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María Rostworowski de Diez Canseco
Curacas y
Sucesiones
Costa Norte
Lima, 1961
Quiero expresar mi agradecimiento al Dr.
Oscar Malca Olguín, Director del Archivo
Nacional, al Sr. Felipe Márquez, así como al
personal del Archivo, por las facilidades y
ayuda que me han brindado.
Portada de Pedro Oatrowski
Tabla de contenido
INTRODUCCIÓN............................................................................................................................. 5
LOS CACIQUES DE REQUE, CALLANCA Y MONSEFU ...................................................................... 9
Caciques De Reque.................................................................................................................. 15
Encomenderos de Reque en el Siglo XVI................................................................................. 16
EL CURACAZGO DE NARIGUALA DE CATACAOS .......................................................................... 19
EL CACICAZGO DE LA PUNTA DE LA AGUJA, NONURA Y PISURA ................................................ 27
EL CACICAZGO DE LAMBAYEQUE Y FERREÑAFE.......................................................................... 33
LOS REGULOS DE CHIMOR .......................................................................................................... 42
CONCLUSIONES ........................................................................................................................... 45
APENDICE .................................................................................................................................... 50
Probanza de don Gabriel Martín............................................................................................. 50
Probanza de Don Francisco Llontop........................................................................................ 57
Probanza de Don Diego Quesquen ......................................................................................... 75
Auto Para La Aprobacion De Oficio......................................................................................... 81
Parecer del fiscal (foja 164)..................................................................................................... 95
Provision.................................................................................................................................. 97
Manuscritos Consultados...................................................................................................... 107
BIBLIOGRAFIA............................................................................................................................ 112
CITAS BIBLIOGRÁFICAS.............................................................................................................. 118
INTRODUCCIÓN
Los datos que tenemos sobre la región de la Costa Norte del Perú, en la época
pre-colombina, son poco numerosos. La mayoría de los cronistas se esmeraron
en contarnos la grandeza de los Incas, sus guerras y victorias sobre sus vecinos.
El Cuzco, centro del Imperio, mereció toda la atención, silenciando
desgraciadamente noticias de otros lugares no menos interesantes.
La dominación incaica en la Costa Norte, fue relativamente tardía y duró menos
de un siglo. De allí que cada región de los “Yungas” conservara su idioma al
momento de la conquista y ciertas costumbres que les eran propias.
En este trabajo nos ocuparemos en especial de las sucesiones de los cacicazgos,
que si bien tenían caracteres en común con los demás lugares del antiguo Perú,
por otro lado, mostraban sus rasgos propios y peculiares. Para nuestro estudio
nos basaremos principalmente sobre los manuscritos inéditos del Archivo
Histórico Nacional de Lima, referentes a pleitos sobre la herencia de los
curacazgos. Estos documentos de la época virreinal, se remontan en sus
averiguaciones y probanzas, a las costumbres de su gentilidad, pues los
españoles se informaron y conservaron algunas de las antiguas tradiciones
locales. Es sabido que muchas de las Ordenanzas dictadas por el Virrey Toledo,
se inspiraron en el derecho indígena existente. Se afanó el Virrey en llevar a cabo
una averiguación detallada de las costumbres de sucesión de los curacazgos
durante el Incario, de las obligaciones y oficios de los señores principales, de los
tributos y servicios que debían prestar los indios a los caciques. Con todos estos
datos se elaboraron “Las Obligaciones” de los Caciques durante el Virreinato,
siguiendo de cerca la tradición imperial (1). Existió una preocupación de parte de
la Corona Española, por conocer las costumbres locales y luego de mantener
parte de la organización incaica, hecho que habla de la bondad y sagacidad de su
tradición.
La Recopilación de Leyes de Indias, en los referente a los caciques y a las
sucesiones, subraya “que en esto no se haga novedad y virreyes, audiencias y
gobernantes no tengan árbitro en quitarlos a unos y darlos a otros dejando la
sucesión al antiguo derecho y costumbre (2). Basadre (3) en su Historia del Derecho
Peruano, señala las formas de permanencia del derecho indígena en la Colonia,
siempre que no fuese opuesto a la legislación o a la religión católica.
Con justa razón sostiene Rowe (4) que estos reconocimientos del derecho del
régimen anterior, son el argumento más potente que podemos buscar, para
establecer la continuidad de tradiciones constitucionales entre la Colonia y el
Tahuantinsuyu.
En los primeros años de la Conquista, las sucesiones de los cacicazgos
continuaron como durante el Incario, sólo que el beneplácito del nombramiento
lo daba el encomendero en lugar del Inca. Luego de implantarse los cánones
virreinales, iban los pleitos sobre la herencia de los cacicazgos a la Real Audiencia
y seguían el curso de los litigios ordinarios con todos sus términos y pruebas que
duraban meses y años. Los indios, al hacerse cada día más ladinos, se mostraron
amigos de los pleitos y prolongaron estos costosos litigios. El Virrey Toledo
teniendo en cuenta estos inconvenientes, trató de abreviar los despachos y que
estos negocios fuesen expedidos por el virrey y no por las Reales Audiencias. En
una carta del Marqués de Cañete al Rey, del 20 de Enero de 1595, se queja
justamente de los largos trámites que perjudicaban a los naturales (5).
Los documentos inéditos a los que nos referimos, son una rica cantera de datos,
donde los litigantes prueban sus derechos y títulos al cacicazgo. El más
importante de estos manuscritos y él de mayor interés y noticias sobre las
costumbres de la región, es un pleito sobre la sucesión del cacicazgo de Reque,
Callanca y Monsefú de 1595. Por orden de importancia le sigue un expediente de
1610 sobre el litigio por el cacicazgo del Repartimiento de Nariguala, reducido en
Catacaos, que contiene datos sobre las capullanas, luego dos expedientes sobre
los ayllus de la Punta de la Aguja, Nonura y Pisura, reducidos en el pueblo de
Sechura. El manuscrito de 1687, se halla en la Biblioteca Nacional y el otro de 1692
pertenece al Archivo Histórico de Lima. Por último, citaremos un litigio por el
título de cacique de Lambayeque y Ferreñafe de 1765, que complementa lo
publicado por el padre Rubén Vargas Ugarte (6). En los legajos de siglos
posteriores, ya la tradición indígena es débil y las costumbres europeas
predominan. Este es el caso de los documentos de Lambayeque, en ellos los datos
más importantes son los que corroboran con los de la crónica de Cabello. Aparte
de estos manuscritos principales hemos consultado los Juicios de Residencias, y
otros legajos que anotamos al final.
Los motivos que movían a los indios a sostener los costosos juicios por los
cacicazgos, eran, fuera del honor y del rango que implicaba el cargo, los
numerosos beneficios, adjuntos al título. En los expedientes se nombran los
salarios, servicios, beneficios de la tasa y de las chacras. En cuanto a la cantidad
de tierras designadas para el cacique debió variar en las diferentes regiones,
según la calidad de ellas y el número de habitantes del pueblo. Diferencias que
no sólo debieron existir en la época colonial, sino desde tiempos pre-hispánicos.
Así como las costumbres sobre las sucesiones variaban en cada valle, igualmente
eran distintas las tenencias de tierras. Según la Relación del valle de Piura, en
tiempo de Su gentilidad, la tierra pertenecía toda al curaca, que la poseía como
suya propia, dándola a los indios en arrendamiento, y usufructuando ellos parte
de las cosechas que producían (7).
En el pueblo de Pácora en 1799, el cacique don Gaspar Casusoli, elevó al
Procurador de Naturales una petición para hacer valer sus derechos y privilegios
(8). Alego que a los caciques se les señalaban tierras para sus cultivos, según era
costumbre desde épocas primitivas, y que los indios de su reducción debían
trabajarlas, dándoles el curaca de comer y beber durante el tiempo que estuviesen
ocupados en ellas, esto era sin contar con el servicio personal a que estaban
obligados de prestar.
En el caso del cacique de Pácora, le reconocieron veinticinco fanegadas de tierras
adjuntas al título de curaca, fuera de las chacras que podía poseer. Variaba la
cantidad asignada, así en la declaración del cacique de Caima en Arequipa,
declaró en 1822, que por su cargo le pertenecía de derecho 12 tupus de tierras y
dos chayañas (9). En la Relación hecha en Huánuco por Iñigo Ortiz de Zúñiga
(10) hay mención del servicio al que estaban obligados los indios en las chacras y
en la casa del curaca.
En un manuscrito de 1768, don Apolinario Llontop, cacique propietario de
Monsefú, elevó una petición afín de ser amparado en sus derechos y privilegios.
Pedía que se cumpliese lo proveído en las Ordenanzas a los Caciques, sobre el
servicio y beneficios. En un decreto del Superior Orden del 12 de Abril del mismo
año, estaba dispuesto “que a los caziques, a más del salario, que se les señala en
las Retazas, les siembren y beneficien los Indios subgetos, algunas Chácaras, bien
sea en las tierras, que tubieren propias, o si caresieren de ellas, en las del Común,
y que para la Guarda de Ganados servicio de su casa, y el de su muger siendo
Casado, se le destine cierto número de los Reservados mayores de cinquenta
años, de muchachos, e indias viejas libres de toda sospecha, con la obligación los
referidos Caziques, de remunerar a los suso dichos el trabajo que impenden en
sus respectivos ministerios, la qual se expresará después”.
Incluye el expediente una Provisión original, librada el año 1679 por el Virrey
Melchor de Liñán y Cisneros a favor del abuelo de Apolinario Llontop,
igualmente cacique de Monsefú y en la que se disponía que “los Indios de la
Comunidad del dicho Repartimiento de Monsefú, les havían de sembrar,
beneficiar y cojer a sus Caziques, unas chácaras y sementeras de quatro fanegas
de sembradura de maíz y dos de trigo, dándoles semillas, de comer y beber a los
mencionados operarios el tiempo que se ocuparen, para la guarda de sus ganados
ocho indios viejos, seis muchachos de 17 años para abajo, y últimamente, para el
servicio de su casa, y el de su muger, seis indias viejas sin sospechas, a todos los
quales a más de la comida y bebida, les hauían de contribuir los dichos caziques
un vestido de algodón a cada uno, con la condición de que se hubiesen de mudar
de seis en seis meses, a menos que ellos de su voluntad, quisieren servir más
tiempo”.
La petición del cacique Llontop, motivó un decreto ordenando se efectuase una
Revisita a dicha provincia por el corregidor don Juan Okelli, y el informe pasó a
la Contaduría el 7 de Marzo de 1777. “En ella se cituaron a los Caziques de cada
repartimiento los salarios que debían gozar con proporción a el número de indios
empadronados, y a el trabajo que han de emprender en la Recaudación y
cobranza de tributos” (12 de Febrero de 1778).
Del informe se desprende que los salarios estaban en proporción al número de
indios y fueron variando a través del tiempo.
Estos beneficios hacían muy codiciados los títulos de caciques, de allí los
numerosos litigios y pleitos que debían abundar durante la Colonia.
LOS CACIQUES DE REQUE, CALLANCA Y MONSEFU
En los anaqueles del Archivo Histórico Nacional de Lima, se halla un manuscrito olvidado y
polvoriento sobre los derechos de sucesión del cacicazgo de Reque, Callanca y Monsefú en
el año 1595. En sus amarillentas páginas, numerosos testigos, la mayor parte indios viejos,
contaron episodios sucedidos en el tiempo inmediato a la conquista. Sus relatos reviven para
nosotros, cien años de nuestra historia en el momento álgido del encuentro de las culturas
yungas e incas con la española. En el voluminoso legajo sobre los derechos de sucesión del
cacicazgo, se desarrollan, llenos de pasión y de odios, los alegatos y testimonios de los tres
pretendientes a la gobernación de estos valles. No sólo vemos en sus páginas, las sucesiones
en la época incaica, sino en los primeros años de la colonia, antes de la organización del
Virreinato, y de las Visitas; cuando la tierra recién descubierta, no estaba aún sometida a los
cánones coloniales.
Es en Reque que el padre Fernando de la Carrera, escribió su “Arte de la lengua Yunga” en
1644, gracias a su gramática se conoce hoy día el idioma que se hablaba en el reino de Chimor
y en toda la región (11). De los tres pueblos en mención, tanto Reque como Monsefú (12)
existen ahora, no así el de Callanca, cuyo nombre antes de la conquista inca fue Chuepo o
Chuspo. En el momento del descubrimiento era el lugar de más importancia de los tres y el
que tenía supremacía sobre los demás. Quizás el despoblamiento de la costa afectó Callanca
de manera especial o la separación del cacicazgo de Reque contribuyeron a su decaimiento.
Después de las reducciones, Callanca estaba situado al sur de Chiclayo, a una legua de Reque
(13). En épocas pasadas debe haber tenido importancia; el cronista Cabello (14) al narrar las
diversas versiones sobre sus orígenes, que recordaban los naturales de la Costa Norte, cita a
los de Motupey, Layanca (Jayanca), Lambayeque, Callanca y Collique.
En la Visita que se llevó a cabo en 1606, el curacazgo de Callanca y Monsefú comprendía las
parcialidades de Callanca, Mocep, Monsefú, y la cuarta que se decía de don Diego Guzmán.
Las tres últimas estaban a cargo de caciques segundas personas, supeditados al curaca de
Callanca (15).
Vásquez de Espinosa, en el siglo XVI, menciona el corregimiento de Chicama, que
comprendía doce repartimientos con catorce doctrinas, entre ellas figuran Reque con 404
indios tributarios y Callanca con 302 indios (16). Cosme Bueno (17) en su descripción de la
provincia de Saña, escrita en el siglo XVIII, señala veinte curatos, entre los cuales nombra
Reque y Monsefú, sin decir una palabra de Callanca. Stiglich menciona Cayanca como una
hacienda o caserío cerca de Reque y Paz Soldán, en su Diccionario Geográfico, no lo nombra.
En un expediente al que volveremos más luego, que se ocupa del pleito sobre la herencia del
cacicazgo de Monsefú y Callanca en el siglo XVIII, si bien es la misma familia que lo posee,
ya Callanca ha decaído completamente. La toma de posesión del curaca, se efectuó en
Monsefú y luego en Chepén. Por último, en 1806 al asumir un nuevo cacique el gobierno, ni
siquiera se nombra ya a Callanca y sólo figura Monsefú.
En los primeros años del siglo XVI, era curaca principal de estos valles, Cuncu Chumbi, el
apellido Chumbi, se repite en forma constante entre los caciques, no sólo del litoral norte,
sino en el centro. ¿Cómo explicar la repetición y el empleo de la voz quechua Chumbi en
forma tan continua? Según Fray Domingo de Santo Tomás, “chumbi” era un ceñidero o faja;
Holguin menciona “Ccumpini”, tejer ropa fina; “Chhumpi” el color oscuro o pardo, y
“Chumpi”, la faja. Carrera en su “Arte de la lengua Yunga’' lince hincapié sobre la
pronunciación de la ch, distinta del castellano y que escribía con una h invertida, como en la
palabra “Chimor - cɥimor”.
Las telas de cumpi o cumbe, eran por su fina calidad, reservadas sólo para el soberano, y los
dignatarios a quienes quería distinguir el Inca, el pueblo usaba las telas de “ahuasca”, de
trama grosera y burda. Con el tiempo llegaría quizás a adquirir esa voz, un sentido de
nobleza y distinción que estaba de acuerdo con el rango de los caciques. Ahora bien, según
la pronunciación costeña podía haber una confusión entre la c, ch y cq de las palabras chumbi
o cumbe. Es significativo que el hijo del curaca de Lambayeque, Cuzco Chumbi, por el simple
hecho de haber sido engendrado en la capital del Imperio, tomara un nombre tan distinto al
de sus antepasados.
Otra explicación menos plausible, es que recibieran los curacas alguna faja o insignia de su
rango, hecho que no es narrado por ningún cronista, o bien llevaban los señores costeños el
rostro pintado de tono pardo, color de “chhumpi”, como lucen ciertos ceramios muchik. La
voz sería entonces una alusión quechua a los curacas que tendrían como privilegio traer la
cara embijada, a los filólogos les corresponde decidir la correcta interpretación (18).
Pero volvamos a Cuncu Chumbi, señor natural de Callanca que tenía por feudos suyos a los
de Reque y Monsefú “mucho tiempo antes que los españoles entraran a este reyno que fue
en el tiempo de los truxillanos”.
Fue casado según “su ley natural” con Xallencatelli, de la cual tuvo cuatro hijos varones que
fueron, Xancol Chumbi, Quicu Chumbi, Nuncu Chumbi y Miguel Quesquen Chumbi. Según
el alegato de Francisco Llontop, cacique de Callanca en 1595, a la llegada de los españoles en
1532, era cacique Quicu Chumbi y en Reque Xancol Chumbi. A pesar de los datos
contradictorios proporcionados por los testigos llamados a declarar en el litigio, de la
Provisión de 1570, se desprende que, a la llegada de los españoles, era Cacique de Callanca,
Quicuy Chumbi, en ese tiempo no estaba separado Reque de Callanca, sino que formaban un
solo curacazgo.
En el reparto de encomiendas que se llevó a cabo en tiempo del Marqués Pizarro, la de
Callanca le tocó a Francisco Luis de Alcántara y la de Reque a Miguel de Velasco, de allí
surgió la necesidad de crear dos cacicazgos, uno para cada encomienda.
A la noticia de la llegada de los españoles en el norte, Xancol Chumbi, hermano mayor de
Quicuy Chumbi, se dirigió a Piura, y se sometió a la Corona Real. Recibió probablemente en
recompensa, el cacicazgo de Reque, al mismo tiempo que consiguió la amistad de su
encomendero. Su excesiva complacencia con el extranjero, lo llevaron a exigir de los indios a
su cargo, un tributo mayor al que estaban acostumbrados a dar al Inca. Algunos testigos
llamados a declarar en el litigio por la sucesión, contaron que los indios de Reque, odiaban a
su cacique, porque les pedía demasiado tributo, que consistía sobre todo en plata, oro, ropa
y diversas cosas. Estas razones y el hecho de no haber sido Xancol Chumbi elegido según sus
costumbres, sino solamente por el encomendero, fueron las causas que motivaron su muerte.
Una mañana cuando Xancol Chumbi era conducido por sus hamaqueros, fue asesinado; el
testigo Juan Chucu (foja 148), que en 1532 tenía seis años, declaró que “lo vido” matar por
dos indios de Reque, llamados Samuef y Chafozula. Después del fallecimiento de Xancol
Chumbi vino a Reque el capitán Francisco de Alcántara a hacer justicia, y los homicidas
fueron castigados y quemados en su lugar llamado Cárcamo. No fue éste el único caso que
vemos en la Costa Norte, igual suerte corrió el curaca de Lambayeque, Xecfuin Pisan, al salir
de su valle al encuentro de los conquistadores, sus enemigos lo eliminaron en castigo por
haber dado muerte a sus tres hermanos. Estas reacciones no fueron dirigidas contra los
nuevos invasores, sino cumplían antiguas venganzas y pasados odios; en general los yungas
vieron en los españoles, quien los librara de los Incas, y fueron siempre muy adictos a ellos
(19).
El cacique Xancol Chumbi fue casado según sus ritos con Ayanzu, de la cual tuvo varios
hijos, en otra india manceba suya, que dio a luz después de muerto el curaca, fue padre de
Diego Chimoy. Sin embargo, su sucesor fue Pocan Chumbi, su hermano de madre, que no
gobernó mucho tiempo Reque, pues murió a la vuelta de un año. No le sucedió, ni el hijo
pequeño de Xancol Chumbi, ni el de Pocan Chumbi, sino que “eligieron los indios por orden
de Miguel de Velasco” a Edeco, principal de los cocineros de Xancol Chumbi.
En la crónica de Cabello (20) vemos que Naimlap, al llegar en sus balsas e instalarse en el río
Faquisllanga, trajo en su numeroso séquito, a Occhocalo, su cocinero. Según Las Casas (21) a
los serranos, les guisaban sus comidas sus mujeres, lo que no hacían los señores de los llanos,
que tenían para ello sus cocineros y oficiales. ¿Tendrían los yungas, al principal de los
cocineros como un cargo honorífico? Edeco no duró más de unos meses de curaca, se mostró
incapaz para el cargo y resultó depuesto.
Quedó entonces elegido por cacique, un joven natural de Reque, llamado Gonzalo Millón,
pero al poco tiempo huyó con su madre, que vivía en otro pueblo, por no querer acudir a los
españoles y darles todo lo que pedían. En su lugar fue designado Efquen Zula, señor
principal de Reque, del ayllu Reque, que con el agua del bautizo tomó el nombre de Martín
(22). Según los testigos, Efquen Zula no era mitayo sino “fucaque”, vocablo yunga que
significa señor, en cuanto al nombre Efquen, sería en idioma muchik, chacarero o mojón de
chacra; para el padre Carrera, casi medio siglo más tarde, Efquen era un nombre propio,
como lo era Efio; seguramente se estaba ya perdiendo el conocimiento de algunas voces (23).
Su padre había sido feudatario de Cuncu Chumbi y tenía la obligación de acudir con su gente
a la labranza de las heredades del curaca de Callanca. Casó su padre Sapquen Zula con
Tuchuncata y tuvo dos hijos, Chafezula y Chancunzula, ambos señores principales del lugar.
En otra india llamada Chutcuz tuvo a Efquen Zula, este último gobernó Reque por espacio
de veinte años, apoyado por Martín de Olarte, segundo encomendero de la región. Efquen
Zula fue casado con Isabel Nuqui, pero no tuvo hijos, en otra india fue padre de Gabriel
Martín Yalán, uno de los pretendientes, años más tarde, al cacicazgo en 1595.
A la muerte de Efquen Zula, su hijo era muy pequeño para sucederle, quedó elegido curaca
Gonzalo Millón, su sobrino, que ya lo había sido anteriormente. No tuvo la segunda vez más
suerte que la primera. En 1570, aparece Millón pidiendo amparo contra su encomendero,
Salvador Vásquez por haberle quitado “las insignias de cacique como son las trompetas y
tabernas”. Las Casas (24) cuenta, que los caciques costeños, llevaban en sus viajes “gran
aparato de gente y taberna” y que cada vez que salían se acompañaban de tres o cuatro
trompeteros y truhanes que los divertían. Sus mujeres también tenían a estos graciosos para
su servicio. Parte del lujo de un curaca era su numeroso séquito. Las Casas estima que por lo
menos doscientos o trescientos hamaqueros acompañaban a un señor, cuando se desplazaba
de un lugar a otro, sin contar con los demás miembros de su comitiva. Donde quiera que
parase, mientras estuviese en el lugar, habían de beber todos de su chicha, por ese motivo, es
que seguramente las tabernas eran una de las insignias de un curaca.
En la misma Provisión ya citada, según la diligencia practicada en Reque entre españoles e
indios viejos, por el escribano Melchor Pérez de Maridueña (en 1570) parece que a la muerte
de Efquen Zula, quedó elegido por curaca Diego Chimoy, hijo de Xancol Chumbi. Al cabo
de cuatro meses de desempeñar el cargo, se fue a Trujillo, siguiendo a una india con la que
estaba amancebado y que había sido desterrada por el cura del lugar. Sería entonces que el
encomendero Salvador Vásquez, en la ausencia de Chimoy, habría llamado a Gonzalo Millón
para que desempeñara el cargo de cacique.
Sea como fuera la elección de Gonzalo Millón, parece que no fue un personaje dúctil a las
exigencias de los españoles y por ese motivo no tardó en enemistarse con su encomendero.
Esta desavenencia favoreció la designación de Diego Chimoy, es así como en 1579, Chimoy
recibió las insignias de curaca y se sentó en el “dúo o tiana”, según la costumbre ancestral. A
pedido del nuevo cacique, Gonzalo Millón y sus hermanos Pedro Mancul y Francisco
Machicarefe, recibieron la orden de acatar las órdenes de Chimoy, so pena de quinientos
pesos para la Cámara de su Majestad. Según los numerosos testigos, Gonzalo Millón no tardó
en morir del enojo que le motivó el pleito.
Estando ya viejo Diego Chimoy, en 1593, le puso demanda por el cacicazgo Gabriel Martín,
hijo de Efquen Zula, en 1595 figura una Real Provisión para establecer los derechos del caso.
Esa es probablemente la fecha del fallecimiento de Diego Chimoy, pues un año más tarde se
inició el litigio por la herencia del curacazgo.
Ya había pasado la época de la conquista, Don Francisco de Toledo, con sus Ordenanzas,
había marcado las pautas que regirían de allí en adelante el Virreinato. La Real Audiencia de
Lima, levantó una información sobre la legítima sucesión del referido cacicazgo. Cada uno
de los pretendientes presentó su Probanza y sus testigos, fuera de la de Oficio, hecha en
Chiclayo el 3 de Febrero de 1596, ante el Corregidor don Francisco de Olmos Pizarro.
Los tres candidatos al cacicazgo de Reque, fueron los siguientes: don Francisco Llontop,
cacique de Callanca y Monsefú, hijo de Miguel Quesquen Chumbi; don Gabriel Martín Yalán,
hijo de Efquen Zula; y Diego Quesquen, hijo del último curaca don Diego Chimoy.
En la enconada lucha que se libró entre los tres pretendientes, cada uno esgrimió sus
derechos, narró y acomodó los hechos según sus intereses. Los numerosos bienes del
cacicazgo, los beneficios y salarios eran el atractivo que los llevaba a la lucha. Como hemos
hecho hincapié más arriba, una de las costumbres de la tierra, era la capacidad para el mando,
por eso cada uno trataba de demostrar su propia eficacia y tachar al contrario de ineptitud.
El parecer del Fiscal, apoya este punto de vista.
Pero veamos los derechos de cada uno de los pretendientes, don Francisco Llontop exponía
la antigua supremacía de los caciques de Callanca sobre Reque, y en el curso del litigio, al
comprender que no le sería fácil gobernar este pueblo, sin descuidar el suyo propio, propuso
renunciar a sus derechos a favor de su hijo Zumxantal-famtin, de quien dijo ser “hábil y
suficiente, capaz y afable”.
Don Diego Quesquen, era mucho menor que los demás y quedó denunciado como “indio
inútil, incapaz, facineroso y delincuente y por tales, castigado y afrentado en la plaza pública
del dicho pueblo de Reque donde fue azotado”. Casó Quesquen con la hija del cacique de
Saña, con el objeto de vigorizar su candidatura, pero su vida poco arreglada le quitó toda
opción.
El tercer pretendiente fue don Gabriel Martín, indio ladino que sabía leer y escribir, y era
protegido de la encomendera de Reque, doña Ana de Velasco; supo granjearse la
benevolencia de los españoles, hechos que le ayudaron a recibir el cacicazgo de Reque en
1601.
Para el estudio de las sucesiones, los datos más importantes que suministra este documento,
son evidentemente la elección del curaca, elección que podía recaer sobre un hijo, hermano
o cualquier otra persona que se mostrara capaz para el cargo. No solamente los hechos
muestran esta aseveración, la Probanza de Oficio que reproducimos en el Apéndice, confirma
las costumbres imperantes no sólo en Reque, sino en los demás pueblos comarcanos de los
llanos.
Aquí terminan las noticias que proporciona el documento de Reque, en otros manuscritos
hemos encontrado algunos datos sobre los curacas del lugar.
Don Francisco Llontop, no debió sobrevivir mucho tiempo a la pérdida del cacicazgo de
Reque. Según el testimonio de la Visita ordenada por el Virrey don Luis de Velasco al
Repartimiento de Callanca en 1606, aparece como curaca del lugar, don Juan Llontop, de 31
años, casado con doña Francisca Chusoy Chumbi, y sus dos hijos Sebastián de doce y
Francisco de nueve años. En 1608 comparece en Monsefú, ante el corregidor, el cacique Juan
Llontop con sus principales, para la averiguación sobre bienes comunales que tenían los
pueblos de Callanca y Monsefú, con el fin de pagar con ellos la tasa y el tributo. Todos los
indios dijeron no tener bienes de comunidad, ni granjerías, ni rentas y que para pagar los
tributos lo hacían de sus chacras (24).
En el Juicio de Residencia (25), promovido en 1611, contra don Gabriel de Doria, corregidor
de la región, por los múltiples agravios que cometió, figura la orden de prisión que dio
injustamente contra los caciques, don Gabriel Martín y don Juan Llontop, por no poder pagar
todo el tributo, debido a las malas cosechas. Gabriel Doria aparece como una persona poco
honesta, entre los varios delitos que cometió, contravino las Ordenanzas y vendía
públicamente chicha en los cinco pueblos de Chiclayo, Reque, Monsefú, Callanca (foja 169) y
Collique. Era un monopolio que había restablecido, sin consentir que persona alguna le
hiciese competencia. En las tabernas que administraba, trabajaban en cada una un chichero
y dos mitayos.
Con estos últimos datos terminan las noticias sobre los caciques de Reque, el padre Carrera
en 1644, nombra de curaca a Maleo Millón. No sucede igual con Monsefú y Callanca, en 1783,
figura un litigio por el curacazgo, que junto con otros documentos, complementan nuestros
conocimientos, sólo queda en blanco una pequeña parte del siglo XVII.
En 1759, se presentó ante el Superior Gobierno de Lima, don Apolinario Antonio Llontop
Chumbi Limo, con el objeto de reclamar sus derechos al curacazgo, como hijo legítimo del
difunto cacique, don Gaspar Valeriano. La herencia le venía por su abuela doña Rosa Llontop
Chumbi, que heredó a su vez de su padre Baltasar Llontop. No solamente heredaba el
cacicazgo de Callanca, Monsefú, Chepén y Tecapa, sino el de cacique segunda persona de
Lambayeque, título que tenía ya su bisabuelo.
En la probanza que presentó don Apolinario Llontop, aparece como de 17 años, sin embargo,
en su partida de defunción, incluida en el expediente y acaecida el 9 de agosto de 1806, tenía
en ese momento 74 años, lo que nos da 27 años a la muerte de su padre.
Su “buen juicio y capacidad” le valieron, para que no tuviera contradicción alguna y pudiera
gozar de los salarios, servicios y beneficios de chacras a que tenía derecho, según costumbre
antigua e invariable (fojas 4 y 11).
La toma de posesión del cacicazgo de Monsefú, lugar donde residía el curaca, se efectuó el
18 de Octubre de 1761 y al día siguiente en Lambayeque, donde era cacique principal en ese
entonces, don José Justo Temocbe. La ceremonia se llevaba a cabo ante el Corregidor y Justicia
Mayor, quien cogía al nuevo curaca y lo sentaba en un dúo o tiana, en nombre de su Majestad.
En igual forma le fue dada la posesión del cacicazgo de Chepén y Tecapa, en una ramada al
lado de la iglesia principal. Si bien al principio del expediente se menciona a Callanca; en la
ceremonia de instalación del cacique, ya no se nombra para nada a este antiguo pueblo. En
1768, Apolinario presentó una petición para que se le amparase en la posesión y goce de sus
derechos de cacique, petición que ya hemos visto.
Casó el curaca con María Nieves Suñi o Noyochumbi, pero no tuvieron descendencia. su
muerte, en 1806 se inició el pleito por la sucesión entre el hermano menor de Apolinario, don
Andrés, nacido en 1755 y el hijo natural del cacique difunto, don Gabriel Llontop y Efio. En
el expediente presentado por don Gabriel, se dice ser indio noble “descendiente de la sangre
real de los Incas” e hijo de doña Narcisa Efio, india noble de su misma estirpe y cacica
segunda persona del mismo lugar, que tuvo seis hijos de don Apolinario. El pretendiente
hizo hincapié en los autos que presentó, de su capacidad y eficiencia.
El expediente es incompleto, pero-don Gabriel debe haber ganado el litigio, pues en 1810, su
tío había abandonado sus pretensiones y era nombrado como vicioso y enemigo implacable
de todos los individuos de su nación. Con Gabriel Llontop, se terminan los datos que tenemos
sobre el cacicazgo de Callanca y Monsefú, poco tiempo debía subsistir ya en el Perú esta
institución.
CaciquesDeReque
Cuncu Chumbi
Cacique Gentil de Reque, Callanca y Monsefú.
Quicoy Chumbi
Cacique Gentil de Reque, Callanca y Monsefú.
Xancol Chumbi
Cacique de Reque. Hermano del anterior nombrado por los españoles.
Pocan Chumbi
Gobernó un año, era hermano de madre de Xancol Chumbi
Edeco
Principal de los cocineros Cacique unos meses, fue depuesto por mostrarse incapaz.
Gonzalo Millón
Al poco tiempo de ser elegido abandonó el cacicazgo.
Miguel Efquen Zula
Señor principal del ayllu Reque gobernó alrededor de 20 años.
Gonzalo Millón
Volvió a ser designado cacique; fue depuesto a favor de:
Diego Chimoy
Hijo de Xancol Chumbi. Cacique de 1579 a 1594 ó 95.
Gabriel Martín Yalán
Hijo de Martín Efquen Zula nombrado curaca en 1601, por la Real Audiencia.
EncomenderosdeRequeenelSigloXVI
Miguel de Velasco
Martín de Loarte
Salvador Vásquez
Ana de Velasco.
EL CURACAZGO DE NARIGUALA DE CATACAOS
El segundo Legajo comprende los autos que siguió en 1610, don Francisco de Montalvo,
Procurador General de los indios, en nombre de doña Francisca Canapaynimi sobre sus
derechos al Cacicazgo de Nariguala, reducido en el pueblo de Catacaos, cerca de Piura.
En tiempo del Virrey Toledo, había en Piura 26 Repartimientos de indios, entre los que
figuraban, Catacaos y Nariguala (26), cuando se hicieron las reducciones de los indios a
pueblos, quedaron los naturales en los términos de sus propias tierras (27). Vás- cjuez de
Espinoza, nombra la parcialidad de Nariguala entre las veintiocho que existían en el
Corregimiento de esa provincia. En 1755, este ayllu, junto con el Menon y Mecache,
pertenecían a un solo encomendero. Los indios de Nariguala pertenecían a los antiguos
Tallanes, que ocupaban la región de Piura, al momento de la conquista. Para mejor
comprender las costumbres de sucesión que alegan en el expediente, y los derechos de las
famosas Capullanas o Cacicas, veremos primero lo que cuentan los cronistas sobre los
naturales.
Según Cabello, los Tallanes eran de origen serrano, establecidos en los valles de Pohechos,
La Chira, Tangarará, Piura y Catacaos (28). Zárate divide los indios de los llanos entre
Yungas, Tallanes y Mochicas. Los cronistas nombraban a todos los indios del litoral como
Yungas o Yuncas, nombre tomado del idioma quechua, para designar los valles cálidos, lanío
al este como al oeste de la cordillera.
En la “Relación de la ciudad de Sant Miguel de Piura” (29), hay mención de tres naciones de
naturales, diferentes en su habla, que existieron en los términos de la ciudad o sea desde el
sur de Guayaquil, hasta Trujillo. El idioma Tallán fue posiblemente el Sec, que menciona
Calandra, desgraciadamente perdido hoy día, y del cual no sabemos nada (30).
De sus costumbres de sucesión poco es también lo que conocemos, la Relación de la ciudad
de Piura (párrafo 163 y 175) dice que “subceden en ellos hijos, hermanos o sobrinos” y que a
la muerte de un cacique, casi generalmente sucedían hermanos y sobrinos, pero que “se hiba
perdiendo esta orden y que prevalece ya la costumbre española, de suceder los hijos.
Las Casas (31) asegura que entre los Tallanes y los Huancavilcas no heredaban los varones
sino las mujeres y que a las Cacicas les decían Capullanas. El padre Lizárraga (32) afirma que
antiguamente gobernaban en esta provincia “las mujeres, a quien los nuestros llaman
capullanas, por el vestido que traen y traían a manera de capuces, con que se cubren desde
la garganta a los pies, y el día de hoy casi en todos los llanos usan las indias este vestido; unas
se ciñen por la cintura, otras le traen en bandas. Estas capullanas, que eran las señoras en su
infidelidad, se casaban como querían, porque en no contentándolas el marido, le desechaban
y casábanse con otro. El día de la boda, el marido escogido se sentaba junto a la señora y se
hacía gran fiesta de borrachera; el desechado se hallaba allí, pero arrinconado, sentado en el
suelo, llorando su desventura sin que nadie le diese una sed de agua. Los novios con grande
alegría haciendo burla del pobre.
Sobre este vestido particular de las tallanas, cuenta Cieza (33) que la vestimenta de la mujer
era grande y ancha a manera de capuz, lo mismo afirma Pedro Pizarro, cuando dice que “las
mujeres traen unos capuces, vestidos que les llegan hasta la garganta del pie, tienen ellas
horadados los labios junto a la barba y metidas en los agujeros unas apuntas de oro y plata
redondas que les tapan el agujero: quitanselo y pónenselo cuando quieren. Por último,
Vásquez de Espinoza (párrafo 1176) menciona el vestido de las indias como un saco grande
de algodón negro y que las cacicas arrastraban una vara, cuando más autoridad e
importancia tenían, tanto más larga era la cola del vestido.
La similitud de la indumentaria de las tallanas con el antiguo capuz español, fue seguramente
el origen del nombre que tomó esta prenda y de las cacicas o capullanas que las llevaron,
desgraciadamente no ha quedado la voz que le daban los naturales.
En su Memorial de las Historias del Nuevo Mundo, Fray Buenaventura de Salinas y Córdova,
relata cómo Pizarro en su primer viaje a Tumbes, recibió a bordo a la cacica y capullana del
lugar “con el sombrero en la mano” y que fue galanteándola desde la popa a la proa. La
hermosa tumbesina, como la llama el cronista, recepcionó en tierra a los castellanos con bailes
y les ofreció en una ramada un banquete. Sin embargo, los datos que menciona Salinas en su
tardía crónica sobre la conquista, están en contradicción con algunas de las más antiguas
versiones de testigos oculares (34).
Escasos son desgraciadamente los datos que dan las crónicas sobre los tallanes, el expediente
que estudiaremos luego, trata sobre la sucesión del Cacicazgo de Nariguala y amplía
nuestros conocimientos sobre los derechos de herencia y las costumbres antiguas del lugar.
En 1610, era cacique de este pueblo don Francisco Mesocoñera; contra la legitimidad de su
título, puso demanda el Protector General de Naturales, don Francisco de Montalvo, en
nombre de la menor Francisca Mesocoñera o Canapaynina, como es nombrada al principio
del legajo, alegando que había sido despojada por su tío (35).
Para mejor comprender los derechos de doña Francisca, nos tenemos que remontar a su
bisabuelo, don Diego Eduptangar, cacique del lugar, según consta de la Visita que llevó a
cabo, en Catacaos, don Bernardino de Loayza, por orden del Virrey don Francisco de Toledo.
Diego Eduptangar fue casado con Francisca Tuyepac y tuvieron por única bija a Francisca
Puchupae. A la muerte de don Diego Eduptangar, que debió ocurrir poco lietnpo después de
la visita, reclamó el título de cacique Diego Mesocoñera, el viejo, alegando ser él más cercano
pariente del difunto. El 15 de Noviembre de 1575, recibió don Diego Mesocoñera, el cacicazgo
de Catacaos (foja 22) de la encomienda de don Antonio de Vaca de Castro; el documento
lleva la rúbrica del Virrey Toledo. En el expediente, se recomienda guardar la orden del
“Inga, que hera la persona que daua el duho e ynvestidura de los dichos cacicazgos no los
probeya en ellos en los hijos mayores que dexauan los dichos caciques muertos sino en el que
más buen entendimiento tenia o en otros yndios que él escogía de sus deudos o de otros de
inás abilidad y suficiencia para ello sin dexalles derecho de subcesión sino que les nombraua
y probeya conforme a la capacidad y partes que tenía para ejercer el dicho officio.
Doña Francisca Puchupac, quedó despojada, por ser menor de edad; andando el tiempo, casó
con Cristóbal Menalora, cacique segunda persona. Tuvieron por única hija a Elvira Yuncatil,
que casó con Diego de Mesocoñera, el mozo, hijo del cacique; ellos a su vez fueron padres de
Francisca Mesocoñera, que quedó huérfana de padres a los tres años. Al morir el cacique
Diego Mesocoñera, el viejo, quedaron de herederos su nieta y su segundo hijo Francisco. Este
último aprovechó la tierna edad de su sobrina y acudió al Virrey con “siniestra relación”
callando los derechos de la menor y obtuvo el título de cacique.
Cuatro años más tarde se inició el juicio para hacer valer los derechos de doña Francisca, con
un sentido de sucesión ya indudablemente español, pues en el derecho indígena, un menor
de edad no podía reclamar nada.
Al principiar el juicio, la pequeña Francisca, estaba en poder de su abuela paterna, doña
María Quepupac. El Protector de Naturales, pidió que fuese separada de ella, pues temía por
su vida, porque su abuela favorecía a su hijo en el litigio. Parece que en aquellas tierras, los
indios, por la sucesión de un curacazgo, o por algún otro motivo, envenenaban a sus
contendores con yerbas ponzoñosas (foja 4).
Todo el expediente, es una prueba del derecho que tenían las mujeres de heredar el cacicazgo.
El rasgo más importante, es quizás el hecho que las capullanas no se limitaban a heredar el
título, sino que gobernaban ellas mismas sus dominios, costumbre que perduró durante el
siglo XVI. Después, la tradición española fue imponiéndose poco a poco, ejerciendo el mando
el marido.
En una provisión del expediente (fojas 10 y 11) se vuelve a recalcar “que por ser hembra no
deja de suceder en el dicho cacicazgo pues es notorio que las capullanas usan en todas
aquellas provincias desde su antigüedad los cacicazgos y corre la susceción por ellas de la
mesma manera que por los varones”.
Para mejor ilustrar lo afirmado más arriba, reproduciremos a continuación la probanza
presentada por doña Francisca Mesocoñera, y las declaraciones de los testigos a la quinta
pregunta, que es la relativa a las costumbres de la herencia. Está fechado el documento el 20
de Diciembre de 1606, en los Reyes, y lleva las firmas del doctor don Leandro de la Reyna y
Salazar y la de Francisco de Montalvo, el Procurador de Naturales.
“5°—pregunta. Ytem si saben que a sido y es costumbre usada y guardada en el dicho
rrepartimiento de nariguala y en todas las probincias de los valles desde su antigüedad desde
antes que los españoles entrasen en este reyno y después en que las capullanas subceden en
los cacicazgos por lo qual saben los testigos que de la misma manera que si el dicho diego
mesocoñera el moco dexasa hijo varón abía de subceder en el cacicazgo del dicho diego
mesocoñera el biejo de la misma manera la dicha doña francisca mesocoñera representando
la persona de dicho mesocoñera el moco su padre qual sauen los testigos por auer bisto la
antigua costumbre que se a guardado en los repartimientos y probincias de los llanos y por
lo que un entendido y sauido de sus mayores y más ancianos y auerse guardado y guurdaise
la costumbre contenida en esta pregunta”.
“En la ciudad de piura en veintenuebe días del mes de hebrero de mill y seiscientos doze
años ante el general don francisco de beaumont y nabarra corregidor y justicia mayor de esta
ciudad y su jurisdicción por su magestad la presento el contenido don xpoual megualora en
nombre de doña francisca mi nieta”.
Probanza de doña Francisca Mesocoñera en Ja ciudad de Piura en quince de marzo de mil
seiscientos doze.
1°—testigo, Pablo Mixeran, del pueblo de Catacaos, tenía ocho años a la entrada de los
españoles (foja 46).
“a la quinta pregunta dixo que saue que a sido y es uso y costumbre usada y guardada en
este dicho rreparliiniento de narigua- la y en las demás partes destos llanos desde el tiempo
de los yngas e antes que los españoles les entraron en este reyno y es pues que las capullanas
subceden en los cacicazgos como si fueran varones y sirben y gouernan los dichos cacicazgos
por lo que saue este testigo de la misma manera que si el dicho don diego mesocoñera el
mogo dexara un hijo varón y uiera de subceder en el cacicazgo del dicho don diego
mesocoñera el viejo... lo qual este testigo saue por aber bisto por bista de ojos la antigua
costumbre que se a guardado en el dicho rrepartimiento y provincia de los llanos y por lo
que a entendido y sauido de sus mayores más antiguos y esto responde”.
2°—testigo, don Pedro Mechato, cacique principal del Repartimiento de Mechato,
encomendado al Capitán don Bartolomé Carreño, tenía 60 años de edad.
“a la quinta pregunta dixo que este testigo a visto que a sido y es costumbre usada y guardada
en el dicho rrepartimiento de nariguala y en el pueblo de colán y sechura que en colán
heredó doña luisa la capullana vieja y en sechura doña isabel y en las demás
partes de los llanos desde los tiempos antiguos y cuando los españoles entraron en este
rreyno y después acá que las capullañas heredan en los cacicazgos como si fueran hombres
y sirven y gouiernan los dichos cacicazgos por lo qual entiende este testigo” (vuelta foja 50).
3°—tttestigo, fue don Cristóbal Mecomo, Cacique principal de; Repartimiento de Mecomo,
de la encomienda del Capitán don Bar lolomé Carreño. Por ser ladino y conocer la lengua
española, no necesitó de intérprete, tenía 37 ó 38 años (foja 54).
“a la quinta pregunta dixo este testigo avisto que quando no ay barones legítimos que
heredan los tales cacicazgos es uso y costumhre entre lo sdichos yndios que subceden las
hembras legítimas los dichos cacicazgos y siendo pequeñas ponen en su lugar un principal
para que gouierne los yndios en el ynter que tiene hedad para ello por lo qual entiende el
testigo que por no auer dexado hijo barón el dicho don diego mesocoñera el moco susede en
el dicho cacicazgo la dicha doña francisca su hija por las razones que tiene dichas
rrepresentando la persona del dicho don diego su padre y que el testigo lo sabe por auerlo
oydo a otros antiguos de los llanos y particularmente a sus padres y tíos y que se a guardado
siempre esta costumbre y esto responde”.
4°— testigo, Alonso Capatero, indio natural del Repartimiento de Mecache de la encomienda
de Nicolás de Villacorta, tenía 52 años (fojas 57 y 58).
“a la quinta pregunta dixo que saue y a visto que es uso y costumbre usada y guardada en el
dicho rrepartimiento de nariguala y en las provincias de los llanos desde su antigüedad y
quando no auia padres y antes que los españoles entrasen en este reyno después acá que las
capullanas subceden en los cacicazgos como si fueran hombres y gouernando los y
sirviéndolos y como tal de la propia manera que si el dicho don diego mesocoñera el mogo
dejara hijo y subcediera en el dicho cacicazgo de su padre don diego el viejo... por auer visto
la antigua costumbre que sea guardado en esa probincia y valle de truxillo y saña demás de
lo que a sabido y entendido de sus mayores y demás ancianos que se; lo an dicho y es público
y notorio y esto responde”.
5°—Testigo, don Cristóbal Hernández Viual, vecino y alcalde ordinario, de 45 años de edad
(foja 61).
“a la quinta pregunta dixo que este testigo a visto gouernar rre- partimientos de yndios como
cacique algunas yndias que las llaman capullanas a las quales les acuden con el salario y este
testigo como dicho tiene por auer tenido a cargo tributos se lo a pasado y quellos erigen y
fundumentan que esto tienen y lo saben y esto rresponde”.
6°—testigo fue el Cupitán Bartolomé Carreño, vecino y encomendero, de 48 años de edad.
“a la quinta pregunta dixo que lo suue de esta pregunta que a conocido en el mismo pueblo
de catacaos gouernar y mandar el cacicazgo de menon a doña leonor capullana y cacica del,
que subcedió en el dicho cacicazgo por muerte de don alonso su padre que lo era y anssí
mismo bio este testigo que por auerse casado con un yndio que no era cacique sino tributario
pidiendo los tributos al mandón, su encomendero Iraxo probissión del virrey destos reynos
para que durante la vida de la dicha cacica por serlo no tributase y anssí se guardó y anssi
mismo como viese este testigo a doña luisa capullana cacica del pueblo de colán gouernar y
mandar en él por ser cacica y suheedió lo mismo con su marido que con la dicha doña leonor
y unsí mismo conoció este testigo ser cacica y segunda persona del rrepartimiento de colán a
doña latacina por ser hija de don francisco lacachacuyobra y subcedió en el siendo hija y
conoce ansí mismo a doña isabel socola que quedó en el mismo rrepartimiento de nariguala
que lleva sus salarios del repartimiento de socola de que es cacica aunque son mugeres por
no tener hermanos barones que le puedan preferir, subeeden en los cacicazgos desde tiempo
ynmemorial en esta provincia donde se litiga y antes que entrasen los españoles en ella fue
usado y guardado que las mugeres eran cacicas y gouernaban y ansí mismo a oydo dezir que
en este dicho rrepartimiento de nariguala lo gouernaban mugeres cuando entraron los españoles en
este rreyno y ansí mismo el dicho don diego el moco, padre de la dicha doña francisca
poseyera el dicho cacicazgo le subcediera en él la dicha doña francisca su hija. . .”
7°— testigo, Julián de la Cana, vecino y morador de la ciudad, dijo no saber la quinta
pregunta.
De las declaraciones de los testigos, se desprende que (vistieron capullanas y cacicas no sólo
en Catacaos sino en Colán, Sechura y Menon y que a la llegada de los conquistadores,
gobernaba justamente una mujer en la parcialidad de Nariguala. Quizás la declaración más
interesante es la del Capitán Bartolomé Carreño, que aseguró que las cacicas ejercían el
mando. No perdían sus derechos al casarse con indios tributarios y llevaban ellas mismas los
tributos de sus subordinados y cumplían toda la labor que su rango requería.
Los derechos de doña Francisca, basados sobre las costumbres más antiguas, quedaron tan
bien probados, que el 15 de Julio de 1614, “los señores presidentes y oydores de la rreal
audiencia, vista la causa, declararon que pertenece el cacicazgo principal de Nariguala a doña
Francisca Mesocoñera y condenaron a Francisco Mesocoñera a que lo dexe libremente y que
pague los salarios y aprovechamientos de que ha gozado durante el tiempo que estuvo de
cacique”.
Aquí no terminan los datos sobre el cacicazgo de Nariguala, en un manuscrito de la Biblioteca
Nacional (36) del año 1625, figura un juicio de Francisco Carlos Melipis, indio principal,
contra el cacique don Juan Temoche, por excesos y delitos cometidos contra los indios a su
cargo. Entre otras cosas, le reprochaban ser muy amigo de “taquis” y boracheras, que día y
noche se llevaban a cabo en su casa.
Por ser Temoche amigo del Corregidor, ganó el juicio en grado de apelación y le impusieron
eterno silencio a Melipis. El título de cacique lo tenía por su mujer, doña Francisca Canapay,
con quien era casado hacía nueve o diez años, o sea en 1615 ó 1616. Por la fecha sólo puede
tratarse de doña Francisca Mesocoñera, en el expediente del Archivo Nacional, es nombrada
una vez con el nombre de Canapaynina, mientras en el expediente de 1625, figura como
Canapay. ¿A qué se puede atribuir ese cambio, sería alguna costumbre del lugar?
En este último manuscrito, aparece Juan Temoche de cacique y gobernador del curacazgo, y
no su mujer, seguramente las antiguas costumbres citadas más arriba habían cedido ante la
tradición española. Las capullanas ya no manejaban sus cacicazgos en el siglo XVII, quizás
pasaría igual con otros lugares como Colán y Sechura. Poco a poco lus costumbres de antaño
iban siendo remplazadas por las de los nuevos amos.
ASCENDIENTES DE DOÑA FRANCISCA MESOCOÑERA O
CANAPAYNINA
EL CACICAZGO DE LA PUNTA DE LA AGUJA,
NONURA Y PISURA
Sobre el lugar de La Punta de la Aguja, nos dice Cieza (37) que “de la isla de
Lobos córrese, este a oeste hasta llegar a ella, que estará cuatro leguas; y de allí,
prosiguiendo la costa al sur, se va hasta llegar a la punta del Aguja. Entre medias
de isla de Lobos y punta de Aguja se hace una grande ensenada, y tiene gran
abrigo para reparar las naos; está la punta del Aguja en seis grados”.
Vásquez de Espinoza (párrafo 1851), señala para Sechura y Munelí, 72 indios
tributarios. En el siglo XVIII (38), uno de los doce curatos de la provincia de Piura
era el pueblo de Sechura.
Sobre los caciques de Sechura, tenemos dos expedientes, el más antiguo con fecha
de 1687, es el juicio instaurado entre Miguel Marcos, cacique y gobernador del
pueblo de Sechura y Juan de Nonura, por la posesión del cacicazgo. El segundo
de 1692 comprende los autos que siguió Martín Marcos Sánchez Pancatil, cacique
contra Damián de Nonura, indio principal, sobre el mejor derecho a la sucesión.
Ambos documentos son pleitos por la misma herencia; en el segundo legajo
continúan el juicio los hijos de los primeros. Como el segundo documento está
trunco, no sabemos cómo concluyó el litigio.
En 1687, hacía dos años que había fallecido la cacica, doña María Pancatil; su
título le fue concedido el 9 de Noviembre de 1640, por don Pedro de Toledo y
Leyva, Marqués de Mancera, en audiencia pública en la ciudad de los Reyes y
ante el escribano Francisco de Ordóñez. María Pancatil había ganado el litigio
contra Juan de Nonura, lo que la favoreció en el pleito fue que su opositor era en
ese entonces un muchacho de 14 a 15 años, poco capaz y que no se había
defendido.
Según las declaraciones de los diversos testigos, María Pancatil, se introdujo en
el cacicazgo sin verdadero derecho, por más que alegó descender de Cutmassa,
cacique gentil. Sus opositores sostenían que sus padres fueron indios Parques,
tributarios, de la parcialidad de Sechura y Nauñuela, y sujetos al cacique don
Félix Temoche. Su segundo esposo, Gaspar Sánchez indio astuto y ambicioso, con
la ayuda del cura, ideó emborrachar a los indios que debían prestar testimonio,
y obtuvo en esa forma declaraciones favorables.
Cuando María Pancatil, conducida por el alguacil mayor pretendió sentarse en el
dúo o tiana, en el acto de toma de posesión de su cargo, los indios la llenaron de
tierra, y le aventaron piedras. No sabemos como se apaciguaron los ánimos, pues
María conservó su cacicazgo cuarenta y cinco años. El gobierno fue conferido a
su marido don Gaspar Sánchez; en el siglo XVII, ya no ejercían el mando las
mujeres.
El opositor de María Pancatil había sido Juan de Nonura, a la muerte de la Cacica,
se presentó para reclamar sus antiguos derechos, y entablar juicio a Miguel
Marcos, hijo del primer matrimonio de la Curaca. Al poco tiempo falleció Juan y
le sucedió en el litigio su hijo Damián.
El derecho de los Nonura se remontaba al tío bisabuelo y al bisabuelo de Damián,
pues ambos fueron caciques anteriores a María Pancatil. En varios expedientes
aseguró que su padre Juan de Nonura quedó despojado de su herencia por María
Pancatil, por ser demasiado joven y poco capaz para el cargo. Además, alegó que
sus derechos le venían por ser “lexítimo nieto de juan nonura el biexo ermano
que fue de martín de nonura quien gobernó y poseyó el cacicazgo de la punta de
aguxa, nonura y pesura desde el xentio i rreducción del pueblo de sechura que
estubo en quieta y pacífica posesión como consta de la visita en que señalado por
tal cacique que está en los autos en la rreal audiencia que siguió en esta ciudad
con don miguel marcos...” (AHN).
El Juan de Nonura, al que se refiere, fue el tío bisabuelo del litigante, en el padrón
de indios de 1592, documento insertado en el expediente (BN-foja 15) figura la
relación de los indios, hecha durante la: “Visita de los yndios de san miguel deste
pueblo de sechura y punta de aguja y pueblo de pesura y moniquilán que todo
por mandado y orden del Sr. Viso. Reynos / Se reducen y pueblan deste pueblo
de sechura para poder ser doctrinados y puestos pulida como Vmd. se manda y
confirme a los yndios en sus reducciones de su excelencia”.
Son mencionados los caciques don Juan Chunga, cacique y gobernador del
pueblo de Sechura, don Miguel Muniquilán, principal con indios a su cargo, Juan
de Nonura, cacique de la Punta de la Aguja, de 40 unos, su mujer Isabel y sus hij
os Francisco de 17 años, Rodrigo de 2 y Petronila de 8 unos. Por último, es
nombrado Alonso de Pesura, cacique sajelo al curaca anterior.
Del padrón so deduce que en 1592 era cacique don Juan de Nonura y que tenía
varios hijos. A su muerte heredó el cacicazgo don Martín su hermano, y lo poseyó
según dice su testamento más de noventa años. Posiblemente existió una
confusión entre los años que tenía don Martín y los años de gobierno, pues en
1592 era aun cacique su hermano Juan y en 1640 recibía el título de cacica doña
María Pancatil. Los hijos de Juan de Nonura fueron despojados, por ser menores
de edad, hecho que no mencionan los documentos, pues alegan que Juan no tuvo
descendencia, dato desmentido por el Padrón de Indios ya citado.
En el testamento de Martín de Nonura, redactado en 1636, el viejo cacique decía
“que el cacicazgo y gouierno de la punta de la aguja lo eredé de mis padres desde
la gentilidad asta el día que Dios es tenido de llevarme y por muerte ed don juan
de nonura, mi hermano maior cacique que fue de esta parcialidad como constara
de las visitas de los Señores Virreyes / mando y es mi voluntad que por mi
muerte y fin dejo y ordeno y mando que es mi heredero universal a don juan de
nonura mi nieto, hijo natural de doña ana catilpia mi hija lexítima questa en poder
del encomendero el capitán don diego de silva manrrique. . . ”
A la muerte del anciano curaca, que debió de suceder poco tiempo después de
hecho su testamento, su nieto Juan era un muchacho que no supo defender sus
derechos, además no tenía “vastante entendimiento para gobernar el cacicazgo”.
De los documentos se desprende que Miguel Marcos no obtuvo del Superior
Gobierno el título de cacique, sólo gobernó interinamente, y a su muerte siguió
el litigio entre su hijo Martín y Damián Nonura.
En el pueblo de Sechura el 24 de Noviembre de 1692, ante los indios reunidos se
leyó la provisión del Real y Superior Gobierno, para la averiguación e
información necesaria para proveer al título de cacique, con la recomendación de
que se hiciera “las preguntas de las partes y repreguntas que biere que combienen
y de la hedad avilidad y suficiencia de los pretensores al dicho cacicazgo y de
otros principales o de los yncorporados en el o señalados polla tassa con
testimonio de quien quedó nombrado en ella y por que orden an subcedido
después acá y si en esse distrito subceden embras en los cacicazgos por falta de
varón”.
El litigante don Martín Marcos Sánchez Pancatil, figura en el segundo legajo
como hijo legítimo de Miguel Marcos y de Gracia Sánchez, cacica principal;
Gracia fue hija de don Gaspar e hijastra de la difunta cacica María Pancatil.
Los testigos presentados por Martín Marcos (AHN-foja 6) aseguraron que en
“este corregimiento por falta de varones suceden las hembras en los cacicazgos
como sucedieron las dichas doña María Pancatil y doña Gracia Sánchez su hija”.
Según los autos, doña Gracia a igual que su marido, jamás obtuvo el titulo de
cacica, de ser así figurarían en los alegatos.
Fuera de las probanzas y los testigos presentados por los dos pretendientes al
cacicazgo, se efectuó el Informe de Oficio, siempre muy importante, pues para él,
buscaban indios viejos e imparciales que daban su testimonio sobre el caso. En la
ciudad de Piura a ocho días del mes de Abril de 1693, ante el Corregidor y Justicia
Mayor de la ciudad, se llevó a cabo la Información de Oficio (fojas 23-24).
Los testigos fueron, don Pablo de la Chira, cacique principal de las Parcialidades
de la Chira, Tangarará el menor, del pueblo de Catacaos y de la de Camacho en
Colán; don Juan Ignacio, don Miguel Gerónimo, don Joseph Lara, don Agustín
Ata y don Pedro Vise, indios principales. Dijeron todos que don Miguel Marcos,
como marido de doña Gracia Sánchez, gobernó el cacicazgo en nombre de su
mujer y que doña María Pancatil fue cacica, pero que no lo poseyó de derecho,
pues le correspondía a Juan de Nonura, nieto de Martín de Nonura, a pesar de
haber sido hijo natural, “como lo an sido de otros cacicazgos de diferentes hijos
naturales como lo fue don francisco mecache, cacique de la parcialidad de
mecache en el pueblo de catacaos auiendo sido hijo natural porque a falta de
Iexitimo heredan los naturales” y que a “falta de varones suceden hembras en los
cacicazgos de este distrito”.
En apoyo de don Damián de Nonura dijeron que era “ladino i de buenos
procederes i costumbres sin que nunca se a dado mala nota de su persona i que
por su buena capacidad” merecía el gobierno de la parcialidad.
Desgraciadamente; el expediente está incompleto y no sabemos cual de los dos
pretendientes obtuvo el título de cacique de la Punta de la Aguja, Nonura y
Pisura.
La principal información que proporciona este manuscrito, es la declaración
unánime de los testigos del Informe de Oficio, sobre los derechos de los hijos
naturales, rezago de las costumbres de épocas anteriores. Otros datos que vienen
a corroborar con los ya señalados en documentos anteriores son: la capacidad
para el mando, requisito innegable, con su correlativo lógico de despojo a
menores de edad, la posibilidad de heredar por líneas femeninas y la existencia
de cacicas.
EL CACICAZGO DE LAMBAYEQUE Y
FERREÑAFE
El último expediente que vamos a estudiar corresponde a los autos que siguió
don Juan Nicolás Faizo Farrochumbi, Gobernador de las armas del pueblo de
Lambayeque en el corregimiento de Saña, contra don Eugenio Victorino
Temoche Farrochumbi, Cacique principal y gobernador del mismo pueblo de
Lambayeque, sobre el mejor derecho al goce y tenencia del cacicazgo. El 11 de
Mayo de 1765, la Real Audiencia de Lima, mandó amparar en su posesión a don
Eugenio Temoche y ordenó que la causa se recibiese a prueba.
Se trata de un largo litigio, que con intervalos habían sostenido desde el siglo
XVII, dos ramas de una misma familia. Con alternativas habían poseído cada una
de ellas el curacazgo, demostrando un odio implacable y una tenacidad para
defender sus derechos. Los cuantiosos salarios y beneficios eran, fuera de los
honores debidos al rango, los acicates de tan tenaz rencilla. El expediente que se
haya en el Archivo Histórico Nacional de Lima, es sólo una parte, Rubén Vargas
Ugarte ha estudiado varios manuscritos en la antigua Biblioteca Nacional,
relacionados con el mismo pleito (39). Por ser un litigio de fines de siglo XVIII, ya
la tradición antigua se ha perdido por completo, no queda nada de las pasadas
costumbres de elección y eficiencia del candidato. Lo más interesante es lo
relacionado con los primeros años de la conquista y las noticias que concuerdan
y amplían los datos de la crónica de Cabello sobre el curacazgo de Lambayeque.
La historia de los Señores de Lambayeqeu, es quizás después de la de los Incas,
la que mejor se conoce. Se inicia con la llegada en unas balsas, desde el norte, del
legendario reyesuelo Naymlap, con su corte y su refinado séquito. No vamos a
narrar toda su his-
(39) Rubén Vargas Ugarte. Los Mochicas y el cacicazgo de Lambayeque. Actas y Trabajos
Científicos del XXVII Congreso Internacional de Americanistas, vol. 2, pp. 475-482. Lima.
toria, tras el gobierno de once curacas, le tocó el mando a Fempellec, último
representante de su estirpe, que cometió el sacrilegio de querer mover el ídolo
principal de su adoratorio; por castigo de los dioses, se inició un diluvio de treinta
días, seguidos de un año de esterilidad y hambruna. Para aplacar a la divinidad,
decidieron los sacerdotes prender al régulo y atado de pies y manos, lo aventaron
al profundo mar. Con su muerte terminó la primera dinastía de los Señores de
Lambayeque (40).
Después de un tiempo, que es imposible decir cuanto duró, se apoderó de este
valle un poderoso tirano, llamado Chimo Cápac y al someterlo, puso por cacique
a Pongmassa, natural de Chimor (41).
Durante el gobierno de Oxa, nieto de Pongmassa, tuvieron noticia en
Lambayeque del auge de los Incas y de la llegada por primera vez de los
cuzqueños a la provincia de Cajamarca. Suceso que tuvo lugar durante el reinado
del Inca Pachacutec, cuando su general y hermano menor Cápac Yupanqui
incursionó en la sierra norteña, aproximadamente en el año de 1430 (42). Estos
hechos no significan que la conquista de la costa haya tenido lugar en ese
momento, mientras gobernaba Oxa, como lo suponen Vargas ligarte y Means
(43). Hay un abismo entre tener noticias del poderío de un país y el ser
conquistado por él, por otra parte, la dominación incaica de la costa norte fue de
corta duración y no dejó huellas profundas.
A Oxa le sucedió un hijo suyo. llamado Llempisan y luego Chullumpisan, sin
decir el cronista si era hijo o hermano del anterior. Seguramente durante el
gobierno del primero, es que tuvo lugar la conquista de Lambayeque por los
Incas. A Chullumpisan, heredaron sus dos hermanos por turno; según Cabello,
la tradición les imponía a los curacas tales ayunos que les minaba la salud y
morían pronto. Eso explica, al decir del cronista, el hecho que se sucedieran con
frecuencia en el gobierno los hermanos, sin percatarse que este orden de sucesión
obedecía a la tradición y costumbre de la Costa Norte.
El tercer hermano que heredó el curacazgo fue Fallenpisan, según Cabello (44)
tenía por otro nombre Efquenpisan, en esa época se inició el pleito entre Huáscar
y Atahuallpa. Temiendo Huáscar que su hermano en el norte principiara a
convocar gente, llamó a los caciques y señores principales al Cuzco, para
asegurarse su lealtad. Es así que Fallenpisan se dirigió al Cuzco, donde se
encontró con una deuda suya, llamada Chestanxecfuin que estaba al servicio de
la Coya Raura Ocllo, madre de Huáscar. En ella tuvo un hijo llamado Cuzco
Chumbi, nombrado así por el lugar donde fue engendrado, andando el tiempo
fue el primer curaca cristiano de Lambayeque.
No tardó en morir Fallenpisan, ya que, a la llegada de los españoles a estas tierras
en 1531, era cacique su hijo mayor Xecfuinpisan. Los conquistadores, después de
fundar la ciudad de San Miguel de Piura, emprendieron su marcha hacia el sur;
llegados al valle de Jayanca, descansaron en él un tiempo, dando lugar a que los
principales de los valles comarcanos, acudieran a darles la bienvenida, entre ellos
estaba Xecfuinpisan. Los enemigos del cacique aprovecharon y lo mataron,
prendiendo fuego a su toldo mientras dormía, en represalia por haber dado la
obediencia a los cristianos. El curaca pensaba valerse de los conquistadores de
temor a la venganza de sus deudos, después de haber asesinado a sus hermanos,
con el fin de apoderarse del mando.
Vargas Ugarte nos da los nombres de los hermanos muertos por Xecfuinpisan,
ellos fueron Chalan, Soltanta y Atloc. El sucesor de Xecfuinpisan no fue ni su hijo,
ni los descendientes de sus hermanos asesinados, sino el quinto hermano, Cuzco
Chumbi, que se había librado de la crueldad de su hermano por estar quizás en
el Cuzco o ser demasiado joven. Las intrigas por las sucesiones y la posibilidad
que tenían los hermanos de heredarse unos a otros, fomentaban estos crímenes.
Cabello nombra a Cuzco Chumbi como el primer cacique cristiano, y recibió con
el agua del bautizo el nombre de Pedro, le sucedió en el mando, su hijo don
Martín Ferrochumbi, del cual se decían descender la rama de los Temoches, que
pretendían, a fines del siglo XVIII, el curacazgo.
Estos datos concuerdan con las noticias del expediente del Archivo Nacional, en
él, don Martín Farrochumbi el viejo, Cacique del Repartimiento, es nombrado
como “descendiente de Cosco, hijo quinto de Falencian”. A fojas 86 del mismo
manuscrito se lee “que don Martin Farrochumbi inmediato descendiente de
Cosco primero casique Christiano al tiempo de la Conquista y entrada de los
españoles en esta América”.
En el documento citado por Vargas Ugarte, los Faizo, una de las dos ramas en
litigio se decían descender de Falenpincial, equivalente según Vargas Ugarte de
Fallanpisan que cita Cabello. Le siguió en el mando su hijo primogénito
Efuichumbi y luego Chucullulli, su hijo que por haber recibido a los españoles
fue asesinado por los caciques de los demás valles. Posiblemente Efuichumbi y
Chucullulli hayan sido un solo personaje, el mismo que Cabello señala como
Xecfuinpisan. Quizás esta confusión la crearon los pretendientes al cacicazgo en
el siglo XVIII, con el objeto de apoyar su origen de un hemano mayor.
Para más claridad veremos la genealogía de los curacas de Lambayeque, según
Cabello y luego según el documento de Vargas Ugarte, así como los datos que
aporta el manuscrito del Archivo Nacional, que se complementan el uno al otro.
En el manuscrito del Archivo Nacional, don Eugenio Victorino Temoche, llegó
en 1765 a obtener el cacicazgo a prueba. Los documentos publicados por Vargas
Ugarte datan de 1715, y contienen una cédula Real Posterior, fechada en Madrid
el 15 de julio de 1787, en la que se procede a pronunciar sentencia de revisita
sobre la posesión y propiedad del cacicazgo, en el que se manda que la Real
Audiencia pronuncie su sentencia de revisita.
Este embrollado e interminable juicio entre los Faizos y los Temoches, las dos
ramas rivales, se remonta a la época de los primeros caciques cristianos, ambas
familias se increparon y acusaron de presentar documentos falsos.
Para la mayor comprensión de la complicada disputa, nos limitaremos primero
a ver los derechos de los Temoches, tales Como se desprenden del manuscrito
del Archivo Nacional, pruebas que le valieron al litigante su título de cacique
provisional.
Don Martín Farrochumbi, el viejo, tuvo de su mujer legítima doña Leonor Panel,
una hija Ana Nipo, nacida en 1573 y tronco de los Temoches del siglo XVIII. En
otra mujer llamada Ana Cocras, fue padre de Gonzalo Quisquís Farrochumbi,
hijo bastardo, que obtuvo el cacicazgo en 1593, rama que dio origen a los Faizos.
Ana Nipo, no se opuso a la herencia de su hermano, ya que fue la segunda esposa
del curaca de Jayanca, Mórrope y Pécora, don Lorenzo Quesquen Soli, y sus hijos
pertenecieron a la parcialidad de Jayanca. Mas luego veremos cómo el mismo
Eugenio Victorino, reclamó y recibió el cacicazgo de Jayanca en 1771, basando
sus derechos en este matrimonio.
A Gonzalo Quisquís Farrochumbi, le sucedieron en el cacicazgo de Lambayeque
y Ferreñafe, su hijo Martín y su nieto Pedro. Este último, según los documentos
de los Temoches murió sin descendencia. En el litigio por la sucesión de Pedro,
obtuvo el curacazgo Mariana Farrochumbi, de la rama rival. Varios años duró el
pleito y terminó el 19 de Diciembre de 1650, al recibir doña Mariana el título de
cacica, después de la sentencia definitiva dada por la Real Audiencia y el
Excelentísimo Señor Conde de Salvatierra, como hija legítima y heredera de
Martín Farrochumbi el mozo, hijo a su vez de Ana Nipo (foja 81) que lo fue
asimismo de don Martín el viejo.
La cacica doña Mariana recibió los servicios, salarios y beneficios de chacras que
por ordenanzas le correspondían (fojas 42 y 46) y pacíficamente transcurrió su
largo gobierno. De su marido don Pedro Quepso tuvo una única hija doña
Josepha, que casó con Juan Temoche, cacique de Catacaos. A la muerte de doña
Mariana, le sucedió en el curacazgo, su nieto Juan Bernardino Temoche
Farrochumbi, abuelo del litigante don Eugenio Victorino. Estando en posesión
del cacicazgo, Juan Bernardino, entabló pleito con Agustín Faizo, al final del cual
quedó el primero desposeído.
Agustín Fayzo fue entonces curaca hasta 1742. Al final de su vida firmó un
codecillo, ante el escribano don Domingo de Cosío, oponiéndose a que su hijo
sucediera en el cargo y cediendo sus derechos a favor de Carlos de la Chira
Temoche, hijo del despojado don Juan Bernardino. Con el objeto de terminar esta
querella, a la muerte de don Agustín, una junta de notables indios de
Lambayeque, decidió devidir el curacazgo de Ferreñafe de Lambayeque, y
otorgar el cacicazgo de Ferreñafe a Nicolás Fayzo, hijo del difunto cacique, y dar
el de Lambayeque a Eugenio Victorino Temoche, hijo de Carlos de la Chira. Se
llevó a cabo esta transacción ante el escribano Sebastián de Polo y Ardanar, pero
cuando Nicolás Fayzo en 1751, se dirigió con el Corregidor a tomar posesión del
cargo, los indios armaron un tremendo tumulto e impidieron que se verificara el
acto (45).
Don Eugenio alegó entonces que no se podía separar Ferreñafe del cacicazgo de
Lambayeque, por ser tradición inmemorial estar esos dos lugares unidos bajo un
mismo cacique. Así es como en 1765, don Eugenio Temoche recibió de la Real
Audiencia de Lima, la posesión a prueba del cacicazgo, aquí termina el
expediente del Archivo Nacional.
No quedaron allí las ambiciones de don Eugenio Victorino, en otro manuscrito
del Archivo (46), lo encontramos de cacique de juyanca, y Mórrope, titulo que
obtuvo después de litigar con el cacique del lugar, don Lorenzo Cususoli. Sin
embargo, los indios del lugar, se opusieron tenazmenle a que tomara posesión
del curacazgo un intruso, mientras su cacique legítimo estaba ya ocho meses en
la cárcel. Al Ilegar el Corregidor con don Eugenio a la toma de posesión, se aunó
tal alboroto que no se efectuó la ceremonia. Los indios siguieron un auto contra
el Corregidor de la provincia de Saña, don Tomás Domínguez, para revindicarse
de los cargos que se les hacía, en el documento se lee la siguiente reflexión: “que
si el Justicia Mayor se huviese manejado con el tino que piden diligencias tan
delicadas, como las que hiva a practicar y no huviese procedido en Jayanca con
el desarreglo y menos conducta que manifiesta en su carta de 20 de Febrero, no
hubiera acaso experimentado ni el dessaire, ni la turbulencia que verificó con su
llegada a Mórrope. Pues los indios, mas les persuade el amor, el respeto con que
miran a los superiores y la dulzura en el trato que el terror, la violencia y aspereza
en la execución de las órdenes y menos que todo los azotes de que se valió para
expedir la diligencia en jayanca”.
Según los documentos de la antigua Biblioteca Nacional, los Faizos negaron sus
derechos a don Eugenio Victorino, sobre el cacicazgo de Lambayeque y
Ferreñafe, alegando que el cacique Martín Farrochumbi, el viejo, no fue cacique
por derecho propio sino por su mujer Ana Cocras, por ser ella hija del cacique
gentil Chucullulli, el que fue asesinado por sus émulos, al dar la bienvenida a los
españoles. Reclamaban un derecho que les venía, según ellos por hembra, hija de
un hermano mayor. Cuando murió don Martín, el viejo, pretendieron la herencia,
su hijo bastardo Gonzalo Quisquís Farrochumbi, y don D. de Asabache, hijo
bastardo del cacique gentil Chullulli, confiriendo la Real Audiencia el título a
Gonzalo.
Don Eugenio Victorino Temoche, debió conservar su cacicazgo, a pesar de las
continuas querellas que interponían la rama rival de los Faizos. En 1803, don
Isidro Vilca, Procurador de Naturales de la Real Audiencia, pedía a Su Excelencia
que se librara el título de cacique y gobernador del pueblo de Lambayeque a don
José Dámaso Temoche, hijo legítimo del finado cacique don Eugenio (47).
Seguramente don José Dámaso, fue el último pretendiente al curacazgo de
Lambayeque, con él termina una larga lista de sus señores naturales, cuyo origen
arranca de los tiempos más remotos. Pocos lugares de América podrán ostentar
una lista más completa de gobernantes.
Al ocuparnos de los caciques de Lambayeque, pondremos unas lineas sobre los
curacas de Jayanca, Pácora y Mórrope. El padre Rubiños ha escrito una confusa
historia, compuesta en 1782 sobre los caciques de este lugar y sus luchas contra
sus vecinos de Cajamarca (48).
Enrique Brünning publicó un árbol genealógico de la familia (49) Piuconsoli, que
gobernaba Jayanca, pero el mismo autor pone en duda la autenticidad de sus
fuentes. Posiblemente uno de los últimos caciques fue don Gaspar Casusoli, que
en 1800, elevó una petición por intermedio del Procurador de Naturales, para que
se deslindasen sus tierras cacicales (50).
De los documentos estudiados se puede apreciar como hechos interesantes, la
reunión de los indios principales de Lambayeque, que decidieron dividir el
cacicazgo y la expresión espontánea de repudio del pueblo, hacia un cacique que
no era legítimo. Era lo único que podía hacer el indio para demostrar su
desaprobación y su desacuerdo ante un nombramiento indebido, y lo
manifestaron alborotadamente, llegando a impedir que el intruso tomara
posesión de su cargo.
CACIQUES QUE GOBERNARON LAMBAYEQUE
1a Dinastía
 Naimlap
 Cium
 Escuñain
 Mascuy
 Cuntipallec
 Allascunti
 Nofan nech
 Mulumuslan
 Llamecoll
 Lanipat-cum
 Acunta
 Fempellec
Inter regnum
2a Dinastía Chimú Caciques Gentiles
 Pongmassa
 Pallesmassa
 Oxa (tuvo noticia de los Incas - 1430?)
 Llempisan
 Chullumpisan
 Cipromarca
 Fallenpisan, por otro nombre Efquen Pisan, cacique durante el gobierno
de Huáscar.
 Xecfuinpisan, cacique a la llegada de los españoles.
Caciques Cristianos
 Pedro Cuzco Chumbi.
 Martín Farrochumbi, el viejo.
 Gonzalo Quisquís Farrochumbi, cacique en 1593. de la línea Faizo, su
madre fue Ana Cocras, hija de Chullulli.
 Martín Farrochumbi (línea Faizo).
 Pedro Farochumbi (línea Faizo).
 Mariana Farrochumbi, Cacica en 1650 (línea Temoche).
 José Temoche (nieto de la anterior, perdió el cacicazgo en 1714).
 Agustín Faizo, cacique de 1714-1742.
 Eugenio Victorino Temoche, cacique a prueba en 1765.
 José Dámaso Temoche, reclamó el cacicazgo en 1803.
ASCENDIENTES DE DON EUGENIO VICTORINO TEMOCHE
Cosco, primer cacique cristiano.
|
Martín Farrochumbi, el viejo, cacique, casó con Leonor Panel.
|
Ana Nipo, nació en 1573, casó con Lorenzo Quesquen Soli, cacique de Jayanca.
|
Martín Farrochumbi.
|
Mariana Farrochumbi, casó con Pedro Quesque, cacica en 1650.
|
Josepha Quespe Farrochumbi, casó con Juan Temoche.
|
Juan Bernardino Temoche Farrochumbi, cacique de Lambayeque y Ferreñafe.
|
Carlos Temoche Farrochumbi.
|
Eugenio Temoche Farrochumbi.
LOS REGULOS DE CHIMOR
En este estudio sobre los curacas de la Costa Norte, no podemos dejar de
mencionar, a los régulos de Chimor, que en la antigüedad fueron los amos de la
región.
Según un fragmento de una crónica anónima, hallada por el padre Ruben Vargas
Ugarte y detenidamente estudiada por John H. Rowe (51), el fundador de la
dinastia Chimú fue Taycanamo, forastero que llegó en unas balsas a esas costas
y se avecindó en ellas, enviado por un gran señor. Con el tiempo logró hacerse
aceptar por régulo con el nombre de Chimor Cápac (52). Le sucedió su hijo
Guacri-caur y luego su nieto Nañcen-pinco, que conquistó el valle hacia la
cabecera de la sierra, y por la costa desde Mayao en el actual río Santa, hasta
Pacasmayo. Según los datos que trae Cabello y el Anónimo, Rowe llega a fechar
aproximadamente las conquistas de Nañcen-pinco como teniendo lugar en 1370
y por lo tanto coloca los principios de la dinastía, en la primera parte del siglo
XIV.
Le siguieron seis caciques, el último. Minchangaman dominó los pueblos de
Carabayllo a Tumbes, en cuyo tiempo bajó del Cuzco, el Inca Tupa Yupanqui,
que conquistó los llanos. Minchangaman fue llevado prisionero al Cuzco, y en su
lugar puso el Inca a un hijo del régulo Chimu, llamado Chumun-caur. Según
Feyjoo de Sosa, este señor se había casado con una hija de Inca Yupanqui, de
donde descendieron los Chayhuac, caciques de Mansiche y Huanchaco, durante
el Virreinato.
A la muerte de Chumun-cuar, heredó el gobierno de Chimor, su hijo Guaman-
chumo y luego su nieto Ancocuyuch, en cuya época estaban, los pueblos de la
costa, divididos por cacicazgos “poique como hiban multiplicando hijos, acian
particiones entre ellos y dieron a cada pueblo su cabeza, con beneplácito del
Ynga". ¿Cuántos curacas costeños descenderían de los régulos de Chimor?
A la muerte de Ancocuyuch, le sucedió en el señorío, su hermano Caja-cimcim,
durante su gobierno entraron los españoles al Tahuantinsuyu, y el cacique se hizo
cristiano con el nombre de don Martín. Termina la crónica diciendo que le
sucedieron seis curacas, hasta don Antonio Chayhuac en 1604, fecha que tenía el
documento.
En la Relación de Miguel Feyjoo de Sosa, menciona en 1550 (53) a don Antonio
Chayhuac, como cacique de Mansiche y descendiente del régulo Chimu,
Chumuncaucho. En un padrón de indios de 1652 (54) figuran cuatro
parcialidades, la una de Mansiche y Huanchaco, con don Salvador Chayhuac de
cacique, la de doña Ana Guamanchumo, la de don Miguel Guamanchumo, estos
dos caciques llevaban el nombre de un régulo de Chimor, y la cuarta de Joseph
de la Torre Ocxaguaman, nombre de ilustres curacas, como veremos luego.
En 1763, era cacique de Trujillo, con título librado por el Superior Gobierno, don
Antonio Chayhuac, residente en Lima y descendiente legítimo de Chimu. Don
Antonio no tenía hijos y durante su ausencia de Trujillo, era gobernador su
hermano don Francisco Solano, quien era casado con una india noble de
Cajamarca, doña Juana Céspedes Tito Yupanqui. Aparte de estos dos indios
nobles, vivían en ese entonces en el pueblo de Mansiche una india doña
Augustina Chayhuac, que dejó descendencia y a quien le venia de derecho, según
parece, el curacazgo.
Entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional, existen dos expedientes
relacionados con don Francisco Solano, ambos de 1769 (55). En el uno, don
Francisco Solano Chayhuac Casamusa, sucesor al cacicazgo de los pueblos de
Mansiche y Huanchaco del valle de Chimu, presentó una petición para que no
interviniera don Pedro Echevens en el juicio por su herencia. El documento es
una prueba más de la morosidad de eslos litigios, y de la situación a veces
precaria y angustiosa de los litigantes. A pesar de haber fallecido hacía ya cuatro
años el anterior cacique, y ser hermano el sucesor, aún no fallaba la Real
Audiencia. En el pleito se le había interpuesto Lorenzo de la Concepción
Gutiérrez, que anteriormente había litigado con el curaca difunto y que tenía el
apoyo del Corregidor de Trujillo. Don Francisco sufrió diversos vejámenes de
parte del Corregidor, como ser paseado sobre una mula por las calles de la
ciudad.
El segundo documento es un pleito sobre tierras que pertenecían a los Chayhuac
en el pueblo de la Magdalena del Cercado, en los Reyes, y que contiene dalos
sobre los caciques del lugar y los del valle de Amancay.
No podemos dejar de mencionar entre los curacas de la Costa Norte a los
Morachimos, según Feyjoo de Sosa (56), descendían por líneas femeninas del
regulo Chimoy y eran señores de Santiago de Cao, distante seis leguas de Trujillo.
Ese mismo autor asegura que el apellido de Mora lo lomaron por haber sido uno
de ellos ahijado del conquistador y encomendero don Diego de Mora, el legítimo
apellido de la familia era Oxaguaman.
En 1578, los caciques de la región de Trujillo entablaron una querella a sus
encomenderos, pidiendo la devolución de los tributos. El año anterior, grandes
lluvias y avenidas habían arruinado la región, sembrando la miseria en los valles
y empobreciendo en extremo a los indios. En ese entonces era cacique de
Mansiche don Pedro Oxaguaman. algunos años más tarde, en 1585, figura como
cacique don Juan de Mora de la encomienda de don Diego, seguramente fue el
primero que adoptó el apellido Mora (58).
John Rowe y Fernando Silva Santisteban (59) han estudiado al miembro más
distinguido de la familia, se trata de don Vicente Morachimo, cacique de varios
pueblos. Don Vicente consiguió permiso para viajar a España en 1721, como
Diputado General de los Caciques principales y Procurador General de los
Naturales. En la Península imprimió diversos memoriales sobre los tremendos
abusos cometidos por los corregidores, curas y visitadores con los indios. Rowe
considera a Don Vicente como una figura precursora del movimiento indígena
del siglo XVIII.
Las escuetas noticias sobre los caciques de Trujillo, se podrían ampliar si se
llevara a cabo un exhaustivo estudio de archivos y titulos de propiedad de la
región, se complementarían quizás los datos existentes.
CONCLUSIONES
En el estudio de las sucesiones de los Curacas del litoral norteño, a pesar de
referirse los documentos a la época virreinal, por medio de las averiguaciones e
informaciones, se obtienen datos del tiempo inmediato anterior a la conquista
española y se pueden conocer los rezagos de las costumbres pre-colombinas.
Algunas tradiciones fueron comunes a todo el Tahuantinsuyu, similitudes que
podían tener origen en las tendencias raciales, en los intercambios culturales y
quizás en los aportes de edades pretéritas, ya olvidades, que marcaron cierta
hegemonía en un pasado lejano. Pero al lado de estas similitudes y rasgos
semejantes a todos los lugares del antiguo Incario, surgen diferencias que
muestran que las tradiciones no eran las mismas en todo el territorio. En sus
dilatados dominios los cuzqueños no habían logrado imponer aún una
uniformidad. Las diferencias tenían que existir en tan vasto Imperio, cuyos
pueblos pertenecían a diversas culturas e influencias. Además, el carácter
explosivo y reciente de la dominación incásica no había unificado, ni dado una
hegemonía a sus recientes anexiones, hegemonía seguramente deseada por sus
soberanos. En tal sentido fueron las reformas del Inca Pachacutec, cuando en su
afán de conseguir esa unidad, impuso el idioma quechua o “runasimi” a todos
los habitantes de sus dominios, y estableció una importante red de caminos que
unían entre sí los pueblos más apartados. Por último, ordenó la generalización
del culto solar, por encima de los numerosos dioses y adoratorios locales.
Indudablemente éstos fueron los primeros esfuerzos hacia la realización de la
unidad y la formación de un Estado.
Antes de analizar las similitudes y las diferencias entre las sucesiones cuzqueñas
y las de la Costa Norte, veremos someramente la opinión de los escritores que se
han ocupado del tema. Basadre (60) encuentra en la herencia de los curacas, una
diferencia entre la herencia de los bienes y la sucesión en el poder. Apoyándose
sobre las crónicas de Santillán y de Castro y Ortega Morejón. estima que no
siempre resultaron favorecidos los hijos o hermanos del difunto; el Inca
nombraba al que le parecía el más hábil o al más esforzado servidor. Para Means
(61), la herencia entre los señores costeños, no se regía por la primogenitura, ellos
escogían a sus sucesores entre sus hijos o hermanos, según el que de ellos se
mostrara ser más hábil.
Sally Falk Moore (62) sostiene que había cierta confusión en las costumbres de
herencia, confusión agravada por las “Informaciones”. El punto de vista de la
Corona Española, era sostener que tanto los Incas como los curacas, no eran los
legítimos señores, pues con tal declaración robustecían los derechos Reales a sus
posesiones en las Indias. Según la misma autora, las contradicciones se debieron
a varios factores, que son: las variaciones regionales de las leyes de la herencia,
la no especificación de la persona a quien le venía de derecho la sucesión y por
último el fuerte motivo de los españoles en demostrar la carencia de derechos de
los elegidos.
No sólo existió en efecto la tendencia española de crear un derecho al Rey, sobre
las tierras de Indias, sino que las costumbres locales confundieron no poco a los
europeos del siglo XVI, tan imbuidos de los principios de primogenitura, de
bastardía y de complicados árboles genealógicos. No supieron comprender
costumbres tan diferentes a las que estaban habituados; por eso los cronistas se
ofuscaron ellos mismos y nos legaron una serie de datos contradictorios.
La característica general en los dominios del Inca, era la eficiencia; medida que
tenía como resultado lógico la elección del más capacitado para el cargo, y el
despojo de los menores de edad. Indudablemente, tanto los incas como la Corona
española apoyaron en los curacazgos a las personas más adictas a ellos; bajo este
aspecto, los españoles y los Incas, siguieron la misma política. En el caso de surgir
un litigio entre los pretendientes, tenía que ser designado el que más garantias
ofrecía al gobernante.
Para tener un punto de comparación veremos brevemente las tradiciones de los
Incas, de las que nos hemos ocupado detenidamente en otras ocasiones y las que
al mismo tiempo servirán de comparación con las sucesiones en los valles del
litoral norteño (63).
En el Cuzco, la ley de sucesión del soberano, había sufrido transformaciones a
medida que lu Confederación fue adquiriendo predominio sobre sus vecinos. Las
leyes que eran buenas para el jefe de unos cuantos ayllus, no podían ser las
mismas que se siguieron aplicando en las sucesiones imperiales. En los albores
de la Confederación Inca, la elección del Sinchi o jefe electo para la guerra, tenía
un fin militar, él conducía los ayllus a la conquista de nuevas tierras, los primeros
soberanos fueron seguramente de este tipo.
A medida que el Sinchi afianzaba su poder, prevaleció la tendencia a dejar el
mando a uno de sus hijos. Al no existir primogenitura, ni bartardía, surgió entre
los numerosos hijos del Inca, una rivalidad, que daba origen a intrigas y
disturbios a la muerte de cada monarca.
Por ese motivo tuvo cada vez mayor preferencia un hijo habido en la Coya, mujer
con quien se desposaba el soberano el día que recibía la “mascapaicha” (64).
Durante el gobierno de Inca Roca, surgió otra medida cuya finalidad fue suprimir
los desórdenes a la muerte del soberano, ello fue la práctica del correinado del
hijo elegido para suceder a su padre, elección que podía ser revocada. Esta
asociación del príncipe heredero al reinado paterno, permitió a Tupa Yupanqui
continuar sin tropiezos el brillante gobierno de su padre. Posiblemente con el
objeto de fortalecer aún más el derecho de los hijos de la Coya, surgió con el
apogeo del Imperio, la práctica del incesto real, como una medida más para evitar
los disturbios y asegurar la tranquilidad de las sucesiones.
En el Estado Inca, esencialmente patriarcal y guerrero, las sucesiones fueron
siempre de padres a hijos, o de una generación a otra, no tenemos noticias de
herencia a hermanos, tampoco existió la herencia a la “mascapaicha” por líneas
femeninas.
En esta revisión muy esquemática de las sucesiones entre los ayllus Incas, se
puede apreciar los rasgos en común que poseían los Cuzqueños con la Costa
Norte y son: la falta de una ley fija de sucesión, la práctica del “más hábil”, cierta
electividad entre los posibles candidatos, la carencia de primogenitura y de
bastardía.
En cambio, las diferencias con el litoral norteño y una de sus características más
notables, fue, primero, que la herencia podía pasar al hijo o al hermano del
difunto. En el documento de Reque, los tres hijos de Cuncu Chumbi, heredaron
por turno el cacicazgo de Callanca, mientras el mayor quedó en Reque, no
contentos con los hermanos de padre, sucedió igualmente un hermano de madre.
Entre los señores de Lambayeque, antes de la conquista, gobernaron
sucesivamente tres hermanos, hijos de Llempisan, por último, Xecfuinpisan,
mató a sus tres hermanos para apoderarse del cacicazgo, a su muerte, le sucedió
el quinto hermano, en lugar de los hijos de los hermanos asesinados. Según la
crónica Anónima de Chimor, el régulo Caja-cimcim, sucedió a su hermano. En el
curacazgo de la Punta de la Aguja en Sechura, Martín de Nonura, sucedió a su
hermano Juan, a pesar que éste dejó varios hijos.
Otra particularidad de los yungas, era la herencia del cacicazgo por líneas paterna
o materna. No hay mención de cacicas en Chimor, ni en Lambayeque anteriores
a la llegada de Pizarro, en cambio en la región de Piura, en Catacaos, Colán y
Menon, existieron las capullanas y gobernaron ellas mismas sus cacicazgos, hasta
en los primeros tiempos de la conquista.
En el documento de Lambayeque, al prolongarse el litigio entre las dos familias
que se disputaban el cacicazgo, en una reunión de indios principales decidieron
dividir Ferreñafe de Lambayeque, y crearon un curacazgo separado. Carecemos
de mayores datos para apreciar la influencia que podían ejercer un grupo de
señores en una comunidad. En el manuscrito de Reque, los principales del lugar,
en los primeros años después de la conquista, se reunían y de. signaban al sucesor
del curaca fallecido, quizás ejercían esa función sólo cuando se trataba de
menores de edad o si el elegido se mostraba incapaz, como en el caso de Edeco,
el principal de los cocineros.
Los datos que citamos, muestran las diferencias de costumbres en los diversos
valles y que no existió en el Incario, una uniformidad como aparentan ciertos
cronistas. La dominación cuzqueña en el norte, duró muy poco tiempo, y
seguramente los soberanos toleraron las tradiciones locales, mientras no fuesen
un peligro para su autoridad. Asi las leyes incaicas vinieron a yuxtaponerse a las
costumbres regionales, como los antiguos dioses, siguieron existiendo a pesar del
culto solar.
APENDICE
ARCHIVO NACIONAL DEL PERU
Legajo N9 43. — Cuaderno 39.
Año: 1595. — N° de hojas útiles: 189.
Autos originales seguidos por don Gabriel Yalan, sobre propiedad del Cacicazgo
del pueblo de San Martín de Reque, encomienda de doña Ana de Velasco, vecina
de la Ciudad de Trujillo; con la información que por orden de la Real Audiencia
levantó don Sancho de Marañón, Corregidor de la Villa de Zaña, sobre la legítima
sucesión del referido Cacicazgo.
Clasificación: Derecho Indígena y Encomiendas.
Págs. 59 - 74.
INTERROGATORIO
(Fojas 59).
ProbanzadedonGabrielMartín.
Por las preguntas si pueden sean examinados los testigos que fueren presentados
por parte de don Gabriel Martín Cacique del Pueblo de Reque, en el pleito que
sigue sobre su Cacicazgo.
Primeramente sean preguntados los testigos si conocieron al suplicante, Cacique
principal que fue de este repartimiento de Reque y a don Martín Efquen Zela su
hijo y si conocieron a Xancol Chumbi y a don Diego Chimoy, partes contrarias.
2.—Si saben que en tiempo de los Ingas Guáscar y Atabalipa mucho antes que
entrasen los españoles en este Reyno el dicho Sapquen Zula fue Cacique principal
y señor de este Repartimiento de Reque y le tuvo y poseió hasta que murió más
tiempo de treinta años y los testigos lo saben porque lo oyeron decir a sus
mayores y tienen noticia de ello digan.
3.—Si saben que el dicho Zapque Zula por su fin y muerte dejó la sucesión del
dicho Cacicazgo a su hijo Efquen Zula habido en su mujer legítima en su ley
llamada Chupsup que a la sazón quedó pequeño y encomendado a los indios y
principales de esto pueblo le criasen por tal sucesor y Cacique y quisiesen y
mirasen por él; digan.
4.—Si saben que habiendo quedado niño pequeño el dicho Efquen Zula los
Caciques del pueblo de Callanca que es distinto repartimiento enviaron a Xancole
Chumbi para que mano armada …zase el dicho Cacicazgo del dicho pueblo de
Reque como lo hizo y se entró en él, el cual después de haberle tenido
tiránicamente algunos años sin tener más sucesión que su tiranía llegando el
dicho Efquen Zula a tener edad para gobernar el dicho Cacicazgo los indios del
dicho pueblo de Reque mataron al dicho Xancole Chumbi y alzaron por su
Cacique y señor al dicho Efquen Zula y estando en su posesión y Cacicazgo
entraron los españoles en este Reyno del dicho Efquen Zula, dio la obediencia a
su Mageslad y se cristianó y se llamó don Martin Efquen Zula y poseyó el dicho
Cacicazgo más tiempo de treinta años, hasta que murió; digan;
5.—Si saben que el dicho don Martín Zula era casado en su ley con doña Elvira
Ella y durante el tal matrimonio criaron por su hijo legítimo al dicho don Gabriel
Martín que litiga, el cual al tiempo que el dicho don Martín su padre murió,
quedó muy niño por lo cual don Diego Chimoy que era viejo y astuto hijo del
dicho Xancole Chumbi que mataron se entró en el dicho Cacicazgo so color y
diciendo que huhia sido su padre y por ser mañoso y caviloso le favoreció
Salvador Vásquez su encomendero y a su favor de él se hizo nombrar por tal
Cacique y los testigos lo saben porque de ello tienen noticia, digan:
6.—Si saben que por el contenido en las preguntas antes de ésta el dicho don
Gabriel Martín por línea recta es legítimo señor y sucesor del Cacicazgo y le
pertenece por haber sido de su padre y abuelo y antepasados, y no del dicho don
Diego Chimoy ni de sus hijos como lo declaró en vida en dicho don Diego
Chimoy a cuya declaración asimismo se remitan, digan:
7.—Si saben que el dicho don Gabriel Martín es buen cristiano temeroso de Dios
y de su conciencia y que los indios del dicho pueblo de Reque le respetan y
reconocen por Cacique y le quieren mucho y él los trata muy bien y tiene calidad
y capacidad y suficiencia para gobernar los indios y sabe leer y escribir, digan:
8.—Si saben que todo lo susodicho es notorio pública voz y fama, digan:
AÑADIDO. — 9.—Si saben que don Diego Quesquen persona que se opuso a
este Cacicazgo por fin y muerte de su padre don Diego Chimoy es hijo adulterino
y bastardo por ser nacido durante el casamiento del dicho don Diego Chimoy y
de doña Isabel su mujer y por tal hijo bastardo adulterino es habido y tenido,
digan:
10.—Y si saben que el dicho don Diego Quesquen es indio castigado en la plaza
pública del dicho pueblo y azotado públicamente por indio vicioso y delincuente,
declaren los testigos ln causa porque le castigaron, digan:
11.—Si saben que demás de la declaración que hizo el dicho don Diego Chimoy
por ante Escribano Real cerca del Cacicazgo de Reque y la sucesión de él a su
favor del dicho don Gabriel, el dicho don Diego Chimoy por descargo de su
conciencia, en vida hizo declaración por ante los principales de que el dicho
Cacicazgo era del dicho don Gabriel y que después de su vida le alcasen y
levantasen por tal, digan: — Firmado: Don Gabriel Martín.
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Curacas y Sucesiones Costa Norte - Maria Rostworowski

  • 1.
  • 2. María Rostworowski de Diez Canseco Curacas y Sucesiones Costa Norte Lima, 1961
  • 3. Quiero expresar mi agradecimiento al Dr. Oscar Malca Olguín, Director del Archivo Nacional, al Sr. Felipe Márquez, así como al personal del Archivo, por las facilidades y ayuda que me han brindado. Portada de Pedro Oatrowski
  • 4. Tabla de contenido INTRODUCCIÓN............................................................................................................................. 5 LOS CACIQUES DE REQUE, CALLANCA Y MONSEFU ...................................................................... 9 Caciques De Reque.................................................................................................................. 15 Encomenderos de Reque en el Siglo XVI................................................................................. 16 EL CURACAZGO DE NARIGUALA DE CATACAOS .......................................................................... 19 EL CACICAZGO DE LA PUNTA DE LA AGUJA, NONURA Y PISURA ................................................ 27 EL CACICAZGO DE LAMBAYEQUE Y FERREÑAFE.......................................................................... 33 LOS REGULOS DE CHIMOR .......................................................................................................... 42 CONCLUSIONES ........................................................................................................................... 45 APENDICE .................................................................................................................................... 50 Probanza de don Gabriel Martín............................................................................................. 50 Probanza de Don Francisco Llontop........................................................................................ 57 Probanza de Don Diego Quesquen ......................................................................................... 75 Auto Para La Aprobacion De Oficio......................................................................................... 81 Parecer del fiscal (foja 164)..................................................................................................... 95 Provision.................................................................................................................................. 97 Manuscritos Consultados...................................................................................................... 107 BIBLIOGRAFIA............................................................................................................................ 112 CITAS BIBLIOGRÁFICAS.............................................................................................................. 118
  • 5. INTRODUCCIÓN Los datos que tenemos sobre la región de la Costa Norte del Perú, en la época pre-colombina, son poco numerosos. La mayoría de los cronistas se esmeraron en contarnos la grandeza de los Incas, sus guerras y victorias sobre sus vecinos. El Cuzco, centro del Imperio, mereció toda la atención, silenciando desgraciadamente noticias de otros lugares no menos interesantes. La dominación incaica en la Costa Norte, fue relativamente tardía y duró menos de un siglo. De allí que cada región de los “Yungas” conservara su idioma al momento de la conquista y ciertas costumbres que les eran propias. En este trabajo nos ocuparemos en especial de las sucesiones de los cacicazgos, que si bien tenían caracteres en común con los demás lugares del antiguo Perú, por otro lado, mostraban sus rasgos propios y peculiares. Para nuestro estudio nos basaremos principalmente sobre los manuscritos inéditos del Archivo Histórico Nacional de Lima, referentes a pleitos sobre la herencia de los curacazgos. Estos documentos de la época virreinal, se remontan en sus averiguaciones y probanzas, a las costumbres de su gentilidad, pues los españoles se informaron y conservaron algunas de las antiguas tradiciones locales. Es sabido que muchas de las Ordenanzas dictadas por el Virrey Toledo, se inspiraron en el derecho indígena existente. Se afanó el Virrey en llevar a cabo una averiguación detallada de las costumbres de sucesión de los curacazgos durante el Incario, de las obligaciones y oficios de los señores principales, de los tributos y servicios que debían prestar los indios a los caciques. Con todos estos datos se elaboraron “Las Obligaciones” de los Caciques durante el Virreinato, siguiendo de cerca la tradición imperial (1). Existió una preocupación de parte de la Corona Española, por conocer las costumbres locales y luego de mantener parte de la organización incaica, hecho que habla de la bondad y sagacidad de su tradición. La Recopilación de Leyes de Indias, en los referente a los caciques y a las sucesiones, subraya “que en esto no se haga novedad y virreyes, audiencias y gobernantes no tengan árbitro en quitarlos a unos y darlos a otros dejando la sucesión al antiguo derecho y costumbre (2). Basadre (3) en su Historia del Derecho
  • 6. Peruano, señala las formas de permanencia del derecho indígena en la Colonia, siempre que no fuese opuesto a la legislación o a la religión católica. Con justa razón sostiene Rowe (4) que estos reconocimientos del derecho del régimen anterior, son el argumento más potente que podemos buscar, para establecer la continuidad de tradiciones constitucionales entre la Colonia y el Tahuantinsuyu. En los primeros años de la Conquista, las sucesiones de los cacicazgos continuaron como durante el Incario, sólo que el beneplácito del nombramiento lo daba el encomendero en lugar del Inca. Luego de implantarse los cánones virreinales, iban los pleitos sobre la herencia de los cacicazgos a la Real Audiencia y seguían el curso de los litigios ordinarios con todos sus términos y pruebas que duraban meses y años. Los indios, al hacerse cada día más ladinos, se mostraron amigos de los pleitos y prolongaron estos costosos litigios. El Virrey Toledo teniendo en cuenta estos inconvenientes, trató de abreviar los despachos y que estos negocios fuesen expedidos por el virrey y no por las Reales Audiencias. En una carta del Marqués de Cañete al Rey, del 20 de Enero de 1595, se queja justamente de los largos trámites que perjudicaban a los naturales (5). Los documentos inéditos a los que nos referimos, son una rica cantera de datos, donde los litigantes prueban sus derechos y títulos al cacicazgo. El más importante de estos manuscritos y él de mayor interés y noticias sobre las costumbres de la región, es un pleito sobre la sucesión del cacicazgo de Reque, Callanca y Monsefú de 1595. Por orden de importancia le sigue un expediente de 1610 sobre el litigio por el cacicazgo del Repartimiento de Nariguala, reducido en Catacaos, que contiene datos sobre las capullanas, luego dos expedientes sobre los ayllus de la Punta de la Aguja, Nonura y Pisura, reducidos en el pueblo de Sechura. El manuscrito de 1687, se halla en la Biblioteca Nacional y el otro de 1692 pertenece al Archivo Histórico de Lima. Por último, citaremos un litigio por el título de cacique de Lambayeque y Ferreñafe de 1765, que complementa lo publicado por el padre Rubén Vargas Ugarte (6). En los legajos de siglos posteriores, ya la tradición indígena es débil y las costumbres europeas predominan. Este es el caso de los documentos de Lambayeque, en ellos los datos más importantes son los que corroboran con los de la crónica de Cabello. Aparte de estos manuscritos principales hemos consultado los Juicios de Residencias, y otros legajos que anotamos al final. Los motivos que movían a los indios a sostener los costosos juicios por los cacicazgos, eran, fuera del honor y del rango que implicaba el cargo, los numerosos beneficios, adjuntos al título. En los expedientes se nombran los salarios, servicios, beneficios de la tasa y de las chacras. En cuanto a la cantidad de tierras designadas para el cacique debió variar en las diferentes regiones, según la calidad de ellas y el número de habitantes del pueblo. Diferencias que no sólo debieron existir en la época colonial, sino desde tiempos pre-hispánicos.
  • 7. Así como las costumbres sobre las sucesiones variaban en cada valle, igualmente eran distintas las tenencias de tierras. Según la Relación del valle de Piura, en tiempo de Su gentilidad, la tierra pertenecía toda al curaca, que la poseía como suya propia, dándola a los indios en arrendamiento, y usufructuando ellos parte de las cosechas que producían (7). En el pueblo de Pácora en 1799, el cacique don Gaspar Casusoli, elevó al Procurador de Naturales una petición para hacer valer sus derechos y privilegios (8). Alego que a los caciques se les señalaban tierras para sus cultivos, según era costumbre desde épocas primitivas, y que los indios de su reducción debían trabajarlas, dándoles el curaca de comer y beber durante el tiempo que estuviesen ocupados en ellas, esto era sin contar con el servicio personal a que estaban obligados de prestar. En el caso del cacique de Pácora, le reconocieron veinticinco fanegadas de tierras adjuntas al título de curaca, fuera de las chacras que podía poseer. Variaba la cantidad asignada, así en la declaración del cacique de Caima en Arequipa, declaró en 1822, que por su cargo le pertenecía de derecho 12 tupus de tierras y dos chayañas (9). En la Relación hecha en Huánuco por Iñigo Ortiz de Zúñiga (10) hay mención del servicio al que estaban obligados los indios en las chacras y en la casa del curaca. En un manuscrito de 1768, don Apolinario Llontop, cacique propietario de Monsefú, elevó una petición afín de ser amparado en sus derechos y privilegios. Pedía que se cumpliese lo proveído en las Ordenanzas a los Caciques, sobre el servicio y beneficios. En un decreto del Superior Orden del 12 de Abril del mismo año, estaba dispuesto “que a los caziques, a más del salario, que se les señala en las Retazas, les siembren y beneficien los Indios subgetos, algunas Chácaras, bien sea en las tierras, que tubieren propias, o si caresieren de ellas, en las del Común, y que para la Guarda de Ganados servicio de su casa, y el de su muger siendo Casado, se le destine cierto número de los Reservados mayores de cinquenta años, de muchachos, e indias viejas libres de toda sospecha, con la obligación los referidos Caziques, de remunerar a los suso dichos el trabajo que impenden en sus respectivos ministerios, la qual se expresará después”. Incluye el expediente una Provisión original, librada el año 1679 por el Virrey Melchor de Liñán y Cisneros a favor del abuelo de Apolinario Llontop, igualmente cacique de Monsefú y en la que se disponía que “los Indios de la Comunidad del dicho Repartimiento de Monsefú, les havían de sembrar, beneficiar y cojer a sus Caziques, unas chácaras y sementeras de quatro fanegas de sembradura de maíz y dos de trigo, dándoles semillas, de comer y beber a los mencionados operarios el tiempo que se ocuparen, para la guarda de sus ganados ocho indios viejos, seis muchachos de 17 años para abajo, y últimamente, para el servicio de su casa, y el de su muger, seis indias viejas sin sospechas, a todos los quales a más de la comida y bebida, les hauían de contribuir los dichos caziques
  • 8. un vestido de algodón a cada uno, con la condición de que se hubiesen de mudar de seis en seis meses, a menos que ellos de su voluntad, quisieren servir más tiempo”. La petición del cacique Llontop, motivó un decreto ordenando se efectuase una Revisita a dicha provincia por el corregidor don Juan Okelli, y el informe pasó a la Contaduría el 7 de Marzo de 1777. “En ella se cituaron a los Caziques de cada repartimiento los salarios que debían gozar con proporción a el número de indios empadronados, y a el trabajo que han de emprender en la Recaudación y cobranza de tributos” (12 de Febrero de 1778). Del informe se desprende que los salarios estaban en proporción al número de indios y fueron variando a través del tiempo. Estos beneficios hacían muy codiciados los títulos de caciques, de allí los numerosos litigios y pleitos que debían abundar durante la Colonia.
  • 9. LOS CACIQUES DE REQUE, CALLANCA Y MONSEFU En los anaqueles del Archivo Histórico Nacional de Lima, se halla un manuscrito olvidado y polvoriento sobre los derechos de sucesión del cacicazgo de Reque, Callanca y Monsefú en el año 1595. En sus amarillentas páginas, numerosos testigos, la mayor parte indios viejos, contaron episodios sucedidos en el tiempo inmediato a la conquista. Sus relatos reviven para nosotros, cien años de nuestra historia en el momento álgido del encuentro de las culturas yungas e incas con la española. En el voluminoso legajo sobre los derechos de sucesión del cacicazgo, se desarrollan, llenos de pasión y de odios, los alegatos y testimonios de los tres pretendientes a la gobernación de estos valles. No sólo vemos en sus páginas, las sucesiones en la época incaica, sino en los primeros años de la colonia, antes de la organización del Virreinato, y de las Visitas; cuando la tierra recién descubierta, no estaba aún sometida a los cánones coloniales. Es en Reque que el padre Fernando de la Carrera, escribió su “Arte de la lengua Yunga” en 1644, gracias a su gramática se conoce hoy día el idioma que se hablaba en el reino de Chimor y en toda la región (11). De los tres pueblos en mención, tanto Reque como Monsefú (12) existen ahora, no así el de Callanca, cuyo nombre antes de la conquista inca fue Chuepo o Chuspo. En el momento del descubrimiento era el lugar de más importancia de los tres y el que tenía supremacía sobre los demás. Quizás el despoblamiento de la costa afectó Callanca de manera especial o la separación del cacicazgo de Reque contribuyeron a su decaimiento. Después de las reducciones, Callanca estaba situado al sur de Chiclayo, a una legua de Reque (13). En épocas pasadas debe haber tenido importancia; el cronista Cabello (14) al narrar las diversas versiones sobre sus orígenes, que recordaban los naturales de la Costa Norte, cita a los de Motupey, Layanca (Jayanca), Lambayeque, Callanca y Collique. En la Visita que se llevó a cabo en 1606, el curacazgo de Callanca y Monsefú comprendía las parcialidades de Callanca, Mocep, Monsefú, y la cuarta que se decía de don Diego Guzmán. Las tres últimas estaban a cargo de caciques segundas personas, supeditados al curaca de Callanca (15). Vásquez de Espinosa, en el siglo XVI, menciona el corregimiento de Chicama, que comprendía doce repartimientos con catorce doctrinas, entre ellas figuran Reque con 404 indios tributarios y Callanca con 302 indios (16). Cosme Bueno (17) en su descripción de la provincia de Saña, escrita en el siglo XVIII, señala veinte curatos, entre los cuales nombra Reque y Monsefú, sin decir una palabra de Callanca. Stiglich menciona Cayanca como una hacienda o caserío cerca de Reque y Paz Soldán, en su Diccionario Geográfico, no lo nombra. En un expediente al que volveremos más luego, que se ocupa del pleito sobre la herencia del cacicazgo de Monsefú y Callanca en el siglo XVIII, si bien es la misma familia que lo posee, ya Callanca ha decaído completamente. La toma de posesión del curaca, se efectuó en Monsefú y luego en Chepén. Por último, en 1806 al asumir un nuevo cacique el gobierno, ni siquiera se nombra ya a Callanca y sólo figura Monsefú.
  • 10. En los primeros años del siglo XVI, era curaca principal de estos valles, Cuncu Chumbi, el apellido Chumbi, se repite en forma constante entre los caciques, no sólo del litoral norte, sino en el centro. ¿Cómo explicar la repetición y el empleo de la voz quechua Chumbi en forma tan continua? Según Fray Domingo de Santo Tomás, “chumbi” era un ceñidero o faja; Holguin menciona “Ccumpini”, tejer ropa fina; “Chhumpi” el color oscuro o pardo, y “Chumpi”, la faja. Carrera en su “Arte de la lengua Yunga’' lince hincapié sobre la pronunciación de la ch, distinta del castellano y que escribía con una h invertida, como en la palabra “Chimor - cɥimor”. Las telas de cumpi o cumbe, eran por su fina calidad, reservadas sólo para el soberano, y los dignatarios a quienes quería distinguir el Inca, el pueblo usaba las telas de “ahuasca”, de trama grosera y burda. Con el tiempo llegaría quizás a adquirir esa voz, un sentido de nobleza y distinción que estaba de acuerdo con el rango de los caciques. Ahora bien, según la pronunciación costeña podía haber una confusión entre la c, ch y cq de las palabras chumbi o cumbe. Es significativo que el hijo del curaca de Lambayeque, Cuzco Chumbi, por el simple hecho de haber sido engendrado en la capital del Imperio, tomara un nombre tan distinto al de sus antepasados. Otra explicación menos plausible, es que recibieran los curacas alguna faja o insignia de su rango, hecho que no es narrado por ningún cronista, o bien llevaban los señores costeños el rostro pintado de tono pardo, color de “chhumpi”, como lucen ciertos ceramios muchik. La voz sería entonces una alusión quechua a los curacas que tendrían como privilegio traer la cara embijada, a los filólogos les corresponde decidir la correcta interpretación (18). Pero volvamos a Cuncu Chumbi, señor natural de Callanca que tenía por feudos suyos a los de Reque y Monsefú “mucho tiempo antes que los españoles entraran a este reyno que fue en el tiempo de los truxillanos”. Fue casado según “su ley natural” con Xallencatelli, de la cual tuvo cuatro hijos varones que fueron, Xancol Chumbi, Quicu Chumbi, Nuncu Chumbi y Miguel Quesquen Chumbi. Según el alegato de Francisco Llontop, cacique de Callanca en 1595, a la llegada de los españoles en 1532, era cacique Quicu Chumbi y en Reque Xancol Chumbi. A pesar de los datos contradictorios proporcionados por los testigos llamados a declarar en el litigio, de la Provisión de 1570, se desprende que, a la llegada de los españoles, era Cacique de Callanca, Quicuy Chumbi, en ese tiempo no estaba separado Reque de Callanca, sino que formaban un solo curacazgo. En el reparto de encomiendas que se llevó a cabo en tiempo del Marqués Pizarro, la de Callanca le tocó a Francisco Luis de Alcántara y la de Reque a Miguel de Velasco, de allí surgió la necesidad de crear dos cacicazgos, uno para cada encomienda. A la noticia de la llegada de los españoles en el norte, Xancol Chumbi, hermano mayor de Quicuy Chumbi, se dirigió a Piura, y se sometió a la Corona Real. Recibió probablemente en recompensa, el cacicazgo de Reque, al mismo tiempo que consiguió la amistad de su encomendero. Su excesiva complacencia con el extranjero, lo llevaron a exigir de los indios a su cargo, un tributo mayor al que estaban acostumbrados a dar al Inca. Algunos testigos
  • 11. llamados a declarar en el litigio por la sucesión, contaron que los indios de Reque, odiaban a su cacique, porque les pedía demasiado tributo, que consistía sobre todo en plata, oro, ropa y diversas cosas. Estas razones y el hecho de no haber sido Xancol Chumbi elegido según sus costumbres, sino solamente por el encomendero, fueron las causas que motivaron su muerte. Una mañana cuando Xancol Chumbi era conducido por sus hamaqueros, fue asesinado; el testigo Juan Chucu (foja 148), que en 1532 tenía seis años, declaró que “lo vido” matar por dos indios de Reque, llamados Samuef y Chafozula. Después del fallecimiento de Xancol Chumbi vino a Reque el capitán Francisco de Alcántara a hacer justicia, y los homicidas fueron castigados y quemados en su lugar llamado Cárcamo. No fue éste el único caso que vemos en la Costa Norte, igual suerte corrió el curaca de Lambayeque, Xecfuin Pisan, al salir de su valle al encuentro de los conquistadores, sus enemigos lo eliminaron en castigo por haber dado muerte a sus tres hermanos. Estas reacciones no fueron dirigidas contra los nuevos invasores, sino cumplían antiguas venganzas y pasados odios; en general los yungas vieron en los españoles, quien los librara de los Incas, y fueron siempre muy adictos a ellos (19). El cacique Xancol Chumbi fue casado según sus ritos con Ayanzu, de la cual tuvo varios hijos, en otra india manceba suya, que dio a luz después de muerto el curaca, fue padre de Diego Chimoy. Sin embargo, su sucesor fue Pocan Chumbi, su hermano de madre, que no gobernó mucho tiempo Reque, pues murió a la vuelta de un año. No le sucedió, ni el hijo pequeño de Xancol Chumbi, ni el de Pocan Chumbi, sino que “eligieron los indios por orden de Miguel de Velasco” a Edeco, principal de los cocineros de Xancol Chumbi. En la crónica de Cabello (20) vemos que Naimlap, al llegar en sus balsas e instalarse en el río Faquisllanga, trajo en su numeroso séquito, a Occhocalo, su cocinero. Según Las Casas (21) a los serranos, les guisaban sus comidas sus mujeres, lo que no hacían los señores de los llanos, que tenían para ello sus cocineros y oficiales. ¿Tendrían los yungas, al principal de los cocineros como un cargo honorífico? Edeco no duró más de unos meses de curaca, se mostró incapaz para el cargo y resultó depuesto. Quedó entonces elegido por cacique, un joven natural de Reque, llamado Gonzalo Millón, pero al poco tiempo huyó con su madre, que vivía en otro pueblo, por no querer acudir a los españoles y darles todo lo que pedían. En su lugar fue designado Efquen Zula, señor principal de Reque, del ayllu Reque, que con el agua del bautizo tomó el nombre de Martín (22). Según los testigos, Efquen Zula no era mitayo sino “fucaque”, vocablo yunga que significa señor, en cuanto al nombre Efquen, sería en idioma muchik, chacarero o mojón de chacra; para el padre Carrera, casi medio siglo más tarde, Efquen era un nombre propio, como lo era Efio; seguramente se estaba ya perdiendo el conocimiento de algunas voces (23). Su padre había sido feudatario de Cuncu Chumbi y tenía la obligación de acudir con su gente a la labranza de las heredades del curaca de Callanca. Casó su padre Sapquen Zula con Tuchuncata y tuvo dos hijos, Chafezula y Chancunzula, ambos señores principales del lugar. En otra india llamada Chutcuz tuvo a Efquen Zula, este último gobernó Reque por espacio de veinte años, apoyado por Martín de Olarte, segundo encomendero de la región. Efquen
  • 12. Zula fue casado con Isabel Nuqui, pero no tuvo hijos, en otra india fue padre de Gabriel Martín Yalán, uno de los pretendientes, años más tarde, al cacicazgo en 1595. A la muerte de Efquen Zula, su hijo era muy pequeño para sucederle, quedó elegido curaca Gonzalo Millón, su sobrino, que ya lo había sido anteriormente. No tuvo la segunda vez más suerte que la primera. En 1570, aparece Millón pidiendo amparo contra su encomendero, Salvador Vásquez por haberle quitado “las insignias de cacique como son las trompetas y tabernas”. Las Casas (24) cuenta, que los caciques costeños, llevaban en sus viajes “gran aparato de gente y taberna” y que cada vez que salían se acompañaban de tres o cuatro trompeteros y truhanes que los divertían. Sus mujeres también tenían a estos graciosos para su servicio. Parte del lujo de un curaca era su numeroso séquito. Las Casas estima que por lo menos doscientos o trescientos hamaqueros acompañaban a un señor, cuando se desplazaba de un lugar a otro, sin contar con los demás miembros de su comitiva. Donde quiera que parase, mientras estuviese en el lugar, habían de beber todos de su chicha, por ese motivo, es que seguramente las tabernas eran una de las insignias de un curaca. En la misma Provisión ya citada, según la diligencia practicada en Reque entre españoles e indios viejos, por el escribano Melchor Pérez de Maridueña (en 1570) parece que a la muerte de Efquen Zula, quedó elegido por curaca Diego Chimoy, hijo de Xancol Chumbi. Al cabo de cuatro meses de desempeñar el cargo, se fue a Trujillo, siguiendo a una india con la que estaba amancebado y que había sido desterrada por el cura del lugar. Sería entonces que el encomendero Salvador Vásquez, en la ausencia de Chimoy, habría llamado a Gonzalo Millón para que desempeñara el cargo de cacique. Sea como fuera la elección de Gonzalo Millón, parece que no fue un personaje dúctil a las exigencias de los españoles y por ese motivo no tardó en enemistarse con su encomendero. Esta desavenencia favoreció la designación de Diego Chimoy, es así como en 1579, Chimoy recibió las insignias de curaca y se sentó en el “dúo o tiana”, según la costumbre ancestral. A pedido del nuevo cacique, Gonzalo Millón y sus hermanos Pedro Mancul y Francisco Machicarefe, recibieron la orden de acatar las órdenes de Chimoy, so pena de quinientos pesos para la Cámara de su Majestad. Según los numerosos testigos, Gonzalo Millón no tardó en morir del enojo que le motivó el pleito. Estando ya viejo Diego Chimoy, en 1593, le puso demanda por el cacicazgo Gabriel Martín, hijo de Efquen Zula, en 1595 figura una Real Provisión para establecer los derechos del caso. Esa es probablemente la fecha del fallecimiento de Diego Chimoy, pues un año más tarde se inició el litigio por la herencia del curacazgo. Ya había pasado la época de la conquista, Don Francisco de Toledo, con sus Ordenanzas, había marcado las pautas que regirían de allí en adelante el Virreinato. La Real Audiencia de Lima, levantó una información sobre la legítima sucesión del referido cacicazgo. Cada uno de los pretendientes presentó su Probanza y sus testigos, fuera de la de Oficio, hecha en Chiclayo el 3 de Febrero de 1596, ante el Corregidor don Francisco de Olmos Pizarro.
  • 13. Los tres candidatos al cacicazgo de Reque, fueron los siguientes: don Francisco Llontop, cacique de Callanca y Monsefú, hijo de Miguel Quesquen Chumbi; don Gabriel Martín Yalán, hijo de Efquen Zula; y Diego Quesquen, hijo del último curaca don Diego Chimoy. En la enconada lucha que se libró entre los tres pretendientes, cada uno esgrimió sus derechos, narró y acomodó los hechos según sus intereses. Los numerosos bienes del cacicazgo, los beneficios y salarios eran el atractivo que los llevaba a la lucha. Como hemos hecho hincapié más arriba, una de las costumbres de la tierra, era la capacidad para el mando, por eso cada uno trataba de demostrar su propia eficacia y tachar al contrario de ineptitud. El parecer del Fiscal, apoya este punto de vista. Pero veamos los derechos de cada uno de los pretendientes, don Francisco Llontop exponía la antigua supremacía de los caciques de Callanca sobre Reque, y en el curso del litigio, al comprender que no le sería fácil gobernar este pueblo, sin descuidar el suyo propio, propuso renunciar a sus derechos a favor de su hijo Zumxantal-famtin, de quien dijo ser “hábil y suficiente, capaz y afable”. Don Diego Quesquen, era mucho menor que los demás y quedó denunciado como “indio inútil, incapaz, facineroso y delincuente y por tales, castigado y afrentado en la plaza pública del dicho pueblo de Reque donde fue azotado”. Casó Quesquen con la hija del cacique de Saña, con el objeto de vigorizar su candidatura, pero su vida poco arreglada le quitó toda opción. El tercer pretendiente fue don Gabriel Martín, indio ladino que sabía leer y escribir, y era protegido de la encomendera de Reque, doña Ana de Velasco; supo granjearse la benevolencia de los españoles, hechos que le ayudaron a recibir el cacicazgo de Reque en 1601. Para el estudio de las sucesiones, los datos más importantes que suministra este documento, son evidentemente la elección del curaca, elección que podía recaer sobre un hijo, hermano o cualquier otra persona que se mostrara capaz para el cargo. No solamente los hechos muestran esta aseveración, la Probanza de Oficio que reproducimos en el Apéndice, confirma las costumbres imperantes no sólo en Reque, sino en los demás pueblos comarcanos de los llanos. Aquí terminan las noticias que proporciona el documento de Reque, en otros manuscritos hemos encontrado algunos datos sobre los curacas del lugar. Don Francisco Llontop, no debió sobrevivir mucho tiempo a la pérdida del cacicazgo de Reque. Según el testimonio de la Visita ordenada por el Virrey don Luis de Velasco al Repartimiento de Callanca en 1606, aparece como curaca del lugar, don Juan Llontop, de 31 años, casado con doña Francisca Chusoy Chumbi, y sus dos hijos Sebastián de doce y Francisco de nueve años. En 1608 comparece en Monsefú, ante el corregidor, el cacique Juan Llontop con sus principales, para la averiguación sobre bienes comunales que tenían los pueblos de Callanca y Monsefú, con el fin de pagar con ellos la tasa y el tributo. Todos los
  • 14. indios dijeron no tener bienes de comunidad, ni granjerías, ni rentas y que para pagar los tributos lo hacían de sus chacras (24). En el Juicio de Residencia (25), promovido en 1611, contra don Gabriel de Doria, corregidor de la región, por los múltiples agravios que cometió, figura la orden de prisión que dio injustamente contra los caciques, don Gabriel Martín y don Juan Llontop, por no poder pagar todo el tributo, debido a las malas cosechas. Gabriel Doria aparece como una persona poco honesta, entre los varios delitos que cometió, contravino las Ordenanzas y vendía públicamente chicha en los cinco pueblos de Chiclayo, Reque, Monsefú, Callanca (foja 169) y Collique. Era un monopolio que había restablecido, sin consentir que persona alguna le hiciese competencia. En las tabernas que administraba, trabajaban en cada una un chichero y dos mitayos. Con estos últimos datos terminan las noticias sobre los caciques de Reque, el padre Carrera en 1644, nombra de curaca a Maleo Millón. No sucede igual con Monsefú y Callanca, en 1783, figura un litigio por el curacazgo, que junto con otros documentos, complementan nuestros conocimientos, sólo queda en blanco una pequeña parte del siglo XVII. En 1759, se presentó ante el Superior Gobierno de Lima, don Apolinario Antonio Llontop Chumbi Limo, con el objeto de reclamar sus derechos al curacazgo, como hijo legítimo del difunto cacique, don Gaspar Valeriano. La herencia le venía por su abuela doña Rosa Llontop Chumbi, que heredó a su vez de su padre Baltasar Llontop. No solamente heredaba el cacicazgo de Callanca, Monsefú, Chepén y Tecapa, sino el de cacique segunda persona de Lambayeque, título que tenía ya su bisabuelo. En la probanza que presentó don Apolinario Llontop, aparece como de 17 años, sin embargo, en su partida de defunción, incluida en el expediente y acaecida el 9 de agosto de 1806, tenía en ese momento 74 años, lo que nos da 27 años a la muerte de su padre. Su “buen juicio y capacidad” le valieron, para que no tuviera contradicción alguna y pudiera gozar de los salarios, servicios y beneficios de chacras a que tenía derecho, según costumbre antigua e invariable (fojas 4 y 11). La toma de posesión del cacicazgo de Monsefú, lugar donde residía el curaca, se efectuó el 18 de Octubre de 1761 y al día siguiente en Lambayeque, donde era cacique principal en ese entonces, don José Justo Temocbe. La ceremonia se llevaba a cabo ante el Corregidor y Justicia Mayor, quien cogía al nuevo curaca y lo sentaba en un dúo o tiana, en nombre de su Majestad. En igual forma le fue dada la posesión del cacicazgo de Chepén y Tecapa, en una ramada al lado de la iglesia principal. Si bien al principio del expediente se menciona a Callanca; en la ceremonia de instalación del cacique, ya no se nombra para nada a este antiguo pueblo. En 1768, Apolinario presentó una petición para que se le amparase en la posesión y goce de sus derechos de cacique, petición que ya hemos visto. Casó el curaca con María Nieves Suñi o Noyochumbi, pero no tuvieron descendencia. su muerte, en 1806 se inició el pleito por la sucesión entre el hermano menor de Apolinario, don Andrés, nacido en 1755 y el hijo natural del cacique difunto, don Gabriel Llontop y Efio. En
  • 15. el expediente presentado por don Gabriel, se dice ser indio noble “descendiente de la sangre real de los Incas” e hijo de doña Narcisa Efio, india noble de su misma estirpe y cacica segunda persona del mismo lugar, que tuvo seis hijos de don Apolinario. El pretendiente hizo hincapié en los autos que presentó, de su capacidad y eficiencia. El expediente es incompleto, pero-don Gabriel debe haber ganado el litigio, pues en 1810, su tío había abandonado sus pretensiones y era nombrado como vicioso y enemigo implacable de todos los individuos de su nación. Con Gabriel Llontop, se terminan los datos que tenemos sobre el cacicazgo de Callanca y Monsefú, poco tiempo debía subsistir ya en el Perú esta institución. CaciquesDeReque Cuncu Chumbi Cacique Gentil de Reque, Callanca y Monsefú. Quicoy Chumbi Cacique Gentil de Reque, Callanca y Monsefú. Xancol Chumbi Cacique de Reque. Hermano del anterior nombrado por los españoles. Pocan Chumbi Gobernó un año, era hermano de madre de Xancol Chumbi Edeco Principal de los cocineros Cacique unos meses, fue depuesto por mostrarse incapaz. Gonzalo Millón Al poco tiempo de ser elegido abandonó el cacicazgo. Miguel Efquen Zula Señor principal del ayllu Reque gobernó alrededor de 20 años. Gonzalo Millón Volvió a ser designado cacique; fue depuesto a favor de: Diego Chimoy Hijo de Xancol Chumbi. Cacique de 1579 a 1594 ó 95. Gabriel Martín Yalán Hijo de Martín Efquen Zula nombrado curaca en 1601, por la Real Audiencia.
  • 16. EncomenderosdeRequeenelSigloXVI Miguel de Velasco Martín de Loarte Salvador Vásquez Ana de Velasco.
  • 17.
  • 18.
  • 19. EL CURACAZGO DE NARIGUALA DE CATACAOS El segundo Legajo comprende los autos que siguió en 1610, don Francisco de Montalvo, Procurador General de los indios, en nombre de doña Francisca Canapaynimi sobre sus derechos al Cacicazgo de Nariguala, reducido en el pueblo de Catacaos, cerca de Piura. En tiempo del Virrey Toledo, había en Piura 26 Repartimientos de indios, entre los que figuraban, Catacaos y Nariguala (26), cuando se hicieron las reducciones de los indios a pueblos, quedaron los naturales en los términos de sus propias tierras (27). Vás- cjuez de Espinoza, nombra la parcialidad de Nariguala entre las veintiocho que existían en el Corregimiento de esa provincia. En 1755, este ayllu, junto con el Menon y Mecache, pertenecían a un solo encomendero. Los indios de Nariguala pertenecían a los antiguos Tallanes, que ocupaban la región de Piura, al momento de la conquista. Para mejor comprender las costumbres de sucesión que alegan en el expediente, y los derechos de las famosas Capullanas o Cacicas, veremos primero lo que cuentan los cronistas sobre los naturales. Según Cabello, los Tallanes eran de origen serrano, establecidos en los valles de Pohechos, La Chira, Tangarará, Piura y Catacaos (28). Zárate divide los indios de los llanos entre Yungas, Tallanes y Mochicas. Los cronistas nombraban a todos los indios del litoral como Yungas o Yuncas, nombre tomado del idioma quechua, para designar los valles cálidos, lanío al este como al oeste de la cordillera. En la “Relación de la ciudad de Sant Miguel de Piura” (29), hay mención de tres naciones de naturales, diferentes en su habla, que existieron en los términos de la ciudad o sea desde el sur de Guayaquil, hasta Trujillo. El idioma Tallán fue posiblemente el Sec, que menciona Calandra, desgraciadamente perdido hoy día, y del cual no sabemos nada (30). De sus costumbres de sucesión poco es también lo que conocemos, la Relación de la ciudad de Piura (párrafo 163 y 175) dice que “subceden en ellos hijos, hermanos o sobrinos” y que a la muerte de un cacique, casi generalmente sucedían hermanos y sobrinos, pero que “se hiba perdiendo esta orden y que prevalece ya la costumbre española, de suceder los hijos. Las Casas (31) asegura que entre los Tallanes y los Huancavilcas no heredaban los varones sino las mujeres y que a las Cacicas les decían Capullanas. El padre Lizárraga (32) afirma que antiguamente gobernaban en esta provincia “las mujeres, a quien los nuestros llaman capullanas, por el vestido que traen y traían a manera de capuces, con que se cubren desde la garganta a los pies, y el día de hoy casi en todos los llanos usan las indias este vestido; unas se ciñen por la cintura, otras le traen en bandas. Estas capullanas, que eran las señoras en su infidelidad, se casaban como querían, porque en no contentándolas el marido, le desechaban y casábanse con otro. El día de la boda, el marido escogido se sentaba junto a la señora y se hacía gran fiesta de borrachera; el desechado se hallaba allí, pero arrinconado, sentado en el suelo, llorando su desventura sin que nadie le diese una sed de agua. Los novios con grande alegría haciendo burla del pobre.
  • 20. Sobre este vestido particular de las tallanas, cuenta Cieza (33) que la vestimenta de la mujer era grande y ancha a manera de capuz, lo mismo afirma Pedro Pizarro, cuando dice que “las mujeres traen unos capuces, vestidos que les llegan hasta la garganta del pie, tienen ellas horadados los labios junto a la barba y metidas en los agujeros unas apuntas de oro y plata redondas que les tapan el agujero: quitanselo y pónenselo cuando quieren. Por último, Vásquez de Espinoza (párrafo 1176) menciona el vestido de las indias como un saco grande de algodón negro y que las cacicas arrastraban una vara, cuando más autoridad e importancia tenían, tanto más larga era la cola del vestido. La similitud de la indumentaria de las tallanas con el antiguo capuz español, fue seguramente el origen del nombre que tomó esta prenda y de las cacicas o capullanas que las llevaron, desgraciadamente no ha quedado la voz que le daban los naturales. En su Memorial de las Historias del Nuevo Mundo, Fray Buenaventura de Salinas y Córdova, relata cómo Pizarro en su primer viaje a Tumbes, recibió a bordo a la cacica y capullana del lugar “con el sombrero en la mano” y que fue galanteándola desde la popa a la proa. La hermosa tumbesina, como la llama el cronista, recepcionó en tierra a los castellanos con bailes y les ofreció en una ramada un banquete. Sin embargo, los datos que menciona Salinas en su tardía crónica sobre la conquista, están en contradicción con algunas de las más antiguas versiones de testigos oculares (34). Escasos son desgraciadamente los datos que dan las crónicas sobre los tallanes, el expediente que estudiaremos luego, trata sobre la sucesión del Cacicazgo de Nariguala y amplía nuestros conocimientos sobre los derechos de herencia y las costumbres antiguas del lugar. En 1610, era cacique de este pueblo don Francisco Mesocoñera; contra la legitimidad de su título, puso demanda el Protector General de Naturales, don Francisco de Montalvo, en nombre de la menor Francisca Mesocoñera o Canapaynina, como es nombrada al principio del legajo, alegando que había sido despojada por su tío (35). Para mejor comprender los derechos de doña Francisca, nos tenemos que remontar a su bisabuelo, don Diego Eduptangar, cacique del lugar, según consta de la Visita que llevó a cabo, en Catacaos, don Bernardino de Loayza, por orden del Virrey don Francisco de Toledo. Diego Eduptangar fue casado con Francisca Tuyepac y tuvieron por única bija a Francisca Puchupae. A la muerte de don Diego Eduptangar, que debió ocurrir poco lietnpo después de la visita, reclamó el título de cacique Diego Mesocoñera, el viejo, alegando ser él más cercano pariente del difunto. El 15 de Noviembre de 1575, recibió don Diego Mesocoñera, el cacicazgo de Catacaos (foja 22) de la encomienda de don Antonio de Vaca de Castro; el documento lleva la rúbrica del Virrey Toledo. En el expediente, se recomienda guardar la orden del “Inga, que hera la persona que daua el duho e ynvestidura de los dichos cacicazgos no los probeya en ellos en los hijos mayores que dexauan los dichos caciques muertos sino en el que más buen entendimiento tenia o en otros yndios que él escogía de sus deudos o de otros de inás abilidad y suficiencia para ello sin dexalles derecho de subcesión sino que les nombraua y probeya conforme a la capacidad y partes que tenía para ejercer el dicho officio.
  • 21. Doña Francisca Puchupac, quedó despojada, por ser menor de edad; andando el tiempo, casó con Cristóbal Menalora, cacique segunda persona. Tuvieron por única hija a Elvira Yuncatil, que casó con Diego de Mesocoñera, el mozo, hijo del cacique; ellos a su vez fueron padres de Francisca Mesocoñera, que quedó huérfana de padres a los tres años. Al morir el cacique Diego Mesocoñera, el viejo, quedaron de herederos su nieta y su segundo hijo Francisco. Este último aprovechó la tierna edad de su sobrina y acudió al Virrey con “siniestra relación” callando los derechos de la menor y obtuvo el título de cacique. Cuatro años más tarde se inició el juicio para hacer valer los derechos de doña Francisca, con un sentido de sucesión ya indudablemente español, pues en el derecho indígena, un menor de edad no podía reclamar nada. Al principiar el juicio, la pequeña Francisca, estaba en poder de su abuela paterna, doña María Quepupac. El Protector de Naturales, pidió que fuese separada de ella, pues temía por su vida, porque su abuela favorecía a su hijo en el litigio. Parece que en aquellas tierras, los indios, por la sucesión de un curacazgo, o por algún otro motivo, envenenaban a sus contendores con yerbas ponzoñosas (foja 4). Todo el expediente, es una prueba del derecho que tenían las mujeres de heredar el cacicazgo. El rasgo más importante, es quizás el hecho que las capullanas no se limitaban a heredar el título, sino que gobernaban ellas mismas sus dominios, costumbre que perduró durante el siglo XVI. Después, la tradición española fue imponiéndose poco a poco, ejerciendo el mando el marido. En una provisión del expediente (fojas 10 y 11) se vuelve a recalcar “que por ser hembra no deja de suceder en el dicho cacicazgo pues es notorio que las capullanas usan en todas aquellas provincias desde su antigüedad los cacicazgos y corre la susceción por ellas de la mesma manera que por los varones”. Para mejor ilustrar lo afirmado más arriba, reproduciremos a continuación la probanza presentada por doña Francisca Mesocoñera, y las declaraciones de los testigos a la quinta pregunta, que es la relativa a las costumbres de la herencia. Está fechado el documento el 20 de Diciembre de 1606, en los Reyes, y lleva las firmas del doctor don Leandro de la Reyna y Salazar y la de Francisco de Montalvo, el Procurador de Naturales. “5°—pregunta. Ytem si saben que a sido y es costumbre usada y guardada en el dicho rrepartimiento de nariguala y en todas las probincias de los valles desde su antigüedad desde antes que los españoles entrasen en este reyno y después en que las capullanas subceden en los cacicazgos por lo qual saben los testigos que de la misma manera que si el dicho diego mesocoñera el moco dexasa hijo varón abía de subceder en el cacicazgo del dicho diego mesocoñera el biejo de la misma manera la dicha doña francisca mesocoñera representando la persona de dicho mesocoñera el moco su padre qual sauen los testigos por auer bisto la antigua costumbre que se a guardado en los repartimientos y probincias de los llanos y por lo que un entendido y sauido de sus mayores y más ancianos y auerse guardado y guurdaise la costumbre contenida en esta pregunta”.
  • 22. “En la ciudad de piura en veintenuebe días del mes de hebrero de mill y seiscientos doze años ante el general don francisco de beaumont y nabarra corregidor y justicia mayor de esta ciudad y su jurisdicción por su magestad la presento el contenido don xpoual megualora en nombre de doña francisca mi nieta”. Probanza de doña Francisca Mesocoñera en Ja ciudad de Piura en quince de marzo de mil seiscientos doze. 1°—testigo, Pablo Mixeran, del pueblo de Catacaos, tenía ocho años a la entrada de los españoles (foja 46). “a la quinta pregunta dixo que saue que a sido y es uso y costumbre usada y guardada en este dicho rreparliiniento de narigua- la y en las demás partes destos llanos desde el tiempo de los yngas e antes que los españoles les entraron en este reyno y es pues que las capullanas subceden en los cacicazgos como si fueran varones y sirben y gouernan los dichos cacicazgos por lo que saue este testigo de la misma manera que si el dicho don diego mesocoñera el mogo dexara un hijo varón y uiera de subceder en el cacicazgo del dicho don diego mesocoñera el viejo... lo qual este testigo saue por aber bisto por bista de ojos la antigua costumbre que se a guardado en el dicho rrepartimiento y provincia de los llanos y por lo que a entendido y sauido de sus mayores más antiguos y esto responde”. 2°—testigo, don Pedro Mechato, cacique principal del Repartimiento de Mechato, encomendado al Capitán don Bartolomé Carreño, tenía 60 años de edad. “a la quinta pregunta dixo que este testigo a visto que a sido y es costumbre usada y guardada en el dicho rrepartimiento de nariguala y en el pueblo de colán y sechura que en colán heredó doña luisa la capullana vieja y en sechura doña isabel y en las demás partes de los llanos desde los tiempos antiguos y cuando los españoles entraron en este rreyno y después acá que las capullañas heredan en los cacicazgos como si fueran hombres y sirven y gouiernan los dichos cacicazgos por lo qual entiende este testigo” (vuelta foja 50). 3°—tttestigo, fue don Cristóbal Mecomo, Cacique principal de; Repartimiento de Mecomo, de la encomienda del Capitán don Bar lolomé Carreño. Por ser ladino y conocer la lengua española, no necesitó de intérprete, tenía 37 ó 38 años (foja 54). “a la quinta pregunta dixo este testigo avisto que quando no ay barones legítimos que heredan los tales cacicazgos es uso y costumhre entre lo sdichos yndios que subceden las hembras legítimas los dichos cacicazgos y siendo pequeñas ponen en su lugar un principal para que gouierne los yndios en el ynter que tiene hedad para ello por lo qual entiende el testigo que por no auer dexado hijo barón el dicho don diego mesocoñera el moco susede en el dicho cacicazgo la dicha doña francisca su hija por las razones que tiene dichas rrepresentando la persona del dicho don diego su padre y que el testigo lo sabe por auerlo oydo a otros antiguos de los llanos y particularmente a sus padres y tíos y que se a guardado siempre esta costumbre y esto responde”. 4°— testigo, Alonso Capatero, indio natural del Repartimiento de Mecache de la encomienda de Nicolás de Villacorta, tenía 52 años (fojas 57 y 58).
  • 23. “a la quinta pregunta dixo que saue y a visto que es uso y costumbre usada y guardada en el dicho rrepartimiento de nariguala y en las provincias de los llanos desde su antigüedad y quando no auia padres y antes que los españoles entrasen en este reyno después acá que las capullanas subceden en los cacicazgos como si fueran hombres y gouernando los y sirviéndolos y como tal de la propia manera que si el dicho don diego mesocoñera el mogo dejara hijo y subcediera en el dicho cacicazgo de su padre don diego el viejo... por auer visto la antigua costumbre que sea guardado en esa probincia y valle de truxillo y saña demás de lo que a sabido y entendido de sus mayores y demás ancianos que se; lo an dicho y es público y notorio y esto responde”. 5°—Testigo, don Cristóbal Hernández Viual, vecino y alcalde ordinario, de 45 años de edad (foja 61). “a la quinta pregunta dixo que este testigo a visto gouernar rre- partimientos de yndios como cacique algunas yndias que las llaman capullanas a las quales les acuden con el salario y este testigo como dicho tiene por auer tenido a cargo tributos se lo a pasado y quellos erigen y fundumentan que esto tienen y lo saben y esto rresponde”. 6°—testigo fue el Cupitán Bartolomé Carreño, vecino y encomendero, de 48 años de edad. “a la quinta pregunta dixo que lo suue de esta pregunta que a conocido en el mismo pueblo de catacaos gouernar y mandar el cacicazgo de menon a doña leonor capullana y cacica del, que subcedió en el dicho cacicazgo por muerte de don alonso su padre que lo era y anssí mismo bio este testigo que por auerse casado con un yndio que no era cacique sino tributario pidiendo los tributos al mandón, su encomendero Iraxo probissión del virrey destos reynos para que durante la vida de la dicha cacica por serlo no tributase y anssí se guardó y anssi mismo como viese este testigo a doña luisa capullana cacica del pueblo de colán gouernar y mandar en él por ser cacica y suheedió lo mismo con su marido que con la dicha doña leonor y unsí mismo conoció este testigo ser cacica y segunda persona del rrepartimiento de colán a doña latacina por ser hija de don francisco lacachacuyobra y subcedió en el siendo hija y conoce ansí mismo a doña isabel socola que quedó en el mismo rrepartimiento de nariguala que lleva sus salarios del repartimiento de socola de que es cacica aunque son mugeres por no tener hermanos barones que le puedan preferir, subeeden en los cacicazgos desde tiempo ynmemorial en esta provincia donde se litiga y antes que entrasen los españoles en ella fue usado y guardado que las mugeres eran cacicas y gouernaban y ansí mismo a oydo dezir que en este dicho rrepartimiento de nariguala lo gouernaban mugeres cuando entraron los españoles en este rreyno y ansí mismo el dicho don diego el moco, padre de la dicha doña francisca poseyera el dicho cacicazgo le subcediera en él la dicha doña francisca su hija. . .” 7°— testigo, Julián de la Cana, vecino y morador de la ciudad, dijo no saber la quinta pregunta. De las declaraciones de los testigos, se desprende que (vistieron capullanas y cacicas no sólo en Catacaos sino en Colán, Sechura y Menon y que a la llegada de los conquistadores, gobernaba justamente una mujer en la parcialidad de Nariguala. Quizás la declaración más interesante es la del Capitán Bartolomé Carreño, que aseguró que las cacicas ejercían el
  • 24. mando. No perdían sus derechos al casarse con indios tributarios y llevaban ellas mismas los tributos de sus subordinados y cumplían toda la labor que su rango requería. Los derechos de doña Francisca, basados sobre las costumbres más antiguas, quedaron tan bien probados, que el 15 de Julio de 1614, “los señores presidentes y oydores de la rreal audiencia, vista la causa, declararon que pertenece el cacicazgo principal de Nariguala a doña Francisca Mesocoñera y condenaron a Francisco Mesocoñera a que lo dexe libremente y que pague los salarios y aprovechamientos de que ha gozado durante el tiempo que estuvo de cacique”. Aquí no terminan los datos sobre el cacicazgo de Nariguala, en un manuscrito de la Biblioteca Nacional (36) del año 1625, figura un juicio de Francisco Carlos Melipis, indio principal, contra el cacique don Juan Temoche, por excesos y delitos cometidos contra los indios a su cargo. Entre otras cosas, le reprochaban ser muy amigo de “taquis” y boracheras, que día y noche se llevaban a cabo en su casa. Por ser Temoche amigo del Corregidor, ganó el juicio en grado de apelación y le impusieron eterno silencio a Melipis. El título de cacique lo tenía por su mujer, doña Francisca Canapay, con quien era casado hacía nueve o diez años, o sea en 1615 ó 1616. Por la fecha sólo puede tratarse de doña Francisca Mesocoñera, en el expediente del Archivo Nacional, es nombrada una vez con el nombre de Canapaynina, mientras en el expediente de 1625, figura como Canapay. ¿A qué se puede atribuir ese cambio, sería alguna costumbre del lugar? En este último manuscrito, aparece Juan Temoche de cacique y gobernador del curacazgo, y no su mujer, seguramente las antiguas costumbres citadas más arriba habían cedido ante la tradición española. Las capullanas ya no manejaban sus cacicazgos en el siglo XVII, quizás pasaría igual con otros lugares como Colán y Sechura. Poco a poco lus costumbres de antaño iban siendo remplazadas por las de los nuevos amos.
  • 25. ASCENDIENTES DE DOÑA FRANCISCA MESOCOÑERA O CANAPAYNINA
  • 26.
  • 27. EL CACICAZGO DE LA PUNTA DE LA AGUJA, NONURA Y PISURA Sobre el lugar de La Punta de la Aguja, nos dice Cieza (37) que “de la isla de Lobos córrese, este a oeste hasta llegar a ella, que estará cuatro leguas; y de allí, prosiguiendo la costa al sur, se va hasta llegar a la punta del Aguja. Entre medias de isla de Lobos y punta de Aguja se hace una grande ensenada, y tiene gran abrigo para reparar las naos; está la punta del Aguja en seis grados”. Vásquez de Espinoza (párrafo 1851), señala para Sechura y Munelí, 72 indios tributarios. En el siglo XVIII (38), uno de los doce curatos de la provincia de Piura era el pueblo de Sechura. Sobre los caciques de Sechura, tenemos dos expedientes, el más antiguo con fecha de 1687, es el juicio instaurado entre Miguel Marcos, cacique y gobernador del pueblo de Sechura y Juan de Nonura, por la posesión del cacicazgo. El segundo de 1692 comprende los autos que siguió Martín Marcos Sánchez Pancatil, cacique contra Damián de Nonura, indio principal, sobre el mejor derecho a la sucesión. Ambos documentos son pleitos por la misma herencia; en el segundo legajo continúan el juicio los hijos de los primeros. Como el segundo documento está trunco, no sabemos cómo concluyó el litigio. En 1687, hacía dos años que había fallecido la cacica, doña María Pancatil; su título le fue concedido el 9 de Noviembre de 1640, por don Pedro de Toledo y Leyva, Marqués de Mancera, en audiencia pública en la ciudad de los Reyes y ante el escribano Francisco de Ordóñez. María Pancatil había ganado el litigio contra Juan de Nonura, lo que la favoreció en el pleito fue que su opositor era en ese entonces un muchacho de 14 a 15 años, poco capaz y que no se había defendido. Según las declaraciones de los diversos testigos, María Pancatil, se introdujo en el cacicazgo sin verdadero derecho, por más que alegó descender de Cutmassa, cacique gentil. Sus opositores sostenían que sus padres fueron indios Parques, tributarios, de la parcialidad de Sechura y Nauñuela, y sujetos al cacique don Félix Temoche. Su segundo esposo, Gaspar Sánchez indio astuto y ambicioso, con la ayuda del cura, ideó emborrachar a los indios que debían prestar testimonio, y obtuvo en esa forma declaraciones favorables. Cuando María Pancatil, conducida por el alguacil mayor pretendió sentarse en el dúo o tiana, en el acto de toma de posesión de su cargo, los indios la llenaron de tierra, y le aventaron piedras. No sabemos como se apaciguaron los ánimos, pues María conservó su cacicazgo cuarenta y cinco años. El gobierno fue conferido a su marido don Gaspar Sánchez; en el siglo XVII, ya no ejercían el mando las mujeres.
  • 28. El opositor de María Pancatil había sido Juan de Nonura, a la muerte de la Cacica, se presentó para reclamar sus antiguos derechos, y entablar juicio a Miguel Marcos, hijo del primer matrimonio de la Curaca. Al poco tiempo falleció Juan y le sucedió en el litigio su hijo Damián. El derecho de los Nonura se remontaba al tío bisabuelo y al bisabuelo de Damián, pues ambos fueron caciques anteriores a María Pancatil. En varios expedientes aseguró que su padre Juan de Nonura quedó despojado de su herencia por María Pancatil, por ser demasiado joven y poco capaz para el cargo. Además, alegó que sus derechos le venían por ser “lexítimo nieto de juan nonura el biexo ermano que fue de martín de nonura quien gobernó y poseyó el cacicazgo de la punta de aguxa, nonura y pesura desde el xentio i rreducción del pueblo de sechura que estubo en quieta y pacífica posesión como consta de la visita en que señalado por tal cacique que está en los autos en la rreal audiencia que siguió en esta ciudad con don miguel marcos...” (AHN). El Juan de Nonura, al que se refiere, fue el tío bisabuelo del litigante, en el padrón de indios de 1592, documento insertado en el expediente (BN-foja 15) figura la relación de los indios, hecha durante la: “Visita de los yndios de san miguel deste pueblo de sechura y punta de aguja y pueblo de pesura y moniquilán que todo por mandado y orden del Sr. Viso. Reynos / Se reducen y pueblan deste pueblo de sechura para poder ser doctrinados y puestos pulida como Vmd. se manda y confirme a los yndios en sus reducciones de su excelencia”. Son mencionados los caciques don Juan Chunga, cacique y gobernador del pueblo de Sechura, don Miguel Muniquilán, principal con indios a su cargo, Juan de Nonura, cacique de la Punta de la Aguja, de 40 unos, su mujer Isabel y sus hij os Francisco de 17 años, Rodrigo de 2 y Petronila de 8 unos. Por último, es nombrado Alonso de Pesura, cacique sajelo al curaca anterior. Del padrón so deduce que en 1592 era cacique don Juan de Nonura y que tenía varios hijos. A su muerte heredó el cacicazgo don Martín su hermano, y lo poseyó según dice su testamento más de noventa años. Posiblemente existió una confusión entre los años que tenía don Martín y los años de gobierno, pues en 1592 era aun cacique su hermano Juan y en 1640 recibía el título de cacica doña María Pancatil. Los hijos de Juan de Nonura fueron despojados, por ser menores de edad, hecho que no mencionan los documentos, pues alegan que Juan no tuvo descendencia, dato desmentido por el Padrón de Indios ya citado. En el testamento de Martín de Nonura, redactado en 1636, el viejo cacique decía “que el cacicazgo y gouierno de la punta de la aguja lo eredé de mis padres desde la gentilidad asta el día que Dios es tenido de llevarme y por muerte ed don juan de nonura, mi hermano maior cacique que fue de esta parcialidad como constara de las visitas de los Señores Virreyes / mando y es mi voluntad que por mi muerte y fin dejo y ordeno y mando que es mi heredero universal a don juan de
  • 29. nonura mi nieto, hijo natural de doña ana catilpia mi hija lexítima questa en poder del encomendero el capitán don diego de silva manrrique. . . ” A la muerte del anciano curaca, que debió de suceder poco tiempo después de hecho su testamento, su nieto Juan era un muchacho que no supo defender sus derechos, además no tenía “vastante entendimiento para gobernar el cacicazgo”. De los documentos se desprende que Miguel Marcos no obtuvo del Superior Gobierno el título de cacique, sólo gobernó interinamente, y a su muerte siguió el litigio entre su hijo Martín y Damián Nonura. En el pueblo de Sechura el 24 de Noviembre de 1692, ante los indios reunidos se leyó la provisión del Real y Superior Gobierno, para la averiguación e información necesaria para proveer al título de cacique, con la recomendación de que se hiciera “las preguntas de las partes y repreguntas que biere que combienen y de la hedad avilidad y suficiencia de los pretensores al dicho cacicazgo y de otros principales o de los yncorporados en el o señalados polla tassa con testimonio de quien quedó nombrado en ella y por que orden an subcedido después acá y si en esse distrito subceden embras en los cacicazgos por falta de varón”. El litigante don Martín Marcos Sánchez Pancatil, figura en el segundo legajo como hijo legítimo de Miguel Marcos y de Gracia Sánchez, cacica principal; Gracia fue hija de don Gaspar e hijastra de la difunta cacica María Pancatil. Los testigos presentados por Martín Marcos (AHN-foja 6) aseguraron que en “este corregimiento por falta de varones suceden las hembras en los cacicazgos como sucedieron las dichas doña María Pancatil y doña Gracia Sánchez su hija”. Según los autos, doña Gracia a igual que su marido, jamás obtuvo el titulo de cacica, de ser así figurarían en los alegatos. Fuera de las probanzas y los testigos presentados por los dos pretendientes al cacicazgo, se efectuó el Informe de Oficio, siempre muy importante, pues para él, buscaban indios viejos e imparciales que daban su testimonio sobre el caso. En la ciudad de Piura a ocho días del mes de Abril de 1693, ante el Corregidor y Justicia Mayor de la ciudad, se llevó a cabo la Información de Oficio (fojas 23-24). Los testigos fueron, don Pablo de la Chira, cacique principal de las Parcialidades de la Chira, Tangarará el menor, del pueblo de Catacaos y de la de Camacho en Colán; don Juan Ignacio, don Miguel Gerónimo, don Joseph Lara, don Agustín Ata y don Pedro Vise, indios principales. Dijeron todos que don Miguel Marcos, como marido de doña Gracia Sánchez, gobernó el cacicazgo en nombre de su mujer y que doña María Pancatil fue cacica, pero que no lo poseyó de derecho, pues le correspondía a Juan de Nonura, nieto de Martín de Nonura, a pesar de haber sido hijo natural, “como lo an sido de otros cacicazgos de diferentes hijos naturales como lo fue don francisco mecache, cacique de la parcialidad de mecache en el pueblo de catacaos auiendo sido hijo natural porque a falta de
  • 30. Iexitimo heredan los naturales” y que a “falta de varones suceden hembras en los cacicazgos de este distrito”. En apoyo de don Damián de Nonura dijeron que era “ladino i de buenos procederes i costumbres sin que nunca se a dado mala nota de su persona i que por su buena capacidad” merecía el gobierno de la parcialidad. Desgraciadamente; el expediente está incompleto y no sabemos cual de los dos pretendientes obtuvo el título de cacique de la Punta de la Aguja, Nonura y Pisura. La principal información que proporciona este manuscrito, es la declaración unánime de los testigos del Informe de Oficio, sobre los derechos de los hijos naturales, rezago de las costumbres de épocas anteriores. Otros datos que vienen a corroborar con los ya señalados en documentos anteriores son: la capacidad para el mando, requisito innegable, con su correlativo lógico de despojo a menores de edad, la posibilidad de heredar por líneas femeninas y la existencia de cacicas.
  • 31.
  • 32.
  • 33. EL CACICAZGO DE LAMBAYEQUE Y FERREÑAFE El último expediente que vamos a estudiar corresponde a los autos que siguió don Juan Nicolás Faizo Farrochumbi, Gobernador de las armas del pueblo de Lambayeque en el corregimiento de Saña, contra don Eugenio Victorino Temoche Farrochumbi, Cacique principal y gobernador del mismo pueblo de Lambayeque, sobre el mejor derecho al goce y tenencia del cacicazgo. El 11 de Mayo de 1765, la Real Audiencia de Lima, mandó amparar en su posesión a don Eugenio Temoche y ordenó que la causa se recibiese a prueba. Se trata de un largo litigio, que con intervalos habían sostenido desde el siglo XVII, dos ramas de una misma familia. Con alternativas habían poseído cada una de ellas el curacazgo, demostrando un odio implacable y una tenacidad para defender sus derechos. Los cuantiosos salarios y beneficios eran, fuera de los honores debidos al rango, los acicates de tan tenaz rencilla. El expediente que se haya en el Archivo Histórico Nacional de Lima, es sólo una parte, Rubén Vargas Ugarte ha estudiado varios manuscritos en la antigua Biblioteca Nacional, relacionados con el mismo pleito (39). Por ser un litigio de fines de siglo XVIII, ya la tradición antigua se ha perdido por completo, no queda nada de las pasadas costumbres de elección y eficiencia del candidato. Lo más interesante es lo relacionado con los primeros años de la conquista y las noticias que concuerdan y amplían los datos de la crónica de Cabello sobre el curacazgo de Lambayeque. La historia de los Señores de Lambayeqeu, es quizás después de la de los Incas, la que mejor se conoce. Se inicia con la llegada en unas balsas, desde el norte, del legendario reyesuelo Naymlap, con su corte y su refinado séquito. No vamos a narrar toda su his- (39) Rubén Vargas Ugarte. Los Mochicas y el cacicazgo de Lambayeque. Actas y Trabajos Científicos del XXVII Congreso Internacional de Americanistas, vol. 2, pp. 475-482. Lima. toria, tras el gobierno de once curacas, le tocó el mando a Fempellec, último representante de su estirpe, que cometió el sacrilegio de querer mover el ídolo principal de su adoratorio; por castigo de los dioses, se inició un diluvio de treinta días, seguidos de un año de esterilidad y hambruna. Para aplacar a la divinidad, decidieron los sacerdotes prender al régulo y atado de pies y manos, lo aventaron al profundo mar. Con su muerte terminó la primera dinastía de los Señores de Lambayeque (40). Después de un tiempo, que es imposible decir cuanto duró, se apoderó de este valle un poderoso tirano, llamado Chimo Cápac y al someterlo, puso por cacique a Pongmassa, natural de Chimor (41).
  • 34. Durante el gobierno de Oxa, nieto de Pongmassa, tuvieron noticia en Lambayeque del auge de los Incas y de la llegada por primera vez de los cuzqueños a la provincia de Cajamarca. Suceso que tuvo lugar durante el reinado del Inca Pachacutec, cuando su general y hermano menor Cápac Yupanqui incursionó en la sierra norteña, aproximadamente en el año de 1430 (42). Estos hechos no significan que la conquista de la costa haya tenido lugar en ese momento, mientras gobernaba Oxa, como lo suponen Vargas ligarte y Means (43). Hay un abismo entre tener noticias del poderío de un país y el ser conquistado por él, por otra parte, la dominación incaica de la costa norte fue de corta duración y no dejó huellas profundas. A Oxa le sucedió un hijo suyo. llamado Llempisan y luego Chullumpisan, sin decir el cronista si era hijo o hermano del anterior. Seguramente durante el gobierno del primero, es que tuvo lugar la conquista de Lambayeque por los Incas. A Chullumpisan, heredaron sus dos hermanos por turno; según Cabello, la tradición les imponía a los curacas tales ayunos que les minaba la salud y morían pronto. Eso explica, al decir del cronista, el hecho que se sucedieran con frecuencia en el gobierno los hermanos, sin percatarse que este orden de sucesión obedecía a la tradición y costumbre de la Costa Norte. El tercer hermano que heredó el curacazgo fue Fallenpisan, según Cabello (44) tenía por otro nombre Efquenpisan, en esa época se inició el pleito entre Huáscar y Atahuallpa. Temiendo Huáscar que su hermano en el norte principiara a convocar gente, llamó a los caciques y señores principales al Cuzco, para asegurarse su lealtad. Es así que Fallenpisan se dirigió al Cuzco, donde se encontró con una deuda suya, llamada Chestanxecfuin que estaba al servicio de la Coya Raura Ocllo, madre de Huáscar. En ella tuvo un hijo llamado Cuzco Chumbi, nombrado así por el lugar donde fue engendrado, andando el tiempo fue el primer curaca cristiano de Lambayeque. No tardó en morir Fallenpisan, ya que, a la llegada de los españoles a estas tierras en 1531, era cacique su hijo mayor Xecfuinpisan. Los conquistadores, después de fundar la ciudad de San Miguel de Piura, emprendieron su marcha hacia el sur; llegados al valle de Jayanca, descansaron en él un tiempo, dando lugar a que los principales de los valles comarcanos, acudieran a darles la bienvenida, entre ellos estaba Xecfuinpisan. Los enemigos del cacique aprovecharon y lo mataron, prendiendo fuego a su toldo mientras dormía, en represalia por haber dado la obediencia a los cristianos. El curaca pensaba valerse de los conquistadores de temor a la venganza de sus deudos, después de haber asesinado a sus hermanos, con el fin de apoderarse del mando. Vargas Ugarte nos da los nombres de los hermanos muertos por Xecfuinpisan, ellos fueron Chalan, Soltanta y Atloc. El sucesor de Xecfuinpisan no fue ni su hijo, ni los descendientes de sus hermanos asesinados, sino el quinto hermano, Cuzco Chumbi, que se había librado de la crueldad de su hermano por estar quizás en
  • 35. el Cuzco o ser demasiado joven. Las intrigas por las sucesiones y la posibilidad que tenían los hermanos de heredarse unos a otros, fomentaban estos crímenes. Cabello nombra a Cuzco Chumbi como el primer cacique cristiano, y recibió con el agua del bautizo el nombre de Pedro, le sucedió en el mando, su hijo don Martín Ferrochumbi, del cual se decían descender la rama de los Temoches, que pretendían, a fines del siglo XVIII, el curacazgo. Estos datos concuerdan con las noticias del expediente del Archivo Nacional, en él, don Martín Farrochumbi el viejo, Cacique del Repartimiento, es nombrado como “descendiente de Cosco, hijo quinto de Falencian”. A fojas 86 del mismo manuscrito se lee “que don Martin Farrochumbi inmediato descendiente de Cosco primero casique Christiano al tiempo de la Conquista y entrada de los españoles en esta América”. En el documento citado por Vargas Ugarte, los Faizo, una de las dos ramas en litigio se decían descender de Falenpincial, equivalente según Vargas Ugarte de Fallanpisan que cita Cabello. Le siguió en el mando su hijo primogénito Efuichumbi y luego Chucullulli, su hijo que por haber recibido a los españoles fue asesinado por los caciques de los demás valles. Posiblemente Efuichumbi y Chucullulli hayan sido un solo personaje, el mismo que Cabello señala como Xecfuinpisan. Quizás esta confusión la crearon los pretendientes al cacicazgo en el siglo XVIII, con el objeto de apoyar su origen de un hemano mayor. Para más claridad veremos la genealogía de los curacas de Lambayeque, según Cabello y luego según el documento de Vargas Ugarte, así como los datos que aporta el manuscrito del Archivo Nacional, que se complementan el uno al otro.
  • 36.
  • 37. En el manuscrito del Archivo Nacional, don Eugenio Victorino Temoche, llegó en 1765 a obtener el cacicazgo a prueba. Los documentos publicados por Vargas Ugarte datan de 1715, y contienen una cédula Real Posterior, fechada en Madrid el 15 de julio de 1787, en la que se procede a pronunciar sentencia de revisita sobre la posesión y propiedad del cacicazgo, en el que se manda que la Real Audiencia pronuncie su sentencia de revisita. Este embrollado e interminable juicio entre los Faizos y los Temoches, las dos ramas rivales, se remonta a la época de los primeros caciques cristianos, ambas familias se increparon y acusaron de presentar documentos falsos. Para la mayor comprensión de la complicada disputa, nos limitaremos primero a ver los derechos de los Temoches, tales Como se desprenden del manuscrito del Archivo Nacional, pruebas que le valieron al litigante su título de cacique provisional. Don Martín Farrochumbi, el viejo, tuvo de su mujer legítima doña Leonor Panel, una hija Ana Nipo, nacida en 1573 y tronco de los Temoches del siglo XVIII. En otra mujer llamada Ana Cocras, fue padre de Gonzalo Quisquís Farrochumbi, hijo bastardo, que obtuvo el cacicazgo en 1593, rama que dio origen a los Faizos. Ana Nipo, no se opuso a la herencia de su hermano, ya que fue la segunda esposa del curaca de Jayanca, Mórrope y Pécora, don Lorenzo Quesquen Soli, y sus hijos pertenecieron a la parcialidad de Jayanca. Mas luego veremos cómo el mismo Eugenio Victorino, reclamó y recibió el cacicazgo de Jayanca en 1771, basando sus derechos en este matrimonio. A Gonzalo Quisquís Farrochumbi, le sucedieron en el cacicazgo de Lambayeque y Ferreñafe, su hijo Martín y su nieto Pedro. Este último, según los documentos
  • 38. de los Temoches murió sin descendencia. En el litigio por la sucesión de Pedro, obtuvo el curacazgo Mariana Farrochumbi, de la rama rival. Varios años duró el pleito y terminó el 19 de Diciembre de 1650, al recibir doña Mariana el título de cacica, después de la sentencia definitiva dada por la Real Audiencia y el Excelentísimo Señor Conde de Salvatierra, como hija legítima y heredera de Martín Farrochumbi el mozo, hijo a su vez de Ana Nipo (foja 81) que lo fue asimismo de don Martín el viejo. La cacica doña Mariana recibió los servicios, salarios y beneficios de chacras que por ordenanzas le correspondían (fojas 42 y 46) y pacíficamente transcurrió su largo gobierno. De su marido don Pedro Quepso tuvo una única hija doña Josepha, que casó con Juan Temoche, cacique de Catacaos. A la muerte de doña Mariana, le sucedió en el curacazgo, su nieto Juan Bernardino Temoche Farrochumbi, abuelo del litigante don Eugenio Victorino. Estando en posesión del cacicazgo, Juan Bernardino, entabló pleito con Agustín Faizo, al final del cual quedó el primero desposeído. Agustín Fayzo fue entonces curaca hasta 1742. Al final de su vida firmó un codecillo, ante el escribano don Domingo de Cosío, oponiéndose a que su hijo sucediera en el cargo y cediendo sus derechos a favor de Carlos de la Chira Temoche, hijo del despojado don Juan Bernardino. Con el objeto de terminar esta querella, a la muerte de don Agustín, una junta de notables indios de Lambayeque, decidió devidir el curacazgo de Ferreñafe de Lambayeque, y otorgar el cacicazgo de Ferreñafe a Nicolás Fayzo, hijo del difunto cacique, y dar el de Lambayeque a Eugenio Victorino Temoche, hijo de Carlos de la Chira. Se llevó a cabo esta transacción ante el escribano Sebastián de Polo y Ardanar, pero cuando Nicolás Fayzo en 1751, se dirigió con el Corregidor a tomar posesión del cargo, los indios armaron un tremendo tumulto e impidieron que se verificara el acto (45). Don Eugenio alegó entonces que no se podía separar Ferreñafe del cacicazgo de Lambayeque, por ser tradición inmemorial estar esos dos lugares unidos bajo un mismo cacique. Así es como en 1765, don Eugenio Temoche recibió de la Real Audiencia de Lima, la posesión a prueba del cacicazgo, aquí termina el expediente del Archivo Nacional. No quedaron allí las ambiciones de don Eugenio Victorino, en otro manuscrito del Archivo (46), lo encontramos de cacique de juyanca, y Mórrope, titulo que obtuvo después de litigar con el cacique del lugar, don Lorenzo Cususoli. Sin embargo, los indios del lugar, se opusieron tenazmenle a que tomara posesión del curacazgo un intruso, mientras su cacique legítimo estaba ya ocho meses en la cárcel. Al Ilegar el Corregidor con don Eugenio a la toma de posesión, se aunó tal alboroto que no se efectuó la ceremonia. Los indios siguieron un auto contra el Corregidor de la provincia de Saña, don Tomás Domínguez, para revindicarse de los cargos que se les hacía, en el documento se lee la siguiente reflexión: “que
  • 39. si el Justicia Mayor se huviese manejado con el tino que piden diligencias tan delicadas, como las que hiva a practicar y no huviese procedido en Jayanca con el desarreglo y menos conducta que manifiesta en su carta de 20 de Febrero, no hubiera acaso experimentado ni el dessaire, ni la turbulencia que verificó con su llegada a Mórrope. Pues los indios, mas les persuade el amor, el respeto con que miran a los superiores y la dulzura en el trato que el terror, la violencia y aspereza en la execución de las órdenes y menos que todo los azotes de que se valió para expedir la diligencia en jayanca”. Según los documentos de la antigua Biblioteca Nacional, los Faizos negaron sus derechos a don Eugenio Victorino, sobre el cacicazgo de Lambayeque y Ferreñafe, alegando que el cacique Martín Farrochumbi, el viejo, no fue cacique por derecho propio sino por su mujer Ana Cocras, por ser ella hija del cacique gentil Chucullulli, el que fue asesinado por sus émulos, al dar la bienvenida a los españoles. Reclamaban un derecho que les venía, según ellos por hembra, hija de un hermano mayor. Cuando murió don Martín, el viejo, pretendieron la herencia, su hijo bastardo Gonzalo Quisquís Farrochumbi, y don D. de Asabache, hijo bastardo del cacique gentil Chullulli, confiriendo la Real Audiencia el título a Gonzalo. Don Eugenio Victorino Temoche, debió conservar su cacicazgo, a pesar de las continuas querellas que interponían la rama rival de los Faizos. En 1803, don Isidro Vilca, Procurador de Naturales de la Real Audiencia, pedía a Su Excelencia que se librara el título de cacique y gobernador del pueblo de Lambayeque a don José Dámaso Temoche, hijo legítimo del finado cacique don Eugenio (47). Seguramente don José Dámaso, fue el último pretendiente al curacazgo de Lambayeque, con él termina una larga lista de sus señores naturales, cuyo origen arranca de los tiempos más remotos. Pocos lugares de América podrán ostentar una lista más completa de gobernantes. Al ocuparnos de los caciques de Lambayeque, pondremos unas lineas sobre los curacas de Jayanca, Pácora y Mórrope. El padre Rubiños ha escrito una confusa historia, compuesta en 1782 sobre los caciques de este lugar y sus luchas contra sus vecinos de Cajamarca (48). Enrique Brünning publicó un árbol genealógico de la familia (49) Piuconsoli, que gobernaba Jayanca, pero el mismo autor pone en duda la autenticidad de sus fuentes. Posiblemente uno de los últimos caciques fue don Gaspar Casusoli, que en 1800, elevó una petición por intermedio del Procurador de Naturales, para que se deslindasen sus tierras cacicales (50). De los documentos estudiados se puede apreciar como hechos interesantes, la reunión de los indios principales de Lambayeque, que decidieron dividir el cacicazgo y la expresión espontánea de repudio del pueblo, hacia un cacique que no era legítimo. Era lo único que podía hacer el indio para demostrar su
  • 40. desaprobación y su desacuerdo ante un nombramiento indebido, y lo manifestaron alborotadamente, llegando a impedir que el intruso tomara posesión de su cargo. CACIQUES QUE GOBERNARON LAMBAYEQUE 1a Dinastía  Naimlap  Cium  Escuñain  Mascuy  Cuntipallec  Allascunti  Nofan nech  Mulumuslan  Llamecoll  Lanipat-cum  Acunta  Fempellec Inter regnum 2a Dinastía Chimú Caciques Gentiles  Pongmassa  Pallesmassa  Oxa (tuvo noticia de los Incas - 1430?)  Llempisan  Chullumpisan  Cipromarca
  • 41.  Fallenpisan, por otro nombre Efquen Pisan, cacique durante el gobierno de Huáscar.  Xecfuinpisan, cacique a la llegada de los españoles. Caciques Cristianos  Pedro Cuzco Chumbi.  Martín Farrochumbi, el viejo.  Gonzalo Quisquís Farrochumbi, cacique en 1593. de la línea Faizo, su madre fue Ana Cocras, hija de Chullulli.  Martín Farrochumbi (línea Faizo).  Pedro Farochumbi (línea Faizo).  Mariana Farrochumbi, Cacica en 1650 (línea Temoche).  José Temoche (nieto de la anterior, perdió el cacicazgo en 1714).  Agustín Faizo, cacique de 1714-1742.  Eugenio Victorino Temoche, cacique a prueba en 1765.  José Dámaso Temoche, reclamó el cacicazgo en 1803. ASCENDIENTES DE DON EUGENIO VICTORINO TEMOCHE Cosco, primer cacique cristiano. | Martín Farrochumbi, el viejo, cacique, casó con Leonor Panel. | Ana Nipo, nació en 1573, casó con Lorenzo Quesquen Soli, cacique de Jayanca. | Martín Farrochumbi. | Mariana Farrochumbi, casó con Pedro Quesque, cacica en 1650. | Josepha Quespe Farrochumbi, casó con Juan Temoche. | Juan Bernardino Temoche Farrochumbi, cacique de Lambayeque y Ferreñafe. | Carlos Temoche Farrochumbi. | Eugenio Temoche Farrochumbi.
  • 42. LOS REGULOS DE CHIMOR En este estudio sobre los curacas de la Costa Norte, no podemos dejar de mencionar, a los régulos de Chimor, que en la antigüedad fueron los amos de la región. Según un fragmento de una crónica anónima, hallada por el padre Ruben Vargas Ugarte y detenidamente estudiada por John H. Rowe (51), el fundador de la dinastia Chimú fue Taycanamo, forastero que llegó en unas balsas a esas costas y se avecindó en ellas, enviado por un gran señor. Con el tiempo logró hacerse aceptar por régulo con el nombre de Chimor Cápac (52). Le sucedió su hijo Guacri-caur y luego su nieto Nañcen-pinco, que conquistó el valle hacia la cabecera de la sierra, y por la costa desde Mayao en el actual río Santa, hasta Pacasmayo. Según los datos que trae Cabello y el Anónimo, Rowe llega a fechar aproximadamente las conquistas de Nañcen-pinco como teniendo lugar en 1370 y por lo tanto coloca los principios de la dinastía, en la primera parte del siglo XIV. Le siguieron seis caciques, el último. Minchangaman dominó los pueblos de Carabayllo a Tumbes, en cuyo tiempo bajó del Cuzco, el Inca Tupa Yupanqui, que conquistó los llanos. Minchangaman fue llevado prisionero al Cuzco, y en su lugar puso el Inca a un hijo del régulo Chimu, llamado Chumun-caur. Según Feyjoo de Sosa, este señor se había casado con una hija de Inca Yupanqui, de donde descendieron los Chayhuac, caciques de Mansiche y Huanchaco, durante el Virreinato. A la muerte de Chumun-cuar, heredó el gobierno de Chimor, su hijo Guaman- chumo y luego su nieto Ancocuyuch, en cuya época estaban, los pueblos de la costa, divididos por cacicazgos “poique como hiban multiplicando hijos, acian particiones entre ellos y dieron a cada pueblo su cabeza, con beneplácito del Ynga". ¿Cuántos curacas costeños descenderían de los régulos de Chimor? A la muerte de Ancocuyuch, le sucedió en el señorío, su hermano Caja-cimcim, durante su gobierno entraron los españoles al Tahuantinsuyu, y el cacique se hizo cristiano con el nombre de don Martín. Termina la crónica diciendo que le sucedieron seis curacas, hasta don Antonio Chayhuac en 1604, fecha que tenía el documento. En la Relación de Miguel Feyjoo de Sosa, menciona en 1550 (53) a don Antonio Chayhuac, como cacique de Mansiche y descendiente del régulo Chimu, Chumuncaucho. En un padrón de indios de 1652 (54) figuran cuatro parcialidades, la una de Mansiche y Huanchaco, con don Salvador Chayhuac de cacique, la de doña Ana Guamanchumo, la de don Miguel Guamanchumo, estos dos caciques llevaban el nombre de un régulo de Chimor, y la cuarta de Joseph de la Torre Ocxaguaman, nombre de ilustres curacas, como veremos luego.
  • 43. En 1763, era cacique de Trujillo, con título librado por el Superior Gobierno, don Antonio Chayhuac, residente en Lima y descendiente legítimo de Chimu. Don Antonio no tenía hijos y durante su ausencia de Trujillo, era gobernador su hermano don Francisco Solano, quien era casado con una india noble de Cajamarca, doña Juana Céspedes Tito Yupanqui. Aparte de estos dos indios nobles, vivían en ese entonces en el pueblo de Mansiche una india doña Augustina Chayhuac, que dejó descendencia y a quien le venia de derecho, según parece, el curacazgo. Entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional, existen dos expedientes relacionados con don Francisco Solano, ambos de 1769 (55). En el uno, don Francisco Solano Chayhuac Casamusa, sucesor al cacicazgo de los pueblos de Mansiche y Huanchaco del valle de Chimu, presentó una petición para que no interviniera don Pedro Echevens en el juicio por su herencia. El documento es una prueba más de la morosidad de eslos litigios, y de la situación a veces precaria y angustiosa de los litigantes. A pesar de haber fallecido hacía ya cuatro años el anterior cacique, y ser hermano el sucesor, aún no fallaba la Real Audiencia. En el pleito se le había interpuesto Lorenzo de la Concepción Gutiérrez, que anteriormente había litigado con el curaca difunto y que tenía el apoyo del Corregidor de Trujillo. Don Francisco sufrió diversos vejámenes de parte del Corregidor, como ser paseado sobre una mula por las calles de la ciudad. El segundo documento es un pleito sobre tierras que pertenecían a los Chayhuac en el pueblo de la Magdalena del Cercado, en los Reyes, y que contiene dalos sobre los caciques del lugar y los del valle de Amancay. No podemos dejar de mencionar entre los curacas de la Costa Norte a los Morachimos, según Feyjoo de Sosa (56), descendían por líneas femeninas del regulo Chimoy y eran señores de Santiago de Cao, distante seis leguas de Trujillo. Ese mismo autor asegura que el apellido de Mora lo lomaron por haber sido uno de ellos ahijado del conquistador y encomendero don Diego de Mora, el legítimo apellido de la familia era Oxaguaman. En 1578, los caciques de la región de Trujillo entablaron una querella a sus encomenderos, pidiendo la devolución de los tributos. El año anterior, grandes lluvias y avenidas habían arruinado la región, sembrando la miseria en los valles y empobreciendo en extremo a los indios. En ese entonces era cacique de Mansiche don Pedro Oxaguaman. algunos años más tarde, en 1585, figura como cacique don Juan de Mora de la encomienda de don Diego, seguramente fue el primero que adoptó el apellido Mora (58). John Rowe y Fernando Silva Santisteban (59) han estudiado al miembro más distinguido de la familia, se trata de don Vicente Morachimo, cacique de varios pueblos. Don Vicente consiguió permiso para viajar a España en 1721, como Diputado General de los Caciques principales y Procurador General de los
  • 44. Naturales. En la Península imprimió diversos memoriales sobre los tremendos abusos cometidos por los corregidores, curas y visitadores con los indios. Rowe considera a Don Vicente como una figura precursora del movimiento indígena del siglo XVIII. Las escuetas noticias sobre los caciques de Trujillo, se podrían ampliar si se llevara a cabo un exhaustivo estudio de archivos y titulos de propiedad de la región, se complementarían quizás los datos existentes.
  • 45. CONCLUSIONES En el estudio de las sucesiones de los Curacas del litoral norteño, a pesar de referirse los documentos a la época virreinal, por medio de las averiguaciones e informaciones, se obtienen datos del tiempo inmediato anterior a la conquista española y se pueden conocer los rezagos de las costumbres pre-colombinas. Algunas tradiciones fueron comunes a todo el Tahuantinsuyu, similitudes que podían tener origen en las tendencias raciales, en los intercambios culturales y quizás en los aportes de edades pretéritas, ya olvidades, que marcaron cierta hegemonía en un pasado lejano. Pero al lado de estas similitudes y rasgos semejantes a todos los lugares del antiguo Incario, surgen diferencias que muestran que las tradiciones no eran las mismas en todo el territorio. En sus dilatados dominios los cuzqueños no habían logrado imponer aún una uniformidad. Las diferencias tenían que existir en tan vasto Imperio, cuyos pueblos pertenecían a diversas culturas e influencias. Además, el carácter explosivo y reciente de la dominación incásica no había unificado, ni dado una hegemonía a sus recientes anexiones, hegemonía seguramente deseada por sus soberanos. En tal sentido fueron las reformas del Inca Pachacutec, cuando en su afán de conseguir esa unidad, impuso el idioma quechua o “runasimi” a todos los habitantes de sus dominios, y estableció una importante red de caminos que unían entre sí los pueblos más apartados. Por último, ordenó la generalización del culto solar, por encima de los numerosos dioses y adoratorios locales. Indudablemente éstos fueron los primeros esfuerzos hacia la realización de la unidad y la formación de un Estado. Antes de analizar las similitudes y las diferencias entre las sucesiones cuzqueñas y las de la Costa Norte, veremos someramente la opinión de los escritores que se han ocupado del tema. Basadre (60) encuentra en la herencia de los curacas, una diferencia entre la herencia de los bienes y la sucesión en el poder. Apoyándose sobre las crónicas de Santillán y de Castro y Ortega Morejón. estima que no siempre resultaron favorecidos los hijos o hermanos del difunto; el Inca nombraba al que le parecía el más hábil o al más esforzado servidor. Para Means (61), la herencia entre los señores costeños, no se regía por la primogenitura, ellos escogían a sus sucesores entre sus hijos o hermanos, según el que de ellos se mostrara ser más hábil. Sally Falk Moore (62) sostiene que había cierta confusión en las costumbres de herencia, confusión agravada por las “Informaciones”. El punto de vista de la Corona Española, era sostener que tanto los Incas como los curacas, no eran los legítimos señores, pues con tal declaración robustecían los derechos Reales a sus posesiones en las Indias. Según la misma autora, las contradicciones se debieron
  • 46. a varios factores, que son: las variaciones regionales de las leyes de la herencia, la no especificación de la persona a quien le venía de derecho la sucesión y por último el fuerte motivo de los españoles en demostrar la carencia de derechos de los elegidos. No sólo existió en efecto la tendencia española de crear un derecho al Rey, sobre las tierras de Indias, sino que las costumbres locales confundieron no poco a los europeos del siglo XVI, tan imbuidos de los principios de primogenitura, de bastardía y de complicados árboles genealógicos. No supieron comprender costumbres tan diferentes a las que estaban habituados; por eso los cronistas se ofuscaron ellos mismos y nos legaron una serie de datos contradictorios. La característica general en los dominios del Inca, era la eficiencia; medida que tenía como resultado lógico la elección del más capacitado para el cargo, y el despojo de los menores de edad. Indudablemente, tanto los incas como la Corona española apoyaron en los curacazgos a las personas más adictas a ellos; bajo este aspecto, los españoles y los Incas, siguieron la misma política. En el caso de surgir un litigio entre los pretendientes, tenía que ser designado el que más garantias ofrecía al gobernante. Para tener un punto de comparación veremos brevemente las tradiciones de los Incas, de las que nos hemos ocupado detenidamente en otras ocasiones y las que al mismo tiempo servirán de comparación con las sucesiones en los valles del litoral norteño (63). En el Cuzco, la ley de sucesión del soberano, había sufrido transformaciones a medida que lu Confederación fue adquiriendo predominio sobre sus vecinos. Las leyes que eran buenas para el jefe de unos cuantos ayllus, no podían ser las mismas que se siguieron aplicando en las sucesiones imperiales. En los albores de la Confederación Inca, la elección del Sinchi o jefe electo para la guerra, tenía un fin militar, él conducía los ayllus a la conquista de nuevas tierras, los primeros soberanos fueron seguramente de este tipo. A medida que el Sinchi afianzaba su poder, prevaleció la tendencia a dejar el mando a uno de sus hijos. Al no existir primogenitura, ni bartardía, surgió entre los numerosos hijos del Inca, una rivalidad, que daba origen a intrigas y disturbios a la muerte de cada monarca. Por ese motivo tuvo cada vez mayor preferencia un hijo habido en la Coya, mujer con quien se desposaba el soberano el día que recibía la “mascapaicha” (64). Durante el gobierno de Inca Roca, surgió otra medida cuya finalidad fue suprimir los desórdenes a la muerte del soberano, ello fue la práctica del correinado del hijo elegido para suceder a su padre, elección que podía ser revocada. Esta asociación del príncipe heredero al reinado paterno, permitió a Tupa Yupanqui continuar sin tropiezos el brillante gobierno de su padre. Posiblemente con el objeto de fortalecer aún más el derecho de los hijos de la Coya, surgió con el
  • 47. apogeo del Imperio, la práctica del incesto real, como una medida más para evitar los disturbios y asegurar la tranquilidad de las sucesiones. En el Estado Inca, esencialmente patriarcal y guerrero, las sucesiones fueron siempre de padres a hijos, o de una generación a otra, no tenemos noticias de herencia a hermanos, tampoco existió la herencia a la “mascapaicha” por líneas femeninas. En esta revisión muy esquemática de las sucesiones entre los ayllus Incas, se puede apreciar los rasgos en común que poseían los Cuzqueños con la Costa Norte y son: la falta de una ley fija de sucesión, la práctica del “más hábil”, cierta electividad entre los posibles candidatos, la carencia de primogenitura y de bastardía. En cambio, las diferencias con el litoral norteño y una de sus características más notables, fue, primero, que la herencia podía pasar al hijo o al hermano del difunto. En el documento de Reque, los tres hijos de Cuncu Chumbi, heredaron por turno el cacicazgo de Callanca, mientras el mayor quedó en Reque, no contentos con los hermanos de padre, sucedió igualmente un hermano de madre. Entre los señores de Lambayeque, antes de la conquista, gobernaron sucesivamente tres hermanos, hijos de Llempisan, por último, Xecfuinpisan, mató a sus tres hermanos para apoderarse del cacicazgo, a su muerte, le sucedió el quinto hermano, en lugar de los hijos de los hermanos asesinados. Según la crónica Anónima de Chimor, el régulo Caja-cimcim, sucedió a su hermano. En el curacazgo de la Punta de la Aguja en Sechura, Martín de Nonura, sucedió a su hermano Juan, a pesar que éste dejó varios hijos. Otra particularidad de los yungas, era la herencia del cacicazgo por líneas paterna o materna. No hay mención de cacicas en Chimor, ni en Lambayeque anteriores a la llegada de Pizarro, en cambio en la región de Piura, en Catacaos, Colán y Menon, existieron las capullanas y gobernaron ellas mismas sus cacicazgos, hasta en los primeros tiempos de la conquista. En el documento de Lambayeque, al prolongarse el litigio entre las dos familias que se disputaban el cacicazgo, en una reunión de indios principales decidieron dividir Ferreñafe de Lambayeque, y crearon un curacazgo separado. Carecemos de mayores datos para apreciar la influencia que podían ejercer un grupo de señores en una comunidad. En el manuscrito de Reque, los principales del lugar, en los primeros años después de la conquista, se reunían y de. signaban al sucesor del curaca fallecido, quizás ejercían esa función sólo cuando se trataba de menores de edad o si el elegido se mostraba incapaz, como en el caso de Edeco, el principal de los cocineros. Los datos que citamos, muestran las diferencias de costumbres en los diversos valles y que no existió en el Incario, una uniformidad como aparentan ciertos cronistas. La dominación cuzqueña en el norte, duró muy poco tiempo, y
  • 48. seguramente los soberanos toleraron las tradiciones locales, mientras no fuesen un peligro para su autoridad. Asi las leyes incaicas vinieron a yuxtaponerse a las costumbres regionales, como los antiguos dioses, siguieron existiendo a pesar del culto solar.
  • 49.
  • 50. APENDICE ARCHIVO NACIONAL DEL PERU Legajo N9 43. — Cuaderno 39. Año: 1595. — N° de hojas útiles: 189. Autos originales seguidos por don Gabriel Yalan, sobre propiedad del Cacicazgo del pueblo de San Martín de Reque, encomienda de doña Ana de Velasco, vecina de la Ciudad de Trujillo; con la información que por orden de la Real Audiencia levantó don Sancho de Marañón, Corregidor de la Villa de Zaña, sobre la legítima sucesión del referido Cacicazgo. Clasificación: Derecho Indígena y Encomiendas. Págs. 59 - 74. INTERROGATORIO (Fojas 59). ProbanzadedonGabrielMartín. Por las preguntas si pueden sean examinados los testigos que fueren presentados por parte de don Gabriel Martín Cacique del Pueblo de Reque, en el pleito que sigue sobre su Cacicazgo. Primeramente sean preguntados los testigos si conocieron al suplicante, Cacique principal que fue de este repartimiento de Reque y a don Martín Efquen Zela su hijo y si conocieron a Xancol Chumbi y a don Diego Chimoy, partes contrarias. 2.—Si saben que en tiempo de los Ingas Guáscar y Atabalipa mucho antes que entrasen los españoles en este Reyno el dicho Sapquen Zula fue Cacique principal y señor de este Repartimiento de Reque y le tuvo y poseió hasta que murió más tiempo de treinta años y los testigos lo saben porque lo oyeron decir a sus mayores y tienen noticia de ello digan. 3.—Si saben que el dicho Zapque Zula por su fin y muerte dejó la sucesión del dicho Cacicazgo a su hijo Efquen Zula habido en su mujer legítima en su ley llamada Chupsup que a la sazón quedó pequeño y encomendado a los indios y principales de esto pueblo le criasen por tal sucesor y Cacique y quisiesen y mirasen por él; digan. 4.—Si saben que habiendo quedado niño pequeño el dicho Efquen Zula los Caciques del pueblo de Callanca que es distinto repartimiento enviaron a Xancole Chumbi para que mano armada …zase el dicho Cacicazgo del dicho pueblo de
  • 51. Reque como lo hizo y se entró en él, el cual después de haberle tenido tiránicamente algunos años sin tener más sucesión que su tiranía llegando el dicho Efquen Zula a tener edad para gobernar el dicho Cacicazgo los indios del dicho pueblo de Reque mataron al dicho Xancole Chumbi y alzaron por su Cacique y señor al dicho Efquen Zula y estando en su posesión y Cacicazgo entraron los españoles en este Reyno del dicho Efquen Zula, dio la obediencia a su Mageslad y se cristianó y se llamó don Martin Efquen Zula y poseyó el dicho Cacicazgo más tiempo de treinta años, hasta que murió; digan; 5.—Si saben que el dicho don Martín Zula era casado en su ley con doña Elvira Ella y durante el tal matrimonio criaron por su hijo legítimo al dicho don Gabriel Martín que litiga, el cual al tiempo que el dicho don Martín su padre murió, quedó muy niño por lo cual don Diego Chimoy que era viejo y astuto hijo del dicho Xancole Chumbi que mataron se entró en el dicho Cacicazgo so color y diciendo que huhia sido su padre y por ser mañoso y caviloso le favoreció Salvador Vásquez su encomendero y a su favor de él se hizo nombrar por tal Cacique y los testigos lo saben porque de ello tienen noticia, digan: 6.—Si saben que por el contenido en las preguntas antes de ésta el dicho don Gabriel Martín por línea recta es legítimo señor y sucesor del Cacicazgo y le pertenece por haber sido de su padre y abuelo y antepasados, y no del dicho don Diego Chimoy ni de sus hijos como lo declaró en vida en dicho don Diego Chimoy a cuya declaración asimismo se remitan, digan: 7.—Si saben que el dicho don Gabriel Martín es buen cristiano temeroso de Dios y de su conciencia y que los indios del dicho pueblo de Reque le respetan y reconocen por Cacique y le quieren mucho y él los trata muy bien y tiene calidad y capacidad y suficiencia para gobernar los indios y sabe leer y escribir, digan: 8.—Si saben que todo lo susodicho es notorio pública voz y fama, digan: AÑADIDO. — 9.—Si saben que don Diego Quesquen persona que se opuso a este Cacicazgo por fin y muerte de su padre don Diego Chimoy es hijo adulterino y bastardo por ser nacido durante el casamiento del dicho don Diego Chimoy y de doña Isabel su mujer y por tal hijo bastardo adulterino es habido y tenido, digan: 10.—Y si saben que el dicho don Diego Quesquen es indio castigado en la plaza pública del dicho pueblo y azotado públicamente por indio vicioso y delincuente, declaren los testigos ln causa porque le castigaron, digan: 11.—Si saben que demás de la declaración que hizo el dicho don Diego Chimoy por ante Escribano Real cerca del Cacicazgo de Reque y la sucesión de él a su favor del dicho don Gabriel, el dicho don Diego Chimoy por descargo de su conciencia, en vida hizo declaración por ante los principales de que el dicho Cacicazgo era del dicho don Gabriel y que después de su vida le alcasen y levantasen por tal, digan: — Firmado: Don Gabriel Martín.