2. COMO ESCUCHO EL EVANGELIO
Un día en 1835, cuando Lorenzo Snow tenía 21 años, montó su caballo y partió de
la casa de sus padres con rumbo al Colegio Universitario Oberlin, en Oberlin, Ohio,
sin saber que en este corto viaje tendría una experiencia que cambiaría el curso de
su vida. Al cabalgar por la calle en su ciudad natal de Mantua, Ohio, se encontró
con un hombre que también iba a caballo. Este hombre, que se llamaba David W.
Patten, hacía poco que había sido ordenado apóstol del Señor Jesucristo. Iba de
regreso a Kirtland, Ohio, para reunirse con los Santos de los Últimos Días, después
de haber servido en una misión. Los dos hombres viajaron juntos durante casi 50
kilómetros . Lorenzo Snow relató más adelante:
“Nuestra conversación pasó al tema de la religión y la filosofía, y puesto que yo era
joven y había disfrutado de algunas ventajas académicas, al principio estaba
dispuesto a considerar sus opiniones a la ligera, especialmente porque él no
siempre hablaba con buena gramática; pero a medida que proseguía con su forma
seria y humilde y me explicaba el plan de salvación, me sentí incapaz de resistir el
conocimiento de que él era un hombre de Dios y que su testimonio era verdadero”
.Lorenzo Snow no era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días cuando conoció al élder Patten, pero estaba familiarizado con algunas
de las enseñanzas de la Iglesia. De hecho, el profeta José Smith había visitado la
casa de la familia Snow, y la madre de Lorenzo y sus hermanas Leonora y Eliza
habían sido bautizadas y confirmadas miembros de la Iglesia. Sin embargo,
Lorenzo había estado, como él dijo, “ocupado en otras cosas” en esa época, y
tales asuntos habían “escapado completamente de [su] mente” 2. Eso comenzó a
cambiar cuando habló con el élder Patten. Refiriéndose a la experiencia, dijo: “Ése
fue el momento decisivo de mi vida”.
“Se me compungió el corazón. Al parecer él lo percibió, porque casi lo último que
me dijo después de dar su testimonio fue que yo debía ir al Señor antes de
acostarme por la noche y preguntarle por mí mismo. Esto lo hice, dando como
resultado que desde el día en que conocí a este gran apóstol, todas mis
aspiraciones han aumentado y mejorado enormemente”.
3. SU FAMILIA
Cuando Oliver Snow se casó con Rosetta Leonora
Pettibone el 6 de mayo de 1800, se unieron dos familias
fuertes y ricas en la fe y la tradición religiosa. El novio y
la novia eran descendientes de algunos de los primeros
colonos europeos en los Estados Unidos: peregrinos
ingleses que habían cruzado el Océano Atlántico en el
siglo XVII para escapar de la persecución religiosa. Oliver
y Rosetta pasaron los primeros años de su vida de
casados en el estado de Massachusetts, en donde sus
hijas Leonora Abigail y Eliza Roxcy nacieron. Luego se
mudaron a Mantua, Ohio, que en ese entonces era uno
de los asentamientos en el extremo occidental de los
Estados Unidos. Ellos fueron la undécima familia en
mudarse a la zona. En Mantua nacieron dos hijas más:
Amanda Percy y Melissa. Lorenzo, el quinto hijo y el
primer varón de Oliver y Rosetta, nació en Mantua el 3 de
abril de 1814. A él se unieron más tarde dos hermanos
menores: Lucius Augustus y Samuel Pearce. Valiéndose
de las tradiciones de sus familias, Oliver y Rosetta
enseñaron a sus hijos la importancia de la fe, el trabajo
arduo y la instrucción académica
4. ENSEÑÓ A QUE DEBEMOS APRENDER 1
Continuemos, hermanos y hermanas,
trabajando en el nombre del Señor nuestro
Dios, reuniendo sabiduría e inteligencia día
a día, a fin de que toda circunstancia que
sobrevenga pueda servir para nuestro bien.
En este sistema de religión que ustedes y yo
hemos recibido hay algo magnífico y
glorioso, y algo nuevo que aprender cada
día, que es de gran valor. Y eso no sólo es
un privilegio para nosotros, sino que es
necesario que recibamos tales cosas y que
recojamos estas ideas nuevas
La idea central del mormonismo es el
progreso mental, físico, moral y espiritual;
ninguna formación parcial basta para los
Santos de los Últimos Días
5. INSTRUYÒ A QUE DEBEMOS APRENDER 2
Es de provecho vivir mucho tiempo sobre la tierra y
adquirir la experiencia y el conocimiento que de ello
proceden, ya que el Señor nos ha dicho que cualquier
inteligencia que logremos en esta vida se levantará con
nosotros en la resurrección, y cuanto más conocimiento
e inteligencia adquiera una persona en esta vida, tanta
más ventaja tendrá en el mundo venidero [véase D. y C.
130:18–19. Debe existir una labor mental, un ejercicio
de esos talentos que Dios nos ha dado; éstos deben
ejercitarse. Luego, al ser iluminados por el don y el
poder del Espíritu Santo, podemos recibir esas ideas e
inteligencia y aquellas bendiciones que son necesarias
para nuestra preparación para el futuro; para las
situaciones venideras.
El mismo principio se aplicará a todas nuestras acciones
relativas a las cosas de Dios. Tenemos que
esforzarnos… El mantenernos ociosos, sin poner
manos a la obra, no es provechoso; cuando nos
mantenemos totalmente neutrales no se logra nada.
Cada principio que se revela desde los cielos es para
nuestro beneficio, para nuestra vida, para nuestra
salvación y para nuestra felicidad
6. QUE ES SER CONVERSO?
Nuestra religión debe estar incorporada
en nuestro interior, [debe ser] una parte
de nuestro ser que no pueda dejarse
de lado, he tratado de vivir de manera
tal de no perder Su Santo Espíritu,
sino, más bien, ser guiado por Él
continuamente al tratar de deshacerme
de mi egoísmo y de cualquier ambición
inapropiada, y al esforzarme por
trabajar para Sus propósitos. “En tanto
la memoria subsista y la razón reine,
jamás podré permitir que el testimonio
y el conocimiento poderosos que se me
han comunicado permanezcan en
silencio”.
7. AVANZAR EN LA FE
Cada hombre tiene que aprender a depender
de su propio conocimiento; no puede
depender de su prójimo; cada hombre debe
ser, independiente; en lo que a él respecta,
debe depender totalmente de su Dios.
Depende de él mismo ver si podrá detener el
alud de problemas y superar los
impedimentos que están diseminados por el
sendero de la vida para evitar su progreso. El
hombre puede recibir información mediante
la obra del Santo Espíritu, y se acerca a Dios
y aumenta su fe en proporción a su diligencia.
Es imposible avanzar en los principios de la
verdad, obtener más conocimiento celestial,
[a menos que] ejercitemos nuestra facultad
de razonar y nos esforcemos de la manera
apropiada.
8. LA REVELACION
El don del Espíritu Santo es un principio diferente de
cualquier otra cosa que vemos manifestarse en el
mundo sectario. Es un principio de inteligencia y de
revelación. Es un principio que revela las cosas pasadas,
presentes y futuras, y estos dones del Espíritu Santo
debían recibirse por medio de la obediencia a los
requisitos del Evangelio tal como se proclamaban en
aquellos días, y tal como los proclaman los élderes de
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días en estos días. Fue sobre esa roca que debió
basarse su fe; de esa fuente debían recibir conocimiento
de la doctrina que habían abrazado, y el Salvador nos
dice que “las puertas del infierno no prevalecerán en
contra de ellos” (véase 3 Nefi 11:39].
Debemos entender, y supongo que en general lo
hacemos, que la obra que hemos venido a efectuar en
esta vida no puede realizarse para gloria de Dios ni para
nuestra propia satisfacción meramente por medio de
nuestra propia inteligencia natural. Dependemos del
Espíritu del Señor para que nos ayude y nos manifieste
de cuando en cuando lo que nos sea necesario lograr
bajo las peculiares circunstancias que nos rodeen
9. NUESTRO DESTINO
Así como el hombre es, Dios una vez fue. Así como Dios es, el
hombre puede llegar a ser.
Creo que somos hijos e hijas de Dios y que Él nos ha concedido
la capacidad para [tener] sabiduría y conocimiento infinitos,
puesto que Él nos ha dado una porción de Sí mismo. Se nos
dice que fuimos hechos a Su propia imagen, y hallamos que
existe una característica de inmortalidad en el alma del hombre.
Hay un organismo espiritual dentro de este tabernáculo [el
cuerpo físico], y ese organismo espiritual posee divinidad en sí
mismo, aunque quizá en un estado infantil; pero tiene en su
interior la capacidad de mejorar y avanzar, tal como el infante que
recibe sustento de su madre. Por muy ignorante que el infante
pueda ser, aun hay posibilidades en él de que el atravesar las
diversas experiencias difíciles de la niñez hasta llegar a la
madurez le faculte para elevarse a una superioridad que es
perfectamente maravillosa, comparada con su ignorancia infantil
Poseemos divinidad en nuestro interior; poseemos inmortalidad
en nuestro interior; nuestro organismo espiritual es inmortal; no
puede ser destruido; no puede ser aniquilado. Viviremos de toda
eternidad en toda eternidad.
Por medio de un continuo curso de progreso, nuestro Padre
Celestial recibió exaltación y gloria; y Él nos ha señalado el
mismo sendero y, en vista de que El está revestido de poder,
autoridad y gloria, ha dicho: “Venid y entrad en posesión de la
misma gloria y felicidad que Yo poseo
10. NUESTRO POTENCIAL DIVINO
El Señor ha puesto ante nosotros incentivos de la
naturaleza más grandiosa. En las revelaciones que Dios
ha dado hallamos lo que puede obtener una persona
que recorra este sendero de conocimiento y sea guiada
por el Espíritu de Dios, JUAN el Revelador, en el tercer
capítulo de su primera epístola, dice: “…ahora somos
hijos de Dios” [1 Juan 3:2]. …Y prosigue: “…y aún no se
ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que
cuando él aparezca, seremos semejantes a él, porque le
veremos tal como él es. “Y todo aquel que tiene esta
esperanza en él se purifica, así como él es puro” [véase
1 Juan 3:2–3].
El Espíritu de Dios nos ha comunicado que hay
verdades solemnes y bien fundadas en las expresiones
de este tipo. Pablo, dirigiéndose a los filipenses, les
sugirió que cultivaran una aspiración que es bastante
extraña para las personas de la época actual, aunque
no lo es para los Santos de los Últimos Días, en especial
para quienes no están satisfechos con ser sólo infantes
en las cosas de Dios. [Pablo] dice: “Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
“el que, siendo en forma de Dios, no tuvo como
usurpación el ser igual a Dios” [Filipenses 2:5–6].
11. CAMINAR HACIA LA PERFECCIÓN
No esperen llegar a ser perfectos de inmediato. Si lo hacen,
se desilusionarán. Sean mejores hoy de lo que fueron ayer,
y sean mejores mañana de lo que son hoy.
El señor propone conferir a los Santos de los Últimos Días
las más supremas bendiciones; pero, al igual que Abraham,
debemos prepararnos para ellas, y para hacerlo se nos ha
dado la misma ley que el Señor le dio a él para que la
observemos. También se requiere de nosotros que
alcancemos un estado de perfección ante el Señor; y el
Señor, en este caso, al igual que en cualquier otro, no ha
requerido algo que no pueda cumplirse, sino que más bien
ha dispuesto los medios a utilizar por los Santos de los
Últimos Días mediante los cuales pueden avenirse a Su
santo orden.
Se requiere tiempo; se requiere mucha paciencia y disciplina
de la mente y el corazón para obedecer ese mandamiento.
Y aunque al principio fracasemos en nuestros intentos, aun
así el desaliento no debe disuadir a los Santos… Quizás
pensemos que no podemos vivir a la altura de la ley
perfecta, que la obra de perfeccionarnos es demasiado
difícil. Tal vez eso en parte sea verdad, pero sigue siendo un
hecho que es un mandato del Todopoderoso para nosotros y
no podemos ignorarlo
12. FORTALECER NUESTRO CARÁCTER
Tengo la más firme convicción de que la
cuestión más valiosa y aquello que será de
más provecho cuando regresemos al mundo de
los espíritus será el haber logrado un carácter
apropiado y bien definido como Santos de los
Últimos Días fieles y constantes en este
estado de probación.
Hay personas entre nosotros a quienes se
reconoce como miembros de esta Iglesia que
hacen grandes esfuerzos por llegar a ser
conocidas positivamente por quienes les
rodean, pero cuyo carácter real, o el interior,
por así decirlo, está velado o encubierto- si
nosotros, como pueblo, pudiésemos vivir de tal
modo que en todo momento pudiéramos
inclinarnos ante el Señor y ofrecer una oración
como ésa, ¡qué maravilloso sería, qué logro
habríamos alcanzado en rectitud y buenas
obras!