1. Ella
“¿Amparo dónde está la bufanda?”
“Mira a ver si está en el perchero, que no encuentras nada.”
Mariano reconocía que cada día andaba más despistado, pero claro, se decía, “cosas de
la edad, ya voy para los 80…”
“¿Te falta mucho?” Inquirió Mariano-.
“Ché que pesat eres, ja no me falta res.”
Ella, a pesar de su edad seguía conservando la coquetería de sus años jóvenes; era
incapaz de salir a la calle sin “recomponerse”, como siempre decía.
La esperaría en el balcón, aunque cada vez le daba más miedo salir. Eran también
demasiados los años de la finca. Situada a espaldas de la Lonja, allí había nacido ella y
también su madre.
Sabía que ambos estaban al final del camino, largo camino… Estas fechas siempre le
sumían en un estado de tristeza, desde su niñez, desde aquella Navidad en la posguerra
que fue la que le marcó. Habían pasado años desde la guerra, pero aún así, una noche
vinieron a por su padre y ya no lo volvió a ver; lo encontraron en el cementerio de
Paterna, fusilado… Los años pasados no habían borrado su odio.
Asido a la barandilla recordaba las penurias pasadas, trabajando desde los quince años,
junto a su madre, ayudados por amigos, pero aún así, poco disfrutó de juventud, de
juego, de amigos… Se le iluminó la cara al recordar como conoció a Amparo, al final de
la guerra. Los frecuentes bombardeos les hacían buscar cobijo en un refugio, allá por la
calle… ¿Alta? No lo recordaba bien.
Estaban apiñados, con miedo; cada vez eran más frecuentes los bombardeos y un día allí
estaba Ella, tan escuálida como la mayoría, con aquellos hermosos ojos, sonriente.
2. Al contrario de todos,sonreía, a todos daba ánimo, ayudaba en cualquier cosa, se
desvivía por los demás y seguía igual, bondadosa, dando de si todo su ser.
Sí, se considera el hombre más afortunado, nunca había tenido dinero, propiedades,
nada, pero la vida a su lado había sido y era más de lo que podía aspirar. El ir con ella a
su lado por la calle, el tenerla…lo tenía todo…bueno, casi todo….
No tardaron mucho en casarse. Tenía un trabajo como ebanista y ella cosía. No era
mucho pero para los dos poco hacía falta. Se vinieron a vivir a esta casa, con su madre;
no podían comprar otra, daba igual, intentarían pasar y no tener mucha familia…
Ala , ya estoy-. Oyó como Amparo le llamaba, ¿has cogido las bolsas?-. que sí…He
oído ahora en radio Valencia lo de la cesta del Mercado Central ¿quieres que vayamos a
verla?-. si no hay mas remedio…iremos-.
Salieron a la calle, la Navidad estaba en todos los sitios, escaparates, gente con bolsas,
regalos…cogido de la mano de Ella su pasado le acompañaba…
Tuvieron un niño, sólo uno, ¿para qué mas? Ya eran tres a pasar estrecheces… Noches
de coser Ella, él cocinando, lo de siempre. Todo por el hijo, por intentar que fuese
superior en todo a sus padres, que tuviese una vida mejor, un futuro… Una vida
mejor… Una triste sonrisa le marco el rostro, ¿pudieron darle? Así se decía, si darle
unos estudios, el chaval servía, había que sacrificarse. Pocos cafés había tomado en esta
vida en un bar, pocos lujos, ¿pocos? Ninguno… Bueno sí, el lujo de estar al lado de esta
mujer, nadie se lo podía permitir más que él. Sí, mirar mi ropa pasada de moda, ¿vieja?
Si , pero limpia. Me da igual, esta mujer que va a mi lado vale por todo lo que me rodea.
Ella es mi regalo, pero no como los vuestros que sólo se hacen en estas fechas… Es mi
regalo continuo…
Pensaba en Pepe, su hijo, en la vida mejor que le habían proporcionado… Acabó la
carrera, era trabajador, valía…Valencia se le quedaba pequeña…. y se fue, lejos,
3. demasiado lejos, al otro lado del mar… América, tan grande, tan lejos, por un lado una
gran tristeza, por el otro, un orgullo. Que hijo tan deseado, tan amado, que tanto había
costado de criar. Les llenó de orgullo, se fueron haciendo a la idea… Él reconocía estar
anclado en un tiempo en que las relaciones entre las personas no eran como ahora, la
amistad, la honradez, la ética… Tú eres de otro tiempo Mariano-. le decían los
amigos… Sí otro tiempo.
Se casó Pepe, se separó, se volvió a casar y así, no sabía ya, creo recordar que ya va por
tres. Será esta la última, pensaba, los nietos... ¿Qué nietos? Tres o cuatro. Sólo conocían
al primero, pero de eso ya hacía años… Ella era su familia en estas ¿entrañables fiestas?
Ella eran sus nietos. Ella era su hijo. Ella era… su vida…
Como cada mañana que salían, daban una vuelta por la Virgen, por la Plaza de La
Reina… Era una forma de andar, de no estar parados, de salir, hacer la compra… La
compra… La eterna lucha por malvivir, por estar, y luego al Mercado Central, a ver la
dichosa cesta.
Después de casi cincuenta años trabajando tan sólo le quedó una reducida pensión, un
reloj de bolsillo y el respeto de los compañeros. Esto último lo más apreciado por él…
Las estrecheces seguían cada vez en aumento. Pepe en la distancia siempre quiso
ayudarles, pero ahí tropezó con la sangre de Mariano, hijo de aragonés, tozudo hasta la
saciedad, siempre rechazó la ayuda de su hijo. Bastante tenía él con ir pagando
pensiones a sus respectivas parejas. Pero la verdad, a Amparo a pesar de sus artes en la
administración de la casa, le costaba llegar a fin de mes… ¿A quién le importa las
penurias de un tipo así?
Dio su vida por un trabajo honrado, cumplió con creces; ¿su recompensa? Pues… su
casa tenía mas de cien años pero estaba en el centro de Valencia; contribución urbana,
calle de primera… “Pague usted y si no le embargamos...” ¿Sabían acaso qué necesitaba
4. la pensión de un mes para pagar este impuesto? ¿A quién le importan estas personas?...
Llegan los fríos… hay que calentarse… ¿brasero? Mariano sabía de los ancianos
fallecidos por los dichosos braseros; Mariano sabia tanto… pero callaba, le hervía la
sangre, como en su juventud… poco más podía hacer. Y Ella ¿qué podía hacer? Pocos
milagros… o muchos…
Un día Amparo salió sola a la compra, raramente lo hacía pero ese día… “¿Esta
ensalada?”, inquirió. Sabía de los precios de la verdura fresca, de las frutas, tan sólo
cuando bajaban bastante de precio se podían permitir esos… ¿lujos?... Hasta que los
almacenes no podían más no bajaban los precios… Siempre así, miseria para el campo y
riqueza para el intermediario. A pagarlo el de siempre. “¿Te han salido los iguales
Amparito?” Ella se reía, como siempre, esa risa tan hermosa… “Ya me contarás”-.
Seguía él. “Vale pasado mañana te vendrás conmigo”.
Llegó el día, Amparo cogió el carrito de la compra y ale, camino del mercat… “Mariano
por favor prométeme que no hablarás, déjame hacer vale?...” Qué iba a decir si Ella se
bastaba en todo… No entraron dentro, Ella se dirigió a espaldas del mercado entre el
pescado y los Santos Juanes y con toda naturalidad se dirigió a los contenedores de la
basura… Sí, los contenedores donde los vendedores del mercado tiraban esas frutas algo
tocadas, esas verduras un tanto tocadas, esas piezas que hacían bajar del precio las
mercancías… Eso que parece sobrarnos a todos. “Amparo yo…” “Calla por Dios y
ayúdame, sujeta esa tapa”. Él no sabía donde mirar, de vergüenza…de rabia… “¿Los
ves?” Decía Ella… “Si tiran lo mejor de las lechugas, en lo blanco no hay vitaminas, ya
verás que caldo hago”… Cargó frutas, verduras, medio carro, luego entraron al mercado
y Amparo, con su desparpajo de siempre, “póngame esos espinazos para el perro”…
Tan sólo un canario tenían y regalado…
Volvieron sin hablar hasta llegar a casa… “¿y esto lo vas a repetir?”,le preguntó. “Pues
5. si, mientras a unos les sobra a otros nos falta ¿te parece bien?...” Se tragó su orgullo,
como también se lo tragó alguna vez que otra cuando no hubo más remedio que ir algún
día a comer a la Asociación Valenciana de Caridad… Si cabía, esto le hizo admirarla
aún más, sus recursos, su forma de afrontar tan penosa situación. Ella era su tesoro, su
más preciado tesoro…y era solo de él.
Ya habían llegado al Central, vieron aquella apabullante cesta, vaya con los de radio
Valencia… En fin tampoco la ambicionaba, al fin y al cabo de estas fiestas lo que más
le gustaba eran los pastissets de moniato que Ella le hacía, y ningún mortal, ninguno
disfrutaba de ellos… “Vale vamos fuera y enseguida a casa… ¿sabes que te digo?” le
espetó Ella, “¿que íbamos a hacer nosotros con tanto embutido que hay en esa cesta? no
es bueno para el colesterol, ale vamos a por lo nuestro…”
Pepe a pesar de su cierto éxito profesional no se quitaba de la cabeza su terreta, sus
veranos de niñez con su abuela materna en Alcublas, las discusiones con su padre,
siempre tan reivindicativo, siempre tan… tan… superior a él… Nunca comprendió y
sigue sin comprender cómo pudo sacar adelante la familia, sus estudios, nunca… Lo
tenía como alguien tan superior a él, tan distante de las necedades de la sociedad…
Sabía que nunca llegaría a su altura. Se veía ya como padre, un fracaso, sin familia, sólo
ellos allá… o aquí… Se había tomado unos días. Necesitaba verlos y más en estas
fechas, sabía que no volvería, sabía que a estas edades cualquier día…
Cogió un taxi en Manises; “al Mercado Central”, dijo; “así hago una compra y les doy
la sorpresa…” Le pidió al taxista ir por la zona vieja ,calle Baja, etc… “Páreme en los
Santos Juanes…” Pagó, se giró y allí enfrente, con toda la dignidad del mundo una
pareja de ancianos husmeaba en los contenedores… “No pot ser… no pot ser… Pare…
Mare…”