2. Las actividades lúdicas manifiestan un
desfazaje en relación con la realidad
ordinaria. Están inmersas en una
libertad creadora que permite tomar
distancia de los hechos útiles o
necesarios exteriormente.
Todo niño o niña jugador se ejercita y se
prepara para ser mejor; cada uno juega
sus posibilidades en relación a una
realidad donde él define las reglas de
juego.
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3. En tal situación, el compañero se vuelve una
parte de mí mismo, y es así como el aprende a
ponerse en el lugar del otro, con lo que se puede
vislumbrar al mismo tiempo yo y el otro.
Cuanto más le presentamos situaciones
estereotipadas menos le propondremos
situaciones abiertas, donde se pueda
descubrir auténtico y creativo al tiempo que
recrearse.
4. Durante el juego se opera un relajamiento de las
tensiones, de los conflictos y de las trabazones de la
existencia real, convirtiéndose en una valiosa actividad
a nivel psicológico ya que es un momento de
recuperación, un momento de libertad con respecto a
las tensiones. En todo juego hay un reconocimiento de sí
mismo y una exploración del mundo circundante.
El juego responde a condiciones educativas
más profundamente que las actividades
reguladas y dirigidas por la sociedad global.
Cuantas más reglamentaciones, menos
posibilidades para el niño de elaborar sus
propias reglas.