SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 5
Descargar para leer sin conexión
VISIONES

                                          Visión I

       No estoy loco. No soy violento. Si lo hice fue por ser coherente, por probar mi

honradez, por autentificar mis convicciones… si le pegué un puñetazo fue porque no tuve

opción, porque era la única vía para alcanzar la bondad, esa esencia tan íntimamente

desestimada por todos.

       Si antes no lo hice no fue porque mi integridad me lo impidiera, fue por cobardía, por

falta de voluntad, por estar sumido en la extraña certeza de que es mejor el más quedo, el que

más desapercibido pasa, el que menos daño hace. Tuve mil oportunidades, mil ocasiones en

las que una agresión hubiera estado sobradamente justificada. Pero nunca fui capaz de

responder a ningún tipo de provocación; ya fuera una mala mirada, un insulto o una mano en

mi pecho, mis reacciones no fueron más que livideces y paroxismos como torrentes: voz

temblorosa, rigidez, tiempo que pasa como una losa. Después la vergüenza, las palabras que

se quedan por decir, la dignidad por los suelos y una incandescencia de puños cerrados a

destiempo.

               Después de mucho pensarlo llegué a la conclusión de que la única vía para

convencerme de la autenticidad del bien que hacía a los demás era hacer el mal. Sé que resulta

paradójico, extraño, cosa de alguien que no está muy bien de la cabeza o intenta justificar lo

injustificable. Pero no. Saberme capaz de todo convierte mis actos en una convicción. La

violencia ya la conozco y la rechazo porque sé lo que es, porque he sentido la insana

satisfacción de sentirse poderoso, el dulce dolor que envuelve al puño agresor y la mirada del

que desprecia al otro.

       No hice mi elección al azar, mi víctima debía ser lo más desvalida posible, indefensa,

pusilánime, incapaz de contrarrestar mi ataque… Fue fácil encontrarla, andaba agarrado a su

mochila, con paso tenso y apresurado y un gesto de contenida resignación en la cara. Mi acto
debía ser miserable, así que no sólo elegí a un apocado, sino que además, después de

cruzarme con él, me di la vuelta para abordarlo por la espalda.

       Mi nula experiencia en lo que a endiñar derechazos se refiere hizo que me limitara a

cerrar el puño para dibujar con mi brazo un semicírculo e impactar de lleno en su pómulo

derecho.

       Un gemido. Sangre. El chico en el suelo y yo mirándolo como no había mirado nunca

a nadie, sin ira, sin que las pulsaciones se alterarán, totalmente tranquilo, henchido del

dominio que en ese momento estaba imponiendo sobre lo que en ese instante era un ser

inferior a mí, sometido a mi capricho. Él me miraba como asqueado, turbado, preguntando sin

decir palabra el porqué de la hinchazón que estaba comenzando a sentir en su cara.

       Aún quedaba una humillación más: viendo que no se atrevía a levantarse del suelo

opté por ofrecerle mi mano para ayudarle a levantarse, lo hice con un gesto rápido y decidido,

de manera que no tuvo elección. Yo no pensaba volver a pegarle, pero estoy seguro que él

pensó que si no aceptaba mi mano volvería a hacerlo. Así, que acertó a asir, con su mano

temblorosa, la mía firme. Me agarro con tibieza, temeroso. Yo le ayudé a acrecentar su pánico

con la rabia que parecía desprender el calor de mi mano, una rabia que en realidad no era más

que el ardor de quien se sabe libre. Una vez alzado, mi mano siguió en su mano, y mi mano

libre fue a posarse en su hombro derecho. Yo tenía la seguridad de que no iba a pasar nada, de

que si así lo hubiera deseado, nos hubiéramos mantenido horas en esa posición, él en su

parálisis y yo en mi férrea dictadura de ojos taladradores. Por comprobar su pusilanimidad,

mantuve la escena un par de minutos, hasta que por fin destensé mi apretón de manos y

deslicé lentamente mi mano izquierda por su hombro hasta perder el contacto con su brazo a

la altura del codo. Noté cierto alivio de su parte, se sentía levemente liberado de lo que para él

había sido una tenaza. Ahora que sólo había aire entre nuestras epidermis, lo único que me

permitía mantener el mandato era el contacto ocular. Así estuvimos, sin pestañear. Ya no
había ni miedo ni resignación en su cara, él no estaba, se había ido, parecía estar en otro lugar.

Entregado a la parálisis más absoluta, su rostro inexpresivo no dejaba de mirarme.

“Escúchame”. Le dije en un golpe de voz que intenté convertir en exabrupto. “Ahora ya lo

sabes: el bien de nuestras vidas no puede convertirse en simple imposibilidad del mal.”

                                            Visión II

       Mi primer impulso, que no llego a materializarse en ningún tipo de movimiento, fue

revolverme para encarar al anónimo agresor. Sabiendo que tal acto de valentía podía costarme

otro doloroso golpe, me quede en el suelo. Contuve mi rabia, mis ganas de insultar a ese

desconocido que sin mediar gesto, señal o palabra, me había dejado tan aturdido. Turbado

como estaba, sólo alcancé a mirarlo a los ojos pero sin mirarlo, como quien mira a un muerto

y sabe que no va a recibir respuesta alguna. Él, férreo y extrañamente desprovisto de toda

violencia, me miraba metálicamente; parecía que había descargado toda su violencia en mi

rostro y no le quedaba más, incluso alcanzaba a desprender paz, y esto fue, precisamente, lo

que más miedo me dio.

       Coger la mano que me ofreció me proporcionó una sensación tan reconfortante como

aterradora. No sé cuanto tiempo permanecimos así, no me atrevía a hablar. Su mano, sin

apretar mi mano, transmitía una tensión que me inmovilizaba. Su otra mano vino a posarse en

mi hombro y mi miedo devino en ese respeto que sólo es capaz de infundir quien no necesita

de la violencia para imponerse. No parecía arrepentido, tampoco orgulloso, sus manos dejaron

de estar en contacto conmigo en el mismo momento en que yo comenzaba a sentir que mi

dolor nunca fue deseado por él. Si en ese preciso instante hubiera decidido cogerme por la

solapa de la camisa y amoratar el único pómulo que me quedaba sano, lo hubiera admitido

con la misma cobardía de la primera agresión.

       Estando frente a frente, me pareció absurda la humillación y la quemazón que en un

primer momento había brotado en mí. Yo, que nunca había sido capaz de agredir a nadie, me
veía víctima de una violencia que siempre había deseado practicar. Estaba avergonzado, no

por haber sido maltratado sin ofrecer la más mínima resistencia, sino por no haber sabido

comprender antes lo que con unas pocas palabras me explicó mi agresor.

       Ahora sé que siempre odié la violencia por inercia y no por convicción, porqué no tuve

donde elegir, porque siempre tuve miedo al dolor, a no saber reaccionar con los suficientes

arrestos. Estas pulsaciones, que siento en mi cara como si fueran agujas, me lo confirman. La

bondad, en ocasiones, no es más que la cara visible de la cobardía.

                                          Visión III

       Creo que la caída de aquel muchacho me dolió porque me imaginé a mí mismo

recibiendo tal sopapo. Lo de sentir el dolor ajeno no son más que absurdas filantropías. Sólo

nos duele lo que creemos que es posible también en nuestras vidas. Por eso no duele la

hambruna en el mundo, porque nadie contempla la falta de alimento como algo que puede

materializarse en nuestro entorno. Pero una hostia, siempre es posible y siempre duele.

       Yo estaba tranquilamente sentado en mi banco de siempre, devorando las páginas de

La vida sexual de Catherine M.; buscando con avidez las páginas que describían con detalle

orgías y demás actividades sexuales. Levanté la cabeza un segundo para tomar aire, ¡maldito

segundo! La erección que llevaba un rato disimulando y aplastando con mi mochila se vino

abajo. Dejé de sentir las pulsaciones en mi pene y comencé a sentir una leve punzada de dolor

en mi cerebro, una especie de martilleo que enviado por la conciencia me conminaba a

intervenir en pro de aquel chaval que, en contra de todo pronóstico, estaba aceptando la mano

que le ofrecía su agresor.

       Por un lado, quería dejar de mirar, ya que si la agresión se reanudaba yo no tendría

más remedio que dejarme llevar por las intromisiones de mi conciencia. Por otro lado, algo

me empujaba a mantener la atención, a seguir mirando como quien no tiene mucho interés

pero en realidad no quiere perderse ni un detalle. La violencia, esa experiencia que nadie
quiere vivir, pero que pocos se abstienen de contemplar. Apartar la mirada. No hay porqué.

Eso me dije, y cerré el libro por la página 69, dejando a Catherine en medio de una riesgosa

felación en la que el beneficiario estaba conduciendo. Pudo más la excitación de las carnes

que se golpean que el ardor de las que se rozan con fines hedonistas.

          La previsión de un nuevo puñetazo se vio aumentada por la nueva posición que habían

adquirido víctima y verdugo, este había colocado su mano izquierda en el hombro derecho de

aquel. Yo pensé que para hacerle una llave espectacular y colocarlo de tal manera que al más

mínimo movimiento pudiera partirle el brazo. Pero nada. Acabaron por separarse. Cuando ya

parecía que los ánimos estaban totalmente calmados, una frase, que intuí incendiaria y no

llegué a escuchar, reavivo la poca esperanza que tenía de presenciar un desenlace

contundente. “Como vuelvas a… te mato”, seguro que alguna exhortación de este tipo sirvió

para confirmar la pasividad del que había recibido sin rechistar. Mejor así. Hubiera sido un

contratiempo tener que entrometerme a defender al débil, aunque en tal caso, y con el fin de

proteger mi físico,     podría haber recurrido a profesar con vehemencia, -solo por unos

segundos, por supuesto- las teorías del Calícles que defendía con naturalidad la ley del más

fuerte. Y es que es tan cómodo alternar las convenciones sociales que nos protegen con las

leyes no escritas que nos favorecen. Aunque tales disquisiciones, hechas ahora en frío,

habrían sido difíciles de engarzar en aquel momento. Seguramente, si en vez de un sólo

impacto, se hubiera dado un desproporcionado intercambio de golpes entre aquellos dos

desconocidos; yo, viéndome incapaz de saber si podía reducir al fuerte, habría optado por

abrir de nuevo la página 69 para comprobar como se puede compatibilizar la conducción y el

placer.

Más contenido relacionado

La actualidad más candente (20)

Ella
EllaElla
Ella
 
Suplicio de Iggy
Suplicio de IggySuplicio de Iggy
Suplicio de Iggy
 
Ella
EllaElla
Ella
 
Ella
EllaElla
Ella
 
EL ARTE DE PERDONAR
EL ARTE DE PERDONAR EL ARTE DE PERDONAR
EL ARTE DE PERDONAR
 
Darkness athenea vadcke
Darkness   athenea vadckeDarkness   athenea vadcke
Darkness athenea vadcke
 
La llave
La llaveLa llave
La llave
 
Citas del libro inocencia radical de Elsa Punset
Citas del libro inocencia radical de Elsa PunsetCitas del libro inocencia radical de Elsa Punset
Citas del libro inocencia radical de Elsa Punset
 
Amanda (prosa poetica)
Amanda  (prosa poetica)Amanda  (prosa poetica)
Amanda (prosa poetica)
 
Aprender a-controlar-los-celos
Aprender a-controlar-los-celosAprender a-controlar-los-celos
Aprender a-controlar-los-celos
 
Desgarrador mensaje póstumo a su madre de Reyhaneh Jabbari
Desgarrador mensaje póstumo a su madre de Reyhaneh JabbariDesgarrador mensaje póstumo a su madre de Reyhaneh Jabbari
Desgarrador mensaje póstumo a su madre de Reyhaneh Jabbari
 
Señor Nadie - Narcisista
Señor Nadie - NarcisistaSeñor Nadie - Narcisista
Señor Nadie - Narcisista
 
Perfiles y secuencias
Perfiles y secuenciasPerfiles y secuencias
Perfiles y secuencias
 
Sujeto envolvente
Sujeto envolventeSujeto envolvente
Sujeto envolvente
 
El águila en el gallinero
El águila en el gallineroEl águila en el gallinero
El águila en el gallinero
 
Una vida, varias vida
Una vida, varias vidaUna vida, varias vida
Una vida, varias vida
 
Trozos del espejo
Trozos del espejoTrozos del espejo
Trozos del espejo
 
Nunca en silencio
Nunca en silencioNunca en silencio
Nunca en silencio
 
Sin conexión
Sin conexiónSin conexión
Sin conexión
 
Pacto final
Pacto finalPacto final
Pacto final
 

Destacado

Destacado (20)

C 8 o tipismana afrontamiento y locus de control_tema 4
C 8 o tipismana afrontamiento y locus de control_tema 4C 8 o tipismana afrontamiento y locus de control_tema 4
C 8 o tipismana afrontamiento y locus de control_tema 4
 
Concurso de logotipos (2)
Concurso de logotipos (2)Concurso de logotipos (2)
Concurso de logotipos (2)
 
Ricardo Peixe - GT Coach
Ricardo Peixe - GT CoachRicardo Peixe - GT Coach
Ricardo Peixe - GT Coach
 
Ordenacion sacerdotal
Ordenacion sacerdotalOrdenacion sacerdotal
Ordenacion sacerdotal
 
Charcodelodo
CharcodelodoCharcodelodo
Charcodelodo
 
Demografia PROF BRUNO JOAQUIM
Demografia PROF BRUNO JOAQUIMDemografia PROF BRUNO JOAQUIM
Demografia PROF BRUNO JOAQUIM
 
13. Questoes para_ateus
13. Questoes para_ateus13. Questoes para_ateus
13. Questoes para_ateus
 
C 8 unidad 2 o tipismana_inteligencia emocional
C 8 unidad 2 o tipismana_inteligencia emocionalC 8 unidad 2 o tipismana_inteligencia emocional
C 8 unidad 2 o tipismana_inteligencia emocional
 
Ecos Verano 09
Ecos Verano 09Ecos Verano 09
Ecos Verano 09
 
Questões para Ateus
Questões para AteusQuestões para Ateus
Questões para Ateus
 
Mercurio
MercurioMercurio
Mercurio
 
Alunos nota 10 i período 2013
Alunos nota 10 i período 2013Alunos nota 10 i período 2013
Alunos nota 10 i período 2013
 
163 479-1-pb
163 479-1-pb163 479-1-pb
163 479-1-pb
 
Carta a la meva educadora autisme
Carta a la meva educadora   autismeCarta a la meva educadora   autisme
Carta a la meva educadora autisme
 
Curso completo de desenho vol. 06
Curso completo de desenho   vol. 06Curso completo de desenho   vol. 06
Curso completo de desenho vol. 06
 
A mistura bomba!
A mistura bomba!A mistura bomba!
A mistura bomba!
 
Adolpho lutz leite
Adolpho lutz leiteAdolpho lutz leite
Adolpho lutz leite
 
Alegoria da velhice
Alegoria da velhiceAlegoria da velhice
Alegoria da velhice
 
jeeva resume21062016
jeeva resume21062016jeeva resume21062016
jeeva resume21062016
 
15 Questões para ateus
15 Questões para ateus15 Questões para ateus
15 Questões para ateus
 

Similar a Visiones (20)

Mi Alfombrado Suelo
Mi Alfombrado SueloMi Alfombrado Suelo
Mi Alfombrado Suelo
 
Mi Alfombrado Suelo
Mi Alfombrado SueloMi Alfombrado Suelo
Mi Alfombrado Suelo
 
Mi Alfombrado Suelo
Mi Alfombrado SueloMi Alfombrado Suelo
Mi Alfombrado Suelo
 
Mi Alfonbrado Suelo
Mi Alfonbrado SueloMi Alfonbrado Suelo
Mi Alfonbrado Suelo
 
Mi chivo expiatorio (autoguardado) (1)
Mi chivo expiatorio (autoguardado) (1)Mi chivo expiatorio (autoguardado) (1)
Mi chivo expiatorio (autoguardado) (1)
 
Narraciones extraordinarias 1 ctp
Narraciones extraordinarias 1 ctpNarraciones extraordinarias 1 ctp
Narraciones extraordinarias 1 ctp
 
El gato negro
El gato negroEl gato negro
El gato negro
 
El gato negro
El gato negroEl gato negro
El gato negro
 
La voz
La vozLa voz
La voz
 
Inspiraciondeunadespedida
InspiraciondeunadespedidaInspiraciondeunadespedida
Inspiraciondeunadespedida
 
Susanita (una vida compleja)
Susanita (una vida compleja)Susanita (una vida compleja)
Susanita (una vida compleja)
 
Susanita (una vida compleja)
Susanita (una vida compleja)Susanita (una vida compleja)
Susanita (una vida compleja)
 
Loco.pdf
Loco.pdfLoco.pdf
Loco.pdf
 
El gato negro
El gato negroEl gato negro
El gato negro
 
El gato negro
El gato negroEl gato negro
El gato negro
 
Algo tan trivial 1er cap
Algo tan trivial 1er capAlgo tan trivial 1er cap
Algo tan trivial 1er cap
 
Diarios (Fragmentos). Alejandra Pizarnik.pdf
Diarios (Fragmentos). Alejandra Pizarnik.pdfDiarios (Fragmentos). Alejandra Pizarnik.pdf
Diarios (Fragmentos). Alejandra Pizarnik.pdf
 
Memorias Del Subsuelo
Memorias Del SubsueloMemorias Del Subsuelo
Memorias Del Subsuelo
 
COMPENDIO ESCRITURA 1.docx
COMPENDIO ESCRITURA 1.docxCOMPENDIO ESCRITURA 1.docx
COMPENDIO ESCRITURA 1.docx
 
La RazóN De Mí Vida - Evita
La RazóN De Mí Vida -  EvitaLa RazóN De Mí Vida -  Evita
La RazóN De Mí Vida - Evita
 

Más de guestd3205d6

S.V.O. programa de verano
S.V.O. programa de veranoS.V.O. programa de verano
S.V.O. programa de veranoguestd3205d6
 
Triptico Titaguas[1]
Triptico Titaguas[1]Triptico Titaguas[1]
Triptico Titaguas[1]guestd3205d6
 
Ecos Verano 09 Ecos Verano 09.Qxd
Ecos Verano 09 Ecos Verano 09.QxdEcos Verano 09 Ecos Verano 09.Qxd
Ecos Verano 09 Ecos Verano 09.Qxdguestd3205d6
 
Triptico Titaguas[1]
Triptico Titaguas[1]Triptico Titaguas[1]
Triptico Titaguas[1]guestd3205d6
 
Eventos Benageber 2009[1]
Eventos Benageber 2009[1]Eventos Benageber 2009[1]
Eventos Benageber 2009[1]guestd3205d6
 
El RincóN Del Bajá
El RincóN Del BajáEl RincóN Del Bajá
El RincóN Del Bajáguestd3205d6
 
El RincóN Del Bajá
El RincóN Del BajáEl RincóN Del Bajá
El RincóN Del Bajáguestd3205d6
 
Cuando Era PequeñA
Cuando Era PequeñACuando Era PequeñA
Cuando Era PequeñAguestd3205d6
 
Iv Tramo Ruta Del Gallipato[1]
Iv Tramo Ruta Del Gallipato[1]Iv Tramo Ruta Del Gallipato[1]
Iv Tramo Ruta Del Gallipato[1]guestd3205d6
 
La Joven que amaba las palabras
La Joven que amaba las palabrasLa Joven que amaba las palabras
La Joven que amaba las palabrasguestd3205d6
 
Toma De Posesión de Alcublas
Toma De Posesión de AlcublasToma De Posesión de Alcublas
Toma De Posesión de Alcublasguestd3205d6
 
Rincon Serrano Febrero
Rincon Serrano FebreroRincon Serrano Febrero
Rincon Serrano Febreroguestd3205d6
 
El Rolde - Febrero 2009
El Rolde - Febrero 2009El Rolde - Febrero 2009
El Rolde - Febrero 2009guestd3205d6
 
Infancias Vividas E Irrecuperables
Infancias Vividas E IrrecuperablesInfancias Vividas E Irrecuperables
Infancias Vividas E Irrecuperablesguestd3205d6
 

Más de guestd3205d6 (19)

S.V.O. programa de verano
S.V.O. programa de veranoS.V.O. programa de verano
S.V.O. programa de verano
 
Triptico Titaguas[1]
Triptico Titaguas[1]Triptico Titaguas[1]
Triptico Titaguas[1]
 
Ecos Verano 09 Ecos Verano 09.Qxd
Ecos Verano 09 Ecos Verano 09.QxdEcos Verano 09 Ecos Verano 09.Qxd
Ecos Verano 09 Ecos Verano 09.Qxd
 
Triptico Titaguas[1]
Triptico Titaguas[1]Triptico Titaguas[1]
Triptico Titaguas[1]
 
Cartel Titaguas
Cartel TitaguasCartel Titaguas
Cartel Titaguas
 
Eventos Benageber 2009[1]
Eventos Benageber 2009[1]Eventos Benageber 2009[1]
Eventos Benageber 2009[1]
 
1 Anuncio Expo2
1 Anuncio Expo21 Anuncio Expo2
1 Anuncio Expo2
 
El RincóN Del Bajá
El RincóN Del BajáEl RincóN Del Bajá
El RincóN Del Bajá
 
El RincóN Del Bajá
El RincóN Del BajáEl RincóN Del Bajá
El RincóN Del Bajá
 
El Borrego
El BorregoEl Borrego
El Borrego
 
Cuando Era PequeñA
Cuando Era PequeñACuando Era PequeñA
Cuando Era PequeñA
 
La Roca Y El Agua
La Roca Y El AguaLa Roca Y El Agua
La Roca Y El Agua
 
Iv Tramo Ruta Del Gallipato[1]
Iv Tramo Ruta Del Gallipato[1]Iv Tramo Ruta Del Gallipato[1]
Iv Tramo Ruta Del Gallipato[1]
 
La Joven que amaba las palabras
La Joven que amaba las palabrasLa Joven que amaba las palabras
La Joven que amaba las palabras
 
Toma De Posesión de Alcublas
Toma De Posesión de AlcublasToma De Posesión de Alcublas
Toma De Posesión de Alcublas
 
Rincon Serrano Febrero
Rincon Serrano FebreroRincon Serrano Febrero
Rincon Serrano Febrero
 
El Rolde - Febrero 2009
El Rolde - Febrero 2009El Rolde - Febrero 2009
El Rolde - Febrero 2009
 
Infancias Vividas E Irrecuperables
Infancias Vividas E IrrecuperablesInfancias Vividas E Irrecuperables
Infancias Vividas E Irrecuperables
 
Ella
EllaElla
Ella
 

Visiones

  • 1. VISIONES Visión I No estoy loco. No soy violento. Si lo hice fue por ser coherente, por probar mi honradez, por autentificar mis convicciones… si le pegué un puñetazo fue porque no tuve opción, porque era la única vía para alcanzar la bondad, esa esencia tan íntimamente desestimada por todos. Si antes no lo hice no fue porque mi integridad me lo impidiera, fue por cobardía, por falta de voluntad, por estar sumido en la extraña certeza de que es mejor el más quedo, el que más desapercibido pasa, el que menos daño hace. Tuve mil oportunidades, mil ocasiones en las que una agresión hubiera estado sobradamente justificada. Pero nunca fui capaz de responder a ningún tipo de provocación; ya fuera una mala mirada, un insulto o una mano en mi pecho, mis reacciones no fueron más que livideces y paroxismos como torrentes: voz temblorosa, rigidez, tiempo que pasa como una losa. Después la vergüenza, las palabras que se quedan por decir, la dignidad por los suelos y una incandescencia de puños cerrados a destiempo. Después de mucho pensarlo llegué a la conclusión de que la única vía para convencerme de la autenticidad del bien que hacía a los demás era hacer el mal. Sé que resulta paradójico, extraño, cosa de alguien que no está muy bien de la cabeza o intenta justificar lo injustificable. Pero no. Saberme capaz de todo convierte mis actos en una convicción. La violencia ya la conozco y la rechazo porque sé lo que es, porque he sentido la insana satisfacción de sentirse poderoso, el dulce dolor que envuelve al puño agresor y la mirada del que desprecia al otro. No hice mi elección al azar, mi víctima debía ser lo más desvalida posible, indefensa, pusilánime, incapaz de contrarrestar mi ataque… Fue fácil encontrarla, andaba agarrado a su mochila, con paso tenso y apresurado y un gesto de contenida resignación en la cara. Mi acto
  • 2. debía ser miserable, así que no sólo elegí a un apocado, sino que además, después de cruzarme con él, me di la vuelta para abordarlo por la espalda. Mi nula experiencia en lo que a endiñar derechazos se refiere hizo que me limitara a cerrar el puño para dibujar con mi brazo un semicírculo e impactar de lleno en su pómulo derecho. Un gemido. Sangre. El chico en el suelo y yo mirándolo como no había mirado nunca a nadie, sin ira, sin que las pulsaciones se alterarán, totalmente tranquilo, henchido del dominio que en ese momento estaba imponiendo sobre lo que en ese instante era un ser inferior a mí, sometido a mi capricho. Él me miraba como asqueado, turbado, preguntando sin decir palabra el porqué de la hinchazón que estaba comenzando a sentir en su cara. Aún quedaba una humillación más: viendo que no se atrevía a levantarse del suelo opté por ofrecerle mi mano para ayudarle a levantarse, lo hice con un gesto rápido y decidido, de manera que no tuvo elección. Yo no pensaba volver a pegarle, pero estoy seguro que él pensó que si no aceptaba mi mano volvería a hacerlo. Así, que acertó a asir, con su mano temblorosa, la mía firme. Me agarro con tibieza, temeroso. Yo le ayudé a acrecentar su pánico con la rabia que parecía desprender el calor de mi mano, una rabia que en realidad no era más que el ardor de quien se sabe libre. Una vez alzado, mi mano siguió en su mano, y mi mano libre fue a posarse en su hombro derecho. Yo tenía la seguridad de que no iba a pasar nada, de que si así lo hubiera deseado, nos hubiéramos mantenido horas en esa posición, él en su parálisis y yo en mi férrea dictadura de ojos taladradores. Por comprobar su pusilanimidad, mantuve la escena un par de minutos, hasta que por fin destensé mi apretón de manos y deslicé lentamente mi mano izquierda por su hombro hasta perder el contacto con su brazo a la altura del codo. Noté cierto alivio de su parte, se sentía levemente liberado de lo que para él había sido una tenaza. Ahora que sólo había aire entre nuestras epidermis, lo único que me permitía mantener el mandato era el contacto ocular. Así estuvimos, sin pestañear. Ya no
  • 3. había ni miedo ni resignación en su cara, él no estaba, se había ido, parecía estar en otro lugar. Entregado a la parálisis más absoluta, su rostro inexpresivo no dejaba de mirarme. “Escúchame”. Le dije en un golpe de voz que intenté convertir en exabrupto. “Ahora ya lo sabes: el bien de nuestras vidas no puede convertirse en simple imposibilidad del mal.” Visión II Mi primer impulso, que no llego a materializarse en ningún tipo de movimiento, fue revolverme para encarar al anónimo agresor. Sabiendo que tal acto de valentía podía costarme otro doloroso golpe, me quede en el suelo. Contuve mi rabia, mis ganas de insultar a ese desconocido que sin mediar gesto, señal o palabra, me había dejado tan aturdido. Turbado como estaba, sólo alcancé a mirarlo a los ojos pero sin mirarlo, como quien mira a un muerto y sabe que no va a recibir respuesta alguna. Él, férreo y extrañamente desprovisto de toda violencia, me miraba metálicamente; parecía que había descargado toda su violencia en mi rostro y no le quedaba más, incluso alcanzaba a desprender paz, y esto fue, precisamente, lo que más miedo me dio. Coger la mano que me ofreció me proporcionó una sensación tan reconfortante como aterradora. No sé cuanto tiempo permanecimos así, no me atrevía a hablar. Su mano, sin apretar mi mano, transmitía una tensión que me inmovilizaba. Su otra mano vino a posarse en mi hombro y mi miedo devino en ese respeto que sólo es capaz de infundir quien no necesita de la violencia para imponerse. No parecía arrepentido, tampoco orgulloso, sus manos dejaron de estar en contacto conmigo en el mismo momento en que yo comenzaba a sentir que mi dolor nunca fue deseado por él. Si en ese preciso instante hubiera decidido cogerme por la solapa de la camisa y amoratar el único pómulo que me quedaba sano, lo hubiera admitido con la misma cobardía de la primera agresión. Estando frente a frente, me pareció absurda la humillación y la quemazón que en un primer momento había brotado en mí. Yo, que nunca había sido capaz de agredir a nadie, me
  • 4. veía víctima de una violencia que siempre había deseado practicar. Estaba avergonzado, no por haber sido maltratado sin ofrecer la más mínima resistencia, sino por no haber sabido comprender antes lo que con unas pocas palabras me explicó mi agresor. Ahora sé que siempre odié la violencia por inercia y no por convicción, porqué no tuve donde elegir, porque siempre tuve miedo al dolor, a no saber reaccionar con los suficientes arrestos. Estas pulsaciones, que siento en mi cara como si fueran agujas, me lo confirman. La bondad, en ocasiones, no es más que la cara visible de la cobardía. Visión III Creo que la caída de aquel muchacho me dolió porque me imaginé a mí mismo recibiendo tal sopapo. Lo de sentir el dolor ajeno no son más que absurdas filantropías. Sólo nos duele lo que creemos que es posible también en nuestras vidas. Por eso no duele la hambruna en el mundo, porque nadie contempla la falta de alimento como algo que puede materializarse en nuestro entorno. Pero una hostia, siempre es posible y siempre duele. Yo estaba tranquilamente sentado en mi banco de siempre, devorando las páginas de La vida sexual de Catherine M.; buscando con avidez las páginas que describían con detalle orgías y demás actividades sexuales. Levanté la cabeza un segundo para tomar aire, ¡maldito segundo! La erección que llevaba un rato disimulando y aplastando con mi mochila se vino abajo. Dejé de sentir las pulsaciones en mi pene y comencé a sentir una leve punzada de dolor en mi cerebro, una especie de martilleo que enviado por la conciencia me conminaba a intervenir en pro de aquel chaval que, en contra de todo pronóstico, estaba aceptando la mano que le ofrecía su agresor. Por un lado, quería dejar de mirar, ya que si la agresión se reanudaba yo no tendría más remedio que dejarme llevar por las intromisiones de mi conciencia. Por otro lado, algo me empujaba a mantener la atención, a seguir mirando como quien no tiene mucho interés pero en realidad no quiere perderse ni un detalle. La violencia, esa experiencia que nadie
  • 5. quiere vivir, pero que pocos se abstienen de contemplar. Apartar la mirada. No hay porqué. Eso me dije, y cerré el libro por la página 69, dejando a Catherine en medio de una riesgosa felación en la que el beneficiario estaba conduciendo. Pudo más la excitación de las carnes que se golpean que el ardor de las que se rozan con fines hedonistas. La previsión de un nuevo puñetazo se vio aumentada por la nueva posición que habían adquirido víctima y verdugo, este había colocado su mano izquierda en el hombro derecho de aquel. Yo pensé que para hacerle una llave espectacular y colocarlo de tal manera que al más mínimo movimiento pudiera partirle el brazo. Pero nada. Acabaron por separarse. Cuando ya parecía que los ánimos estaban totalmente calmados, una frase, que intuí incendiaria y no llegué a escuchar, reavivo la poca esperanza que tenía de presenciar un desenlace contundente. “Como vuelvas a… te mato”, seguro que alguna exhortación de este tipo sirvió para confirmar la pasividad del que había recibido sin rechistar. Mejor así. Hubiera sido un contratiempo tener que entrometerme a defender al débil, aunque en tal caso, y con el fin de proteger mi físico, podría haber recurrido a profesar con vehemencia, -solo por unos segundos, por supuesto- las teorías del Calícles que defendía con naturalidad la ley del más fuerte. Y es que es tan cómodo alternar las convenciones sociales que nos protegen con las leyes no escritas que nos favorecen. Aunque tales disquisiciones, hechas ahora en frío, habrían sido difíciles de engarzar en aquel momento. Seguramente, si en vez de un sólo impacto, se hubiera dado un desproporcionado intercambio de golpes entre aquellos dos desconocidos; yo, viéndome incapaz de saber si podía reducir al fuerte, habría optado por abrir de nuevo la página 69 para comprobar como se puede compatibilizar la conducción y el placer.