1. Proceso de cambio… ¿en qué sentido?
Basta con encender la televisión unrato para ser bombardeados por
propaganda oficialista que nos intenta convencer de la existencia de un
anhelado “proceso de cambio”. Basta con sintonizar por algunos minutos la
radio para tener otra gran porción de lo mismo. En los últimos años y de
manera progresiva, los bolivianos hemos sido protagonistas de una de las
revoluciones pacíficas más profundas que se han dado en el ámbito
latinoamericano en toda su historia de vida independiente, llegando al punto de
reconocerla actualmente como una gran alternativa o modelo a seguir por el
resto de los países. Pero es ahí donde radica lo cuestionable: hasta qué punto
se puede tomar como modelo a un paradigma político vigente en nuestro país
que, entre muchas de sus contradicciones y paradojas, destacan la progresiva
concentración del poder, el atropello al estado de derecho y el paulatino
aplacamiento de la libertad de expresión?
Sin duda, en la actualidad los bolivianos contemplamos, algunas veces con
indiferencia, otras con impotencia, y en el peor de los casos con resignación, la
merma que ha sufrido ese derecho inalienable que poseemos todos los seres
humanos, como lo es la libertad para expresar nuestros pensamientos,
opiniones o críticas al sistema que nos cobija. Una merma que viene reflejada a
través de las destituciones en los cargos, los procesos judiciales o las
persecuciones políticas a todos esos bolivianos que en el ejercicio de su
derecho a pensar diferente han sido considerados tóxicos para la “revolución”,
es decir para el “proceso de cambio”. Sin embargo y aunque resulte una ironía
de la Historia, es evidente que situaciones parecidas se han repetido una y otra
vez en el pasado; basta con recordar que las más importantes revoluciones de
la historia de la humanidad, en el peor de los casos han tomado la forma de
dictaduras o absolutismos que luego tuvieron que ser subsanadas por otras
revoluciones; sucedió en Francia con Robespierre, quien en nombre de la
Revolución de 1789 llevó a la guillotina a centenares de miles de franceses; en
Rusia, cuyo absolutismo stalinista condujo a la muerte a más de veinte millones
de personas; otro tanto ocurre hoy en día en China o Cuba, países en que si
bien la muerte física no es la principal protagonista, sí lo es el atropello a los
Derechos Humanos, el engaño comunista de que todos son iguales, sí, iguales,
pero todos bajo los pies de un único partido y gobernador todopoderosos.
Llegados a este punto, los bolivianos no podemos quedar indiferentes a tales
situaciones, más aún cuando vemos cómo el sistema actual en nuestro país
despliega sus relaciones internacionales, en las cuales brillan por su
camaradería países como Cuba, China o Rusia. “Dime con quién andas y te
diré quién eres” exclama un dicho popular; popular como tiene que ser la fuerza
que revierta esta penosa situación en la que ha desembocado este “proceso de
2. cambio” del MAS. Si bien es cierto que existe tal cambio, habrá que
preguntarse hacia dónde, en qué sentido. Y es en este punto en el que radica
el rol determinante que poseemos los comunicadores como instrumentos de
una necesaria contrarrevolución, que sostenga en una de sus manos a los
Derechos Humanos y en la otra el firme compromiso de hacerlos respetar.
Es hora de que nos sacudamos la indiferencia, la impotencia y sobre todo la
resignación, ya que ellas nos cubren a tal punto de que no nos podemos
reconocer como los ciudadanos libres que se han reivindicado en toda
revolución. Proceso de cambio?... sí!... pero sólo de nosotros dependerá qué
sentido le demos a ese proceso.