1. Desierto arábigo
El paisaje de dunas de arena caracteriza este desierto, que se
extiende por el este de Egipto. También es conocido como
desierto Oriental. Presenta un relieve que puede considerarse
como una prolongación del borde oriental del macizo de Etiopía,
y en las montañas costeras, que se alzan sobre el mar Rojo, se
encuentra el pico Shayib alBanat, que con sus 2.187 m constituye
una de las mayores altitudes del país. El clima es árido, con
temperaturas medias elevadas y una oscilación térmica diaria y
estacional muy amplia. Las precipitaciones son muy escasas y
limitan el desarrollo de la vegetación.
2. Uaxactún
La Reserva de la Biosfera Maya es
el área protegida más grande de
Guatemala. Ubicada en el
departamento de Petén, en la
región septentrional guatemalteca
de El Petén, alberga ruinas mayas
como los de Tikal, Uaxactún (en la
fotografía) y Piedras Negras
3. Estela de Quiriguá
El valle del Motagua se hace singular por la utilización
de sillares de traquita, la gran abundancia de
esculturas y la profusa decoración de los frisos. El
centro de esta región, Copán, fue la sede de varios
congresos de astronomía. El interés por esta ciencia
se refleja en una serie de monumentos y monolitos,
entre los que sobresale la monumental Escalera de los
Jeroglíficos, cuyos escalones están completamente
recubiertos de inscripciones. El otro centro es
Quiriguá, donde se desarrolló una escultura monolítica
de proporciones
4. Frescos de Bonampak
Algunas culturas prehispánicas, como es el caso
de los mayas, pintaban murales para representar
sus rituales y su historia. En 1946 se
descubrieron estos frescos de Bonampak (c.
790), conservados bajo una capa calcificada,
cerca del río Lacanhá, en el estado mexicano de
Chiapas. Esta pintura narra la historia de la última
dinastía de Bonampak.
5. Estatuilla de cerámica maya
Uno de los productos más
importantes de la economía maya
fue el maíz. Esta figura (c. 600-800)
representa el dios del preciado
cereal, con sus joyas y su tocado
característicos. La pieza era
originalmente polícroma, y su
sencillez formal caracteriza la
cerámica maya.