Catecismo católico de la crisis en la iglesia p. matthias gaudron - vi
Claves de lectura del concilio vaticano ii
1. Claves de lectura del Concilio Vaticano II
Segunda prédica de Adviento del padre Raniero Cantalamessa
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 13 diciembre 2012 (ZENIT.org).- El predicador de la
Casa Pontificia, padre Raniero Cantalamessa, en su segunda meditación de Adviento
dió hoy su versión de lo que supuso el Concilio Vaticano II para la Iglesia y para el
mundo. En este sentido ha hecho un relectura de las tres claves de lectura que hubo
de esta asamblea eclesial universal.
El fraile franciscano, siguiendo su plan de Adviento, reflexionó hoy sobre el segundo
motivo de celebración: el quincuagésimo aniversario del Concilio Vaticano II.
El predicador de la Casa Pontificia comentó las tres claves de lectura que hubo del
magno acontecimiento eclesial: actualización, ruptura, novedad en la continuidad.
En el Concilio, según el padre Cantalamessa, se delinearon dos facciones opuestas
según que se la continuidad con el pasado, o la novedad respecto de éste. Entre estos
dos frentes —coincidentes en la afirmación del hecho, pero opuestos en el juicio sobre
él—, se sitúa la posición del Magisterio papal que habla de «novedad en la
continuidad».
"Benedicto XVI admite que ha habido una cierta discontinuidad y ruptura, pero ésta no
afecta a los principios y a las verdades a la base de la fe cristiana, sino a algunas
decisiones históricas", afirmó el predicador.
La lectura del Concilio hecha propia por el Magisterio --la de la novedad en la
continuidad--, tuvo un precursor ilustre en el Ensayo sobre desarrollo de la doctrina
cristiana del cardenal Newman, definido a menudo, también por esto, como «el Padre
ausente del Vaticano II».
¿Qué es lo que permite hablar de novedad en la continuidad, de permanencia en el
cambio, si no es precisamente la acción del Espíritu Santo en la Iglesia? "La
insuficiente atención al papel del Espíritu Santo explica muchas de las dificultades que
se han creado en la recepción del Concilio Vaticano II", dijo el predicador.
"Se hablaba gustosamente --añadió- del 'espíritu del Concilio', pero no se trataba,
lamentablemente, del Espíritu Santo. Por 'espíritu del Concilio' se entendía ese mayor
impulso, valentía innovadora, que no habría podido entrar en los textos del Concilio por
las resistencias de algunos y de los compromisos necesarios entre las partes".
Según el fraile franciscano, la verdadera clave de lectura pneumatológica del Concilio
es ver cuál es el papel del Espíritu Santo en la actuación del Concilio.
"¿Ha existido, en realidad, este 'nuevo Pentecostés'?", se preguntó. "Un conocido
estudioso de Newman --respondió--, Ian Ker, puso de relieve la contribución que
puede dar, además de al desarrollo del Concilio, también a la comprensión del
postconcilio.A raíz de la definición de la infalibilidad papal en el Concilio Vaticano I en
1870, el cardinal Newman se sintió llevado a hacer una reflexión general sobre los
2. concilios y sobre el sentido de sus definiciones. Su conclusión fue que los concilios
pueden tener a menudo efectos no pretendidos en el momento por aquellos que
participaron en ellos. Estos pueden ver mucho más en ellos, o mucho menos, de lo que
sucesivamente producirán tales decisiones".
"De este modo, Newman --subrayó- no hacía más que aplicar a las definiciones
conciliares el principio de desarrollo que había explicado a propósito de la doctrina
cristiana en general. Un dogma, toda gran idea, no se comprende plenamente sino
después de que se han visto las consecuencias y los desarrollos históricos; después de
que el río —por usar su imagen— desde el terreno accidentado que lo ha visto nacer,
descendiendo, encuentra finalmente su lecho más amplio y profundo".
A la pregunta de si ha habido un nuevo Pentecostés, dijo, se debe responder sin
vacilación: "¡Sí!" ¿Cuál es su signo más convincente?: "La renovación de la calidad de
vida cristiana, allí donde este Pentecostés ha sido acogido. Todos están de acuerdo en
considerar como el hecho más nuevo y más significativo del Vaticano II los dos
primeros capítulos de la Lumen gentium, donde se define a la Iglesia como sacramento
y como pueblo de Dios en camino bajo la guía del Espíritu Santo, animada por sus
carismas, bajo la guía de la jerarquía. La Iglesia como misterio y no solamente
institución. Juan Pablo II ha lanzado nuevamente esta visión haciendo de su aplicación
el compromiso prioritario en el momento de entrar en el nuevo milenio".
Juan Pablo II veía en los movimientos y comunidades parroquiales vivas "los signos de
una nueva primavera de la Iglesia". El fraile hizo mención especial de un movimiento:
la Renovación Carismática, o Renovación en el Espíritu.
Y siguió preguntándose: "¿Cuál es el significado del Concilio, entendido como el
conjunto de los documentos producidos por él, la Dei Verbum, la Lumen gentium,
Nostra aetate, etc.? ¿Los dejaremos de lado para esperar todo del Espíritu?". La
respuesta --dijo- está contenida en la frase con la que Agustín resume la relación entre
la ley y la gracia: "La ley fue dada para que se buscara la gracia y la gracia fue dada
para que se observara la ley".
"A 50 años de distancia sólo podemos constatar el pleno cumplimiento por parte de
Dios de la promesa hecha a la Iglesia por boca de su humilde servidor, el beato Juan
XXIII", concluyó.