El documento describe cómo Dios ha usado personas a lo largo de la historia para llevar a cabo su plan salvador, mencionando patriarcas, profetas y otros que han testificado de la obra divina. También habla de cómo Jesucristo y los primeros apóstoles ocuparon un lugar central en el Nuevo Testamento, y cómo innumerables santos y mártires han dado realidad al propósito de Dios a lo largo de la historia de la Iglesia.
Plan Refuerzo Escolar 2024 para estudiantes con necesidades de Aprendizaje en...
Testigos de la obra divina a través de la historia
1. 8. TESTIGOS DE LA OBRA DIVINA
Testigos del plan salvador en la historia
La historia del plan salvador de Dios se ha hecho en
pueblos y países bien referenciados y con personas conocidas
históricamente. Han entrado en el proyecto de Dios y con su
actividad le han dado existencia. Muchos nombres pasan por
esta historia, algunos muy perdidos en la bruma del tiempo,
como los patriarcas nombrados en los primeros once capítulos
del Génesis, otros más ubicables en tiempo y espacio.
Abrahán y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob, sus esposas y sus
doce hijos dejan huella a su paso por el tiempo. Moisés al frente
del pueblo sale en búsqueda de la libertad y con él muchos y
muchas que lo acompañan en ese Éxodo maravilloso. Jueces,
reyes, profetas, sabios desfilan por esta historia, larga de
siglos, enviados a cumplir misiones concretas y a hablar a los
hombres en nombre de Dios. Incluso nombres de extranjeros,
reyes y otros, conocidos de la historia universal, figuran en esta
historia; faraones de Egipto, reyes de Asiria y Babilonia, persas,
griegos, romanos dejaron sus nombres en esta paso de Dios
por el mundo. Uno de ellos especialmente nombrado, es Ciro,
el persa (Is 45, 1), a quien la Biblia llama Ungido.
Llegado el Nuevo Testamento, Jesucristo ocupa el lugar
central. En torno a él vienen María, José, Juan Bautista, los
apóstoles iniciales, Pablo de Tarso y otros nombres venerables.
En la historia de la Iglesia son innumerables los testigos de esta
obra divina. Los que han sido canonizados, los que no lo han
sido pero dieron realidad a este propósito divino. Todos,
hombres y mujeres, obreros y servidores del amor efectivo de
Dios.
También a todo lo largo de esta historia han sido testigos
negativos todos aquellos que se han opuesto a la obra de
Cristo, que han combatido a su Iglesia, y se han preciado de su
negativa a entrar en esta obra salvadora.
El plan salvador no es por consiguiente solo una hermosa
ilusión sino una experiencia concreta de la presencia de Dios
en el tiempo y en el mundo. Sigue hoy vigente y pasa a través
2. de nuestra propia experiencia. Somos al tiempo beneficiarios y
actores de la gran obra del Dios que se nos da a conocer y nos
revela su proyecto de santidad sobre nosotros y sobre el mudo.
No puedo eludir el pensamiento de que tengo mi parte y
mi tarea en esa obra de Dios. Sin preocupaciones sobre si
pasaré a la historia o si será simplemente la presencia de Dios
en la cotidianidad de mi vida, debo asumir con amor y valor lo
que Dios me confía. También yo soy testigo de ese plan
salvador.
3. 8. 1 SANTA MARÍA
Yo soy la esclava del Señor
Leo en texto de San Lucas 1, 26-38
Al sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de
Galilea llamada Nazaret, a una virgen prometida a un hombre
llamado José, de la familia de David; la virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde estaba ella y le dijo: Alégrate, llena de
gracia, el Señor está contigo.
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba que
significaría aquel saludo. El ángel le dijo: No temas, María,
porque has hallado gracia delante de Dios. Mira, concebirás y
darás a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús. Será
grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre, y reinará sobre la Casa de
Jacob por siempre y su reino no tendrá fin.
María respondió al ángel: ¿Cómo sucederá eso si no
conozco varón? El ángel le respondió: El Espíritu Santo vendrá
sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso, el consagrado que nazca y se le llamará Hijo de Dios. Mira,
también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que
se consideraba estéril está ya de seis meses. Pues nada es
imposible para Dios.
Respondió María: Yo soy la esclava del Señor: que se haga
en mí según tu palabra. El ángel la dejó y se fue.
El comienzo me muestra el escenario de este
acontecimiento divino: un lugar, Nazaret, pueblo insignificante,
nunca mentado en el Antiguo Testamento; unos personajes
que me son familiares: una joven del pueblo llamada María; un
hombre, prometido para matrimonio con ella, llamado José; un
personaje antiguo, David; vivió mil años antes. En el contexto
(2, 1), se me va a decir el tiempo: el emperador de Roma,
4. Augusto (29 aC a 14 pC). Seis meses antes ocurrió el anuncio
de la concepción de Juan Bautista, hijo de Zacarías e Isabel.
Luego descubro varios momentos en la escena: el saludo
a María, confiado a un enviado de parte de Dios, con la normal
perturbación de ánimo. El ángel hace presente a Dios mismo
que habla. Da un nombre a María; llena de gracia; para Dios
ese es el nombre de María en esta misión. El vocabulario usado
es el de una vocación-misión: el Señor está contigo, no temas,
y una misión precisa.
Luego la Palabra de Dios que María escucha. Contiene una
misión grande. El mensaje es claro: concebirás, darás a luz,
pondrás el nombre… Me parece que es una palabra sin
alternativa, unos verbos en tiempo gramatical futuro,
equivalentes en el caso a un imperativo. Percibo que en
realidad Dios no pide consentimiento a María. Su palabra es
obligante.
Luego un momento de discernimiento. María no rechaza
la misión, pregunta por el cómo. Se dan dos vías, una natural
y otra extraordinaria. La Palabra le explica que para el Hijo que
va a nacer, Hijo del Altísimo, Santo y consagrado, se dará el
camino propio de Dios. Creo que hay una alusión al tabernáculo
de la antigua alianza, que albergaba la presencia de Dios,
cubierto por la nube (Ex 40, 34-38).
María da el paso final: con amor y profundo anhelo se
entrega al riesgo de la misión y declara simplemente ser la
esclava, sierva del Señor. La Palabra ha sido escuchada. Se
abre el camino que va a llevar hasta su plena realización el
proyecto de Dios. María existe, a partir de este momento, para
Jesús, para el Hijo, para el plan salvador. Recuerdo la palabra
de Bérulle: María es plena capacidad de Jesús, colmada de
Jesús.
Medito esta Palabra que me revela la Encarnación
La lectura me invita a entrar en el misterio de la
Encarnación. No solamente lo admiro y me maravillo ante él
sino que debo asumirlo como el llamado que me hace Dios a
entrar en ese misterio. Tengo parte en él y compromete toda
5. mi vida. La primera palabra que escucho de parte de Dios es
alégrate. No es una alegría pasajera y superficial. Es sentir que
Dios irrumpe en mi vida y en la del mundo para una obra
definitiva. Es la alegría que culmina toda una esperanza. Es
alegría divina en el corazón humano. El Señor está contigo dice
a María. En ella me lo dice a mí.
Luego viene la encarnación: el Hijo de Dios es concebido,
entregado al mundo, recibe un nombre que revela su ser. No
puede ser indiferente para mí. Debe cambiar mi vida, como
cambió la de María; debo encontrar en él el sentido que ella
tiene. Cambia la vida del mundo. María hace un discernimiento
sobre el cómo va a acontecer esta misión en su vida. No vacila
frente al contenido del misterio y a su responsabilidad en él.
También yo debo interrogarme sobre cómo debe ser mi
respuesta. María recibe la enseñanza sobre la condición del Hijo
y sobre el camino elegido por Dios para darle realidad. Debo
penetrar cada vez más a través de mi reflexión y también del
estudio sobre Jesús. Es el conocimiento nunca acabado de su
misterio. El camino para ese conocimiento es ante todo la
acción del Espíritu. Y luego el sí total a Dios, incondicional,
plenitud de mi fe. A partir de este misterio todo adquiere
sentido para mí: mi presencia en el mundo, mi bautismo, los
hombres y mujeres todos, el trabajo, la realidad en que vivo,
el universo entero. La encarnación lo penetra todo y sacraliza
toda mi cotidianidad.
Todo ocurre en tres partes: una Palabra que debe ser
escuchada; un proyecto que provoca un discernimiento sobre
la manera de realizarlo; una misión recibida y aceptada
gozosamente.
Oro a Dios mi Padre que me envía su Hijo
Te adoro, Dios y Padre mío, en tu designio de enviar a tu
Hijo al mundo por el misterio de la encarnación. El me revela
que eres mi Padre. La oración me sabe a encuentro filial
contigo. Adoro que hayas querido escoger a una mujer
privilegiada para que concibiera y diera a luz a tu Hijo Jesús.
Sin su maternidad no habría verdadera encarnación. Ella me
6. entrega a Jesús, de parte tuya, en la realidad humana. Ella lo
acompañó en su desarrollo y crecimiento. Ella lo inició con amor
inefable en el vivir de su condición humana.
María, madre mía, te ruego que me alcances la gracia de
escuchar como tú la palabra de Dios. De dejarme penetrar de
ella de modo que transforme mi vida. Enséñame a discernir los
mejores caminos para recibir a Jesús en mi vida. En tu escuela
quiero aprender a conocer a Jesús. Nadie mejor que tú me lo
puede enseñar. Quiero aprender de ti a vivir en su presencia,
de manera casi natural, como lo hiciste en la casa de Nazaret.
Hoy tengo a Jesús presente en mis hermanos y hermanas.
Quiero aprender a amar la presencia de Jesús en ellos, a
amarlos de veras con respeto y dedicación. Quiero servirlos
como tú serviste a Jesús hasta en los mínimos detalles.
Jesús, Hijo de María, te ruego que ames a María por mí.
Solo tú lo puedes hacer de manera perfecta. Quieres compartir
conmigo el amor de Hijo que le tienes, quieres seguirla amando
a través de mí, quieres ser amado como ella te amó en la
persona de los pobres del mundo.
Dedico un tiempo a la contemplación con María del misterio de
la encarnación
Consignas para vivir el amor a María:
- No dejar pasar ningún día sin tener una experiencia de
piedad mariana.
- Profundizar en el conocimiento del puesto de María en la
vida cristiana.
- En mi oración nunca separar a la Madre del Hijo, ni al Hijo
de la Madre.
- Imitar a María que ama y sirve a su Hijo, amando y
sirviendo a mis hermanos.
- Visitar un santuario mariano y compartir allí la Eucaristía.
Palabras para repetir a lo largo del día:
7. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores.
8.2. SAN JOSÉ
El justo
Leo el texto de San Mateo 1, 18-25
El nacimiento de Jesucristo sucedió así: su madre, María,
estaba comprometida con José, y antes del matrimonio, quedó
embarazada por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que
era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente,
pensó abandonarla en secreto. Ya lo tenía decidido, cuando un
ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de
David, no temas recibir a María como esposa tuya, pues la
criatura que espera es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un
hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de
sus pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor
había anunciado por medio del profeta: Mira, la virgen está
embarazada; dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel, que
significa: Dios con nosotros.
Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel
del Señor le había ordenado y recibió a María como esposa. Y
sin haber mantenido relaciones dio a luz un hijo, al cual llamó
con el nombre de Jesús.
8. Este texto pertenece al evangelio de la infancia de Jesús.
Leo los dos primeros capítulos y descubro en ellos cuatro
partes: la primera es la genealogía de Jesús y responde al
primer interrogante sobre su persona: cuál es su origen
humano. Se me presenta una lista de antepasados, conocidos
y desconocidos; buenos y malvados; hombres y cinco mujeres.
Inaudito en esa época es la presencia activa de la mujer en las
genealogías. Jesús pertenece a esa humanidad. Luego, en
segundo lugar, su origen divino: al final de la genealogía ya se
insinúa algo extraño: la manera de contar se interrumpe; se
pasa de la voz activa, engendró, a la pasiva fue engendrado.
Todos engendran, pero al llegar a Jesús dice: es engendrado.
No hay sujeto explícito. El texto que voy a meditar responde a
ese interrogante: Jesús tiene además un origen divino.
En tercer lugar se me dirá, en la narración de los magos,
para quienes ha nacido. Finalmente, en cuarto lugar, por
donde ha pasado: Belén, Egipto, Nazaret en Galilea. Advierto
la manera de comunicarse que tiene Dios: por sueños; hay una
palabra que me parece clave hablando de José; se dice que era
justo. Surge el interrogante: ¿de qué justicia se trata? ¿Legal,
jurídica, o espiritual y religiosa? Sigo el rito matrimonial de la
época: el compromiso inicial, luego el traslado de la novia a
casa del novio. Hay un espacio de tiempo entre esas dos etapas
que ya incluían fidelidad. Se me dice que José, descendiente de
David, es el encargado de representar legal y socialmente a
Jesús. Recuerdo que en Lucas, María impone el nombre al niño;
aquí es José quien recibe esta misión. Veo igualmente que
Mateo es cuidadoso de citar textos que en Antiguo Testamento
eran promesa y ahora, traídos al presente, son realidad
cumplida.
Medito esta Palabra
La vida de todos se enmarca en el plan salvador de Dios.
Cada uno tiene una responsabilidad en él. La vida de san José
empieza desde la eternidad. Elegidos desde antes de crear el
mundo (Ef 1, 4). Pertenece al pueblo elegido de Israel, a la
casa de David. En sus ascendientes hay reyes y plebeyos,
9. santos y pecadores. Él concentra toda esa larga historia. José
entra al mundo en la plenitud de los tiempos (Ga 4, 4). Conoce
a María y se compromete con ella. Así Dios va preparando, sin
saberlo ellos, un hogar para su Hijo en el mundo. Tiene que
desempeñar una misión especial dentro del plan salvador:
acoger al Hijo de Dios y hacer las veces de padre en su
encarnación.
Llegado el momento hace un discernimiento difícil. María
espera un hijo que no es suyo según las leyes humanas. ¿Qué
hacer? La conoce; no la juzga; desconoce el misterio realizado.
María ha sido silenciosa. Deja que el tiempo corra. Deja el
espacio a Dios. Es entonces cuando José recibe el calificativo
de justo. ¿Cuál es su justicia? ¿Solamente humana? ¿Silencio
respetuoso para no acusar y alejarse? En la Biblia es llamado
justo el que hace la voluntad de Dios (Salmo 37; Sab 2, 10; Lc
23, 47). El caso no puede ser juzgado solo por leyes humanas.
José quiere hacerse a un lado y dejar que Dios actúe. Su
discernimiento es iluminado por Dios mismo. Se le revela el
misterio del hijo esperado. Hay un momento en que Dios entra
a la historia humana y se hace Emmanuel, Dios con nosotros.
Como justo que acoge la voluntad divina, que es el plan
salvador de Dios, José comprende y se pone al servicio de ese
plan. Asume el compromiso humano que Dios le señala y le
pide. Sabrá cumplirlo con fidelidad, en obediencia total a esa
voluntad divina. José elige el camino que le pide su fe confiada
en el Señor. Bien merece el título de justo.
Oro este misterio entregado a san José.
Padre mío, tú llevas la historia de la salvación y en ella
llevas la historia de los hombres, mi propia historia. Adoro el
momento en que entras en nuestra casa que es el mundo que
nos has dado. Adoro tu designio de elegir a María y a José,
sencillos y humildes, para confiarles a tu propio Hijo Jesús. No
has buscado nobles y poderosos. Te has fijado en la pequeñez
para entregarnos lo más precioso que tienes, tu Hijo único.
Considero que María y José son, a los ojos del pueblo, dos
laicos. Yo los puedo llamar los primeros consagrados de la
10. Iglesia en medio del mundo; un matrimonio en servicio. Como
bautizado me has dado, Dios mío, una misión en el plan
salvador. Para realizarla quieres que acoja a Jesús, lo ame, lo
sirva lo entregue al mundo con la fidelidad y entrega con que
lo hizo san José.
José bendito, quiero servirme de la oración con que san
Juan Eudes te alaba: José, eres imagen de Dios Padre, padre
para el Dios Hijo, templo del Espíritu. Eres instrumento del
designio divino, digno esposo de María Virgen, modelo de los
creyentes. Vives en silencio fecundo, en pobreza evangélica, en
humildad y obediencia. Felices tus ojos que contemplaron al
Señor, tus oídos que escucharon su palabra, tus manos que
tocaron al Verbo encarnado. Benditos tus brazos que llevaron
al que todo lo sustenta, tu regazo que acogió al Hijo de Dios,
tu corazón encendido en su amor. Alcánzame de Jesús la gracia
de vivir en fidelidad y servicio a la Iglesia, a mis hermanos y
hermanas del mundo. Enséñame a vivir con alegría y sencillez
mi consagración bautismal en un mundo que debe recibir a
Jesús, Salvador. Que como san José esté dispuesto a hacer
siempre la voluntad de Dios.
Dedico un tiempo a la contemplación de la misión afectuosa de
san José en Nazaret, junto a María y a Jesús
Consignas para vivir este misterio:
- Invocar diariamente el patrocinio de san José sobre la
Iglesia.
- Orar por las familias cristianas para que sean testigos de
la salvación.
- Orar por los trabajadores del mundo para que sigan el
ejemplo de Jesús, María y José.
- Orar por los que llevan el nombre de José o Josefina para
que sean bendecidos del Señor por intercesión de san
José.
- Orar por los agonizantes para que los asista la intercesión
de san José.
12. 8.3. SAN JUAN EUDES
Maestro y artesano de la vida cristiana
Leo el texto de San Lucas 10, 1-9
Después de esto designó el Señor a otros setenta [y dos]
y los envió por delante, de dos [en dos], a todas las ciudades
y lugares adonde pensaba ir. Les decía: La cosecha es
abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño
de los campos que envíe trabajadores para su cosecha.
Vayan, que yo los envío como ovejas entre lobos. No
lleven bolsa ni alforja ni sandalias. Por el camino no saluden a
nadie. Cuando entren en una casa, digan primero: Paz a esta
casa. Si hay allí alguno digno de paz, la paz descansará sobre
él. De lo contrario, la paz regresará a ustedes. Quédense en
esa casa, comiendo y bebiendo lo que haya; porque el
trabajador tiene derecho a su salario. No vayan de casa en
casa. Si entran en una ciudad y los reciben, coman de lo que
les sirvan. Sanen a los enfermos que haya y digan a la gente:
El reino de Dios ha llegado a ustedes.
Jesús ha escogido unos discípulos. Ellos lo siguen. Han
escuchado sus enseñanzas sobre el reino y han sido testigos de
sus milagros. Jesús ha emprendido con ellos un viaje hacia
Jerusalén (Lc 9, 51) donde va a padecer, morir y resucitar,
como punto culminante del anuncio del reino. Antes había
enviado a los doce apóstoles. Designa ahora 70 discípulos para
enviarlos a misionar. Ese número 70 encierra universalidad. La
Biblia consideraba (Gn 10) que 70 era el número de los pueblos
de la tierra. Los envía de dos en dos. Me parece ver la escena:
va llamando por pares, les dice unas consignas y los envía por
delante para que le preparen camino. No es un envío masivo
sino que es personal, comprometido. Observo varios puntos:
los envía a una misión peligrosa, ovejas en medio de lobos; los
envía sin recursos humanos para cumplir una misión: ni dinero,
ni provisiones, el mínimo necesario. ¿Querrá decirles que la
13. misión, para que sea exitosa, no depende de poderes y
recursos humanos? Les pide que no se detengan en el camino
en charlas sin sentido pues la misión es urgente.
Les señala un método: hacer de la casa de familia el
centro de la evangelización. Anunciar la paz. Esta palabra
encierra bendiciones, dones divinos abundantes para la vida
material y espiritual. Les previene de posible rechazo. Eso no
impide la misión. Ella sigue en otro sitio con otras personas. El
centro de la predicación es la llegada del reino. Llega con Jesús.
Su persona, su misterio, su misión, su muerte y resurrección
es el centro del anuncio del reino. No es un organismo, no es
una entidad. Es la actividad salvadora de Dios a través de Jesús
muerto y resucitado. Los discípulos han entrado en el reino que
va obrando en ellos, y que los conducirá también al mismo
término por el que pasa Jesús. Son testigos de una persona y
una acción divina. Esa es su predicación.
Medito en esta Palabra que se me dirige directamente
Como cristiano, como consagrado por el bautismo, soy
enviado de Cristo al mundo para anunciar el reino. Me
pregunto: ¿conozco a Jesús y conozco el reino que debo
anunciar? Sin la experiencia de Jesús no puedo ser el testigo
que él quiere de mí. No voy solo a hacer propaganda de un
producto sino a transmitir la experiencia de una persona que
encarna un mensaje de salvación. Tengo que tener cuidado de
que se reciba sin equívocos el anuncio de Jesús sobre el reino.
Que me quede claro que el reino no es un poder humano, no
es una riqueza engañosa, no es una entidad terrena que ofrece
posibilidades, sino la entrada de Dios al mundo en Jesucristo
para la salvación. Supone trabajo, ejercicio, renuncias, pero
también gozosa experiencia del bien, de Dios. San Juan Eudes
empezó por tener una experiencia viva de Jesús y la llamó Vida
y Reino de Jesús en los cristianos. Tuvo una concepción clara
de la vida cristiana. Luego la anunció, e ideó un método para
adquirir la experiencia de la vida cristiana. Predicó y decía:
predicar es hacer hablar a Dios.
14. El mundo en que vivo atraviesa por una crisis de fe. Quizás
no voy a encontrar una resistencia violenta sino una
indiferencia fría frente al evangelio. San Juan Eudes, en su
época, también experimentó incluso la persecución. El discípulo
sigue a Jesús que en su misión conoció la cruz y el martirio
cruento. La misión a la que Cristo me envía hoy comporta
riesgos. No puedo desistir. El Señor me dice: si en un lugar no
te reciben pasa a otro. Pero que sepan que ha llegado el reino
de Dios, que él pasó por ahí. Por el testimonio de mi vida y de
mi palabra debo hacer que los demás sientan que la acción
salvadora de Dios, para ellos y los demás, pasa por toda su
vida, por lo material, lo cotidiano, lo común y corriente, y por
lo espiritual como experiencia ya en este mundo del Espíritu de
Dios. Así lo vivió intensamente san Juan Eudes, formador y
evangelizador; así lo enseñó a los cristianos todos de su
tiempo; así nos lo inculca hoy co doctrina y métodos de plena
actualidad.
Oro al Señor que me envía
Dios y Padre mío, te adoro en el designio de salvar el
mundo por tu Hijo Jesucristo. Te agradezco por lo que has
obrado en la vida de san Juan Eudes. Lo has penetrado de tu
gracia y le has concedido enamorarse de ti, de tu Hijo
Jesucristo y de tu misión, de la Iglesia, de María. En mi vida de
bautizado he aprendido en la escuela espiritual de san Juan
Eudes a tenerte presente en toda mi vida. He descubierto por
su enseñanza que tú, Jesús y Señor mío, vives en mí, actúas
en mí, oras, amas y sirves en mí. Toma mi vida, como tomaste
la de san Juan Eudes, para continuar visiblemente en el mundo
tu misión.
Incansable en la misión, san Juan Eudes supo abrir
espacio a laicos y laicas de su tiempo para comprometerlos en
la pastoral de la Iglesia. Me inculcó que soy consagrado, por mi
bautismo, para una misión en la Iglesia. Que participo de esa
Iglesia sacerdotal que es la Iglesia amada de Jesucristo, que
me permite llegarme a ti y ofrecer mi vida como un sacrificio.
Amó a María con ternura y supo enseñarme una devoción a
15. ella, inseparable de su Hijo Jesús. Amó a la Iglesia y supo
mantener su fidelidad a ella a pesar de las debilidades que
descubrió en muchos de sus miembros. Sintió que su vida
entera debía ser una ofrenda al Padre para su gloria y la
salvación de todos. Te pido, Señor Jesús, que me concedas la
gracia de pasar por el mundo como tú, y en tu nombre,
haciendo el bien y consolando y fortaleciendo la fe de mis
hermanos y hermanas. Así lo hizo tu siervo Juan Eudes.
Dedico un tiempo a la contemplación del misterio de la vida de
Jesús en mí
Consignas para vivir la misión:
- Ahondar en mi consagración partiendo de mi bautismo.
- Conocer la vida de los santos como testigos del evangelio
en el mundo donde actuaron.
- Invitar a otras personas a descubrir su misión de laicos en
el mundo.
- Interesarme por descubrir el valor cristiano que tiene toda
mi vida cotidiana y vivirla en Cristo.
- Ser como cristiano testigo creíble del evangelio en el
mundo donde vivo.
Palabras para repetir:
Servir a Cristo y a su Iglesia con corazón grande y ardorosa
decisión.