Monsefú - Un Pueblo con Tradición - Pedro LLontop Casas
Trabalho karnal
1. Carta Ânua da Província Jesuítica do Paraguai – 1659-1662
A Sociedade Colonial na Hispano-América
Autor(a): Maria Cristina Bohn Martins
E-mail: crisbohn@terra.com.br
Carta Ânua da Província Jesuítica do Paraguai – 1659-1662
A Carta Ânua da Província Jesuítica do Paraguai correspondente aos anos de 1659-1662 (aqui
apresentada em uma tradução em linguagem atualizada e em sua versão espanhola), foi
escrita pelo Provincial da Companhia Andres de Rada. O documento, que informava aos
superiores em Roma sobre o andamento do trabalho de missão desenvolvido pelos padres da
Companhia junto aos índios desta região, traz notícias sobre Pedro Bohorques, personagem
ao qual fizemos alusão em nosso texto de apresentação. Depois de conduzir com os alunos
uma pesquisa sobre o tipo de documento em questão (as Cartas Ânuas), sua condição de
produção e sua importância para estudar o período colonial, procure encontrar com os
estudantes elementos como: (a) as representações feitas pelo jesuíta sobre os indígenas e (b)
suas avaliações sobre o papel desempenhado pelos padres junto aos índios. O documento em
questão se presta ainda para outra e importante reflexão. (c) Discuta com os estudantes sobre
o fato de que, numa época já avançada do período colonial (1659-1662), o “mundo indígena”
era ainda vigoroso e presente. Isto é, algumas construções historiográficas recorrentes nos
livros didáticos que encerram a presença indígena na história do América no momento da
Conquista, podem ser revistas a partir de documentos desta natureza, contribuindo para
desmentir o mito segundo o qual “os índios se acabaram”.
“Do Colégio de Salta: Alguns dos zelosos sujeitos que vivem neste Colégio, saem dele com
grande coragem para realizar missões nas vastas regiões habitadas pelos índios calchaquíes,
pulares, huamacas e luchinares, para onde são chamados com freqüência, havendo obtido
gloriosos triunfos sobre o “Príncipe das trevas”. Contudo, seu trabalho foi destruído por um
embusteiro espanhol, o qual se fez proclamar “Inca dos calchaquis” [nome que dão ao seu
rei]. Este impostor, depois de haver se insinuado entre os bárbaros, sublevou-os contra os
espanhóis. Como suas vidas estavam em perigo, os padres tiveram que abandonar sua amada
missão - a qual se encontrava sob risco de ser tomada pelos rebeldes - depois de terem
2. predicado nela por 14 anos. Puderam os padres escapar incólumes, com exceção de um que
foi ferido gravemente.
O governador da Província mobilizou um exército e empreendeu uma expedição militar para
castigar os rebeldes. Ao mesmo tempo, por meio de uma carta ao Provincial, solicitou o
acompanhamento de alguns capelães militares, uma vez que ele próprio era testemunha do
benéfico trabalho realizado pelos padres. O governador atribuía o bom êxito da expedição à
aceitação de que gozavam os padres entre os bárbaros, e elogiava ao mesmo tempo, a
modéstia destes e sua prudência, qualidades sobre as quais se comprometeu de informar ao
Conselho das Índias, como de fato o fez. Agregou ainda ao seu informe notícia sobre a
ameaça representada pela conjuração para toda a província, caso não houvesse a presença da
Companhia de Jesus para impedir seu alastramento para regiões vizinhas.
Mesmo contidos pelas armas, logo os inconstantes índios aborreceram-se novamente. Estas
guerras e invasões trouxeram muitos prejuízos para os nossos bens, como a destruição de
edificações, o abandono de colheitas e roubo de gado.
Uma cédula real ordenou ao governador de Buenos Aires vir em auxílio dos afligidos pela
situação. Ele me solicitou o apoio dos padres que considerava indispensáveis para o sucesso
da empresa. A primeira destas expedições causou grande trabalho para os nossos, filhos de
Santo Inácio, pois mais de 900 famílias foram desterrados de seu montanhoso país natal, para
viver em campo aberto nas proximidades da cidade de Salta, repartidos pelas aldeias, para que
lhes fosse mais difícil fugir ao serviço pessoal. Coube a nossos padres o cuidado dos muitos
que logo adoeceram e dos quais não poucos morreram. Aos demais, os padres instruíam na
doutrina cristã e aos moribundos administravam o santo batismo.”
ADAPTADO DE: Carta Ânua da Província Jesuítica do Paraguai – 1659-1662. Organização,
Introdução e Notas FRANZEN, Beatriz Vasconcelos, FLECK, Eliane Cristina Deckmann e
MARTINS, Maria Cristina Bohn. Cuiabá- São Leopoldo, Ed. da UFMT, OIKOS e Ed. da
Unisinos, 2008, p. 48 – 50.
“Del Colegio de Salta: Algunos de los celosos sujetos que viven en este colegio, salen de este
centro con valor e intrepidez para las misiones de las vastas regiones de los calchaquíes,
pulares, huamacas y luchinares, adonde son llamados frecuentemente ... [?] habiendo ellos
logrado ya muchos gloriosos triunfos sobre el príncipe de las tinieblas. Pero se destruyó la
esperada abundante cosecha por un embaucador español, el cual se hizo proclamar Inga de
los calchaquíes (nombre que dan a su rey). Después de haberse insinuado bastantemente en
los ánimos de los bárbaros, los sublevó contra el nombre español. Por lo cual tenían que
retirarse nuestros Padres de su amada misión, donde habían predicado el evangelio ya por 14
años, ya que peligraba su vida, siendo la misión asaltada por los bárbaros rebeldes. Pudieron
escaparse incólumes, con excepción de uno que fue herido gravemente... [?]
3. El gobernador de la provincia mobilizó un ejercito y emprendió una expedición militar para
castigar a los rebeldes. Pidió el gobernador al mismo tiempo algunos Padres para capellanes
militares, testificando él mismo la benéfica labor de ellos, por medio de una carta al Padre
Provincial de entonces, atribuyendo el buen éxito de la expedición en especial a la aceptación
de la cual gozaban los padres entre los bárbaros, alabando al mismo tiempo sobre manera la
modestia de los Padres, y su prudencia, de lo cual prometió informar favorablemente también
al Consejo de Indias, como lo hizo; y añadió en su informe que amenazaba ruina toda la
provincia por esta conjuración, la cual en caso de no haber sido atajada se hubiera extendida a
las naciones vecinas, si allí no hubiera estado la Compañía. Aunque refrenados por las armas,
se aburrieron pronto otra vez, y del mismo modo, los inconstantes indios. Por la guerra y las
invasiones sufrieron mucho quebranto nuestros bienes, siendo las construcciones campestres
destruidas, las cosechas o arruinadas o abandonadas, y robado todo el ganado durante estas
revueltas.
Por real cédula fue ordenado al gobernador, volver del puerto de Buenos Aires, para socorrer
a los afligidos. No volvió acá sin pedir de mí los mismos Padres que ántes eran sus
compañeros y confidentes. a los cuales creía indispensables para el buen éxito de la empresa.
Ya el resultado de la primera expedición causó grandes trabajos para los nuestros, hijos de
San Ignacio, pues, más de 900 familias fueron desterradas de su país natal montañoso, para
vivir en campo abierto en las cercanías de Salta, repartidos por las aldeas, para que más
difícilmente se pudiesen sustraer del [servicio personal] pactado. Correspondió a nuestros
Padres el cuidado de los muchos enfermos que hubo en seguida entre ellos, muriendo no
pocos”.
In: Carta Ânua da Província Jesuítica do Paraguai – 1659-1662. Organização, Introdução e
Notas FRANZEN, Beatriz Vasconcelos, FLECK, Eliane Cristina Deckmann e MARTINS,
Maria Cristina Bohn. Cuiabá- São Leopoldo, Ed. da UFMT, OIKOS e Ed. da Unisinos, 2008,
p. 48 – 50.
4. Pedro Bohórquez
Pedro Chamijo (Arahal,1 2
Sevilla, 1602 – Lima, 3 de
enero de 1667), también conocido como Pedro
Bohórquez e Inca Hualpa, fue un aventurero español de
que tras probar fortuna infructuosamente en diversos
oficios en el Perú, logró alrededor de 1656 hacerse
coronar como Inca de los calchaquíes, engañando tanto a
estos como a los gobernantes y clérigos españoles. Su
historia casi legendaria tiene mucho que ver con
la picaresca, con final trágico.
De origen campesino,
muyprobablemente morisco o mudéjar, logró aprender a
leer y escribir junto a los jesuitas en Cádiz. A los 18 años
llegó a América, desembarcando en el Pisco en 1620,
atraído por la promesa de riqueza fácil que parecía
ofrecer.
Lucró durante años en el Perú con engaños diversos,
pero sin obtener dinero suficiente para retirarse. En
Quinga Tambo contrajo matrimonio con Ana Bonilla,
quien era hija de padre zambo y madre indígena.
Luego de que en 1629 Luis Jerónimo Fernández de
Cabrera y Bobadilla, conde de Chinchón, asumiera como
virrey del Perú, Chamijo intentó convencerlo de realizar
una expedición a las fuentes del río Marañón o
Amazonas, a donde le aseguraba que se hallaba elGran
Paititi, un lugar que rebosaba de oro y plata. Descubierto
su engaño, huyó a Potosí en el Alto Perú. Cerca de allí
conoció a un clérigo llamado Alonso Bohórquez del cual
se hizo amigo y -para huir de las puniciones españolas-
adoptó su apellido haciéndose pasar por su sobrino.3
5. En 1639 logró convencer al nuevo virrey, Pedro Álvarez
de Toledo y Leiva, marqués de Mancera, para realizar
una expedición a las fuentes del Marañón, que finalizó en
fracaso. Huyó de nuevo haciéndose llamar Francisco
hasta que en 1648 asumió como virrey García Sarmiento
de Sotomayor, conde de Salvatierra, quien autorizó una
nueva expedición a las fuentes del Marañón, que también
fracasó estrepitosamente. Bohórquez fue enviado preso
a Valdivia, en el entonces extremo sur de Chile, de
donde huyó y atravesó la cordillera de los
Andes recalando en la ciudad de Mendoza, en la
actual Argentina. Luego de pasar por La Rioja, alrededor
de 1656 llegó a San Miguel de Tucumán, que era una de
las principales ciudades de la dilatada Gobernación del
Tucumán. Pese a la amplitud del territorio, la situación de
los colonizadores españoles era precaria, entre otras
razones merced a la oposición de los nativos calchaquíes,
un pueblo guerrero del conjunto diaguita que había
estado muy brevemente sometido al Tawantinsuyu y
rechazaba vehementemente la presencia española. Los
intentos de evangelización llevados reiteradamente a
cabo por misioneros jesuitas habían resultado
infructuosos, puesto que los diaguitas "calchaquíes" se
mostraban reticentes a técnicas empleadas con éxito con
otros grupos de la zona. Entre los escasos resultados de
estos se contaba un vago rumor de que los calchaquíes
conocían la ubicación de prodigiosos yacimientos de
metales preciosos vacantes desde el desmoronamiento
del Imperio incaico.
Se ignora cómo hizo Bohórquez para conocer la situación,
pero -casado con una joven indígena- consiguió ganarse
la confianza de los calchaquíes haciéndose pasar por el
último descendiente de los incas con el nombre de Inca
Hualpa. Entre esos caciques se hallaba Pedro Pinguanta,
de cierta influencia, quien lo refugió en los valles
Calchaquíes cuando los españoles procuraron apresarlo.
6. En rigor los documentos que han llegado hasta el
presente demuestran que nunca los diaguitas
"calchaquíes" le creyeron descendiente de los incas -por
más que fuera de tez amorenada-, los diaguitas no
aceptaban como soberano a un inca pero en las
circunstancias sí admitieron el liderazgo de alguien que
quizás podría librarlos del dominio español. De ellos
obtuvo noticia de los yacimientos locales, asegurándoles
que si se los revelaban utilizaría todas las fuerzas a su
disposición para expulsar a los colonizadores.
Bohórquez convenció a tres misioneros jesuitas que un
monarca cristiano podría evangelizar a los nativos con
mayor éxito que el logrado hasta la fecha. Uno de ellos,
Eugenio de Sánchez, logró que el gobernador del
Tucumán, Alonso Mercado y Villacorta, le propusiera una
reunión en Pomán, nombre dado entonces a Londres,
(actual Provincia de Catamarca). En la reunión celebrada
en junio de 1657 Bohórquez se presentó rodeado de
caciques, llevado en litera de oro y vistiendo el "llantu",
una borla que usaban los emperadores incas. Aseguró a
los españoles que — considerado inca o, mejor dicho en
el idioma de estos el kakán: titakín por los diaguitas
calchaquíes— era capaz de obtener su sumisión al rey y
que sería fácil convertir a los indígenas al cristianismo.
Insinuó también que revelaría la ubicación de los
yacimientos, si ellos le garantizaban su reconocimiento
como monarca local y su apoyo. Mercado y Villacorta le
dio trato de capitán general, celebró una semana de
festejos en su honor y lo nombró teniente gobernador y
justicia mayor.
La única oposición provino del obispo del Tucumán,
fray Melchor de Maldonado y Saavedra, quien descreyó
de la historia. Sin embargo, Bohórquez pudo mantener la
situación durante dos años, mientras asentaba un
gobierno fuerte y militarizando en los valles contra los
españoles. De este modo llegó a establecer la capital de
7. su reino en Tolombón, pequeña localidad
estratégicamente ubicada a la cual hizo fortificar, e
incluso hizo dotar de una artillería defensiva compuesta
por cañones hechos con madera dura (que solo
soportaban 2 ó 3 tiros). La técnica de construir cañones
de cuero y madera la había adquirido de un carcelero en
Chile.
Como Bohórquez se dedicó a formar un ejército
indígena, su relación con los españoles se afectó y el
virrey ordenó al gobernador que lo apresara y enviara
a Charcas. Lideró con la ayuda de su secretario Lorenzo
Tisapanaco, el tercer levantamiento de los calchaquíes
contra el dominio español, atacando las ciudades
de Salta y San Miguel de Tucumán y provocándoles
gravosas pérdidas. En el Fuerte de San Bernado, cerca
de Salta, un ejército de 200 indígenas fue derrotado.
Finalmente fue subyugado por las fuerzas de Mercado y
Villacorta, aunque sin ser detenido inmediatamente y se
retiró hacia sus dominios.4
Bohórquez escribió al presidente de la Real Audiencia de
Charcas solicitando un indulto, que fue concedido por
una junta de guerra, por lo que se entregó a las
autoridades de Salta. Cuando era llevado a Lima se
conoció que promovía un nuevo intento de agitar otra vez
a los calchaquíes, por lo que fue muerto por garrote en
secreto en Lima el 3 de enero de 1667. Su cuerpo, ya sin
vida, fue ahorcado y luego su cabeza exhibida en una
pica. Mientras que muchos de los calchaquíes fueron
desarraigados y divididos, sometidos a formas de trabajo
forzado, para evitar ulteriores alzamientos.
Su historia fue relatada en la Relación histórica de
Calchaquí (1696) de Hernando de Torreblanca de la
Compañía de Jesús (a los 84 años), uno de quienes
creyeron en el supuesto nieto de Atahualpa, y novelada
por Roberto J. Payró en El falso inca (1905)