1. Así imagina Jesús a su familia de seguidores:
un grupo de hermanos y hermanas
que le siguen para acoger y difundir la compasión de Dios en el mundo.
Ellos serán el mejor símbolo y la semilla más eficaz del reino de Dios.
Jesús quiso poner en marcha un movimiento curador
que fuera trasformando el mundo desde una actitud de servicio y amor.
Estas serán las dos grandes tareas de sus enviados:
decir a la gente lo cerca que está Dios
y curar a las personas de todo cuanto introduce mal y sufrimiento en sus vidas.
José Antonio Pagola.
“Jesús: aproximación histórica”
2. El llamado de Jesús no es para un grupo elegido y reducido ni para
unas personas especiales. La invitación al seguimiento es para todos.
Jesús dice a todos las condiciones indispensables del discípulo,
lo que caracteriza el compromiso cristiano:
Dedicar la vida a lo que Él la
dedicó: al Reino, para hacer una humanidad de hijos e hijas, de hermanos y
hermanas, de justicia, paz, perdón, libertad, ética, amor, reconciliación...
3. Seguir a Jesús no significa dejar algo,
sino haber encontrado a Alguien.
Lo único fundamental es esa opción radical por Jesús
y por la nueva escala de valores que él propone.
4. Jesús habla de ir por el mundo como Él,
“detrás de Él”,
prosiguiendo su causa,
llevando a cuestas la suerte de las personas marginadas,
aliviando sus cruces,
convirtiendo la propia vida en don y servicio para los demás.
Desde la luz de Jesús todas las situaciones y realidades de nuestra vida,
y de la de los demás,
adquieren su verdadero sentido y valor.
5. Seguir a Jesús
no puede depender de impulsos,
corazonadas
o entusiasmos superficiales.
Es una opción libre,
un proceso diario y continuo,
que supone decisiones personales,
reflexión y discernimiento.
6. El afán de acumular riquezas , honores, privilegios, poder....
no es compatible con el compromiso cristiano.
Jesús nos invita a elegir lo mejor,
a dejar lo que nos deshumaniza
y nos impide ser más libres y más felices.
7. Jesucristo enseña a los seres humanos
que hay algo en ellos que les sitúa
por encima de esta vida de ajetreos,
alegrías y temores.
Quien llega a entender
la enseñanza de Cristo
se sentirá como un pájaro
que no sabía que tenía alas
y ahora, de pronto,
se da cuenta de que puede volar,
puede ser libre
y ya no tiene nada que temer.
León Tolstoi