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SANTA CLARA DE ASÍS
Clara nace en Asís, en el seno de una noble familia, en 1193.
En la primavera de 1211, movida por el Espíritu e iluminada por la
predicación de Francisco, dejó todo para seguir a Jesús. El
Domingo de Ramos, al amparo de la noche, Clara se fugó de la casa
paterna y fue a Santa María de los Ángeles de la Porciúncula, donde
Francisco la recibió y la consagró al Señor. Poco después se
estableció en el convento de San Damián, restaurado por Francisco.
Clara fue una mujer de su tiempo: su talante, formación
humana y espiritual, su sensibilidad, así como su biografía, lo
confirman. Representa en su siglo uno de los más dignos, si no el
más digno exponente de mujer valiente y coherente, creativa y no
fácil de doblegar. El eje central de la espiritualidad de Clara es el
seguimiento de Jesucristo pobre y humilde, tanto que obtuvo del
papa Gregario IX el llamado «Privilegio de la pobreza».
Clara fue la primera mujer que vio reconocida por el papa, a
las puertas mismas de su muerte, la Regla escrita por ella misma
para su Orden de las Hermanas Pobres, aprobada por Inocencio IV,
en 1253. Radiante de luz, Clara muere el 11 de agosto de 1253,
musitando esta oración: «Gracias porque me creaste». Alejandro IV
la canonizó el 15 de agosto de 1255.
Clara de Asís sólo puede ser comprendida a la luz de
Francisco. Así lo declara ella misma en su Testamento: “El Hijo de
Dios se ha hecho para nosotras camino, que nos mostró, de palabra y con el
ejemplo, nuestro bienaventurado Padre Francisco, verdadero amante e
imitador suyo”. (TestCl 5)
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+ EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN +
ORACIÓN INICIAL
Santa Clara de Asís, tú seguiste a Cristo pobre tras las huellas de Francisco y
eres modelo de cuantos queremos seguir el ideal franciscano. Obtennos la gracia de
caminar fielmente por esa misma senda, siguiendo tu ejemplo e imitando tus
virtudes. Intercede por nosotros ante Cristo. Que resplandezca nuestra alma con la
claridad de la gracia para que seamos, como tú, clara luz de la Iglesia en medio del
mundo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (9, 23-27)
Entonces decía a todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí
mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá;
pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el
mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo? Pues si uno se avergüenza de mí y
de mis palabras, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su
gloria, en la del Padre y en la de los ángeles santos. Pues de verdad os digo que hay
algunos de los aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de
Dios”.
MEDITACIÓN
DE LA LEYENDA DE SANTA CLARA (LC1-5)
Oyó hablar por entonces de Francisco, cuyo nombre se iba haciendo
famoso y quien, como hombre nuevo, renovaba con nuevas virtudes el
camino de la perfección, tan borrado en el mundo. De inmediato quiere verlo
y oírlo, movida a ello por el Padre de los espíritus, de quien tanto él como
ella, aunque de diverso modo, habían recibido los primeros impulsos. Y no
menos deseaba Francisco, entusiasmado por la fama de tan agraciada
doncella, verla y conversar con ella.
El padre Francisco la exhorta al desprecio del mundo; demostrándole
con vivas expresiones la vanidad de la esperanza y el engaño de los atractivos
del siglo, destila en su oído la dulzura de su desposorio con Cristo,
persuadiéndola a reservar la joya de la pureza virginal para aquel
bienaventurado Esposo a quien el amor hizo hombre.
(breve pausa en silencio)
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DE LOS ESCRITOS DE SANTA CLARA
Entre los múltiples dones que hemos recibido y recibimos cada día de nuestro
espléndido benefactor el Padre de las misericordias, y por los que más debemos dar gracias al
Padre glorioso de Cristo, está el de nuestra vocación, por la que, cuanto más perfecta y mayor
es, más y más deudoras le somos. Por lo cual dice el Apóstol: Reconoce tu vocación (cf. 1 Cor
1,26).
(Del Testamento de Santa Clara)
ACLAMACIONES
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana Clara
que, joven, rica y noble, se abrazó por tu amor a la pobreza santa.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Loado seas, mi Señor, por su fuga amorosa en la noche estrellada,
por el despojo alegre de su cabellera y por su virginal ofrenda enamorada.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Loado seas, mi Señor, porque enseñó de vida y de palabra
a ser lo que quería: tu hija, tu madre, tu esposa y tu hermana.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Pidamos la gracia que deseamos alcanzar en este día por intercesión de Santa Clara de Asís.
La virgen Clara ilumina con su claridad al mundo entero.
Dichosa tú, que con tu vida brillaste con el fulgor del firmamento.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Dios te salve, María, llena eres de gracia…
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…
ORACIÓN FINAL
Padre de las misericordias, que infundiste en Santa Clara un profundo
amor a la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo
a Cristo pobre, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
San Francisco y Santa Clara, rogad por nosotros.
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+ EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN +
ORACIÓN INICIAL
Santa Clara de Asís, tú seguiste a Cristo pobre tras las huellas de Francisco y
eres modelo de cuantos queremos seguir el ideal franciscano. Obtennos la gracia de
caminar fielmente por esa misma senda, siguiendo tu ejemplo e imitando tus
virtudes. Intercede por nosotros ante Cristo. Que resplandezca nuestra alma con la
claridad de la gracia para que seamos, como tú, clara luz de la Iglesia en medio del
mundo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (19, 16-26)
En cierta ocasión se le acercó a Jesús un joven y le preguntó: -Maestro, ¿qué tengo
que hacer de bueno para alcanzar la vida eterna?
Él le contestó:
-¿Por qué me preguntas acerca de lo que es bueno? El único bueno es Dios. Pero, si
quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
Replicó:
- ¿Cuáles?
Jesús dijo:
- No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falsos testimonios,
honra a tu padre y a tu madre y ama a tu prójimo como a ti mismo.
El joven le dijo:
- Todo eso lo he guardado. ¿Qué más hace falta?
Jesús le dijo:
- Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás
un tesoro en el cielo; después, ven y sígueme.
Al oír esto, el joven se fue muy triste, porque tenía muchos bienes.
Jesús dijo a sus discípulos:
- Os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Es más
fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los
Cielos.
Al oír esto los discípulos se quedaron asombrados y dijeron:
- Entonces, ¿quién puede salvarse?
Jesús los miró y les dijo:
- Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible.
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MEDITACIÓN
DE LA LEYENDA DE SANTA CLARA (LC1-13)
Con la pobreza de espíritu, que es la verdadera humildad, armonizaba
la pobreza de todas las cosas. Y lo primero que hizo al comienzo de su
conversión, fue vender la herencia paterna que le había tocado y, sin
reservarse nada para sí, la distribuyó toda entre los pobres. A partir de aquí,
dejado el mundo afuera, enriquecida el alma interiormente, corre en pos de
Cristo aligerada del peso de las riquezas. Tal alianza selló con la santa
pobreza, tal amor le consagró, que nada quería poseer sino a Cristo el Señor,
nada permitió que poseyeran sus hijas. Pensaba que la preciosísima perla del
deseo del cielo, adquirida con la venta de todos los bienes (cf. Mt 13,45-46),
no podía compartirse con el cuidado devorador de los bienes temporales.
Mediante pláticas frecuentes inculca a las hermanas que su comunidad sería
agradable a Dios cuanto viviera rebosante de pobreza, y que perduraría firme
a perpetuidad si estuviera defendida con la torre de la altísima pobreza.
Anímalas a conformarse, en el pequeño nido de la pobreza, con Cristo pobre,
a quien su pobrecilla Madre acostó niño en un mísero pesebre.
(breve pausa en silencio)
DE LOS ESCRITOS DE SANTA CLARA
¡Oh bienaventurada pobreza, que da riquezas eternas a quienes la aman y abrazan!
¡Oh santa pobreza, que a los que la poseen y desean les es prometido por Dios el reino de los
cielos (cf. Mt 5,3), y les son ofrecidas, sin duda alguna, hasta la eterna gloria y la vida
bienaventurada! ¡Oh piadosa pobreza, a la que el Señor Jesucristo se dignó abrazar con
preferencia sobre todas las cosas, Él, que regía y rige cielo y tierra, que con solo decirlo hizo
todas las cosas (cf. Sal 32,9; 148,5)!
(De la primera carta de Santa Clara a Santa Inés de Praga)
ACLAMACIONES
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana Clara
que, joven, rica y noble, se abrazó por tu amor a la pobreza santa.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Loado seas, mi Señor, por su fuga amorosa en la noche estrellada,
por el despojo alegre de su cabellera y por su virginal ofrenda enamorada.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Loado seas, mi Señor, porque enseñó de vida y de palabra
a ser lo que quería: tu hija, tu madre, tu esposa y tu hermana.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
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Pidamos la gracia que deseamos alcanzar en este día por intercesión de Santa Clara de Asís.
La virgen Clara ilumina con su claridad al mundo entero.
Dichosa tú, que con tu vida brillaste con el fulgor del firmamento.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Dios te salve, María, llena eres de gracia…
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…
ORACIÓN FINAL
Padre de las misericordias, que infundiste en Santa Clara un profundo
amor a la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo
a Cristo pobre, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
San Francisco y Santa Clara, rogad por nosotros.
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+ EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN +
ORACIÓN INICIAL
Santa Clara de Asís, tú seguiste a Cristo pobre tras las huellas de Francisco y
eres modelo de cuantos queremos seguir el ideal franciscano. Obtennos la gracia de
caminar fielmente por esa misma senda, siguiendo tu ejemplo e imitando tus
virtudes. Intercede por nosotros ante Cristo. Que resplandezca nuestra alma con la
claridad de la gracia para que seamos, como tú, clara luz de la Iglesia en medio del
mundo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (6, 35-40)
En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí
no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me
habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí
no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad del que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no
pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad
de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré
en el último día.”
MEDITACIÓN
DE LA LEYENDA DE SANTA CLARA (LC1-21-22)
A modo de enjambres de abejas, estaban estacionados en el valle, por
mandato imperial, escuadrones de caballería y arqueros sarracenos, con el
propósito de destruir las fortalezas y expugnar las ciudades fortificadas. En
esta situación, lanzóse una vez el furor enemigo contra Asís, ciudad predilecta
del Señor, y avecinándose ya el ejército a las puertas, los sarracenos, gente
pésima sedienta de sangre cristiana y capaz de los peores crímenes, cayeron
sobre San Damián y entraron en él, hasta el claustro mismo de las vírgenes.
Se derriten de terror los corazones de las damas pobres, balbucean
presas de espanto y acuden a su madre entre lágrimas. Ésta, impávido el
corazón, manda, pese a estar enferma, que la conduzcan a la puerta y la
coloquen frente a los enemigos, llevando ante sí la cápsula de plata, encerrada
en una caja de marfil, donde se guarda con suma devoción el Cuerpo del
Santo de los Santos.
Y prosternándose de bruces en oración ante el Señor, le dice a su Cristo
entre lágrimas: «¿Te place, mi Señor, entregar inermes en manos de paganos
a tus siervas, a las que he criado en tu amor? Guarda, Señor, te lo ruego, a
estas tus siervas a las que no puedo defender en este trance».
En esto la virgen, levantando el rostro bañado en lágrimas, conforta a
las que lloran diciéndoles: «Hijas mías, yo salgo fiadora de que no sufriréis
nada malo; basta que confiéis en Cristo». De inmediato, repentinamente, la
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audacia de los sarracenos, rechazada por fuerza misteriosa, se convierte en
pánico, y, escapándose de prisa por los muros que habían escalado, fueron
dispersados por el valor de la suplicante. A continuación, Clara conmina a las
que habían oído la referida voz, prohibiéndoles con seriedad: «Hijas mías,
guardaos en absoluto, mientras yo viva, de revelar esto a nadie».
(breve pausa en silencio)
ACLAMACIONES
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana Clara
que, joven, rica y noble, se abrazó por tu amor a la pobreza santa.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Loado seas, mi Señor, por su fuga amorosa en la noche estrellada,
por el despojo alegre de su cabellera y por su virginal ofrenda enamorada.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Loado seas, mi Señor, porque enseñó de vida y de palabra
a ser lo que quería: tu hija, tu madre, tu esposa y tu hermana.
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Pidamos la gracia que deseamos alcanzar en este día por intercesión de Santa Clara de Asís.
La virgen Clara ilumina con su claridad al mundo entero. Dichosa tú, que con
tu vida brillaste con el fulgor del firmamento:
Padre nuestro, que estás en el cielo…
Dios te salve, María, llena eres de gracia…
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…
ORACIÓN FINAL
Padre de las misericordias, que infundiste en Santa Clara un profundo
amor a la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo
a Cristo pobre, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
San Francisco y Santa Clara, rogad por nosotros.
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Te bendecimos, Padre,
Dios del cielo y la tierra,
lo escondido a los sabios,
a los pobres revelas.
Hermana Clara, dinos la fuente
donde se abreva tu corazón.
Es la riqueza de la pobreza:
dejarlo todo y seguir a Dios.
Hermana Clara, lámpara viva,
¿cómo se enciende tu corazón?
Con la belleza de la pureza
los ojos limpios verán a Dios.
Hermana Clara, viña elegida,
¿por qué florece tu corazón?
En el presente vive el futuro,
el hoy que fluye del hoy de Dios.
Hermana Clara, flor de la Iglesia,
que tanto quiere nuestro Señor.
Te dio la palma con la azucena,
le diste todo lo que te dio.
Clara, plantita de san Francisco,
tienes raíces que no se ven,
y de ellas brotan flores y frutos
mientras, ocultas, crecen sin ver.
Hermana Clara, Cristo en tus manos,
Eucaristía te enardeció.
Que nos alcancen tus bendiciones
y bendigamos siempre al Señor. Amén.