1. XIV Domingo del Tiempo Ordinario. Evangelio (Lucas 10, 38-42). 21 de julio 2013.
Publicado por LMV en http://erealcala.blogspot.com por el Departamento de Jóvenes de Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares.
LA PALABRA ES VIDA
Para ti… La vida que nace del Evangelio
CÁRITAS DIOCESANA DE ALCALÁ DE HENARES
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te
importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”.
Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por tantas cosas, solo una
es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán”.
“Acoger o despreciar, este es el problema”
Hay una manera fría, despegada, de hacer las cosas. Se hacen, sí, quizás hasta bien; pero no
llevan la firma de la persona que las hace, porque no ha ido poniendo en ellas el corazón.
Todo esto viene a cuento de la hospitalidad. Cuando recibimos a alguien que llama a nuestra
puerta, hay maneras de hacerlo que, por correcta y adecuada que parezca, en el fondo se torna
deshumana. Más que una acogida, parece la preparación de una despedida.
Acoger es mucho más. El que acoge toma la iniciativa desde el principio, como en un delicado
intento de invertir los papeles: así, el agradecido no es el que llega, sino el que tiene la alegría
de recibirlo; aquello no es una visita, sino una invitación. Todo es allanar el camino, suprimir las
distancias, para que el que llega se sienta cuanto antes en su casa. Pero, ¿por qué acoger con
esmero a alguien de quien nada esperamos, incluso a un desconocido? Y aquí viene la razón
que no todo el mundo comprende, pero que es el auténtico motor que pone en marcha todo el
impresionante proceso de la hospitalidad: acogemos con amor al que llega, porque estamos
viendo en él nada menos que a Dios. Los creyentes vemos la hospitalidad como una manera
exterior, casi diríamos profana, de ejercitar eso otra virtud que nos liga al Señor: la religión.
Y es que Dios se ha metido del tal modo en nuestra vida, de tal manera ha querido mezclarse
con las idas y venidas, con las luchas y alegrías de su gente, que ha llegado a meterse en el
alma una convicción que revoluciona nuestros esquemas hasta no dejarnos respiro. Todo viene
de una frase que nos dijo “Lo que hagáis con unos de esos hermanos vuestros más pequeños,
lo estáis haciendo conmigo”. Es, ni más ni menos, llevar hasta el final una verdad antigua como
el mundo: que todo hombre aun la más insignificante persona de tantas como llenan la Tierra,
ha sido hecho a imagen de Dios; todo ser humano tiene una dignidad ante la que hay que
descubrirse.
Ante el huésped que llama a nuestra puerta, ante el dolor que nos visita o nos invade, ante el
compañero de trabajo o el vecino de arriba, ante cada situación o problema que nos toca vivir,
deberíamos tratar de conseguir –fundidas en una- las actitudes de Marta y María ante Jesús:
María tiene los ojos abiertos para reconocerlo y los oídos atentos para no perderse ninguna de
sus palabras; Marta, por su parte, tiene las manos y los pies dispuestos para servirlo. Así,
manos y pies, ojos y oídos, nuestro “yo” entero, pendiente del huésped de cada día. Es siempre
Jesús. Y merece lo mejor.
PARA TU REFLEXIÓN Y COLOQUIO:
¿Por qué reprocha Jesús a Marta?
¿Somos capaces de llegar al fondo de esta palabras de un huésped?
Marta es necesaria y ¿ la actitud de María qué significa ?
Vamos a repasar cómo acogemos a amigos o familia en casa o somos una pensión.