1. LA AJORCA DE ORO
Gustavo Adolfo Bécquer
Argumento:
-La historia se trata de una mujer llamada María, la cual deseaba más que
nada una ajorca que estaba en la muñeca de la Virgen del Sagrario. Su amado
Pedro, la ve llorar por esto y decide abandonar sus creencias y hacer todo lo
que puede por la mujer a la que ama locamente. Sin embargo, cuando intenta
robarla cierra los ojos porque tiene mucho miedo y al abrirlos encuentra a su
alrededor todas las estatuas del templo, hecho que le hace alcanzar la locura.
Ambiente:
-La historia transcurre en Toledo.
-Lugar donde hablan Pedro y María: En un mirador entre rocas, con montes
cercanos y un río con el agua corriendo.
-Lugar donde se encuentra la ajorca: En el altar de un templo en la muñeca de
la Virgen.
-Templo cuando Pedro va a robar: Lugar oscuro, tenebroso y sombrío, rodeado
de estatuas.
Personajes:
-Narrador à José Rodrigo Poquet Ramírez.
-Pedro Alonso de Orellana à David Candel Juan
-María Atúnez à Rebeca Vañó Sánchez
-Virgen del Sagrario à Eva Martínez Boluda
Conflictos:
-María desea la ajorca que tiene la Virgen pero no puede tenerla.
-Pedro quiere hacer feliz a María, ya que, siente un amor incondicional por ella
pero siente mucho respeto por la Virgen.
-Pedro entra al Santuario pero sus supersticiones no lo dejan llevar a cabo lo
que tenía planeado.
Temas:
-El amor
-La religión
2. -La locura
-La avaricia
Primer acto.
Escena 1.
• Lugar de desarrollo: Toledo
• Personajes: Narrador.
Narrador: (canción de fondo tranquila) -Ella era hermosa, hermosa con esa
hermosura que inspira el vértigo, y que, sin embargo, es sobrenatural. Él la
amaba; la amaba con ese amor que no conoce freno ni límite; amor que se
asemeja a la felicidad. Ella era caprichosa, caprichosa y extravagante, como
todas las mujeres del mundo; él era supersticioso y valiente, como todos los
hombres de su época. Ella se llamaba María Antúnez; él, Pedro Alonso de
Orellana. Los dos eran toledanos.
Escena 2.
• Lugar de desarrollo: A las orillas del río Tajo
• Protagonistas: Narrador, Pedro y María.
Pedro: (Pedro encuentra a María llorando y le pregunta) -¿Por qué lloras?
Narrador: Ella se enjugó los ojos, lo miró fijamente, arrojó un suspiro y volvió a
llorar. (María hace estos gestos)
Pedro: (cogiendo la mano de María repite la pregunta) -¿Por qué lloras?
María: -No me preguntes por qué lloro, pues ni yo sabré contestarte ni tú
comprenderme. Hay deseos que se ahogan en nuestra alma, sin que más que
un suspiro los revele.
Narrador: Cuando estas palabras expiraron, ella tornó a inclinar la frente y él a
reiterar sus preguntas. La hermosa, rompiendo al fin su obstinado silencio dijo
a su amante con voz sorda y entrecortada.
María: Tú lo quieres; es una locura que te hará reír; pero no importa; te lo diré.
(se oye el Salve Regina) Ayer estuve en el templo se celebraba la fiesta de la
Virgen. Los sacerdotes entonaban el Salve. Yo rezaba absorta en mis
pensamientos religiosos, cuando levanté la cabeza y mi vista se dirigió al altar.
Mis ojos se fijaron en la imagen; digo mal; se fijaron en un objeto que, no había
visto, un objeto que, llamaba sobre sí toda mi atención...(fin de la canción) (se
introduce música gloriosa) Aquel objeto era la ajorca de oro que tiene la Madre
de Dios en los brazos... Yo aparté la vista y torné a rezar... ¡Imposible! Mis ojos
se volvían al mismo punto. ( fin de la música) Salí del templo, pero vine a casa
con aquella idea fija en la imaginación. Me acosté para dormir; no pude... Al
3. amanecer se cerraron mis párpados, y, ¿lo creerás?, aún en el sueño veía
cruzar una mujer, que llevaba la joya de oro; una mujer que me miraba y se
reía mofándose de mí; parecía decirme mostrándome la joya. -¡Cómo brilla!-
¿La ves? Pues no es tuya, no lo será nunca, nunca... Desperté; pero con la
misma idea fija aquí, como ahora -¿Y qué?... ¿No te hace reír mi locura?
(Se introduce música)
Pedro: (oprimiendo el puño de su espada y con la cabeza levantada) dijo con
voz sorda:
-¿Qué Virgen tiene esa ajorca?
María: -La del Sagrario.
Pedro: -¡La del Sagrario! (aterrorizado) -. ¡La del Sagrario de la Catedral! ...
Narrador: -Y en sus facciones se retrató un instante el estado de su alma,
espantada de una idea.
Pedro: (enérgicamente y apasionadamente dicho) -¡Ah! ¿Por qué no la posee
otra Virgen? ¿Por qué no la tiene el arzobispo en su mitra, el rey en su corona
o el diablo entre sus garras? Yo se la arrancaría para ti, aunque me costase la
vida o la condenación. Pero a la Virgen del Sagrario, a nuestra Santa Patrona,
yo..., yo, que he nacido en Toledo, ¡imposible, imposible!
María: -¡Nunca! ¡Nunca!
Narrador: Pedro fijó una mirada estúpida en la corriente del río; quebrándose al
pie del mirador, entre las rocas sobre las que se asienta la ciudad imperial.
Escena 3.
(Cambio música)
Narrador: -¡La Catedral de Toledo! Figuraos un bosque de palmeras de granito
que al entrelazar sus ramas forman una bóveda magnífica, bajo la que se
guarece y vive, toda una creación de seres imaginarios y reales. Figuraos un
mundo de piedra, inmenso como el espíritu de nuestra religión, sombrío como
sus tradiciones, enigmático como sus parábolas, y todavía no tendréis una idea
remota de ese eterno monumento del entusiasmo y de la fe de nuestros
mayores. En su seno viven el silencio, la majestad y un santo honor que
defiende sus umbrales contra los pensamientos mundanos y las mezquinas. El
ateísmo debe curarse respirando su atmósfera de fe. Pero si imponente se
presenta la catedral a nuestros ojos a cualquier nunca produce una impresión
tan profunda como en los días en que despliega todas las galas de su pompa
religiosa, en que se cubre de oro y pedrería; sus gradas, de alfombras, y sus
pilares, de tapices. (Suenan campanas) entonces cuando flota en el aire una
nube de incienso, y las voces del coro y la armonía de los órganos y las
campanas de la torre estremecen el edificio entonces es cuando se
4. comprende, al sentirla, la tremenda majestad de Dios, que vive en él, y lo
anima con su soplo, y lo llena con el reflejo de su omnipotencia. El mismo día
en que tuvo lugar la escena que acabamos de referir se celebraba en la
catedral de Toledo el último de la magnífica octava de la Virgen.
(Cambio de la música)
Narrador: La fiesta religiosa había traído a ella una multitud inmensa de fieles;
pero ya ésta se había dispersado para cerrarse la capilla detrás del último
toledano, (se escuche el golpe de una puerta al cerrarse) cuando de entre las
sombras, y pálido como la estatua de la tumba en que se apoyó, (se oyen
pasos) se adelantó un hombre que vino deslizándose con el mayor sigilo hasta
la verja del crucero. Era Pedro. -¿Qué había pasado entre los dos amantes
para que se aprestara, a poner por obra una idea que sólo al concebirla había
erizado sus cabellos de horror? Nunca pudo saberse. Pero él estaba allí, para
llevar a cabo su criminal propósito (se oye una respiración rápida) En su
mirada inquieta, llevaba escrito su pensamiento. La catedral estaba
completamente sola y sumergida en un silencio profundo. No obstante, de
cuando en cuando se percibían como unos rumores confusos: chasquidos de
madera tal vez, o murmullos del viento, o, ¿quién sabe?, acaso ilusión de la
fantasía, que oye y ve lo que no existe; pero la verdad era que sonaban como
sollozos que se comprimen, como rumor de pasos que van y vienen sin cesar.
Pedro hizo un esfuerzo para seguir en su camino;(se continúan oyendo pasos)
llegó a la verja y siguió la primera grada de la capilla mayor. Alrededor de esta
capilla están las tumbas de los reyes, cuyas imágenes de piedra, con la mano
en la empuñadura de la espada, parecen velar noche y día por el santuario, a
cuya sombra descansan por toda una eternidad.
Pedro: (murmura e intentando caminar) - ¡Adelante!
Narrador: -Parecía que sus pies se habían clavado en el pavimento. Bajó los
ojos, y sus cabellos se erizaron de horror. Por un momento creyó que una
mano fría y descarnada lo sujetaba en aquel punto con una fuerza invencible.
Las moribundas lámparas, oscilaron a su vista, y oscilaron las estatuas de los
sepulcros y las imágenes del altar.
Pedro: (exclama) -¡Adelante!,
Narrador: Todo alrededor suyo se revestía de formas quiméricas y horribles;
todo era tinieblas, más imponente aún que la oscuridad. Sólo la Reina de los
cielos, suavemente iluminada por una lámpara de oro, parecía sonreír
tranquila, bondadosa y serena en medio de tanto horror. Sin embargo, aquella
sonrisa muda e inmóvil un instante concluyó por infundirle un temor más
profundo que el que hasta entonces había sentido.
Pedro (con los ojos cerrados extiende la mano y arranca la ajorca a la virgen)
(al mismo tiempo el narrador)
Narrador: (al mismo tiempo que Pedro hace la acción) Cerró los ojos para no
verla, extendió la mano, con un movimiento convulsivo, y le arrancó la ajorca,
5. piadosa ofrenda de un santo arzobispo, cuyo valor equivalía a una fortuna. Ya
la presea estaba en su poder; sus dedos crispados la oprimían con fuerza sólo
restaba huir, huir con ella; pero para esto era preciso abrir los ojos, y Pedro
tenía miedo de ver la imagen (música de fondo). Al fin abrió los ojos, tendió una
mirada, y un grito agudo se escapó de sus labios. La catedral estaba llena de
estatuas que, vestidas con luengos y no vistos ropajes, habían descendido de
sus huecos y lo miraban con sus ojos sin pupila.(pedro abre los ojos y da un
grito)
Narrador: Todo tipo de figuras a sus pies oficiaban, en presencia de los reyes,
los arzobispos de mármol que él había visto otras veces inmóviles.(se oyen
latidos) Ya no pudo resistir más. Las sienes le latieron con una violencia
espantosa; una nube de sangre oscureció sus pupilas; arrojó un grito
desgarrador y sobrehumano, y cayó desvanecido sobre el ara (cambiamos la
música)(pedro da un gran grito y cae al suelo)Cuando al otro día los
dependientes de la iglesia lo encontraron al pie del altar, tenía aún la ajorca de
oro entre sus manos, y al verlos aproximarse exclamó con una carcajada
Pedro: (exclama con una carcajada al ver acercarse a los dependientes)
-¡Suya, suya! La ajorca es para mi amada!
Narrador: -El infeliz estaba loco. (Fin de la música)