Messaggio della Consigliera per le Missioni_14 agosto 2021 por
Dom. xiii tiempo ordinario, ciclo 'b'
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Lectio Divina
XIII Domingo, T.O. Ciclo ‘B’
(Jn 21, 15-19)
Hoy llegamos al último capítulo del evangelio de Juan y nos
encontramos con la triple confesión de amor de Pedro (“Tú sabes
que te amo”), después del milagro de la pesca abundante en el lago
y la invitación –por parte de Jesús- para compartir el pan y el
pescado.
Jesús y Pedro dialogan. Hay tres preguntas que envuelven el acontecimiento: “¿Pedro, me
amas?”; y a la respuesta que le da el apóstol al Maestro está el mandato por parte de Jesús:
“Apacienta mis ovejas y mis corderos”.
Parecieran que hay repeticiones en lo que Jesús dice a su amigo, pero no. El vocabulario del
amor: “amar”, “querer” y las preguntas, están queriendo llevar a Pedro a tomar conciencia de
cómo se vive el verdadero amor.
Seguimiento:
15. Después de comer, Jesús preguntó a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que
éstos?” Pedro le contestó: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. Entonces Jesús le dijo:
“Aparenta mis corderos”.
16. Jesús volvió a preguntarle: “Simón, hijo de Juan: Me amas?” Pedro respondió: “Sí Señor, tú
sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Cuida a mis ovejas”
17. Por tercera vez insistió Jesús: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció,
porque Jesús le había preguntado por tercera vez si lo quería, y le respondió: “Señor, Tú lo
sabes todo. Tú sabes que te quiero. Entonces Jesús le dijo: Apacienta mis corderos”.
18. “Te aseguro, que cuando eras más joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías; pero
cuando seas viejo, extenderás los brazos y será otro el que te vestirá, y te conducirá a
donde no quieras ir”.
19. Jesús dijo esto para indicar la muerte con la que Pedro daría gloria a Dios. Después le dijo:
“Sígueme”.
LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice
Sorprende que Jesús permanezca fiel a Pedro a pesar de que él le fue infiel. ¿Qué es lo que
sucede al interior de estediálogo? Jesús y Pedro se reconcilian, y esta reconciliación es el
punto de partida del pastoreo amoroso de Pedro en la Iglesia.
Lo que siguió para Pedro no fue nada fácil: él tuvo que pastorear la grey de Jesús en los
comienzos de la Iglesia. Le tocó acompañar el paso de una Iglesia de Palestina a una Iglesia de
las naciones y enfrentar las resistencias que se dieron al interior de la comunidad, que se fue
abriendo por la acción del Espíritu Santo.
La fortaleza interior de Pedro, expresada en su confesión de amor, lo capacitaron para ser ‘el
Pastor de la Iglesia’.
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Lo que siguió para Pedro no fue nada fácil: tuvo que pastorear la grey de Jesús en los
comienzos de la Iglesia. Le tocó acompañar el paso de una Iglesia de Palestina a una Iglesia de
las naciones y enfrentar las resistencias que se dieron al interior de la comunidad, que se fue
abriendo por la acción del Espíritu Santo.
La confesión de amor de aquella mañana: Ese “tú sabes que te amo” hizo que vislumbrara el
final de su vida: hasta dar su vida por Cristo. El amor del Crucificado, infundido por la
presencia del Resucitado en su corazón, le dio a Pedro la capacidad para cumplir su promesa
(21,19).
Si aprendiéramos nosotros la lección en la vivencia de Pedro, tendríamos más claro cuál es
nuestra vocación y la viviríamos en nuestro ambiente familiar, siendo de verdad felices.
La confianza y el perdón del Maestro hacen de Pedro una persona nueva, fuerte, fiel hasta la
muerte.
San Agustín, comentando este pasaje del evangelio dice: “Interrogando a Pedro, Jesús también
nos interrogaba a cada uno de nosotros”. La pregunta: “¿Me amas?” se dirige a todo discípulo.
El cristianismo no es un conjunto de doctrinas y prácticas; es una realidad mucho más íntima
y profunda. Es una relación de amistad con la persona de Jesús.
Muchas veces durante su vida terrena, Jesús le había preguntado a la gente: “¿Tienes fe?”, pero
nunca hasta ahora le había preguntado a nadie: “¿Me amas?”. Jesús solamente lo hace ahora,
después que en su pasión y muerte, nos ha dado la prueba de cuánto nos ha amado.
Pero pongámosle cuidado también a esto: Jesús pide que el amor por Él se concrete en el
servicio a los demás. Amar consiste en servir. “¿Me amas?, entonces apacienta mis ovejas”.
¿Amas a tu esposo(a)?, entonces ocúpate de él (ella). ¿Amas a tus hermanos de tu comunidad
de fe?, entonces ponte a servirles.
Es bonito ver cómo Jesús no quiere ser el único en recibir los frutos de amor de Pedro, sino
que quiere que se beneficien sus ovejas. Jesús es el destinatario del amor de Pedro, pero no es
el beneficiario. Es como si dijera: “Considero como algo hecho a mí, todo lo que hagas por el
rebaño”.
La fortaleza interior de Pedro, expresada en su confesión de amor, lo capacitan para ser
Pastor de la Iglesia.
Con la triple pregunta, Jesús le da a Pedro la posibilidad de enmendar su triple negación
durante la pasión. Dios nos da a todos siempre una segunda oportunidad. Incluso nos da una
tercera, una cuarta y hasta infinitas posibilidades. El Señor no lo borra a uno de su corazón
con el primer error. ¿Será que nosotros somos así con los demás? Pronto vendría la noche, y
los riesgos podrían ser grandes. Sin embargo, Jesús les dice: “Pasemos a la otra orilla”.
Nuestro amor por Jesús no se debe quedar en un hecho intimista y sentimental, se debe
expresar en el servicio a los otros, en el hacerle el bien al prójimo. La Madre Teresa de Calcuta
solía decir: “El fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es la paz”.
MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida
SEÑOR, TÚ SABES QUE TE QUIERO. Luego de expresarle su amor dos veces, a la tercera,
acordándose quizá de sus pasadas promesas, desconfió de sí, para presentar un amor más
profundo, por ser más humilde. Pedro apeló al conocimiento absoluto del Señor.
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Remitió su corazón a la mirada amorosa del Maestro. Jesús le pregunta si le ama más que los
otros discípulos presentes, y le dice que apaciente el rebaño espiritual. Así le demostró
cuánto lo amaba.
Jesús utilizó dos verbos: amar y querer. Él le preguntó: ¿me amas? Él quiso encontrar en
Pedro el amor de caridad y misericordia, reflejo del amor de Dios. Pedro le respondió
humildemente: “Sí, Señor, sabes que te quiero”, Usa el verbo que habla del afecto, de la
amistad sincera.
¿Cómo es nuestro amor hacia Jesús? ¿Qué somos capaces de hacer por Él y por los que
nos confía? ¿Nos es fácil unir ese amor a su persona con el amor que nos pide tengamos
por los demás? Cuestionamientos que verifican también hoy nuestra fe…
Pedro, respondió con generosidad y humildad, él estaba dispuesto a todo por Jesús. La tercera
vez que Jesús le preguntó a Simón, hijo de Juan si lo amaba, se puso a la altura de Pedro,
condescendiendo amorosamente con él, fue cuando se entristeció, al comprobar el amor
inmenso de su Maestro. ¡Qué forma para establecer confianza, comunión y un amor
verdadero! Y a esta triple confesión siguió la confirmación en la misión que le confió:
“Apacienta mis ovejas”.
El amor del apóstol se manifestó en su docilidad a los caminos de Dios, que lo llevarían a
vivir al servicio de la comunidad cristiana, a la cual quiere que él pastoreé. El apóstol
verdadero está siempre dispuesto a servir en cualquier circunstancia con obediencia y
prontitud y sin olvidar que no hay amor más grande que dar la vida por sus amigos (Jn
15,13), como lo hizo Jesús. ¿Podremos pasar la prueba que nos hará Jesús? ¿Qué es para
nosotros amarlo?
El cristianismo es amor, amar es darse, pero darse como Jesús, sin ninguna medida, porque el
amor no tiene límites ni fronteras, menos tiempo de espera. Pedro, respondió con
generosidad y humildad; él estaba dispuesto a todo por Jesús. Pero sabía que había negado al
Maestro tres veces y en público y sin embargo el amor de Jesús, inmenso y siempre fiel, miró
a su apóstol con infinita bondad, e hizo que en él surgieran sentimientos de sincera
convicción; las lágrimas derramadas por Pedro le obtuvieron el perdón de Jesús. Pero para
que el apóstol no abrigara ya ninguna duda del perdón y el recuerdo del pecado cometido no
lo torturase más, Jesús quiso que públicamente confesara su amor también.
EL EXAMEN DE AMOR, POR QUE CUAL JESÚS NOS EXAMINA DÍA A DÍA.
Jesús le había dicho a Pedro: “A donde Yo voy, tú no puedes seguirme ahora,” pero “me
seguirás más tarde” (Jn 13:36); y también: “Donde Yo esté, allí estará también mi servidor” (Jn
12:26), y más aún: Si el trigo muere, producirá muchos frutos (Jn 12:24ss). Él también les
había pedido que fueran buenos pastores y que dieran la vida por sus ovejas” (Jn 10:11). Así
que sus palabras en este encuentro son determinantes: “Sígueme” (v.20), seguirlo hasta la
muerte… vocación misión de los discípulos del Maestro.
Pedro le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. En esta respuesta Pedro no hace
ninguna ostentación, sino una confesión de lo que quería realizar por Jesús.
Hoy seremos examinados por Jesús; tenemos que responder personalmente ante El;
nosotros tenemos que responderle; porque nos ha preguntado si lo amamos y hasta
dónde llega nuestro amor. No podemos refugiarnos en las respuestas de los demás; somos
quienes tenemos que responderle como Pedro: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te
quiero”.
El Señor conoce bien la debilidad de Pedro y la nuestra. Pedro apela al conocimiento
profundo que Jesús tiene de él. Cuando le dice: “sabes que te quiero” está haciendo un
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compromiso, porque amar a Dios, es responsabilizarse de pastorear a los demás y
conducirlos a verdes praderas, como Él nos conduce.
El primado de Pedro, la responsabilidad que le confía de cuidar a sus hermanos, es toda una
misión y la apoya en la profesión de amor que se animó a hacerle por tres veces: Jesús le pide
que se sienta superior a los demás: “¿Me amas más que éstos?” y de su respuesta dependió la
confianza con la que le dice: “Apacienta mis ovejas"
Jesús nos interroga en la persona de Pedro. Queremos estar al lado del Señor; nos
entusiasma ser amigos suyos, nos emociona tener fe, nos maravillamos al oír su palabra,
nos gusta saborear las maravillas de su amor misericordioso, ¿pero seremos capaces de
responder a sus expectativas? Jesús quiere examinarnos la fondo; quiere constatar el
grado de nuestro amor y la seriedad de nuestros compromisos de vida. No
desperdiciemos la oportunidad que nos da Jesús de provocar en nosotros mismos un
cambio radical y un reencuentro con Él, para ser capaces de amar en lo concreto a
nuestros hermanos.
ORAMOS nuestra vida desde este texto:
Padre Dios, tu Hijo nos sigue diciendo: “Sígueme”. Que no nos
acostumbremos a escucharla, sin tomar en serio la invitación que
nos hace para estar con Él, ocupándonos del rebaño que nos dejó
en herencia. Nuestra comunidad nos necesita pastores, y de
aquellos que dan su vida por ella.
Ayúdanos para que hoy confirmemos nuestra vocación, amando y
sirviendo como Él nos ha enseñado. Que Pedro sea un ejemplo
que se puede amar más allá del sentimentalismo, cumpliendo
nuestra misión: cuidando responsablemente a nuestros
hermanos. ¡Así sea!