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Cuaderno Catarsis
Joao Quiróz Govea
mediocerrado.com
Quiróz, Joao
Cuaderno Catarsis - 1a ed. - Porto Alegre:
Mediocerrado.com, 2014.
ISBN: 978-9962-05-661-04
1. Literatura Panameña.
ISBN: 978-9962-05-661-04
Depósito legal en concordancia con la Ley 47 de 1946, Art. 151.
(Panamá)
Primera edición: marzo de 2014
Digitalizado en Brasil.
Diseño de portada, contraportada, ilustraciones y edición: Joao
Quiróz Govea
Licencia Creative Commons
Cuaderno Catarsis por Joao Quiróz Govea se distribuye bajo
una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-Sin-
Derivar 4.0 Internacional.
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pueden encontrarse contactando al autor al email: quirozjoao@
gmail.com
El autor agradece la libre difusión de esta obra.
Prohibida su venta.
Índice
Prefacio [ 6 ]
Dibujos y manuscritos [ 8 ]
Duermevela [ 57 ]
Dos sueños [ 58 ] El colchón nuevo [ 63 ] Despertar [ 67 ]
Ley natural [ 69 ] Condicionamiento clásico [ 74 ]
Transcripciones o reescrituras [ 77 ]
Epílogo [ 103 ]
6
7
8
9Cuaderno catarsis
10 Dibujos y manuscritos
11Cuaderno catarsis
12 Dibujos y manuscritos
13Cuaderno catarsis
14 Dibujos y manuscritos
15Cuaderno catarsis
16 Dibujos y manuscritos
17Cuaderno catarsis
18 Dibujos y manuscritos
19Cuaderno catarsis
20 Dibujos y manuscritos
21Cuaderno catarsis
22 Dibujos y manuscritos
23Cuaderno catarsis
24 Dibujos y manuscritos
25Cuaderno catarsis
26 Dibujos y manuscritos
27Cuaderno catarsis
28 Dibujos y manuscritos
29Cuaderno catarsis
30 Dibujos y manuscritos
31Cuaderno catarsis
32 Dibujos y manuscritos
33Cuaderno catarsis
34 Dibujos y manuscritos
35Cuaderno catarsis
36 Dibujos y manuscritos
37Cuaderno catarsis
38 Dibujos y manuscritos
39Cuaderno catarsis
40 Dibujos y manuscritos
41Cuaderno catarsis
42 Dibujos y manuscritos
43Cuaderno catarsis
44 Dibujos y manuscritos
45Cuaderno catarsis
46 Dibujos y manuscritos
47Cuaderno catarsis
48 Dibujos y manuscritos
49Cuaderno catarsis
50 Dibujos y manuscritos
51Cuaderno catarsis
52 Dibujos y manuscritos
53Cuaderno catarsis
54 Dibujos y manuscritos
55Cuaderno catarsis
56 Dibujos y manuscritos
57
Duermevela
58
Cuaderno catarsis
Dos Sueños
El letargo del que duerme dos veces es como una pasta cremo-
sa. Suave. Delirios de picada de serpiente, deditos de niña que
tocan la manta de terciopelo.
1
El primer despertar tornó simulación, caer de nuevo, cerrar
los ojos, empujado de la gravedad en caída libre, infinita, qui-
nientos vértigos placenteros, casi orgásmicos. Culpas, el pecado
capital de la pereza acalambrándolo todo, miedo, porque aque-
llo era majestuoso, demasiado.
2
Inconcluso como voraz. Había quedado la intriga ¿Cuál es la
raíz de esta parálisis? Dos aproximaciones a la muerte desde el
filo del abismo onírico. Cada vez que se duerme, hay un peligro
latente de no despertar, por ello hay hipocondríacos precavi-
59
Duermevela
dos que llevan años sin dormir, muchos asesinos y veteranos
de guerra no consiguen el sosiego del sueño a rienda suelta por
temor a que los fantasmas que cargan encima se aprovechen de
su descanso y le inflijan dolores.
3
¿Por qué dos sueños? En el lugar común del descanso pro-
fundo, inamovible. Un viaje. Las rocas, sujetas a las faldas del
cerro, la conciencia fuera del cuerpo para hacer más vívida la
metáfora, camino lejano, a millones-años-luz de esta dimensión
conocida para llegar a algún lugar ignoto, nunca documentado,
allí están las montañas, las rocas, la gravedad, únicas materias
evidentemente comunes con lo conocido, pero tenían otra textu-
ra y era posible la inmersión en todo material; las montañas con
su interior de lava fría, cada roca era una gota de agua gigante,
esponjosas o por lo menos esa era la impresión que daban al tac-
to y la gravedad otra cosa, un viento constante que venía desde
arriba, inclemente tormenta de viento. Dios se manifestaba por
una vez desde su cúpula, la sensación de la caída al vacío, pero
dentro de la superficie terrestre de aquellos parajes. Algo así fue
el primer sueño, detenido por el miedo a tocar fondo, en un des-
pertar sobresaltado, sudor a ríos.
4
En el ínterin de la duermevela vino el apetito, las ganas de
tomar un baño caliente para que se fuera por las cañerías el olor
de la cama que se pega al cuerpo, posiblemente leer algo y todo
60
Cuaderno catarsis
se volvió un ovillo; comida, lectura, agua caliente, pero el in-
vierno y su lluvia inquieta que se dejaba ver tras el vidrio de la
ventana invitaba a mantener la inmovilidad, el baño, la comida,
aplazados, la mesa de noche estaba allí a unas tres pulgadas de
la cama y asombrosamente el reloj decía tres y treinta y tres, se
juntaron los tres siendo una excusa banal para que la raciona-
lidad quedara desecha, en la mesa habían tres libros, el de más
arriba era una antología de cuentos y narradores chilenos, allí
estaba Skármeta, El Ciclista de San Cristobal, ya había dejado sus
párrafos surreales que tejían una trama veloz, pero los párpados
caían recurrentemente con una continuidad molesta que no de-
jaba lugar a opciones mientras la lluvia estaba diluyéndolo todo
afuera.
5
De carácter lúdico. Y como los sueños son reflejos del subcons-
ciente, los juegos con el vástago. Una y otra vez tiraba al pe-
queñuelo al cielo, le apañaba el viento y la atrapada fácil, risas.
Otra escena. De carácter erótico. Como dice Freud, los impulsos
reprimidos están presentes en los sueños; se manifiestan de ma-
nera abstracta, aunque en este caso, la cuestión no era tan inin-
teligible y esta pelirroja era hermosa, tipo Vanessa Redgrave en
Blow Up, compartir la soledad y la desnudez sobre la cama de
un motel barato y ya venía otra pieza. De carácter absurdo. Los
perros usualmente tienen patas y parecía extraño que ahora se
arrastraran como boas, desagradablemente, les habían cambia-
do los ladridos por mugidos y además practicaban el canibalis-
mo. Docenas de estos animales, cientos de docenas, cubriendo
61
Duermevela
todo el piso, hasta donde fuera permitido mirar, perros gusanos
mordiéndose unos a otros, se arrastraban apretujándose, en di-
recciones contrarias, mugían. El cielo purpura era el único es-
cape visible, aquello era poco más que grotesco, la voluntad de
salir de allí, cambiar eso por cualquier otro panorama, un ruego
piadoso a gritos.
6
Era algún lugar semejante a los que salen en documentales del
Medio Oriente, había hombres con turbantes, túnicas de apa-
riencia antigua y límpidas. Un lenguaje en la más completa inin-
teligibilidad y belleza. El hambre era un monstro ignito hospe-
dado en el estómago, y era imposible pedir alimento alguno, la
lengua española y las señas parecían agredir a los nativos que se
alejaban expresivamente horrorizados. El dolor de la barriga va-
cía fue creciendo desproporcionadamente, lo retorcía todo por
dentro y la caminata necesaria, en procura de algún lugar con
símbolos del alfabeto conocido se hacía pesada y trabajosa, un
anuncio llevaba escritos ideogramas más incomprensibles que
el siguiente, en uniforme secuencia, las calles laberínticas, las
construcciones extravagantes, las gentes esquivas, las entrañas
inquietadas por el hambre. La migraña intensa de la inanición.
En la espera de un desmallo fulminante, apareció un hombre
monumentalmente barbado y dijo: “Tienes hambre” en un per-
fecto español, el asombro y la desesperación se amalgamaron.
La respuesta dicha de forma inconsciente y el señor comenzó
a caminar y a varios metros de lejanía hizo una seña para ser
seguido.
62
Cuaderno catarsis
7
En medio del camino todo quedó en blanco o por lo menos
nada es recordado en este momento. De vuelta tomé el libro de
los cuentos chilenos que me acompañaba de cerca, lo devolví a
la mesa de noche y me puse a escribir sobre aquellas dos expe-
riencias sensitivas aunque siguiera con hambre, en conciencia
que de no haber sido así hubiesen quedado en el olvido, como
tantos otros.
63
Duermevela
El colchón nuevo
Aburrido de los ácaros del colchón viejo, producto de la hu-
medad y del largo periodo de uso, Jordi decidió comprar un
colchón nuevo donde se pudiera dormir plácidamente sin que
las picazones y alergias afectaran el sopor y el descanso.
Compró un colchón ortopédico, anatómico, ergonómico en
una tienda especializada y solicitó al dependiente que lo lleva-
ran a casa. Efectivamente, el colchón llegó el mismo día y los
empleados de la colchonería colocaron el colchón nuevo sobre
el armazón de la cama de roble.
Jordi pudo descansar decentemente otra vez. El colchón nuevo
trajo un cambio en la atmosfera de la habitación, que había esta-
do enrarecida por meses con el olor del colchón viejo. Cesaron
aquellos despertares repentinos en la madrugada al sentir aque-
lla comezón que se ensañaba en las mejores horas de sueño.
Pero luego de unas semanas, Jordi se dio cuenta de dos cosas,
la primera: que cuando se acostaba en el colchón, aunque no
tuviera sueño, los parpados empezaban a pesarle y el cansancio
le paralizaba el cuerpo involuntariamente, de manera que sobre
el colchón ya no podía leer o escribir algún informe del trabajo
64
Cuaderno catarsis
porque siempre terminaba postrado y dormido. La segunda: que
cada despertar era una desgastante lucha fisiológica. Para levan-
tarse debía mover cada extremidad una a la vez, luego sacudir
el tronco y la cabeza, meditar sobre la razón por la cual debía
levantarse, maldecir el trabajo. Este ritual le tomaba por lo me-
nos quince minutos y el ruido del gallo de la alarma del celular,
que siempre le pareció excesivamente escandaloso, se convirtió
en un rumor distante que era percibido más por la inercia men-
tal que por el ruido, el reloj cerebral que tiene todo trabajador
responsable que sabe que a determinada hora debe culminar el
sueño era consecuente y la algarabía de la alarma apoyaba esca-
samente, más como una referencia difusa que como una adver-
tencia obligatoria.
El agotamiento corporal lo acosaba aún después de tomar la
ducha y no podía ni siquiera sentarse en la cama para ponerse
las medias o los zapatos, pues ese pequeño tiempo en el que se
posicionaba sobre el colchón era suficiente para sentir unas ga-
nas enfermizas de volver al reposo.
Al cabo de mes y medio, Jordi había bajado de peso. Lo sabía
porque al ponerse las camisas le quedaban muy holgadas y los
pantalones dependían de las correas para mantenerse en la cin-
tura, lo extraño era que no había alterado su dieta, de hecho, en
las mañanas debía comprar doble ración de pan con tomate y
queso más una taza gigante de café expresso (triple) en la fonda
para poder iniciar la jornada sin quedarse a medias, pues luego
de vestirse y hacer todas las cosas que se hacen en la mañana,
le quedaba un letargo inexplicable y una fortísima sensación de
apetito.
65
Duermevela
Jordi fue al doctor. Luego de un examen general con todo y el
palito de paleta en la lengua y el estetoscopio en el pecho, el doc-
tor le dijo que su salud era excelente, pero que evidentemente
había perdido mucho peso, evidente por la formación de las es-
trías y la excesiva anchura de las ropas. Al pesarse en la báscula
tenía treinta libras menos según lo que decían los registros mé-
dicos de años anteriores y el doctor le recetó vitaminas y unos
medicamentos para subir la estamina. Dos semanas después,
Jordi volvió al doctor muy preocupado, pues los pantalones se
le caían incluso con las correas en el último agujero. Al pesarse
nuevamente ya eran nueve libras menos que la semana anterior
y después de un amplio cuestionario que le hizo el doctor, Jor-
di se percató que el único cambio que había tenido en su estilo
de vida era el colchón. Se lo comunicó al doctor, que soltó una
carcajada de varios segundos, luego le contestó que de ninguna
manera era posible que el colchón nuevo le hiciera bajar de peso.
El galeno concluyó que Jordi sufría de estrés y que le haría bien
salir de Barcelona por un tiempo para reordenar las ideas y co-
nocer otras cosas.
Después de la cita médica, Jordi fue a su trabajo y le explicó a
su superior lo que le había dicho el doctor, le enseñó las recetas
médicas y un diagnóstico con recomendación de descanso pro-
longado. El jefe llamó al departamento de recursos humanos,
colgó el teléfono y le dio un sermón a Jordi, porque según le
habían dicho del otro lado del auricular, después de tres años
de trabajar en la empresa ni se había ausentado, ni había tomado
vacaciones y que eso podía afectar su desempeño laboral en el
futuro. Por último, le dijo que fuera a recoger el cheque de las va-
caciones al día siguiente, bien temprano, le dio la mano y le deseó
un provechoso descanso.
66
Cuaderno catarsis
Se fue a Italia, comió muchas pastas, conoció a Antonella, visi-
tó la Capilla Sixtina, se preguntó sobre qué era lo que mantenía
a la Torre de Pisa en su lugar y se dio una vuelta por Venecia,
claro que con Antonella que olvidó la excursión de veraneo en
la que estaba y acompaño a Jordi a cada canto, le hacía el amor
hablándole al oído en italiano y Jordi le respondía en catalán.
Regresó a casa contento, un par de días antes de que terminaran
sus vacaciones para poner en orden todos los trámites burocrá-
ticos del matrimonio. Dio un suspiro melancólico por no tener
al amor de su vida junto a él en ese preciso instante en el que
llegan más fuertes todas las nostalgias y se acostó a dormir.
Ya tocaba ir al trabajo después del mes y medio de descanso
que le habían concedido los de recursos humanos, día tras otro
de ausencias y se crearon rumores sobre si Jordi se había vuelto
a Italia para casarse con Antonella, porque ya le había contado
al jefe en un email que la chica era bonita, amorosa y que iba a
volver por ella a Roma y luego a Boloña con la familia para pe-
dir su mano y que luego volverían a España para casarse.
Las autoridades tuvieron que tirar la puerta de la casa, el olor
insoportable, encontraron a Jordi en los huesos sobre el col-
chón.
67
Duermevela
Despertar
Amo despertar y palparme el sudor de la frente, comprobar
que estoy bien, todo en su lugar, que sólo fue un sueño, eso
sucede con las pesadillas, la de sentir la caída libre no cuenta
porque esa me pasa con cierta constancia exactamente antes de
comenzar a conseguir algo de profundidad en el sueño y ya soy
como un conductor experimentado cuando atraviesa un vado
en la carretera, y cuando termino de caer simplemente vuelvo
a cerrar los ojos y es entonces que me encuentro con otras his-
torias terribles o un tanto más simplistas, que son igualmente
insólitas. Como una vez, después de varias situaciones extrañas
y aleatorias, terminé rasurándome en una parada de ómnibus,
frente al reflejo de un anuncio y cuando estoy por terminar, una
señora que estaba en un kiosco bastante cercano me llamo por
mi nombre y mi apellido, me dijo que yo era el hijo de Frida y
también que habían sido compañeras de la escuela, de la José
Daniel Crespo, luego me dio una toalla mojada con agua bien
fría, le dije gracias y volví frente al letrero a seguir rasurándome,
en la quijada, que era donde me faltaba. Me pasé la toalla por la
cara para que me limpiara los pelos rasurados y todo aquello que
va dejando la rasuradora en su función.
68
Cuaderno catarsis
Desperté preocupado, aunque según lo que mis manos palpa-
ban, tenía mi barba, pero sentía algo diferente en el rostro como
restos de algo que el sueño había dejado en mi cara. Fui al baño
y al reflejarme en el espejo vi mi cara intacta y un hilito enreda-
do entre los pelos del bigote.
69
Duermevela
Ley natural
Les había dicho que sí y estaba muy animado de poder entrar
a la pandilla después de algunos robos menores, el camión de
reparto. ¡Qué demencia mi friend! La gente llevándose las cajas
de sodas. Total, lo que se quiere es la plata. La vez que pararon
el bus de Corredor - San Pedro. Allí van todos los de la high clase,
tú me entiende?. Pleno día de pago y les quitaron todo a todos
y fueron a esconderse a los manglares. Ningún policía llega a los
manglares. No fue sencillo con los de las tropas especiales y los
policías de motocicletas, andaban rondando bien cerca y se po-
día escuchar las sirenas, el eco entre las copas de los mangles y
la lama, la oscuridad, el cuidado de pisar bien para no afondar
ni hacer ruidos que delataran el escondite.
Las habilidades aprendidas, carteras que desaparecen. Dame
ese teléfono, o si no te voy a meter un par de tiros más rápido que ligero
y aquí mismo vas a quedar. Disfrutar un big mac junto al Compa
después del trabajo. El sustento a casa. Mamá no pregunta, se
pone contenta con las compras, hacía falta jabón y ese día no
había ni para la libra de yuca con huevo.
70
Cuaderno catarsis
Después de ser el mandadero de la pandilla y tener que de-
pender de la mitad de lo que pudiera tumbar en un robo fuera
del barrio, de por sí, situación peligrosa, ahora podría recibir
porcentajes de cada golpe, traficar ciertas cantidades de armas y
cocaína, comprar una casa. En un barrio high clase, tú sabes. Esta
sería la oportunidad. Una casa en San Antonio mi friend. Donde no
suenan las balas, al lado de los jefes, los políticos y los abogados.
Y eso pa’ qué Compita? Yo lo que quiero es una hummer amarilla y si
se ahuevan, el control del business, you know? Esa era la respuesta
del Compa, con la boca llena de las papitas fritas revueltas con
la soda fria y todavía burbujeante, hablando como si también se
comiera sus propias palabras. Claro que debía respetar el códi-
go de silencio, el Compa no podía enterarse de lo de la misión,
podría despertar la envidia en el barrio y se quedó callado como
quien no tiene ninguna aspiración suntuosa ni necesidad de va-
nidades, el Compa siguió hablando de tantas cosas por comprar,
robos por planear y una buena vida por vivir.
Del otro lado de la línea hablaba Rolo preguntando si iba a
hacer el trabajo. Cómo ñinga no? Tú crees que tengo miedo o qué?
Después de colgar, meditó en muchas cosas, la verdad sí tenía
mucho miedo, según le habían comentado, el trabajo de hoy era
grande, pero era una especie de prueba que garantizaría la en-
trada a la banda, además, de la repartición del botín le iban a
tocar unos quinientos dólares. Chuzo, quinientos palos, nunca he
tenido tanta plata en mí vida. Se acostó un rato en el catre viejo,
entre paredes sucias y el poster gigante de Fifty Cent pegado,
reluciente, esmaltado, una imagen surreal en aquella habitación
miserable con un tipo musculoso, fumando un tabaco Cohiba
71
Duermevela
genuina mercancía del comunismo cubano, contando miles de
notas de la casa de la moneda de Washington, frente a un ado-
lescente de Ciudad Radial con algunos signos de desnutrición,
no más de ciento veinte reales en el bolsillo y recostado con el
cansancio del fútbol. Astutamente se quitó algo del letargo y
puso la alarma a las diez, después de allí era cuestión de esperar
la llamada.
Llegadas las nueve y media se levantó sin dejar sonar la alar-
ma, se puso una camisa de manga larga blanca, un traje de eti-
queta negro y una corbata roja y salió de la habitación con el
croquis en la mano. La radio a buen volumen sonaba su can-
ción, Window Shopping, desde el interior del automóvil la ciu-
dad parecía otra vez una masa delineada de acero y vidrio que
se alumbraba sin estrellas ni luna, con las ventanas abiertas el
fresco le pegaba al rostro y las cerró cuando comenzó a venir de
afuera un olor a basura de jifero. Se miró al espejo y se asustó
un poco al verse más viejo de lo que recordaba y las calles se
hacían menos transitadas cuando iba llegando a la equis grande
del croquis, otra de aquellas barriadas bonitas, pero esa era más
bonita que las otras. Casa 45-D. Es aquí mismito. Siguió directo y
estacionó el automóvil a dos cuadras de la casa, le pareció lejos
cuando caminó hasta allá, cruzó el jardín por un pasillo con el
pulso acelerado y el cuello sudoroso, no habían muros ni verja
como le habían dicho, entró por la puerta de atrás dándole vuel-
ta a la perilla, empujándola, como cualquiera entra a su casa y
sin dar muchos pasos ya escuchaba a los niños hablando y el
ruido de la televisión, subió las escaleras y el objetivo estaba ori-
nando fluidamente, sacó la nueve milímetros de la cartuchera de
72
Cuaderno catarsis
cuero auténtico y solamente se oyó lo que el silenciador permite
escuchar, dos veces. El objetivo no tuvo tiempo para agonizar y
si no fuera por la investigación criminal, hubiera escupido sobre
el rosto del muerto.
La alarma anunciaba que había que despertar, se puso un pan-
talón jeans largo y viejo, se restregó los ojos para quitarse las
legañas. Le timbraron al teléfono móvil que tenía a modo de
vibración para evitar ruidos innecesarios durante la acción. Ya
estoy saliendo, aguanta. La puerta de la casucha se abrió sin rui-
dos y se montó al taxi en la parte de atrás y el pasajero le dio
una tres ochenta niquelada. Cuántas balas tiene? No podía fallar,
solamente dos municiones, la primera para herirlo y la segunda
para el tiro de gracia. Ya he practicado con botellas. Los dos que
iban en la parte frontal del taxi soltaron una carcajada prolon-
gada y hacían bromas sobre el comentario del muchacho, le re-
comendaron que en adelante practicara con perros, con gatos o
con fumadores de crack y le desearon suerte al bajarse.
Llegó a la boca de la Calle Treinta y Dos y dio una mirada
sigilosa a los alrededores. Había un viejo tomando alcohol con
limón en la esquina como acurrucado en una cajeta. Hey viejo
lárgate de aquí si no quieres que te meta un tiro en el pecho. Blandía
el revólver como todo un forajido y luego lo puso en dirección
del pecho del viejo, que salió corriendo con tanto cuidado, que
el ruido de sus pasos no pasó de un rumor y desapareció entre
las sombras de las calles contiguas. Asegurando el revólver en-
tre el pantalón y la cintura, se internó en la Calle Treinta y Dos,
se escondió detrás de un basurero que olía a putrefacción y vio
a un sujeto con un maletín, definitivamente ese era el objetivo,
73
Duermevela
caminaba con lentitud y sin malicia por la otra acera. El pulso
parecía explotarle la yugular y al sacar la pistola de donde la ha-
bía tenido en los últimos minutos, sentía que se le resbalaría de
la mano. Del ánimo de disposición a las proezas más prosaicas
pasó al miedo de fallar el tiro, pero antes que el temor terminara
por paralizarle, decidió completar la misión encomendada, írse-
le encima al tipo, bien cerquita. A pesar de toda la sangre y la os-
curidad, pudo identificar la cara del Compa, le dio rabia y asco,
pero recogió el maletín y al llegar a la entrada de la calle, ya
estaba el taxi esperándolo. Las preguntas del conductor y el otro
pasajero se le hacían incómodas, contestaba con monosílabos y
secamente, el conductor comentó sobre el rápido ascenso en la
banda y el botín que le esperaba después de rectificar todas las
cuentas. Sí. El otro pasajero comenzó a contar anécdotas de ho-
micidios, secuestros y torturas. El viaje se le hizo largo y pesado,
nunca antes había sentido tantas ganas de estar solo.En el cuarto
se sintió con más rabia que antes y le empezó a doler la cabeza.
Qué carajos hice? Tenía ganas de pegarse un tiro pero todavía no
tenía pistola propia, vio el poster de Fifty y ya no sentía nada, ni
siquiera la ambición de contar dinero. Varias horas después de
mirar al techo de zinc y cavilar, logró dormirse.
Pudo verle de nuevo la cara. Traidor. Lo escupió varias veces,
sin importarle el grado de idoneidad de los peritos de la inves-
tigación y la vinculación por el ADN en la saliva. Se quedó un
momento contemplando a Rolo muerto, el cuerpo gordo tirado,
todo el mármol elegante del baño salpicado de sangre; salió de
la casa y caminó tranquilo las dos cuadras hasta donde estaba
su hummer amarilla.
74
Cuaderno catarsis
Condicionamiento clásico1
Canta el gallo. Te paras y te estiras pensando en que debes ce-
pillarte los dientes, las encías, la lengua; te vienen las sensacio-
nes de la menta fresca tras los labios, ni siquiera tuviste tiempo
de asimilar el letargo de la duermevela y ya estás pasando las
cerdas por el cielo de la boca, las cosquillas respectivas. Te la
ensucias de nuevo porque toca, ya no con la propia saliva estan-
cada en las horas del sueño, ahora con el pan, el queso y rodajas
de tomate, el café expresso de tres cucharadas de azúcar y media
taza de leche, la fonda con hedor a fritangas, el viento frio de la
mañana no se siente allí dentro, calor de las pailas de aceite y
migajas que también es para ti, menos tuyo que de las cocineras
azaradas, sudorosas, con las redecillas sobre los cabellos, pero
también te toca algo de aquellas temperaturas altas, suficiente.
Habías pasado por la ducha, te enjabonaste y perfumaste. Todo
se fue, y te ha quedado tremendo olor a fonda sobre tus ropas y
cuerpo.
El tráfico. Debe parecerles una belleza a los empresarios del hi-
drocarburo, filas descomunales que se forman como a las siete, tú
1 En 1904 Ivan Pavlov se ganó el Nobel por probar que todo el organismo de un
perro (después de habituarse) podía reaccionar como si fuera a comer con sólo escuchar
una campanada.
75
Duermevela
estás allí con la obnubilación de la barriga llena, del dulce-amar-
go del café y de la repetición tautológica de los comerciales en-
tre las noticias. Los guiones de informaciones, el orden por sec-
ciones disimiles, la voz desapasionada de la lectura noticiosa
en el noventa y tres punto cinco de la FM: una bomba en Homs,
dejó trescientos muertos según las cifras oficiales, el Real le ganó a un
Valladolid totalmente desconcertado con los tres primeros goles a los
diez minutos del primer tiempo, Presidente pide disculpas por penoso
comportamiento en conferencia de prensa y desmiente rumores sobre
ebriedad, Brad Pitt y Jolie adoptarán dos niños más esta vez de Cam-
boya, y sigue el guión en sincrónica secuencia; los comerciales.
Trabajas. En algún lugar que pocos en el mundo tienen con-
ciencia de que existe, sólo tu jefe directo y algunos colegas saben
lo que haces, tu familia o un amigo; del otro lado del teléfono
no les importa, en la cadena de mando sobre el jefe de planta a
nadie le importa, no le importa al presidente, ni en Hollywood,
ni a Cristiano Ronaldo que metió dos goles. Piensas otra vez
todo esto como a vuelo de pájaro y con cierto enfoque dialéctico
mientras atiendes el auricular en una lengua que no es la tuya,
un cliente enojado y grosero, para rematar, su voz es gruesa,
como de obeso y a veces no se le entiende bien porque habla con
cabreo y desdén. Sí. Esta es otra de las veces en la que has llega-
do a la conclusión de la intrascendencia mundial y nacional de
tus labores, sentado en la silla, frente al monitor. No has enten-
dido muy bien lo que te ha dicho el tipo, pero sabes bien que no
puedes decir I don´t understand you porque alguien además del
obeso en la línea está escuchando lo que dices, un espionaje que
previamente autorizaste y que garantiza tu eficiencia laboral,
volviendo al caso específico de la conversa de costumer service
76
Cuaderno catarsis
si das a entender directamente que no entiendes lo que te están
diciendo al otro lado del teléfono no te gritaran you are fired!
Como en las películas, más bien te escribirán en un memoran-
do interno un sutil: prescindiremos de sus servicios laborales,
que para motivos prácticos significa lo mismo aunque es menos
dramático, pero tu eres un excelente empleado, que nunca falta
a sus labores y en tres años allí, nunca has salido de vacaciones,
de todos modos ya tienes experiencia y preguntas sutilmente do
you will repeat? Finalmente el cliente debería quedar satisfecho,
resolviste, sin embargo no agradece nada y aquel que estuvo
pinchando la conversa prepara velozmente un memorando en
el que destaca tu falta de atención con el cliente, solamente para
incomodar y meter cizaña. Lo normal.
Es así en esta fauna. Llena de animales del tipo homosapiens,
con instintos de ratas y perros, sapos o serpientes, con gustos
y necesidades un tanto más refinadas que las excentricidades
de todo el resto del reino animal junto: la pasta de diente en
las mañanas, las ropas del algodón almidonado y la alarma que
te despierta, Alarma?... Sí, el gallo no cantó hoy, ningún gallo
cantó realmente, no has escuchado a un gallo cantar, ni hoy, ni
desde tus vacaciones escolares en el campo, es difícil recordar
con exactitud hace cuánto fue eso; no hay gallos en los próximos
veinticinco kilómetros a la redonda si se toma tu cama como el
centro del radio de distancia, y tú con tu instinto humanamente
animal ya has programado la alarma del celular para que suene
al día siguiente, como todas las madrugadas a las cinco y media
am, con la simulación del sonido del cantar del gallo, en efecto
suena y vas sintiendo de inmediato el sabor a la pasta de diente
sin siquiera haber agarrado el cepillo.
77
Transcripciones o
reescrituras
78
Cuaderno catarsis
Terrores infundados
me sueño, mismo
astillado, en una imagen
lejana, absurda
distante, ausente
en un tiempo, pretérito
indeterminado, más que perfecto
muriendo, muy-lenta-mente
afirmando en monosílabos
inaudibles, la contestación
de la pregunta escuchada
en la alucinación del desangramiento.
4/agosto/2013
79
Transcripciones o reescrituras
Ropa nueva
Hay que reinventarse todos los días.
No es usual que sea posible,
y es, ante todas las opiniones
de las personalidades renombradas
de la ideología del utilitarismo,
poco práctico; sucederán tragedias
y en otras ocasiones se prestarán
las circunstancias para el festejo,
el traje elegante y planchado según
los pliegues o costuras
una mirada sugerente directa a los ojos,
pupilas brillantes.
Por aquellos momentos vale la pena
arriesgarse a cumplir lo inverosímil
transgredir y/o transformar el concepto
de utilidad. 4/agosto/2013
80
Cuaderno catarsis
Es la esperanza una sustancia abstracta
que se nos pierde entre las derrotas humillantes
y las victorias innecesarias, apabullantes.
Toda competición implica desmoralizaciones
o inyecciones sobredosificadas de
dopamina que indigestan al ego,
complejos de monstruosidad, el poder inmune
e impune, la omnipresencia del dolor;
sin embargo está allí, en alguna
parte, en la propia obscuridad total
un sonido que guía, entre la sangre las
cicatrices y entre los tiranos los artistas políglotas.
81
Transcripciones o reescrituras
Perro
Y en lo que fuimos caminando nos acordamos de Perro, que
también le gustaba caminar.
Él se manejaba fino, como dicen los viejos, con talento, mecía
la cabeza al son del cuerpo, el brazo estirado hacia el frente paso
a paso y las piernas largas lo llevaban más rápido, uno tenía que
meterle velocidad cuando caminaba con el buay, fumaba cripy
y te iba hablando de bultrón y plena, te corría el bate sin encari-
ñarse y si uno se guillaba ya Perro iba a unos 25 metros delan-
te y ni se había dado cuenta de que uno estaba atrás y seguía
hablando de colcha y roots, de fiestas y guiales de secundaria
meciendo la cabeza al mismo ritmo que caminaba, con talento y
el pantalón abajo de la nalga al estilo reflex y se acordaba que le
hacía falta algo, paraba en seco, miraba para atrás y decía: “mue-
ve, te tas encariñando con ese bate, yo también quiero fumar,
laopecillo…”
Ni me acuerdo cuando me dijeron que le habían metido un
tiro, pero sé que reflexioné en el asunto, como cuando crees estar
a salvo y sobreviene algo inexplicable, la muerte está allí, omni-
presente y caprichosa.
11/ago/2013
82
Cuaderno catarsis
No estaría bien resignarse,
además ya es tarde para
querer abandonar el camino,
es solamente este momento,
en el que se mira atrás
y todo pareciera ser lo mismo,
como si hubiese dado una
vuelta en círculo para dar
la retrospectiva en el mismo punto.
Y es molesto.
83
Transcripciones o reescrituras
Me aprovecho de hoy
me siento iluminado
y decidí tomar un pequeño descanso
el trabajo está obligado,
aceptable y se prolonga
por eso hoy aprovecho
limpiando el viejo polvo,
acumulado tras los muebles
en la oscuridad,
allí dónde yo no suelo
echar un vistazo.
Hoy es diferente,
estoy iluminado
y hay decreto para día libre.
20/sept/2013
84
Cuaderno catarsis
I
Los mismos pasos
y es usual darlos en las mismas
direcciones,
a veces mejorando
y otras para empeorar
trastabillando
o a hurtadillas
hay quienes prefieren un
jet y pueden pagarlo
II
Yo los doy
Con dignidad
Y hasta puede que con los
bolsillos llenos de monedas
de pequeña denominación
pero con la cabeza en alto
y sólo por si acaso
los jets son muy rápidos
no dejan ver el paisaje,
no me gustan.
III
Al correr
las rodillas
85
Transcripciones o reescrituras
y los tobillos
danzan,
si se equivocan
pueden enfermarse
y se ponen tristes
les da depresión
y se comunican
efectivamente, los ligamentos
el problema llega a las
altas esferas o por lo menos
pasa por allí
el cerebro dice no más
hay que calmar el ritmo
IV
(hacia abajo puede leerse,
aunque el orden es de abajo hacia arriba)
Que conducen al mercado
sobre las huellas repetitivas,
habrá que encaminarse
falta un vino.
Necesariamente
no sin progresos
en casa y ocio
86
Cuaderno catarsis
Al Descendiente
Imposible redimir las culpas necesarias
son heridas abiertas y sangrantes,
desangrantes.
El camino difícil en su extensión
se suaviza en sus paisajes,
llegará el momento de las comprensiones
fluirán como la existencia, aún con sus
tristezas, será posible que estas tornen desilusión
y habrá que seguir al paso que permita el olvido
aunque nunca, nunca dejar que se hagan estaciones.
El olvido para eso sirve, para seguir adelante
en las circunstancias más lamentables
con poco equipaje será mejor irse a conocer otras cosas
que hagan de uno alguien menos ingenuo,
eso es necesario también,
tanto como pedir perdón y un abrazo a la vuelta.
87
Transcripciones o reescrituras
Entiendo ahora.
Yo te culpé,
y luego me sentí victimario, distante y ajeno
nunca hay que escupir con la boca hacia el cielo
es un acto ignorante y temerario, alevoso
digno de ingenuos naturalmente jóvenes,
de allí que el ejemplo de Jesús de Nazareth fue digno de su
padre.
Pido perdón con una gran pena quemándome el pecho
y miro a lo lejos para ver si te encuentro aunque sepa que soy yo
quien se ha ido
tu no estás cerca
pero llevo tus palabras en la memoria
ha sido esencial haberlas escuchado.
Al Ascendiente
88
Cuaderno catarsis
Equivocarse ahora
justo en este momento
después habrá tiempo
para pensar en lo que debió ser
lo que fue nos enseñó
que lo que debía ser es una ilusión
89
Transcripciones o reescrituras
Qué es la pereza sino sus recriminaciones?
preguntas, más de adentro que de fuera
todo el tiempo que se acumula sobre la nada
esa dedicación infértil de la mirada en lo lejano
escuchar, de los ruidos tantos de la vida activa en la calle
ese miedo por salir y de ponerse los zapatos antes.
90
Cuaderno catarsis
Más allá de la mitad es un punto cómodo pero incierto; hay que
seguir nadando para llegar a la otra orilla
vendrán tantas otras pataleadas, cansancios
por eso es que siempre siempre, hay que estar cambiando el es-
tilo de nado, hacer del ejercicio una cuestión divertida
sumergirse en lo profundo profundo
y recorrer esa distancia que queda, ya es menos pero igual es
una distancia.
Además, queda mucha tierra firme por caminar
allá habrá que dar muchos pasos, escribir otras historias.
11/nov/2013
91
Transcripciones o reescrituras
Es difícil describirlo
no soy Ricardo Miró
ni Ruben Blades
solamente puedo decir que patria es
donde uno se siente bien
a pesar de las tristezas de ayer
las dificultades de hoy
y las incertezas de mañana
la patria es un suelo
la patria es la gente
la patria la va haciendo uno mismo
la patria es una simbología que interiorizamos
y que llevan dentro los valientes.
92
Cuaderno catarsis
Allá arriba los vientos nos sacuden
sus velocidades intentan e intentan
tumbarnos
nosotros no somos los mejores
a veces nisiquiera limpios
porque, de hecho, somos oportunistas
y nos movemos en sus direcciones
así es que permanecemos en la cima
o planeamos, aprovechando las corrientes
que nos empujan.
93
Transcripciones o reescrituras
Mantenerse despierto
y además, hay que cuidar del equilibrio
los días no tienen pereza de pasar
y sólo sucede que se ayudan de las vueltas del reloj
hay procesos por cumplirse, sin embargo
llegará el momento para ellos
hoy el simple hecho de funcionar es un reto.
15/dic/2013
94
Cuaderno catarsis
Conciencia:
Hoy todo pasado condena,
no en situaciones específicas
no con cárceles o torturas físicas,
mas es todo, la actitud diletante
son remordimientos, acumulación de fugas
irresponsabilidades
ni todos los años, ni todo el tiempo por delante,
ni todas las composturas; ni las disculpas,
porque hoy es el preludio de mañana
la única certeza es el camino virado, las piernas errantes.
95
Transcripciones o reescrituras
Incerteza:
Por algún lado habrá que irse
y a veces nadie sabe por dónde.
-o-
Esa situación es verdaderamente desconcertante,
un lugar común de extravíos,
allí el miedo se vuelve fuerzas o muerte.
-o-
Cuando ya se anduvo en esas alturas
bien por debajo de las expectativas,
sólo queda entregarse al viento.
96
Cuaderno catarsis
Lo humano es tan frágil,
como la fuerza de las ideas.
Inclusive una lágrima puede representar la felicidad
sin embargo es un caso aislado;
los objetivos —cuando menos eso se espera— deben
cumplirse,
las ideas no son suficientes,
deben estar lo más cercano posible a sus consecuentes acciones
o podrirse entre los lamentos posteriores del fracaso
premeditado,
la acumulación de todo el ocio, la palabrería dispuesta.
Ni las ideas ni las palabras tienen fuerza por sí solas,
deben estar acompañadas del ímpetu de las acciones comunes
en las jornadas, o que el viento de las revoluciones se las lleve,
que se cocinen solas sobre el fuego rojo de la utopía.
La fragilidad de lo humano es una idea,
la más relativa de todas.
97
Transcripciones o reescrituras
En qué parte del camino la lluvia comenzó a caer?
es difícil recordarlo
ciertamente se ha prolongado
días.
-o-
Este tiempo sirve para pensar en todo
devolver la razón al invierno
su gris impregnando todo
la potencia refrescante de su frio.
-o-
Este verano sofocante dejó de parecer gracioso
nunca fue agradable, el sol macabro
quema, derrite todo, nos convierte en sudor.
Una vez más agradezco toda agua que pueda caer del cielo.
98
Cuaderno catarsis
Extraño la laguna
mi hijo chapoteando
la montaña imponente del Picacho
las nubes del invierno
una neblina espesa que tapa todo
-o-
Lo que más extraño,
además de mi hijo chapoteando
es la montaña del Picacho, las nubes del invierno, una neblina
espesa que tapa la vista de la ciudad y que sea solamente todo
eso, la laguna.
99
Transcripciones o reescrituras
Satisfacción regular
si acaso eso existe,
como una noche sin insomnio
o la sobriedad voluntaria y duradera.
Es este el momento de detenerse,
voltearse
dar, una mirada al paisaje
detrás de los edificios
y sonreír.
5/feb/2014
100
Cuaderno catarsis
Por momentos,
es la brújula
la que nos pierde.
101
Transcripciones o reescrituras
La espera paciente,
como si no hubiera ningún interés
para que llegue algún tiempo específico,
Cuántos quieren que llegue la muerte?
O que llegue el día en que la amnesia se apropie de los mejores
recuerdos, después de la conmoción trágica?
Quién aguarda por la hora de todas las noticias funestas?
102
Cuaderno catarsis
Recovecos, usualmente pienso en la palabra
sus consecuencias indirectas, su concepto ambiguo
o las interpretaciones erróneas, sobre todo las mías
sobrevalorativas, arbitrarias, incoherentes.
Recovecos, perdemos y encontramos
Son entrada y salida, desconocidos o en el recuerdo,
hoy fue el Morro dos Sargentos, podría ser Samaria o La Perla
y así sucesivamente.
Recovecos, este recorrido sagrado, en que respiro tierra
Perros ladran, paisaje de Rio Gigante y sierra lejana
El viento en la cara y una sensación de victoria
sin remordimientos.
103
Epílogo
La creación artística tiene su propiedad curativa, toda ac-
ción encaminada en ese sentido es una experimentación sin
perjuicios posibles, una posología sin efectos secundarios y en
caso tal de que aparezcan, es prácticamente imposible que los
síntomas causen tormentos a quien se atreva a encontrar algún
sentido nuevo en ese remedio alternativo. En principio se enten-
derá como una cursilería o un lugar común retórico, pero la vida
puede cambiar después de hacer un dibujo, escribir una poesía
o inventar una historia, porque en ese proceso aquella hiel del
alma es descargada en los colores o en los versos, yo prefiero la
prosa pero esta vez no me limité a ella y ahora considero que fue
la más sabia de las decisiones, me hizo bien, preservó mi juicio y
me divertí mucho. Algunas veces comencé a dibujar con rabia o
con tristeza y al finalizar alcanzaba un estado de paz indescrip-
tible, escribía alguna cosa junto al dibujo intentando interpretar
la imagen o tratando de redibujar con letras y me sentía todavía
mejor.
Podría guardarme todo esto, poner el cuaderno en el librero
y enorgullecerme en silencio además de evitarme las sanciones
estéticas o/y morales en relación a este documento, sin embar-
go el deseo de publicar este trabajo es demasiado grande, es un
testimonio de agradecimiento al arte y su poder terapéutico.
Joao Quiróz Govea
06, marzo, 2014
Porto Alegre, RS
Esta obra terminó de editarse en marzo de 2014.
La mejor manera de valorar una obra gratuita es difundiéndola.
Apoye a los autores y artistas independientes.
Cuaderno Catarsis
<< La idea del cuaderno era una simple catar-
sis, porque llegó el momento en que las letras
no eran suficientes para calmar el dolor, y así,
quien se arriesgue a darle un vistazo, se enfren-
tará a verdaderos experimentos contra los más
viles sentimientos humanos incubados en una
sociedad y cultura extraña a la propia, simbo-
logías de la nostalgia.>>
Joao Quiróz Govea. 1986,
Panamá. Autor.
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Cuaderno Catarsis - Joao Quiróz Govea

  • 1. 11
  • 2.
  • 3. Cuaderno Catarsis Joao Quiróz Govea mediocerrado.com
  • 4. Quiróz, Joao Cuaderno Catarsis - 1a ed. - Porto Alegre: Mediocerrado.com, 2014. ISBN: 978-9962-05-661-04 1. Literatura Panameña. ISBN: 978-9962-05-661-04 Depósito legal en concordancia con la Ley 47 de 1946, Art. 151. (Panamá) Primera edición: marzo de 2014 Digitalizado en Brasil. Diseño de portada, contraportada, ilustraciones y edición: Joao Quiróz Govea Licencia Creative Commons Cuaderno Catarsis por Joao Quiróz Govea se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-Sin- Derivar 4.0 Internacional. Basada en una obra en http://www.mediocerrado.com/ Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse contactando al autor al email: quirozjoao@ gmail.com El autor agradece la libre difusión de esta obra. Prohibida su venta.
  • 5. Índice Prefacio [ 6 ] Dibujos y manuscritos [ 8 ] Duermevela [ 57 ] Dos sueños [ 58 ] El colchón nuevo [ 63 ] Despertar [ 67 ] Ley natural [ 69 ] Condicionamiento clásico [ 74 ] Transcripciones o reescrituras [ 77 ] Epílogo [ 103 ]
  • 6. 6
  • 7. 7
  • 8. 8
  • 10. 10 Dibujos y manuscritos
  • 12. 12 Dibujos y manuscritos
  • 14. 14 Dibujos y manuscritos
  • 16. 16 Dibujos y manuscritos
  • 18. 18 Dibujos y manuscritos
  • 20. 20 Dibujos y manuscritos
  • 22. 22 Dibujos y manuscritos
  • 24. 24 Dibujos y manuscritos
  • 26. 26 Dibujos y manuscritos
  • 28. 28 Dibujos y manuscritos
  • 30. 30 Dibujos y manuscritos
  • 32. 32 Dibujos y manuscritos
  • 34. 34 Dibujos y manuscritos
  • 36. 36 Dibujos y manuscritos
  • 38. 38 Dibujos y manuscritos
  • 40. 40 Dibujos y manuscritos
  • 42. 42 Dibujos y manuscritos
  • 44. 44 Dibujos y manuscritos
  • 46. 46 Dibujos y manuscritos
  • 48. 48 Dibujos y manuscritos
  • 50. 50 Dibujos y manuscritos
  • 52. 52 Dibujos y manuscritos
  • 54. 54 Dibujos y manuscritos
  • 56. 56 Dibujos y manuscritos
  • 58. 58 Cuaderno catarsis Dos Sueños El letargo del que duerme dos veces es como una pasta cremo- sa. Suave. Delirios de picada de serpiente, deditos de niña que tocan la manta de terciopelo. 1 El primer despertar tornó simulación, caer de nuevo, cerrar los ojos, empujado de la gravedad en caída libre, infinita, qui- nientos vértigos placenteros, casi orgásmicos. Culpas, el pecado capital de la pereza acalambrándolo todo, miedo, porque aque- llo era majestuoso, demasiado. 2 Inconcluso como voraz. Había quedado la intriga ¿Cuál es la raíz de esta parálisis? Dos aproximaciones a la muerte desde el filo del abismo onírico. Cada vez que se duerme, hay un peligro latente de no despertar, por ello hay hipocondríacos precavi-
  • 59. 59 Duermevela dos que llevan años sin dormir, muchos asesinos y veteranos de guerra no consiguen el sosiego del sueño a rienda suelta por temor a que los fantasmas que cargan encima se aprovechen de su descanso y le inflijan dolores. 3 ¿Por qué dos sueños? En el lugar común del descanso pro- fundo, inamovible. Un viaje. Las rocas, sujetas a las faldas del cerro, la conciencia fuera del cuerpo para hacer más vívida la metáfora, camino lejano, a millones-años-luz de esta dimensión conocida para llegar a algún lugar ignoto, nunca documentado, allí están las montañas, las rocas, la gravedad, únicas materias evidentemente comunes con lo conocido, pero tenían otra textu- ra y era posible la inmersión en todo material; las montañas con su interior de lava fría, cada roca era una gota de agua gigante, esponjosas o por lo menos esa era la impresión que daban al tac- to y la gravedad otra cosa, un viento constante que venía desde arriba, inclemente tormenta de viento. Dios se manifestaba por una vez desde su cúpula, la sensación de la caída al vacío, pero dentro de la superficie terrestre de aquellos parajes. Algo así fue el primer sueño, detenido por el miedo a tocar fondo, en un des- pertar sobresaltado, sudor a ríos. 4 En el ínterin de la duermevela vino el apetito, las ganas de tomar un baño caliente para que se fuera por las cañerías el olor de la cama que se pega al cuerpo, posiblemente leer algo y todo
  • 60. 60 Cuaderno catarsis se volvió un ovillo; comida, lectura, agua caliente, pero el in- vierno y su lluvia inquieta que se dejaba ver tras el vidrio de la ventana invitaba a mantener la inmovilidad, el baño, la comida, aplazados, la mesa de noche estaba allí a unas tres pulgadas de la cama y asombrosamente el reloj decía tres y treinta y tres, se juntaron los tres siendo una excusa banal para que la raciona- lidad quedara desecha, en la mesa habían tres libros, el de más arriba era una antología de cuentos y narradores chilenos, allí estaba Skármeta, El Ciclista de San Cristobal, ya había dejado sus párrafos surreales que tejían una trama veloz, pero los párpados caían recurrentemente con una continuidad molesta que no de- jaba lugar a opciones mientras la lluvia estaba diluyéndolo todo afuera. 5 De carácter lúdico. Y como los sueños son reflejos del subcons- ciente, los juegos con el vástago. Una y otra vez tiraba al pe- queñuelo al cielo, le apañaba el viento y la atrapada fácil, risas. Otra escena. De carácter erótico. Como dice Freud, los impulsos reprimidos están presentes en los sueños; se manifiestan de ma- nera abstracta, aunque en este caso, la cuestión no era tan inin- teligible y esta pelirroja era hermosa, tipo Vanessa Redgrave en Blow Up, compartir la soledad y la desnudez sobre la cama de un motel barato y ya venía otra pieza. De carácter absurdo. Los perros usualmente tienen patas y parecía extraño que ahora se arrastraran como boas, desagradablemente, les habían cambia- do los ladridos por mugidos y además practicaban el canibalis- mo. Docenas de estos animales, cientos de docenas, cubriendo
  • 61. 61 Duermevela todo el piso, hasta donde fuera permitido mirar, perros gusanos mordiéndose unos a otros, se arrastraban apretujándose, en di- recciones contrarias, mugían. El cielo purpura era el único es- cape visible, aquello era poco más que grotesco, la voluntad de salir de allí, cambiar eso por cualquier otro panorama, un ruego piadoso a gritos. 6 Era algún lugar semejante a los que salen en documentales del Medio Oriente, había hombres con turbantes, túnicas de apa- riencia antigua y límpidas. Un lenguaje en la más completa inin- teligibilidad y belleza. El hambre era un monstro ignito hospe- dado en el estómago, y era imposible pedir alimento alguno, la lengua española y las señas parecían agredir a los nativos que se alejaban expresivamente horrorizados. El dolor de la barriga va- cía fue creciendo desproporcionadamente, lo retorcía todo por dentro y la caminata necesaria, en procura de algún lugar con símbolos del alfabeto conocido se hacía pesada y trabajosa, un anuncio llevaba escritos ideogramas más incomprensibles que el siguiente, en uniforme secuencia, las calles laberínticas, las construcciones extravagantes, las gentes esquivas, las entrañas inquietadas por el hambre. La migraña intensa de la inanición. En la espera de un desmallo fulminante, apareció un hombre monumentalmente barbado y dijo: “Tienes hambre” en un per- fecto español, el asombro y la desesperación se amalgamaron. La respuesta dicha de forma inconsciente y el señor comenzó a caminar y a varios metros de lejanía hizo una seña para ser seguido.
  • 62. 62 Cuaderno catarsis 7 En medio del camino todo quedó en blanco o por lo menos nada es recordado en este momento. De vuelta tomé el libro de los cuentos chilenos que me acompañaba de cerca, lo devolví a la mesa de noche y me puse a escribir sobre aquellas dos expe- riencias sensitivas aunque siguiera con hambre, en conciencia que de no haber sido así hubiesen quedado en el olvido, como tantos otros.
  • 63. 63 Duermevela El colchón nuevo Aburrido de los ácaros del colchón viejo, producto de la hu- medad y del largo periodo de uso, Jordi decidió comprar un colchón nuevo donde se pudiera dormir plácidamente sin que las picazones y alergias afectaran el sopor y el descanso. Compró un colchón ortopédico, anatómico, ergonómico en una tienda especializada y solicitó al dependiente que lo lleva- ran a casa. Efectivamente, el colchón llegó el mismo día y los empleados de la colchonería colocaron el colchón nuevo sobre el armazón de la cama de roble. Jordi pudo descansar decentemente otra vez. El colchón nuevo trajo un cambio en la atmosfera de la habitación, que había esta- do enrarecida por meses con el olor del colchón viejo. Cesaron aquellos despertares repentinos en la madrugada al sentir aque- lla comezón que se ensañaba en las mejores horas de sueño. Pero luego de unas semanas, Jordi se dio cuenta de dos cosas, la primera: que cuando se acostaba en el colchón, aunque no tuviera sueño, los parpados empezaban a pesarle y el cansancio le paralizaba el cuerpo involuntariamente, de manera que sobre el colchón ya no podía leer o escribir algún informe del trabajo
  • 64. 64 Cuaderno catarsis porque siempre terminaba postrado y dormido. La segunda: que cada despertar era una desgastante lucha fisiológica. Para levan- tarse debía mover cada extremidad una a la vez, luego sacudir el tronco y la cabeza, meditar sobre la razón por la cual debía levantarse, maldecir el trabajo. Este ritual le tomaba por lo me- nos quince minutos y el ruido del gallo de la alarma del celular, que siempre le pareció excesivamente escandaloso, se convirtió en un rumor distante que era percibido más por la inercia men- tal que por el ruido, el reloj cerebral que tiene todo trabajador responsable que sabe que a determinada hora debe culminar el sueño era consecuente y la algarabía de la alarma apoyaba esca- samente, más como una referencia difusa que como una adver- tencia obligatoria. El agotamiento corporal lo acosaba aún después de tomar la ducha y no podía ni siquiera sentarse en la cama para ponerse las medias o los zapatos, pues ese pequeño tiempo en el que se posicionaba sobre el colchón era suficiente para sentir unas ga- nas enfermizas de volver al reposo. Al cabo de mes y medio, Jordi había bajado de peso. Lo sabía porque al ponerse las camisas le quedaban muy holgadas y los pantalones dependían de las correas para mantenerse en la cin- tura, lo extraño era que no había alterado su dieta, de hecho, en las mañanas debía comprar doble ración de pan con tomate y queso más una taza gigante de café expresso (triple) en la fonda para poder iniciar la jornada sin quedarse a medias, pues luego de vestirse y hacer todas las cosas que se hacen en la mañana, le quedaba un letargo inexplicable y una fortísima sensación de apetito.
  • 65. 65 Duermevela Jordi fue al doctor. Luego de un examen general con todo y el palito de paleta en la lengua y el estetoscopio en el pecho, el doc- tor le dijo que su salud era excelente, pero que evidentemente había perdido mucho peso, evidente por la formación de las es- trías y la excesiva anchura de las ropas. Al pesarse en la báscula tenía treinta libras menos según lo que decían los registros mé- dicos de años anteriores y el doctor le recetó vitaminas y unos medicamentos para subir la estamina. Dos semanas después, Jordi volvió al doctor muy preocupado, pues los pantalones se le caían incluso con las correas en el último agujero. Al pesarse nuevamente ya eran nueve libras menos que la semana anterior y después de un amplio cuestionario que le hizo el doctor, Jor- di se percató que el único cambio que había tenido en su estilo de vida era el colchón. Se lo comunicó al doctor, que soltó una carcajada de varios segundos, luego le contestó que de ninguna manera era posible que el colchón nuevo le hiciera bajar de peso. El galeno concluyó que Jordi sufría de estrés y que le haría bien salir de Barcelona por un tiempo para reordenar las ideas y co- nocer otras cosas. Después de la cita médica, Jordi fue a su trabajo y le explicó a su superior lo que le había dicho el doctor, le enseñó las recetas médicas y un diagnóstico con recomendación de descanso pro- longado. El jefe llamó al departamento de recursos humanos, colgó el teléfono y le dio un sermón a Jordi, porque según le habían dicho del otro lado del auricular, después de tres años de trabajar en la empresa ni se había ausentado, ni había tomado vacaciones y que eso podía afectar su desempeño laboral en el futuro. Por último, le dijo que fuera a recoger el cheque de las va- caciones al día siguiente, bien temprano, le dio la mano y le deseó un provechoso descanso.
  • 66. 66 Cuaderno catarsis Se fue a Italia, comió muchas pastas, conoció a Antonella, visi- tó la Capilla Sixtina, se preguntó sobre qué era lo que mantenía a la Torre de Pisa en su lugar y se dio una vuelta por Venecia, claro que con Antonella que olvidó la excursión de veraneo en la que estaba y acompaño a Jordi a cada canto, le hacía el amor hablándole al oído en italiano y Jordi le respondía en catalán. Regresó a casa contento, un par de días antes de que terminaran sus vacaciones para poner en orden todos los trámites burocrá- ticos del matrimonio. Dio un suspiro melancólico por no tener al amor de su vida junto a él en ese preciso instante en el que llegan más fuertes todas las nostalgias y se acostó a dormir. Ya tocaba ir al trabajo después del mes y medio de descanso que le habían concedido los de recursos humanos, día tras otro de ausencias y se crearon rumores sobre si Jordi se había vuelto a Italia para casarse con Antonella, porque ya le había contado al jefe en un email que la chica era bonita, amorosa y que iba a volver por ella a Roma y luego a Boloña con la familia para pe- dir su mano y que luego volverían a España para casarse. Las autoridades tuvieron que tirar la puerta de la casa, el olor insoportable, encontraron a Jordi en los huesos sobre el col- chón.
  • 67. 67 Duermevela Despertar Amo despertar y palparme el sudor de la frente, comprobar que estoy bien, todo en su lugar, que sólo fue un sueño, eso sucede con las pesadillas, la de sentir la caída libre no cuenta porque esa me pasa con cierta constancia exactamente antes de comenzar a conseguir algo de profundidad en el sueño y ya soy como un conductor experimentado cuando atraviesa un vado en la carretera, y cuando termino de caer simplemente vuelvo a cerrar los ojos y es entonces que me encuentro con otras his- torias terribles o un tanto más simplistas, que son igualmente insólitas. Como una vez, después de varias situaciones extrañas y aleatorias, terminé rasurándome en una parada de ómnibus, frente al reflejo de un anuncio y cuando estoy por terminar, una señora que estaba en un kiosco bastante cercano me llamo por mi nombre y mi apellido, me dijo que yo era el hijo de Frida y también que habían sido compañeras de la escuela, de la José Daniel Crespo, luego me dio una toalla mojada con agua bien fría, le dije gracias y volví frente al letrero a seguir rasurándome, en la quijada, que era donde me faltaba. Me pasé la toalla por la cara para que me limpiara los pelos rasurados y todo aquello que va dejando la rasuradora en su función.
  • 68. 68 Cuaderno catarsis Desperté preocupado, aunque según lo que mis manos palpa- ban, tenía mi barba, pero sentía algo diferente en el rostro como restos de algo que el sueño había dejado en mi cara. Fui al baño y al reflejarme en el espejo vi mi cara intacta y un hilito enreda- do entre los pelos del bigote.
  • 69. 69 Duermevela Ley natural Les había dicho que sí y estaba muy animado de poder entrar a la pandilla después de algunos robos menores, el camión de reparto. ¡Qué demencia mi friend! La gente llevándose las cajas de sodas. Total, lo que se quiere es la plata. La vez que pararon el bus de Corredor - San Pedro. Allí van todos los de la high clase, tú me entiende?. Pleno día de pago y les quitaron todo a todos y fueron a esconderse a los manglares. Ningún policía llega a los manglares. No fue sencillo con los de las tropas especiales y los policías de motocicletas, andaban rondando bien cerca y se po- día escuchar las sirenas, el eco entre las copas de los mangles y la lama, la oscuridad, el cuidado de pisar bien para no afondar ni hacer ruidos que delataran el escondite. Las habilidades aprendidas, carteras que desaparecen. Dame ese teléfono, o si no te voy a meter un par de tiros más rápido que ligero y aquí mismo vas a quedar. Disfrutar un big mac junto al Compa después del trabajo. El sustento a casa. Mamá no pregunta, se pone contenta con las compras, hacía falta jabón y ese día no había ni para la libra de yuca con huevo.
  • 70. 70 Cuaderno catarsis Después de ser el mandadero de la pandilla y tener que de- pender de la mitad de lo que pudiera tumbar en un robo fuera del barrio, de por sí, situación peligrosa, ahora podría recibir porcentajes de cada golpe, traficar ciertas cantidades de armas y cocaína, comprar una casa. En un barrio high clase, tú sabes. Esta sería la oportunidad. Una casa en San Antonio mi friend. Donde no suenan las balas, al lado de los jefes, los políticos y los abogados. Y eso pa’ qué Compita? Yo lo que quiero es una hummer amarilla y si se ahuevan, el control del business, you know? Esa era la respuesta del Compa, con la boca llena de las papitas fritas revueltas con la soda fria y todavía burbujeante, hablando como si también se comiera sus propias palabras. Claro que debía respetar el códi- go de silencio, el Compa no podía enterarse de lo de la misión, podría despertar la envidia en el barrio y se quedó callado como quien no tiene ninguna aspiración suntuosa ni necesidad de va- nidades, el Compa siguió hablando de tantas cosas por comprar, robos por planear y una buena vida por vivir. Del otro lado de la línea hablaba Rolo preguntando si iba a hacer el trabajo. Cómo ñinga no? Tú crees que tengo miedo o qué? Después de colgar, meditó en muchas cosas, la verdad sí tenía mucho miedo, según le habían comentado, el trabajo de hoy era grande, pero era una especie de prueba que garantizaría la en- trada a la banda, además, de la repartición del botín le iban a tocar unos quinientos dólares. Chuzo, quinientos palos, nunca he tenido tanta plata en mí vida. Se acostó un rato en el catre viejo, entre paredes sucias y el poster gigante de Fifty Cent pegado, reluciente, esmaltado, una imagen surreal en aquella habitación miserable con un tipo musculoso, fumando un tabaco Cohiba
  • 71. 71 Duermevela genuina mercancía del comunismo cubano, contando miles de notas de la casa de la moneda de Washington, frente a un ado- lescente de Ciudad Radial con algunos signos de desnutrición, no más de ciento veinte reales en el bolsillo y recostado con el cansancio del fútbol. Astutamente se quitó algo del letargo y puso la alarma a las diez, después de allí era cuestión de esperar la llamada. Llegadas las nueve y media se levantó sin dejar sonar la alar- ma, se puso una camisa de manga larga blanca, un traje de eti- queta negro y una corbata roja y salió de la habitación con el croquis en la mano. La radio a buen volumen sonaba su can- ción, Window Shopping, desde el interior del automóvil la ciu- dad parecía otra vez una masa delineada de acero y vidrio que se alumbraba sin estrellas ni luna, con las ventanas abiertas el fresco le pegaba al rostro y las cerró cuando comenzó a venir de afuera un olor a basura de jifero. Se miró al espejo y se asustó un poco al verse más viejo de lo que recordaba y las calles se hacían menos transitadas cuando iba llegando a la equis grande del croquis, otra de aquellas barriadas bonitas, pero esa era más bonita que las otras. Casa 45-D. Es aquí mismito. Siguió directo y estacionó el automóvil a dos cuadras de la casa, le pareció lejos cuando caminó hasta allá, cruzó el jardín por un pasillo con el pulso acelerado y el cuello sudoroso, no habían muros ni verja como le habían dicho, entró por la puerta de atrás dándole vuel- ta a la perilla, empujándola, como cualquiera entra a su casa y sin dar muchos pasos ya escuchaba a los niños hablando y el ruido de la televisión, subió las escaleras y el objetivo estaba ori- nando fluidamente, sacó la nueve milímetros de la cartuchera de
  • 72. 72 Cuaderno catarsis cuero auténtico y solamente se oyó lo que el silenciador permite escuchar, dos veces. El objetivo no tuvo tiempo para agonizar y si no fuera por la investigación criminal, hubiera escupido sobre el rosto del muerto. La alarma anunciaba que había que despertar, se puso un pan- talón jeans largo y viejo, se restregó los ojos para quitarse las legañas. Le timbraron al teléfono móvil que tenía a modo de vibración para evitar ruidos innecesarios durante la acción. Ya estoy saliendo, aguanta. La puerta de la casucha se abrió sin rui- dos y se montó al taxi en la parte de atrás y el pasajero le dio una tres ochenta niquelada. Cuántas balas tiene? No podía fallar, solamente dos municiones, la primera para herirlo y la segunda para el tiro de gracia. Ya he practicado con botellas. Los dos que iban en la parte frontal del taxi soltaron una carcajada prolon- gada y hacían bromas sobre el comentario del muchacho, le re- comendaron que en adelante practicara con perros, con gatos o con fumadores de crack y le desearon suerte al bajarse. Llegó a la boca de la Calle Treinta y Dos y dio una mirada sigilosa a los alrededores. Había un viejo tomando alcohol con limón en la esquina como acurrucado en una cajeta. Hey viejo lárgate de aquí si no quieres que te meta un tiro en el pecho. Blandía el revólver como todo un forajido y luego lo puso en dirección del pecho del viejo, que salió corriendo con tanto cuidado, que el ruido de sus pasos no pasó de un rumor y desapareció entre las sombras de las calles contiguas. Asegurando el revólver en- tre el pantalón y la cintura, se internó en la Calle Treinta y Dos, se escondió detrás de un basurero que olía a putrefacción y vio a un sujeto con un maletín, definitivamente ese era el objetivo,
  • 73. 73 Duermevela caminaba con lentitud y sin malicia por la otra acera. El pulso parecía explotarle la yugular y al sacar la pistola de donde la ha- bía tenido en los últimos minutos, sentía que se le resbalaría de la mano. Del ánimo de disposición a las proezas más prosaicas pasó al miedo de fallar el tiro, pero antes que el temor terminara por paralizarle, decidió completar la misión encomendada, írse- le encima al tipo, bien cerquita. A pesar de toda la sangre y la os- curidad, pudo identificar la cara del Compa, le dio rabia y asco, pero recogió el maletín y al llegar a la entrada de la calle, ya estaba el taxi esperándolo. Las preguntas del conductor y el otro pasajero se le hacían incómodas, contestaba con monosílabos y secamente, el conductor comentó sobre el rápido ascenso en la banda y el botín que le esperaba después de rectificar todas las cuentas. Sí. El otro pasajero comenzó a contar anécdotas de ho- micidios, secuestros y torturas. El viaje se le hizo largo y pesado, nunca antes había sentido tantas ganas de estar solo.En el cuarto se sintió con más rabia que antes y le empezó a doler la cabeza. Qué carajos hice? Tenía ganas de pegarse un tiro pero todavía no tenía pistola propia, vio el poster de Fifty y ya no sentía nada, ni siquiera la ambición de contar dinero. Varias horas después de mirar al techo de zinc y cavilar, logró dormirse. Pudo verle de nuevo la cara. Traidor. Lo escupió varias veces, sin importarle el grado de idoneidad de los peritos de la inves- tigación y la vinculación por el ADN en la saliva. Se quedó un momento contemplando a Rolo muerto, el cuerpo gordo tirado, todo el mármol elegante del baño salpicado de sangre; salió de la casa y caminó tranquilo las dos cuadras hasta donde estaba su hummer amarilla.
  • 74. 74 Cuaderno catarsis Condicionamiento clásico1 Canta el gallo. Te paras y te estiras pensando en que debes ce- pillarte los dientes, las encías, la lengua; te vienen las sensacio- nes de la menta fresca tras los labios, ni siquiera tuviste tiempo de asimilar el letargo de la duermevela y ya estás pasando las cerdas por el cielo de la boca, las cosquillas respectivas. Te la ensucias de nuevo porque toca, ya no con la propia saliva estan- cada en las horas del sueño, ahora con el pan, el queso y rodajas de tomate, el café expresso de tres cucharadas de azúcar y media taza de leche, la fonda con hedor a fritangas, el viento frio de la mañana no se siente allí dentro, calor de las pailas de aceite y migajas que también es para ti, menos tuyo que de las cocineras azaradas, sudorosas, con las redecillas sobre los cabellos, pero también te toca algo de aquellas temperaturas altas, suficiente. Habías pasado por la ducha, te enjabonaste y perfumaste. Todo se fue, y te ha quedado tremendo olor a fonda sobre tus ropas y cuerpo. El tráfico. Debe parecerles una belleza a los empresarios del hi- drocarburo, filas descomunales que se forman como a las siete, tú 1 En 1904 Ivan Pavlov se ganó el Nobel por probar que todo el organismo de un perro (después de habituarse) podía reaccionar como si fuera a comer con sólo escuchar una campanada.
  • 75. 75 Duermevela estás allí con la obnubilación de la barriga llena, del dulce-amar- go del café y de la repetición tautológica de los comerciales en- tre las noticias. Los guiones de informaciones, el orden por sec- ciones disimiles, la voz desapasionada de la lectura noticiosa en el noventa y tres punto cinco de la FM: una bomba en Homs, dejó trescientos muertos según las cifras oficiales, el Real le ganó a un Valladolid totalmente desconcertado con los tres primeros goles a los diez minutos del primer tiempo, Presidente pide disculpas por penoso comportamiento en conferencia de prensa y desmiente rumores sobre ebriedad, Brad Pitt y Jolie adoptarán dos niños más esta vez de Cam- boya, y sigue el guión en sincrónica secuencia; los comerciales. Trabajas. En algún lugar que pocos en el mundo tienen con- ciencia de que existe, sólo tu jefe directo y algunos colegas saben lo que haces, tu familia o un amigo; del otro lado del teléfono no les importa, en la cadena de mando sobre el jefe de planta a nadie le importa, no le importa al presidente, ni en Hollywood, ni a Cristiano Ronaldo que metió dos goles. Piensas otra vez todo esto como a vuelo de pájaro y con cierto enfoque dialéctico mientras atiendes el auricular en una lengua que no es la tuya, un cliente enojado y grosero, para rematar, su voz es gruesa, como de obeso y a veces no se le entiende bien porque habla con cabreo y desdén. Sí. Esta es otra de las veces en la que has llega- do a la conclusión de la intrascendencia mundial y nacional de tus labores, sentado en la silla, frente al monitor. No has enten- dido muy bien lo que te ha dicho el tipo, pero sabes bien que no puedes decir I don´t understand you porque alguien además del obeso en la línea está escuchando lo que dices, un espionaje que previamente autorizaste y que garantiza tu eficiencia laboral, volviendo al caso específico de la conversa de costumer service
  • 76. 76 Cuaderno catarsis si das a entender directamente que no entiendes lo que te están diciendo al otro lado del teléfono no te gritaran you are fired! Como en las películas, más bien te escribirán en un memoran- do interno un sutil: prescindiremos de sus servicios laborales, que para motivos prácticos significa lo mismo aunque es menos dramático, pero tu eres un excelente empleado, que nunca falta a sus labores y en tres años allí, nunca has salido de vacaciones, de todos modos ya tienes experiencia y preguntas sutilmente do you will repeat? Finalmente el cliente debería quedar satisfecho, resolviste, sin embargo no agradece nada y aquel que estuvo pinchando la conversa prepara velozmente un memorando en el que destaca tu falta de atención con el cliente, solamente para incomodar y meter cizaña. Lo normal. Es así en esta fauna. Llena de animales del tipo homosapiens, con instintos de ratas y perros, sapos o serpientes, con gustos y necesidades un tanto más refinadas que las excentricidades de todo el resto del reino animal junto: la pasta de diente en las mañanas, las ropas del algodón almidonado y la alarma que te despierta, Alarma?... Sí, el gallo no cantó hoy, ningún gallo cantó realmente, no has escuchado a un gallo cantar, ni hoy, ni desde tus vacaciones escolares en el campo, es difícil recordar con exactitud hace cuánto fue eso; no hay gallos en los próximos veinticinco kilómetros a la redonda si se toma tu cama como el centro del radio de distancia, y tú con tu instinto humanamente animal ya has programado la alarma del celular para que suene al día siguiente, como todas las madrugadas a las cinco y media am, con la simulación del sonido del cantar del gallo, en efecto suena y vas sintiendo de inmediato el sabor a la pasta de diente sin siquiera haber agarrado el cepillo.
  • 78. 78 Cuaderno catarsis Terrores infundados me sueño, mismo astillado, en una imagen lejana, absurda distante, ausente en un tiempo, pretérito indeterminado, más que perfecto muriendo, muy-lenta-mente afirmando en monosílabos inaudibles, la contestación de la pregunta escuchada en la alucinación del desangramiento. 4/agosto/2013
  • 79. 79 Transcripciones o reescrituras Ropa nueva Hay que reinventarse todos los días. No es usual que sea posible, y es, ante todas las opiniones de las personalidades renombradas de la ideología del utilitarismo, poco práctico; sucederán tragedias y en otras ocasiones se prestarán las circunstancias para el festejo, el traje elegante y planchado según los pliegues o costuras una mirada sugerente directa a los ojos, pupilas brillantes. Por aquellos momentos vale la pena arriesgarse a cumplir lo inverosímil transgredir y/o transformar el concepto de utilidad. 4/agosto/2013
  • 80. 80 Cuaderno catarsis Es la esperanza una sustancia abstracta que se nos pierde entre las derrotas humillantes y las victorias innecesarias, apabullantes. Toda competición implica desmoralizaciones o inyecciones sobredosificadas de dopamina que indigestan al ego, complejos de monstruosidad, el poder inmune e impune, la omnipresencia del dolor; sin embargo está allí, en alguna parte, en la propia obscuridad total un sonido que guía, entre la sangre las cicatrices y entre los tiranos los artistas políglotas.
  • 81. 81 Transcripciones o reescrituras Perro Y en lo que fuimos caminando nos acordamos de Perro, que también le gustaba caminar. Él se manejaba fino, como dicen los viejos, con talento, mecía la cabeza al son del cuerpo, el brazo estirado hacia el frente paso a paso y las piernas largas lo llevaban más rápido, uno tenía que meterle velocidad cuando caminaba con el buay, fumaba cripy y te iba hablando de bultrón y plena, te corría el bate sin encari- ñarse y si uno se guillaba ya Perro iba a unos 25 metros delan- te y ni se había dado cuenta de que uno estaba atrás y seguía hablando de colcha y roots, de fiestas y guiales de secundaria meciendo la cabeza al mismo ritmo que caminaba, con talento y el pantalón abajo de la nalga al estilo reflex y se acordaba que le hacía falta algo, paraba en seco, miraba para atrás y decía: “mue- ve, te tas encariñando con ese bate, yo también quiero fumar, laopecillo…” Ni me acuerdo cuando me dijeron que le habían metido un tiro, pero sé que reflexioné en el asunto, como cuando crees estar a salvo y sobreviene algo inexplicable, la muerte está allí, omni- presente y caprichosa. 11/ago/2013
  • 82. 82 Cuaderno catarsis No estaría bien resignarse, además ya es tarde para querer abandonar el camino, es solamente este momento, en el que se mira atrás y todo pareciera ser lo mismo, como si hubiese dado una vuelta en círculo para dar la retrospectiva en el mismo punto. Y es molesto.
  • 83. 83 Transcripciones o reescrituras Me aprovecho de hoy me siento iluminado y decidí tomar un pequeño descanso el trabajo está obligado, aceptable y se prolonga por eso hoy aprovecho limpiando el viejo polvo, acumulado tras los muebles en la oscuridad, allí dónde yo no suelo echar un vistazo. Hoy es diferente, estoy iluminado y hay decreto para día libre. 20/sept/2013
  • 84. 84 Cuaderno catarsis I Los mismos pasos y es usual darlos en las mismas direcciones, a veces mejorando y otras para empeorar trastabillando o a hurtadillas hay quienes prefieren un jet y pueden pagarlo II Yo los doy Con dignidad Y hasta puede que con los bolsillos llenos de monedas de pequeña denominación pero con la cabeza en alto y sólo por si acaso los jets son muy rápidos no dejan ver el paisaje, no me gustan. III Al correr las rodillas
  • 85. 85 Transcripciones o reescrituras y los tobillos danzan, si se equivocan pueden enfermarse y se ponen tristes les da depresión y se comunican efectivamente, los ligamentos el problema llega a las altas esferas o por lo menos pasa por allí el cerebro dice no más hay que calmar el ritmo IV (hacia abajo puede leerse, aunque el orden es de abajo hacia arriba) Que conducen al mercado sobre las huellas repetitivas, habrá que encaminarse falta un vino. Necesariamente no sin progresos en casa y ocio
  • 86. 86 Cuaderno catarsis Al Descendiente Imposible redimir las culpas necesarias son heridas abiertas y sangrantes, desangrantes. El camino difícil en su extensión se suaviza en sus paisajes, llegará el momento de las comprensiones fluirán como la existencia, aún con sus tristezas, será posible que estas tornen desilusión y habrá que seguir al paso que permita el olvido aunque nunca, nunca dejar que se hagan estaciones. El olvido para eso sirve, para seguir adelante en las circunstancias más lamentables con poco equipaje será mejor irse a conocer otras cosas que hagan de uno alguien menos ingenuo, eso es necesario también, tanto como pedir perdón y un abrazo a la vuelta.
  • 87. 87 Transcripciones o reescrituras Entiendo ahora. Yo te culpé, y luego me sentí victimario, distante y ajeno nunca hay que escupir con la boca hacia el cielo es un acto ignorante y temerario, alevoso digno de ingenuos naturalmente jóvenes, de allí que el ejemplo de Jesús de Nazareth fue digno de su padre. Pido perdón con una gran pena quemándome el pecho y miro a lo lejos para ver si te encuentro aunque sepa que soy yo quien se ha ido tu no estás cerca pero llevo tus palabras en la memoria ha sido esencial haberlas escuchado. Al Ascendiente
  • 88. 88 Cuaderno catarsis Equivocarse ahora justo en este momento después habrá tiempo para pensar en lo que debió ser lo que fue nos enseñó que lo que debía ser es una ilusión
  • 89. 89 Transcripciones o reescrituras Qué es la pereza sino sus recriminaciones? preguntas, más de adentro que de fuera todo el tiempo que se acumula sobre la nada esa dedicación infértil de la mirada en lo lejano escuchar, de los ruidos tantos de la vida activa en la calle ese miedo por salir y de ponerse los zapatos antes.
  • 90. 90 Cuaderno catarsis Más allá de la mitad es un punto cómodo pero incierto; hay que seguir nadando para llegar a la otra orilla vendrán tantas otras pataleadas, cansancios por eso es que siempre siempre, hay que estar cambiando el es- tilo de nado, hacer del ejercicio una cuestión divertida sumergirse en lo profundo profundo y recorrer esa distancia que queda, ya es menos pero igual es una distancia. Además, queda mucha tierra firme por caminar allá habrá que dar muchos pasos, escribir otras historias. 11/nov/2013
  • 91. 91 Transcripciones o reescrituras Es difícil describirlo no soy Ricardo Miró ni Ruben Blades solamente puedo decir que patria es donde uno se siente bien a pesar de las tristezas de ayer las dificultades de hoy y las incertezas de mañana la patria es un suelo la patria es la gente la patria la va haciendo uno mismo la patria es una simbología que interiorizamos y que llevan dentro los valientes.
  • 92. 92 Cuaderno catarsis Allá arriba los vientos nos sacuden sus velocidades intentan e intentan tumbarnos nosotros no somos los mejores a veces nisiquiera limpios porque, de hecho, somos oportunistas y nos movemos en sus direcciones así es que permanecemos en la cima o planeamos, aprovechando las corrientes que nos empujan.
  • 93. 93 Transcripciones o reescrituras Mantenerse despierto y además, hay que cuidar del equilibrio los días no tienen pereza de pasar y sólo sucede que se ayudan de las vueltas del reloj hay procesos por cumplirse, sin embargo llegará el momento para ellos hoy el simple hecho de funcionar es un reto. 15/dic/2013
  • 94. 94 Cuaderno catarsis Conciencia: Hoy todo pasado condena, no en situaciones específicas no con cárceles o torturas físicas, mas es todo, la actitud diletante son remordimientos, acumulación de fugas irresponsabilidades ni todos los años, ni todo el tiempo por delante, ni todas las composturas; ni las disculpas, porque hoy es el preludio de mañana la única certeza es el camino virado, las piernas errantes.
  • 95. 95 Transcripciones o reescrituras Incerteza: Por algún lado habrá que irse y a veces nadie sabe por dónde. -o- Esa situación es verdaderamente desconcertante, un lugar común de extravíos, allí el miedo se vuelve fuerzas o muerte. -o- Cuando ya se anduvo en esas alturas bien por debajo de las expectativas, sólo queda entregarse al viento.
  • 96. 96 Cuaderno catarsis Lo humano es tan frágil, como la fuerza de las ideas. Inclusive una lágrima puede representar la felicidad sin embargo es un caso aislado; los objetivos —cuando menos eso se espera— deben cumplirse, las ideas no son suficientes, deben estar lo más cercano posible a sus consecuentes acciones o podrirse entre los lamentos posteriores del fracaso premeditado, la acumulación de todo el ocio, la palabrería dispuesta. Ni las ideas ni las palabras tienen fuerza por sí solas, deben estar acompañadas del ímpetu de las acciones comunes en las jornadas, o que el viento de las revoluciones se las lleve, que se cocinen solas sobre el fuego rojo de la utopía. La fragilidad de lo humano es una idea, la más relativa de todas.
  • 97. 97 Transcripciones o reescrituras En qué parte del camino la lluvia comenzó a caer? es difícil recordarlo ciertamente se ha prolongado días. -o- Este tiempo sirve para pensar en todo devolver la razón al invierno su gris impregnando todo la potencia refrescante de su frio. -o- Este verano sofocante dejó de parecer gracioso nunca fue agradable, el sol macabro quema, derrite todo, nos convierte en sudor. Una vez más agradezco toda agua que pueda caer del cielo.
  • 98. 98 Cuaderno catarsis Extraño la laguna mi hijo chapoteando la montaña imponente del Picacho las nubes del invierno una neblina espesa que tapa todo -o- Lo que más extraño, además de mi hijo chapoteando es la montaña del Picacho, las nubes del invierno, una neblina espesa que tapa la vista de la ciudad y que sea solamente todo eso, la laguna.
  • 99. 99 Transcripciones o reescrituras Satisfacción regular si acaso eso existe, como una noche sin insomnio o la sobriedad voluntaria y duradera. Es este el momento de detenerse, voltearse dar, una mirada al paisaje detrás de los edificios y sonreír. 5/feb/2014
  • 100. 100 Cuaderno catarsis Por momentos, es la brújula la que nos pierde.
  • 101. 101 Transcripciones o reescrituras La espera paciente, como si no hubiera ningún interés para que llegue algún tiempo específico, Cuántos quieren que llegue la muerte? O que llegue el día en que la amnesia se apropie de los mejores recuerdos, después de la conmoción trágica? Quién aguarda por la hora de todas las noticias funestas?
  • 102. 102 Cuaderno catarsis Recovecos, usualmente pienso en la palabra sus consecuencias indirectas, su concepto ambiguo o las interpretaciones erróneas, sobre todo las mías sobrevalorativas, arbitrarias, incoherentes. Recovecos, perdemos y encontramos Son entrada y salida, desconocidos o en el recuerdo, hoy fue el Morro dos Sargentos, podría ser Samaria o La Perla y así sucesivamente. Recovecos, este recorrido sagrado, en que respiro tierra Perros ladran, paisaje de Rio Gigante y sierra lejana El viento en la cara y una sensación de victoria sin remordimientos.
  • 103. 103 Epílogo La creación artística tiene su propiedad curativa, toda ac- ción encaminada en ese sentido es una experimentación sin perjuicios posibles, una posología sin efectos secundarios y en caso tal de que aparezcan, es prácticamente imposible que los síntomas causen tormentos a quien se atreva a encontrar algún sentido nuevo en ese remedio alternativo. En principio se enten- derá como una cursilería o un lugar común retórico, pero la vida puede cambiar después de hacer un dibujo, escribir una poesía o inventar una historia, porque en ese proceso aquella hiel del alma es descargada en los colores o en los versos, yo prefiero la prosa pero esta vez no me limité a ella y ahora considero que fue la más sabia de las decisiones, me hizo bien, preservó mi juicio y me divertí mucho. Algunas veces comencé a dibujar con rabia o con tristeza y al finalizar alcanzaba un estado de paz indescrip- tible, escribía alguna cosa junto al dibujo intentando interpretar la imagen o tratando de redibujar con letras y me sentía todavía mejor. Podría guardarme todo esto, poner el cuaderno en el librero y enorgullecerme en silencio además de evitarme las sanciones estéticas o/y morales en relación a este documento, sin embar- go el deseo de publicar este trabajo es demasiado grande, es un testimonio de agradecimiento al arte y su poder terapéutico. Joao Quiróz Govea 06, marzo, 2014 Porto Alegre, RS
  • 104. Esta obra terminó de editarse en marzo de 2014. La mejor manera de valorar una obra gratuita es difundiéndola. Apoye a los autores y artistas independientes.
  • 105. Cuaderno Catarsis << La idea del cuaderno era una simple catar- sis, porque llegó el momento en que las letras no eran suficientes para calmar el dolor, y así, quien se arriesgue a darle un vistazo, se enfren- tará a verdaderos experimentos contra los más viles sentimientos humanos incubados en una sociedad y cultura extraña a la propia, simbo- logías de la nostalgia.>> Joao Quiróz Govea. 1986, Panamá. Autor. mediocerrado.com