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Las Dos Caras de la Soledad
¿Qué hace que algunas personas prefieran estar solas
y otras no puedan permitirse esos momentos?
 
Hasta hace muy poco, la soledad solía asociarse
exclusivamente con la tristeza, el desamor, la
frustración o la depresión. Esto ha llevado a
valorizar su evitación a toda costa, de lo cual la
sociedad de consumo se ha apropiado para ofrecer
diversas alternativas que calmen o generen una
sensación de compañía.
Pero tarde o temprano se da uno cuenta de la
trampa en la que se ha metido, porque por más vida
social, tarjetas de crédito, drogas permitidas y
prohibidas, aparatos y programas de ordenador,
llega un momento en que, aún en compañía de
muchas personas y cosas, nos sentimos solos/as.
Posiblemente esto tiene que ver con la calidad de
las nuevas formas de interacción que, a fuerza de
convertir los espacios cotidianos en una especie de
hipercomunicación más bien artificial, dejan en los
últimos lugares de la fila los espacios reales de
encuentro, de expresión y de escucha. De todas
formas, la soledad resulta siendo el pan de cada día y el anhelo de momentos compartidos va
creando estados de insatisfacción que se van tornando insoportables.
Pero la soledad tiene, al menos, dos caras. Una es la que sugiere aislamiento e imposibilidad
de compartir algo importante con otra persona. La otra es la soledad, deseada y elegida,
determinante para definir lo que necesitamos en algunos momentos de la vida. Porque,
paradójicamente, es en el silencio y en la calma de la intimidad donde aparecen las mejores
ideas y donde podemos entender el significado de nuestros procesos vitales.
Sin embargo, hay quienes temen a este lado del espectro y buscan constantemente
relaciones, estímulos y sensaciones tomadas de fuera, como una tabla de salvación que les
proteja de la toma de contacto íntimo. Es como ir corriendo, escapando constantemente de sí
mismos para no alcanzarse. Un peligroso juego que acaba tarde o temprano, no solo
alcanzando sino también atrapando, encadenando y cegando los ritmos naturales que
sabiamente nos conducen a diferentes situaciones a lo largo de la vida.
Publicado en: http://mariaclararuiz.com
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Vale la pena hacer una reflexión sobre nuestra capacidad para estar solos y lo que este
estado nos produce. Tomar contacto con el miedo a la soledad es tan importante como
tomarlo con el miedo a establecer vínculos afectivos. Estos son, simplemente, dos extremos
del mismo hilo: el de la imposibilidad de gestionar la vida emocional, basada en la
construcción de relaciones recíprocas y equilibradas en las que cada uno de sus miembros
disfruta de espacios de libertad individual, compatibles con el compromiso y la dependencia
saludable.
Psicoterapia y Soledad
El tema de la soledad es recurrente en las consultas de Psicoterapia, ya sea por la
imposibilidad de procurarse espacios y tiempos de intimidad, como por el sufrimiento que
surge de un estado de aislamiento afectivo y social.
Un proceso psicoterapéutico permite, por una parte, comprender, y por otra, recuperar las
funciones que se han ido perdiendo a lo largo de la historia personal, y que han contribuido a
que la soledad (por su exceso o su defecto) sea una fuente de insatisfacción y bloqueo del
desarrollo personal.
La Psicoterapia Caracteroanalítica permite también revisar los rasgos de la personalidad que
contribuyen a que la soledad sea una causa de sufrimiento. El trabajo con el cuerpo, por su
parte, contribuye al desbloqueo de las tensiones que, a lo largo de la vida, se han instaurado
creando una coraza rígida como defensa de los diferentes ataques emocionales recibidos,
impidiendo la experiencia de emociones positivas y vitales.
Por esto, flexibilizar la coraza es uno de los más importantes objetivos en el proceso
psicoterapéutico caracteroanalítico ya que, por mal que se haya pasado en el transcurso del
desarrollo afectivo, toda persona merece y tiene la capacidad de rehacer su mundo
emocional.
María Clara Ruiz

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Las Dos Caras de la Soledad

  • 1. Publicado en: http://mariaclararuiz.com ________________________________________________________________________________________________ Las Dos Caras de la Soledad ¿Qué hace que algunas personas prefieran estar solas y otras no puedan permitirse esos momentos?   Hasta hace muy poco, la soledad solía asociarse exclusivamente con la tristeza, el desamor, la frustración o la depresión. Esto ha llevado a valorizar su evitación a toda costa, de lo cual la sociedad de consumo se ha apropiado para ofrecer diversas alternativas que calmen o generen una sensación de compañía. Pero tarde o temprano se da uno cuenta de la trampa en la que se ha metido, porque por más vida social, tarjetas de crédito, drogas permitidas y prohibidas, aparatos y programas de ordenador, llega un momento en que, aún en compañía de muchas personas y cosas, nos sentimos solos/as. Posiblemente esto tiene que ver con la calidad de las nuevas formas de interacción que, a fuerza de convertir los espacios cotidianos en una especie de hipercomunicación más bien artificial, dejan en los últimos lugares de la fila los espacios reales de encuentro, de expresión y de escucha. De todas formas, la soledad resulta siendo el pan de cada día y el anhelo de momentos compartidos va creando estados de insatisfacción que se van tornando insoportables. Pero la soledad tiene, al menos, dos caras. Una es la que sugiere aislamiento e imposibilidad de compartir algo importante con otra persona. La otra es la soledad, deseada y elegida, determinante para definir lo que necesitamos en algunos momentos de la vida. Porque, paradójicamente, es en el silencio y en la calma de la intimidad donde aparecen las mejores ideas y donde podemos entender el significado de nuestros procesos vitales. Sin embargo, hay quienes temen a este lado del espectro y buscan constantemente relaciones, estímulos y sensaciones tomadas de fuera, como una tabla de salvación que les proteja de la toma de contacto íntimo. Es como ir corriendo, escapando constantemente de sí mismos para no alcanzarse. Un peligroso juego que acaba tarde o temprano, no solo alcanzando sino también atrapando, encadenando y cegando los ritmos naturales que sabiamente nos conducen a diferentes situaciones a lo largo de la vida.
  • 2. Publicado en: http://mariaclararuiz.com ________________________________________________________________________________________________ Vale la pena hacer una reflexión sobre nuestra capacidad para estar solos y lo que este estado nos produce. Tomar contacto con el miedo a la soledad es tan importante como tomarlo con el miedo a establecer vínculos afectivos. Estos son, simplemente, dos extremos del mismo hilo: el de la imposibilidad de gestionar la vida emocional, basada en la construcción de relaciones recíprocas y equilibradas en las que cada uno de sus miembros disfruta de espacios de libertad individual, compatibles con el compromiso y la dependencia saludable. Psicoterapia y Soledad El tema de la soledad es recurrente en las consultas de Psicoterapia, ya sea por la imposibilidad de procurarse espacios y tiempos de intimidad, como por el sufrimiento que surge de un estado de aislamiento afectivo y social. Un proceso psicoterapéutico permite, por una parte, comprender, y por otra, recuperar las funciones que se han ido perdiendo a lo largo de la historia personal, y que han contribuido a que la soledad (por su exceso o su defecto) sea una fuente de insatisfacción y bloqueo del desarrollo personal. La Psicoterapia Caracteroanalítica permite también revisar los rasgos de la personalidad que contribuyen a que la soledad sea una causa de sufrimiento. El trabajo con el cuerpo, por su parte, contribuye al desbloqueo de las tensiones que, a lo largo de la vida, se han instaurado creando una coraza rígida como defensa de los diferentes ataques emocionales recibidos, impidiendo la experiencia de emociones positivas y vitales. Por esto, flexibilizar la coraza es uno de los más importantes objetivos en el proceso psicoterapéutico caracteroanalítico ya que, por mal que se haya pasado en el transcurso del desarrollo afectivo, toda persona merece y tiene la capacidad de rehacer su mundo emocional. María Clara Ruiz