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1
Tarija, 2 de Junio
de 2013
Volumen 1, no. 9
Año de la Fe:
PERPETUO
SOCORRO
 Un Icono que repre-
senta la Redención
por la pasión
 Un icono que trasmite
un mensaje espiri-
tual profundo
 Un mercader que roba
el icono para lle-
varlo a Roma
 Es María que te mira
para decirte algo
muy importante
 Nos ofrece su perpe-
tuo socorro
Contenido:
Quéesunicono? 1
Historia:elmercader 2
Elancianoreligioso 2
Restauración delicono 3
Elmensajedelicono 3
Quévescuandomiras
laimagen?
4
Credoniceno-
constantinopolitano
4
Hermanos y hermanas…
¿Qué es un icono?
Un icono (del griego εἰκών, eikon: ‘imagen’) es una imagen, cuadro o representación; es un signo que
sustituye al objeto mediante su significación, representación o por analogía, como en la semiótica.
En la ortodoxia oriental y en otras tradiciones de pintura cristiana, un icono es generalmente un panel
plano en el cual aparece pintado un santo o un objeto consagrado (como Jesucristo, la Virgen María, los
santos, los ángeles o la cruz cristiana). Los iconos también pueden ser en relieve y estar hechos de me-
tal, esculpidos en piedra, bordados, hechos en papel, mosaico, repujado, etc.
El Nuevo Testamento la aplica en primer lugar a Jesucristo: Él es imagen (icono) de Dios invisible (Col 1,
1 5; Hb 1,3). También los bautizados, al ser identificados con Cristo, se convierten en icono de Dios y
templo del Espíritu Santo (Rm. 8,14).
Normalmente, cuando hablamos de "icono" estamos designando una imagen que representa a Cristo, a
la Virgen o a los santos y que ha sido pintada según unas normas precisas desde el punto de vista técni-
co y teológico.
El icono es más que una simple representación de hechos o personajes del pasado. El icono hace pre-
sente a eso que se recuerda, pero con un profundo sentido de FE. Es punto de encuentro entre el miste-
rio de Dios y la realidad de los seres humanos. Un icono no es algo para decorar un altar, el icono mismo
es el altar. Y por eso en las liturgias orientales los iconos son venerados al lado de la Palabra de Dios.
También, podemos afirmar que, el icono es fruto de la oración. Los artistas que pintaban los iconos com-
ponían sus cuadros en un ambiente de penitencia y de oración. Mientras trabajaban y oraban, al mismo
tiempo pensaban en quienes orarían algún día ante la imagen que estaban pintando. Es decir, los pinto-
res de iconos, normalmente monjes, meditaban en el misterio de Dios y eso lo presentaban, en imágenes
y colores. Así compartían su fe con los demás creyentes.
El icono es lugar de meditación. Cuando nos colocamos en actitud orante ante un icono podemos profun-
dizar en la realidad misteriosa que representa y descubrir mejor el valor de la oración litúrgica. Los iconos
se hicieron para ser contemplados y para ayudar en la contemplación.
Visto así, el significado de un icono, el de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, viene a representar la
realidad teológica completa de la Redención por la Pasión, es decir que, los instrumentos de la Pasión,
que claramente se ven en el cuadro, no son sólo presagio de dolor y muerte, sino que también, aparecen
en las manos “veladas” como trofeo y símbolo de victoria lograda. El triunfo de la vida sobre la muerte.
Desde este contexto maravilloso del Icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro estamos todos invi-
tados a Contemplar la imagen de María Santísima con actitud orante.
Este mes de junio para Nuestra Parroquia es muy especial porque celebramos nuestra fiesta patronal. A
todos los feligreses les invitamos a participar del programa de festejos. Especialmente en la misa solem-
ne, el domingo 30 de junio. Bendiciones para todos.
P. Carlos Alberto Urquizu C. Ss. R
BARRIO JUAN XXIII—CALLE 6 DE JUNIO NO. 0344 TEL. 664-2325— EMAIL redentor@cosset.com.bo — PADRES MISIONEROS REDENTORISTAS — TARIJA -BOLIVIA
E D I T O R I A L
2
Nuestra Señora del Perpetuo
Socorro
HISTORIA
El mercader que robó a
"Nuestra Señora"
Una tradición del siglo XVI que ha llega-
do hasta nuestros días pretende que un
mercader de la isla de Creta robó una
imagen milagrosa de una de las Iglesias de la isla. La escondió
entre sus cosas y zarpó hacia occidente. Gracias a la divina Pro-
videncia se salvó de una terrible tempestad llegando a tierra
firme. Después de un año, más o menos, llegó a Roma con la
imagen robada.
En Roma cayó gravemente enfermo y fue en busca de un amigo
que pudiera ayudarle. Cuando estaba a punto de morir, reveló al
amigo su secreto sobre la imagen sagrada y le suplicó que la
colocara en una iglesia. El amigo prometió hacerlo atendiendo
sus deseos, pero también él murió sin haber cumplido la prome-
sa.
Finalmente, la Bienaventurada Virgen se apareció a la pequeña
hija de seis años de una familia romana diciéndole que indicara
a su mamá y a su abuela que la imagen de la Virgen María del
Perpetuo Socorro debía colocarse en la Iglesia de S. Mateo
Apóstol, situada entre las basílicas de Sta. María Mayor y S.
Juan de Letrán.
La tradición cuenta cómo después de muchas dudas y diversas
dificultades, "la madre obedeció y, tras consultar con el clero
responsable de dicha Iglesia, la imagen de la Virgen fue coloca-
da en S. Mateo el 27 de marzo de 1499". Allí fue venerada du-
rante 300 años. Enseguida comenzó la segunda etapa vinculada
a la historia del icono. La devoción a la Virgen del Perpetuo So-
corro se extendió por toda Roma.
Durante tres siglos en la iglesia de S. Mateo
La Iglesia de S. Mateo no era grande, pero sí poseía un enorme
tesoro que atrajo a los fieles: el icono de Nuestra Madre del Per-
petuo Socorro. Del 1739 al 1798, la Iglesia y el monasterio adya-
cente fueron confiados a los Agustinos irlandeses, injustamente
desterrados de su país, y que utilizaron el monasterio como cen-
tro de formación para su Provincia romana. Los jóvenes estu-
diantes encontraron allí un remanso de paz en presencia de la
Virgen del Perpetuo Socorro mientras se preparaban al sacerdo-
cio, al apostolado y al martirio.
En 1798, Roma fue devastada por la guerra, y el monasterio y la
iglesia fueron casi totalmente destruidos. Varios Agustinos per-
manecieron aún allí por algún tiempo pero, al final, también de-
bieron marcharse. Algunos regresaron a Irlanda, otros se dirigie-
ron hacia nuevas fundaciones en América, mientras que la ma-
yor parte se trasladó a algún monasterio cercano. Fue este últi-
mo grupo el que llevó consigo la imagen de Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro. Comienza así la tercera etapa de su historia,
el tiempo de los "Años ocultos".
En 1819, los Agustinos irlandeses se trasladaron a la Iglesia de
Sta. María en Posterula, cerca del "Ponte Umberto I" que atra-
viesa el río Tíber. Con ellos, se trasladó también a la "Virgen de
San Mateo". Pero al venerarse ya en esta Iglesia otra imagen, la
de "Nuestra Señora de las Gracias", la nueva imagen fue colo-
cada en una capilla privada del monasterio donde allí quedó casi
completamente olvidada de no haber sido por Fray Agustín Or-
setti, uno de los frailes que de joven había estado en S. Mateo.
El anciano religioso y el joven monaguillo
Pasaron los años y diríase que la imagen, que se había salvado
de la guerra que destruyó la Iglesia de S. Mateo, se encontraba
ahora sumida en el olvido.
Un joven monaguillo, llamado Michele Marchi, visitaba a menudo
la Iglesia de Santa María en Posterula y entabló amistad con
Fray Agustín. Muchos años después, siendo ya Padre Michele,
escribió:
"Aquel buen fraile solía expresarse con un cierto aire de misterio
y ansiedad, sobre todo en los años 1850 y 1851cuando me dijo
exactamente estas palabras: 'No olvides, hijo mío, que la ima-
gen de la Virgen de S. Mateo está allá arriba en la capilla: no lo
olvides nunca, ¿has entendido? Es una imagen milagrosa. En
aquel tiempo el fraile estaba casi completamente ciego. "Lo que
puedo decir de esta venerable imagen de la "Virgen de S. Ma-
teo", también llamada "Perpetuo Socorro", es que desde mi in-
fancia hasta que entré en la Congregación (de los Redentoris-
tas) la vi siempre colocada sobre el altar de la capilla de la casa
de los Padres Agustinos de la Provincia irlandesa de Sta. María
en Posterula, ninguna devoción, ninguna decoración, tampoco
ninguna lámpara que indicara su presencia. Allí se encontraba
cubierta de polvo y prácticamente abandonada. Muchas veces,
mientras ayudaba a misa, me quedaba fijo
mirándola con mucha atención".
Fray Agustín murió en 1853 a la venerable
edad de 86 años sin haber visto cumplido
su deseo de que la Virgen del Perpetuo
Socorro fuera nuevamente expuesta a la
pública veneración. Sus oraciones y su
confianza ilimitada en la Virgen María pa-
recían no haber encontrado respuesta alguna.
El redescubrimiento del icono
En enero de 1855, los Misioneros Redentoristas compraron
"Villa Caserta", en Roma, convirtiéndola en casa generalicia de
la congregación misionera que ya se había extendido por toda
Europa occidental y por América del Norte. En esta misma pro-
piedad, en Via Merulana, se encontraron las ruinas de la iglesia
y del monasterio de S. Mateo. Sin saberlo en aquel momento,
compraron el terreno que, muchos años antes, había elegido la
Virgen como santuario suyo, entre Santa María Mayor y S. Juan
de Letrán.
3
Cuatro meses después se comenzó la
construcción de una Iglesia en honor del
Santísimo Redentor, dedicada a S. Alfon-
so de Liguori, fundador de la Congrega-
ción. El 24 de diciembre de 1855, un gru-
po de jóvenes comenzaba el noviciado en
esta nueva casa. Uno de ellos era Miche-
le Marchi.
Los Redentoristas demostraron tener un enorme interés por la
historia de la propiedad adquirida; mucho más cuando, el 7 de
febrero de 1863, un famoso predicador jesuita, el Padre Fran-
cesco Blosi, hizo referencia en su sermón al tema del icono de
María que "estuvo en la Iglesia de S. Mateo en Via Merulana y
que era conocido como "La Virgen de S. Mateo" o, más exacta-
mente, como la "Virgen del Perpetuo Socorro".
En otra ocasión, el cronista de la comunidad redentorista,
"examinando algunos autores que escribieron sobre la antigüe-
dad romana, se encontró con referencias a la iglesia de S. Ma-
teo. Entre éstas, había una cita en que se hablaba de la iglesia
(que había estado situada dentro del perímetro del jardín de la
comunidad) y en la que había habido un antiguo icono de la Ma-
dre de Dios que gozó de gran veneración y fama debido a sus
milagros". Luego, "tras contar todas estas cosas a la comunidad,
se abrió un debate sobre cómo encontrar la imagen. El Padre
Marchi se acordó de todo lo que le había contado Fray Agustín
Orsetti y dijo a sus cohermanos que había visto aquel icono con
mucha frecuencia y que sabía dónde se hallaba".
Recepción del Icono por parte de los Reden-
toristas
Con este nuevo conjunto de informaciones, el interés de los Re-
dentoristas creció y quisieron saber aún más del icono y de
cómo conseguirlo para su iglesia. El Superior General, Padre
Nicolás Mauron, escribió una carta al Papa Pío IX pidiéndole a la
Santa Sede que le concediera el icono del Perpetuo Socorro a
fin de colocarlo en la nueva Iglesia del Santísimo Redentor y S.
Alfonso que se había construido cerca del lugar en que se en-
contraba la antigua Iglesia de S. Mateo. El Papa accedió a esta
petición y en el reverso de la misma solicitud escribió de su puño
y letra justamente lo siguiente:
"Diciembre, 11, 1865: El Cardenal Prefecto de Propaganda debe
llamar al Superior de la comunidad de Santa María en Posterula
diciéndole que es Nuestro deseo que la imagen de la Santísima
Virgen, de la que se habla en esta petición, sea nuevamente
colocada entre San Juan y Santa María Mayor. Los Redentoris-
tas se encargarán de reemplazarla con otra imagen adecuada".
Según la tradición, fue entonces cuando el Papa Pío IX dijo al
Superior General de los Redentoristas: "Dadla a conocer al
mundo entero". En el mes de enero de 1866, los Padres Miche-
le Marchi y Ernesto Bresciani fueron a Sta. María en Posterula
para recibir la imagen de manos de los Agustinos.
Hubo que proceder a la limpieza y restauración del icono. La
tarea se le confió al artista polaco Leopold Nowotny. Finalmente,
el 26 de abril de 1866, la imagen fue expuesta nuevamente a la
pública veneración en la iglesia de S. Alfonso en Via Merulana.
Con este hecho dio comienzo la cuarta etapa de su historia: la
difusión del icono por el mundo entero.
La última restauración del Icono
En 1990, la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro fue retirada
del altar mayor para hacerle nuevas fotos al icono. Fue entonces
cuando se descubrió el serio deterioro en que se encontraba:
tanto la madera como la pintura habían sufrido seriamente los
cambios medioambientales registrados así como los torpes inten-
tos de restauración. El Gobierno General de los Redentoristas
decidió recabar los servicios técnicos del Museo Vaticano para
proceder a una restauración general del icono que solucionara el
fenómeno de agrietamiento y de hongos que amenazaban con
ocasionarle daños aún más graves y de imposible restauración.
La primera parte de la restauración consistió en una serie de se-
siones de rayos equis, de imágenes infrarrojas, de análisis cuali-
tativos y cuantitativos del barniz, así como de otras pruebas con
rayos infrarrojos y ultravioleta. El resultado de estos análisis y,
sobre todo, un examen con carbono 14 indicó que la madera del
icono del Perpetuo Socorro podía datarse tranquilamente en los
años 1325-1480.
La segunda fase de la restauración consistió en la labor física de
retocar las partes dañadas, reforzar la estructura que sustentaba
el icono, etc. Esta intervención física se limitó a lo estrictamente
necesario como sucede en las operaciones quirúrgicas del cuerpo
humano puesto que todo trabajo de restauración provoca siempre
algún trauma. El análisis artístico databa la pigmentación del bar-
niz en una fecha más reciente (después del siglo XVII): esto expli-
caría por qué el icono presenta una síntesis de elementos orienta-
les y occidentales, sobre todo en lo referente a los rostros.
El Mensaje del Icono
Este querido icono puede parecer extraño a nuestros ojos occi-
dentales. No presenta a María como una joven delicada de ojos
sumisos. Su mirada directa y sus rasgos firmes llaman nuestra
atención. Quedamos impresionados por la apariencia poco realis-
ta de las figuras. Jesús tiene las dimensiones de un niño pequeño
pero sus rasgos son de otro mayor. María y Jesús no forman par-
te de una escena, sino que están colocados sobre fondo dorado.
Esta imagen fue pintada en el estilo bizantino de la Iglesia Orien-
tal. El objetivo de este estilo no es el de presentar una bella esce-
na o un personaje, sino el de transmitir un rico mensaje espiritual.
Puesto que el artista trata de comunicar algo de orden celestial
más que una realidad de este mundo, la imagen no es una pintura
realista. La pintura bizantina es como una puerta. Ver una bella
puerta es agradable pero ¿quién querría quedarse allí durante
tiempo sin ver a dónde lleva? Queremos abrirla e ir más allá. Esta
puerta puede ser bonita o no, pero solo es una realidad que tiene
como objetivo el que se penetre por ella en un mundo nuevo.
Es así como debemos acercarnos a esta pintura. El artista, cons-
ciente de que nadie en el mundo podría saber nunca qué aspecto
tuvieron realmente María o Jesús y de que tampoco su santidad
podría nunca ser pintada en términos puramente humanos, ha
reflejado su belleza y su mensaje a través de símbolos.
4
¿Qué ves cuándo miras la imagen?
Ante todo ves a María porque domina la pintura y porque te mira directamente a los ojos - no mira a
Jesús, no tiene la mirada fija en el cielo, tampoco mira a los ángeles que aletean sobre su cabeza. Te
mira como para decirte algo muy importante. Sus ojos se muestran serios, incluso tristes, pero roban
la atención.
Es una mujer importante, una mujer de autoridad, de cierto nivel. Está colocada sobre un fondo dora-
do, símbolo del cielo durante la Edad Media. Y va vestida de azul oscuro con franjas verdes y túnica
roja. Azul, verde y rojo fueron los colores de la majestad. Solamente a la emperatriz se le concedía
vestir con estos colores.
La estrella de ocho puntas sobre su frente probablemente fue añadida por un artista posterior para
representar la idea oriental de que María es la estrella que nos conduce a Jesús. Para reforzar el sim-
bolismo, se encuentra en el lado izquierdo, y sobre su tocado, una cruz ornamental de cuatro puntas
en forma de estrella.
Las letras sobre su cabeza la proclaman Madre de Dios (en griego).
Mirando la pintura entendemos que tiene el poder de interceder por nosotros en el cielo.
La mirada de María se fija en ti, pero tiene en brazos a Jesús. En los iconos bizantinos, María no es
representada nunca sin Jesús porque Jesús ocupa el centro de la fe. También Jesús va vestido con
colores reales. Solo el emperador podía vestir túnica verde, con una franja roja y con el brocado dora-
do que aparece en la pintura. Las iniciales griegas decoradas con una cruz, a la derecha del niño y de
su aureola, proclaman que él es "Jesús, el Cristo".
Jesús no nos mira, tampoco mira a María ni a los ángeles. Aunque se aferra a su madre, mira a lo
lejos, a algo que no podemos ver - algo que le ha hecho acudir tan de prisa a su madre que una de
sus sandalias casi se le ha desprendido, debe tratarse de algo que lo impulsa a apretarse junto a la
madre para encontrar allí protección y amor.
¿Qué puede ocasionarle tanto miedo a un niño que, por añadidura, es Hijo de Dios?
Las figuras que aletean a ambos los lados de Jesús y de María - las letras griegas los identifican con
los arcángeles Gabriel y Miguel - nos dan la respuesta. En lugar de arpas y trompetas de alabanza,
dichos arcángeles van cargados con los instrumentos de la Pasión de Cristo.
A la izquierda, Miguel sujeta un asta con la esponja empapada en hiel, la que los soldados ofrecieron
a Jesús sobre la cruz, y lleva también la lanza que traspasó su costado.
A la derecha, Gabriel sujeta la cruz y cuatro clavos.
Jesús ha entrevisto su suerte - el sufrimiento y la muerte que le aguardan. Aunque es Dios, también
es humano y, como tal, tiene miedo ante su futuro terrorífico. Y acude a la madre que lo aprieta junto
a sí en este momento de pánico, tal como estará cerca de él durante toda su vida y en la hora de su
muerte. No puede ahorrarle el sufrimiento, pero puede expresarle su amor y confortarlo.
Pero entonces, ¿por qué nos mira María tan intensamente en lugar de hacerlo con el hijo que la nece-
sita? Su mirada nos hace penetrar en la historia, nos hace protagonistas de la pintura y del dolor. Su
mirada nos dice que así como Jesús ha corrido hacia su madre para encontrar en ella amparo, tam-
bién nosotros podemos acudir a María.
Su mano no rodea, en protector apretón, las manitas de su hijito asustado, sino que permanece abier-
ta, invitándonos a poner también nuestras manos en la suya y a unirnos a Jesús.
María sabe que en la vida hay muchas cosas peligrosas y terroríficas, y que necesitamos a alguien a
quien acudir durante el tiempo de sufrimiento y de angustia. Nos ofrece el mismo consuelo y el mismo
amor que dio a Jesús. Nos dice que acudamos a ella, rápidamente como lo hizo Jesús, que no demos
importancia alguna a cómo nos encontramos o cómo vamos vestidos con tal de que lleguemos.
Creo en un sólo Dios,
Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un sólo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres, y
por nuestra salvación bajo del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se
encarnó de María, la Virgen, y se
hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según
las Escrituras, y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe
una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una,
santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un sólo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
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  • 1. 1 Tarija, 2 de Junio de 2013 Volumen 1, no. 9 Año de la Fe: PERPETUO SOCORRO  Un Icono que repre- senta la Redención por la pasión  Un icono que trasmite un mensaje espiri- tual profundo  Un mercader que roba el icono para lle- varlo a Roma  Es María que te mira para decirte algo muy importante  Nos ofrece su perpe- tuo socorro Contenido: Quéesunicono? 1 Historia:elmercader 2 Elancianoreligioso 2 Restauración delicono 3 Elmensajedelicono 3 Quévescuandomiras laimagen? 4 Credoniceno- constantinopolitano 4 Hermanos y hermanas… ¿Qué es un icono? Un icono (del griego εἰκών, eikon: ‘imagen’) es una imagen, cuadro o representación; es un signo que sustituye al objeto mediante su significación, representación o por analogía, como en la semiótica. En la ortodoxia oriental y en otras tradiciones de pintura cristiana, un icono es generalmente un panel plano en el cual aparece pintado un santo o un objeto consagrado (como Jesucristo, la Virgen María, los santos, los ángeles o la cruz cristiana). Los iconos también pueden ser en relieve y estar hechos de me- tal, esculpidos en piedra, bordados, hechos en papel, mosaico, repujado, etc. El Nuevo Testamento la aplica en primer lugar a Jesucristo: Él es imagen (icono) de Dios invisible (Col 1, 1 5; Hb 1,3). También los bautizados, al ser identificados con Cristo, se convierten en icono de Dios y templo del Espíritu Santo (Rm. 8,14). Normalmente, cuando hablamos de "icono" estamos designando una imagen que representa a Cristo, a la Virgen o a los santos y que ha sido pintada según unas normas precisas desde el punto de vista técni- co y teológico. El icono es más que una simple representación de hechos o personajes del pasado. El icono hace pre- sente a eso que se recuerda, pero con un profundo sentido de FE. Es punto de encuentro entre el miste- rio de Dios y la realidad de los seres humanos. Un icono no es algo para decorar un altar, el icono mismo es el altar. Y por eso en las liturgias orientales los iconos son venerados al lado de la Palabra de Dios. También, podemos afirmar que, el icono es fruto de la oración. Los artistas que pintaban los iconos com- ponían sus cuadros en un ambiente de penitencia y de oración. Mientras trabajaban y oraban, al mismo tiempo pensaban en quienes orarían algún día ante la imagen que estaban pintando. Es decir, los pinto- res de iconos, normalmente monjes, meditaban en el misterio de Dios y eso lo presentaban, en imágenes y colores. Así compartían su fe con los demás creyentes. El icono es lugar de meditación. Cuando nos colocamos en actitud orante ante un icono podemos profun- dizar en la realidad misteriosa que representa y descubrir mejor el valor de la oración litúrgica. Los iconos se hicieron para ser contemplados y para ayudar en la contemplación. Visto así, el significado de un icono, el de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, viene a representar la realidad teológica completa de la Redención por la Pasión, es decir que, los instrumentos de la Pasión, que claramente se ven en el cuadro, no son sólo presagio de dolor y muerte, sino que también, aparecen en las manos “veladas” como trofeo y símbolo de victoria lograda. El triunfo de la vida sobre la muerte. Desde este contexto maravilloso del Icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro estamos todos invi- tados a Contemplar la imagen de María Santísima con actitud orante. Este mes de junio para Nuestra Parroquia es muy especial porque celebramos nuestra fiesta patronal. A todos los feligreses les invitamos a participar del programa de festejos. Especialmente en la misa solem- ne, el domingo 30 de junio. Bendiciones para todos. P. Carlos Alberto Urquizu C. Ss. R BARRIO JUAN XXIII—CALLE 6 DE JUNIO NO. 0344 TEL. 664-2325— EMAIL redentor@cosset.com.bo — PADRES MISIONEROS REDENTORISTAS — TARIJA -BOLIVIA E D I T O R I A L
  • 2. 2 Nuestra Señora del Perpetuo Socorro HISTORIA El mercader que robó a "Nuestra Señora" Una tradición del siglo XVI que ha llega- do hasta nuestros días pretende que un mercader de la isla de Creta robó una imagen milagrosa de una de las Iglesias de la isla. La escondió entre sus cosas y zarpó hacia occidente. Gracias a la divina Pro- videncia se salvó de una terrible tempestad llegando a tierra firme. Después de un año, más o menos, llegó a Roma con la imagen robada. En Roma cayó gravemente enfermo y fue en busca de un amigo que pudiera ayudarle. Cuando estaba a punto de morir, reveló al amigo su secreto sobre la imagen sagrada y le suplicó que la colocara en una iglesia. El amigo prometió hacerlo atendiendo sus deseos, pero también él murió sin haber cumplido la prome- sa. Finalmente, la Bienaventurada Virgen se apareció a la pequeña hija de seis años de una familia romana diciéndole que indicara a su mamá y a su abuela que la imagen de la Virgen María del Perpetuo Socorro debía colocarse en la Iglesia de S. Mateo Apóstol, situada entre las basílicas de Sta. María Mayor y S. Juan de Letrán. La tradición cuenta cómo después de muchas dudas y diversas dificultades, "la madre obedeció y, tras consultar con el clero responsable de dicha Iglesia, la imagen de la Virgen fue coloca- da en S. Mateo el 27 de marzo de 1499". Allí fue venerada du- rante 300 años. Enseguida comenzó la segunda etapa vinculada a la historia del icono. La devoción a la Virgen del Perpetuo So- corro se extendió por toda Roma. Durante tres siglos en la iglesia de S. Mateo La Iglesia de S. Mateo no era grande, pero sí poseía un enorme tesoro que atrajo a los fieles: el icono de Nuestra Madre del Per- petuo Socorro. Del 1739 al 1798, la Iglesia y el monasterio adya- cente fueron confiados a los Agustinos irlandeses, injustamente desterrados de su país, y que utilizaron el monasterio como cen- tro de formación para su Provincia romana. Los jóvenes estu- diantes encontraron allí un remanso de paz en presencia de la Virgen del Perpetuo Socorro mientras se preparaban al sacerdo- cio, al apostolado y al martirio. En 1798, Roma fue devastada por la guerra, y el monasterio y la iglesia fueron casi totalmente destruidos. Varios Agustinos per- manecieron aún allí por algún tiempo pero, al final, también de- bieron marcharse. Algunos regresaron a Irlanda, otros se dirigie- ron hacia nuevas fundaciones en América, mientras que la ma- yor parte se trasladó a algún monasterio cercano. Fue este últi- mo grupo el que llevó consigo la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Comienza así la tercera etapa de su historia, el tiempo de los "Años ocultos". En 1819, los Agustinos irlandeses se trasladaron a la Iglesia de Sta. María en Posterula, cerca del "Ponte Umberto I" que atra- viesa el río Tíber. Con ellos, se trasladó también a la "Virgen de San Mateo". Pero al venerarse ya en esta Iglesia otra imagen, la de "Nuestra Señora de las Gracias", la nueva imagen fue colo- cada en una capilla privada del monasterio donde allí quedó casi completamente olvidada de no haber sido por Fray Agustín Or- setti, uno de los frailes que de joven había estado en S. Mateo. El anciano religioso y el joven monaguillo Pasaron los años y diríase que la imagen, que se había salvado de la guerra que destruyó la Iglesia de S. Mateo, se encontraba ahora sumida en el olvido. Un joven monaguillo, llamado Michele Marchi, visitaba a menudo la Iglesia de Santa María en Posterula y entabló amistad con Fray Agustín. Muchos años después, siendo ya Padre Michele, escribió: "Aquel buen fraile solía expresarse con un cierto aire de misterio y ansiedad, sobre todo en los años 1850 y 1851cuando me dijo exactamente estas palabras: 'No olvides, hijo mío, que la ima- gen de la Virgen de S. Mateo está allá arriba en la capilla: no lo olvides nunca, ¿has entendido? Es una imagen milagrosa. En aquel tiempo el fraile estaba casi completamente ciego. "Lo que puedo decir de esta venerable imagen de la "Virgen de S. Ma- teo", también llamada "Perpetuo Socorro", es que desde mi in- fancia hasta que entré en la Congregación (de los Redentoris- tas) la vi siempre colocada sobre el altar de la capilla de la casa de los Padres Agustinos de la Provincia irlandesa de Sta. María en Posterula, ninguna devoción, ninguna decoración, tampoco ninguna lámpara que indicara su presencia. Allí se encontraba cubierta de polvo y prácticamente abandonada. Muchas veces, mientras ayudaba a misa, me quedaba fijo mirándola con mucha atención". Fray Agustín murió en 1853 a la venerable edad de 86 años sin haber visto cumplido su deseo de que la Virgen del Perpetuo Socorro fuera nuevamente expuesta a la pública veneración. Sus oraciones y su confianza ilimitada en la Virgen María pa- recían no haber encontrado respuesta alguna. El redescubrimiento del icono En enero de 1855, los Misioneros Redentoristas compraron "Villa Caserta", en Roma, convirtiéndola en casa generalicia de la congregación misionera que ya se había extendido por toda Europa occidental y por América del Norte. En esta misma pro- piedad, en Via Merulana, se encontraron las ruinas de la iglesia y del monasterio de S. Mateo. Sin saberlo en aquel momento, compraron el terreno que, muchos años antes, había elegido la Virgen como santuario suyo, entre Santa María Mayor y S. Juan de Letrán.
  • 3. 3 Cuatro meses después se comenzó la construcción de una Iglesia en honor del Santísimo Redentor, dedicada a S. Alfon- so de Liguori, fundador de la Congrega- ción. El 24 de diciembre de 1855, un gru- po de jóvenes comenzaba el noviciado en esta nueva casa. Uno de ellos era Miche- le Marchi. Los Redentoristas demostraron tener un enorme interés por la historia de la propiedad adquirida; mucho más cuando, el 7 de febrero de 1863, un famoso predicador jesuita, el Padre Fran- cesco Blosi, hizo referencia en su sermón al tema del icono de María que "estuvo en la Iglesia de S. Mateo en Via Merulana y que era conocido como "La Virgen de S. Mateo" o, más exacta- mente, como la "Virgen del Perpetuo Socorro". En otra ocasión, el cronista de la comunidad redentorista, "examinando algunos autores que escribieron sobre la antigüe- dad romana, se encontró con referencias a la iglesia de S. Ma- teo. Entre éstas, había una cita en que se hablaba de la iglesia (que había estado situada dentro del perímetro del jardín de la comunidad) y en la que había habido un antiguo icono de la Ma- dre de Dios que gozó de gran veneración y fama debido a sus milagros". Luego, "tras contar todas estas cosas a la comunidad, se abrió un debate sobre cómo encontrar la imagen. El Padre Marchi se acordó de todo lo que le había contado Fray Agustín Orsetti y dijo a sus cohermanos que había visto aquel icono con mucha frecuencia y que sabía dónde se hallaba". Recepción del Icono por parte de los Reden- toristas Con este nuevo conjunto de informaciones, el interés de los Re- dentoristas creció y quisieron saber aún más del icono y de cómo conseguirlo para su iglesia. El Superior General, Padre Nicolás Mauron, escribió una carta al Papa Pío IX pidiéndole a la Santa Sede que le concediera el icono del Perpetuo Socorro a fin de colocarlo en la nueva Iglesia del Santísimo Redentor y S. Alfonso que se había construido cerca del lugar en que se en- contraba la antigua Iglesia de S. Mateo. El Papa accedió a esta petición y en el reverso de la misma solicitud escribió de su puño y letra justamente lo siguiente: "Diciembre, 11, 1865: El Cardenal Prefecto de Propaganda debe llamar al Superior de la comunidad de Santa María en Posterula diciéndole que es Nuestro deseo que la imagen de la Santísima Virgen, de la que se habla en esta petición, sea nuevamente colocada entre San Juan y Santa María Mayor. Los Redentoris- tas se encargarán de reemplazarla con otra imagen adecuada". Según la tradición, fue entonces cuando el Papa Pío IX dijo al Superior General de los Redentoristas: "Dadla a conocer al mundo entero". En el mes de enero de 1866, los Padres Miche- le Marchi y Ernesto Bresciani fueron a Sta. María en Posterula para recibir la imagen de manos de los Agustinos. Hubo que proceder a la limpieza y restauración del icono. La tarea se le confió al artista polaco Leopold Nowotny. Finalmente, el 26 de abril de 1866, la imagen fue expuesta nuevamente a la pública veneración en la iglesia de S. Alfonso en Via Merulana. Con este hecho dio comienzo la cuarta etapa de su historia: la difusión del icono por el mundo entero. La última restauración del Icono En 1990, la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro fue retirada del altar mayor para hacerle nuevas fotos al icono. Fue entonces cuando se descubrió el serio deterioro en que se encontraba: tanto la madera como la pintura habían sufrido seriamente los cambios medioambientales registrados así como los torpes inten- tos de restauración. El Gobierno General de los Redentoristas decidió recabar los servicios técnicos del Museo Vaticano para proceder a una restauración general del icono que solucionara el fenómeno de agrietamiento y de hongos que amenazaban con ocasionarle daños aún más graves y de imposible restauración. La primera parte de la restauración consistió en una serie de se- siones de rayos equis, de imágenes infrarrojas, de análisis cuali- tativos y cuantitativos del barniz, así como de otras pruebas con rayos infrarrojos y ultravioleta. El resultado de estos análisis y, sobre todo, un examen con carbono 14 indicó que la madera del icono del Perpetuo Socorro podía datarse tranquilamente en los años 1325-1480. La segunda fase de la restauración consistió en la labor física de retocar las partes dañadas, reforzar la estructura que sustentaba el icono, etc. Esta intervención física se limitó a lo estrictamente necesario como sucede en las operaciones quirúrgicas del cuerpo humano puesto que todo trabajo de restauración provoca siempre algún trauma. El análisis artístico databa la pigmentación del bar- niz en una fecha más reciente (después del siglo XVII): esto expli- caría por qué el icono presenta una síntesis de elementos orienta- les y occidentales, sobre todo en lo referente a los rostros. El Mensaje del Icono Este querido icono puede parecer extraño a nuestros ojos occi- dentales. No presenta a María como una joven delicada de ojos sumisos. Su mirada directa y sus rasgos firmes llaman nuestra atención. Quedamos impresionados por la apariencia poco realis- ta de las figuras. Jesús tiene las dimensiones de un niño pequeño pero sus rasgos son de otro mayor. María y Jesús no forman par- te de una escena, sino que están colocados sobre fondo dorado. Esta imagen fue pintada en el estilo bizantino de la Iglesia Orien- tal. El objetivo de este estilo no es el de presentar una bella esce- na o un personaje, sino el de transmitir un rico mensaje espiritual. Puesto que el artista trata de comunicar algo de orden celestial más que una realidad de este mundo, la imagen no es una pintura realista. La pintura bizantina es como una puerta. Ver una bella puerta es agradable pero ¿quién querría quedarse allí durante tiempo sin ver a dónde lleva? Queremos abrirla e ir más allá. Esta puerta puede ser bonita o no, pero solo es una realidad que tiene como objetivo el que se penetre por ella en un mundo nuevo. Es así como debemos acercarnos a esta pintura. El artista, cons- ciente de que nadie en el mundo podría saber nunca qué aspecto tuvieron realmente María o Jesús y de que tampoco su santidad podría nunca ser pintada en términos puramente humanos, ha reflejado su belleza y su mensaje a través de símbolos.
  • 4. 4 ¿Qué ves cuándo miras la imagen? Ante todo ves a María porque domina la pintura y porque te mira directamente a los ojos - no mira a Jesús, no tiene la mirada fija en el cielo, tampoco mira a los ángeles que aletean sobre su cabeza. Te mira como para decirte algo muy importante. Sus ojos se muestran serios, incluso tristes, pero roban la atención. Es una mujer importante, una mujer de autoridad, de cierto nivel. Está colocada sobre un fondo dora- do, símbolo del cielo durante la Edad Media. Y va vestida de azul oscuro con franjas verdes y túnica roja. Azul, verde y rojo fueron los colores de la majestad. Solamente a la emperatriz se le concedía vestir con estos colores. La estrella de ocho puntas sobre su frente probablemente fue añadida por un artista posterior para representar la idea oriental de que María es la estrella que nos conduce a Jesús. Para reforzar el sim- bolismo, se encuentra en el lado izquierdo, y sobre su tocado, una cruz ornamental de cuatro puntas en forma de estrella. Las letras sobre su cabeza la proclaman Madre de Dios (en griego). Mirando la pintura entendemos que tiene el poder de interceder por nosotros en el cielo. La mirada de María se fija en ti, pero tiene en brazos a Jesús. En los iconos bizantinos, María no es representada nunca sin Jesús porque Jesús ocupa el centro de la fe. También Jesús va vestido con colores reales. Solo el emperador podía vestir túnica verde, con una franja roja y con el brocado dora- do que aparece en la pintura. Las iniciales griegas decoradas con una cruz, a la derecha del niño y de su aureola, proclaman que él es "Jesús, el Cristo". Jesús no nos mira, tampoco mira a María ni a los ángeles. Aunque se aferra a su madre, mira a lo lejos, a algo que no podemos ver - algo que le ha hecho acudir tan de prisa a su madre que una de sus sandalias casi se le ha desprendido, debe tratarse de algo que lo impulsa a apretarse junto a la madre para encontrar allí protección y amor. ¿Qué puede ocasionarle tanto miedo a un niño que, por añadidura, es Hijo de Dios? Las figuras que aletean a ambos los lados de Jesús y de María - las letras griegas los identifican con los arcángeles Gabriel y Miguel - nos dan la respuesta. En lugar de arpas y trompetas de alabanza, dichos arcángeles van cargados con los instrumentos de la Pasión de Cristo. A la izquierda, Miguel sujeta un asta con la esponja empapada en hiel, la que los soldados ofrecieron a Jesús sobre la cruz, y lleva también la lanza que traspasó su costado. A la derecha, Gabriel sujeta la cruz y cuatro clavos. Jesús ha entrevisto su suerte - el sufrimiento y la muerte que le aguardan. Aunque es Dios, también es humano y, como tal, tiene miedo ante su futuro terrorífico. Y acude a la madre que lo aprieta junto a sí en este momento de pánico, tal como estará cerca de él durante toda su vida y en la hora de su muerte. No puede ahorrarle el sufrimiento, pero puede expresarle su amor y confortarlo. Pero entonces, ¿por qué nos mira María tan intensamente en lugar de hacerlo con el hijo que la nece- sita? Su mirada nos hace penetrar en la historia, nos hace protagonistas de la pintura y del dolor. Su mirada nos dice que así como Jesús ha corrido hacia su madre para encontrar en ella amparo, tam- bién nosotros podemos acudir a María. Su mano no rodea, en protector apretón, las manitas de su hijito asustado, sino que permanece abier- ta, invitándonos a poner también nuestras manos en la suya y a unirnos a Jesús. María sabe que en la vida hay muchas cosas peligrosas y terroríficas, y que necesitamos a alguien a quien acudir durante el tiempo de sufrimiento y de angustia. Nos ofrece el mismo consuelo y el mismo amor que dio a Jesús. Nos dice que acudamos a ella, rápidamente como lo hizo Jesús, que no demos importancia alguna a cómo nos encontramos o cómo vamos vestidos con tal de que lleguemos. Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. AMEN