El documento resume los puntos de vista del presidente peruano Velasco Alvarado sobre la soberanía nacional, la integración latinoamericana y la minería. Velasco defendió el derecho de los países a controlar sus propios recursos naturales y romper las ataduras del poder extranjero. También abogó por una política minera nacionalista que establezca que la refinación y comercialización de los minerales pertenecen al estado y que las ganancias de la industria minera sean para el beneficio del país.
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Perú: Velasco Alvarado “3 de Octubre”:
Soberanía, integración, minería, FMI-BM
rubèn ramos
Hoy se cumplen cuarenta y siete años del inicio de la Revolución peruana que
condujera el general Velasco y corones progresistas del Ejército peruano. Siete
años después, otro general, del mismo ejército, pondría a éste, y a toda la
institucionalidad castrense, al servicio de la Seguridad Nacional
estadounidense.
Un primer hecho fue la integración en la “Operación Cóndor” junto a las demás
cúpulas de las dictaduras militares de América del sur. Su objetivo: asesinar y
desaparecer dirigentes y militantes de la lucha popular. El entreguismo
significó, igualmente, la reversión de las conquistas progresistas y
revolucionarias de orden económico, social, ideológico, cultural y político, y su
entrega al manejo y las decisiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), del
Banco Mundial (BM), del Banco Inter Americano (BID) y de la Agencia para el
desarrollo internacional de Estados Unidos (USAID).
Hoy, quiero recordar lo que el Presidente Velasco dijera respecto de nuestros
recursos naturales, de la lucha de nuestros pueblos, del poder extranjero (FMI,
BM, BID, USAID), de la soberanía, de la unión e integración latinoamericana,
de la minería. Precisamente cuando coinciden en el Perú las protestas de los
pueblos originarios de sus regiones Apurímac y Arequipa contra la voracidad
extranjera de los socios inversionistas mineros de esas instituciones, con la
“reunión otoñal” y decadente de la dupla financiera de la ONU (FMI-BM).
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Dice Velasco:i
“Los pueblos del Tercer Mundo luchan por superar definitivamente las
condiciones generales del subdesarrollo que secularmente han hecho de ellos
pueblos explotados. Aquí se encierra una causa de justicia que no puede ser
ignorada y menos desdeñada. Tenemos plenitud de derecho para construir la
realidad de un futuro mejor, más justo y más libre.
En esta lucha gigantesca nuestros recursos naturales tienen una importancia
decisiva. Ceder en ella equivaldría a renunciar a la posibilidad de cancelar
definitivamente un pasado ominoso que nos hundió en la miseria y el atraso.
Nadie puede pedirnos que actuemos de este modo. Se han abierto ya,
definitivamente, las puertas de una nueva era. En ella no pueden tener cabida
las prácticas expoliadoras del pasado. Ser poderoso ya no puede significar
impunidad para oprimir a los demás, ni para basar su grandeza en la miseria de
los otros.
Hay un mundo insurgente en nuestra época que ya no puede ser detenido en
su camino. Es el mundo que constituyen los pueblos hasta ayer oprimidos de
la tierra. Es nuestro mundo. El mundo de las naciones que han empezado a
transformarse para ser libres. Ese es el mundo al cual el Perú pertenece y al
cual habrá de pertenecer en el futuro.
Para nosotros no existe posibilidad alguna de construir una sociedad de justicia
si mantenemos la realidad y las normas del pasado. Su transformación
inexorablemente significa romper las ataduras que hasta ayer nos supeditaron
a los centros de poder extranjero.
La lucha por la soberanía nacional está en el corazón mismo de todo esfuerzo
revolucionario. Y esa lucha necesariamente entraña restituir a los Estados
soberanos el poder de decisión sobre todos sus recursos naturales. Tal
restitución decreta el inevitable enfrentamiento con los intereses de la
dominación económica extranjera, parte esencial de la realidad que toda
revolución nacionalista tiene que cambiar de raíz. Por todo ello el nacionalismo
militante que defiende nuestra soberanía tiene que ser de clara e inabdicable
naturaleza anti-imperialista. Sólo comprendiendo la absoluta justificación
histórica y la plena razón de justicia de una posición así, podrán los países
poderosos del mundo estar dispuestos a encontrar formas de solución real que
garanticen un nuevo trato equilibrado, económico, político y moralmente viable.
Tal es a nuestro juicio el pre-requisito de cualquier solución perdurable a los
innegables problemas que hoy existen entre nuestros países y aquellos que
hoy detentan el poder en el mundo. Nadie crea que somos naciones
desvalidas. En nuestra riqueza radica potencialmente nuestra fuerza. Pero
nuestra unión es el camino para actualizar esa extraordinaria potencialidad. En
la medida en que seamos capaces de implementar políticas unitarias,
podremos alcanzar relaciones verdaderamente justas y durables.
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Una visión realista y generosa del futuro demanda el reconocimiento de que
estamos proponiendo un enfoque sensato a los problemas que encierra
nuestra relación con los países que necesitan las materias primas que nosotros
producimos. El afán de justicia de los pueblos del Tercer Mundo no podrá ser
en adelante sofocado. No se trata, por cierto, de plantear políticas imposibles.
Se trata solamente de reconocer necesidades e intereses plurales y distintos.
Ello exige redefinir de manera profunda las relaciones desequilibradas e
injustas que hasta hoy han prevalecido entre el sector desarrollado del mundo y
los pueblos emergentes que estamos luchando por nuestra independencia
verdadera. Nadie puede desconocer el legítimo derecho que tenemos a
defender lo nuestro.
Y en cuanto al problema energético-minero, precisa:
“El Perú entiende que el problema energético-minero en el mundo de hoy se
sitúa en el área central de las relaciones entre los países que luchan por su
desarrollo auténtico y autónomo. Nadie debe ignorar la realidad esencialmente
conflictiva de tales relaciones. Porque nadie puede ignorar que ellas ponen
de relieve una profunda disparidad de intereses económicos en torno a este
problema. Será preciso una nueva visión, alta y esclarecedora, para que todos
podamos comprender que sólo criterios de auténtica justicia pueden
proporcionar el cuadro normativo que permita dar solución integral y duradera a
esa compleja problemática que afecta de manera directa o indirecta a
virtualmente todos los países de la tierra.
En nuestro caso, la minería reviste un enorme interés para el país, porque el
desarrollo nacional está íntimamente ligado al desarrollo de la minería. El
sector externo de nuestra economía dependerá fundamentalmente de la
exportación de metales con el mayor grado de procesamiento que permita
nuestro desarrollo industrial.
Es indispensable apoyar de manera decidida a la pequeña y mediana minería,
sin descuidar las actividades de la gran minería que constituye factor de
primordial importancia en la vida económica nacional. Pero es preciso plantear
la problemática minera dentro de una perspectiva histórica y global que permita
encararla en términos de hoy, no del pasado. Esto implica sentar las bases
para una política minera nacionalista, reemplazando el sistema de concesiones
por el de contratos. Estableciendo que la refinación y la comercialización de
nuestros minerales y de sus derivados son de responsabilidad del Estado.
Debemos procurar nuevas legislaciones con dispositivos destinados a estimular
la concurrencia del capital privado en las etapas de exploración y explotación.
La nueva orientación de la política minera peruana debe asegurar que las
ganancias de la industria de la minería sean para el país".
i Fuente: rubèn ramos, Velasco: El pensamiento vivo de la Revolución. ISBN 978-980-12-3923-9