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CARMENCITA
1958
Pueblo de provincia, Argentina.

Personajes:
AMPARO, la hermana mayor
ROSARIO, la menor.
Ambas tienen entre 35 y 45 años.

Escena 1
AMPARO: Llegaste tarde.

ROSARIO: No pude. Se atrasó el tren…

AMPARO: Viniste caminando desde el pueblo?

ROSARIO: No. Esperé a que alguno viniera hasta acá. Fessia, me trajo en el coche.
Seguía hasta Maizales.

AMPARO: Maizales antes también era una estación. Ahora ya no hay más estación.
Ahora lo importante, dicen los políticos, es desarrollar la red caminera. Esto no quiere
decir que la gente comience a ir a pie, pero es como si lo dijeran. Las carreteras: lo que
importan son las carreteras. Porque si el tren lo dejaban que siguiera llegando a
Maizales, te bajabas acá a media legua, hacías el camino andando. Así estamos, sin tren.
Gurruchaga cerró la fonda, no hay quien se apee a comer algo. Los rusos, los de la
Unión Soviética, el año pasado echaron al espacio un cohete para ver si hay otros
mundos, pero acá los políticos empiezan a levantar las vías del tren. Le llaman progreso.

ROSARIO: Fessia está mal de salud. Los pulmones me dijo. Me dio las condolencias;
me dijo que lo disculpe ante vos, porque no pudo venir al entierro.

AMPARO: Vinieron los nueve hijos y se llenaron la panza como unos tábanos.

ROSARIO: Nueve hijos tiene? Es lindo tener hijos. ¡Pero tantos!

AMPARO: Ya está todo hecho, Rosario. Me ocupé yo, por supuesto. Un momento: no
te reprocho nada. No tengo ningún reproche para hacerte. Sí tengo una cuenta de gastos.
No te imaginarás que…

ROSARIO: Voy a pagarte hasta el último centavo, Amparo.

AMPARO: Me parece bien.

ROSARIO va hasta AMPARO que está sentada. La abraza, AMPARO se abraza al seno
de ROSARIO.

ROSARIO: Por qué estos odios entre nosotras, estas envidias?



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AMPARO: Yo no te envidio, ¿cómo voy a…?

ROSARIO: Entonces: ¿estamos en paz?

AMPARO: No, un momento. No dije que somos amigas, eh? Siempre me
malinterpretás.

ROSARIO: Fue un viaje agotador. Fue tan largo que pensé que la espalda iba a
pegárseme al asiento…

AMPARO: Hubieras dormido.

ROSARIO: Dormí toda la noche.

AMPARO: Te quejás de lleno. Acá hay mucho colchón de plumas, pero yo no echo un
ojo.

ROSARIO: Plumas de qué.

AMPARO: De colibrí.

ROSARIO: Qué raro.

AMPARO: …

ROSARIO: Me puedo sentar.

AMPARO: Te querés sentar? A tu madre, mi madre, ya la enterramos.

ROSARIO: Qué querés? Que me vaya?

AMPARO: Hubo que hacer una comida. Para que la gente no hable mal de tu madre.

ROSARIO: Bastante mal habló el pueblo entero de papá, ya.

AMPARO: Ahora somos huérfanas.

ROSARIO: Tu marido no quiso matar más que un lechón esa vez. Había tanta gente
llorando a papá. Un lechón no alcanzaba ni por asomo. El era muy avaro; me refiero a
tu marido. Papá era un santo. Carmencita ayudó a cocinarlo; qué poca maña se daba
para la cocina. Se le quemó; menos hubo para comer. Se echó a llorar, le dio un ataque
de nervios. Vos le diste un cachetazo para que reaccione. Hasta le quedó marcada la
cara. Mirá que sos bruta, pobre chica.

AMPARO: Se acostaba con tu padre, mi padre también.

ROSARIO: Mirá lo que decís. No tenés ni respeto.



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AMPARO: Todo el pueblo lo dice.

ROSARIO: Y vos lo repetís.

AMPARO: Yo los vi.

ROSARIO: Qué habrás visto. Y aunque hubieras visto qué. Papá tenía derecho a hacer
uso. O iba a irse hasta la ciudad para buscar una casa pública. Vos sabés que mamá
tenía el mal de matriz y no podía. A ella no le importaba. Ella siempre decía: Un
hombre no es para tenerlo pegado a la pollera.

AMPARO: Qué cínica.

ROSARIO: Todavía debe estar el cuerpo caliente y ya le decís así.

AMPARO: Vos sos una cínica.

ROSARIO: Me podés servir algo para comer.

AMPARO: Yo?

ROSARIO: Tenés sirvienta, Amparo?

AMPARO: Carmencita. O esperabas que la eche porque el viejo, tu padre, se echó unas
canas al aire con ella…?

ROSARIO: Estoy muerta de hambre.

AMPARO: Es raro porque a veces me parece una tragedia. Lo de tu padre. Otras veces
me parece un desliz, un accidente.

ROSARIO: …

AMPARO: Lo de Carmencita.

ROSARIO: Qué hicieron de comida.

AMPARO: Ahora te traigo. Quedó una fuente de papas, zanahorias.

ROSARIO: De la quinta. Hicieron quinta este año?

AMPARO: No, ahora que me acuerdo no quedaron. Le digo a Carmencita que te ponga
un bife a hacer. Te gusta jugoso?

ROSARIO: No.

AMPARO: Seco? Te vas a romper los dientes que te quedan.



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ROSARIO: Me hice vegetariana.

AMPARO: Qué linda sonrisa que tenías. La heredaste de papá. Todo sonrisitas,
brillitos. Pero después se le picaron los dientes y no había dentadura que le aguantara.

ROSARIO: Me sofoco acá.

AMPARO: La enterré. Era de porcelana y la enterré. La podría haber donado al asilo de
ancianos, siempre hay un pobre viejo desdentado al que le calza…

ROSARIO: Qué asco.

AMPARO: No te abaniques así. Es una falta de respeto. Acabamos de enterrar a tu
madre.

ROSARIO: Era una vieja hipócrita.

AMPARO: Ah, sí. Eso sí. En eso estamos de acuerdo.

ROSARIO: Para mí es más madre doña Carmen que mamá.

AMPARO: Es que a lo mejor sos hija de doña Carmen en serio, Rosario.

ROSARIO: Cómo podés.

AMPARO: Si sos genio y figura de papá. De tu madre, mi madre quiero decir, no
sacaste nada.

ROSARIO: Vos te pensás que papá era un sátiro? Que podía andar con la madre y la
hija? Doña Carmen y con la hija.

AMPARO: Era militar.

ROSARIO: Qué?

AMPARO: Era militar. Llegó a general del Ejército en su tiempo.

ROSARIO: Pero no peleó nunca. Les enseñaba a los conscriptos los ejercicios, las
lagartijas, los saltos de rana, vigilaba a los imaginarias que no se durmieran. Les hacía
bromas con el santo y seña cuando estaban de imaginaria y después los mandaba al
calabozo. Daba igual que fuera general o un crápula.

AMPARO: Una vez lo destinaron a la base en la Antártida.

ROSARIO: Pero no fue. Se rió una semana entera. ¡Mirá si papá iba a ir a chupar frío
entre los hielos! Se cagaba en el Ejército, en la Patria y en la madre. Con perdón de la
abuela que era una santa.



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AMPARO: Mezclás todo cuando hablás. No tenés criterio. Los militares tienen mucha
energía. Es famoso este hecho. Qué te pensás? Qué como se hace una guerra, jugando a
los naipes?

ROSARIO: Me gustaría que te quitaras esas ideas idiotas de la cabeza sobre la virilidad
de papá.

AMPARO: Priapismo le llamaría yo. Sabés lo que es el priapismo,vos?

ROSARIO: No.

AMPARO: Estaba segura de que no sabías. Estás hecha una inculta. Vos tampoco lo
querías a tu padre.

ROSARIO: No.

AMPARO: Para qué lo defendés. Vos nomás tenías ojos para Pancho.

ROSARIO: No me vuelve la sangre.

AMPARO: Qué?

ROSARIO: Eso.

AMPARO: Estás enferma?

ROSARIO: No.

AMPARO: Qué …?

ROSARIO: Es de Pancho.

AMPARO: Qué es de Pancho?

ROSARIO: El me visitó allá, en la ciudad. Hace como un mes.

AMPARO: Pancho? Si yo misma lo mandé a ver las tierras de Palo Seco. ¿Qué hacía en
la ciudad? No le queda de paso para ir a Palo Seco.

ROSARIO: Pero no fue a Palo Seco.

AMPARO: Pero si Ramón mismo antes de morir le ordenó expresamente que él tenía
que obedecer en todo a su esposa, que era yo… La de Ramón; el Pancho siempre me
pareció un trepador y un cazafortunas.

ROSARIO: A Ramón también lo enterraste.




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AMPARO: Y lo lloré.

ROSARIO: Me contó Pancho. Que estabas inconsolable.

AMPARO: Era mi marido, sí.

ROSARIO: Hasta que te consolaste.

AMPARO: Hay galleta marina, te hago mate cocido. Te ponés algo adentro del buche.
Así te dejás de decir pavadas.

ROSARIO: Voy a tener un hijo de Pancho.

AMPARO: Vos estás loca! Mirá los chistes que hacés en un momento así.

ROSARIO: No me importa que él sea un capataz, que él no tenga nada… Yo… yo…

AMPARO: Vos no podés hacer eso. Qué van a decir…

ROSARIO: Quién se va a enterar acá? Aparte no pienso volver. Pancho se viene
conmigo.

AMPARO: Qué mala que sos para hacer chistes. No me hacés reir ni un poquito.

ROSARIO: No es chiste.

AMPARO: El lo sabe? Pancho sabe?

ROSARIO: No.

AMPARO: Vos creés que Pancho se va a casar con vos?

ROSARIO: Dice que me quiere.

AMPARO: Eso se lo dice a cualquiera.

ROSARIO: Mirá que sos malvada.

AMPARO: Está de novio con Carmencita.

ROSARIO: No es posible.

AMPARO: Eso NO te lo dijo.

ROSARIO: Llamála a Carmencita.

AMPARO: No vengas a hacer un escándalo a mi casa. Estamos de duelo. Respetá el
techo.



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ROSARIO: Llamá a esa negra asquerosa.

AMPARO: Lo de tu padre, mi padre, se lo perdonás pero esto no. Capaz que encima es
tu hermana.

ROSARIO: Sos perversa. No te creo nada de lo que decís.

AMPARO: Vos a qué viniste? Porque hasta ahora mucho no me preguntaste dónde está
tu madre, en qué tumba? Querés que te enganche el carro para ir a decirle adiós, besar la
lápida, esas cosas?

ROSARIO: No.

AMPARO: Bueno, entonces podés irte por donde viniste.

ROSARIO: Sabés que no puedo caminar hasta el tren.

AMPARO: Por tu estado?

ROSARIO: ¡Porque no hay más trenes que pasen por acá! ¡Están levantando la vía!

AMPARO: Qué sinvergüenzas. Pensar que el General Perón compró los ferrocarriles a
esos mamelucos de los ingleses. En este país nada tiene importancia; el General Perón
se rompió los cuernos negociando con los ingleses –que si por mí fuera ojalá hubieran
perdido la guerra- y ahora le vienen a pagar así, pobrecito.

ROSARIO: Vos lo odiabas a Perón. Lo detestabas.

AMPARO: Mentiras. Me caía bien porque era General, como tu padre. Yo a un militar
de ley lo respeto.

ROSARIO: Llamá a Carmen.

AMPARO: La que me caía mal era la Señora.

ROSARIO: Decíle a Carmen que venga.

AMPARO: No. Además no cambia nada que Pancho ande o no con Carmencita. Qué te
importa a vos? No te parecía bien el refrán de tu madre, eso de que un hombre no es
para tenerlo pegado a las polleras? A mi Ramón siempre le criticaste que fuera un
pollerudo. Y era amor, el amor. El amor lo hacía querer estar siempre cerca de mí.

ROSARIO: Lo dominabas. Era tu marioneta.

AMPARO: Era amor.

ROSARIO: Mirá, lo tuyo y de tu marido no me importa. Si él te hacía el títere…



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AMPARO: De cuánto estás?

ROSARIO: Voy para la segunda falta.

AMPARO: Con un poco de suerte lo perdés. A tu edad se aborta de nada y con un viaje
tan largo, en tren… No habrás venido en primera, seguro. No llores, Rosario. Parece
terrible pero peor es tener un hijo de un zanguango. Daña tu cuerpo y tu espíritu, y el
del hijo que nace. Ya nace dañado, herido por un rayo, negada su gracia al Padre
Eterno…

ROSARIO: Vos sí que tenés labios.

AMPARO: Estás molesta por el argumento. Pero vas a ver que a la larga es mejor.
Duele solo un momento, es un pinchazo que sentís adentro, pero después pasa. No duele
más que lo otro y un parto es la muerte en vida en comparación. Acá, pasás el monte y
hay una señora que lo hace. Muy discreta. Primero prueba con unos yuyos, y si no dá
resultado con lo que te digo.

ROSARIO: Es un hijo de Pancho.

AMPARO: No es un hijo del rey de Inglaterra, Rosario. Es un mal hombre, un calavera.

ROSARIO: Una cosa así me daría miedo.

AMPARO: Ay, pero qué estúpida! No te vas a morir de eso. Aparte vos sos grande,
tenés la carne dura. Dejá de abanicarte que me ponés nerviosa.

ROSARIO: Me quito las náuseas con el airecito.

AMPARO: Quitate el chico y se te terminan los problemas.

ROSARIO: Vos hablás así porque nunca llevaste un hijo en tu vientre.

AMPARO: ¿Y vos qué sabés?

ROSARIO: …

AMPARO: Ah, ves. No sabés nada.

ROSARIO: Cuándo fue.

AMPARO: No quiero hablar de eso.

ROSARIO: No te creo nada, Amparo.

AMPARO: Vos creés que te lo digo porque sigo enamorada de Pancho? A mí Pancho
me importa dos pepinos.



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ROSARIO: Qué? Cuándo estuviste enamorada de Pancho? Qué decís.

AMPARO: Nada, nada. Estoy jugando. Cosas de chicas.

ROSARIO: De qué hablás?

AMPARO: Quién te pensás que me hizo mujer.

ROSARIO: Ramón.

AMPARO: Ramón no podía. Era muy viejo. Empezaba y cuando había que trajinar,
perdía la fuerza. Pancho. Francisco Antúnez.

ROSARIO: Me querés matar.

AMPARO: Preguntáselo.

ROSARIO: Es mentira. Lo decís porque me odiás.

AMPARO: Yo era jovencita, no entendía nada de nada, tenía mucha curiosidad. El me
la quitó de golpe, de un manotazo que me dio y se me vino encima. Si te ponés celosa
de lo que te cuento es porque sos una tarada mental: hace de esto veinticinco años, lo
menos.

ROSARIO: Me odiás.

AMPARO: No tengo motivo.

ROSARIO: Papá no te quería, estás resentida por eso.

AMPARO: Los sentimientos de tu padre me tienen sin cuidado.

ROSARIO: Amparo, Amparo…

AMPARO: Sé fuerte.

ROSARIO: No puedo.

AMPARO: Es importante que en el estado que estás seas fuerte.

ROSARIO: No sé si puedo.

AMPARO: Poné voluntad.

ROSARIO: Es que no sé si puedo poner voluntad. ¿De dónde la saco?




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AMPARO: Ah, si encima esperás que te dé una clase de filosofía, la cosa no va a
funcionar. Mejor que te preparés para parir el bastardo ese.

ROSARIO: No lo llames así. Va ser tu sobrino.

AMPARO: Si nace. Si nace sería mi sobrino. Sino un despojo y punto. (ROSARIO se
hace la señal de la cruz) ¿Qué te persignás? Si hace cinco años como mínimo que no
pisás una iglesia. Y de santa ya está visto que no tenés nada.

ROSARIO: Yo quiero tener mi hijo. Es el fruto de mi amor con Pancho.

AMPARO: Ay, calláte. Ponerte sentimental ahora. Mirá, se me puso la piel de gallina
tanta estupidez junta.

ROSARIO: Es por el susto.

AMPARO: Pero si te dije que es un pinchacito, no duele nada. Si querés yo te
acompaño a ver la señora esa. Era una partera, pero desde que se le murió un chico ya
no pudo ejercer. Le quitaron la matrícula. ¿Qué matrícula tienen las parteras?

ROSARIO: Es por el susto que la piel se pone de gallina, no por la hartura.

AMPARO: Qué hartura? De qué hablás? Vos sabés que ese es el problema de entrada
entre vos y yo. Que hablamos dos idiomas diferentes. Sabés lo que tengo que hacer
ahora? Estoy que no puedo de la rabia. Ahí tenés, mirá cómo se me pone la piel de
gallina de rabia. ¿Podés creer que tengo que ir a comprarle un regalito a cada infeliz que
le dio sangre a tu madre, a mi madre, quiero decir?

ROSARIO: Qué?

AMPARO: Como oís. Ella por joder daba órdenes para cualquier cosa. Estaba muy mal
últimamente, hubo que hacerle transfusiones. Vino gente a darle sangre: “Lo que
precise, doña Carlota”. Como veinte tarados haciendo fila en el hospital por tu madre,
mi madre. En paz descanse. Ella, cuando termina el asunto de las transfusiones me dice,
“Amparito, a cada uno que me dio sangre, le hacés un regalito de agradecimiento: una
caja de bombones”. Decíme qué necesidad.

ROSARIO: Un gesto…

AMPARO: Ganas de joderme la vida. Ir a comprarle bombones a cada negro
zaparrastroso que vino: ¡cobraron cada gota y encima tengo que hacerles regalitos!…
Van a terminar pensando que me los quiero… me los quiero… me entendés: los negros
no piensan en otra cosa. Tienen la idea fija. Menos mal que se murió tu madre, así ya no
jode más.

ROSARIO: ¡Amparo!




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AMPARO: Andá a vos a comprar los bombones. Veinte cajas. Cuatro kilos de
bombones. Como ciento cincuenta pesos para cumplir la última voluntad de tu madre,
de mi madre. Quién sabe si no la habrá matado la sangre legañosa de alguno de esos
negros…

ROSARIO: Yo hoy me siento muy mal. Pero mañana, si querés voy. O pasado.

AMPARO: ¡Cuánto te pensás quedar! ¿No te ibas mañana?

ROSARIO: Si me lo decís así, si querés me voy ahora. Camino, camino por entre las
totoras hasta que me caiga muerta de hambre y de sed.

AMPARO: Tenés que hacer cinco kilómetros, bordeando la chacra de Pastorino, no
tenés que irte a la guerra del desierto.

ROSARIO: Me voy. Que pese en tu conciencia mi salud.

AMPARO: Bueno, te vas. Está bien. ¿Te muestro la tumba de tu madre primero o te vas
sin decirle ni Adiós ni Muchas gracias?

ROSARIO: No me puedo ir hoy. Tengo asuntos que arreglar. Esta es mi casa también…

AMPARO: Eso está por verse. Esperá a que echemos cuentas.

ROSARIO: No me digas eso. No me corras con sustos. Las cuentas nunca pueden dar
tan mal. Pensá que tengo un hijo en camino que vestir, que alimentar.

AMPARO: Dejáte de embromar, Rosario. Vos lo que tenés son fantasías!

ROSARIO: ¡Yo lo quiero tener a mi hijo!

AMPARO: Vos sabías que tu padre, mi padre, jugaba?

ROSARIO: Qué?

AMPARO: Perdió un dineral. Hipotecó la casa. Esta casa, se vendieron tierras que
lindaban con los Ayala, los frutales. Preguntále a los Ayala si no me creés.

ROSARIO: Cómo qué jugaba?

AMPARO: Sí, jugaba.

ROSARIO: No entiendo.

AMPARO: Jugaba y perdía plata. Qué hay que entender? Hay que ser una científica
atómica para entender que jugaba a los naipes y cuando perdía entregaba lo que había.

ROSARIO: Ah, la baraja.



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AMPARO: Sí. No quedó nada. Casi nada.

ROSARIO: Mamá sabía? Eso le habrá dado el cáncer, el gran disgusto… ella adoraba
esta propiedad… donde había nacido, se había criado… los frutales, los naranjos los
plantó el abuelo uno por uno…, contaba ella….

AMPARO: Tu madre, mi madre? Querés saber qué pensaba?

ROSARIO: …

AMPARO: Tu madre, mi madre, jugaba también.

ROSARIO: Qué decís, Amparo?

AMPARO: La lotería dominical. La Casa de Beneficencia. Jugaban a la lotería por plata
las cogotudas. Tu madre incluida, mi madre. La idea de subastar los frutales fue de ella.
Esos árboles de mierda picados siempre por los gusanos, dijo, qué asco.

ROSARIO: Mamá dijo?

AMPARO: Carmencita la llevaba en el sulky hasta la parroquia del pueblo, la esperaba
fuera y después la traía. Se perdió todo. Para tener dos padres así, mejor no haber
nacido. Decí que me queda la pensión que me dejó mi marido. Ramón era un viejo
cretino, pero me dejó la pensión.

ROSARIO:…

AMPARO: Qué pasa? No vas a hablarme? Considerás que sos demasiado pura para esta
familia de degenerados?

ROSARIO: Es que me estoy por desmayar. Me bajó la presión, creo…

AMPARO: No hagas teatro, Rosario. Sabés que no lo soporto.

ROSARIO se desmaya.

AMPARO: Dale, adelante. Desmayáte si querés. Dale: caéte y rompéte la cabeza.

Fin de Escena 1


Escena 2
Entra ROSARIO con unas flores en la mano.

AMPARO: ¡¡Ay los jacintos!!

ROSARIO: Son para la tumba de mamá.



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AMPARO: Me arruinaste las plantas. A ver… ¡cortaste los más lindos!

ROSARIO: Qué querías que hiciera?

AMPARO: Pero si a ella le dá lo mismo. No se va a levantar para criticarte por las
flores que le ponés, Rosario. Por qué no cortaste los conejitos, las chinitas…? Esos no
dan trabajo para cultivar. Pero vos tenías que hacer una maldad y reventarme los
jacintos.

ROSARIO: Carmencita me indicó.

AMPARO: ¡Esa ramera!

ROSARIO: Se los voy a llevar ahora a mamá. Tenés un jarrón adonde ponerlos.

AMPARO: ¿Un qué?

ROSARIO: Un jarrón. Una jarra, un florero. ¿O hay jardinera en el cementerio?

AMPARO: Vos estás loca, Rosario? Estás afectada por el… por el… por la preñez? Le
dejás los jacintos sobre la piedra. ¿Para qué quiere tu madre, mi madre, una jarra con
agua? Vos sos sabés que no comprendo. Va a atraer a los perros, a los gatos que tienen
sed. Entendéme bien lo que te digo, Rosario, porque te conozco. Dije que atrae los
animales vagabundos, no las almas en pena.

ROSARIO: Alma en pena soy yo.

AMPARO: Empezó la función.

ROSARIO: Yo, yo, sufro. Yo estoy condenada. Llevo un hijo en mis entrañas de un
hombre que me engañó para poseerme y me traicionó. Me hizo traición, me abandona
para casarse con esta mala yegua de Carmencita a quien mamá que era una santa le dio
cobijo para que no anduviera haciendo la puta por cualquier burdel de frontera y así nos
paga, esta perra sucia…

AMPARO: No hables así de Carmencita, no es para tanto, pobrecita.

ROSARIO: ¡Me quitó a mi hombre!

AMPARO: Bueno, tampoco lo habías yerrado a Pancho. Los hombre son libres,
Rosario. La esclavitud se abolió en la Asamblea del año 13. Te lo digo por si no te
acordás que te lo enseñaron en la escuela.

ROSARIO: ¡Mi hijo nacerá sin padre!

AMPARO: No te agites así que rompés los jacintos, Rosario. ¡Qué pecado, pobres
flores mías!



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ROSARIO: ¡Sin un hombre que le dé su apellido, su cariño!

AMPARO: Todavía estamos a tiempo. Vamos a ver a la señora que te digo y acá no
pasó nada. Que el sátiro de Pancho se case con su negrita y asunto terminado. Vos te
volvés a la ciudad linda y solterita como siempre.

ROSARIO: No puedo volver.

AMPARO: Sí, vas a poder. Porque yo soy tu hermana y te voy a ayudar. Vamos a hacer
esto juntas. De chica, nunca hicimos cosas juntas. De jovencitas tampoco. De más
grandes, menos. Pero esta vez vamos a obrar juntas, de común acuerdo y vas a salir
adelante. Ya vas a ver.

ROSARIO: No, no.

AMPARO: Vas a volver y con la frente bien alta, ya verás.

ROSARIO: No puedo volver a la ciudad porque no tengo adónde volver, Amparo.

AMPARO: ¡¡Cómo que no tenés adónde volver!!

ROSARIO: Ay, no me sacudas así. Mirá cómo pierden los pétalos los jacintos.

AMPARO: Me importan tres cominos los jacintos. ¿Qué pasó con tu casa?

ROSARIO: La vendí.

AMPARO: Vendiste la casa que te compró tu padre, mi padre, para que estudiaras allá,
de maestra. Cosa que nunca hiciste. Ni de enfermera. Ni de peluquera, ni corte y
confección.

ROSARIO: La vendí hace nueve años, Amparo. Nunca te lo conté porque no me
pareció necesario. La vendí porque me aconsejé con un contador. Me dijo que comprara
títulos y acciones de una fábrica de fideos. Hice lo que me dijo y me alquilé una
habitación en una pensión muy monona, en el centro.

AMPARO: ¿Muy qué?

ROSARIO: Tuve así unas rentas que me permitían no tener que estar de esclava blanca
en un taller de costura. Me empleé en el Balenciaga, pegaba lentejuelas. Pegaba
canutillos, era encajera. No ganaba una fortuna, pero no tenía necesidad de quemarme
las pestañas, de jorobarme la espalda. Pero la fabrica de fideos quebró. La fábrica de
jabones quebró. Fue un crack de la Bolsa de Comercio. No leés los diarios. Hubo un
crack en la Bolsa de Comercio hace seis meses. El contador se tiró por la ventana. Se
suicidó, se murió. No tengo adonde volver.




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AMPARO: Al que no le agarra cáncer, se tira por la ventana. Qué ganas de morirse que
tiene la gente. No quiero saber que vas a hacer. Quiero que te quede claro que acá
conmigo no podés vivir. Acá vivimos Carmencita que me ayuda y yo. Yo a Carmencita
la quiero como una hija, hasta voy a ser la madrina de casamiento con el Pancho.
Aunque vos revientes, yo se lo prometí a doña Carmen. Madrina del casamiento y del
primer hijito. Porque la Carmencita apenas empiece no para hasta tener un batallón, vas
a ver qué familión que van a tener. Será lo que será Carmencita, yo no te quito la razón,
pero ella es buena conmigo. A mí no me hizo ninguna trastada. El día que me haga una,
sabe que no me vé más la cara porque le arranco los ojos. ¡Maldito caballero don
dinero! Tan fuerte es que hace que un contador, un señor con una profesión, se arroje
por la ventana?

ROSARIO: Pobre Rodolfo.

AMPARO: ¡Pesarle más el papel moneda que la vida! Cuando él ahora bien podría serte
útil dándote una mano, buscándote un lugar donde ampararte a vos y a tu hijo, o a vos
sola si vamos a ver a esa señora…

ROSARIO: Rodolfo no pudo perdonarme. El estaba enamorado, ¿sabés? El creía que yo
me iba a casar con él. Pero yo no pude, no pude.

AMPARO: Qué no pudiste? No entiendo nada.

ROSARIO: Mi corazón me dictaba otros sentimientos y yo debía seguir el dictado de
mi corazón.

AMPARO: Sabés que tu corazón me tiene hinchada. Te lo arrancaría con las uñas, mirá.
¿Cuándo pasó esto del amor con el ingeniero?

ROSARIO: No, el ingeniero es otro.

AMPARO: ¡¡¡Con el contador!!!!

ROSARIO: Qué?

AMPARO Que él se quería casar con vos. ¿Cuándo fue, Rosario??

ROSARIO: Ah.

AMPARO: Cuándo? Hace nueve años cuando te aconsejó arruinarte, hace seis meses
cuando el crack de la bolsa, ayer…? Cuándo fue, Rosario?

ROSARIO: Cuando se enteró que estaba esperando un hijo de Pancho, ya no quiso vivir
más. Fue y se tiró por la ventana. En el hotel, después que él se tiró por la ventana, me
pidieron que me fuera. Me retuvieron los bienes personales, porque yo no tenía con que
pagar. No era mucho, la cafeterita, un tapiz con la Virgen y Santa Ana… Salimos en
todos los diarios. Imagináte que no queda muy bien el hotel si sale en titulares. A la
familia de él no le cayó bien el asunto: él tenía hijos grandes, uno de los hijos es



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concejal… Yo quise ir al entierro, pero los hijos, la familia de él, no me dejó ni acercar.
Me gritaban palabras soeces, insultos, me dijeron que iban a apedrearme. No pude
resistir tanto dolor…

AMPARO; Pobre Rosario.

ROSARIO: Sí. Fue un momento muy triste, muy duro.

AMPARO: Vos lo querías al contador?

ROSARIO: No. Eso es lo bueno. No lo quería nada, nada. Sino estaría destrozada tantas
tragedias que me pasan.

AMPARO: Contado así Carmencita al lado tuyo es la santa patrona de la inocencia.

ROSARIO: Qué querías que hiciera? Estaba en una situación desesperada.

AMPARO: Te sentaste arriba de los jacintos.

ROSARIO: Qué?

AMPARO: Te sentaste arriba de los jacintos. Los aplastaste. Vos naciste para hacer
daño, Rosario. Es un destino.

ROSARIO: Ay, los jacintos.

AMPARO: Está bien. Podés quedarte.

ROSARIO: Qué?

AMPARO: Conste que te lo digo sin haber hecho las cuentas. Podés quedarte, pero no
como un huésped ni una invitada, sino como una persona de esta casa. No es una casa
de beneficencia, es la casa natal, tu casa natal, la que te dejaron tus padres, mis padres, y
que está hipotecada hasta los cimientos. Ya voy a ver qué tarea puedo asignarte. Algo
para que entretengas la mente y…

ROSARIO: Tengo el pasaje para esta noche, a las nueve. No puedo.

AMPARO: Los pasajes se devuelven. Adónde vas a estar mejor que con tu familia. Acá
te podemos ayudar a criar el chico. Conste que no me hace la menor gracia. Yo cuidé a
esa vieja puta de tu madre, mi madre, hasta que murió la cuidé como una esclava
blanca, cuidé a Ramón, pobre infeliz hasta que estiró la pata. A tu padre no lo cuidé
porque por suerte se cayó del caballo y se descalabró ahí mismo. Ahora voy a tener que
cuidarte el crío: ah, ¡a quien Dios no le dá hijos, el diablo le manda sobrinos!

ROSARIO: Pero no, no voy a poder quedarme acá, Amparo.

AMPARO: Por qué? Qué? Hay otro más que te espera en la ciudad?



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ROSARIO: No, no.

AMPARO: Virgen santa: ¿cuántos puntos tenés?? Hay un Regimiento de tipos atrás
tuyo. Esta fiebre por la milicia te viene de tu padre. A él también le gustaba estar entre
muchos hombres, claro que no en el mismo sentido que vos, Rosarito.

ROSARIO (lloriqueando): No voy a poder criar a Panchito, si acá van a estar viviendo
su padre y Carmencita.

AMPARO: No entendí nada. Sonáte y hablá de nuevo.

ROSARIO: ¿Cómo voy a criar a mi hijo, si acá está esa puta de Carmencita haciendo
vida de matrimonio con Pancho??

AMPARO: No esperarás que la despida a Carmencita. Carmencita le limpió el culo a tu
madre hasta que se murió. No sabés cómo la maltrataba ella y Carmencita, Sí, señora,
No, señora, sin una protesta. Parecía una esclava negra de la vieja; te daba pena verla.
Carmencita la adoraba; era su ama.

ROSARIO: Hace un rato me dijiste que la esclava eras vos, Amparo. No te querés
deshacer de la negra esta porque te hace todo. Te gusta tener sirvienta, eso es lo que
pasa. Siempre te tiró la burocracia.

AMPARO: Mirá que sos atrevida. Aristocracia.

ROSARIO: Sí, siempre te gustaron los ricos, la vida cómoda.

AMPARO: Te vas.

ROSARIO; Me parece muy bien. Acá no podría quedarme ni un minuto más.

AMPARO: Ni un minuto? Faltan siete horas para que salga el tren? Qué pensás hacer?
Revolcarte con el Pancho entre los frutales que ahora son de los Ayala? No me la
angustiés a Carmencita, mirá que hay un trabajo bárbaro que hacer y no quiero que ande
a media máquina.

ROSARIO: A Pancho me lo voy a llevar a vivir conmigo.

AMPARO: Qué idiotez.

ROSARIO: Me lo llevo. Así de simple.

AMPARO: Qué? Lo metés en un paquete y lo despachás por bodega en el tren? La
Carmencita seguro que sabe dónde tu padre ponía las piolas resistentes. Si el pobre se
quiso colgar con una y se rompió al final. Vos te acordás de eso? No, si vos no estabas
acá para esa época. Vos no estabas nunca. Se rompió la piola, si tu padre estaba gordo
como un marrano. Rompió el techo, se cayó el yeso. Carmencita lo retó y le dijo: “Esto



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se hace con los que tienen alma de cobre, sino no se puede, don Sabino”. Qué
inteligente que es ella, cuando quiere. Después tuvimos a los acreedores acá como
chacales, como perros. Los de la Mafia. Se turnaban para cuidarlo a tu padre; tenían
miedo de que se pegara un pistoletazo y los clavara con las deudas. Qué viejo infame.

ROSARIO: No me hables más de papá. No me hables de nadie, Amparo, por favor.
Dejáme acá sola llorando hasta que se haga la hora del expreso.

AMPARO: Sí, claro. Porque ponerle a tu madre, mi madre, los jacintos ni soñando. Los
dejaste hechos papilla con ese culo enorme que tenés.

ROSARIO: …

AMPARO: Mirá Carmencita ahí fuera como trabaja. Limpia, limpia, friega. Nunca se
queja; parece muda. Pero no es muda: es virtuosa. Vos no debés saber ni cón qué v se
escribe virtuosa. Con la ve corta: te lo dije. ¿Vos te creés que ella llora, se lamenta?
Nada de nada. Carmencita se aguanta; es una mujer como un caballo de tiro. Admirable.
Tendrías que aprender de ella.

ROSARIO: Basta. No me martirices más, Amparo.

AMPARO: Martirio? Es una lección de vida.

ROSARIO: Vos tendrías que aprender de ella también.

AMPARO: Yo? Qué?

ROSARIO: El estoicismo, ¿no decís?

AMPARO: Yo, aprender ese espíritu de bestia de carga que tiene? Dejáme de
embromar.

ROSARIO: Yo no te entiendo, Amparo.

AMPARO: Dejá de llorar, por favor. Me crispa los nervios.

ROSARIO; Yo me enamoré de Pancho, sí. Perdidamente. Fue un pecado tal vez, un
pecado de amor…

AMPARO: Ya me dijiste todo eso. Si me lo repetís, me cuelgo yo.

ROSARIO: Pero no estoy encinta.

AMPARO: Acabáramos!

ROSARIO: No, no estoy en estado. Te mentí.




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AMPARO: Yo creo que hoy me estalla la cabeza. Explota como naranja madura
colgada del árbol.

ROSARIO: Esperaba venir acá y tener una conversación con él, estar con él…

AMPARO: Vos no tenés el menor respeto por la muerte de tu madre. Terminemos acá,
Rosario. Te vas, te echo de la casa. Dos minutos con vos y es como viajar en la
Montaña Rusa. Me pasa esto, me pasa lo otro. Una cosa peor que la anterior. Yo estoy
con los nervios masacrados.

ROSARIO: Nunca subiste a una Montaña Rusa.

AMPARO: No quiero que te quedes ni un instante. Dentro de dos minutos me vas a
decir que tenés lepra o que te violó el Presidente de la Nación. No puedo más.

ROSARIO: Nunca subiste a una Montaña Rusa; la habrás visto en el cine. En alguna
película. Vaya a saber cuál película que hayan traído hasta acá los salesianos… Aunque
vos no pisás adonde están los curas. Como te hiciste anticlerical; propio de una
burócrata. Primero rezan, después escupen las sotanas. Hipócrita como mamá, saliste.
Me venís con que mamá jugaba al bingo, a la tómbola. ¿Y qué? Qué vicio tendrás vos
que estás tan calladita. Haciéndote la santurrona anticlerical.

AMPARO: De qué hablás, si se puede saber?

ROSARIO: Lo que te dije.

AMPARO: Mirá, en la estación de trenes hay un cafecito. Yo te presto unas novelas y
leés durante siete horas. Una novela te puedo prestar, porque con lo bruta que sos para
leer demorás media hora por hoja. Hasta que llega el expreso y sanseacabó. (Afuera)
¡Carmencita! ¡Carmen, sacá el sulky que Rosario se va!

ROSARIO: Me echás como a un perro.

AMPARO: Perra.

ROSARIO: Como a una perra, sí.

AMPARO Así está mejor. Género femenino, hay que ver las correspondencias cuando
se habla.

ROSARIO: Perra.

AMPARO: Sí, sí. No soy sorda. ¡Carmen, el sulky! Está todo el día tirada, no hace
nada. Se hace la chancha renga: cuando no le duele una cosa, le duele otra. ¡Carmen
vení, hacé el favor! Otra que va a volar de acá de una patada en el culo.

ROSARIO: Perra.




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AMPARO: Cambiá la púa de surco, que estás repitiendo el disco. ¡Carmen! ¡Te estoy
llamando! Ay, pero por la puta que lo parió, ¿por qué me quedé tan sola? Tan sola y tan
desobedecida.

ROSARIO: Dejá, la busco yo.

AMPARO (mientras Rosario sale): No caminés al rayo del sol que le va a hacer mal a
la criatura. Mirá que si te descomponés, el doctor está como a cien leguas de acá. ¿Qué
criatura? ¿Qué criatura? Pero sí! Andá e insoláte. Por ahí en la insolación se te
acomodan los sesos.

Fin de la escena 2.


Escena 3
Muy tarde en la noche. Rosario entra llorando, con su maletita en la mano. AMPARO
sale en camisón y mañanita de lana a ver qué pasa.

AMPARO: ¿Qué pasó?

ROSARIO: Perdí el tren.

AMPARO: Pero ¿cómo? ¿Qué pasó?

ROSARIO: Lo perdí, se fue.

AMPARO: Estás toda mojada.

ROSARIO: Estaba ahí sentada y cuando me dí cuenta, se fue el tren.

AMPARO: Menos mal que no estás preñada. Una mojadura así y te agarrabas
neumonía. Con eso perdés a la criatura seguro.

ROSARIO: Llueve a cántaros. Hace rato que llueve. Perdí el tren, se fue el tren.

AMPARO: Estabas borracha. ¿Carmencita dónde estaba? Estaba con vos o no?

ROSARIO: Estaba, estaba conmigo.

AMPARO: ¿Qué hiciste? Tomaron copitas de jerez? Oporto. A Carmencita le gusta el
oporto. Empinaron el codo? Vos donde vas sos la manzana podrida.

ROSARIO: No tomé nada, no. El vidrio del café estaba todo empañado, por la lluvia.
Las ventanas, los cristales. Todavía tienen la lámpara del caireles. Esa que era del Club
Italiano, cuando íbamos a bailar.

AMPARO: Te quedaste mirando la lámpara y el tren se fue. No escuchaste ni los
pitidos. Estabas completamente chupada.



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ROSARIO: Carmencita me dijo que está enamorada.

AMPARO: Por eso llorás así?

ROSARIO: Me dijo que está muy enamorada.

AMPARO: Todo puede ser.

ROSARIO: De vos.

AMPARO: Vos sos tarada.

ROSARIO: Me confesó que ella y vos… que ella y vos…

AMPARO: Lo que hay que escuchar.

ROSARIO: ¡No me mientas más, Amparo!

AMPARO: …

ROSARIO: Que ustedes dos se quieren.

AMPARO: Me vas a matar de un ataque al corazón. Vos y esa deslenguada. Mañana la
echo a patadas de esta casa.

ROSARIO: No digas mentiras. Si vos también la querés.

AMPARO: Vos te creés cualquier cosa.

ROSARIO: Me dijo que desde chica que la querés, le andabas atrás. Desde antes de
Ramón. Que por eso no te importaba que Ramón fuera un viejo cochambroso cuando se
casó con vos, porque total estaba ella y vos. Ella y vos ¡y se querían a escondidas pero
que nunca se atrevieron a hacer nada por el qué dirán!

AMPARO: Vos llorás por eso?

ROSARIO: Qué querés…?

AMPARO: Sabés que no te puedo entender?

ROSARIO: Para mí es muy fuerte enterarme de una cosa así: ¡mi propia hermana! ¡mi
sangre!

AMPARO: Vos sabés que estás muy mal, María del Rosario. O hay un pedazo de
cerebro que te falta: a lo mejor tu madre, tu padre, te mandó a hacer una lobotomía ese
año que fuiste a las sierras solita, tenías once años… dijeron que ibas a lo de la tía
Zenobia a visitarla, pero capaz te mandaron a un instituto… te rebanaron un pedazo de



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lóbulo cerebral. Si vos tenías once años, yo tenía trece y medio; así que pude no
entender qué pasaba en casa…

ROSARIO: A esa edad, en la primaria…?

AMPARO: A los médicos les dá todo igual: si es un niño, si es un grande: ellos cortan,
serruchan, no tienen miramientos. Viste cómo son. Cuando les ponen un bisturí en las
manos se convierten en unos matasanos. Unos asesinos.

ROSARIO: Quiero decir, ¿ya en la primaria te gustaban las mujeres, AMPARO?

AMPARO: Con qué derecho me pedís explicaciones. Yo te pregunté tu lista de mujer
fatal, de rompehogares?

ROSARIO: Quiero saber. Sos mi hermana a fin de cuentas.

AMPARO: Querés saber. Querés saber te cuento una de Joan Crawford. Te cuento
“Johny Guitar”, ¿querés? Te cuento “La Condesa Descalza” de la Ava Gardner. Vos no
vas mucho al cine, si no me falla la intuición. Tenés la matiné ocupada en otras cosas,
las nochecitas… Un vermucito, una copita, unos besitos, un bailecito…

ROSARIO: Qué desvergonzada hablarme así.

AMPARO: Querés que te cuente mi vida. Te cuento “Picnic” con Kim Novak, que baila
el mambo en la mitad de la película: una belleza. ¿Y por qué te contaría mi vida? Te
cuento una con Ingrid Bergman. ¿La has visto en “Notorius”? Ella está loca por Cary
Grant que es un espía. ¡Cómo me gusta Ingrid Bergman! Lo digo como cinéfila, como
espectadora: no vayas a pensar mal. (bajo, perversa) No con ojos sáficos te lo estoy
diciendo. Está bien, no te gusta Ingrid Bergman. Probemos con el cine nacional.
¿Amelia Bence en “Nuestra Natacha”? No. ¿Delia Garcés en “Casa de Muñecas”?
Tampoco. ¿Laura Hidalgo? Menos que menos. Estás asustada de mí; me tenés miedo,
Rosario? Te resulté una especie de monstruo.

ROSARIO: Pancho…? Pancho dónde está?

AMPARO: Porque sos mi hermana, decís, querés saber. Por qué tendrías más derecho
vos, por qué habría de ser más natural que te enteres vos lo que me pasa por dentro que,
pongamos por caso, la KGB o la Interpol?

ROSARIO: Pancho. Él, dónde está?

AMPARO: Para qué lo necesitás ahora?

ROSARIO: Carmencita se fue. Lo dejó, se fue.

AMPARO: Afuera, en el cobertizo está. El a estas horas duerme, no vayás a molestar.




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ROSARIO: Pero tiene que saber que ella lo dejó. Era su prometida, su novia. Ahora lo
abandonó, ya no es nada.

AMPARO: Tu madre no es nada, tu padre no es nada que están dos metros bajo tierra y
son cenizas. (…) Cómo que lo dejó Carmencita a Pancho? Si ella se está por casar con
Pancho.

ROSARIO: Pero se fue. Se subió al tren y se fue. Con mi boleto.

AMPARO: Mirá que sos desgraciada.

ROSARIO: Te juro, Amparo. Se fue, me quitó el pasaje.

AMPARO: Le diste tu pasaje. La chantajeaste.

ROSARIO: No, no. Me lo quitó.

AMPARO: Me hiciste traición.

ROSARIO: Te digo que no. No fue así.

AMPARO: Te vengás.

ROSARIO: No fue así. Pero a vos papá te adoraba.

AMPARO: A mí? A mí no me mandó a la ciudad a estudiar; a mí me casó con un viejo
decrépito.

ROSARIO: Carmencita se fue sola. Me puso un cuchillo en la garganta y me amenazó.
Me dijo que me callara o me cortaba la yugular.

AMPARO. ¡Cómo esperás que te crea!

ROSARIO: Me repitió: Te corto la yugular.

AMPARO: ¡Pero si Carmencita ni sabe lo que es la yugular! Dónde está? Dónde se fue?
¡Carmen, Carmen ya está bueno el chiste! ¡Carmen, está linda la broma! Vení ahora.
¡Carmen! (Más bajo) Carmencita, por la que te tiró de las patas, vení cuando te llamo.

Sale.

ROSARIO: ¡Se fue, te digo! ¡Volvé, Amparo! Está lloviendo, te vas a enfermar.
¡Amparo, no seas terca! Regresá que esta es tu casa.

Al cabo de un tiempo.

ROSARIO: Fuiste a verlo?




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AMPARO: No la encontré.

ROSARIO: A Pancho fuiste a verlo?

AMPARO: No.

ROSARIO: Se habrá ido él también? Atrás de ella? Parece que él la amaba.

AMPARO: Se habrá ido al casín. Van a levantar un casino más adelante. A ver si atraen
a alguien de nuevo por este pueblo maldito de Dios. Pero mientras tanto, los paisanos se
juntan en el pueblo y juegan. Debe estar jugando. Le tira jugar a los dados a Pancho.

ROSARIO: Ella, Carmencita, dijo que la querías casar con Pancho a la fuerza, para que
no hubiera comentarios en el pueblo. A Pancho no le iba ni le venía, pero como vos le
ofreciste plata, tierra: le ibas a dar la lagunita de los patos…

AMPARO: Se está secando la lagunita. Está hecha un chiquero, un asco. Se metió una
familia de patos el otro día y se murió. Se envenenaron; se les pegó ese lodo en las
plumas y…

ROSARIO: Carmencita se fue porque dijo que es lo mejor para vos. Para ella. Para ella
y para vos. Mucho no le entendí porque de los nervios por el cuchillo le castañeteaban
los dientes…

AMPARO: Tengo dolor en el pecho. Traéme agua.

ROSARIO: Me lo dijo ella.

AMPARO: Estaba enamorada de Pancho. Era la luz de sus ojos, decía ella.

ROSARIO: No me engañes. ¿Qué otra mujer aparte de mí podía poner sus ojos en
Pancho? Acaso no lo viste bien?

AMPARO: Yo qué sé. Ustedes le ven ese aire de matungo, de compadrito y caen
muertas a sus pies. Para mí es un bruto al que tengo que pagarle un jornal al principio de
cada mes. Sirve para la zapa y para el caballo chúcaro nomás. Pero ni siquiera a ustedes
les sirve. Eso está a la vista. Traéme un poco de agua y azúcar, Rosario. No me siento
bien.

ROSARIO: Carmencita no lo quiere a Pancho.

AMPARO: El también se iba a ir. Lo contrata la red caminera, para que haga la ruta.
Por ahí va a pasar la ruta. El Estado le compró los frutales a los Ayala, porque la ruta les
pasará por encima. Los frutales que eran nuestros y tu madre vendió. Ayala le sacó sus
buenos pesos al intendente de la comuna… Pancho va a trabajar con los camineros…

AMPARO comienza a juntar unas cosas.




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ROSARIO: ¿Qué hacés?

AMPARO; Me voy.

ROSARIO: Si decís que no te sentís bien. Adónde vas a ir a la madrugada?

AMPARO: A buscar a Carmencita.

ROSARIO: Si ni sabés adónde está.

AMPARO: Se fue con tu pasaje; está en la ciudad. Muy lejos no pudo haber ido. La
busco y la traigo de los pelos.

ROSARIO: Pero eso no es querer, Amparo.

AMPARO: Quién te dijo que yo la quiero? Esa historia del amor está en las novelas, no
está en la vida real. En la vida real hay vísceras, no sentimientos. La traigo y la encierro.
En el cuartito atrás del gallinero. A pan y agua. Que la visite el Pancho, ya que es tan
donjuán. Así la ablanda. Después converso bien con ella, que ni levante la vista del
suelo cuando me hable. A ver si la perdono. Si pone voluntad, la perdono.

ROSARIO: No vuelve.

AMPARO: Vuelve, vas a ver.

ROSARIO: Carmencita no vuelve. Me lo dijo.

AMPARO: Tiene la maña de querer irse. Pero vuelve.

ROSARIO: No es tu esclava, Amparo. Dejála hacer lo que quiere.

AMPARO: Yo sé lo que ella quiere; mejor que nadie lo sé yo. Porque la conozco
mucho. Igual que si la hubiera llevado en el vientre. Ella vuelve.

ROSARIO: Te apuesto que no.

AMPARO: Lo que no sé es qué pito tocás vos mientras tanto, Rosario. Te querés quedar
a cuidar la casa o te querés conquistar a Pancho? Aprovechá ahora que tenés la
oportunidad, tenés cancha libre.

ROSARIO: Me quiero ir.

AMPARO: No me hagas reír.

ROSARIO: Me quiero ir yo también.

AMPARO: Todo esto es un enredo tuyo. Hacéme el favor, Rosario, quedáte y regá la
tumba de mi madre, tu madre de vez en cuando.



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ROSARIO: En la ciudad me espera un hombre, un armenio. Un caballero. Tiene una
tienda, vende alfombras. Me ofreció trabajo en la tienda; pero después me miró mejor.
Prefiero volverme con ese hombre. Pancho no… es un error todo esto.

AMPARO: Un caballero.

ROSARIO: Sí.

AMPARO: La tumba de tu madre no la visitaste.

ROSARIO: No.

AMPARO: A qué viniste entonces?

ROSARIO: No sé.

AMPARO: No tenías necesidad de venir. Podrías haber mandado un telegrama de
condolencias y punto.

ROSARIO: Mandé un telegrama.

AMPARO: Cierto. Me lo leyó Carmencita. Se reía cuando lo leía. Estaba segura de que
no ibas a venir. Qué sorpresa que se llevó cuando te vio. La pobre casi se muere. Mirá
que ella tiene la piel como un carbón y cuando te vio se puso pálida como un papel.
Creía que venías a apuñalarla por el asunto de Pancho… algo así. Tres pepinos le
importaba el Pancho a ella. Como a todo el mundo. ¿Qué voy a hacer yo sin
Carmencita?

ROSARIO: Estoy yo.

AMPARO: No sabés lo que es Carmencita para mí.

ROSARIO: Pero se fue. Te dejó. No te quiere.

AMPARO: Dejá de hablar como en un poema, Rosario. Me hace doler la cabeza.

ROSARIO: Es que te detesta, me lo dijo. Te detesta y te quiere a la vez; algo rarísimo.

AMPARO: Ella era más que una madre, más que un hijo para mí. La vengo a perder por
tu culpa.

ROSARIO: ¡Yo no hice nada, Amparo! ¡Fue ella! Me puso un cuchillo así acá en el
cuello. Qué querías que hiciera? Dejarme matar?

AMPARO: Un sacrificio por tu hermana…

ROSARIO: Qué hora es?



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AMPARO: Apenas despunte el sol, me voy en el primer tren. Hay uno a las seis, que
viene de Corrientes. Llego en tres horas, tres horas y algo. Seguro siguió hasta
Pergamino. Le conozco las inclinaciones a esa negra.

ROSARIO: Yo me voy con vos.

AMPARO: Ni que lo sueñes.

ROSARIO: Es que me voy, Amparo. No voy a estar mirandome la cara con Pancho.

AMPARO: Eso te gustaría a vos. Si Pancho ni te mira.

ROSARIO: Allá me espera el señor armenio…

AMPARO: Vos cuánto tenés para los boletos?

ROSARIO: No. Muy poco.

AMPARO: Acá papel moneda no hay.

ROSARIO: Pero el boletero te conoce. Conocía a papá de toda la vida. Nos puede fiar.

AMPARO: A tu padre lo odiaba todo el universo. Si los soviéticos lo hubieran conocido
lo despachaban a él adentro del Sputnik; pero como se murió antes…

ROSARIO: Pero un boleto, dos boletos te fía.

AMPARO: Bueno, hagamos la prueba a ver si subimos.

ROSARIO: Yo allá te puedo alojar en el hotel, la dueña me conoce. Hotel Panamá se
llama. Está en el centro. Hasta tiene teléfono. Con un teléfono a mano enseguida la
podés encontrar a Carmencita.

AMPARO: Esa ingrata. Yo le enseñé a leer y a escribir. Para qué? Decíme para qué?

ROSARIO: Por amor.

AMPARO: Para que ahora lea los carteles de los pueblos en la ruta.

ROSARIO: A mí me gustaría pasar antes por la tumba de mamá. A ponerle unas
begonias.

AMPARO: Llueve a cántaros, ¿qué begonias?

ROSARIO: No sé, para que no quede tan desnuda.




                                                                                      27
AMPARO: No me vas a arruinar las begonias, también. Está lleno de almas en pena el
cementerio a esta hora, Rosario. No vayas a joder.

ROSARIO; Si lo decís así…

AMPARO; Ves que crees cualquier idiotez?

ROSARIO: Es que pusiste una voz. Una convicción. Yo no tengo muy claro que pasa
con el alma cuando ya salió del cuerpo. Si hay otro mundo, un Más Allá o…

AMPARO: Tenés los oídos especialmente abiertos para percibir cualquier idiotez. Sos
como una antena de radio para la estupidez.

ROSARIO: Amparo…

AMPARO: Que?

ROSARIO: Amparo, soy tu hermana.

AMPARO: Ni que lo digas.

ROSARIO: No nos tratemos más tan amargamente. Mirá lo que somos.

AMPARO; Dos viejas infelices.

ROSARIO; Infelices, nomás.

AMPARO: ¿Y con eso?

ROSARIO: La sangre es la sangre.

AMPARO: Te acompaño a la tumba de tu madre, mi madre.

ROSARIO; No dejá. Puedo sola.

AMPARO: Qué vas a poder? Estás cagada en las patas.

ROSARIO: Está bien. Vení.

AMPARO: Pero amanece y nos vamos a la ciudad.

ROSARIO: No me parece una buena idea. Pero la acepto. Si se te metió entre ceja y
ceja…

AMPARO: Sos pesada.

ROSARIO: Como signo de paz, acepto-




                                                                                    28
AMPARO: Dáme el brazo, que nos vamos a resbalar.

Se toman del brazo, salen.

ROSARIO: Sabés qué me gustaría llevarme? La lámpara grande, la araña de caireles.
Sí, es un poco grande ¡pero es tan linda! El silloncito Luis XVI también me lo llevaría.
Allá lo hago tapizar otra vez. El caballero armenio se especializa en tapices. Cuando lo
veas te va a gustar: ya vas a ver, es un señor. No como todos estos pelandrunes de
Pancho y gente así. Gente distinta, como nosotros. Los que llaman al pan, pan y al vino,
vino. ¿Es así el dicho? Ahora se me confundió. Al pan, pan…y ¿al vino? AMPARO,
¿cómo era?

Fin de la Obra
Apagón




                                                                                      29

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Carmencita, la obra de teatro de 1958

  • 1. CARMENCITA 1958 Pueblo de provincia, Argentina. Personajes: AMPARO, la hermana mayor ROSARIO, la menor. Ambas tienen entre 35 y 45 años. Escena 1 AMPARO: Llegaste tarde. ROSARIO: No pude. Se atrasó el tren… AMPARO: Viniste caminando desde el pueblo? ROSARIO: No. Esperé a que alguno viniera hasta acá. Fessia, me trajo en el coche. Seguía hasta Maizales. AMPARO: Maizales antes también era una estación. Ahora ya no hay más estación. Ahora lo importante, dicen los políticos, es desarrollar la red caminera. Esto no quiere decir que la gente comience a ir a pie, pero es como si lo dijeran. Las carreteras: lo que importan son las carreteras. Porque si el tren lo dejaban que siguiera llegando a Maizales, te bajabas acá a media legua, hacías el camino andando. Así estamos, sin tren. Gurruchaga cerró la fonda, no hay quien se apee a comer algo. Los rusos, los de la Unión Soviética, el año pasado echaron al espacio un cohete para ver si hay otros mundos, pero acá los políticos empiezan a levantar las vías del tren. Le llaman progreso. ROSARIO: Fessia está mal de salud. Los pulmones me dijo. Me dio las condolencias; me dijo que lo disculpe ante vos, porque no pudo venir al entierro. AMPARO: Vinieron los nueve hijos y se llenaron la panza como unos tábanos. ROSARIO: Nueve hijos tiene? Es lindo tener hijos. ¡Pero tantos! AMPARO: Ya está todo hecho, Rosario. Me ocupé yo, por supuesto. Un momento: no te reprocho nada. No tengo ningún reproche para hacerte. Sí tengo una cuenta de gastos. No te imaginarás que… ROSARIO: Voy a pagarte hasta el último centavo, Amparo. AMPARO: Me parece bien. ROSARIO va hasta AMPARO que está sentada. La abraza, AMPARO se abraza al seno de ROSARIO. ROSARIO: Por qué estos odios entre nosotras, estas envidias? 1
  • 2. AMPARO: Yo no te envidio, ¿cómo voy a…? ROSARIO: Entonces: ¿estamos en paz? AMPARO: No, un momento. No dije que somos amigas, eh? Siempre me malinterpretás. ROSARIO: Fue un viaje agotador. Fue tan largo que pensé que la espalda iba a pegárseme al asiento… AMPARO: Hubieras dormido. ROSARIO: Dormí toda la noche. AMPARO: Te quejás de lleno. Acá hay mucho colchón de plumas, pero yo no echo un ojo. ROSARIO: Plumas de qué. AMPARO: De colibrí. ROSARIO: Qué raro. AMPARO: … ROSARIO: Me puedo sentar. AMPARO: Te querés sentar? A tu madre, mi madre, ya la enterramos. ROSARIO: Qué querés? Que me vaya? AMPARO: Hubo que hacer una comida. Para que la gente no hable mal de tu madre. ROSARIO: Bastante mal habló el pueblo entero de papá, ya. AMPARO: Ahora somos huérfanas. ROSARIO: Tu marido no quiso matar más que un lechón esa vez. Había tanta gente llorando a papá. Un lechón no alcanzaba ni por asomo. El era muy avaro; me refiero a tu marido. Papá era un santo. Carmencita ayudó a cocinarlo; qué poca maña se daba para la cocina. Se le quemó; menos hubo para comer. Se echó a llorar, le dio un ataque de nervios. Vos le diste un cachetazo para que reaccione. Hasta le quedó marcada la cara. Mirá que sos bruta, pobre chica. AMPARO: Se acostaba con tu padre, mi padre también. ROSARIO: Mirá lo que decís. No tenés ni respeto. 2
  • 3. AMPARO: Todo el pueblo lo dice. ROSARIO: Y vos lo repetís. AMPARO: Yo los vi. ROSARIO: Qué habrás visto. Y aunque hubieras visto qué. Papá tenía derecho a hacer uso. O iba a irse hasta la ciudad para buscar una casa pública. Vos sabés que mamá tenía el mal de matriz y no podía. A ella no le importaba. Ella siempre decía: Un hombre no es para tenerlo pegado a la pollera. AMPARO: Qué cínica. ROSARIO: Todavía debe estar el cuerpo caliente y ya le decís así. AMPARO: Vos sos una cínica. ROSARIO: Me podés servir algo para comer. AMPARO: Yo? ROSARIO: Tenés sirvienta, Amparo? AMPARO: Carmencita. O esperabas que la eche porque el viejo, tu padre, se echó unas canas al aire con ella…? ROSARIO: Estoy muerta de hambre. AMPARO: Es raro porque a veces me parece una tragedia. Lo de tu padre. Otras veces me parece un desliz, un accidente. ROSARIO: … AMPARO: Lo de Carmencita. ROSARIO: Qué hicieron de comida. AMPARO: Ahora te traigo. Quedó una fuente de papas, zanahorias. ROSARIO: De la quinta. Hicieron quinta este año? AMPARO: No, ahora que me acuerdo no quedaron. Le digo a Carmencita que te ponga un bife a hacer. Te gusta jugoso? ROSARIO: No. AMPARO: Seco? Te vas a romper los dientes que te quedan. 3
  • 4. ROSARIO: Me hice vegetariana. AMPARO: Qué linda sonrisa que tenías. La heredaste de papá. Todo sonrisitas, brillitos. Pero después se le picaron los dientes y no había dentadura que le aguantara. ROSARIO: Me sofoco acá. AMPARO: La enterré. Era de porcelana y la enterré. La podría haber donado al asilo de ancianos, siempre hay un pobre viejo desdentado al que le calza… ROSARIO: Qué asco. AMPARO: No te abaniques así. Es una falta de respeto. Acabamos de enterrar a tu madre. ROSARIO: Era una vieja hipócrita. AMPARO: Ah, sí. Eso sí. En eso estamos de acuerdo. ROSARIO: Para mí es más madre doña Carmen que mamá. AMPARO: Es que a lo mejor sos hija de doña Carmen en serio, Rosario. ROSARIO: Cómo podés. AMPARO: Si sos genio y figura de papá. De tu madre, mi madre quiero decir, no sacaste nada. ROSARIO: Vos te pensás que papá era un sátiro? Que podía andar con la madre y la hija? Doña Carmen y con la hija. AMPARO: Era militar. ROSARIO: Qué? AMPARO: Era militar. Llegó a general del Ejército en su tiempo. ROSARIO: Pero no peleó nunca. Les enseñaba a los conscriptos los ejercicios, las lagartijas, los saltos de rana, vigilaba a los imaginarias que no se durmieran. Les hacía bromas con el santo y seña cuando estaban de imaginaria y después los mandaba al calabozo. Daba igual que fuera general o un crápula. AMPARO: Una vez lo destinaron a la base en la Antártida. ROSARIO: Pero no fue. Se rió una semana entera. ¡Mirá si papá iba a ir a chupar frío entre los hielos! Se cagaba en el Ejército, en la Patria y en la madre. Con perdón de la abuela que era una santa. 4
  • 5. AMPARO: Mezclás todo cuando hablás. No tenés criterio. Los militares tienen mucha energía. Es famoso este hecho. Qué te pensás? Qué como se hace una guerra, jugando a los naipes? ROSARIO: Me gustaría que te quitaras esas ideas idiotas de la cabeza sobre la virilidad de papá. AMPARO: Priapismo le llamaría yo. Sabés lo que es el priapismo,vos? ROSARIO: No. AMPARO: Estaba segura de que no sabías. Estás hecha una inculta. Vos tampoco lo querías a tu padre. ROSARIO: No. AMPARO: Para qué lo defendés. Vos nomás tenías ojos para Pancho. ROSARIO: No me vuelve la sangre. AMPARO: Qué? ROSARIO: Eso. AMPARO: Estás enferma? ROSARIO: No. AMPARO: Qué …? ROSARIO: Es de Pancho. AMPARO: Qué es de Pancho? ROSARIO: El me visitó allá, en la ciudad. Hace como un mes. AMPARO: Pancho? Si yo misma lo mandé a ver las tierras de Palo Seco. ¿Qué hacía en la ciudad? No le queda de paso para ir a Palo Seco. ROSARIO: Pero no fue a Palo Seco. AMPARO: Pero si Ramón mismo antes de morir le ordenó expresamente que él tenía que obedecer en todo a su esposa, que era yo… La de Ramón; el Pancho siempre me pareció un trepador y un cazafortunas. ROSARIO: A Ramón también lo enterraste. 5
  • 6. AMPARO: Y lo lloré. ROSARIO: Me contó Pancho. Que estabas inconsolable. AMPARO: Era mi marido, sí. ROSARIO: Hasta que te consolaste. AMPARO: Hay galleta marina, te hago mate cocido. Te ponés algo adentro del buche. Así te dejás de decir pavadas. ROSARIO: Voy a tener un hijo de Pancho. AMPARO: Vos estás loca! Mirá los chistes que hacés en un momento así. ROSARIO: No me importa que él sea un capataz, que él no tenga nada… Yo… yo… AMPARO: Vos no podés hacer eso. Qué van a decir… ROSARIO: Quién se va a enterar acá? Aparte no pienso volver. Pancho se viene conmigo. AMPARO: Qué mala que sos para hacer chistes. No me hacés reir ni un poquito. ROSARIO: No es chiste. AMPARO: El lo sabe? Pancho sabe? ROSARIO: No. AMPARO: Vos creés que Pancho se va a casar con vos? ROSARIO: Dice que me quiere. AMPARO: Eso se lo dice a cualquiera. ROSARIO: Mirá que sos malvada. AMPARO: Está de novio con Carmencita. ROSARIO: No es posible. AMPARO: Eso NO te lo dijo. ROSARIO: Llamála a Carmencita. AMPARO: No vengas a hacer un escándalo a mi casa. Estamos de duelo. Respetá el techo. 6
  • 7. ROSARIO: Llamá a esa negra asquerosa. AMPARO: Lo de tu padre, mi padre, se lo perdonás pero esto no. Capaz que encima es tu hermana. ROSARIO: Sos perversa. No te creo nada de lo que decís. AMPARO: Vos a qué viniste? Porque hasta ahora mucho no me preguntaste dónde está tu madre, en qué tumba? Querés que te enganche el carro para ir a decirle adiós, besar la lápida, esas cosas? ROSARIO: No. AMPARO: Bueno, entonces podés irte por donde viniste. ROSARIO: Sabés que no puedo caminar hasta el tren. AMPARO: Por tu estado? ROSARIO: ¡Porque no hay más trenes que pasen por acá! ¡Están levantando la vía! AMPARO: Qué sinvergüenzas. Pensar que el General Perón compró los ferrocarriles a esos mamelucos de los ingleses. En este país nada tiene importancia; el General Perón se rompió los cuernos negociando con los ingleses –que si por mí fuera ojalá hubieran perdido la guerra- y ahora le vienen a pagar así, pobrecito. ROSARIO: Vos lo odiabas a Perón. Lo detestabas. AMPARO: Mentiras. Me caía bien porque era General, como tu padre. Yo a un militar de ley lo respeto. ROSARIO: Llamá a Carmen. AMPARO: La que me caía mal era la Señora. ROSARIO: Decíle a Carmen que venga. AMPARO: No. Además no cambia nada que Pancho ande o no con Carmencita. Qué te importa a vos? No te parecía bien el refrán de tu madre, eso de que un hombre no es para tenerlo pegado a las polleras? A mi Ramón siempre le criticaste que fuera un pollerudo. Y era amor, el amor. El amor lo hacía querer estar siempre cerca de mí. ROSARIO: Lo dominabas. Era tu marioneta. AMPARO: Era amor. ROSARIO: Mirá, lo tuyo y de tu marido no me importa. Si él te hacía el títere… 7
  • 8. AMPARO: De cuánto estás? ROSARIO: Voy para la segunda falta. AMPARO: Con un poco de suerte lo perdés. A tu edad se aborta de nada y con un viaje tan largo, en tren… No habrás venido en primera, seguro. No llores, Rosario. Parece terrible pero peor es tener un hijo de un zanguango. Daña tu cuerpo y tu espíritu, y el del hijo que nace. Ya nace dañado, herido por un rayo, negada su gracia al Padre Eterno… ROSARIO: Vos sí que tenés labios. AMPARO: Estás molesta por el argumento. Pero vas a ver que a la larga es mejor. Duele solo un momento, es un pinchazo que sentís adentro, pero después pasa. No duele más que lo otro y un parto es la muerte en vida en comparación. Acá, pasás el monte y hay una señora que lo hace. Muy discreta. Primero prueba con unos yuyos, y si no dá resultado con lo que te digo. ROSARIO: Es un hijo de Pancho. AMPARO: No es un hijo del rey de Inglaterra, Rosario. Es un mal hombre, un calavera. ROSARIO: Una cosa así me daría miedo. AMPARO: Ay, pero qué estúpida! No te vas a morir de eso. Aparte vos sos grande, tenés la carne dura. Dejá de abanicarte que me ponés nerviosa. ROSARIO: Me quito las náuseas con el airecito. AMPARO: Quitate el chico y se te terminan los problemas. ROSARIO: Vos hablás así porque nunca llevaste un hijo en tu vientre. AMPARO: ¿Y vos qué sabés? ROSARIO: … AMPARO: Ah, ves. No sabés nada. ROSARIO: Cuándo fue. AMPARO: No quiero hablar de eso. ROSARIO: No te creo nada, Amparo. AMPARO: Vos creés que te lo digo porque sigo enamorada de Pancho? A mí Pancho me importa dos pepinos. 8
  • 9. ROSARIO: Qué? Cuándo estuviste enamorada de Pancho? Qué decís. AMPARO: Nada, nada. Estoy jugando. Cosas de chicas. ROSARIO: De qué hablás? AMPARO: Quién te pensás que me hizo mujer. ROSARIO: Ramón. AMPARO: Ramón no podía. Era muy viejo. Empezaba y cuando había que trajinar, perdía la fuerza. Pancho. Francisco Antúnez. ROSARIO: Me querés matar. AMPARO: Preguntáselo. ROSARIO: Es mentira. Lo decís porque me odiás. AMPARO: Yo era jovencita, no entendía nada de nada, tenía mucha curiosidad. El me la quitó de golpe, de un manotazo que me dio y se me vino encima. Si te ponés celosa de lo que te cuento es porque sos una tarada mental: hace de esto veinticinco años, lo menos. ROSARIO: Me odiás. AMPARO: No tengo motivo. ROSARIO: Papá no te quería, estás resentida por eso. AMPARO: Los sentimientos de tu padre me tienen sin cuidado. ROSARIO: Amparo, Amparo… AMPARO: Sé fuerte. ROSARIO: No puedo. AMPARO: Es importante que en el estado que estás seas fuerte. ROSARIO: No sé si puedo. AMPARO: Poné voluntad. ROSARIO: Es que no sé si puedo poner voluntad. ¿De dónde la saco? 9
  • 10. AMPARO: Ah, si encima esperás que te dé una clase de filosofía, la cosa no va a funcionar. Mejor que te preparés para parir el bastardo ese. ROSARIO: No lo llames así. Va ser tu sobrino. AMPARO: Si nace. Si nace sería mi sobrino. Sino un despojo y punto. (ROSARIO se hace la señal de la cruz) ¿Qué te persignás? Si hace cinco años como mínimo que no pisás una iglesia. Y de santa ya está visto que no tenés nada. ROSARIO: Yo quiero tener mi hijo. Es el fruto de mi amor con Pancho. AMPARO: Ay, calláte. Ponerte sentimental ahora. Mirá, se me puso la piel de gallina tanta estupidez junta. ROSARIO: Es por el susto. AMPARO: Pero si te dije que es un pinchacito, no duele nada. Si querés yo te acompaño a ver la señora esa. Era una partera, pero desde que se le murió un chico ya no pudo ejercer. Le quitaron la matrícula. ¿Qué matrícula tienen las parteras? ROSARIO: Es por el susto que la piel se pone de gallina, no por la hartura. AMPARO: Qué hartura? De qué hablás? Vos sabés que ese es el problema de entrada entre vos y yo. Que hablamos dos idiomas diferentes. Sabés lo que tengo que hacer ahora? Estoy que no puedo de la rabia. Ahí tenés, mirá cómo se me pone la piel de gallina de rabia. ¿Podés creer que tengo que ir a comprarle un regalito a cada infeliz que le dio sangre a tu madre, a mi madre, quiero decir? ROSARIO: Qué? AMPARO: Como oís. Ella por joder daba órdenes para cualquier cosa. Estaba muy mal últimamente, hubo que hacerle transfusiones. Vino gente a darle sangre: “Lo que precise, doña Carlota”. Como veinte tarados haciendo fila en el hospital por tu madre, mi madre. En paz descanse. Ella, cuando termina el asunto de las transfusiones me dice, “Amparito, a cada uno que me dio sangre, le hacés un regalito de agradecimiento: una caja de bombones”. Decíme qué necesidad. ROSARIO: Un gesto… AMPARO: Ganas de joderme la vida. Ir a comprarle bombones a cada negro zaparrastroso que vino: ¡cobraron cada gota y encima tengo que hacerles regalitos!… Van a terminar pensando que me los quiero… me los quiero… me entendés: los negros no piensan en otra cosa. Tienen la idea fija. Menos mal que se murió tu madre, así ya no jode más. ROSARIO: ¡Amparo! 10
  • 11. AMPARO: Andá a vos a comprar los bombones. Veinte cajas. Cuatro kilos de bombones. Como ciento cincuenta pesos para cumplir la última voluntad de tu madre, de mi madre. Quién sabe si no la habrá matado la sangre legañosa de alguno de esos negros… ROSARIO: Yo hoy me siento muy mal. Pero mañana, si querés voy. O pasado. AMPARO: ¡Cuánto te pensás quedar! ¿No te ibas mañana? ROSARIO: Si me lo decís así, si querés me voy ahora. Camino, camino por entre las totoras hasta que me caiga muerta de hambre y de sed. AMPARO: Tenés que hacer cinco kilómetros, bordeando la chacra de Pastorino, no tenés que irte a la guerra del desierto. ROSARIO: Me voy. Que pese en tu conciencia mi salud. AMPARO: Bueno, te vas. Está bien. ¿Te muestro la tumba de tu madre primero o te vas sin decirle ni Adiós ni Muchas gracias? ROSARIO: No me puedo ir hoy. Tengo asuntos que arreglar. Esta es mi casa también… AMPARO: Eso está por verse. Esperá a que echemos cuentas. ROSARIO: No me digas eso. No me corras con sustos. Las cuentas nunca pueden dar tan mal. Pensá que tengo un hijo en camino que vestir, que alimentar. AMPARO: Dejáte de embromar, Rosario. Vos lo que tenés son fantasías! ROSARIO: ¡Yo lo quiero tener a mi hijo! AMPARO: Vos sabías que tu padre, mi padre, jugaba? ROSARIO: Qué? AMPARO: Perdió un dineral. Hipotecó la casa. Esta casa, se vendieron tierras que lindaban con los Ayala, los frutales. Preguntále a los Ayala si no me creés. ROSARIO: Cómo qué jugaba? AMPARO: Sí, jugaba. ROSARIO: No entiendo. AMPARO: Jugaba y perdía plata. Qué hay que entender? Hay que ser una científica atómica para entender que jugaba a los naipes y cuando perdía entregaba lo que había. ROSARIO: Ah, la baraja. 11
  • 12. AMPARO: Sí. No quedó nada. Casi nada. ROSARIO: Mamá sabía? Eso le habrá dado el cáncer, el gran disgusto… ella adoraba esta propiedad… donde había nacido, se había criado… los frutales, los naranjos los plantó el abuelo uno por uno…, contaba ella…. AMPARO: Tu madre, mi madre? Querés saber qué pensaba? ROSARIO: … AMPARO: Tu madre, mi madre, jugaba también. ROSARIO: Qué decís, Amparo? AMPARO: La lotería dominical. La Casa de Beneficencia. Jugaban a la lotería por plata las cogotudas. Tu madre incluida, mi madre. La idea de subastar los frutales fue de ella. Esos árboles de mierda picados siempre por los gusanos, dijo, qué asco. ROSARIO: Mamá dijo? AMPARO: Carmencita la llevaba en el sulky hasta la parroquia del pueblo, la esperaba fuera y después la traía. Se perdió todo. Para tener dos padres así, mejor no haber nacido. Decí que me queda la pensión que me dejó mi marido. Ramón era un viejo cretino, pero me dejó la pensión. ROSARIO:… AMPARO: Qué pasa? No vas a hablarme? Considerás que sos demasiado pura para esta familia de degenerados? ROSARIO: Es que me estoy por desmayar. Me bajó la presión, creo… AMPARO: No hagas teatro, Rosario. Sabés que no lo soporto. ROSARIO se desmaya. AMPARO: Dale, adelante. Desmayáte si querés. Dale: caéte y rompéte la cabeza. Fin de Escena 1 Escena 2 Entra ROSARIO con unas flores en la mano. AMPARO: ¡¡Ay los jacintos!! ROSARIO: Son para la tumba de mamá. 12
  • 13. AMPARO: Me arruinaste las plantas. A ver… ¡cortaste los más lindos! ROSARIO: Qué querías que hiciera? AMPARO: Pero si a ella le dá lo mismo. No se va a levantar para criticarte por las flores que le ponés, Rosario. Por qué no cortaste los conejitos, las chinitas…? Esos no dan trabajo para cultivar. Pero vos tenías que hacer una maldad y reventarme los jacintos. ROSARIO: Carmencita me indicó. AMPARO: ¡Esa ramera! ROSARIO: Se los voy a llevar ahora a mamá. Tenés un jarrón adonde ponerlos. AMPARO: ¿Un qué? ROSARIO: Un jarrón. Una jarra, un florero. ¿O hay jardinera en el cementerio? AMPARO: Vos estás loca, Rosario? Estás afectada por el… por el… por la preñez? Le dejás los jacintos sobre la piedra. ¿Para qué quiere tu madre, mi madre, una jarra con agua? Vos sos sabés que no comprendo. Va a atraer a los perros, a los gatos que tienen sed. Entendéme bien lo que te digo, Rosario, porque te conozco. Dije que atrae los animales vagabundos, no las almas en pena. ROSARIO: Alma en pena soy yo. AMPARO: Empezó la función. ROSARIO: Yo, yo, sufro. Yo estoy condenada. Llevo un hijo en mis entrañas de un hombre que me engañó para poseerme y me traicionó. Me hizo traición, me abandona para casarse con esta mala yegua de Carmencita a quien mamá que era una santa le dio cobijo para que no anduviera haciendo la puta por cualquier burdel de frontera y así nos paga, esta perra sucia… AMPARO: No hables así de Carmencita, no es para tanto, pobrecita. ROSARIO: ¡Me quitó a mi hombre! AMPARO: Bueno, tampoco lo habías yerrado a Pancho. Los hombre son libres, Rosario. La esclavitud se abolió en la Asamblea del año 13. Te lo digo por si no te acordás que te lo enseñaron en la escuela. ROSARIO: ¡Mi hijo nacerá sin padre! AMPARO: No te agites así que rompés los jacintos, Rosario. ¡Qué pecado, pobres flores mías! 13
  • 14. ROSARIO: ¡Sin un hombre que le dé su apellido, su cariño! AMPARO: Todavía estamos a tiempo. Vamos a ver a la señora que te digo y acá no pasó nada. Que el sátiro de Pancho se case con su negrita y asunto terminado. Vos te volvés a la ciudad linda y solterita como siempre. ROSARIO: No puedo volver. AMPARO: Sí, vas a poder. Porque yo soy tu hermana y te voy a ayudar. Vamos a hacer esto juntas. De chica, nunca hicimos cosas juntas. De jovencitas tampoco. De más grandes, menos. Pero esta vez vamos a obrar juntas, de común acuerdo y vas a salir adelante. Ya vas a ver. ROSARIO: No, no. AMPARO: Vas a volver y con la frente bien alta, ya verás. ROSARIO: No puedo volver a la ciudad porque no tengo adónde volver, Amparo. AMPARO: ¡¡Cómo que no tenés adónde volver!! ROSARIO: Ay, no me sacudas así. Mirá cómo pierden los pétalos los jacintos. AMPARO: Me importan tres cominos los jacintos. ¿Qué pasó con tu casa? ROSARIO: La vendí. AMPARO: Vendiste la casa que te compró tu padre, mi padre, para que estudiaras allá, de maestra. Cosa que nunca hiciste. Ni de enfermera. Ni de peluquera, ni corte y confección. ROSARIO: La vendí hace nueve años, Amparo. Nunca te lo conté porque no me pareció necesario. La vendí porque me aconsejé con un contador. Me dijo que comprara títulos y acciones de una fábrica de fideos. Hice lo que me dijo y me alquilé una habitación en una pensión muy monona, en el centro. AMPARO: ¿Muy qué? ROSARIO: Tuve así unas rentas que me permitían no tener que estar de esclava blanca en un taller de costura. Me empleé en el Balenciaga, pegaba lentejuelas. Pegaba canutillos, era encajera. No ganaba una fortuna, pero no tenía necesidad de quemarme las pestañas, de jorobarme la espalda. Pero la fabrica de fideos quebró. La fábrica de jabones quebró. Fue un crack de la Bolsa de Comercio. No leés los diarios. Hubo un crack en la Bolsa de Comercio hace seis meses. El contador se tiró por la ventana. Se suicidó, se murió. No tengo adonde volver. 14
  • 15. AMPARO: Al que no le agarra cáncer, se tira por la ventana. Qué ganas de morirse que tiene la gente. No quiero saber que vas a hacer. Quiero que te quede claro que acá conmigo no podés vivir. Acá vivimos Carmencita que me ayuda y yo. Yo a Carmencita la quiero como una hija, hasta voy a ser la madrina de casamiento con el Pancho. Aunque vos revientes, yo se lo prometí a doña Carmen. Madrina del casamiento y del primer hijito. Porque la Carmencita apenas empiece no para hasta tener un batallón, vas a ver qué familión que van a tener. Será lo que será Carmencita, yo no te quito la razón, pero ella es buena conmigo. A mí no me hizo ninguna trastada. El día que me haga una, sabe que no me vé más la cara porque le arranco los ojos. ¡Maldito caballero don dinero! Tan fuerte es que hace que un contador, un señor con una profesión, se arroje por la ventana? ROSARIO: Pobre Rodolfo. AMPARO: ¡Pesarle más el papel moneda que la vida! Cuando él ahora bien podría serte útil dándote una mano, buscándote un lugar donde ampararte a vos y a tu hijo, o a vos sola si vamos a ver a esa señora… ROSARIO: Rodolfo no pudo perdonarme. El estaba enamorado, ¿sabés? El creía que yo me iba a casar con él. Pero yo no pude, no pude. AMPARO: Qué no pudiste? No entiendo nada. ROSARIO: Mi corazón me dictaba otros sentimientos y yo debía seguir el dictado de mi corazón. AMPARO: Sabés que tu corazón me tiene hinchada. Te lo arrancaría con las uñas, mirá. ¿Cuándo pasó esto del amor con el ingeniero? ROSARIO: No, el ingeniero es otro. AMPARO: ¡¡¡Con el contador!!!! ROSARIO: Qué? AMPARO Que él se quería casar con vos. ¿Cuándo fue, Rosario?? ROSARIO: Ah. AMPARO: Cuándo? Hace nueve años cuando te aconsejó arruinarte, hace seis meses cuando el crack de la bolsa, ayer…? Cuándo fue, Rosario? ROSARIO: Cuando se enteró que estaba esperando un hijo de Pancho, ya no quiso vivir más. Fue y se tiró por la ventana. En el hotel, después que él se tiró por la ventana, me pidieron que me fuera. Me retuvieron los bienes personales, porque yo no tenía con que pagar. No era mucho, la cafeterita, un tapiz con la Virgen y Santa Ana… Salimos en todos los diarios. Imagináte que no queda muy bien el hotel si sale en titulares. A la familia de él no le cayó bien el asunto: él tenía hijos grandes, uno de los hijos es 15
  • 16. concejal… Yo quise ir al entierro, pero los hijos, la familia de él, no me dejó ni acercar. Me gritaban palabras soeces, insultos, me dijeron que iban a apedrearme. No pude resistir tanto dolor… AMPARO; Pobre Rosario. ROSARIO: Sí. Fue un momento muy triste, muy duro. AMPARO: Vos lo querías al contador? ROSARIO: No. Eso es lo bueno. No lo quería nada, nada. Sino estaría destrozada tantas tragedias que me pasan. AMPARO: Contado así Carmencita al lado tuyo es la santa patrona de la inocencia. ROSARIO: Qué querías que hiciera? Estaba en una situación desesperada. AMPARO: Te sentaste arriba de los jacintos. ROSARIO: Qué? AMPARO: Te sentaste arriba de los jacintos. Los aplastaste. Vos naciste para hacer daño, Rosario. Es un destino. ROSARIO: Ay, los jacintos. AMPARO: Está bien. Podés quedarte. ROSARIO: Qué? AMPARO: Conste que te lo digo sin haber hecho las cuentas. Podés quedarte, pero no como un huésped ni una invitada, sino como una persona de esta casa. No es una casa de beneficencia, es la casa natal, tu casa natal, la que te dejaron tus padres, mis padres, y que está hipotecada hasta los cimientos. Ya voy a ver qué tarea puedo asignarte. Algo para que entretengas la mente y… ROSARIO: Tengo el pasaje para esta noche, a las nueve. No puedo. AMPARO: Los pasajes se devuelven. Adónde vas a estar mejor que con tu familia. Acá te podemos ayudar a criar el chico. Conste que no me hace la menor gracia. Yo cuidé a esa vieja puta de tu madre, mi madre, hasta que murió la cuidé como una esclava blanca, cuidé a Ramón, pobre infeliz hasta que estiró la pata. A tu padre no lo cuidé porque por suerte se cayó del caballo y se descalabró ahí mismo. Ahora voy a tener que cuidarte el crío: ah, ¡a quien Dios no le dá hijos, el diablo le manda sobrinos! ROSARIO: Pero no, no voy a poder quedarme acá, Amparo. AMPARO: Por qué? Qué? Hay otro más que te espera en la ciudad? 16
  • 17. ROSARIO: No, no. AMPARO: Virgen santa: ¿cuántos puntos tenés?? Hay un Regimiento de tipos atrás tuyo. Esta fiebre por la milicia te viene de tu padre. A él también le gustaba estar entre muchos hombres, claro que no en el mismo sentido que vos, Rosarito. ROSARIO (lloriqueando): No voy a poder criar a Panchito, si acá van a estar viviendo su padre y Carmencita. AMPARO: No entendí nada. Sonáte y hablá de nuevo. ROSARIO: ¿Cómo voy a criar a mi hijo, si acá está esa puta de Carmencita haciendo vida de matrimonio con Pancho?? AMPARO: No esperarás que la despida a Carmencita. Carmencita le limpió el culo a tu madre hasta que se murió. No sabés cómo la maltrataba ella y Carmencita, Sí, señora, No, señora, sin una protesta. Parecía una esclava negra de la vieja; te daba pena verla. Carmencita la adoraba; era su ama. ROSARIO: Hace un rato me dijiste que la esclava eras vos, Amparo. No te querés deshacer de la negra esta porque te hace todo. Te gusta tener sirvienta, eso es lo que pasa. Siempre te tiró la burocracia. AMPARO: Mirá que sos atrevida. Aristocracia. ROSARIO: Sí, siempre te gustaron los ricos, la vida cómoda. AMPARO: Te vas. ROSARIO; Me parece muy bien. Acá no podría quedarme ni un minuto más. AMPARO: Ni un minuto? Faltan siete horas para que salga el tren? Qué pensás hacer? Revolcarte con el Pancho entre los frutales que ahora son de los Ayala? No me la angustiés a Carmencita, mirá que hay un trabajo bárbaro que hacer y no quiero que ande a media máquina. ROSARIO: A Pancho me lo voy a llevar a vivir conmigo. AMPARO: Qué idiotez. ROSARIO: Me lo llevo. Así de simple. AMPARO: Qué? Lo metés en un paquete y lo despachás por bodega en el tren? La Carmencita seguro que sabe dónde tu padre ponía las piolas resistentes. Si el pobre se quiso colgar con una y se rompió al final. Vos te acordás de eso? No, si vos no estabas acá para esa época. Vos no estabas nunca. Se rompió la piola, si tu padre estaba gordo como un marrano. Rompió el techo, se cayó el yeso. Carmencita lo retó y le dijo: “Esto 17
  • 18. se hace con los que tienen alma de cobre, sino no se puede, don Sabino”. Qué inteligente que es ella, cuando quiere. Después tuvimos a los acreedores acá como chacales, como perros. Los de la Mafia. Se turnaban para cuidarlo a tu padre; tenían miedo de que se pegara un pistoletazo y los clavara con las deudas. Qué viejo infame. ROSARIO: No me hables más de papá. No me hables de nadie, Amparo, por favor. Dejáme acá sola llorando hasta que se haga la hora del expreso. AMPARO: Sí, claro. Porque ponerle a tu madre, mi madre, los jacintos ni soñando. Los dejaste hechos papilla con ese culo enorme que tenés. ROSARIO: … AMPARO: Mirá Carmencita ahí fuera como trabaja. Limpia, limpia, friega. Nunca se queja; parece muda. Pero no es muda: es virtuosa. Vos no debés saber ni cón qué v se escribe virtuosa. Con la ve corta: te lo dije. ¿Vos te creés que ella llora, se lamenta? Nada de nada. Carmencita se aguanta; es una mujer como un caballo de tiro. Admirable. Tendrías que aprender de ella. ROSARIO: Basta. No me martirices más, Amparo. AMPARO: Martirio? Es una lección de vida. ROSARIO: Vos tendrías que aprender de ella también. AMPARO: Yo? Qué? ROSARIO: El estoicismo, ¿no decís? AMPARO: Yo, aprender ese espíritu de bestia de carga que tiene? Dejáme de embromar. ROSARIO: Yo no te entiendo, Amparo. AMPARO: Dejá de llorar, por favor. Me crispa los nervios. ROSARIO; Yo me enamoré de Pancho, sí. Perdidamente. Fue un pecado tal vez, un pecado de amor… AMPARO: Ya me dijiste todo eso. Si me lo repetís, me cuelgo yo. ROSARIO: Pero no estoy encinta. AMPARO: Acabáramos! ROSARIO: No, no estoy en estado. Te mentí. 18
  • 19. AMPARO: Yo creo que hoy me estalla la cabeza. Explota como naranja madura colgada del árbol. ROSARIO: Esperaba venir acá y tener una conversación con él, estar con él… AMPARO: Vos no tenés el menor respeto por la muerte de tu madre. Terminemos acá, Rosario. Te vas, te echo de la casa. Dos minutos con vos y es como viajar en la Montaña Rusa. Me pasa esto, me pasa lo otro. Una cosa peor que la anterior. Yo estoy con los nervios masacrados. ROSARIO: Nunca subiste a una Montaña Rusa. AMPARO: No quiero que te quedes ni un instante. Dentro de dos minutos me vas a decir que tenés lepra o que te violó el Presidente de la Nación. No puedo más. ROSARIO: Nunca subiste a una Montaña Rusa; la habrás visto en el cine. En alguna película. Vaya a saber cuál película que hayan traído hasta acá los salesianos… Aunque vos no pisás adonde están los curas. Como te hiciste anticlerical; propio de una burócrata. Primero rezan, después escupen las sotanas. Hipócrita como mamá, saliste. Me venís con que mamá jugaba al bingo, a la tómbola. ¿Y qué? Qué vicio tendrás vos que estás tan calladita. Haciéndote la santurrona anticlerical. AMPARO: De qué hablás, si se puede saber? ROSARIO: Lo que te dije. AMPARO: Mirá, en la estación de trenes hay un cafecito. Yo te presto unas novelas y leés durante siete horas. Una novela te puedo prestar, porque con lo bruta que sos para leer demorás media hora por hoja. Hasta que llega el expreso y sanseacabó. (Afuera) ¡Carmencita! ¡Carmen, sacá el sulky que Rosario se va! ROSARIO: Me echás como a un perro. AMPARO: Perra. ROSARIO: Como a una perra, sí. AMPARO Así está mejor. Género femenino, hay que ver las correspondencias cuando se habla. ROSARIO: Perra. AMPARO: Sí, sí. No soy sorda. ¡Carmen, el sulky! Está todo el día tirada, no hace nada. Se hace la chancha renga: cuando no le duele una cosa, le duele otra. ¡Carmen vení, hacé el favor! Otra que va a volar de acá de una patada en el culo. ROSARIO: Perra. 19
  • 20. AMPARO: Cambiá la púa de surco, que estás repitiendo el disco. ¡Carmen! ¡Te estoy llamando! Ay, pero por la puta que lo parió, ¿por qué me quedé tan sola? Tan sola y tan desobedecida. ROSARIO: Dejá, la busco yo. AMPARO (mientras Rosario sale): No caminés al rayo del sol que le va a hacer mal a la criatura. Mirá que si te descomponés, el doctor está como a cien leguas de acá. ¿Qué criatura? ¿Qué criatura? Pero sí! Andá e insoláte. Por ahí en la insolación se te acomodan los sesos. Fin de la escena 2. Escena 3 Muy tarde en la noche. Rosario entra llorando, con su maletita en la mano. AMPARO sale en camisón y mañanita de lana a ver qué pasa. AMPARO: ¿Qué pasó? ROSARIO: Perdí el tren. AMPARO: Pero ¿cómo? ¿Qué pasó? ROSARIO: Lo perdí, se fue. AMPARO: Estás toda mojada. ROSARIO: Estaba ahí sentada y cuando me dí cuenta, se fue el tren. AMPARO: Menos mal que no estás preñada. Una mojadura así y te agarrabas neumonía. Con eso perdés a la criatura seguro. ROSARIO: Llueve a cántaros. Hace rato que llueve. Perdí el tren, se fue el tren. AMPARO: Estabas borracha. ¿Carmencita dónde estaba? Estaba con vos o no? ROSARIO: Estaba, estaba conmigo. AMPARO: ¿Qué hiciste? Tomaron copitas de jerez? Oporto. A Carmencita le gusta el oporto. Empinaron el codo? Vos donde vas sos la manzana podrida. ROSARIO: No tomé nada, no. El vidrio del café estaba todo empañado, por la lluvia. Las ventanas, los cristales. Todavía tienen la lámpara del caireles. Esa que era del Club Italiano, cuando íbamos a bailar. AMPARO: Te quedaste mirando la lámpara y el tren se fue. No escuchaste ni los pitidos. Estabas completamente chupada. 20
  • 21. ROSARIO: Carmencita me dijo que está enamorada. AMPARO: Por eso llorás así? ROSARIO: Me dijo que está muy enamorada. AMPARO: Todo puede ser. ROSARIO: De vos. AMPARO: Vos sos tarada. ROSARIO: Me confesó que ella y vos… que ella y vos… AMPARO: Lo que hay que escuchar. ROSARIO: ¡No me mientas más, Amparo! AMPARO: … ROSARIO: Que ustedes dos se quieren. AMPARO: Me vas a matar de un ataque al corazón. Vos y esa deslenguada. Mañana la echo a patadas de esta casa. ROSARIO: No digas mentiras. Si vos también la querés. AMPARO: Vos te creés cualquier cosa. ROSARIO: Me dijo que desde chica que la querés, le andabas atrás. Desde antes de Ramón. Que por eso no te importaba que Ramón fuera un viejo cochambroso cuando se casó con vos, porque total estaba ella y vos. Ella y vos ¡y se querían a escondidas pero que nunca se atrevieron a hacer nada por el qué dirán! AMPARO: Vos llorás por eso? ROSARIO: Qué querés…? AMPARO: Sabés que no te puedo entender? ROSARIO: Para mí es muy fuerte enterarme de una cosa así: ¡mi propia hermana! ¡mi sangre! AMPARO: Vos sabés que estás muy mal, María del Rosario. O hay un pedazo de cerebro que te falta: a lo mejor tu madre, tu padre, te mandó a hacer una lobotomía ese año que fuiste a las sierras solita, tenías once años… dijeron que ibas a lo de la tía Zenobia a visitarla, pero capaz te mandaron a un instituto… te rebanaron un pedazo de 21
  • 22. lóbulo cerebral. Si vos tenías once años, yo tenía trece y medio; así que pude no entender qué pasaba en casa… ROSARIO: A esa edad, en la primaria…? AMPARO: A los médicos les dá todo igual: si es un niño, si es un grande: ellos cortan, serruchan, no tienen miramientos. Viste cómo son. Cuando les ponen un bisturí en las manos se convierten en unos matasanos. Unos asesinos. ROSARIO: Quiero decir, ¿ya en la primaria te gustaban las mujeres, AMPARO? AMPARO: Con qué derecho me pedís explicaciones. Yo te pregunté tu lista de mujer fatal, de rompehogares? ROSARIO: Quiero saber. Sos mi hermana a fin de cuentas. AMPARO: Querés saber. Querés saber te cuento una de Joan Crawford. Te cuento “Johny Guitar”, ¿querés? Te cuento “La Condesa Descalza” de la Ava Gardner. Vos no vas mucho al cine, si no me falla la intuición. Tenés la matiné ocupada en otras cosas, las nochecitas… Un vermucito, una copita, unos besitos, un bailecito… ROSARIO: Qué desvergonzada hablarme así. AMPARO: Querés que te cuente mi vida. Te cuento “Picnic” con Kim Novak, que baila el mambo en la mitad de la película: una belleza. ¿Y por qué te contaría mi vida? Te cuento una con Ingrid Bergman. ¿La has visto en “Notorius”? Ella está loca por Cary Grant que es un espía. ¡Cómo me gusta Ingrid Bergman! Lo digo como cinéfila, como espectadora: no vayas a pensar mal. (bajo, perversa) No con ojos sáficos te lo estoy diciendo. Está bien, no te gusta Ingrid Bergman. Probemos con el cine nacional. ¿Amelia Bence en “Nuestra Natacha”? No. ¿Delia Garcés en “Casa de Muñecas”? Tampoco. ¿Laura Hidalgo? Menos que menos. Estás asustada de mí; me tenés miedo, Rosario? Te resulté una especie de monstruo. ROSARIO: Pancho…? Pancho dónde está? AMPARO: Porque sos mi hermana, decís, querés saber. Por qué tendrías más derecho vos, por qué habría de ser más natural que te enteres vos lo que me pasa por dentro que, pongamos por caso, la KGB o la Interpol? ROSARIO: Pancho. Él, dónde está? AMPARO: Para qué lo necesitás ahora? ROSARIO: Carmencita se fue. Lo dejó, se fue. AMPARO: Afuera, en el cobertizo está. El a estas horas duerme, no vayás a molestar. 22
  • 23. ROSARIO: Pero tiene que saber que ella lo dejó. Era su prometida, su novia. Ahora lo abandonó, ya no es nada. AMPARO: Tu madre no es nada, tu padre no es nada que están dos metros bajo tierra y son cenizas. (…) Cómo que lo dejó Carmencita a Pancho? Si ella se está por casar con Pancho. ROSARIO: Pero se fue. Se subió al tren y se fue. Con mi boleto. AMPARO: Mirá que sos desgraciada. ROSARIO: Te juro, Amparo. Se fue, me quitó el pasaje. AMPARO: Le diste tu pasaje. La chantajeaste. ROSARIO: No, no. Me lo quitó. AMPARO: Me hiciste traición. ROSARIO: Te digo que no. No fue así. AMPARO: Te vengás. ROSARIO: No fue así. Pero a vos papá te adoraba. AMPARO: A mí? A mí no me mandó a la ciudad a estudiar; a mí me casó con un viejo decrépito. ROSARIO: Carmencita se fue sola. Me puso un cuchillo en la garganta y me amenazó. Me dijo que me callara o me cortaba la yugular. AMPARO. ¡Cómo esperás que te crea! ROSARIO: Me repitió: Te corto la yugular. AMPARO: ¡Pero si Carmencita ni sabe lo que es la yugular! Dónde está? Dónde se fue? ¡Carmen, Carmen ya está bueno el chiste! ¡Carmen, está linda la broma! Vení ahora. ¡Carmen! (Más bajo) Carmencita, por la que te tiró de las patas, vení cuando te llamo. Sale. ROSARIO: ¡Se fue, te digo! ¡Volvé, Amparo! Está lloviendo, te vas a enfermar. ¡Amparo, no seas terca! Regresá que esta es tu casa. Al cabo de un tiempo. ROSARIO: Fuiste a verlo? 23
  • 24. AMPARO: No la encontré. ROSARIO: A Pancho fuiste a verlo? AMPARO: No. ROSARIO: Se habrá ido él también? Atrás de ella? Parece que él la amaba. AMPARO: Se habrá ido al casín. Van a levantar un casino más adelante. A ver si atraen a alguien de nuevo por este pueblo maldito de Dios. Pero mientras tanto, los paisanos se juntan en el pueblo y juegan. Debe estar jugando. Le tira jugar a los dados a Pancho. ROSARIO: Ella, Carmencita, dijo que la querías casar con Pancho a la fuerza, para que no hubiera comentarios en el pueblo. A Pancho no le iba ni le venía, pero como vos le ofreciste plata, tierra: le ibas a dar la lagunita de los patos… AMPARO: Se está secando la lagunita. Está hecha un chiquero, un asco. Se metió una familia de patos el otro día y se murió. Se envenenaron; se les pegó ese lodo en las plumas y… ROSARIO: Carmencita se fue porque dijo que es lo mejor para vos. Para ella. Para ella y para vos. Mucho no le entendí porque de los nervios por el cuchillo le castañeteaban los dientes… AMPARO: Tengo dolor en el pecho. Traéme agua. ROSARIO: Me lo dijo ella. AMPARO: Estaba enamorada de Pancho. Era la luz de sus ojos, decía ella. ROSARIO: No me engañes. ¿Qué otra mujer aparte de mí podía poner sus ojos en Pancho? Acaso no lo viste bien? AMPARO: Yo qué sé. Ustedes le ven ese aire de matungo, de compadrito y caen muertas a sus pies. Para mí es un bruto al que tengo que pagarle un jornal al principio de cada mes. Sirve para la zapa y para el caballo chúcaro nomás. Pero ni siquiera a ustedes les sirve. Eso está a la vista. Traéme un poco de agua y azúcar, Rosario. No me siento bien. ROSARIO: Carmencita no lo quiere a Pancho. AMPARO: El también se iba a ir. Lo contrata la red caminera, para que haga la ruta. Por ahí va a pasar la ruta. El Estado le compró los frutales a los Ayala, porque la ruta les pasará por encima. Los frutales que eran nuestros y tu madre vendió. Ayala le sacó sus buenos pesos al intendente de la comuna… Pancho va a trabajar con los camineros… AMPARO comienza a juntar unas cosas. 24
  • 25. ROSARIO: ¿Qué hacés? AMPARO; Me voy. ROSARIO: Si decís que no te sentís bien. Adónde vas a ir a la madrugada? AMPARO: A buscar a Carmencita. ROSARIO: Si ni sabés adónde está. AMPARO: Se fue con tu pasaje; está en la ciudad. Muy lejos no pudo haber ido. La busco y la traigo de los pelos. ROSARIO: Pero eso no es querer, Amparo. AMPARO: Quién te dijo que yo la quiero? Esa historia del amor está en las novelas, no está en la vida real. En la vida real hay vísceras, no sentimientos. La traigo y la encierro. En el cuartito atrás del gallinero. A pan y agua. Que la visite el Pancho, ya que es tan donjuán. Así la ablanda. Después converso bien con ella, que ni levante la vista del suelo cuando me hable. A ver si la perdono. Si pone voluntad, la perdono. ROSARIO: No vuelve. AMPARO: Vuelve, vas a ver. ROSARIO: Carmencita no vuelve. Me lo dijo. AMPARO: Tiene la maña de querer irse. Pero vuelve. ROSARIO: No es tu esclava, Amparo. Dejála hacer lo que quiere. AMPARO: Yo sé lo que ella quiere; mejor que nadie lo sé yo. Porque la conozco mucho. Igual que si la hubiera llevado en el vientre. Ella vuelve. ROSARIO: Te apuesto que no. AMPARO: Lo que no sé es qué pito tocás vos mientras tanto, Rosario. Te querés quedar a cuidar la casa o te querés conquistar a Pancho? Aprovechá ahora que tenés la oportunidad, tenés cancha libre. ROSARIO: Me quiero ir. AMPARO: No me hagas reír. ROSARIO: Me quiero ir yo también. AMPARO: Todo esto es un enredo tuyo. Hacéme el favor, Rosario, quedáte y regá la tumba de mi madre, tu madre de vez en cuando. 25
  • 26. ROSARIO: En la ciudad me espera un hombre, un armenio. Un caballero. Tiene una tienda, vende alfombras. Me ofreció trabajo en la tienda; pero después me miró mejor. Prefiero volverme con ese hombre. Pancho no… es un error todo esto. AMPARO: Un caballero. ROSARIO: Sí. AMPARO: La tumba de tu madre no la visitaste. ROSARIO: No. AMPARO: A qué viniste entonces? ROSARIO: No sé. AMPARO: No tenías necesidad de venir. Podrías haber mandado un telegrama de condolencias y punto. ROSARIO: Mandé un telegrama. AMPARO: Cierto. Me lo leyó Carmencita. Se reía cuando lo leía. Estaba segura de que no ibas a venir. Qué sorpresa que se llevó cuando te vio. La pobre casi se muere. Mirá que ella tiene la piel como un carbón y cuando te vio se puso pálida como un papel. Creía que venías a apuñalarla por el asunto de Pancho… algo así. Tres pepinos le importaba el Pancho a ella. Como a todo el mundo. ¿Qué voy a hacer yo sin Carmencita? ROSARIO: Estoy yo. AMPARO: No sabés lo que es Carmencita para mí. ROSARIO: Pero se fue. Te dejó. No te quiere. AMPARO: Dejá de hablar como en un poema, Rosario. Me hace doler la cabeza. ROSARIO: Es que te detesta, me lo dijo. Te detesta y te quiere a la vez; algo rarísimo. AMPARO: Ella era más que una madre, más que un hijo para mí. La vengo a perder por tu culpa. ROSARIO: ¡Yo no hice nada, Amparo! ¡Fue ella! Me puso un cuchillo así acá en el cuello. Qué querías que hiciera? Dejarme matar? AMPARO: Un sacrificio por tu hermana… ROSARIO: Qué hora es? 26
  • 27. AMPARO: Apenas despunte el sol, me voy en el primer tren. Hay uno a las seis, que viene de Corrientes. Llego en tres horas, tres horas y algo. Seguro siguió hasta Pergamino. Le conozco las inclinaciones a esa negra. ROSARIO: Yo me voy con vos. AMPARO: Ni que lo sueñes. ROSARIO: Es que me voy, Amparo. No voy a estar mirandome la cara con Pancho. AMPARO: Eso te gustaría a vos. Si Pancho ni te mira. ROSARIO: Allá me espera el señor armenio… AMPARO: Vos cuánto tenés para los boletos? ROSARIO: No. Muy poco. AMPARO: Acá papel moneda no hay. ROSARIO: Pero el boletero te conoce. Conocía a papá de toda la vida. Nos puede fiar. AMPARO: A tu padre lo odiaba todo el universo. Si los soviéticos lo hubieran conocido lo despachaban a él adentro del Sputnik; pero como se murió antes… ROSARIO: Pero un boleto, dos boletos te fía. AMPARO: Bueno, hagamos la prueba a ver si subimos. ROSARIO: Yo allá te puedo alojar en el hotel, la dueña me conoce. Hotel Panamá se llama. Está en el centro. Hasta tiene teléfono. Con un teléfono a mano enseguida la podés encontrar a Carmencita. AMPARO: Esa ingrata. Yo le enseñé a leer y a escribir. Para qué? Decíme para qué? ROSARIO: Por amor. AMPARO: Para que ahora lea los carteles de los pueblos en la ruta. ROSARIO: A mí me gustaría pasar antes por la tumba de mamá. A ponerle unas begonias. AMPARO: Llueve a cántaros, ¿qué begonias? ROSARIO: No sé, para que no quede tan desnuda. 27
  • 28. AMPARO: No me vas a arruinar las begonias, también. Está lleno de almas en pena el cementerio a esta hora, Rosario. No vayas a joder. ROSARIO; Si lo decís así… AMPARO; Ves que crees cualquier idiotez? ROSARIO: Es que pusiste una voz. Una convicción. Yo no tengo muy claro que pasa con el alma cuando ya salió del cuerpo. Si hay otro mundo, un Más Allá o… AMPARO: Tenés los oídos especialmente abiertos para percibir cualquier idiotez. Sos como una antena de radio para la estupidez. ROSARIO: Amparo… AMPARO: Que? ROSARIO: Amparo, soy tu hermana. AMPARO: Ni que lo digas. ROSARIO: No nos tratemos más tan amargamente. Mirá lo que somos. AMPARO; Dos viejas infelices. ROSARIO; Infelices, nomás. AMPARO: ¿Y con eso? ROSARIO: La sangre es la sangre. AMPARO: Te acompaño a la tumba de tu madre, mi madre. ROSARIO; No dejá. Puedo sola. AMPARO: Qué vas a poder? Estás cagada en las patas. ROSARIO: Está bien. Vení. AMPARO: Pero amanece y nos vamos a la ciudad. ROSARIO: No me parece una buena idea. Pero la acepto. Si se te metió entre ceja y ceja… AMPARO: Sos pesada. ROSARIO: Como signo de paz, acepto- 28
  • 29. AMPARO: Dáme el brazo, que nos vamos a resbalar. Se toman del brazo, salen. ROSARIO: Sabés qué me gustaría llevarme? La lámpara grande, la araña de caireles. Sí, es un poco grande ¡pero es tan linda! El silloncito Luis XVI también me lo llevaría. Allá lo hago tapizar otra vez. El caballero armenio se especializa en tapices. Cuando lo veas te va a gustar: ya vas a ver, es un señor. No como todos estos pelandrunes de Pancho y gente así. Gente distinta, como nosotros. Los que llaman al pan, pan y al vino, vino. ¿Es así el dicho? Ahora se me confundió. Al pan, pan…y ¿al vino? AMPARO, ¿cómo era? Fin de la Obra Apagón 29