1. Una Corazonada y una Esperanza
Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz y queda sana de tu azote.
MARCOS 5.34
INTRODUCCIÓN
Esta mujer tenía un mal incurable que le provocaba estar siempre sangrando. Quizás era un
desorden menstrual o uterino que la hacía ritualmente impura (Levítico 15.25–27),
excluyéndola de la mayor parte de sus relaciones sociales con otros judíos. Estaba
desesperada por que Jesús la sanara, pero sabía que si lo tocaba, por la Ley judía también lo
considerarían «inmundo». No obstante, lo tocó por fe y sanó. A veces creemos que nuestros
problemas nos alejan de Dios. Pero Él siempre está listo para ayudarnos y nunca
deberíamos dejar que el miedo nos impida acercarnos a Él.
Quizás todo lo que tienes es un lijero presentimiento y una gran esperanza. No tienes nada
más que ofrecer. Pero estás herido. Y todo lo que tienes para ofrecerle es tu herida.
Quizá eso te ha mantenido alejado de Dios. Ah, tú has dado un paso o dos en su dirección.
Pero entonces viste a otras personas alrededor de Él. Parecían tan limpias, tan lindas, tan
arregladas y correctas en su fe. Y cuando las viste, bloquearon tu visión de Él, y te volviste
atrás.
Si eso describe tu persona, observa cuidadosamente… a una persona que Cristo elogió… por
tener fe. No era un rico dadivoso. No era un seguidor fiel. No era un maestro reconocido.
Era una persona avergonzada, un intocable sin un centavo una mujer que venía sangrando
por doce años que se aferró a la corazonada de que Él podía y a la esperanza de que Él lo
haría.
Lo cual, dicho sea de paso, no es una mala definición de la fe. La convicción de que Él puede
y la esperanza de que lo hará.
Conclusión
Jesús no se enojó con la mujer por haberlo tocado. Sabía que lo había hecho, pero aun así se
detuvo y preguntó quién había sido, para enseñarle algo acerca de la fe. Aunque la mujer sanó
en el mismo momento en que lo tocó, Jesús le dijo que su fe la había sanado. Fe verdadera
significa acción. La fe que no se pone en acción no es fe.