2. El 17 de junio dijo en parte de su
catequesis referente a la familia:
...La muerte es una experiencia que
concierne a todas las familias,
sin ninguna excepción.
Es parte de la vida; sin embargo,
cuando toca a los afectos familiares,
la muerte no nos parece jamás
natural. Para los padres, sobrevivir a
los propios hijos es algo
particularmente desgarrador,
que contradice la naturaleza
elemental de las relaciones que dan
sentido a la familia misma.
La pérdida de un hijo o de una hija
es como si detuviera el tiempo: se
abre un abismo que traga el pasado
y también el futuro.
3. La muerte, que se lleva el hijo
pequeño o joven, es una bofetada
a las promesas, a los dones y
sacrificios de amor alegremente
entregados a la vida que hemos
hecho nacer. ...La muerte toca y
cuando es un hijo toca
profundamente.
Toda la familia queda paralizada,
enmudecida. Y algo similar sufre
el niño que se queda solo, por la
pérdida de un padre, o de ambos.
4. Esa pregunta: “¿dónde está papá?” “¿Dónde está mamá?” – Está en el cielo.
“¿Pero por qué no lo veo?” Esta pregunta que cubre una angustia en el
corazón
del niño o la niña. Se queda solo. El vacío del abandono que se abre dentro
de él es aún más angustiante por el hecho que no tiene ni siquiera la
experiencia suficiente para
“dar un nombre” a aquello que ha sucedido. “¿Cuándo vuelve papá?”
“¿Cuándo vuelve mamá?” ¿Qué se responde?
Y el niño sufre. Y así es la muerte en familia.
5. En estos casos la muerte es como un agujero negro que se abre en la vida de las
familias
y a la cual no sabemos dar explicación. Y a veces, se llega incluso a dar la culpa
a Dios.
Pero cuánta gente – yo los entiendo – se enoja con Dios, blasfema:
“¿Por qué me has quitado el hijo, la hija? ¡Dios no está, no existe! ¿Por qué hizo
esto?”.
6. Tantas veces hemos escuchado esto. Pero esta rabia es un poco
aquello que viene del corazón, del gran dolor. La pérdida de
un hijo o de una hija,
del papá o de la mamá es un gran dolor. Y esto sucede
continuamente en las familias. En estos casos, he dicho, la
muerte es casi como un agujero.
7. Pero la muerte física tiene “cómplices” que son aún peores que
ella
y que se llaman odio, envidia, soberbia, avaricia; en resumen,
el pecado del mundo que trabaja para la muerte y la hace
todavía más dolorosa e injusta.
Los afectos familiares aparecen como las víctimas predestinadas
e indefensas de estas potencias auxiliares de la muerte,
que acompañan la historia del hombre.
8. Pensemos en la absurda “normalidad” con la cual, en ciertos
momentos y en ciertos lugares, los eventos que agregan horror
a la muerte son provocados por el odio y por la indiferencia de
otros seres humanos.
¡El Señor nos libere de acostumbrarnos a esto!
9. En el pueblo de Dios, con la gracia de su compasión donada en
Jesús,
tantas familias demuestran, con los hechos,
que la muerte no tiene la última palabra y esto es un verdadero
acto de fe.
Todas las veces que la familia en el luto
– incluso terrible – encuentra la fuerza para custodiar la fe y el
amor que nos unen a aquellos que amamos, impide a la muerte, ya
ahora, que se tome todo.
La oscuridad de la muerte debe ser afrontada con un trabajo de
10. "¡Dios mío, aclara mis tinieblas!”,
es la invocación de la liturgia de la tarde. En la luz de la
Resurrección del Señor, que no abandona a ninguno de
aquellos que el Padre le ha confiado, nosotros podemos sacar
a la muerte su “aguijón”,
como decía el apóstol Pablo
(1 Cor 15,55);
podemos impedirle envenenarnos la vida, de hacer vanos
nuestros afectos, de hacernos caer en el vacío más oscuro.
11. En esta fe, podemos consolarnos unos a otros, sabiendo que el
Señor
ha vencido la muerte de una vez por todas.
Nuestros seres queridos no desaparecieron en la oscuridad de la
nada:
la esperanza nos asegura que ellos están en las manos buenas
y fuertes de Dios. El amor es más fuerte que la muerte.
Por esto el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido,
y el amor nos custodiará hasta el día en el cual cada lágrima
será secada, cuando “no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni
12. Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede
generar una más fuerte solidaridad de los vínculos familiares, una
nueva apertura al dolor de otras familias, una nueva fraternidad
con las familias que nacen
y renacen en la esperanza.
13. Nacer y renacer en la
esperanza, esto nos da la fe.
Pero yo quisiera subrayar la
última frase del Evangelio que
hoy hemos escuchado.
Después que Jesús trae de
nuevo a la vida a este joven,
hijo de la mamá que era
viuda, dice el Evangelio:
“Jesús lo restituyó a su
madre”.
¡Y ésta es nuestra esperanza!
14. ¡Todos nuestros seres queridos que se han ido,
todos el Señor los restituirá a nosotros y con ellos nos
encontraremos juntos y esta esperanza no decepciona! Recordemos
bien este gesto de Jesús;
“Y Jesús lo restituyó a su madre”.
¡Así hará el Señor con todos nuestros seres queridos de la familia!
15. Esta fe nos protege de la visión nihilista de la muerte,
como también de las falsas consolaciones del mundo,
de modo que la verdad cristiana, citando lo que Benedicto XVI
dijo:
“no corra el riesgo de mezclarse con mitologías de varios géneros
cediendo a los ritos de la superstición, antigua o moderna”.
16. Hoy es necesario que los Pastores y todos los cristianos expresen de
manera más concreta el sentido de la fe en relación a la experiencia
familiar del luto.
No se debe negar el derecho al llanto - ¡debemos llorar en el luto!
También Jesús “rompió a llorar” y estaba “profundamente turbado”
por el grave luto de una familia que amaba (Jn 11,33-37).
17. Podemos más bien tomar del testimonio simple y fuerte de tantas
familias que ha sabido captar, en el durísimo pasaje de la muerte,
también el seguro pasaje del Señor, crucificado y resucitado, con su
irrevocable promesa de resurrección de los muertos.
El trabajo del amor de Dios es más fuerte del trabajo de la muerte.
¡Es de aquel amor, es precisamente de aquel amor, que debemos
hacernos “cómplices” activos con nuestra fe!
18. Y recordemos aquel gesto de Jesús: “Y Jesús lo restituyó a su madre”,
así hará con todos nuestros seres queridos y con nosotros cuando nos
encontraremos, cuando la muerte será definitivamente vencida en
nosotros.
Ella está vencida por la cruz de Jesús. ¡Jesús nos restituirá en familia a
todos! Gracias.
19. El 19 de junio dijo en parte de su homilía:
“Hay una cosa que es verdadera,
cuando el Señor bendice a una persona con las riquezas: lo hace
administrador de aquellas riquezas para el bien común y para el bien
de todos, no para el propio bien. Y no es fácil convertirse en un
administrador honrado,
porque existe siempre la tentación de la avidez, de ser importante”.
20. “El mundo te enseña esto y nos lleva por este camino.
Pensar en los demás, pensar que lo que yo tengo está al
servicio de los demás y que nada de lo que tengo me lo podré
llevar conmigo.
Pero si yo uso lo que el Señor me ha dado para el bien
común,
como administrador, esto me santifica, me hará santo”.
21. La “lucha de cada día” que tiene como fin “el bien común”
porque “administrar la riqueza es un despojarse
continuamente del propio interés y no pensar que estas
riquezas nos darán la salvación”.
22. “Las riquezas tienen la
tendencia a crecer, a moverse,
a tomar el lugar en la vida y
en el corazón del hombre”.
Pero si su única motivación es
la acumulación de bienes,
las riquezas le invadirán el
corazón y se convertirá en
“corrupto”.
Y al contrario, si se usan para
los demás, para el “bien
común”
se salva el corazón.
23. “Acumular es precisamente una cualidad
del hombre” y “hacer las cosas y dominar
el mundo también es una misión”. “Esta
es la lucha de cada día: cómo administrar
las riquezas de la tierra bien, para que
estén orientadas al cielo y se conviertan
en riquezas del cielo”.
24. Comentando el Evangelio,
en el pasaje en que Jesús enseña a
los discípulos que
“donde está tu tesoro,
allí estará también tu corazón”,
“no acumulen para ustedes
tesoros en la tierra, donde la
polilla y la herrumbre destruyen,
y donde los ladrones penetran y
roban; acumulen en cambio para
ustedes tesoros en el cielo”.
25. “En la raíz” de la acumulación “está el deseo de
seguridad”.
“Al final estas riquezas no dan la seguridad para siempre.
Es más, te llevan abajo en tu dignidad. Y esto en la familia:
tantas familias divididas.
También en la raíz de las guerras está esta ambición, que
destruye, corrompe. En este mundo, en este momento, hay
tantas guerras por avidez de poder, de riquezas.
Se puede pensar en la guerra en nuestro corazón”.
26. “‘¡Estén lejos de toda
concupiscencia!’. Porque la
avidez va adelante,
va adelante, va adelante…
Es un paso, abre la puerta:
después viene la vanidad
-creerse importantes,
creerse poderosos- y,
en fin, el orgullo.
Y de ahí todos los vicios, todos.
Son peldaños, pero el primero
es éste:
la avidez, el deseo de acumular
riquezas”.
27. ...“Por nuestra parte, todos los días debemos
preguntarnos: ‘¿Dónde está tu tesoro?, ¿en las
riquezas o en esta administración, en este servicio
para el bien común?”.
28. “¡Es difícil, es como jugar con el fuego!. Porque “muchos
tranquilizan su propia conciencia con la limosna y dan lo que les
sobra a ellos.
Ese no es administrador: el administrador toma para sí de lo
que sobre y, como servicio, da todo a los demás”.
29. En definitiva, “administrar la riqueza es un despojarse
continuamente del propio interés y no pensar que estas riquezas
nos darán la salvación. Acumular sí, está bien; tesoros sí, está
bien, pero aquellos que tienen precio en la ‘bolsa del Cielo’.
¡Allí, acumular allí”.
30. El 19 de junio dijo: “¡Cuánto dolor! ¡Cuántas víctimas inocentes!
Frente a todo ello parece que los poderosos de este mundo sean incapaces de
encontrar soluciones”, se refirió con estas palabras a la terrible persecución
que continúan sufriendo los cristianos en Oriente Medio, sobre todo en Siria
e Irak, por el autodenominado grupo terrorista Estado Islámico (ISIS).
31. El testimonio de los
mártires
y su sangre
“es semilla de la unidad de
la Iglesia e instrumento de
edificación del reino de
Dios, que es reino de paz y
justicia”....
“Recemos juntos por las
víctimas de esta violencia
brutal y de todas las
situaciones de guerra en el
mundo....
32. “Pidamos al Señor la gracia de estar siempre
dispuestos a perdonar y de ser artífices de
reconciliación y de paz.
Esto es lo que anima el testimonio de los mártires.
La sangre de los mártires es semilla de la unidad de
la Iglesia e instrumento de edificación del reino de
Dios,
33. “En este momento de tensión y el dolor” se refuercen
“aún más los lazos de amistad y fraternidad entre la
Iglesia católica y la Iglesia sirio-ortodoxa”.
34. “Apresuremos nuestros pasos en el camino común,
manteniendo los ojos fijos en el día en que podamos celebrar
nuestra pertenencia a la única Iglesia de Cristo alrededor del
mismo altar de sacrificio y alabanza. Intercambiemos los
tesoros de nuestras tradiciones como dones espirituales,
porque lo que nos une es muy superior a lo que nos divide”.
35. El 19 de junio dijo a miembros de la Federación Bíblica Católica en
discurso: ...“Para poder anunciar la palabra de verdad, hemos tenido
que hacer nosotros mismos la experiencia de la Palabra:
haberla escuchado, contemplado, casi tocado con nuestras manos”.
36. La necesidad de anunciar esta Palabra y de ayudar a que la
gente se encuentre con Cristo. ¿Cómo hacerlo? Tomando la
Palabra y venerándola, leyéndola, escuchándola,
anunciándola, predicándola, estudiándola y difundiéndola.
Que exista
“una preocupación real por el encuentro personal con Cristo
que se comunica con nosotros en su Palabra”.
37. ...Ellos son “el pueblo adquirido por Dios para anunciar su
alabanza” y “deben en primer lugar, como sugiere Dei Verbum,
venerar, leer, escuchar, anunciar, predicar, estudiar y difundir
la Palabra de Dios”.
38. Así, “la Iglesia, que proclama la Palabra cada día, recibiendo
de ella su alimento e inspiración, se hace beneficiaria y
testigo excelente de la eficacia
y la potencia inherentes a la misma Palabra de Dios”.
39. Sin embargo, “no somos nosotros, ni nuestros esfuerzos, sino el
Espíritu Santo, que actúa a través de los que se dedican a la
pastoral y hace lo mismo en los que les escuchan, predisponiendo
unos y otros a la escucha de la Palabra anunciada y a la acogida del
mensaje de vida”.
40. Hay lugares en el mundo
donde la Palabra nunca ha
sido proclamada o en los que
hoy día no es aceptada “como
Palabra de salvación”.
En estos sitios “hay lugares
donde la Palabra de Dios se
vacía de su autoridad”.
41. “La falta del apoyo y de la fuerza de la Palabra lleva a un
debilitamiento de las comunidades cristianas de antigua tradición y
dificulta el crecimiento espiritual y el fervor misionero de las Iglesias
jóvenes”.
42. Ante esta realidad, “el mensaje corre el riesgo de perder su
frescura y no tener el aroma del Evangelio”. Por lo tanto, “sigue
siendo válida la invitación a un fuerte esfuerzo pastoral para que
emerja el lugar central de la Palabra de Dios en la vida de la
Iglesia, favoreciendo la animación bíblica de toda la pastoral”.
43. “Debemos asegurarnos de que en las actividades habituales de
todas las comunidades cristianas, en las parroquias, en las
asociaciones
y en los movimientos, haya una preocupación real por el
encuentro personal con Cristo que se comunica con nosotros en su
Palabra, porque,
como enseña San Jerónimo,
'el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de
Cristo’”.
44. La misión de los “servidores de la
Palabra”, es decir, obispos,
sacerdotes,
religiosos y laicos, es
“promover y facilitar este
encuentro,
que despierta la fe y transforma la
vida;
por eso rezo,
en nombre de toda la Iglesia,
para que cumpláis vuestro mandato:
hacer que
'la palabra del Señor siga
propagándose y adquiriendo gloria'‘
hasta el día de Jesucristo'”.
45. En Turín el 21 de junio en su
homilía, dijo:
El amor de Dios
“es un amor fiel, un amor que
recrea todo,
un amor estable y seguro”.
Se trata, de
“un amor que no decepciona,
que nunca viene a menos”.
46. ...“Jesús encarna este amor,
porque Él es Testimonio”.
“Él no se cansa nunca de querernos,
de soportarnos, de perdonarnos,
y así nos acompaña en el camino de la
vida”.
47. Cristo por amor
“se ha hecho hombre,
por amor murió y
resucitó,
y por amor está
siempre a nuestro lado,
en los momentos
buenos y en los difíciles.
Jesús nos ama siempre,
hasta el fin,
sin límites y sin
medida”.
48. “La fidelidad de Jesús no
disminuye ni siquiera ante
nuestra infidelidad”, pues
“permanece fiel, también
cuando nos hemos
equivocado,
y nos espera para
perdonarnos:
Él es el rostro del Padre
misericordioso.
Aquí está el amor fiel”.
49. El amor de Dios: el que “recrea todo” y “hace nuevas todas las
cosas”.
“Reconocer los propios límites, las propias debilidades, es la puerta
que abre al perdón de Jesús, a su amor que puede renovarnos en lo
profundo,
que puede recrearnos”.
Así, “la salvación puede entrar en el corazón cuando nos abrimos a la
verdad y reconocemos nuestros errores, nuestros pecados”.
50. Es entonces, cuando
“hacemos esta preciosa
experiencia de Aquél que ha
venido no para los sanos, sino
para los enfermos,
no para los justos,
sino para los pecadores”.
La prueba de esta vida nueva
es “saber despojar de los
vestidos usados y viejos de
rencores y de las enemistades
para llevar la túnica limpia de
la mansedumbre,
de la benevolencia, del servicio
a los otros, de la paz del
corazón,
propia de los hijos de Dios”.
51. Refiriéndose al Evangelio en el que los discípulos se
encuentran con Jesús en una barca y de pronto se levanta un
fuerte viento,
“Él está junto a nosotros con la mano tendida y el corazón
abierto”.
52. Si hoy están agarrados a la roca que es el amor de Dios y cómo
viven el amor de Dios. “Siempre existe el riesgo de olvidar este amor
grande que el Señor nos ha mostrado”. “También nosotros los
cristianos corremos el riesgo de dejarnos paralizar por los miedos del
futuro y buscar seguridad en cosas que no pasan, o en un modelo de
sociedad cerrada que tiende a excluir más que a incluir”.
53. ...“¿creemos que el Señor es fiel?
¿Cómo vivimos la novedad de Dios que todos los días nos
transforma?”.
“El Espíritu Santo nos ayuda a ser siempre conscientes de este
amor ‘rocoso’ que nos hace estables y fuertes en los pequeños o
grandes sufrimientos,
nos hace capaces de no cerrarnos frente a la dificultad,
de afrontar la vida con valentía y mirar al futuro con
esperanza”.
54. “También hoy en el mar de nuestra existencia Jesús es Aquél
que vence las fuerzas del mal y las amenazas de la
desesperación”.
“La paz que Él nos dona es para todos; también para tantos
hermanos y hermanas que huyen de guerras y de
persecuciones en busca de paz y de libertad”.
55. En la Plaza Vittorio de Turín, en sus palabras previas
al rezo del Ángelus hablando de la Virgen María, dijo:
“madre amorosa y premurosa hacia todos sus hijos”
a la que Jesús “ha confiado desde la cruz,
mientras se ofrecía a sí mismo en el gesto de amor más
grande”.
56. “ícono de este amor es la Síndone, que también esta vez ha
traído a tanta gente aquí, a Torino”. “La Síndone (nos) atrae
hacia el rostro y el cuerpo maltratado de Jesús y al mismo
tiempo (nos) empuja hacia el rostro de cada persona sufriente
e injustamente perseguida”.
58. En twitter dijo:
La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más
en un inmenso depósito de porquería.
59. Hemos de escuchar tanto el clamor de la tierra
como el clamor de los pobres
60. Culpar al aumento de la población y no al consumismo
extremo es un modo de no enfrentar los problemas.
61. Decir «creación» es más que decir naturaleza,
porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios.
62. La cultura del relativismo empuja a una persona
a aprovecharse de otra
y a tratarla como mero objeto.
63. Mientras más vacío está el corazón de la persona,
más necesita objetos para comprar, poseer y consumir.
#LaudatoSi
64. El amor de Dios es gratuito.
Él no nos pide nada a cambio; sólo que lo acojamos
65. En la confesión, Jesús nos acepta con todos nuestros pecados
para darnos un corazón nuevo, capaz de amar como él ama.
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Servicio Gratuito.
Que Dios te llene de
bendiciones.
Y que permanezcamos unidos
en el amor a Jesús.