Mis aforismos

MIS AFORISMOS
Serie de sentencias o apotegmas, suerte de
ráfagas de pensamiento, registradas a lo
largo de la vida del autor.
Lácides Manuel Martínez Ávila
Barranquilla, octubre 2014

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EL AUTOR
LÁCIDES MANUEL MARTÍNEZ ÁVILA es Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Metropolitana de Barranquilla, donde después ejerciera, por más de dieciséis años, las cátedras de Humanismo y Expresión. Nació en la población de Saloa, corregimiento del municipio de Chimichagua, departamento del Cesar, Colombia, el 21 de noviembre de 1952. Llevado desde niño a Codazzi, otro municipio de su departamento natal, culminó sus estudios primarios en el Liceo Santander, y los secundarios en el Colegio Nacional Agustín Codazzi, de ese municipio, donde, según el rector, cuarenta años después, “ha sido el mejor estudiante de todos los tiempos de nuestra institución” (véase artículo “El Colegio Nacional, la universidad de mi vida”, del profesor Carlos De la Hoz Collazos, Revista Enfoque Cultural, año 11, número 19, noviembre 2008, página 16).
Se ha desempeñado como docente del magisterio en el departamento del Cesar, bibliotecario en la Cámara de Comercio de Barranquilla, Director del Centro de Documentación y Jefe de Archivo de Diario del Caribe, Jefe de Archivo de Expreso Brasilia, y directivo docente del magisterio del Atlántico en el Colegio Simón Bolívar de Puerto Colombia y en la institución educativa Nuestra Señora de las Misericordias, de Soledad, donde actualmente ejerce.
Casado con su coterránea Cipriana López Moreno, es padre de seis hijas, y reside desde hace más de veinte años en el municipio de Malambo, área metropolitana de Barranquilla.
Autor del libro “Diversidades filosóficas”, ha publicado numerosos artículos filosóficos y de diversa índole en periódicos nacionales, como el desaparecido Diario del Caribe, El Heraldo y La Libertad, de Barranquilla; El Tiempo, de Bogotá, y El Colombiano, de Medellín. Su tesis de grado se titula: “Apuntes para un intento de revalidación de la obra de José María Vargas Vila”. Aficionado también desde joven a la poesía, es autor de los poemarios, “Décimas del Poeta Saloero” y “Sonetos y otras rimas de arte mayor”.
El presente volumen recoge, bajo el título “Mis aforismos”, una serie de sentencias o apotegmas, suerte de ráfagas de pensamiento del autor registradas a lo largo de su vida, como producto de sus reflexiones y su incesante actividad cogitativa.
Alberto López Moreno

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MIS AFORISMOS
A diferencia de quienes sostienen la teoría de “vivir el momento”, yo prefiero hablar de vivir el propósito, porque los momentos pueden no depender de nosotros y conducirnos a la dispersión y la discontinuidad. Nuestros propósitos, en cambio, dependen de nuestra mente y nuestra voluntad.
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A Dios debemos darle gracias siempre: tanto si nos va bien como si nos va mal; si nos va bien, porque nos va bien; si nos va mal, porque no nos va peor.
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A Dios no hay que buscarlo por ningún interés, ni siquiera por el interés de la salvación; hay que buscarlo por un sentimiento de devota gratitud, pues a Él nos debemos por entero.
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A los relativistas de la moral --quienes, desdeñando la doctrina cristiana, se empeñan en preguntar que quién decide lo que es bueno y lo que es malo--, yo les respondería de una manera muy sencilla: la propia conciencia y el sentido común.
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A medida que avanzo por el camino de la filosofía, noto que la soledad me envuelve, apartándome incluso de muchos a quienes antes consideré hombres superiores, pues hoy sólo estimo como tales a aquellos que buscan con perseverancia la virtud y la sabiduría.
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A mí el paternalismo no me parece malo. Por el contrario, pienso que la humanidad marcharía mejor si cada uno de los hombres mirase a los demás como si fueran sus hijos.
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A mi juicio, la principal dificultad para que el proceso de paz en Colombia no haya prosperado, radica en que tanto el gobierno como la guerrilla tienen objetivos diferentes: el gobierno busca primordialmente acabar con el conflicto

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armado, mientras que la guerrilla busca acabar con las causas históricas que dieron origen a dicho conflicto, si ha de dársele crédito a lo que dice.
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A nadie debe forzársele jamás a hacer lo que no quiere.
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A veces pienso que Dios me trata con deferencia, pues no me concede ciertas cosas que deseo y que son por lo general de carácter sensualmente placentero. Si me las concediese, estoy seguro de que ello no contribuiría a mi elevación moral ni mucho menos a mi evolución espiritual.
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Acerca de las piedras enormes empotradas en lo alto de las pirámides de Egipto, opino que no fueron elevadas hasta allí, sino fabricadas en los respectivos sitios que ocupan.
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Al intentar solucionar cualquier problema en la vida, se debe aplicar el modelo matemático, esto es, seguir los siguientes pasos: planteamiento, análisis y operación. El primer paso consiste en una formulación escueta y simple del problema; el segundo, en un examen comparativo del pro y el contra de las soluciones posibles, y el tercero, en la elección de aquella solución en la que los pros prevalecen sobre los contras.
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Amar y servir a un prójimo malo, no significa amar y servir a la maldad.
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Ante la estupidez y la ignorancia conviene callar. No es saludable discutir con quien adolezca de esos dos defectos, o siquiera de uno de ellos, pues la discusión sólo es provechosa cuando se da entre personas inteligentes. Debemos, eso sí, escucharlas, pero sin entrar en discusión con ellas.
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Antes de mezclar los pensamientos ajenos con los propios, debemos probar la bondad de los primeros.
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Antes de proceder a adquirir conocimientos de orden técnico, el hombre debe procurarse una cierta formación filosófica.
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Antes de que existiesen los seres capaces de percibir el mundo --esto es, el hombre y los animales--, ¿para qué existían entonces la luz, las tinieblas, la belleza, los olores, los colores, el peso, en fin, las cualidades de las cosas, si no habían de ser percibidas por nadie? Esto conduce a deducir que debía existir, ya entonces, una mente o razón capaz de percibir el mundo, y ella no puede ser otra que Dios.
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Antes que pensar en lo que puede pasarnos o en lo que nos pueden hacer, pensemos en lo que nosotros mismos podemos y debemos hacer por nosotros.
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Aprecia y valora en los demás el bien que han hecho y no el que han dejado de hacer; en ti, por el contrario, mira más el bien que has dejado de hacer, que el que has hecho.
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Aprender a soportar impasiblemente las injusticias que se reciben es tarea demasiado difícil; pero, una vez que se ha logrado, se ha dado un importantísimo paso, camino a la perfección.
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Aprender a ver la vida en su dimensión metafísica, más que en su dimensión física: he ahí el camino que nos señala la filosofía.
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Aquel que no corresponde a quien le ama, sería justo que amase a quien no le corresponda.
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Aquel que no se esfuerza por estar cada día más cerca de Dios –esto es, en hacer a cada instante lo correcto y tratar de ser cada día un mejor ser humano— definitivamente ha venido a este mundo a perder su tiempo.
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Aquel que se declara ateo debería inventarse o imaginarse algo parecido a Dios, que le sirva de referente para procurar ser bueno y obrar bien.

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Aquel que se preocupa por cuidar su cuerpo, más que su alma, procede como quien, hallándose prisionero, se dedica más a cuidar su celda que a pensar en su libertad.
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Así como de las personas me interesa más lo que interiormente son que lo que exteriormente hacen, también del mundo me interesa más lo que esencialmente es que lo que en él sucede.
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Así como la materia, en sentido genérico, es la suma de todas las materias particulares de que se componen las distintas especies de seres sensibles, Dios es la suma de todas las ideas, tal como las entiende Platón, o de los universales, según la denominación aristotélica.
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Así como la temperatura de la atmósfera se iguala en las alturas, los hombres de más elevado pensamiento y de mayor cultura se asemejan y comprenden entre sí.
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Así como todo lo que proviene del diablo, aunque tenga apariencia de bueno, es malo, todo lo que proviene de los neoliberales, aunque parezca beneficioso, es perjudicial para el pueblo, pues, como dicen las Escrituras, “el árbol malo no puede dar frutos buenos”.
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Así como un institutor, para enseñar a los niños a resolver problemas matemáticos, lo hace mediante un método determinado (generalmente, el más simple y sencillo), y, luego que ellos comprenden las leyes que rigen la operación, quedan habilitados para buscar y ensayar nuevos métodos; así también Dios, a través de las distintas religiones, enseña a los seres humanos su plan de salvación de una manera determinada y específica en un principio, pero faculta a todos los fieles de cada iglesia para que ellos posteriormente vayan desentrañando y descubriendo nuevas formas y niveles más elevados de su perfecto plan.
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Así como un niño pequeño necesita de un corral infantil que lo preserve de las caídas mientras aprende a caminar, muchas personas necesitan de la religión para no desviarse del sendero espiritual mientras aprenden a sostenerse por sí solas en él. Tan pronto su crecimiento espiritual alcanza cierto grado de desarrollo, entonces ya no necesitarán de religión alguna.
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Atendiendo al carácter infinito del universo, es evidente que habrá otros astros o lugares tanto o más bellos que la tierra, los cuales el hombre jamás podrá conocer. Si ello es así, resultaría absurdo que no existiera una entidad racional capaz de percibir a la vez esos astros o lugares, por un lado, y nuestro planeta, por otro. La razón nos indica que esa entidad racional indudablemente tiene que existir, y no puede ser otra que Dios.
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Aunque parezca paradójico, a veces el conocimiento fortalece la ignorancia. Ello ocurre porque en nuestro mundo el conocimiento no siempre es conocimiento de la verdad, sino que lo es de la mentira. Y quien toma la mentira como verdad puede decirse que es más ignorante que aquel que nada sabe.
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Cada generación considera a su época superior, en todo sentido, a las anteriores. Pero tal superioridad sólo es evidente en los aspectos cronológico y tecnológico.
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Cada hombre es, en todos los sentidos, superior a muchos, pero a la vez inferior a otros tantos.
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Cada quien tiene su forma de ser inteligente, para bien o para mal.
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Cada vez me convenzo más de que nuestros gobernantes no están interesados en que comprendamos las cosas, sino en que nos enredemos más y más en tratar de comprenderlas.
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Comparto con Diógenes de Sínope la opinión de que no debemos pedir a Dios lo que nosotros tenemos por bueno, sino lo que verdaderamente lo sea. Es más: conceptúo que si no obstante Dios nos envía un mal, no debemos por ello dudar de su justicia, pues con toda seguridad se tratará de un mal aparente o de un mal que merecemos.
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Con base en el postulado de que lo más importante no es hacer las cosas bien, sino hacerlas, se puede igualmente sostener que lo importante no es expresar las cosas bien, sino expresarlas.
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Con brillantez reflexiona Agustín Garizábalo Almarales cuando antepone la fuerza del hecho a la fuerza del argumento.
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Con respecto a la concepción filosófica de Platón, pienso que si en el mundo sensible no existe ninguna cosa perfecta, tampoco podrá existir una que sea perfectamente imperfecta, y, en consecuencia, cada cosa tendría en el “cosmos noetós” no sólo la idea de su estado perfecto, sino también la de su estado imperfecto.
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Concibo la unión matrimonial no como la unión tangencial de las cuentas de un collar, sino como la fusión del espermatozoide con el óvulo durante el acto de la fecundación.
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Conocer la filosofía es condición favorable para llegar a ser filósofo, pero no se es filósofo con sólo conocer la filosofía, del mismo modo que no se es médico en tanto no se ejerzan los conocimientos de medicina que se tengan.
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Considerando la infinitud del espacio y del tiempo, he llegado a la siguiente conclusión: así como en la inmensidad del universo, la Tierra, el sistema solar e incluso la galaxia a la cual pertenece pasan a no ser más que pequeñísimos puntos que se pierden en la distancia, también la historia y la prehistoria se tornan, dentro de la eternidad, en fugaces instantes casi imperceptibles para alguna especie de nous o inteligencia superior que pudiera existir. Y esto induce

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a concluir que lo que aceptamos como principio u origen del mundo desde el punto de vista material –materia cósmica, átomo primitivo, nebulosa difusa, etc.— no es tal, pues antes pudieron haber existido mundos iguales o superiores al actual y que por alguna causa cósmica desaparecieron para volver al estado caótico primitivo, y así sucesivamente.
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Conviene ser no tanto intelectual como espiritual.
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Conviene sobremanera a cada hombre adquirir conciencia plena de su propia condición. Quien esto haga sabrá cuáles son sus reales posibilidades y limitaciones, lo que le permitirá no pretender aquellas cosas que no puede o no debe alcanzar.
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Conviene tener presente que los elementos integrantes de un todo, trátese o no de los contrarios, son cosas distintas entre sí, no obstante su necesaria unión.
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Craso error es el que cometen muchas mujeres cuando piensan que, por ser mujeres o por ser bonitas, todos los hombres han de tolerarles sus caprichos.
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Creo que a Dios lo tiene sin cuidado el que se crea o no en Él, y que lo que realmente le interesa es que se obre conforme a sus designios.
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Cuando un problema nos atormenta, lo que debemos hacer, no es olvidarnos de él, como proponen algunos, sino precisamente todo lo contrario: afrontarlo y meditarlo en busca de una posible solución.
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Cuando alguien da un nuevo paso hacia la perfección espiritual y desea realmente continuar, Dios lo ayuda a no retroceder, poniéndolo en evidencia o en ridículo cada vez que se salga del buen camino.
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Cuando alguien nos expone un punto de vista que no compartimos, en vez de contradecirlo debemos recibirlo como quien cortésmente recibe un obsequio que no necesita, para luego regalárselo a su vez a quien sí lo necesite.
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Cuando alguien va a emitir un juicio y antes de emitirlo hace la advertencia de que se trata tan sólo de su propio concepto u opinión, tal advertencia sobra, porque, adviértalo o no, siempre se tratará únicamente de su opinión.
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Cuando dos personas pelean, ambas tienen la culpa: la una por provocar, y la otra por no tolerar.
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Cuando dos personas pelean, arrastradas por la ira, ambas fallan, incluso la que tiene la razón.
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Cuando la honestidad y la dignidad son incompatibles, prefiero la primera a la segunda.
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Cuando la mujer es verdaderamente honesta, el hombre, por muy desconfiado que sea, aprende a confiar en ella.
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Cuando por desgracia estemos incurriendo en actos pecaminosos, es sumamente importante reconocer la maldad de los mismos, y no tratar, por el contrario, de justificarlos ni mucho menos creer que no son malos.
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Cuando se pierde la humildad, se pierde la grandeza.
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Cuando somos víctimas del infortunio, es porque, allá en la esotérica balanza de nuestro destino, o estamos pagando alguna deuda o haciendo alguna inversión

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para un futuro beneficio; mientras que, cuando la fortuna nos sonríe, o estamos consumiendo una ganancia obtenida, o contrayendo una deuda. Por tanto, no tenemos por qué afligirnos ante el infortunio; debemos, por el contrario, permanecer tranquilos cuando nos sobrevenga.
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Cuando tengas que reconvenir a alguien, hazlo de buenas maneras, y, una vez lo hayas hecho, trátalo con amabilidad y afecto. De ese modo, él entenderá que tu intención fue ayudarlo.
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Cuando tú le pides a Dios que te libre del mal, le estás pidiendo que te libre de los placeres mundanos; por tanto, no debes quejarte si te priva de los bienes adiáforos como la gloria y la riqueza, fuentes principales de tales placeres.
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Cuando uno está entre personas que saben, la mejor actitud es la de permanecer callado, escuchando, y hablar sólo si es para preguntar.
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Cuando uno poco deja oír su voz, se hace más interesante, porque, al hablar, llama la atención.
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De la Biblia únicamente acepto como palabra de Dios aquello que no vaya en contra de la sana razón o del buen juicio. Lo demás no me atrevo a atribuírselo a Él, pues temo incurrir en blasfemia o sacrilegio.
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De los filósofos presocráticos, fue sin duda Anaximandro el que mayor número de temas abordó: desde la famosa caída expiatoria hasta la evolución del hombre, pasando por la separación y eliminación de los contrarios, el estudio del mar y el ecumene, el descubrimiento de la opacidad de la luna y la concepción de la tierra como un cuerpo no plano.
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De nada nos sirve el conocimiento si no contribuye a la perfección de nuestro ser.

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De una cosa estoy seguro: Dios no me puso en este mundo para corregir a los demás, sino para corregirme a mí mismo.
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Debe de ser horrible estar uno imposibilitado para visitar por sus propios medios los lugares donde transcurrió su infancia, pues, aunque uno no los visite, el hecho de poder hacerlo cuando quiera, lo tranquiliza.
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Debe partirse siempre del supuesto de que los demás son bien intencionados para con uno, sin que ello quiera decir que debamos descartar la deslealtad.
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Debe tenerse bien claro que hacer el amor no es lo mismo que amar. El amor se hace por una necesidad corporal, mientras que se ama por una necesidad espiritual.
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Debemos mirar siempre las cosas reflexionando acerca de su causa primera y de su fin último. En esto consiste la vida teorética propuesta por muchos filósofos.
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Debemos procurar a toda hora mantener nuestro pensamiento puesto en Dios, sintiéndolo en nosotros y sintiéndonos en Él. Esto es primordial. Podemos, complementariamente, alabarlo e implorarle bendiciones; pero lo fundamental es lo primero.
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Debemos rechazar los convencionalismos sociales en la medida en que se opongan a nuestros ideales permanentes.
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Debemos siempre esperar el bien, pero estar preparados para recibir el mal.
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Definitivamente, no me interesan los triunfos en esta vida si por triunfos se entienden los éxitos materiales o sociales. El único triunfo que me interesa es el

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triunfo espiritual, es decir, la purificación del alma, para poder afrontar con buenas perspectivas mi estancia en el más allá.
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Desde la antigüedad, los conocimientos filosóficos fueron agrupados en tres grandes disciplinas: física, ética y lógica. La física estudia las cosas de la naturaleza; la ética, las cosas del hombre, y la lógica, las cosas del conocimiento. A partir de Aristóteles, surgió una nueva disciplina: la metafísica, que estudia las cosas inmateriales. Pues bien, yo prefiero nuevamente la agrupación tripartita, uniendo para ello la física con la metafísica bajo la denominación de “fisiontología”, y discurro así: la ética trata del bien y el mal; la lógica, de lo verdadero y lo falso, y la fisiontología, de lo material y lo inmaterial.
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Detrás de todo cambio hay siempre algo que permanece. Este algo permanente debe ser siempre el objeto de nuestro conocimiento.
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Dios participa, en igual medida, de lo material y de lo inmaterial.
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Dios, como ser autosuficiente, no requiere de la ayuda de nadie, pero sí podemos y debemos los hombres ayudar a la ejecución de su plan, que no es otro que nuestra propia salvación.
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Donde no hay sinceridad, no hay buena intención.
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El amor conyugal, una de cuyas bases originarias es el deleite carnal, debe ser elevado por los protagonistas, ya en la vida matrimonial, a un plano profundamente espiritual.
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El amor es el agua que hace germinar la semilla divina sembrada en el corazón de cada ser humano.
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El amor no es inmortal o eterno: se acaba si desaparecen las bases sobre las que se edificó, ya sean éstas de orden espiritual, ya de orden físico.

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El artista se muestra al mundo; el filósofo quiere que el mundo se le muestre.
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El aspirar a ser buenos profesionales es importante, pero lo es mucho más el aspirar a ser buenas personas.
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El bien es aquello que cada hombre, mediante reflexión solitaria --y libre lo mayormente posible de todo influjo social o religioso--, reconoce como bien, aunque por conveniencia mundana no esté dispuesto a practicarlo.
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El buen trabajador es aquel que, dando todo de sí, cumple a cabalidad sus funciones. Lo demás (relaciones humanas, compañerismo, espíritu de colaboración, etc.) es asunto de índole secundaria que poco o nada tiene qué ver con la idoneidad del trabajador.
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El cáncer no es una enfermedad tan grave como se cree: ataca sólo al cuerpo. Las peores enfermedades son aquellas que padece el alma, instigándola a la maldad.
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El conocimiento que el hombre puede obtener de las cosas es un conocimiento parcial, porque se circunscribe a la realidad actual de las mismas, sin contemplar ni su causa primera ni su causa final.
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El conocimiento que no contribuya a la virtud no es verdadero conocimiento.
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El día en que Dios me conceda todas las cosas que mi cuerpo desea, ese día me sentiré desprotegido por Él.
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El día en que todos los hombres se convenzan de que no por estar armado se es invencible ni invulnerable, se acabará la tendencia a tener o usar armas.
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El escritor no debe pretender lograr la perfección de sus obras, ya que, si tal cosa ocurriese, le estaría cerrando las puertas a la crítica, que en literatura, como en todos los campos, es siempre necesaria y conveniente.
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El estudio de los diferentes sistemas y escuelas de filosofía debe cesar tan pronto como se alcance la conformación de una propia y satisfactoria concepción de lo que existe, y, a partir de ella, deberá iniciarse entonces un proceso de reflexión, profundización y creación filosóficas. No hacerlo así, conducirá a la ociosa tarea de andar transitando de un sistema a otro sin parar y sin llegar a adquirir una identidad filosófica propia.
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El excesivo cuidado del cuerpo puede llevar al descuido del alma.
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El filósofo dirige su mirada hacia más allá de lo tangible.
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El filósofo es a los demás hombres como el hombre es a los animales.
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El hombre debe conducirse en el mundo como quien, hallándose extraviado en una selva, se empeña por sobre todas las cosas en encontrar un camino para salir de ella.
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El hombre debe tratar en todo momento de dominar las circunstancias y no dejarse absorber por ellas.
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El hombre es algo más que el fugaz instante llamado vida.
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El hombre es capaz de provocar luz donde hay oscuridad, y tinieblas donde hay luz, lo que puede hacerlo creer que es él el único agente de tales fenómenos, olvidándose de que existe una fuente superior de luz que es el Sol. Así también las distintas culturas establecen criterios propios para determinar la verdad, lo que suele hacer pensar, erróneamente, que ésta es relativa, pasando por alto que existe una fuente superior y absoluta de verdad, que es Dios.
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El hombre es una chispa divina recubierta y contaminada de materia.
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El hombre ha sido creado para que conozca hasta donde sus posibilidades de criatura mortal se lo permitan, y para que, a partir de ese limitado conocimiento, se capacite, mediante la perfección de su alma, para alcanzar un conocimiento superior.
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El hombre no debe aspirar a convertirse en un depósito de conocimientos, sino a ser un producto de ellos.
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El hombre que es más dado a pensar que a actuar, con sólo mover un dedo logra realizar mejores obras que aquel que suele más actuar que pensar, moviendo todo su cuerpo.
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El hombre, en su trabajo, debería ser como las máquinas: trabajar ininterrumpidamente durante toda su jornada laboral.
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El ignorante debe ver su ignorancia, así como en las tinieblas se ve la oscuridad.
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El matrimonio no es, como suelen pensar los jóvenes solteros, el fin dichoso de la vida, sino un nuevo medio de enfrentársele a ella.
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El matrimonio perfecto es aquel en el que los cónyuges, además de convivir, se complementan mutuamente.
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El mejor conjuro es el amor.
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El mejor de los mundos será aquel que sea gobernado por individuos que desprecien la gloria, los honores, el poder, las riquezas y los placeres sensuales.
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El movimiento existe tan sólo pasa las cosas particulares —nascentes y perecederas---. Convengo con los eleáticos en que el Ser (lo que existe, tomado en su conjunto) no se mueve. Veamos. Hay tres movimientos posibles: el que se refiere a un cambio de posición o de lugar; el que se refiere a un cambio de forma, y el que se refiere a un cambio de esencia. Las cosas particulares pueden experimentar cada uno de estos movimientos. Una tabla, por ejemplo, puede ser colocada en distintas posiciones o cambiada de lugar; hacerse más pequeña o más delgada, y transformarse en una silla o en una mesa. Pero el Ser no puede cambiar de posición ni trasladarse de un lugar a otro, pues, siendo infinito, ocupa todos los lugares; no puede cambiar de forma, porque lo infinito es informe, y tampoco puede cambiar de esencia, porque el único cambio que cabría imaginar en tal sentido sería el de transformarse en finito, lo cual es imposible. Guardadas las proporciones, el Ser puede compararse con el mar, cuyas olas son como las cosas nascentes y perecederas —continuamente inestables—, mientras él permanece sin presentar cambio alguno.
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El mundo es un organismo racional e infinito cuyo cuerpo es la materia, y cuya alma, Dios.
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El mundo existe objetivamente, pero es lo mismo que si existiese subjetivamente, pues cada hombre, al morir deja de percibirlo.
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El mundo sensible es como una prisión creada por Dios, donde purgan sus culpas las almas que han cometido alguna injusticia en el mundo supraceleste, de donde proceden.

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El mundo sensible es tan imperfecto, que pretender explicar las cosas divinas mediante ejemplos físicos me parece una irreverencia.
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El mundo sensible que habitamos es un mar de vicios, pasiones y defectos en el que nos hallamos sumergidos y en el que la mayoría de los hombres se siente a gusto. Sólo unos cuantos han logrado percatarse de que existe otra realidad, muy superior, y pugnan por alcanzarla mediante la práctica de la virtud.
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El no dejarse absorber por las circunstancias y no perder de vista el propósito que en todo momento guía nuestros actos, es en cierta forma una aplicación del principio eleático de no darles mayor o ningún crédito a los sentidos, sino a la razón.
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El objetivo general de todo trabajo debe ser el progreso espiritual.
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El pensamiento humano tiende a reducir los espacios temporales de la historia; de ahí que muchas veces le resulte difícil explicarse la excelsitud de algunas obras del pasado, olvidando la larga dedicación de sus autores.
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El peor enemigo de cada hombre, y contra el cual debe principalmente luchar, es la impureza de su propia alma.
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El primer paso para alcanzar el dominio de sí mismo es la renuncia a aquellas cosas placenteras que en nada contribuyen a la superación moral o espiritual.
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El protagonismo es una absurda tendencia a la que debemos anteponer el aporte de buenas ideas para la mejor forma de lograr los fines.

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El que no sabe, pero sabe que no sabe, sabe; en cambio, por lo general el que cree que sabe, no sabe.
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El saber de la antigüedad es algo así como un diccionario, que, por muy viejo que sea, podrán faltar en él nuevas palabras, pero difícilmente las definiciones que contiene dejarán de ser válidas.
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El sabio no toma demasiado en serio las cosas de este mundo sensible, porque sabe que no constituyen la realidad verdadera y definitiva.
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El saber mundano, o sea, aquel que es proporcionado por las disciplinas no filosóficas y que se adquiere a través de los sentidos, es como la moneda de un país, que de nada sirve, si no se cambia, cuando se está en otro; pues de la misma manera el saber mundano carece de validez en el mundo suprasensible, que es, a la postre, el mundo definitivo y verdadero.
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El talento no consiste sólo en producir buenas ideas, sino en aceptar las de otro.
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El terrorismo debe considerarse no sólo en sus efectos o manifestaciones, sino principalmente en sus causas.
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El terrorismo tiene un carácter relativo: todo acto terrorista lo será siempre y cuando aquellos que lo cometen no triunfen en sus propósitos políticos o ideológicos; pero, si llegan a triunfar, entonces ya sus actos, en vez de terroristas, pasarán a llamarse actos de guerra, de liberación o qué sé yo.
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El verdadero cristiano no es aquel que habla de Cristo, sino el que actúa como Cristo.
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El verdadero deseo de cambio en una persona se comprueba por lo que ella haga en aras de ese cambio.
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El verdadero filosofar consiste, antes que en transformar el mundo, como pretendía Marx, en transformarse a sí mismo con miras a la purificación espiritual.
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El verdadero servicio es el que se hace con sacrificio.
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En Colombia, hoy por hoy, el que sabe y demuestra que sabe, corre peligro; también lo corre el que no sabe, porque su ignorancia lo lleva a cometer imprudencias. Así las cosas, lo aconsejable es saber y aparentar que no se sabe.
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En Colombia, nada de lo que se llegue a lograr en materia de paz y seguridad ciudadana justificará el horrendo baño de sangre a que ha sido sometida la nación, donde se cometen con frecuencia crímenes espantosos, espeluznantes masacres y toda clase de crueles torturas.
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En el símil de Pitágoras que compara la vida humana con lo que ocurre en los juegos públicos, falta incluir una cuarta clase de individuos: aquellos que gozan, no con el espectáculo, sino con el escenario. Tal es el caso de las personas mundanas.
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En la medida en que nos compadezcamos de los seres inferiores, --esto es, los animales--, se compadecerán también de nosotros los seres superiores: las potestades divinas.
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En la vida conyugal debe existir una igualdad de comportamientos, que se puede dar de dos maneras: bien sea guardándole respeto y fidelidad cada cónyuge al otro, o bien no haciéndolo ninguno de los dos.
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En mi opinión, buscar a Dios no es otra cosa que renunciar al mal y procurar hacerse cada día más bueno; no consiste, como piensan algunos, en bautizarse en una iglesia determinada, porque, si así fuera, podrían suscitarse serias dudas acerca de la imparcialidad y la justicia divinas, lo cual es inconcebible.
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En muchos sentidos el cuerpo humano se halla en relación inversa con el alma. Es así como, del mismo modo que la piel oculta todo lo feo que hay en el cuerpo, la personalidad hace lo propio con todo lo bello y bueno que hay en el alma.
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En nuestra lucha por la superación espiritual, cuando creemos haber avanzado considerablemente y haber vencido ya determinadas pasiones, entonces Dios nos pone pruebas más difíciles, que, aunque no nos hagan retroceder, sí nos hacen caer en la cuenta de que nuestro avance no era tanto como creíamos.
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En nuestras relaciones con los demás, debemos estar siempre conscientes de que cada persona es, en cuanto a sus problemas y necesidades naturales, idéntica a nosotros.
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En nuestros diálogos con los demás, debemos tener como propósito, no el demostrar nuestro punto de vista, sino el aprender de ellos.
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En su sitio de trabajo, el hombre debe mostrarse en todo momento serio y callado, pero afable y cortés cuando se le aborde.
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En vez de una cultura general y superficial, es preferible tener una cultura particular y profunda.
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Entiendo la dialéctica como el proceso del conocimiento y de la existencia misma que va gradualmente de lo inferior a lo superior, esto es, de lo sensible a la racional y de lo racional a lo espiritual.
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Entre los investigadores científicos hay unos que son los encargados de viajar y explorar con el fin de recolectar muestras y evidencias (tal es el caso, por ejemplo de los buzos y los astronautas), y hay otros, en cambio, que son los que se dedican

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a analizar tales muestras y evidencias, comparando unas con otras, para extraer las conclusiones. De la misma manera, entre los hombres que se consagran al estudio en las fuentes bibliográficas, los hay quienes se aplican a sumergirse en las honduras de los textos y obras de los distintos autores, en tanto que otros se dedican a reunir los hallazgos de aquéllos, para estudiarlos y hacer las deducciones y síntesis generales.
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Envejece el cuerpo, no el alma; y las manifestaciones de debilidad mental que se presentan hacia el final de una larga vejez se deben a que el alma, a medida de que el cuerpo se deteriora, lo va abandonando, del mismo modo que el polluelo procede a abandonar el cascarón cuando por ley natural éste se rompe, haciendo que el huevo, como tal, deje de ser.
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Equivocación fatal comete quien, habiendo obrado injustamente, cree que, si no recibe por ello castigo en esta vida, ya no lo recibirá.
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Error grande es el que cometemos cuando orientamos nuestros afectos o preferencias únicamente hacia las personas que gozan de un elevado nivel, ya sea social, intelectual, cultural, físico, etc., olvidándonos de que todos los hombres no somos más que forzosos compañeros de viaje en esta extraña y gigantesca nave llamada mundo, cuyo rumbo, que es el nuestro, desconocemos.
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Es condición metodológica para un buen juicio el mantener ordenados nuestros conocimientos y estructurada la armazón de nuestro pensamiento.
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Es condición metodológica para un buen juicio el mantener ordenados nuestros conocimientos y estructurada la armazón de nuestro pensamiento.
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Es erróneo pensar que lo que es interesante para uno también lo es para los demás.
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Es imposible que todo sea materia y que nada exista más allá del mundo sensible, porque, si así fuera, no habría hombres, en distintas épocas y lugares, inclinados a admitir la existencia de un mundo inmaterial.

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Es más conveniente que lo traten bien a uno como consecuencia de la bondad que como consecuencia del amor, pues aquélla es perdurable, en cambio éste es perecedero.
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Es más cristiano quien se esfuerza en parecerse a Cristo que aquel que simplemente se limita a obedecer a pies juntillas los preceptos bíblicos.
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Es mejor que permanezca en la ignorancia aquel que es incapaz de refrenar su lengua.
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Es mi voluntad que cuando alguien visite mi hogar, se vaya con la certidumbre de que se puede vivir con humildad y sencillez, pero con dignidad y decoro.
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Es mil veces preferible ser engañado que engañar.
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Es mucho más importante comprender que exponer. No se puede hacer una buena exposición si no se ha comprendido bien; en cambio, se puede lograr una buena comprensión independientemente de que se exponga o no lo comprendido.
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Es obvio que lo inmaterial existe, porque, al existir la materia, tiene necesariamente que existir en algo, y ese algo tendrá que distinto de la materia, es decir, inmaterial. Ahora bien, si en el mundo material existen diversos seres, ¿por qué no habría de haberlos también en el mundo inmaterial?
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Es preferible mil veces morir que matar para vivir.
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Es preferible morir purificado que vivir en estado de impureza.
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Exijo a mis interlocutores que se atengan a lo que dicen mis palabras y no a lo que ellos piensen que quieren decir.
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Expresarse literariamente consiste en decir cosas de manera distinta de la vulgar, pero al mismo tiempo clara y sencilla como ésta.
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Filosofía es la actividad del intelecto orientada a la comprensión de lo más profundo y general de cuanto existe, integralmente considerado.
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Filósofo es aquel que, habiéndose dado cuenta de que su verdadero ser consiste en algo superior a su forma corpórea, y sabiendo, en consecuencia, cuál es el fin último del hombre, orienta su vida hacia el logro del mismo mediante la práctica de la virtud.
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Frente a los valores y normas sociales se pasa por tres etapas: una de aceptación, por ignorancia; una de rebeldía, por conocimiento, y una de tolerancia, por reflexión.
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Generalmente ocurre que quienes logran perdurable fama no son aquellos que se lo proponen, sino los que hacen mejor las cosas. De igual modo, los que mejores beneficios suelen obtener de la vida no son aquellos que se empeñan en alcanzar comodidades y bienes materiales, sino quienes obran con rectitud y justicia.
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Hacer sólo lo necesario: he ahí la consigna que debe guiar nuestros actos.
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Hay amistad cuando existe un mutuo espíritu tanto de sacrificio y solidaridad en la desgracia, como de complacencia y congratulación en la ventura.
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Hay autores que, amparándose en la libre interpretación, alteran los significados de las palabras, cuando en vez de ello deberían crear nuevas denominaciones para designar sus inventos semánticos.
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Hay cosas que en sí no son malas, pero preferirlas a otras mejores sí lo es.
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Hay elementos culturales que, habiendo surgido como una necesidad en un momento determinado, se convierten, con el correr del tiempo, en simples elementos de la moda.
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Hay gobernantes que piensan que sólo favoreciendo a los ricos se puede ayudar a los pobres. Tales son los gobernantes de mentalidad tecnocapitalista. Otros, en cambio –los de vocación social--, estiman, por el contrario, que sólo favoreciendo a los pobres se puede favorecer a los ricos.
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Hay males mucho más terribles que la miseria.
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Hay males que no golpean el cuerpo, sino el alma, y ésos son los más dolorosos.
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Hay muchas cosas de la vida terrena que yo no logro comprender, y atribuyo esta incomprensión a la naturaleza de mi propia alma, orientada más a lo espiritual y suprasensible que hacia las cosas terrenas.
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Hay mujeres que originariamente son buenas y nobles, hasta que conocen el placer sexual, que las corrompe. Por fortuna, éste no es el caso de todas las mujeres.
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Hay personas cuyo entendimiento se diluye en la infinitud de detalles circundantes, es decir, se limitan a recibir impresiones, sin racionalizarlas y sin extraer a partir de ellas conclusiones generales. Esas personas proceden, en tal caso, como seguramente lo haría un ser intermedio entre el animal y el hombre.

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Hay personas que comprenden y aprenden muy bien las cosas, con exhaustividad y detalle, pero al momento de transmitirlas quieren hacerlo tan rápido que no las reparan con detenimiento, como si quisieran dispararlas a semejanza de las armas de fuego, de tal suerte que dan la impresión de saber mucho menos de lo que en realidad saben.
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Hay personas que, por el hábito de hablar sobre asuntos cotidianos, tienen dificultad para hablar de asuntos trascendentales, y, a la inversa, hay otros que por el hábito de hablar sobre asuntos trascendentales, no sostienen con soltura una conversación sobre asuntos de la vida cotidiana.
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Hay quienes creen sin comprender, y luego creen comprender; mientras otros necesitan comprender para creer.
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Hay quienes opinan que, sea cual fuere la razón de nuestra existencia, estamos destinados a hacerle frente a ésta, y debemos, por tanto, dedicarnos a disfrutarla sin preocuparnos demasiado por establecer quién, por qué y para qué nos dio origen. Al respeto, yo pienso que quien así procede se comporta como el preso que, hallándose purgando una larga condena, se dedica a “disfrutar” de su cautiverio, en vez de intentar lograr, mediante una ejemplar conducta o cualquier lícito medio, la reducción de su pena.
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Hay quienes realiza su trabajo pensando en el reconocimiento, la figuración y aun en el espectáculo. Tales personas están proclives a incurrir en la mentira y el engaño cuando las cosas no les salen bien. Por el afán de presentar resultados y logros a la comunidad a que pertenecen, suelen ocultar sus fracasos y exhibir éxitos ficticios.
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Hay quienes utilizan el bien para hacer el mal.
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Hazte amar no por lo que hagas sino por lo que dejes de hacer.
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Hoy por hoy estoy mucho más interesado en seguir aprendiendo que en producir, porque considero que vale más lo que se sea que lo que se haga, y el ser es consecuencia del saber.
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Humanizar la guerra es imposible. La idea misma es una paradoja. Ninguna guerra es humana en el sentido moral de la palabra. Lo que sí se puede y debe humanizar son los estados y, más exactamente, sus políticas, tanto a nivel interno como externo, pues es en ellas donde tienen origen casi todas las guerras, si no todas. Las políticas estatales, de cualquier régimen que sea, son por lo general rígidas e inflexibles, especialmente para todo aquello que apunte a transformar la estructura del mismo Estado; pero, en cambio muestran cierta lenidad e indulgencia hacia lo que vaya a favor de los detentadores del gobierno o de sus simpatizantes. La historia y las leyes que rigen el devenir de las cosas nos muestran que todo va cambiando al paso de los tiempos. Por ello es inconcebible y contradictorio que los estados pretendan permanecer inamovibles e inmodificables. La misma palabra “Estado” va en contravía de la historia y de la dialéctica, pues nada permanece estático, como lo indicaron, hace veinticinco siglos, Heráclito y sus seguidores.
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Intentar hacer de los pensamientos una realidad, es un estadio del camino hacia Dios. Más adelante se llegará a una fase superior, en la que se procurará hacer de la realidad un pensamiento, porque Dios es pensamiento.
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Justo sería que cada persona significara para otra lo que ésta para aquélla. Así no habría decepciones ni desengaños amorosos.
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La abundancia de bienes materiales en la vida de una persona, siempre se convierte en una especie de humareda que le dificulta divisar la senda espiritual.
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La aceptación o el rechazo de Dios dependen, precisamente, del grado de proximidad a Él en que nos hallemos.
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La actividad sexual es un complemento de la vida matrimonial, no su fundamento.

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La ascensión espiritual acaece como la subida a una escalonada montaña, donde, después de cada trecho, se entra a un período de descanso, durante el cual se tiende a retroceder, y hay quienes en efecto sucumben; pero las voluntades más firmes logran sostenerse y se preparan para seguir escalando.
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La base de la sabiduría es la conciencia de la propia ignorancia.
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La clave de la virtud consiste en mantener viva, a cada instante, la idea de que Dios está siempre presente en el corazón propio y en el de cada una de las demás personas.
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La culpabilidad o responsabilidad del terrorismo no es sólo del que lo comete, sin también del que da motivos para que se cometa.
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La evolución espiritual del hombre hacia el mundo suprasensible se parece a la evolución material que se dice han sufrido algunas especies acuáticas hacia el mundo terrestre.
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La experimentación es a la ciencia como la ciencia es a la filosofía.
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La filosofía no debe bajarse al nivel de la cotidianidad: es la cotidianidad la que hay que elevar al nivel de la filosofía.
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La humanidad, equivocadamente, ha orientado su trabajo hacia el progreso y el bienestar materiales, cuando debería orientarlo al progreso espiritual.
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La igualdad de las capacidades y aptitudes de los hombres es una utopía, pues, así como entre éstos hay apreciables diferencias en el plano físico, debe también haberlas en el plano espiritual.
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La imagen que yo prefiero que los demás se formen de mí es la de un hombre intrascendente y común, porque de ese modo me puedo dedicar, con mayor tranquilidad, a ejercer una vida contemplativa o teorética, como lo proponían los filósofos de la antigüedad.
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La indescriptible alegría interior que nos proporciona el hecho de sentir y pensar que Dios está presente en nuestro corazón nos hace ver todas las demás cosas como secundarias, no con menosprecio, sino con comprensión, misericordia y aun con compasión si fuere necesario.
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La iniquidad de los medios anula la bondad de los fines.
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La inteligencia consiste en adoptar en cada momento la actitud debida.
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La inteligencia puesta al servicio del mal no es una verdadera inteligencia.
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La materia, para originarse, necesitó de Dios; en cambio, Dios, para existir, no necesita de la materia.
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La mejor enseñanza dada por Cristo la dio mediante el ejemplo de su propia vida; por consiguiente, el auténtico cristiano es aquel que, más allá de ceñirse al pie de la letra a las palabras atribuidas al Salvador, se esfuerza en parecerse a Él.
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La mejor información es aquella que se suministra escuetamente, sin recubrirla con rodeos ni comentarios.

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La metafísica es la actividad del pensamiento orientada a lo suprasensible.
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La misión del hombre en este mundo no es otra que padecer estoicamente y con resignación las penalidades que conlleva el estar inmerso en un cuerpo carnal, y, al mismo tiempo, tratar incesantemente de purificar su alma, orientando su conducta hacia la justicia y el bien en general.
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La muerte es como un río cuya orilla de este lado es el término del mundo material, y la del otro lado, el comienzo del mundo espiritual. Todos los hombres, al morir, nos sumergimos en las aguas de ese río, pero sólo alcanzan la otra orilla aquellos que hayan hecho, mediante la práctica de la virtud en esta vida presente, los méritos necesarios para tener acceso a las regiones celestiales. Aquellos que no hayan logrado tales méritos retornarán a este mundo de expiación, reencarnados en un cuerpo distinto y después de haber olvidado toda su vida anterior, a semejanza de lo que les ocurría a quienes bebían en el Leteo, de acuerdo con la mitología.
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La mujer colombiana físicamente ideal es aquella que tiene cara de cachaca y cuerpo de costeña.
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La mujer, al escoger marido, debe tener en cuenta sólo dos cosas: primera, que el pretendiente esté dotado de un alma buena, y, segunda, que demuestre amarla verdaderamente. Lo demás: dinero, títulos académicos, posición social, etc., son aspectos superfluos que debe pasar por alto.
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La necesidad de una obra puede desaparecer antes de la culminación de ésta. Por eso, y teniendo en cuenta que sólo se debe hacer aquello que es necesario, todo hombre, al realizar un acto, no debe perder de vista, en ningún momento, la razón de ser del mismo, sin perjuicio de la atención y la concentración que todo hecho requiere.
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La perfección de una cosa está en función del fin para el cual esa cosa fue creada.

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La preexistencia del alma respecto al cuerpo supone la existencia y funcionamiento do cuerpos humanos sin alma.
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La pregunta más importante que cada hombre debe hacerse es: ¿qué será lo que Dios espera de mí?
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La primera condición de la inteligencia es la elección del bien.
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La principal preocupación antes de emprender cualquier obra debe ser la de comenzarla bien, y, una vez se ha comenzado, la de terminarla bien.
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La relación de igualdad en el matrimonio puede darse, o porque cada cónyuge actúe según sus propios gustos, o porque actúe según los gustos del otro. Ahora bien, aunque lo ideal sería que en el matrimonio no existiese la diferencia de gustos que ambos casos implican, el primero de éstos se acepta cuando en la base del matrimonio prevalece el interés de tipo material, como el sexo o el factor económico, mientras que en el segundo caso la unión matrimonial descansa más que todo en lo moral o espiritual.
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La religión está comprendida dentro de la filosofía; más exactamente, dentro de la metafísica. Es, en la historia, la primera manifestación filosófica que tuvo el hombre.
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La satisfacción del triunfo sobre nuestros semejantes debe dar paso en nosotros a la satisfacción del triunfo sobre nuestras pasiones.
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La soberbia es la forma más degenerada de la ignorancia.
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La soberbia es una de las mayores fuentes de maldad y de injusticia.

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La suerte de un hombre en el más allá no depende tanto de una posible recompensa divina como de los actos realizados por aquél en la vida presente. Es, claramente hablando, una consecuencia lógica y automática de dichos actos.
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La teoría de “vivir el momento” tiene la desventaja de que aquel que la practica puede perderse en las contingencias y los detalles, retrasando, si no abandonando, la realización de los ideales propuestos.
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La teoría de Oparín acerca del origen de la vida no pasa de ser una mera explicación físico-química del asunto, pero no una explicación metafísica –es decir, del porqué y el para qué--, que es la que nuestro entendimiento reclama.
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La única lucha que el hombre debe librar en el campo de batalla de la vida, no es contra los demás, sino contra sí mismo, en procura de vencer las inclinaciones de su yo inferior.
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La vejez llega de un modo tan imperceptible que quien empieza a experimentarla suele creerse más joven de lo que es.
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La verdadera fe en Dios no consiste en creer que Él nos concederá lo que le pedimos, sino en creer que lo que Él nos dé será siempre lo mejor.
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La verdadera inteligencia comienza por la escogencia del bien.
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La verdadera paz sólo se alcanza cuando se le busca por amor al enemigo, y no únicamente por el hedonista deseo de vivir tranquilo y sin problemas.
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La vida es como un rato que se pasa en algún lugar.
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La vida humana es como una corrida de toros, en la que el toro es el hombre, y el torero, el destino.
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Las circunstancias históricas y geográficas son como un inmenso lodazal en el que el hombre se halla sumergido, de tal suerte que cuando éste emerge a la superficie intentando adquirir y comunicar la verdad, todo lo que al respecto logra suele aparecer embadurnado de ese lodo que todo lo distorsiona y ensombrece. Es tarea del filósofo evadirse de ese lodazal y limpiarse totalmente de él para que pueda alcanzar y transmitir el conocimiento verdadero, puro y universal.
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Las cosas del mundo sensible suelen recubrir el alma, de la misma manera que el polvo recubre los objetos de una casa abandonada. Cuando esto ocurre, el alma se halla proclive al vicio. Es tarea del filósofo despojarla de esa capa mundana si no ha logrado evitarla.
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Las disciplinas sub-filosóficas no hacen más que describir los fenómenos del mundo sensible, dentro de los límites del nacer y el perecer, mientras que la filosofía intenta establecer su causa y su fin suprasensibles.
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Las dos armas de acción masiva más poderosas que utilizan aquellos que pretenden adueñarse del mundo, expoliando a la humanidad, son la mentira y el engaño.
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Las enseñanzas religiosas son como los medicamentos, que, dependiendo del grado de avance de la enfermedad, se aplican en mayor o menor dosis.
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Las facilidades y las dificultades pasan, como pasan todas las cosas del devenir. Es insensato, por tanto, entusiasmarse o deprimirse demasiado ante las unas o las otras.
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Las mujeres son unas trampas de cazar pájaros, en las que el rostro es el señuelo, y el sexo, la entrada del encierro.
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Las oportunidades se deben a los méritos.
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Las palabras no determinan la realidad de las cosas; más aún: muchas veces ni siquiera existe una relación directa entre ésta y aquéllas, pues a menudo las palabras se refieren tan sólo a la apariencia de la realidad.
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Las palabras y acciones ofensivas de los demás, deben recibirse como se reciben las de un borracho o un loco, esto es, no tomándolas en cuenta, pues se sabe que no surgen de su verdadero ser, de su verdadero yo, sino de su externa personalidad, de su falso yo o yo inferior.
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Las personas afables inspiran más respeto que las avinagradas: éstas, si gozan de alguna autoridad, pueden inspirar temor, pero no respeto.
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Las personas verdaderamente espirituales, para atraer a otras hacia su senda, no necesitan hacer como los pájaros, que vuelan tras los insectos para atraparlos: son más bien como las flores, que, con la dulzura de su néctar, los atraen sin moverse de su sitio.
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Lo importante de la lectura no es que uno se aprenda lo que lee, sino que aprenda de lo que lee.
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Lo importante no es obrar bien, sino hacerlo por principio y no por conveniencia.
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Lo importante no es que yo recuerde y sea capaz de reproducir las cosas buenas que lea. Lo importante es que en mis actos, en mi pensamiento y en mi ser se reflejen esas cosas buenas.

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Lo más importante en una persona no es ni lo que tenga o adquiera, ni aun lo que haga o produzca, sino lo que moral y espiritualmente sea o llegue a ser, entendiendo por esto lo que sienta y piense.
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Lo primero de que debe convencerse un hombre al optar por el camino de la filosofía, es que la vida es un lapso muy breve y que debemos, por tal razón, aprovecharla al máximo, no en el hedonista sentido de gozarla, sino en el de dedicarnos, mientras vivamos, a averiguar la verdad, esto es, la causa y el fin de nuestra existencia y la del mundo en general.
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Lo primero y mejor que una persona debe hacer ante cualquier situación, es recordar que Dios está presente en su corazón.
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Lo que existe constituye un todo unitario compuesto de dos partes distintas y definidas, lo material y lo inmaterial, del mismo modo que la superficie terráquea se compone del mar y la ecumene. Con arreglo a esta comparación, lo material sería como la ecumene, y lo inmaterial, como el mar, pudiéndose comparar también, en ese caso, las almas humanas con las diversas fuentes hídricas que se hallan en la tierra.
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Lo que más le ruego a Dios es que me ayude a vencer las inclinaciones corporales y a encauzar mi alma por la senda del ascenso espiritual.
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Lo que se ve venir en Colombia, con relación al proceso de paz con la guerrilla, es un sometimiento de ésta al poder armado del Gobierno. No será un acuerdo de paz como lo quisiéramos quienes concebimos el quehacer político con un criterio sociohumanista; esto es, un acuerdo de paz sustentado en la justicia social y la solidaridad humana. Ha quedado demostrado, una vez más, que quienes detentan el poder económico y político no están dispuestos a sacrificar ni un ápice de sus riquezas para que se pueda lograr un acuerdo de esta naturaleza. Su interés se ha centrado exclusivamente en aquellos aspectos del proceso que más les convienen de manera inmediata, como el cese al fuego y el de los secuestros. Esta tendencia reafirma la existencia de un mal generalizado en nuestro país: el no abordar –bien por conveniencia o bien por temor— los hechos sustanciales, y,

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en cambio se suele fijar la mirada y el interés en asuntos colaterales o superfluos.
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Lo valioso no siempre se ve.
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Los actos de cada hombre deben estar determinados, no por lo que a él le guste, sino por lo que moral y espiritualmente le convenga.
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Los actos del hombre sólo le proporcionarán el éxito si cuentan con la previa aprobación de Dios.
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Los amoríos deben ser cosa de la gente joven únicamente. Un hombre de cuarenta años, por ejemplo, debe estar erótica y sentimentalmente definido. Ello le permitirá dejar a un lado los enamoramientos y aplicarse de lleno, en cambio, a la más importante de las actividades: el perfeccionamiento de su alma.
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Los comentadores filosóficos han convenido en asegurar que Tales de Mileto procedió a explicar el origen del mundo sin recurrir a fuerzas sobrenaturales; mas lo que Tales en realidad hizo fue explicar de qué estaba hecho el mundo —de agua, en si opinión—, lo cual no descarta la intervención de una potencia creadora, pues su actividad bien pudiera entenderse como una indagación acerca de la materia prima empleada por Dios.
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Los comunistas han hecho un diagnóstico correcto de la situación social en el mundo; pero han cometido el grave error de pretender hacer justicia por su propia mano, olvidándose de Dios, el verdadero juez del universo.
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Los datos suministrados por el sentido común, al margen de los convencionalismos sociales, son una verdad axiomática. Por ejemplo, el mundo tuvo que tener un Creador o, por lo menos, un Ordenador.

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Los distintos modos de pensar y de actuar que una persona adopta a lo largo de su vida, no son más que meros accidentes de su verdadera personalidad. Ésta, a su vez, es producto de circunstancias geográficas y cronológicas; por lo tanto, es también un accidente. ¿Un accidente de qué? De su verdadero ser: su Yo superior.
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Los dos principales cuidados que toda obra requiere son: primero, empezarla bien, y, segundo, terminarla mejor.
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Los hombres no son tripulantes, sino pasajeros de la nave del mundo. Sin embargo, muchos pretenden ser tripulantes, no sabiendo que cualquier logro que en tal sentido alcancen será algo aparente y nugatorio, pues sólo Dios es el timonel de dicha nave.
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Los hombres no son unos seres más de la naturaleza, sino unas pequeñas luces encargadas de iluminar localmente los distintos ámbitos de nuestro mundo, como expresión particular, sin duda, de la luz absoluta que es Dios.
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Los hombres viven, cada uno, sumergidos en su propio mundo, como aves cautivas en sus respectivas jaulas, desde donde pueden ver a los demás, pero sin compartir con ellos ese “conocimiento común” de que habla Heráclito. Desconocer esto nos conduce al error de pretender que los demás deben sentir y pensar como uno.
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Los logros de cada individuo en esta vida dependen de sus actos, pero su suerte en el más allá, de lo que interiormente sea.
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Los logros de cada individuo en esta vida dependen de sus actos, pero su suerte en el más allá, de lo que interiormente sea.
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Los llamados espantos o fantasmas suelen aparecer en la oscuridad, y se deben, precisamente, a que en la tiniebla no se ve lo que se oye, ni lo que se siente, de

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tal modo que se deja a la imaginación lo que hay detrás de cada ruido o movimiento.
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Los principales cambios que pueda emprender un hombre sobre su propia persona deben ser de orden espiritual, más que de orden físico.
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Los regímenes capitalistas en general, pero los neoliberales en particular, pretenden que se puede fomentar la práctica del bien entre los hombres mediante el estímulo del dinero. Ignoran o prefieren ignorar que el verdadero bien sólo es posible cuando emana del amor.
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Los religiosos creen, los científicos comprueban, los filósofos comprenden.
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Los seres humanos, con frecuencia, nos engañamos a nosotros mismos cuando nos sentimos atraídos por la belleza física de una persona del sexo opuesto, pues de inmediato, y la mayoría de las veces equivocadamente, optamos por atribuirle a ésta todas aquellas cualidades morales o espirituales que nos gustaría tuviera.
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Más deseable y más propio de la verdadera voluntad de Dios es la transformación del mal en bien, antes que su eliminación.
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Más que en hacer el bien a todos, la virtud consiste en no hacerle mal a nadie.
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Me temo que no anda errado el pensador y escritor Agustín Garizábalo cuando afirma que lo importante no es hacer las cosas perfectamente, sino hacerlas.
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Meliso de Samos advirtió la grieta abierta por Parménides en su concepción ontológica, e intentó cerrarla: intentó unir de nuevo lo material con lo inmaterial, aunque sin perder de vista que se trata de dos partes distintas de un todo unitario, el mundo.
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Mi desacuerdo con las religiones no radica en el mayor o menor grado de fe en Dios, sino en la manera de concebir el plan divino.
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Mi entendimiento se resiste a aceptar que una cosa corpórea no haya tenido principio.
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Mi máxima aspiración en este mundo no es alcanzar la felicidad, sino cumplirle a la Divinidad, y es en procura de tal fin que busco la sabiduría y la verdad.
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Mientras haya ricos dispuestos a sacrificar hasta su propia vida para conservar intactas sus riquezas, antes que compartir un poco de ellas, la paz no será más que una vana ilusión.
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Mientras la literatura pone a volar al hombre, la filosofía lo escora sobre la tierra.
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Mis aspiraciones no son de este mundo, como dijo Jesucristo de su reino: si mis aspiraciones fueran de este mundo, mis actividades buscarían el progreso material; pero mis aspiraciones no son de aquí.
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Muchas de las personas que aspiran a la superación espiritual, principalmente aquellas que pertenecen a sectas u organizaciones doctrinarias, creen que con sólo efectuar ciertas prácticas rituales en determinados momentos están emprendiendo el camino de ascenso o retorno hacia la Divinidad. Y esto es completamente erróneo, pues dicho camino sólo se emprende cambiando el propio modo de vida en aras de la virtud y la purificación del alma.
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Muchas personas hoy en día toman las actividades espirituales como un medio para alcanzar fines mundanos; debería ser a la inversa: cualquier actividad mundana debe estar al servicio de metas espirituales.
*

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Muchas personas suelen abogar por una actitud realista ante la vida, entendiendo por tal el atenerse tan sólo a las cosas del mundo sensible. Sin embargo, más realista es, a mi juicio, quien atiende al mundo inteligible, más que al sensible, dado que el primero, por su carácter imperecedero, posee existencia más real y definitiva que el segundo.
*
Muchas veces con el silencio se dicen más y mejores cosas que con las palabras.
*
Muchos creen en Dios porque existen los libros sagrados, como la Biblia, el Bhagavad Gita, el Taoteking, los Vedas, el Corán, etc. Respeto esa posición y no tengo nada que objetarles a esas personas. Pero yo, por mi parte, creo en Dios porque existe el mundo; es decir no tuve la necesidad de que algún texto sagrado me dijera que existe Dios para yo creer en Él. La certeza de su existencia me la ha proporcionado mi sana razón y nada más.
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Nadie es el mejor en todo; todos somos buenos para unas cosas, y regulares o malos para otras.
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Nadie es ni llega a ser el mejor ni el peor de todos, pues cada individuo es como el punto de una circunferencia, cuyo primer compañero de su izquierda es a la vez el último de su derecha, y el primero de su derecha, el último de su izquierda, y en idéntica relación se halla él con respecto a ellos.
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Ni la dureza es sinónimo de exigencia, ni la ternura sinónimo de lenidad.
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Ningún fenómeno podrá ser comprendido correcta y suficientemente si no se estudian y analizan las causas que lo producen.
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No busquemos el triunfo; simplemente, obremos bien y esperemos lo que por ello Dios decida otorgarnos.
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No busques nada; busca a Dios, y encontrarás todo.
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No consiste el verdadero ejercicio de la libertad en hacer uno siempre lo que quiere, sino en no hacer nunca lo que no quiere.
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No conviene vivir cada momento, cada situación, en forma inconexa, perdiendo de vista la totalidad y unidad de la propia existencia, la cual, conforme lo afirma el gnóstico Alberto López Moreno, es una especie de acto continuo, y como tal hay que concebirla.
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No conviene vivir cada momento, cada situación, en forma inconexa, perdiendo de vista la totalidad y unidad de la propia existencia, la cual, conforme lo afirma el gnóstico Alberto López Moreno, es una especie de acto continuo, y como tal hay que concebirla.
*
No creo que sea tarea de los seres humanos corregir las injusticias de este mundo. Ello generaría vilentos conflictos y encarnizadas batallas entre nosotros y nuestros semejantes. Y no creo que Dios nos haya traído al mundo para eso: para que nos matemos unos con otros. De lo que sí no me cabe la menor duda es de que estamos aquí para no cometer ninguna clase de injusticia.
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No es deber de cada hombre impedir ni castigar injusticias, sino no cometerlas.
*
No es seguro que el rumbo tomado por el hombre a partir de las ideas y realizaciones de sus antepasados sea el rumbo lógico y debido. Por tal razón, debemos estudiar e interpretar continuamente el pensamiento de nuestros antepasados desde sus orígenes y a lo largo de la historia.
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No hay cosa que desjerarquice y desacredite más a una persona que la incongruencia entre sus palabras y sus actos.
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No hay cosa que proporcione al hombre tanta seguridad, confianza y tranquilidad como el obrar siempre con bondad y justicia, tanto en público como en privado.
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No hay verdadero saber cuando no se cree en lo que se sabe.
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No imitemos a los demás en su progreso material; imitémolos en su progreso espiritual.
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No me explico cómo pudo hacer Tales de Mileto para predecir el eclipse de sol que dicen predijo, si consideraba, por un lado que la tierra es un disco flotante sobre el aguas, y, por otro lado, que las estrellas están clavadas en el firmamento.
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No sabría explicar por qué, pero algo me induce a creer que esta larga era de hedonismo y de apego hacia las riquezas materiales, que desde hace siglos vive la humanidad, algún día cesará para dar paso a una era de florecimiento espiritual.
*
No se logra ser verdadero filósofo si se pretende ser al mismo tiempo filósofo y literato.
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No son lo mismo el dinamismo y la desesperación. El primero es racional, ordenado y sujeto al control de la voluntad; la segunda, en cambio, es irracional, desordenada y ajena a todo control volitivo.
*
Nuestra suerte es el resultado de la suma de nuestros actos a través de todas las vidas anteriores, y no sólo el resultado inmediato de nuestros actos en la vida presente, a menos que, al momento de nacer, exista equilibrio entre nuestros méritos y nuestras culpas en la balanza esotérica de nuestro destino.
*
Nuestros actos, por muy buenos que sean, no nos proporcionan jamás directamente y por sí solos el resultado propuesto. Lo que nos atraen es la gracia divina para lograr dichos resultados.

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Nuestros padres, nuestros hijos, en fin, nuestros seres queridos no son, al fin y al cabo, más que compañeros de viaje en la nave del universo.
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Nunca digas nada hasta que no estés completamente seguro de tener la razón.
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Nunca me he juzgado ni como un filósofo ni como un hombre versado en filosofía, sino como obrero raso de esta disciplina.
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Oración: “Misericordioso Jehová, Padre Divino, ayúdanos a servirte”.
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Oración: “Misericordioso Jehová, Padre-madre Divino, hágase tu voluntad y ayúdanos a cumplirla”.
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Oración: “Padre-Madre Dios, ayúdame a permanecer centrado en lo Inalterable, a vivir siempre en el Espíritu, que eres Tú, y poder así mirar con indulgencia y compasión las cosas y fenómenos de este externo mundo cambiante”.
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Oración: “Padre-Madre Dios, bendito y alabado seas, Padre Eterno, principio y fin de todos los seres, origen y destino de todos nosotros. Hágase tu voluntad y ayúdanos a obrar conforme a ella. Me encomiendo a Ti en este día y para siempre, y me pongo en tus manos, bajo tus cuidados, protección y guía. Te encomiendo todos mis sentimientos, pensamientos, palabras y acciones. De la misma manera, Padre Amado, encomiendo a Ti y pongo en tus manos, bajo tus cuidados, protección y guía a mi esposa, a mis hijas, a mis nietos y nietas, a mis hermanos y hermanas, en fin, Dios mío, a todos mis familiares y parientes carnales y políticos, a todos los seres humanos y a todos los seres en general. Y te encomiendo todos sus sentimientos, pensamientos, palabras y acciones. Te pido perdón por las faltas y pecados que hemos cometido; te doy gracias por todo lo que nos has concedido, y, al mismo tiempo, te suplico bendecirnos, cuidarnos, guiarnos, fortalecernos y sanarnos. De manera especial, te suplico sanar a… (se nombran las personas). Te lo suplico, Padre, en el nombre y por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo. Amén”.
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Oración: “Padre-Madre Dios, cuídanos y guíanos”.
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Oración: “Padre-Madre Dios, misericordioso Jehová en Cristo Jesús, hágase tu voluntad y ayúdanos a cumplirla. Ayúdanos a servirte, ¡oh Padre-Madre bondadoso! Si es tu voluntad, ayuda a todos aquellos seres que están apartados del bien y de la virtud a encontrar el buen camino, el camino recto, espiritual que habrá de conducirlos hacia Ti, ¡oh Padre-Madre misericordioso!, y haz que los sentimientos, pensamientos, palabras y acciones de todos y cada uno de los seres que pueblan el universo sean cada vez más justos, correctos, rectos, honestos, sabios, puros, santos y nobles, para que cada día seamos personas más buenas y virtuosas, y podamos evolucionar más expeditamente hacia nuestra autorrealización espiritual. En el nombre y por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, en el nombre del Padre, de la Madre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
*
Para comprender mejor un juicio, no debemos quedarnos en su mera construcción lógico-lingüística, sino depositarlo imaginariamente en el plano de la realidad.
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Para los blancos, la gente de color son los negros, y para los negros, los blancos.
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Para optar a la sabiduría, hay que vivir la vida con seriedad, esto es, sin ninguna clase de fantasías, y partiendo en todo momento de la sinceridad consigo mismo.
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Para ser pacientes, más que agentes, hemos venido los hombres a este mundo sensible, tal como les sucede a los reclusos de una cárcel.
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Para ser un auténtico filósofo, es preciso aceptar la dimensión inmaterial de la realidad.
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Parménides distinguió otra dimensión de la realidad: la parte inmaterial (objeto, desde entonces, de la metafísica). Pero cayó en el error de quedarse en lo que descubrió, olvidándose de la parte material, hasta el punto de negar la realidad sensible al considerarla mera apariencia.

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Pasar trabajos y sufrir es inmanente a lo seres carnales.
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Páseme lo que me pase, debo intentar, por amor a Dios, permanecer sereno en todo momento.
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Pásenos lo que nos pase, no debemos jamás dejar de tener fe y esperanza en Dios de que al final todo saldrá bien, no desde el punto de vista nuestro, sino desde el punto de vista de Dios.
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Paso grande hacia la sabiduría es el que se da cuando se depone el orgullo, la vanidad y la soberbia.
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Pese al orden y a la simetría que tiene el universo, hay en él una cierta monotonía, pues, siendo infinito, debería a menudo, y sobre todo de noche, apreciarse en el firmamento fenómenos novedosos, y no es así.
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Pienso que para practicar la filosofía del amor al prójimo, planteada por primera vez, al parecer, por Epicteto, es conveniente practicar primero la filosofía del dominio de sí mismo, propuesta por Zenón de Citio.
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Pienso que yo también quizás hubiera logrado escalar, como otros, algunos peldaños sociales si mi interés estuviese centrado en los asuntos materiales y no en la ascensión espiritual hacia las regiones divinas.
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Pienso que, después de los tiempos mesiánicos, vendrá una nueva Creación en la que los redimidos del mundo actual serán los nuevos ángeles, y los irredentos volverán al reino mineral para iniciar de nuevo su evolución hacia el reino humano.

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Planificar es importante, pero más lo es el prepararse para las contingencias.
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Poeta es el que dice de la realidad cosas de apariencia bella, aunque sean vacías de contenido.
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Por lo general, las cosas que agradan al cuerpo no convienen al alma.
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Por mucho que creamos saber, siempre será infinitamente mayor lo que ignoramos, del mismo modo que es infinitamente mayor el número de estrellas no observables que el de las que podemos ver.
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Porque las dimensiones del universo son infinitas, también lo son sus fuerzas; de donde se deduce que, así como, por ejemplo, la resistencia ofrecida por un guijarro a una hormiga no significa nada para nuestro brazo, la resistencia que pudiera ofrecernos la Tierra al intentar moverla, nada significa para las fuerzas cósmicas, al frente de las cuales se encuentra Dios.
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Prefiero mil veces que alguien sea injusto conmigo a que yo lo sea con él.
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Prefiero que crean que sé menos de lo que realmente sé, a que crean que sé más.
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Prefiero saber poco pero de modo profundo, que mucho pero superficialmente.
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Presuntuoso antropocentrismo es el considerar que, siendo el universo infinito, sea nuestro planeta el único cuerpo celeste poblado por seres civilizadamente desarrollados como el hombre.
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Procura que en ti la satisfacción de cumplir con tus deberes sea siempre mayor que la insatisfacción de que otro no cumpla con los suyos.
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Procuremos ver siempre, detrás de la aparente capa de maldad que puedan mostrar algunas personas, su verdadera esencia de bondad, de origen y carácter divinos. En lo posible, no nos fijemos, para nada, en la primera, y centremos nuestra atención en la segunda, como cuando tratamos de sintonizar con nitidez en un radiorreceptor la señal de una emisora determinada, en cuyo caso no nos fijamos en las demás. Si así lo hacemos, seremos más amorosos, pacientes, tolerantes y compasivos con todas las demás personas.
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Puede decirse que se ha alcanzado el dominio de sí mismo cuando, sin experimentar placer o dolor, se es capaz de realizar aquellas cosas placenteras o dolorosas, pero que son, sin embargo, convenientes.
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Que el malo actúe mal es normal; pero que lo haga el bueno, no es ni normal ni correcto.
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Quien crea haber desterrado de su personalidad muchos defectos debe no obstante preguntarse si cuando va viajando y se sienta a su lado una mujer bonita, no experimenta una sensación de carácter voluptuoso; si cuando en la tienda o el almacén le dan un vuelto superior al que le corresponde, no opta por quedárselo y guardar silencio, o si cuando van a televisar una confrontación deportiva en la que ha de participar su equipo o deportista favorito, no prefiere sentarse a verla, sacrificando así un tiempo que bien pudiera utilizar con mayor provecho… Todas estas inclinaciones hacen parte de la miríada de defectos que suelen plagar la personalidad humana.
*
Quien decida vincularse a la subversión o al paramilitarismo debería, en primer lugar, desvincularse de su familia.
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Quien obra bien, debe esperar siempre el bien, no importa que no le llegue, pues si no lo recibe en esta vida su ser aparente, que es su forma corpórea, lo recibirá después su ser verdadero, que es su alma.

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Quien oculta su ignorancia a los ojos de los demás merece seguirla poseyendo.
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Quien quiera producir algo verdaderamente provechoso debe, ante todo, despojarse del propósito de aparecer como persona que sabe, y reemplazarlo por el de comunicar sus conocimientos.
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Quienes consideran que el tuteo es una cierta forma de irrespeto deberían considerarlo también así al momento de dirigirse a Dios y a la Virgen María, incluso cuando vayan a rezar el Padrenuestro y el Avemaría, pues no hay duda de que aquellos dos Grandes Seres merecen mayor respeto que todas las cosas.
*
Repruebo el juicio despectivo de Aristóteles acerca de la doctrina de Meliso, y repruebo también el de la crítica filosófica sobre el mismo filósofo a lo largo de la historia. Aristóteles tilda la doctrina de Meliso –junto con la de Jenófanes—de grosera, y la crítica filosófica, por su parte, conceptúa que Meliso fue un representante decadente de la escuela eleática. Tanto el uno como la otra razonan a la luz de la lamentable escisión –-tenida también por duplicación—del mundo efectuada por Platón e iniciada por Parménides, con antecedencia del mismo Jenófanes. Digo lamentablemente, porque a partir de dicha escisión se dividió asimismo, erróneamente, la filosofía en materialista e idealista.
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Saber consiste no tanto en poseer conocimientos como en obrar con base en ellos.
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Se piensa mejor cuando no se habla, porque se pueden revisar y corregir las ideas con mayor cabalidad y solvencia.
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Se puede afirmar del tiempo lo que afirma Parménides del Ser: que es uno, lleno e inmóvil.
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Ser bueno con el bueno es fácil; lo difícil y, por tanto, más meritorio, es ser bueno con el malo.
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Ser bueno consiste, más que en hacer el bien, en no hacer el mal.
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Ser un ser humano es un accidente de nuestro verdadero ser.
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Servir a Dios consiste en servir a los demás: sólo sirviendo a los demás, se sirve a Dios, pues el propósito divino es la salvación de toda la humanidad.
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Si a la filosofía se le quita la metafísica, queda como un carruaje sin cochero o como un ejército sin comandante.
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Si actúas como es debido y, a pesar de ello, hay quienes reciben mejor trato que tú, no imites a éstos, sea cual fuere su comportamiento. Sigue actuando como es debido.
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Si alguien argumentara que si todos los hombres fueran filósofos el mundo no presentaría el progreso tecnológico y material que hoy presenta, habría que replicarle que ciertamente tal vez fuera así, pero que tendría el mundo en cambio una ganancia de índole superior: sería preservada la naturaleza y sus recursos, al tiempo que habría una más justa distribución de éstos.
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Si alguno pudiera contemplar desde las alturas todos y cada uno de los actos de la humanidad, se daría cuenta de cuán viles e irracionales suelen ser éstos: los hombres, por lo general, se dedican, unos, a los deleites carnales; otros, a la acumulación u obtención de riquezas, y los restantes, al logro de la gloria o el poder; empeños todos tan vanos como absurdos.
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Si amamos lo que Dios nos da, Él nos dará cosas mejores.
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Si la vida fuera un hecho del azar y sin un fin distinto al de su mera existencia, resultaría una inconcebible casualidad el que, siendo la Tierra un lugar tan grande y, habiendo en ella tanta gente, mis padres –en el caso mío— hayan coincidido para darme origen a mí, sin cuya “coincidencia” yo jamás habría existido.

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Si no convences con tus hechos, no trates de hacerlo con palabras; de lograrlo, sería un engaño.
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Siempre estamos aprendiendo de los demás, incluso cuando nos mienten.
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Siempre será mucho mejor convencer que vencer.
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Siendo el alma preexistente y sobreviviente al cuerpo, debería estar dotada de memoria para recordar toda su existencia desde su origen.
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Sin humildad no hay verdadera grandeza.
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Sobre nuestros deudores, estimo que lo mejor no es que nos paguen, sino que no necesitemos lo que nos deben.
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Sólo en caso necesario se debe intentar ser el primero. Mientras tanto, es conveniente permanecer en una ubicación intermedia, algo parecido a lo que hace un ciclista prudente en la primera etapa de una carrera.
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Soy pobre y me gusta serlo, pero un pobre independiente, no alineado, no adscrito a ninguna colectividad política, social o económica.
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Tal como se ofrece a mi conciencia mi propio ser, así debo mostrárselo a los demás.
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Tengo amigos que aseguran haber aprendido bastante de mí; pero yo, en cambio, creo haber aprendido mucho más de ellos.

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*
Tengo el convencimiento de que el final del plan divino no puede ser la desarmonía, sino el restablecimiento de la inicial armonía ideada, establecida y deseada por Dios. Por eso creo, con los teósofos, que al final todos los seres, sin excepción, alcanzarán la salvación o reabsorción en la Divinidad, luego de haber purgado, mediante la ley del karma y a lo largo de varias vidas o encarnaciones, todas las culpas que hayan contraído.
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Tengo por cierto que la mejor forma de meditar y entrar en conexión con Dios es la que se centra en el corazón como morada del Eterno. Allí podemos imaginarnos a Dios como una luz resplandeciente, y al corazón como una especie de motobomba que, así como en el plano físico bombea la sangre hacia todo el cuerpo, en el espiritual impulsa esta luz divina hacia todas las partes del ser humano, especialmente hacia la mente, llenándola de claridad y lucidez. También podemos imaginarnos el corazón como un cargador de celular que, durante la meditación, se conecta a la corriente divina y carga o llena de fuerza espiritual la mente humana, la cual, en este símil, vendría a ser el celular.
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Tengo por hombre sabio no a aquel que posee gran ilustración, sino al que pone lo que sabe al servicio de la virtud.
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Tengo por palabra de Dios todo mensaje que predique el bien, esté o no en la Biblia; y no sé por qué, pero algo me hace sospechar que no todo lo que está en la Biblia es palabra de Dios.
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Toda adversidad, toda situación difícil, pasa tarde o temprano, y si no pasa, uno se acostumbra a ella. En ambos casos me parece insensato afligirse demasiado ante su presencia.
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Todo hombre, por ser criatura racional, está en el deber de detenerse alguna vez en su vida y lanzar una mirada hacia atrás par intentar averiguar quién lo depositó en este mundo, y para qué.
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Todo individuo debería estar en capacidad de percatarse cuándo ha sido abandonado por la serenidad de ánimo. Y, asimismo, debería saber que las decisiones y comportamientos que se asuman en ese estado suelen conducir a la injusticia y al error. Si es consciente de esto, el individuo podrá siempre esperar, en silencio y reposo, que la calma retorne a su ánimo para decidir y obrar.
*
Todo lo que es iba a ser, incluso el resultado del libre albedrío; y, dado que Dios, como ser omnisapiente, sabe de antemano lo que va a ser, se deduce de esto que el libre albedrío no existe, pues lo que se sabe de antemano no es ya un acto plenamente libre.
*
Todo lo que se haga con la sincera intención de honrar a Dios merece el más profundo respeto, provenga de donde provenga y aunque no se comparta.
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Todo mal proviene de la ignorancia.
*
Todo no puede ser materia, porque si se aceptara tal cosa, habría que admitir en aquélla el atributo de la inteligencia para poder entender el orden cósmico; y he aquí que la inteligencia no es ni puede ser jamás material, aunque la encontremos unida a la materia.
*
Todo peligro por el cual se pase se debe olvidar inmediatamente, sin darle mayor importancia, por grande que sea, pues no será más que una peripecia propia y natural de la vida humana.
*
Todo trabajo que no contribuya, directa o indirectamente, al avance espiritual, debe desecharse.
*
Un hombre malo no debe ser tenido como un agente del mal, sino como una víctima de él. En consecuencia, no merece nuestro odio, sino nuestra compasión. Es al mal y no al malhechor al que hay que rechazar. Sólo quien es capaz de hacer esto ha alcanzado la verdadera condición de hombre virtuoso.

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*
Un mal inferido al cuerpo es un mal aparente. Los verdaderos males son aquellos que sufre el alma, y éstos son ocasionados, no por causas externas, sino por las injusticias que uno mismo comete.
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Un verdadero educador jamás se alegrará del fracaso de su estudiante; por dos razones: primera, porque no es humano, no es cristiano ni mucho menos ético, y, segunda, porque el fracaso del estudiante es también (y quizás moralmente en mayor medida) fracaso del profesor.
*
Una buena mujer interpreta como órdenes las opiniones de su marido, así como un buen hijo hace lo propio con las de sus padres.
*
Una cosa es perfecta cuando es lo que debe ser.
*
Una de mis tempranas inquietudes, hoy aún latente, es la de comprender por qué tuve que existir yo, precisamente yo, cuando, dada la infinitud del universo, era mucho más probable que no existiese, pues ¿cuántas cosas no habrá a las que les ha sido vedad la existencia? No me refiero tanto a mi parte material, como a mi naturaleza racional y pensante, a mi facultad de percibir el mundo. ¿Por qué existo, si el mundo bien podría seguir existiendo sin mí? ¿Cuál es la necesidad de haber venido yo al mundo? Porque debió ser, sin duda, en virtud de una necesidad que desconozco, pero que me resulta, además, incomprensible teniendo en cuenta que, si bien el universo es ilimitado, los seres particulares y concretos deben darse, por el contrario, en un número limitado y, por tanto, pequeñísimo, con respecto a aquél. No comprendo, pues, por qué tengo que existir yo, precisamente, yo, cuestión que seguramente se plantea y debe plantearse cada hombre con respecto a sí propio.
*
Una verdad muy obvia, pero que a veces olvidamos, es la de que la salvación depende únicamente de los actos propios y no de los ajenos.
*
Una vez la Razón Divina hubo creado la materia, ésta trató de recubrir a Aquélla, lográndolo parcialmente. Pero la Razón Divina, todopoderosa e

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incorruptible, se sacudió librándose de esa capa material envolvente. Ésta, sin embargo, arrastró consigo numerosas partículas divinas que había alcanzado a contaminar, las cuales dieron origen a hombres y animales.
*
Vale más ser esclavo de los deberes que de los derechos.
*
Vencer el vicio es de hombres valientes; evitarlo es de sabios.
*
Vivir bien no es vivir con comodidades, sino con arreglo a la justicia, la virtud y la sabiduría. En esto mismo consiste el ser persona de bien.
*
Yo considero que la misericordia divina es tan grande, tan infinita, que si el mismo Diablo llegare a arrepentirse de todos los males que ha hecho, Dios lo perdonaría.
*
Yo no nací para mandar a nadie, sino para obedecer a Dios.
*
Yo suelo preguntarme cuál fe es más grande: si la del hombre que cree que Dios permite lograr la salvación únicamente a través de un solo camino, o la de aquel que cree que permite hacerlo a través de múltiples vías.
*
El cristianismo es una doctrina muy elevada y sublime, pero tengo la percepción de que muchos de los cristianos no lo han sabido ejercer, sino que, más bien, se han encargado de deformarlo, en su ciego y profano afán de ponerlo al servicio de sus mundanas apetencias.
*
La mayor de las ignorancias consiste en creer saber lo que no se sabe.
*
Quienes aceptamos la realidad de la reencarnación y la ley del Karma, concebimos el Plan Divino como una vuelta ciclística, en la que los corredores salen de determinada ciudad y, luego de correr varias etapas sucesivas (una por día), pasando por diversas otras ciudades, vuelven en la última etapa a la ciudad

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de origen. Al término de cada etapa, se le contabiliza a cada corredor el tiempo empleado durante la misma y se le suma al tiempo acumulado durante las etapas anteriores. Si comparamos este recorrido ciclístico con nuestra existencia manvantárica, cada etapa equivaldría a cada una de nuestras encarnaciones, y el acumulado del tiempo de cada ciclista vendría a ser como la carga kármica que cada individuo va acumulando a lo largo de sus distintas vidas o encarnaciones. A la luz de este símil, para aquellos que rechazan el hecho de la reencarnación y la ley del karma (como, por ejemplo, los que actualmente se autodenominan cristianos), este recorrido se haría en una sola etapa, vale decir, en un mismo día, lo cual, a nuestro juicio, es imposible.
*
Confiar verdaderamente en Dios no consiste en creer que Él nos concederá lo que le pedimos, sino en creer que lo que nos conceda, siempre será lo mejor para nosotros.
*
El mejor profesor no es aquel que más sabe, sino el que mejor enseña.
*
La sencillez y la simplicidad constituyen el camino más seguro hacia la verdad.
*
Cuestionable es a mi juicio el status o categoría de valor que se le confiere al compromiso. Comprometerse –y, sobre todo, comprometerse a largo plazo-- significa renunciar temporalmente a la propia libertad de escoger lo que más conviene; porque bien pudiera ocurrir que, después de haberse un individuo comprometido a algo, se le presenten mejores oportunidades, las cuales no se atreva a aprovechar por causa del compromiso previamente contraído. Claro está que al momento de entrar a considerar cualquier nueva meta u oportunidad en sustitución de un compromiso previamente contraído, el individuo deberá consultarlo con sus propios principios morales y espirituales, y hacer uso de su mayor sindéresis y capacidad de discernimiento para determinar si realmente esa nueva meta u oportunidad es más valiosa que el compromiso previamente adquirido.
*
A pesar de que parece obvio, mucha gente suele olvidar esto: siempre será preferible pelear con alguien por haberle dicho una verdad, que por haberle dicho una mentira.
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La aspiración más grande que toda persona debe tener, no ha de ser otra que la de convertirse en un ser verdaderamente espiritual. Tal aspiración es perfectamente válida y alcanzable desde cualquiera de los distintos credos religiosos y aun desde fuera de ellos. Basta seguir, con indeclinable perseverancia, el noble sendero de la sabiduría y la virtud, lo cual conlleva la

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práctica incesante de los valores éticos más puros y sublimes que engalanan a la humanidad.
*
Reconózcase o no, todo compromiso constituye una cortapisa para la libertad, a menos que obedezca a los principios éticos más elevados de quien lo contrae.
*
Un docente genuino centrará siempre su interés, más que en la exigencia, en la dación y la entrega de sí mismo. Sólo después de que el institutor, dando todo de sí, le haya entregado lo mejor de sus saberes al alumno, e intentado, por todos los medios a su alcance, la redención escolar de éste, resultará incuestionablemente justa, moralmente válida y aun pedagógicamente necesaria cualquier exigencia por parte del educador al educando; antes, no, pues sería un agravio al sentido ético que debe apuntalar el ejercicio de toda profesión.
*
Cuando no hay disposición de aprender del otro, es inútil toda discusión.
*
No es cierto aquello de que "el hombre vale por lo que sabe". El verdadero valor de un ser humano está dado por lo que es en sí mismo. Ya lo dijo Aristóteles hace más de veinte siglos, y yo lo comparto plenamente. No siempre el conocimiento es bueno: puesto en manos --léase cabeza-- de una mala persona, se convierte en un arma terriblemente peligrosa. Por eso vale mucho más un ignorante honesto y bueno, que un erudito deshonesto y malo.
*
Hay dos palabrejas que se han puesto en boga desde hace algún tiempo para acá y que no me gustan para nada: "estresarse" y "desahogarse". Pienso que no son más que un invento de la gente para ocultar respectivamente la flojera y la grosería.
*
No sé por qué, pero la doctrina de la salvación no me convence mucho. Buscar a Dios --como se dice-- por el interés de que me salve me parece una actitud egoísta y poco espiritual. Debemos tender al Ser Supremo no por algún interés determinado, sino por gratitud, por agradecimiento total, porque a Él nos debemos y le debemos todo. Dios, soberanamente, decidirá qué depararnos de acuerdo con nuestro desempeño existencial. Tal es mi parecer, y respeto cualquier otro que de él diverja o lo contraríe.
*

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Otra expresión que no me hace ninguna gracia y que suelen usar los pseudoespirituales, aún aquellos que militan en alguna iglesia o religión, es la siguiente: "Lo que pasa es que yo soy humano (o humana) y por lo tanto no soy perfecto (o perfecta)". Esta frase se ha constituido en una especie de alcahuetería y justificación de censurables procederes. Y no es que sea semánticamente falsa, sino que se le da ese mal uso.
*
Muchos amigos me han preguntado que por qué no tengo carro. Mi respuesta siempre ha sido y será la misma: ni lo tengo ni aspiro a tenerlo, por la sencilla razón de que quiero ser consecuente con mi pensamiento: yo considero, sinceramente, que no todo el mundo debe tener carro, porque si así sucediera, nuestro planeta se convertiría en un verdadero pandemónium y se tornaría insalubre e inhabitable. Entonces, si tal es mi pensamiento, debo ser coherente y dar ejemplo de ello. Espero que se me entienda: no es que yo rechace la existencia y posesión de carros; lo que no acepto es la disparatada idea de que cada habitante de este planeta deba tener uno, y sería injusto que, pensando así, yo fuera a adquirir un carro, porque sería, a mi juicio, algo parecido a la famosa ley del embudo.
*
La verdadera ignorancia no es la falta de conocimiento meramente informativo, sino la falta de sabiduría, entendida ésta como el buen uso que una persona hace del conocimiento con miras a convertirse cada vez más en un mejor ser humano.
*
En esta vida es imposible saber a ciencia cierta si somos nosotros los que estamos en la verdad y el otro en el error o viceversa. Por tanto, nunca debemos pretender que el otro asuma o comparta irrestrictamente nuestra propia posición, ni mucho menos tratar de imponérsela.
*
El único "mal" o "daño" que yo no dudo en desearle a un ser humano es: UNA DERROTA DEPORTIVA CADA VEZ QUE SE ENFRENTE AL DEPORTISTA O EQUIPO DE MIS AFECTOS. En ningún otro caso le deseo el más mínimo rasguño a nadie, aunque se trate de mi enemigo, que, gracias a Dios, no tengo ninguno, y si lo tengo, no lo sé.
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Todo ser humano es bueno aunque tenga apariencia de malo; por eso siempre debemos esperar de los demás el bien, actitud con la cual estaremos contribuyendo a que de verdad así suceda.
*

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Aquel que, creyéndose mejor maestro que la vida misma, se esfuerza más en enseñar y corregir, que en amar y servir, no suele conseguir otra cosa que trasladar su propia ignorancia a los demás.
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La vida no es fácil, como algunos creen y todos quisiéramos que fuera. Pero podemos contribuir a hacerla menos difícil haciendo siempre lo que debemos en el momento en que debamos.
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No estamos obligados a hacer todo lo que es bueno, pero sí a que todo lo que hagamos lo sea.
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Todo hombre tiene el deber de prepararse lo mejor posible para cualquier tarea que quiera emprender; pero ha de saber que el éxito de la misma dependerá, en última instancia, de la voluntad de Dios. Un ejemplo de ello es el navegante que decide emprender una larga travesía por el mar. Es indispensable que él se halle suficientemente ejercitado y preparado, pero no hay duda de que su éxito dependerá, en últimas, de que no le sobrevenga un poderoso fenómeno natural que, pese a su capacidad y pericia, lo haga naufragar.
*
Personas hay, según noto, que no saben pensar sin hablar, y yo dudo de que esto pueda llamarse pensar.
*
Esa aparente y falsa espiritualidad, por lo general eclesiástica, que muchos practican en función de sus mundanales apetencias, pienso que ha de ser para Dios un sacrilegio más condenable que el ateísmo mismo.
*
El sentimiento primordial que debemos guardar hacia Dios es el de la gratitud. A cada momento debemos darle gracias por todo lo que nos ha concedido y nos sigue concediendo: la vida, la salud y todo cuanto nos permite seguir existiendo; sentimiento que debemos respaldar con un recto obrar. Lo demás (alabanzas, ritos, sacrificios, ofrendas), a mi juicio, no es más que mera adulación humana con fines particulares, casi siempre de carácter mundano, es decir, pura

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lambonería, como decimos en Colombia, o puro jalabolismo, como dicen en Venezuela.
*
Tener siempre presente que Dios está en nuestro corazón, es clave de un recto obrar y fuente de continuas bendiciones.

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