Santa Clara vivió una relación profunda y personal con el Cristo pobre y crucificado. Desde su niñez sintió compasión por los pobres y les dedicó su vida a servirlos. Al encontrarse con San Francisco, vio en él una imagen viva de Jesús y se comprometió a seguir sus pasos de pobreza. Fundó su orden religiosa para continuar sirviendo a los más necesitados y estableció una comunidad de hermanas unidas en fraternidad.
2. A diferencia de la espiritualidad de Francisco, más
bien Teocéntrica, Trinitaria, la de Clara es
Crística, Nupcial; vive y se siente como madre,
Esposa y Hermana.
3.
4. El Cristo de Santa Clara
es un esposo, un hijo, un
hermano al que ella
puede abrazar
concretamente.
Es Alguien al que ella
dedica todo el espacio
interior de su
virginidad, es un
Crucificado Pobre a
quien ella sirve
fielmente porque se
entregó a Él con amor
ardiente.
5. El Cristo concreto
de Santa Clara, son
aspectos personales
de una relación
directa, cálida,
profunda,
perseverante.
Ese es el resultado de
su contemplación
6. • Con su madre debió haber dado
los primeros pasos para amar a
ese Jesús que estaba en la
Cruz, sólo porque nos amaba
infinitamente.
• Desde su niñez, Clara abrió su
corazón a los pobres. Y les abrió
también las manos.
Las Fuentes dicen que
ella, muchas veces, mandaba
llevar comida o dinero a los
pobres; lo hacía así ciertamente
para no llamar la atención.
7. • En la madurez de su vida, demostraría que su actitud
no fue solamente emocional, compasiva ante quienes
sufrían. Era la consecuencia de ver a Cristo pobre, en
la persona de los pobres concretos que sufrían hambre
y frío por las calles, allí, cerca de su misma casa.
• Clara miró de frente la miseria de quienes no tienen
todo para vivir: es la actitud de un femenino, que
siente el grito de una vida que quiere renacer ante una
posible muerte presente.
8. Cuando, Clara, se
encontró con San
Francisco, vio en él
una imagen viva de
ese Cristo Pobre y
Crucificado.
Clara, transmitía esa experiencia
a las hermanas, recordándoles a
la pobrecita Madre de Jesús, que
no tuvo con qué vestirlo en
Belén, a no ser con unos pobres
pañales.
9. Clara acogió al Jesús
total, inclusive cuando dijo:
“Aquel que hace la voluntad de
mi Padre que está en los
Cielos, ése es mi madre, mi
hermano, mi hermana...”
(Marcos 3,35).
Ser hermana de Jesucristo
Hermano, le exigió vivir un
programa, la obligó a seguir
los pasos de Jesucristo
Pobre.
10. Para Santa Clara ese programa no
quedó en meras palabras. Puso toda su
energía de mujer fuerte en luchar
hasta el fin para que esa
vocación, inspirada por Dios, lograse
ser una realidad para muchos.
11. Santa Clara dejó de lado el silencio
riguroso que patrocinaba Hugolino
para que las hermanas se
comunicasen fraternalmente; logró
que todo se resolviese siempre en
fraternidad; lavaba los pies y manos
de sus hermanas y servía de modo
especial a las más jóvenes y a las
enfermas y ancianas.
12. Santa Clara expresa muy bellamente
algunas de las consecuencias
fundamentales a Inés de Praga, por
ser esposa de Jesucristo:
“Conteniendo en ti a Aquel que te
contiene a ti y a todas las cosas, y
poseyendo aquello que poseerás
más firmemente que todas las
posesiones pasajeras de este
mundo” (Tercera Carta de Santa
Clara 26). “Por decirlo con las
mismas palabras del Apóstol, te
considero cooperadora del mismo
Dios y sostenedora de los miembros
de su Cuerpo inefable que caen”
(Tercera Carta de Santa Clara 8).
13. Su figura es como la de los
profetas: nos recuerda que
Dios hizo una Alianza con
nosotros y que, si la
rompemos, tenemos que
volver a reanudarla. Porque
Él, siempre fiel, nos está
esperando.