1. El documento compara a los cristianos con la sal, que preserva y da sabor. Exhorta a los creyentes a influir positivamente en el mundo mediante vidas santificadas y testimonios atractivos.
2. Advierte que si los cristianos "se desvanecen" y pierden sus características distintivas, dejan de ser útiles y son "echados fuera y hollados".
3. Concluye enfatizando la necesidad de que los creyentes sean la verdadera "sal de la tierra" mediante amor
Somos la sal de la tierra: significado y características de ser sal según la Biblia
1. ¡SOMOS LA SAL DE LA TIERRA!
Estudio bíblico
(Mateo 5: 13) “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser
echada fuera y hollada por los hombres”
Como cristianos, la Biblia compara nuestra vida y testimonio con la sal y su acción. Nuestra palabra, deberá siempre ir acompañada de
nuestro buen testimonio; de otra manera, nuestra palabra será poco más que un “címbalo que retiñe”.
La sal es tanto un preservador como un sazonador. Es decir, la sal preserva de la corrupción de los alimentos – es decir, evita ese deterioro -
y también resalta el sabor de los mismos.
La sal natural - cloruro sódico ClNa - al tener el ingrediente del cloro entre otros, preserva de la putrefacción.
Es evidente que el Señor tenía en mente la sal, sobre todo como preservador, al decir que nosotros los cristianos, por tener a Cristo, somos la
sal de la tierra.
La sal pura, libre de otros compuestos minerales y contaminación, no pierde su efectividad, pero cuando el Señor hablaba de una sal
desvanecida – en el griego literal: “que se vuelve necia” – seguramente tenía en mente la sal que es común en el área del Mar Muerto, la cual
está contaminada con yeso y otros minerales, y tiene un sabor pobre y es ineficaz para preservar os alimentos.
Ese tipo de sal era tan sólo útil para mantener las calzadas libres de vegetación - es decir – ser hollada por los hombres.
1. Vosotros sois la sal de la tierra
La Ley ordenaba poner sal en todas las ofrendas:
(Levítico 2: 13) “Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda
ofrenda tuya ofrecerás sal.”
(Ezequiel 43: 23, 24) “Cuando acabes de expiar, ofrecerás un becerro de la vacada sin defecto, y un carnero sin tacha de la manada; y los
ofrecerás delante de Jehová, y los sacerdotes echarán sal sobre ellos, y los ofrecerán en holocausto a Jehová.”
Todas las ofrendas del Levítico, todas ellas, tipos o imágenes de la ofrenda de Cristo (y nosotros somos de Cristo, y también ofrenda), debían
ser presentadas con sal, que era señal del pacto con Dios.
“Toda ofrenda que Israel presentaba al Señor debía estar sazonada con sal. Eso era señal de pureza para el Señor. Nosotros debemos ser
esa influencia para la tierra”
Una ofrenda a Dios es algo que deberá ser puro, y por tanto, preservado, así como en lo natural es preservado por la sal. Abundando en ese
tipo, nosotros los cristianos somos los que debemos preservar en lo posible la tierra en la que estamos. Nos toca obrar como lo hace la sal.
La sal, que proporciona sabor a los alimentos, es el símbolo de los hijos de Dios, cuya vida y testimonio deben ser llenos de sabor y atractivo.
Jesucristo estaba llamando a sus verdaderos discípulos de entonces, y por extensión a todos los de ahora: “Sal de la tierra”. Por lo tanto
debemos en un principio ser sal para nosotros mismos, y así lo seremos hacia los demás.
En ese sentido, leemos en Marcos 9: 50:
“Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.”
Es evidente que todo parte, antes de un “hacer”, de un “ser”. Debemos ser sal, y esto implica un carácter suficientemente santificado.
Notemos que el sentido de ser santificados, es el de ser apartados del pecado y vivir para Dios; así como la sal preserva los alimentos de la
corrupción, si en el sentido espiritual somos sal, seremos preservados de la corrupción del pecado. En eso también debemos ser sal.
A. Veamos algunas características de la sal y su aplicación a lo espiritual en nosotros
Lo que hace la sal:
1.En lo natural, la sal preserva (aparta de la corrupción). Por lo tanto en lo espiritual, si somos sal significará que viviremos vidas apartadas
del mal, es decir, santificadas.
2.En lo natural, la sal detiene el avance de la destrucción de la putrefacción. Por lo tanto, en lo espiritual, si somos sal, significará que en
relación a los que nos rodean, nuestra influencia ayudará a la detención del progreso de lo inmoral o pecaminoso. Leemos lo siguiente:
(Colosenses 4: 5, 6) “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con
sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.”
1.En lo natural, la sal produce sed al que la toma. Por lo tanto en lo espiritual, si somos sal significará que produciremos sed de las cosas de
Dios en muchos; o al menos una reacción a favor o en contra de las mismas.
Por tanto nuestro testimonio de vida es muy importante aquí. Leemos en 2 Corintios 2: 14-16;
“Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su
conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte
para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida.”
Lo que no hace la sal:
1.Lo que no hace la sal es revertir el proceso de degeneración de las carnes. Una vez la carne se ha descompuesto o podrido, la sal no
puede hacer nada. En ese sentido, sólo es el Espíritu Santo el que realmente puede revertir ese proceso destructivo, a través de convertir al
individuo a Cristo. Nosotros los creyentes no podemos hacer eso, por tanto. La salvación es del Señor.
“La sal preserva, pero no regenera”
2. B. Características de ser sal en la tierra
Ser sal en esta tierra significa que debemos vivir de acorde al Reino de los Cielos, y por lo tanto, de una manera opuesta la mayoría de las
veces a como vive el mundo.
Ser sal en la tierra, también significa ser valientes, sagaces y veraces como “modus vivendi”, y así estar combatiendo el mal:
Valientes: (2 Timoteo 2: 7) “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.”
Sagaces: (Mateo 10: 16) “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes [o sagaces] como serpientes...”
Veraces: (Santiago 5: 12) “Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que
vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no...”
La sal produce una reacción siempre; no pasa desapercibida al gusto de nadie. Cristo dijo “Vosotros sois la sal de la tierra”, no dijo vosotros
sois el caramelo o la miel del mundo.
Como dice el pastor Víctor Pino-Gamboa: “La sal arde, porque la vida y el mensaje que la Iglesia predica siempre está contrapuesto con la
filosofía carnal de esta sociedad.”
2. Pero si la sal se desvaneciere...
“... pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”:
Si los cristianos no nos esforzamos por hacer un impacto en el mundo que nos rodea tal y como hemos descrito arriba, somos como la sal
que se desvanece – que en el griego original es: “se vuelve necia”.
Si como la sal desvanecida o necia, perdemos sus características, eso implica perder lo que nos diferencia del mundo y nos hace ser más
como él, aun no siendo él o parte de él. Es como nadar entre dos aguas, es como no ser ni una cosa ni otra. No servimos como cristianos, y
tampoco somos del todo mundanos. Seguimos siendo sal, pero es una sal sin fuerza, sin sabor, sin sus propiedades que la definen como tal.
No hay nada más descorazonador, insípido, vacío e inútil que un cristiano profesante (es decir, que profesa ser cristiano), que sólo es sal
necia o sal desvanecida, sin las propiedades de la sal, aunque lo sea en apariencia y en peso.
Triste y lamentable el mal, y hasta nocivo testimonio, el de esos que dicen seguir a Cristo.
“La sal sin tratar del Mar Muerto, contaminada por otros aditivos y sustancias, es ejemplo de esos cristianos que no son sal pura, ni para ellos
mismos, ni para la Tierra”
A. Si abandonamos las propiedades de la sal como tal, ocurren tres cosas irremediables
1) La tierra no puede ser salada; esto es porque sólo los cristianos somos la sal de la tierra: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se
desvaneciere, ¿con qué será salada?”
2) Al ser “sal necia” o desvanecida, ya “no servimos más para nada...”. Del griego literal se traduce: “No tiene fuerza”. Siendo así, hemos
dejado de ser útiles para Dios.
3) Seremos entonces echados fuera por los suelos “y ser hollados por los hombres”. En vez de hollar serpientes y escorpiones y toda fuerza
del enemigo (Lc. 10: 19), es el enemigo a través de los hombres, de las gentes de este mundo, el que nos va a hollar. Esto es doblemente
lamentable...
¡Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma! (Hebreos 10: 39)
Seamos pues lo que profesamos ser
Amemos al Señor, y entonces amaremos a los que el Señor ama! Al amar a los perdidos, seremos útiles para el Señor. Entonces seremos
verdadera sal.
Recordemos que hemos sido llamados por Dios para ser instrumentos en sus manos, presentando nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios, que debe ser nuestra manera de vivir, por lo tanto no nos hemos de conformar a este tiempo ni a este mundo, sino más
bien, afectar a este mundo a través de ser como la sal, mientras permanezcamos en él.
Dios les bendiga.