Don Jacinto destruyó imprudentemente el bosque cercano a su casa para vender la madera, sin preocuparse por los animales que vivían allí o el daño ambiental que causaba. Como resultado, su familia y el pueblo lo abandonaron y pasó el resto de su vida solo y triste. Más adelante, arrepentido, reforesto el área y pidió perdón, lo que le permitió reconciliarse con su comunidad y aprender la lección de proteger el medio ambiente.