Messaggio della Consigliera per le Missioni_14 agosto 2021 por
14° dom. t. ord., ciclo 'a'
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Lectio Divina, XIV Domingo Ordinario, Ciclo ‘A’
‘La Buena Noticia del Reino de Dios revelada a los pequeños’
Mateo 11, 25-30, Juan José Bartolomé, sdb
Frente a la incredulidad de una gran mayoría, Jesús se siente agradecido por
la fe que ha encontrado en unos pocos, que se han atrevido a acoger su
mensaje sin escandalizarse de él.
Ellos son la razón de la oración de Jesús y en ella Jesús desvela su secreto
más íntimo: El Padre de Jesús es el Dios de la gente sencilla, el Dios que
tiene a bien hacer sabio al ingenuo y entendido al que ignoraba. Hubo mucha gente
sencilla alrededor de Jesús, ante quien Él pudo proclamarse como el Hijo de Dios que era y
sentirse reconocido por su Padre.
Tras agradecer, Cristo Jesús, el Hijo de Dios, se ofrece a la gente sencilla como su
descanso, y su desahogo. El magisterio de Jesús es especial: Se revela manso y con un
corazón humilde. Los suyos encuentran en Él su alivio; no los libera de la obediencia ni de la
cruz, pero se compromete asegurándoles que no les pesará ser obedientes y que podrán
cargar la cruz.
SEGUIMIENTO
25. Entonces, Jesús dijo: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has dado a conocer a los
sencillos.
26. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
27. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y al Padre lo
conoce sólo el Hijo y a quien el Hijo se lo quiera revelar.
28. Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré.
29. Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy sencillo y humilde de corazón, y
encontrarán descanso para sus vidas.
30. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
LEER: entender lo que dice el texto fijándonos cómo lo dice
Aunque los evangelistas nos recuerdan
que Jesús iba a rezar con frecuencia,
pocas veces nos han dicho cuál fue el
contenido de su oración. Por eso es tan
precioso este texto; en él encontramos no
sólo las palabras y los sentimientos con
los que Jesús se dirigía a Dios, su Padre;
sino también una invitación a compartir
descanso y enseñanza, dirigida a todos los
que se sienten cansados y agobiados.
Esta oración tan consoladora tiene un
motivo concreto, que normalmente se pasa
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por alto. Jesús se puso a decir esta
oración cuando, mediado ya su ministerio
público, se percató de que sólo unos
pocos, la gente sencilla que le seguía,
estaban aceptando a Dios y abrían sus
vidas a su querer.
Este pequeño ‘triunfo’ en su actividad
como evangelizador llenó el corazón de
Jesús de alegría y su boca de plegarias.
Para los buenos, Jesús no lo era
demasiado; y a los sabios no les parecía
suficientemente entendido: sólo los
humildes le dieron crédito, supieron
valorarlo y se sintieron con fuerzas para
seguirle. Para quienes le acompañaban
fue maestro de oración y de descanso
seguro.
Esta oración del Maestro tiene tres partes.
Se inicia con una ‘acción de gracias’:
Jesús dice agradecerle a su Padre, porque
se ha manifestado a los poco entendidos.
Da gracias, pues, por el éxito de su misión,
y ésta es una notable enseñanza. Además
da a entender que, en realidad ha sido su
Padre quien se ha complacido en dejarse
comprender por los pequeños.
Semejante preferencia de Dios es motivo
de la acción de gracias de Jesús y tal
agradecimiento lo salva de tener que
sentirse defraudado por el éxito cosechado
en su misión.
De hecho, la segunda afirmación de Jesús
es, más que una auténtica oración, una
confesión personal. Jesús se dice Hijo,
con tanta naturalidad como claridad.
Reconoce su misión: ‘Dar a conocer al
Padre’. Curiosa, además, la formulación:
sólo el Padre conoce al Hijo, pero al Padre
lo conoce el Hijo y todo aquel a quien el
Hijo lo quiera revelar. Para conocer a Dios
Padre, hace falta aprender con y del Hijo.
La tercera afirmación de la oración de
Jesús es una invitación y a la vez una
promesa. Se deja la oración y la
autoconfesión y se pasa a la exhortación.
Su destinatario no es ya el Padre que se
da a conocer en cuanto hace el Hijo, ni el
Hijo, que hace conocer al Padre a quien
quiere, sino quien se encuentre
escuchándolo y se sepa necesitado de
alivio y reposo.
Jesús impone dos tareas –recurre a dos
imperativos: carguen y aprendan- para
encontrar descanso. El discípulo puede
que sea muy sencillo y que se sienta muy
agobiado, pero para sentir alivio tendrá
que cargar con su propia carga, por
llevadero que ésta sea, es a un yugo a lo
que hay que sujetarse; y no por liviana,
deja de ser carga.
MEDITAR: Aplico lo que dice el texto a mi vida
Creyentes sin muchas luces, gente que contaba poco, discípulos del montón, inspiraron la
oración de Jesús. Al saberse aceptado en su persona y en su enseñanza, Jesús les
compartió su oración y les descubrió su misterio personal; alabó a su Padre y bendijo su plan
maravilloso.
Quien reconoce a Jesús hace que Jesús también lo reconozca ante Dios, su Padre; quien
acepta a Jesús, lo convierte en orante agradecido; quien no se escandaliza de Él, le obliga a
proclamarse Hijo de Dios.
Jesús se sintió feliz al ser aceptado por la gente sencilla, la que aparentemente no tenía
méritos, como nosotros. Tendríamos que gozar también sabiendo que Él es conocido y
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apreciado, sin buscar reconocimientos y aprecios. Si actuamos así, seremos capaces de
orar como Él y vivir la verdadera alegría.
¿Qué imagen tengo de Dios Padre? ¿Cuáles son los motivos que me mueven a
alabarlo?¿Se parece mi oración a la de Cristo Jesús?
Jesús invito a los que estaban cerca de Él y le habían aceptado, a sentirse a gusto, a
encontrar el alivio para sus penas, siguiéndole.
Cristo Jesús no nos exige grandes cosas, ni riquezas, ni tampoco una inteligencia
excepcional. Le basta con lo que somos, con nuestra sencillez y nuestra pobreza. Lo
único que espera de sus seguidores es que pongamos nuestra esperanza en Él.
¿Queremos ser como esa gente sencilla? ¿Somos capaces de aprender, junto a Él, a
no buscar otros maestros ni otros señores?
Jesús supo hacer de cuantos lo acogieron, ‘discípulos suyos; los hizo sus íntimos’; quiso que
aprendieran a descansar de sus fatigas; mas no les escondió que tendrían dificultades. No
les engañó, sino que hablándoles claramente, les motivó a saber llevar su yugo…con Él y
como Él
¿Cómo vivo mis problemas? ¿Qué es para mí cargar mi cruz y llevar mi yugo?
Jesús es solaz y descanso sólo para quienes lo tienen como Maestro, por su mansedumbre y
su humildad. La fatiga y el cansancio no son nunca razón para abandonar a Jesús; al
contrario; quien se siente agobiado o defraudado, es invitado por Él a vivir sus problemas
en su compañía. Si por miedo a la carga o por tener miedo de su yugo no le seguimos,
viviremos desesperados y sin encontrarle razón a la vida.
¿Cuál era el yugo que pesaba sobre el pueblo israelita y ahora cuál es el yugo que pesa
sobre nuestra comunidad?
¿Qué podemos hacer por aquellos que viven en la desesperanza y cómo favorecer que
busquen la solución a sus problemas?
Jesús dijo a los suyos cómo llevar su carga. Sin embargo, no los liberó de la obediencia ni
de la cruz, mas les prometió que no sucumbirían ante sus exigencias.
¿Qué descubro en esta enseñanza del Maestro que es tan actual también para quienes
nos gloriamos de ser hijos de Dios? ¿Qué actitudes nos son necesarias para ser de
verdad de los suyos?
El gran secreto de Jesús fue hacer la voluntad del Padre. El discípulo de Jesús aprende de
Él si acepta lo que Dios quiere que viva, dejándose conducir por sus enseñanzas. Este
aprendizaje lo conducirá por el camino justo, yendo más allá de la doctrina, de los conceptos,
para llegar a su vivencia.
¿Qué interés pongo en hacer mía la voluntad del Padre?
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Jesús fue un maestro de corazón compasivo; sus discípulos pudieron reposar tranquilos,
incluso cuando no habían aprendido ni vivido lo que Él les había enseñado. Las entrañas de
misericordia del Maestro impedían que se sintieran fracasados.
Jesús no nos quiere por lo bueno que ya somos, pero si nos quiere mejores de lo que
hemos sido; no desespera de nosotros y nos sigue pidiendo más de lo que le hemos
dado, porque sabe de lo que somos capaces.
¿Qué espero para hacerlo mi Maestro?
¿Qué puedo mejorar para responder a sus expectativas?
Jesús amó entrañablemente; le apenaba la miseria humana. No se sentía defraudado por el
pecador, sino por el contrario, iba misericordioso a su encuentro, porque quería que viviera
su conversión.
Jesús no nos rechaza por no ser mejores, pero quiere que no hagamos paz con nuestras
miserias. Nos quiere sacar de nuestra indiferencia, del conformismo y de la pasividad,
para que descubramos la alegría de vivir con Dios Padre y lo que su paternidad nos
ofrece.
La misericordia divina es la garantía que nos hace caminar seguros de que somos sus
hijos Jesús nos invita a crecer en esta seguridad. Él se hizo nuestro hermano y quiso
quedarse entre nosotros, enviándonos a su Espíritu para que seamos capaces de
encontrar el camino de la verdadera alegría, reconociendo a Dios como nuestro Padre.
¿Por qué no nos dejamos abrazar por su misericordia, que en Cristo se ha hecho
manera de ser, de pensar y de actuar?
ORAMOS nuestra vida desde este texto
Dios y Padre nuestro, gracias porque te gozas en los sencillos, y haz hecho que ellos sean
una escuela para quienes creemos conocerte y profundizamos los misterios de nuestra fe.
Que como Jesús, tu Hijo, seamos cada vez más hijos tuyos, y
vivamos la misión que Él nos heredó, haciendo que quienes están
con nosotros, te conozcan y te amen, porque eres Padre de todos.
Que estemos contigo, con tu Hijo y nuestro Hermano, y que guiados
por su Espíritu, te alabamos con María, con los ángeles y los santos,
por los siglos de los siglos: ¡Amén! ¡Amén! ¡Amén!