. Es el nacer y morir. Es cumplir tu fin en ella.
Es el salir y la puesta del sol. Eso, al menos es parte de la vida. Ahora, si me preguntáis
por el propósito de la vida… ¡OH amigo! Eso es diferente”.
El silencio reino nuevamente y luego:
- “¿Has visto las abejas? Ellas recorren largas distancias, buscando de flor en flor,
aquellas que contengan el mejor de los néctares. Una vez que han encontrado lo que con
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tanto afán buscaron, vuelan la misma distancia para que sus compañeras les ayuden a
cargar el elixir de su miel”.
- ¿Y qué tienen que ver las abejas con el propósito de la vida?
- El propósito de las abejas es crear la mejor miel, que es el tesoro con el cual se
alimentan. Así ellas viven en paz y tranquilas, pues llevan a cabo el propósito que se les
encomendó.
Luego de otro instante de silencio, dijo lo siguiente:
¡OH divino propósito de Dios!
que del fruto al alma
naciera el amor
y en un Don precioso de
eterna virtud,
con tu santa sangre
llenarás de luz,
lo oscuro de la noche
que aún el astro alaba,
tu reino, tu gloria
tu vida que eterna,
salvando la pena
del humano errado
nace nueva y se eleva
al trono de gracia,
que ¡OH DIOS! Tú proclamas.
Tu fin es alabar y bendecir el nombre del Señor, en todo momento y bajo toda
circunstancia… Recuerda la abeja… Solo recuerda la abeja.
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Dicho eso, desapareció.
Pero… ¿Cómo se puede alabar el nombre del Señor, en todo momento y bajo toda
circunstancia?
Esa sería –por mi ignorancia- mi gran pregunta.
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“El sueño solo es tal, cuando el cuerpo y el alma descansan”.
Así comencé el aprendizaje.
Hoy es hoy,
no más que ayer
no más que mañana.
Mañana es futuro,
mañana es niebla.
Planea y entiende
que tu vida es una,
y al corazón espurio
la vida se ciega,
se nubla la mente
que nace en la muerte.
Me hallaba solo ante… ante la nada. Me hallaba solo ante mi alma, era tan oscura
y tan vana que miedo sentí, y al astro rey, que me dio su luz, agradecí, de nuevo vivir. La
cruz, allí estaba la cruz, y sus rodillas laceradas por el camino de piedra. El hilo de sangre
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volvió a bajar por el madero. Una vez ante mis pies, se detuvo. Mire su rostro. La corona
de espinas. El dolor partió mi mente. ¡OH Cristo de mi alma! ¡Cuánto sufrimiento por el
despojo humano!... La luz maravillosa ilumino mi celda nuevamente y escuche su voz:
- ¿Por qué os llamáis despojo?
Sin sorpresa alguna respondí:
- Y… ¿Qué somos, sino despojos?
- No llaméis despojos, a lo que mi sangre perfecta ha limpiado para siempre.
Luego de aquellas palabras, sentí el calor de una mano tierna posarse sobre mi
mente y en lo profundo de una paz que no comprendí, mi vida cambio para siempre.
Cristo de mi alma, que llegaste a mí
en una tormenta, de un vano vivir,
que en vida cegada, lucho hasta morir,
por tu mano y sangre:
hoy vuelve a vivir.
vivir para siempre, frente a tu bondad
vivir en la fuente
de amor inmortal,
cosechando siempre,
tu mano de paz.
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CAPITULO VII
Eterna es la salvación,
eterna es la gracia…
Prisionero de mí mismo
me encontraba ante la cruz
del dolor y la pasión,
y el carcelero. ¿Quién era?
¿Esa era la pregunta?...
que rondaba mi mente
y en el trono ante la Alteza
del Señor del universo,
la respuesta a mi pregunta
surgió de la celda de un abismo.
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Ante la cruz
del Gran Dios
mire mi rostro en el cielo
- ¡He ahí el carcelero…
de tu alma en la prisión!
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El hilo de sangre ya no bajaba por el madero. La celda en que me sentía prisionero,
había desaparecido.
¡Misericordia!
Esa fue la única palabra en la que pude pensar.
¡¿Un sueño!?... Imposible.
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Todo era tan real, que no podría aceptar otra explicación.
La cruz seguía en el mismo lugar, y era simple y sencillamente otra imagen más.
El Dios del cielo debía tener un mensaje para mí. Me dirigí hacia la ventana del
aposento y mire hacia el cielo azul.
¡Era hermoso!
Medite unos segundos…
- ¿Qué haces, hijo?
Me volví y allí estaba la luz.
Caí de rodillas nuevamente. Mi rostro en reverencia. Aquella dulce voz me dijo:
- “Ante el mundo vine
y ante el ofrecí mi sangre,
rechazado y humillado,
con escarnio y con bajeza,
deje el trono de la alteza
y por el mundo morí.
¡Heme aquí hoy!
Lleva este mensaje
con valor”.
- ¿Qué mensaje, Señor? Pregunté.
- “Que la sangre… la sangre del maestro
Les espera para limpiarles del pecado.