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20 Domingo Ordinario - A
1. MUJER, QUÉ GRANDE ES TU FE
20º DOMINGO ORDINARIO – CICLO A
Jesús se retira con sus discípulos a una región pagana, cerca de las
ciudades de Tiro y Sidón. Hasta ahora se ha movido entre las aldeas de
su Galilea natal y Judea, territorio conocido, entre sus paisanos y gentes
creyentes en el Dios de Israel. Esta vez se adentra en territorio extranjero
donde se practican otros cultos y religiones.
Pero, de alguna manera, su fama de obrador de milagros lo persigue.
Una mujer cananea se entera de que Jesús, el que cura enfermos y
expulsa demonios, está allí, y corre a buscarlo. Su religión no es la de
Israel, pero ella tiene fe, no en un sistema de creencias, sino en una
persona. Ella cree en Jesús. Es como si, hoy, una persona de afuera
viniera a la Iglesia pidiendo ayuda. No practica, quizás ni siquiera cree
en Dios, pero cree en las personas. Tiene fe en la bondad de alguien que
pueda escucharla.
La actitud de Jesús parece de reserva, como si no quisiera hacerle caso.
Son sus propios discípulos quienes piden que la atienda, más por
quitarse una molestia de encima que por otra cosa. Entonces se da un
diálogo sorprendente entre Jesús y la mujer. Él la prueba. Dice que sólo
ha venido para las ovejas descarriadas de Israel; no está bien dar el pan
de los hijos a los perros. Ha venido a rescatar a los perdidos, a los
pecadores, a los alejados… Pero, finalmente, a los de su pueblo. La mujer
no se arredra. El amor y la preocupación por su hija, poseída por un mal
demonio, la hacen audaz e ingeniosa en su réplica: También los perritos
pueden comer las migajas de los hijos. Como queriendo decir que Dios
es para todos, incluso para los no practicantes de una religión. El amor
de Dios es universal y no se limita a un pueblo o a una cultura.
Jesús elogia la fe de la mujer cananea como no elogiará la de nadie en
su pueblo. A sus propios discípulos, muchas veces, les reprochará su
falta de fe. En cambio, esta mujer cree en él sin dudar. La fe le da coraje,
y esto derrumba toda la resistencia de Jesús. Qué grande es tu fe. Que
se haga como tú deseas. Cuando nuestra confianza es grande, el mismo
Dios nos «obedece». ¡Dios nunca se resiste ante una súplica confiada y
humilde! ¿Sabremos nosotros pedirle, confiando en su bondad, igual
que esta mujer? Quizás muchos alejados de la Iglesia, algún día, nos
darán una lección de fe a los que creemos estar cerca…