2. Es así, cierto, que muchas veces me
acordaba de cuando el Señor
calmo el viento en la mar,
cuando se levantó la tempestad
(Mt. 8,23-27),
y así decía yo:
3. Hoy mi actitud será la de
entregar al Señor de la calma
todas mis tempestades,
6. ¿Quién pone estos deseos?
¿Quién da este ánimo?
Que me acaeció pensar:
7. ¿De qué temo? ¿Qué es esto?
Yo deseo servir al Señor;
no pretendo otra cosa sino
8. Dios en su misericordia,
concede a las almas palpar esa luz
que lleva dentro que no es sino Él
mismo.
9. Es el único capaz de hacer que
nuestras tempestades y tormentas se
apacigüen.
10. ¡Este es a quien yo quiero servir!
A este Señor, que es capaz de sacar de
mis entrañas lo mejor de mí mismo,
11. que ablanda mi terquedad y mi torpeza,
y me da la luz que llevo dentro,
fruto de su amor gratuito y
misericordioso.
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Y que permanezcamos unidos en el amor a
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