2. Intervención de Su Em. Revma. Sr. Cardenal
Darío Castrillón Hoyos
Prefecto de la Congregación del Clero
En ocasión de la inauguración
de la 4a videoconferencia
"La teología sacramental desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días"
en el ámbito de la formación permanente del clero
Después de haber tratado, en nuestros encuentros anteriores, sobre la vida de Cristo y de su Iglesia, camino de
encuentro y de unión con Dios que se realizará plenamente en la Jerusalén celestial, abordamos hoy el tema: "La
teología sacramental desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días".
"Et Verbum caro factum est" (Jn 1,14): la Palabra de Dios vivo que, en la plenitud de los tiempos, se ha hecho carne,
ahora, en el tiempo de la Iglesia, se hace Palabra sacramental.
"Lo que era visible en nuestro Salvador ha pasado a sus misterios", nos dice San León el Grande (Sermones 74,2:
PL 54,398 A). En efecto, los misterios de la vida de Cristo son fundamento de lo que, en los últimos tiempos, el
Señor dispensa en los sacramentos por medio de los ministros de su Iglesia (cfr. Catecismo de la Iglesia católica, n°
1115). Los sacramentos son esencialmente actio Christi y en ellos resplandece la presencia del Resucitado que ha
brindado y sigue brindando el Espíritu de Dios a los creyentes.
El mundo tiene necesidad de trascendencia, anhela conocer y experimentar que la vida humana está injertada en la
vida divina. Los sacramentos de la Nueva Alianza le dan al hombre esa capacidad: trascender lo que es limitado y
contingente, insertarse en la inmensidad y eternidad de Dios y recobrar el sentido de lo sagrado de su misma
existencia viviendo una vida nueva, la de la gracia.
"Quia sine dominico non possumus" (Acta SS Saturnini et aliorum plurimorum martyrum, 9: PL 8,709): "¡Porque no
podemos vivir sin el día del Señor!". Asírespondían los mártires de Abitina, en el África proconsular, a quienes les
interrogaban, durante la persecución de Diocleciano,cuyo edicto prohibía la celebración de la Eucaristía dominical
(cfr. Juan Pablo II, Carta ap. Dies Domini, n° 46). De la misma manera, nosotros, que profesamos la Resurrección de
Cristo como fundamento de toda la liturgia sacramental, repetimos: ¡sin los sacramentos del Señor no podemos vivir!
La formación permanente de los sacerdotes como formación al servicio de los sacramentos de la Iglesia adquiere así
todo su sentido. Los ministros de Cristo se identifican con Él y son enviados por Él para que, en su nombre y en su
persona, den a la Iglesia lo que Cristo quiere que ella, su Esposa bienamada, celebre sin cesar en acción de gracias,
hasta su retorno.
Como en los encuentros anteriores, toda la videoconferencia se desarrollará en conexión con los cinco continentes
en tiempo real. Habrá, en primer lugar, tres conferencias, de veinte minutos cada una, y luego tres intervenciones de
tres minutos cada una. En la primera, expondrá S.E. el Profesor Mons. Angelo Scola, Rector de la Pontificia
Universidad Lateranense; seguirán luego las reflexiones del Prof. P. Aloysius Chang S.I. desde Taipei, y del Prof. P.
Stuart Bate, desde Johannesburg.
A continuación, se desarrollarán las intervenciones de tres minutos: desde Madrid, el ProfP. Alfonso Carrasco
Rouco; desde Manila, el Prof. P. Gregory Gaston; desde New York, el Prof. P. Michael Hull; desde Bogotá, el Prof.
Silvio Cajiao S.I.; desde Sydney, el Prof. P. Julian Porteous. Luego, otra vez desde Roma, desde nuestra Sede de la
Congregación del Clero, tomarán la palabra el Prof. P. Antonio Miralles, el Prof. P. Giovanni Battista Mondin y el Prof.
S.E. Mons. Rino Fisichella.
3. El horizonte sacramental de la revelación (FR 13)
S.E. Mons. Angelo Scola,
Rector de la Pontificia Universidad Lateranense, Roma
15 de diciembre de 2001
1. La perspectiva del Vaticano II
Para abordar el tema de la sesión de hoy -La teología sacramental desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días-
es de utilidad observar que el núcleo de la teología sacramental actual puede concentrarse en la expresión de la
Fides et ratio que, en el n° 13, habla del horizonte sacramental de la revelación. Hay que decir, al respecto,que,aún
en nuestros días, predomina la lectura casi exclusivamente eclesiológica de los documentos del Concilio Vaticano II.
Sin querer disminuir la importancia objetiva de las Constituciones Lumen Gentium y Gaudium et Spes -y la
renovación que han significado para la teología y la vida de la Iglesia- me parece necesario subrayar el aporte
esencial de las Constituciones Dogmáticas sobre la Revelación Divina, Dei Verbum, y sobre la Sagrada Liturgia,
Sacrosanctum Concilium. En efecto, sólo la consideración y el estudio unitario, orgánico y articulado de las cuatro
Constituciones conciliares pueden permitir comprender la grandiosidad doctrinal, pastoral y espiritual de la última
asamblea ecuménica. En todo caso, nos permiten entrar en el horizonte sacramental de la revelación.
En la visión de conjunto de la teología actual, la reflexión sistemática y crítica sobre el sacramento tiene la misión de
justificar el dato de que para que la revelación de Jesucristo pueda alcanzar al hombre concreto de todo tiempo y
lugar, no puede dejar de pasar a través de los siete sacramentos. Pensadores como Casel, Schillebeeckx,
Semmelroth, de Lubac, Rahner y Balthasar -para mencionar solamente a los más cercanos a la asamblea conciliar-
habían trazado, de alguna manera, el camino de la nueva autoconciencia sacramental del Concilio Vaticano II. En
efecto, Dei Verbum desarrolla el concepto de revelación que es propio de la Dei Filius del Concilio Vaticano I.
Podemos decir, con el cardenal Henri de Lubac, que el Concilio Vaticano IIsustituye una "idea de la verdad abstracta
con la idea de una verdad lo más concreta posible: es decir, la idea de la verdad personal que ha aparecido en la
historia, que actúa en la historia y que, desde el seno mismo de la historia, es capaz de sostener toda la historia; la
idea de esta verdad en la persona que es Jesús de Nazaret, plenitud de la Revelación". La novedad estriba en la
intuición de la unidad profunda entre el carácter absoluto y la historicidad, entre necesidad y libertad, que es implícita
a la noción de verdad en la persona. La unidad de estas dimensiones, como señala Ratzinger, resulta posible por el
hecho de que la Dei Verbum, al realizar la concentración cristológica, propia de toda la reflexión conciliar, propone la
verdad como un acontecimiento. De esta manera, la Constitución sobre la Revelación Divina, sin disminuir en
absoluto la importancia de las formulaciones dogmáticas,recurre a un lenguaje en el que términos como verdad y
Jesucristo llegan a identificarse. Bien mirado, también la Sacrosanctum Concilium asume la misma perspectiva
cuando afirma, en el n° 2, que la liturgia posee "la característica de ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada de
elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo,
peregrina" (SC 2).
La reflexión de Lumen Gentium, al tomar como punto de partida la Iglesia como "sacramento o signo e instrumento
de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG 1), lo que constituye el contexto propio de
la perspectiva antropológica de la eclesiología pastoral que caracteriza especialmente la primera parte de Gaudium
et Spes, permite que la revelación sea considerada como un hecho "que ha tenido lugar en el pasado y que sigue
aconteciendo en la fe". Es el acontecimiento de una relación nueva y siempre actual entre Dios y el hombre.
Como documenta la reflexión más acreditada sobre la teología sacramental -me refiero, por ejemplo, a nombres
como los de Ladrière,Gerken o Chauvet- que se ha desarrollado, a veces con resultados discutibles,después del
Concilio, el sacramento es el ámbito apropiado para asir concretamente la verdad revelada. Es, pues, necesario,
para decirlo con las palabras de Fides et ratio, hablar de un horizonte sacramental de la revelación.
4. 2. Revelación y sacramento
Hemos dicho que hablar de un horizonte sacramental de la revelación significa presentar a Jesucristo como
acontecimiento de la verdad viva y personal. Se trata de un hecho decisivo para enfrentar in recto la célebre objeción
que la modernidad plantea al cristianismo: ¿Cómo puede que un acontecimiento que ha tenido lugar en el pasado -
bien conocida la fecha de la historia de Jesucristo- sea contemporáneo a todos los hombree en todos los tiempos?
Retomando las palabras de Lessing, ¿de qué manera nosotros, que vivimos dos mil años después, podemos
franquear el "maldito y ancho foso" que nos separa de Jesús de Nazaret?
Aquí se perfila la cuestión eclesiológica central. Si la Iglesia existe para ser mediación intrínseca de Jesucristo -
Lumen Gentium-, el problema puede ser planteado sólo en términos de aut-aut. O la Iglesia está en condiciones de
volver a proponer el evento de Jesucristo en el presente, de manera tal que el hombre, puesto aquíy ahora, pueda
encontrarlo y alcanzarlo efectivamente, o ese acontecimiento es inexorablemente pretérito. Si asíes, a pesar de que
la Iglesia tome de él inspiración, no puede más que presentarse a símisma y por sí misma y no como medio
intrínseco de Jesús en el hoy de la historia, es decir, como "sacramento, o signo e instrumento de la unión íntima con
Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG 1).
La respuesta a la pregunta que hemos planteado conduce al corazón de la teología sacramental, así como es
entendida sobre todo a partir del Concilio Vaticano II. Y esta respuesta lleva a definir a la Iglesia como sacramentum
radicale. Esta categoría explica la razón de por qué la naturaleza y la misión de la Iglesia consistan en la mediación
intrínseca de Jesucristo muerto y resucitado a la libertad finita de todo hombre en todo tiempo. La Sagrada Escritura,
la communio jerárquica y el sacramento son las formas de esa mediación. Sin embargo, como sacramentum
radicale, la Iglesia no es un substrato que subsiste en símismo y precede a los sacramentos; por el contrario, el
sacramentum radicale vive concretamente en el septenario de los sacramentos. No es difícil aquíreconocer, dentro
del mismo conjunto, la centralidad de la Eucaristía, si se considera que en ella se anticipa el plan prefijado del Padre,
es decir, el evento de Jesucristo,en su cumplimiento en la muerte y la resurrección.
También el Bautismo, como la Eucaristía, participa, a nivel originario, de la fecundidad sacramental que deriva
inmediatamente del cuerpo moribundo de Cristo, de cuyo costado manan sangre y agua (Jn 19,34). A su vez, la
Confirmación, en su relación intrínseca con el Bautismo, cumple la obra del Espíritu con vistas a la Eucaristía. El
Matrimonio, síntesis admirable de diferencia sexual, don de síy vida (misterio nupcial), expresa la relación Cristo-
Iglesia (Ef 5). La Ordenación sacerdotal se arraiga en la ofrenda de Jesús que se hace sacerdote, víctima y altar en
Su verdadero cuerpo.El sacramento de la Reconciliación tiene su vertiente propia en Cristo que lleva consigo, en la
cruz, el pecado del mundo y lo redime en Su Pascua de Resurrección. Con la Unción de los enfermos la Iglesia
acompaña a sus hijos en la enfermedad y la muerte, dando a quienes se encuentran en esa prueba la seguridad de
que Jesucristo es resurrección y vida (Jn 11,25ss).
En el cuadro que hemos delineado se destaca claramente la decisiva centralidad de la celebración litúrgica. La
mediación escriturística y la eclesial son mediaciones efectivas delacontecimiento Jesucristo sólo si suceden en el
concreto respeto de las exactas modalidades exigidas por la acción sacramental. Por ejemplo, es efectivamente una
comunidad cristiana aquella que reconoce el orden jerárquico de la liturgia afirmando que el obispo es quien guía la
Iglesia porque preside la celebración y no lo contrario, es decir que preside la celebración por ser el jefe de la Iglesia.
Lo mismo debe decirse de la Sagrada Escritura, apartándola de todos los reduccionismos sentimentales con los que
suele ser leída, de manera subjetiva, al desarraigarla del objetivo criterio litúrgico.Ese proceso de abstracción no
sólo deja de acoger la interpretación ofrecida por la liturgia, sino que prescinde también del sacramento y, por ende,
de la comunidad.
En la práctica de la vida litúrgico-sacramental, la libertad del hombre encuentra verdaderamente a Jesucristo como a
un contemporáneo. Además, todas las circunstancias y todas las relaciones, si son vividas dentro de esta lógica
5. sacramental, pueden constituir, en cierto sentido, la trama concreta de la existencia humana, ser formas
sacramentales por medio de las cuales el Padre interpela nuestra libertad.
3. Lógica sacramental y vida como vocación
El horizonte sacramental de la revelación que ha evocado Fides et ratio revela, pues, la verdadera naturaleza de la
existencia humana: la vida misma es vocación en la medida en que elhombre está llamado, en la fe, a decidir en
favor del Padre que, a partir de los sacramentos, en toda circunstancia y en toda relación quiere que sea hijo en el
Hijo. No pocas consecuencias derivan de tal concepción de las cosas: en primer lugar, por ejemplo, la necesidad de
determinar mejor el sentido de lo que hoy se llama discernimiento. Es necesario, pues, que éste permanezca dentro
del concepto más amplio de verificación, en el que el llamado al estado específico de vida cristiana queda
subordinado, a su vez, a la vida misma vista como vocación.
4. Jesucristo, Salvador presente en todo acto de libertad
En conclusión, puede decirse que en los sacramentos -y en la lógica sacramental que deriva de ellos- la Verdad se
comunica efectivamente porque es un acontecimiento vivo y personal, que sigue siendo tal en la realidad viva de la
Iglesia compuesta por personas concretas. De hecho, una realidad viva -Jesucristo- puede comunicarse sólo por
medio de otra realidad viva: la Iglesia. Las consecuencias de lo que aquíhemos sostenido en torno al método de la
vida cristiana no son, en absoluto, desdeñables.No es posible reducir a Cristo a un pretexto para la fe de un hombre
que terminaría siendo, en el mejor de los casos,un visionario o la víctima ingenua de creencias fabulosas. Cristo no
es tampoco el producto de razonamientos humanos o el resultado final de determinado sentimiento religioso.Gracias
a la fuerza del sacramento y a la lógica sacramental, Él es el evento originario que, por medio de la Santa Iglesia,
Mater et Magistra, encuentra a la persona en toda circunstancia y en toda relación. Es el Salvador presente en cada
acto de mi libertad.
6. Errores en la teología sacramental desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días
Padre Aloysius Chang, S.J.
Taiwan, Taipei
Introducción
El Concilio Vaticano II ha tratado sobre los sacramentos en distintos documentos. La Constitución Sacrosanctum
Concilium, por ejemplo,aunque no exponga directamente una doctrina sobre los sacramentos, ha influido
notablemente en el desarrollo posterior del pensamiento teológico en materia sacramental. La definición de la Iglesia-
sacramento, ofrecida por Lumen Gentium en el primer capítulo ("La Iglesia es sacramento de Cristo") ha contribuido,
especialmente, a una mayor y más amplia comprensión del concepto de la Iglesia-Misterio-Sacramento y de su
íntima conexión.
En septiembre de 1965, el papa Pablo VIpublicó la Encíclica Mysterium Fidei que se refiere al sacramento de la
Eucaristía. Este documento destaca, por un lado, a Cristo, presencia real y activa en los sacramentos, pero,por otro,
señala el cambio de paradigma de referencia del pensamiento teológico en materia sacramental: se observa, en
efecto, un pasaje del tradicional paradigma tomista, en cuyo centro se encuentra el concepto de substancia y
materia, al paradigma actual, más personalizado, de transfinalización y transignificación.
Si deseamos abordar los "errores en la teología sacramental desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días",
debemos, en primer lugar, explicitar que no está en nuestra voluntad hablar de errores de contenido o de formulación
doctrinal-dogmática, en mi opinión, del todo inexistentes, sino, en cambio, de aquellos errores o distorsiones que
influyen si se quiere una plena comprensión del sentido más profundo y verdadero de los sacramentos y, por ello, en
su asunción plena y sus efectos en la vida del cristiano.
He de desarrollar el tema enfocando cuatro puntos:
el abstraccionismo, la concentración, la desintegración, la secularización.
1. El abstraccionismo
Definimos como "abstraccionismo" la insistencia insuficiente en el Misterio pascual en la teología sacramental.
El Espíritu de Dios ha resucitado a Jesucristo, muerto en la cruz para la salvación del género humano. Él está vivo
en Dios y, de manera distinta, está presente en todas las cosas y todo regenera y a todo une bajo su autoridad. Es,
en efecto, diseño del Padre "hacer que todo tenga por cabeza a Cristo, lo que está e los cielos y lo que está en la
tierra" (Ef 1,10).
La liturgia sacramental de la Iglesia, en todos los sacramentos,sin distinción, dispensa los frutos del Único Misterio:
el misterio pascual de Cristo. De hecho, en cada sacramento, el Misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo se
vuelve presente, de maneras distintas, y actúa en la vida de todos los fieles y de la Iglesia, llevando a su
cumplimiento las gracias que significa cada sacramento.
El sacramento de la Eucaristía no es, pues, el único que celebra el Misterio pascual de Cristo, porque ese misterio
constituye la esencia de cada sacramento. Tomemos, por ejemplo, el sacramento de la Reconciliación y el del
Matrimonio. En el sacramento de la Reconciliación, nuestros pecados son cancelados en fuerza de la muerte y
resurrección de Cristo; en el del matrimonio, la ofrenda recíproca de los esposos es unida y confirmada por la
ofrenda de Cristo por su Iglesia. Lo mismo puede demostrarse para los demás sacramentos.
7. Decíamos: que el error del abstraccionismo consiste en abstraer al sacramento del Misterio central que lo constituye:
el de la Muerte y Resurrección de Cristo.
Se trata de un error que nace del discurso teológico tradicional, que solía insistir en la verdad sacramental sin
relacionarla, de manera debida, al Evento que la sostiene. Por ejemplo, el culto eucarístico y la Hora santa
(adoración del Smo. Sacramento) es sólo una prolongación del misterio eucarístico. De hecho, se corre el riesgo de
insistir sólo en la presencia de Cristo, desarraigada del misterio-clave que la ha hecho posible.Si es fácil caer en la
abstracción, en referencia a la Eucaristía, memorial por excelencia del misterio pascual, más fácil aún es hacerlo con
los demás sacramentos.
La consecuencia del error de abstracción es que la vida sacramental cae, a menudo, en la trivialidad y la
fragmentariedad, acentuando verdades secundarias o abstractas desarraigadas del Misterio pascual de Cristo. La
consecuencia es que la vida sacramental no conduce a la plenitud de los frutos que el sacramento contiene y tiende
a comunicar.
2. La concentración
Llamamos "concentración" a la atención concentrada en un único acto del rito sacramental (el que se conecta
directamente a la materia y la forma), subestimando o soslayando los demás.
En todo sacramento, el acto litúrgico en su conjunto hace visible, vuelve presente y comunica el misterio pascual de
Cristo. La teología sacramental, ayer como hoy, ha considerado y estudiado los sacramentos recurriendo a las
categorías tomistas de materia y forma. Aunque tengan su utilidad para comprender, aclarar y expresar algunos
conceptos,tales categorías presentan también sus límites. De hecho, ese paradigma ha llevado a considerar como
centrales, casi mágicos, algunos momentos especiales del rito con sus relativas fórmulas. Un ejemplo es el momento
y las palabras de la consagración para el sacrificio eucarístico; el de la absolución para el sacramento de la
Penitencia; la imposición de las manos en el sacramento del Orden sagrado, etc.Se olvida asíque el sacramento y
la liturgia son dos aspectos inseparables de la misma realidad.
La teología sacramental, basada en las categorías de "materia y forma" ha dado origen, involuntariamente, al error
de la concentración, es decir, ha llevado a considerar los sacramentos más bien como "sacramentos-causa", causa-
efecto, atribuyendo mucha importancia a los "efectos", al "porqué", más que al "sentido" o a la visión de conjunto del
sacramento, y provocando,por consiguiente, una visión reduccionista del simbolismo sacramental y de su influjo
sobre la vida del cristiano. A partir de ese paradigma, ha habido una concentración que ha absolutizado como acto
"único, constitutivo esencial" del sacramento, elque se refiere a "la materia y la forma", descuidando los demás. De
esta manera, se ha debilitado la experiencia completa y total del sacramento, disminuido su fruto en la vida real del
cristiano, restringido el simbolismo sacramental y empobrecido el simbolismo litúrgico,convirtiendo,a menudo, a
este último artificial y trivial, desarraigado del misterio pascual.
La teología sacramental tiene hoy el deber de restituir importancia y unidad a toda la acción litúrgica sacramental,
pues, aunque la liturgia tenga momentos culminantes y otros llamados introductorios, preparatorios o conclusivos,sin
embargo, toda la acción litúrgica, en su conjunto, es sacramento. En efecto, la liturgia sacramental es la unión o el
conjunto de determinados actos de una celebración en curso, y toda la acción litúrgica, en su conjunto (y no
solamente una sola parte o una parte más que otra), constituye la realización del sacramento.
3. La desintegración
La desintegración se refiere al problema y al peligro de resquebrajar la unidad indivisible de los valores de base de
cada sacramento: Gracia-Naturaleza-Iglesia.
8. Lo que hemos dicho de la concentración vale también para la desintegración, en el sentido de una escisión de los
valores unitarios que componen la misma verdad sacramental. Lo único que cambia es el paradigma de referencia.
Aquí el paradigma de referencia es dado por las categorías de "opus operatum" y "opus operantis": dos momentos
inseparables en el evento salvífico. En virtud del principio opus operatum, los sacramentos actúan por la obra de
salvación de Jesucristo,por el hecho mismo de que se cumple la acción, es decir, gracias únicamente a la potencia
de Dios; mientras el "opus operantis" destaca al hombre que acoge la acción de Dios en su vida y la necesidad de la
fe, la esperanza y la caridad para la plenitud del sacramento. El sacramento es, de hecho, un opus operatum porque
obra de por sí, como palabra única y eficaz de Dios en Cristo. Este opus operatum se dirige hacia el opus operantis
del hombre, que puede responder negativa o afirmativamente.
Así pues, los sacramentos no son "magia" ni mecanicidad, sino encuentro de la acción de Dios-libre y de la
respuesta del hombre-libre. Los sacramentos son eficaces sólo cuando encuentran la libertad humana. Pero también
la respuesta libre del hombre es un don de la gracia. La teología sacramental, que se funda en las categorías de
opus operatum/opus operantis, ha llevado a una fractura-desintegración de estas dos dimensiones, privilegiando
unas veces a una, otras a otra, aunque ambas pertenezcan al único Evento y lo vuelvan posible.
Jesús se expresa a través del símbolo. Asume, pues, el signo creado por el hombre (por ejemplo,comer pan y beber
vino) y lo transforma en un signo sacramental. El opus operatum hace que "el pan y el vino" se transformen en
Cuerpo y Sangre de Cristo, acción de salvación; pero si falta el opus operantis de la Iglesia, el evento no acontece,
no se manifiesta.
La acción de Dios y de la Iglesia son ambas inseparables e indispensables para que el evento sacramental se
cumpla. Si no hay signo humano, no hay símbolo. Si no está Cristo que concede al símbolo un signo y una fuerza
especiales que lo conviertan en "sacramento", no hay simbolismo sacramental. Si falta la Iglesia, ese símbolo no
toma forma manifestando y comunicando el misterio de Cristo. Como decíamos, el error de la desintegración
consiste precisamente en dividir los elementos que componen la realidad sacramental: Signo - Símbolo - Cristo -
Gracia y libertad - Iglesia y sacramento - Hombre. Es lo que Karl Rahner quiere lograr con la teología del símbolo:
saturar esa desintegración a través de la teología del simbolismo sacramental, que implica la superación de las
categorías tradicionales y del individualismo moderno.Decididamente la cultura actual, en efecto, sitúa al hombre en
el centro de todo. El hombre de hoy ve con gran simpatía todo lo que implica "contribución humana",
"autorrealización", "autoafirmación". Sin duda, es algo positivo si se trata de promover el desarrollo del hombre, pero,
en materia sacramental, puede llegar a precipitar en el "subjetivismo".
La forma mentis del hombre contemporáneo es opuesta a la perspectiva tradicional de la eficacia sacramental "ex
opere operato". El hombre actual siente espontánea inclinación a considerar los sacramentos desde una perspectiva
individualista y subjetiva. El subjetivismo moderno hace que se insista casi exclusivamente en la persona, como si el
sacramento fuera un hecho "privado, y su fruto se debiera al esfuerzo personal, más ligado a la experiencia del
sujeto, a su participación activa y a la implicación emotiva conectada al tipo de atmósfera que se logre crear,
haciendo olvidar la dimensión de la "gratuidad de la gracia" y el elemento eclesial".
También en lo que se refiere a la materia sacramental, ese individualismo debe ser contado entre los "errores de
disgregación". Es necesario admitir que la concepción sacramental actual y la del pasado pecan por igual de exceso
o falta, creando asíuna situación de "desintegración" conceptual y efectiva. Debemos educarnos a una visión
teológica de conjunto, que logre unir el "opus operatum" con el "opus operantis", así como es necesario unir e
integrar de manera armónica la "Gracia" y la "libertad", el individuo y la Iglesia. Es lo que quiere recordarnos la
Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium, cuando nos invita a volver a profundizar la teología sacramental y
sus implicaciones en la vida cristiana:
9. "Es un deseo ardiente de la madre Iglesia que todos los fieles sean formados para esa participación plena,
consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que es exigida por la misma naturaleza de la liturgia y a la que el
pueblo cristiano, "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (1 P 2,9; cfr. 2,4-5), tiene el derecho
y el deber en virtud del bautismo".
Esta afirmación es una invitación a superar la distinción entre la "eficacia sacramental en sí" (opus operatum) y la
"respuesta humana" (opus operantis), pues el sacramento es signo real de la gracia que contiene y comunica: es
acción pascual de Cristo, y es también acción de la Iglesia. Es el opus operatum de Cristo y el opus operantis de la
Iglesia, de la gracia que precede y de la libre respuesta humana, que debe ser plena, consciente y activa. Pero, al
mismo tiempo, es una invitación a superar el individualismo y el subjetivismo,porque la acción sacramental es un
"hecho eclesial", derecho y deber del Pueblo de Dios.
4. La secularización
La secularización se propone enfrentar los errores que nacen de la falta de claridad en la distinción entre las dos
esferas: la de lo "Sagrado" y la de lo "secular".
Al hablar de sacramentos, del mundo de la Gracia, entra también en juego la necesidad de aclarar el sentido y el
ámbito de lo "secular". Los dos ámbitos exigen claridad y respeto de los confines y las prerrogativas. El ámbito de lo
"sagrado" es el ámbito específico de los sacramentos, que son signos de la salvación dada por Dios, elSanto de los
Santos. Y ellos nos comunican su santidad. Cristo, Sacramento del Padre, ha confiado a la Iglesia (sacramento de
Cristo) los siete sacramentos, que son "actos sacramentales" de la Iglesia, signos eficientes de salvación q ue
introducen al hombre en la esfera de lo sagrado, de la gracia, de la comunión con el Absoluto. Sólo el ámbito
sacramental, establecido por Cristo mismo, tiene la prerrogativa infalible y certera de la "sacralidad". Actualmente se
tiende a equiparar la sacralidad sacramental a la de la presencia de Dios en la historia y la creación. S. Pablo afirma:
"Cristo es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda creación, porque por él fueron creadas todas las cosas, en
los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, tronos, dominaciones, principados, potestades: todo fue creado
por él y para él" (Col 1,15-16).
Aquí Pablo habla de dos sacralidades: la de Cristo, sacramento del Padre, y la de la creación, obra de Dios.Pero
esta suerte de sacralidad secular, que a su vez es manifestación de Dios,es distinta de la sacramental, que es la
única a la que se puede y se debe atribuir la prerrogativa de lo "sagrado". La presencia de Cristo en los sacramentos
y la presencia de Cristo en la creación y la historia son dos esferas que guardan una relación íntima, pero que no
están en el mismo plano, porque la Iglesia y los sacramentos son signos infalibles de la gracia, mientras que la
creación y el género humano, esperan, desde siempre, la salvación a través de la predicación del evangelio y los
sacramentos, y son ellos sus destinatarios.
A partir de esta distinción, consideramos a la Iglesia como "sacramento de lo sagrado" y a la humanidad y al
universo como el lugar "secular" de la presencia de Dios. Dado que la Iglesia es sacramento de santidad, utiliza un
lenguaje litúrgico y una acción litúrgica. La atmósfera exigida por la celebración está dictada por la naturaleza misma
de la Iglesia y del rito. Los participantes deben asumir, por lo tanto, una actitud y una conducta litúrgicas, sagradas.
Ello no excluye que, en la práctica, la liturgia requiera contextualización, animación y actualización. Sin embargo,
todo debe ocurrir en el respeto profundo de la naturaleza de la acción litúrgica, sin "secularizarla", pues p ertenece al
nivel sacramental, distinto del secular. Y es así aunque el universo subsista por Cristo y en Cristo.
Entre el Concilio Vaticano II y el día de hoy se ha dado un trabajo continuo de contextualización y actualización de la
liturgia; pero, por falta de claridad en la distinción entre el ámbito de lo "sagrado"y de lo "secular", no sólo ha
penetrado la secularización en la vida sacramental, sino que ha tenido influencia también en todo el ambiente y la
10. atmósfera litúrgica, y, por consiguiente,los sacramentos han perdido una parte de su sacralidad y, de cierta alguna,
se han secularizado.
Conclusión
Con referencia al tema de hoy, "Los errores en la teología sacramental desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros
días", hemos expuesto cuatro elementos que, a mi parecer, influyen en mayor medida en el sentido pleno de la vida
sacramental. Los cuatro guardan una relación estrecha, directa y negativa, con la teología sacramental, pero es
difícil, casi imposible,catalogarlos entre los errores propiamente dichos, de contenido o de formulación doctrinal.
Debemos admitir, sin embargo,que han influido e influyen todavía negativamente en la asunción plena de los
sacramentos en la vida y la visión cristiana de conjunto. La contribución que nuestro siglo, el siglo de la globalización
y, al mismo tiempo, de la fragmentaridad, está llamado a aportar en la materia sacramental, es una síntesis nueva
del pensamiento teológico sobre los sacramentos. Una aportación eficaz puede llegar de la reflexión teológica
oriental, quizá aún demasiado joven y poco afianzada, que tiene naturalmente la tendencia a considerar las cosas en
su "conjunto". Esta visión de conjunto es propia de la pedagogía y la lógica de la encarnación: Jesús, Dios verdadero
y Hombre verdadero,unión de la naturaleza y la gracia. Si, por un lado, los sacramentos son medios de santificación,
en los que la acción salvífica de Cristo alcanza a la totalidad del hombre, por otro son el momento en el que la
comunidad de los fieles responde a Dios, en Cristo, y lo glorifica. De esta manera, superan el dualismo
unidireccional, sea hacia abajo (gratuidad de la gracia), sea hacia arriba (respuesta humana/santificación subjetiva),
porque constituyen el momento de encuentro de dos contingentes:divino y humano. Solamente en ese encuentro se
realiza verdaderamente la acción salvífica de Cristo.
Además de evitar y superar todo dualismo, sea abstraccionista, sea de concentración, desintegración o
individualidad, la teología sacramental actual está llamada a salvaguardar el rito en su unidad de conjunto, en la
sacralidad de su naturaleza y en su dimensión eclesial. El evento pascual de la muerte y la resurrección de Cristo es
el evento por excelencia que se comunica a nosotros en los sacramentos. Todo acontecimiento tiene sus fases, sus
momentos. Todos son importantes y tienen una función específica. Es imprescindible no mutilar el rito,
seleccionando y mistificando sólo algunas partes. Todo es sacramento. Como acontecimiento litúrgico,el
sacramento necesita conservar su carácter sagrado, para no perder su "identidad sacramental", reduciéndose a
simple accción secular. El hecho de guardar esa sacralidad, exige claridad y respeto de la naturaleza y del ámbito de
lo sagrado, en contraposición, no en conflicto, con el ámbito de lo secular, para no vaciar lo sagrado -que es el objeto
de la teología sacramental- de su verdadera naturaleza y razón de ser: revelar y comunicar al hombre la sacralidad
de Dios.
11. Distintas corrientes de pensamiento sobre la teología sacramental que están en armonía con el Magisterio
desde el Vaticano II hasta nuestros días
Stuart C. Bate, OMI
Johannesburg
Introducción
En la teología y la práctica sacramentales, han surgido después del Vaticano II distintas tendencias, en las cuales
parecen destacarse un mayor sentido de la conciencia ritual, el impacto del RICA sobre el sentido de llegar a ser
cristianos, el declino del sacramento de la penitencia, la importancia creciente de la curación y de la unción de los
enfermos, la mayor conciencia de la sacramentalidad no sólo en los siete sacramentos tradicionales, sino en todo
nuestro obrar y, por último, la explosión de los ministerios auxiliares y laicales.Se encuentran en relación dialéctica
con estas tendencias algunas perspectivas teológicas que influyen en la teología sacramental y, por cierto, en
muchos otros sectores de la teología actual.
1. Sacramento y relación con Dios
La salvación se encuentra en el centro de la relación entre Dios y los seres humanos. El Vaticano II ha destacado el
tema de la relación subrayando que la Iglesia es el sacramento de la comunión de Dios con los hombres (LG 1). Por
su insistencia en la fe como fundamento del cristianismo, el lenguaje protestante se ha apuntado mucho más a la
dimensión experiencial de la fe, por lo cual, la esencia del cristianismo se plantea cada vez más como una
experiencia personal de Dios y de empeño personal hacia Dios. En la Iglesia católica, este tema se refleja en la
renovación carismática. El sacramento como encuentro interpersonal se ha convertido en una tendencia teológica
importante después delVaticano II.
Tanto Rahner como Schillebeeckx han tenido un papel importante en el desarrollo del discurso teológico sobre dicho
aspecto del sacramento. Rahner recurre a las perpectivas neotomistas y a Heidegger en su concepto del
Sacramento como autocomunicación de Dios. Tal comunicación de símismo a otro es siempre simbólica, porque "el
símbolo (...) es la autorealización de un ser en el otro, que es constitutivo de su esencia" (Rahner 1966: 234). La
esencia del sacramento es la autocomunicación de Dios a los hombres,es decir, una relación. "La realidad de la
autocomunicación divina crea por símisma su carácter inmediato al constituirse a sí misma como presente en el
símbolo" (pg. 252). La preocupación de Rahner se relaciona con la autorevelación de Dios en el encuentro entre lo
divino y lo humano. Para Schillebeeckx (1963), en cambio, es la relación misma la cuestión central. Por ese motivo,
su preocupación consisten en "corregir" la teología sacramental "de los manuales (en los que se presenta la)
tendencia hacia una perspectiva impersonal, casi mecánica (...), en especial, recurriendo a categorías físicas" (pg. 1).
Para Schillebeeckx es esencial el hecho de que "los sacramentos son la manera propiamente humana de
encontrarse con Dios" (pg. 4).
Semejante relación exige que respondamos con una acción de fe plena. Duffy (1982) supone que "esta dimensión
subjetiva de la fe/sacramento no ha sido nunca desarrollada de manera adecuada por la historia de la te ología..."
(pg. xii). La presencia de Dios en el sacramento nos llama a estar presentes ante Dios. Se trata de una presencia
que "es autodonación y amor que nos capacita" (pg. 3), y que se expresa en el compromiso. El sacramento encierra
el signo del compromiso por una praxis cristiana. "Los símbolos religiosos son la manera concreta en que Dios nos
invita a examinar la situación actual de nuestras vidas y los nuevos compromisos que puedan requerirse" (pg. 3).
La dimensión relacional de la salvación es uno de los temas preferidos por Juan Pablo II. La experiencia humana de
Dios radica en el hecho de que Cristo "se ha unido a sí mismo con cada hombre" (GS 22 en RH 13, cursiva en el
original). Por ello, la "Iglesia desea servir a este único fin: que cada persona pueda estar en condiciones de encontrar
12. a Cristo, para que Cristo pueda caminar con cada persona en el camino de la vida" (RH 13). La dimensión
eclesiológica (véase RH 18) y la sacramental (véase RH 20) quedan detalladas en el capítulo 4 de la encíclica.
2. El sacramento en un mundo de injusticia
Los sacramentos solicitan el compromiso cristiano para la moralidad en la praxis. Segundo (1974) sugiere que los
sacramentos fueron dados a la comunidad como medios de la gracia, "que es eficaz en lo que se refiere a la
liberación del hombre en la historia de la vida real" (pg. 55). Esta interpretación de la sacramentalidad implica el
distanciamiento de un concepto individualista de los sacramentos en relación a mi salvación, hacia un concepto más
comunitario de la salvación como pueblo de Dios (LG 13).
Pero, a menudo, la realidad permanece apartada de estas verdades teológicas.Fuellenbach (1995: 258) observa
que muchos se preguntan si "la Iglesia es verdaderamente el signo de unidad, amor, justicia y esperanza e n el Reino
definitivo...". Y el teólogo surafricano AlbertNolan (1988: 212 sigs.) cita Isaías 1:11-17 para deplorar el ritualismo
vacío en los sacramentos y en la liturgia desligada del sentido de justicia. Advierte que "todas las religiones corren el
riesgo de degenerar en meros ritos, fórmulas y formalismos ajenos a la vida" (pg. 212). Los sacramentos y la liturgia
son siempre imperativos éticos. "Los sacramentos pertenecen a los cristianos, a la Iglesia, y en el comportamiento,
las elecciones de vida y los estilos de vida de los cristianos,en sus relaciones y formas de vida en el mundo, la ética
y los sacramentos de Jesús encuentran su sentido y su fuerza" (McKenna 1997: 21).
3. El ministerio de colaboración
Antes del Vaticano II, el ministerio sacramental era una unción que competía casi exclusivamente a los ministros
ordenados de la Iglesia. Después del Concilio, ha proliferado la implicación del laicado en los ritos de la Iglesia. A
pesar de que algunas funciones permanezcan reservadas a los ministros ordenados, han sido recobradas muchas
tradiciones más antiguas, que confiaban papeles y reponsabilidades a otros roles.
El Vaticano II afirma que la Iglesia es el pueblo de Dios y que en el bautismo todo el pueblo de Dios está llamado a
participar del sacerdocio de Cristo porque "...el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial (...) están
ordenados el uno al otro; ambos, en efecto,participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo" (LG
10). Esta perspectiva promueve la colaboración en el ministerio porque la celebración de la Iglesia tendría que ser un
signo de la naturaleza sacerdotal de todo el pueblo de Dios. Además,reconoce la importancia de la diferencia en los
roles según la vocación y la misión. Con referencia a la colaboración en el ministerio, puede leerse: "Se debe
observar con satisfacción que, en muchas Iglesias particulares, la colaboración de los fieles no ordenados en el
ministerio pastoral del clero se ha desarrollado de manera muy positiva. Ha producido una abundancia de buenos
frutos..." (Sacerdotes y laicos 7).
La escasez tradicional de ministros en los países de misión ha significado que los catequistas locales predicasen y
condujesen celebraciones en los lugares más remotos.Aquellos hombres han tenido un papel muy importante en la
implantación de la Iglesia en África. Después del Vaticano II, la Iglesia ha preferido promover ministerios
comunitarios desde el interior de las comunidades en lugar de que un solo laico asumiera una función de líder. La
introducción de dichos ministerios en Sudáfrica fue considerada como una ampliación del ministerio, no sólo para
responder a la escasez de clero, sino también para profundizar la misión de la Iglesia (PA 1: 2). Otra finalidad fue la
de disminuir el carácter paternalista del papel del sacerdote en la Iglesia, de manera que la Iglesia católica dejara de
basarse tanto en el sacerdote para centrarse más en el Pueblo de Dios (PA 1: 4).
Desde 1974, el Lumko Missiological Institute ofSouth Africa ha publicado un gran número de programas de
instrucción para ministros comunitarios, que han tenido resonancia en todo el mundo. La mayor parte de las
parroquias en las zonas rurales de Sudáfrica cuentan actualmente con equipos de ministros que atienden a los
13. enfermos, dirigen entierros y servicios de comunión. De maneras distintas, ello convierte a la Iglesia en un signo más
eficaz del pueblo de Dios.Pero el papel del sacerdote adquiere mayor importancia en esa situación. Aunque las
vocaciones sigan creciendo, la escasez persistente de ministros ordenados indica que mucho queda por hacer.
4. La conciencia creciente de la cultura: la inculturación
La cultura de un pueblo puede ser entendida como el sacramento de su humanidad. Es la manera en que su
humanidad se hace visible en el mundo.Los estudios de humanidades han experimentado, recientemente, un
cambio que va desde las perspectivas racionalistas y objetivas -expresadas según modelos hermenéuticos, ya sea
marxistas, positivistas o estructuralistas- hacia una conciencia del papel de la cultura y de las emociones en la
motivación humana. Es lo que se ha dado en llamar "viraje cultural" (Ray & Sayer 1999: 1 sgs.). Encontramos
también esta tendencia en la teología, y en especial en la teología sacramental. Uno de los temas señeros de los
escritos de Juan Pablo IIha sido el papel de la cultura en la vida de la gente y la Iglesia. El cardenal George (1990:
17) observa que "cuando el Cardenal Karol Wojtyla fue elegido papa, no tardó en situar la cultura, de una manera
original, en el lugar central de los programas de la Iglesia". La inculturación ha aparecido como una clave teológica
muy importante en la teología sistemática y pastoral. La palabra se encuentra, por primera vez, en Catechesi
tradendae (53), pero sus aspectos teológicos se hallan expuestos, sobre todo,en Slavorum Apostoli, donde aparece
definida como "la encarnación del evangelio en las culturas locales" (SA 21). Dicho proceso no debe ir acompañado
por una actitud de exclusividad cultural, puesto que, para poder ser un verdadero sacramento, la Iglesia tiene que
manifestar la unidad entre todas las culturas. Ello proporciona dos criterios importantes para la inculturación: la
compatibilidad con el Evangelio y la comunión con la Iglesia universal (EA 62).
"La inculturación sostiene que la fe puede hallar en las culturas africanas un hogar y que esa nueva morada pueda
proyectarse aun hacia nuevos desafíos" (Tlhagale 1995b: 170). Estudios recientes relacionados con la teología
sacramental en Sudáfrica comprenden a los antepasados (Tlhagale 1995a), el matrimonio (Hlatshwayo 1996) y las
nociones africanas y cristianas de sacrificio y la Eucaristía (Sipuka 2001). Es esencial que la reflexión teológica
posea la información necesaria para evitar prácticas formuladas apresuradamente que pueden dar lugar a
exageraciones o a excesos. De tal manera, la Iglesia local se convierte en un verdadero sacramento de Cristo para
su pueblo.
5. La reafirmación de la tradición católica
El hecho de que muchas cuestiones nuevas hayan surgido en un lapso bastante breve indica que hay una Iglesia y
una sociedad que se encuentran en una situación fluida. "En los años inmediatamente posteriores al Concilio
Vaticano II, hemos visto algunas formas muy virulentas de "nuevas religiones"" (Cunningham 1985: 200). En tales
circunstancias, el peligro es que lo contingente y las preocupaciones del momento puedan ser amplificados de
manera tal que la comunidad local pierda la percepción del conjunto. Muchas de las divisiones pasadas han surgido
de situaciones semejantes.Ha brotado una tendencia en respuesta a ese peligro, que consiste en la recuperación
creciente del valor del catolicismo como un signo importante de los tiempos. Cunningham confía en que la "tradición
católica" sea "lo bastante amplia como para absorber estos entusiasmos y distinguir lo que tiene valor a largo plazo"
(pg. 200). Pero, en ese sentido, el catolicismo debe ser entendido como insistencia en la importancia de la tradición
teológica y magisterial junto, con el reconocimiento de la importancia de la unidad eclesial en un mundo de
diversidades.O'Malley (1983: 406) advierte que, en un tiempo de renovación radical, es importante que la Iglesia no
pierda de vista su continuidad con el pasado. Un "impulso persistente de reconciliar "la naturaleza y la gracia", si es
colocado en el nivel de las instituciones sociales, representa un impulso que la Iglesia se reconcilie con la cultura
humana en todas sus dimensiones positivas (...). La Iglesia queda plenamente incorporada en la historia humana y
los cambios que allítienen lugar la afectan profundamente". Tales cambios son esenciales si la Iglesia ha de
permanecer fiel a su misión de ser un signo eficaz de salvación.
14. Por esta razón, el Magisterio debe ejercer el papel de preservar la centralidad en una época de pluralismo teológico y
práctico. Dicho papel se ha vuelto cada vez más evidente en el último cuarto del siglo XX, durante el cual se han ido
publicando numerosas enseñanzas e instrucciones,en la que se ofrecen las líneas maestras dogmáticas y se ordena
y aclara la praxis sacramental en la Iglesia. De esta manera, el magisterio cumple con su papel de mantener la
integridad de la Iglesia como sacramento de unidad (LG 1) e instrumento vivo de la salvación (LG 8). Esas
instrucciones se han propuesto afirmar muchas de las iniciativas surgidas de las tendencias que hemos delineado.
Pero, al mismo tiempo, intentan evitar los excesos que, al introducir nuevas praxis, confunden la eficacia del signo y
se oponen a la tradición.
Conclusión
El pluralismo creciente en la interpretación y la praxis ha sido equilibrado por la afirmación de una exigencia de
unidad y coherencia para expresar verdaderamente aquello que defiende la Iglesia católica. Según Power (1999: 2),
la terminología "conflicto de interpretaciones expresa muy bien las distintas maneras en que la tradición sacramental
es incorporada por las distintas comunidades". Este conflicto exige una respuesta tendiente a promover la
comprensión entre las interpretaciones. Sólo de esta manera se puede favorecer la unión. Power sugiere que una
perspectiva posmoderna del sacramento puede proporcionar una ayuda, puesto que permite la integración de
metanarraciones, aparente o superficialmente distintas, en un conjunto más amplio. En la teología sacramental se
requiere una perspectiva más compleja e incluyente,para que pueda asíproponer "la atención hacia el otro (...), una
nueva conciencia para con aquellos que han sido excluidos o marginados, también dentro de la vida de la Iglesia
(...), una nueva búsqueda de lo santo y una búsqueda de lo que une al ser humano con los demás seres (...), mayor
atención hacia el mundo que nos rodea (...), una ética arraigada en la sabiduría de la manera en que, de día en día,
vivimos en la fe en la presencia de Dios" (pg.16). La aparición de nuevas tendencias no debe desalentarnos, sino
más bien desafiarnos a que realicemos una reflexión teológica mayor para unir lo que tiene valor en un conjunto
católico más grande.
Referencias
Cunningham, L. (1974), The Catholic experience, New York: Crossroad.
Duffy, R. (1974), Real presence, San Francisco: Harper and Row.
EA: Ecclesia in Africa. Exhortación Apostólica de Juan Pablo II, 14 de septiembre de 1995.
CT: Catechesi Tradendae. Exhortación Apostólica de Juan Pablo II, 16 de octubre de 1979.
Fuellenbach, J. (1995), The Kingdom of God: The message of Jesus today, New York: Orbis.
George, F.E. (1990), Inculturation and Ecclesial Communion: Culture and the Church in the teaching
of Pope John Paul II, Rome: Urban University Press.
GS: Gaudium et Spes: Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno (Concilio
Vaticano II).
Hlatshwayo, B. (1996), Inculturation of Marriage among the Batswana, in S.C. Bate (ed.), Serving
Humanity: A Sabbath Reflection: The Pastoral Plan of the Catholic Church in Southern Africa after
Seven Years, Pietermaritzburg: Cluster Publications, 112-122.
LG: Lumen Gentium. Constitución dogmática sobre la Iglesia (Concilio Vaticano II).
15. McKenna, M. (1997), Rites of Justice, New York: Orbis.
Nolan, A. (1988), God in South Africa: The Challenge of the Gospel, London: CIIR.
O'Malley, J. (1983), Developments, reforms, and two great reformations: toward a historical
assessment of Vatican II, en Theological Studies 43, 373-406.
PA 1: The transformation of Ministry: Report of the joint commission for the study of the Ministry.
Pastoral Action Series No 1. Pretoria: SACBC, 1975.
Power, D. (1999), Sacrament: The language of God's giving, New York: Crossroad.
Sacerdotes y laicos. Instrucción sobre algunas cuestiones en relación con la colaboración de los
fieles no ordenados con el ministerio sagrado del sacerdote, 15 de agosto de 1997.
Rahner, K. (1966), Theological investigations. Vol. IV, London: Darton, Longman & Todd.
Ray, L. & Sayer, A. (1999), Culture and Economy after the cultural turn, London: SAGE.
SA: Slavorum Apostoli, Carta encíclica de Juan Pablo II, 2 de junio de 1985.
Schillebeeckx, E. (1963), Christ the Sacrament, London: Sheed and Ward.
Segundo, J. (1974), The Sacraments Today, New York: Orbis.
Sipuka, S. (1995b), The sacrifice of the mass and the concept of sacrifice among the Xhosa: towards
an inculturated understanding of the Eucharist, University of South Africa (tesis doctoral inédita).
Tlhgale, B. (1995a), Ancestors and the Paschal mystery, en Makobane etal. (eds.), The Church and
African Culture, Germiston: Lumko, 53-64.
Tlhgale, B. (1995b), Bringing the African culture into the church, en Makobane etal. (eds.), The
Church and African Culture, Germiston: Lumko, 169-185.
16. La Conciencia Sacramental
La comunión del hombre con Dios es hecha posible por la asunción de la humanidad por el Hijo de Dios, en la
humanidad, por tanto, de Jesucristo. Él es el mediador, el misterio de Dios en medio del mundo. El hombre no tiene
un acceso diferente e inmediato a la plenitud divina y a la propia plena realización.
La conciencia cristiana surge en la acogida de este "sacramento", de la manifestación y realización presente del
designio salvífico divino en Jesucristo; y,por tanto, surge según las formas históricas escogidas por Dios para
comunicarse definitivamente al hombre.
En el centro mismo de la economía de la salvación se encuentra la persona y la obra de Jesús de Nazaret, el Hijo de
Dios hecho hombre según la voluntad del Padre y por obra del Espíritu Santo; y cuya entrega por los hombres inicia
en la Encarnación, continúa en su camino histórico en medio del pueblo de Israel, y llega a su plenitud, anticipada en
la Última Cena, en la cruz y la resurrección gloriosa, y en el don del Espíritu por parte del Resucitado
Este Espíritu Santo, en efecto, introducirá a los discípulos en la comprensión de toda la verdad revelada por
Jesucristo, la cual no es sólo una doctrina más o menos compleja o novedosa, sino la realidad plenamente presente
del amor del Padre y del Hijo, hecho palpable en la humanidad de Jesucristo.El Espíritu hará posible gratuitamente
la participación en tal relación de amor, vivida humanamente por el Hijo en la tierra y ofrecida a los hombres como el
Don de la presencia misericordiosa y salvadora de Dios.
De hecho, los apóstoles, tras Pentecostés, no proponen a los hombres simplemente nuevas interpretaciones de la
existencia, sino que anuncian la salvación obrada por Dios en Jesús el Nazareno, e introducen en la realidad que
anuncian: en el conocimiento y la comunión con Cristo, en la vida de hijos adoptivos unidos al Primogénito, como
criatura nueva reengendrada de germen no corruptible. En una palabra, anuncian el Evangelio para que los hombres
puedan estar en comunión con ellos, que están "en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo".
La acogida creyente de la Palabra de Dios implicará, por tanto, aceptar su presencia encarnada, la comunicación de
sí que ofrece gratuitamente Jesús en el don de su Cuerpo y de su Sangre, su particular "lavatorio de p ies" en la
Última Cena. La fe y la conciencia cristiana no alcanzan, pues, su forma plena sin el sacramento fundamental de la
comunión en el Cuerpo de Cristo; es decir, sin el bautismo en el nombre delSeñor, sin la comunión de la Eucaristía,
sin la vida en la unidad visible generada por Cristo y a cuyo servicio envió a los Apóstoles como pastores.
De este modo, el designio salvífico divino asegura la contemporaneidad de Cristo respecto al hombre de cada época,
que se realiza en el cuerpo vivo de la Iglesia, la cual, gracias al Espíritu Santo, vive en comunión con el Señor
resucitado y puede ser así"como un sacramento", signo e instrumento de la unión del hombre con Jesucristo.
Por consiguiente, desde los orígenes mismos de la tradición cristiana, los creyentes son plenamente conscientes de
no ser introducidos sólo al conocimiento de un mensaje humano sobre Dios,sino a una realidad de naturaleza
sacramental, en la que se une lo humano y lo divino, a la Comunión con Cristo y, en Él, a una unidad nueva y más
profunda con Dios y con todos los hombres.
17. Sacramentos y Ecumenismo
Rev. Gregory D. Gaston
Manila, Filipinas
El Catecismo de la Iglesia católica enseña que los discípulos de Cristo están vinculados entre sí, en primer lugar, por
la caridad. Pero la unidad de quienes estamos aún sobre la tierra, la Iglesia peregrina, "está asegurada por vínculos
visibles de comunión: la profesión de una misma fe recibida de los apóstoles; la celebración común del culto divino,
sobre todo de los sacramentos;la sucesión apostólica por el sacramento del orden" (n° 815). Si en la Iglesia católica
los sacramentos son signos visibles de comunión, ¿qué consecuencias tiene para la Iglesia católica que va camino
hacia la comunión con otras Iglesias cristianas? ¿Qué consideraciones se pueden hacer sobre los sacramentos en el
diálogo ecuménico?
El Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, en su documento La dimensión ecuménica en la formación de
quienes trabajan en la pastoral, incluye, entre los problemas actuales del ecumenismo, el estudio de los principios
católicos que rigen la participación común en lo espiritual y lo sacramental. El mismo documento, en la sección
referida a los "Fines y Métodos del Ecumenismo", dice que "El concepto católico de unidad la considera un d on por
medio del cual Dios hace a los cristianos partícipes de su misma comunión. Sus elementos centrales son: la unidad
en la fe, la unidad en la vida sacramental y la unidad en el ministerio". Siendo,pues, los sacramentos un signo visible
de comunión en la Iglesia católica, no pueden ser descuidados en el diálogo para la comunión con otras Iglesias
cristianas. El bautismo constituye un vínculo fundamental de comunión entre cristianos. Las heridas de la unidad que
han hecho surgir las distintas Iglesias no han modificado el hecho de que "todos los que han sido justificados por la
fe en el bautismo se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y
son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor" (Unitatis Redintegratio 3 §
1). Asimismo, el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, en su Directorio para la aplicación de los
principios y las normas sobre ecumenismo del 25 de marzo de 1993, discute sobre "la comunión que existe con otros
cristianos basada en el vínculo sacramental del Bautismo y las normas para la participación conjunta en la oración y
en otras actividades espirituales,incluyendo algunos casos especiales en que se comparten los sacramentos". La
administración de los sacramentos de la Eucaristía, la Penitencia y la Unción de los enfermos a cristianos de otras
Iglesias y Comunidades eclesiales ha de ser "permitida, o, es más, recomendada",aunque "sólo a quienes participan
de su unidad en la fe, el culto y la vida eclesial",y sólo "en ciertas circunstancias, de manera excepcional, y bajo
ciertas condiciones". Con estas referencias, "además de ser signos,los sacramentos -en especial, la Eucaristía- son
fuentes de unidad de la comunidad cristiana y de vida espiritual, y son medios para edificarlas". El ecumenismo es
una misión que trasciende las fuerzas humanas. Por eso es necesario imitar a Cristo en la oración por la unidad:
"Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo
crea que tú me has enviado" (Jn 17,21).
Referencias
1. Vaticano II, Unitatis Redintegratio.
2. Catecismo de la Iglesia católica 813-822.
3. Código de derecho canónico de las Iglesias Orientales, can. 671, §§ 2-3.
4. Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, Directorio para la aplicación de los principios y las normas
sobre ecumenismo.
18. 5. Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, Directivas para la admisión a la Eucaristía entre la Iglesia
Caldea y la Iglesia Asiria de Oriente, Roma, 20 de julio de 2001.
19. Ponencia: Los Sacramentos y los medios de comunicación de masa
Padre Michael F. Hull
Hace casi cuarenta años, el Concilio Vaticano II en su decreto Inter mirifica supo comprender anticipadamente la
importancia de los medios de comunicación de masa, y en el consiguiente establecimiento del Consejo Pontificio
para las Comunicaciones sociales, fundado por el papa Pablo VI. En concomitancia, en Lumen gentium, la Iglesia se
refiere a sí misma como el "sacramento de la salvación". Consciente del papel decisivo de los medios de
comunicación para cumplir con el mandamiento del Señor en Mateo 28,19 y atendiendo a su naturaleza sacramental,
la Iglesia tiene, actualmente, a su disposición múltiples instrumentos para proclamar la Buena Nueva en el tercer
milenio.
Los siete sacramentos, signos instituidos por Cristo, que efectúan lo que significan, son los principales ritos litúrgicos
de la Iglesia y tienen existencia "a través de la Iglesia" en cuanto son mediadores de la gracia para el mundo. Pero,
al mismo tiempo, los sacramentos son "para la Iglesia" en la medida en que vuelven visibles los frutos de la Pasión
(Santo Tomás de Aquino, Summa theologia, III, q. 60, a. 3) y refuerzan la fe (Sacrosanctum concilium, n° 59). Los
medios de comunicación le ofrecen a la Iglesia el camino de acceso para dar a conocer a todos los pueblos su
misión de santificación y, al mismo tiempo, le brindan los instrumentos para que pueda formar a sus propios hijos.
Sin duda, los progresos tecnológicos en los medios de comunicación en los últimos cuarenta años nos dejan
atónitos. Éstos se han ido expandiendo más allá de la radio, los filmes y la televisión, hasta incluir las computadoras,
la transmisión vía satélite e internet. A su vez han extendido su alcance: la tecnología, en otras épocas accesible
sólo para pocos países desarrollados, está presente, ahora, en todos los rincones de la tierra. Gracias a estas
formas que hasta hace muy poco eran inimaginables, la Iglesia tiene actualmente acceso a un número incalculable
de medios de comunicación de masa. Mientras en el pasado la Iglesia tenía que luchar por obtener un "espacio de
escucha" y formular su mensaje de manera que pudiera adaptarse a él, los nuevos recursos ofrecen ahora la
posibilidad de iluminar el carácter sacramental de la Iglesia y de cada sacramento a través de los ilimitados canales
de internet.
Para recurrir a una expresión corriente, los medios de comunicación permiten que la Iglesia santifique la "aldea
global". La tecnología actual es el instrumento por medio del cual los antiguos mysteria pueden ser dados a conocer
y apreciados más profundamente en las cuatro extremidades de la tierra. Los medios de comunicación ofrecen
oportunidades que la Iglesia no puede darse el lujo de desaprovechar. Como enseña San Pablo, en 1 Cor 1,23,
predicamos a Cristo, Cristo crucificado, y los sacramentos constituyen la marc distintiva de la predicación: son los
siete signos y símbolos eficaces de la vida de Cristo. Los sacramentos son los mensajeros de la salvación al mundo.
La Iglesia tiene el deber de usar los medios de comunicación para revelar el designio salvífico que Dios reserva a los
hombres. Gracias a Dios, la Iglesia sigue con atención este deber: pueden verse dos ejemplos fehacientes en esta
serie de videoconferencias promovidas por la Congregación del Clero y en el hecho de que, hace pocos días, el
Santo Padre utilizara internet.
Así como Lucas se esforzó por escribir a Teófilo un relato ordenado de la verdad (Lc 1,4), de la misma manera la
Iglesia tiene que presentar una relación ordenada de la verdad a sus miembros y al mundo. Los instrumentos
actuales que ofrecen los medios de comunicación, en especial internet, constituyen un momento lleno de gracia para
que la Iglesia se presente a símisma como sacramento de salvación, para que vaya hacia el mundo y proclame la
Buena Nueva.
20. PALABRA Y SACRAMENTO
Prof. Silvio Cajiao, S.I.
"Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en
estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo" (Hb. 1,1-2 a.) nos dice la Carta a los Hebreos que nos
expone la teología mediadora entre Dios y los hombres del sacerdocio de Jesucristo y que nos está indicando cómo
Dios ha querido comunicarse definitivamente a través de la Palabra encarnada, es decir de su propio Hijo.
De igual forma al final del prólogo del Evangelio de San Juan encontramos que la presentación que hace de
Jesucristo como la Palabra, con mayúscula, nos está dando una expresión contundente de su función reveladora
definitiva ya que dice así: "A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha
contado" (Jn. 1,18).
Contemporáneamente nos dice la Constitución Dei Verbum del Vaticano II que "El plan de la revelación se realiza
por obras y palabras intrínsecamente ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y
confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las ob ras y
explican su misterio. La verdad profunda de Dios y de la salvación delhombre que transmite dicha revelación,
resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda revelación." (No. 2)
Así que querer aportar una reflexión sobre la relación entre "palabra" y "sacramento" en el contexto posterior al
Vaticano II nos sitúa en un horizonte de trabajo interdisciplinar puesto que hoy en día la profundización en la ciencia
del lenguaje ha sido enriquecida ampliamente por la lingüística que a su vez hay que situar en el estudio de las
humanidades y necesariamente en el de la antropología, la epistemología, la semiología y el estudio comparado de
las religiones.
Marshall McLuhan, filósofo de la comunicación, considera que la verdadera comunicación es aquella en la que "el
medio es el mensaje". Para nosotros los creyentes en el Dios de Jesucristo eso es lo que justamente ha ocurrido en
la revelación que el Padre ha querido hacer de símismo en su Hijo. Asípara nosotros la historia es historia de
salvación y la Iglesia es el medio histórico de esa salvación puesto que ella seguirá proclamando hasta los confines
del universo y hasta que el Señor vuelva esa Palabra de salvación, que a su vez se hace Palabra que se celebra y
proclama y que al ser acogida desde la fe produce lo que significa sacramentalmente, comunicación de la vida de
Dios, participación en el misterio pascual de Jesucristo, de su perdón,de la incorporación en la comunidad de
salvación, de la santificación del amor humano, de la consagración al servicio del Pueblo de Dios de la eficacia de la
Palabra de Dios que no en vano sale de su boca.
La aproximación que hacemos los seres humanos a la realidad que nos circunda no puede ser de otra manera sino a
través de la mediación representativa o simbólica que yendo más allá de los signos naturales articula lenguajes
cifrados de todo tipo, fonéticos, gráficos, musicales, artísticos, virtuales. La relación entre el mensaje y el referente –
función referencial – y entre el mensaje y el código –función metalingüistica- es en ambos casos el dinamismo de la
historia de la salvación, es la historia misma, que permite reconocer que Dios salvó,salva y seguirá salvando. Y es,
también, en ambos casos la celebración litúrgica, en la que la experiencia de salvación primigenia se actualiza en el
presente y se abre hacia el futuro.
Para las nuevas generaciones que han vivido en la Iglesia, posteriores al Vaticano II, quizás no han sabido valorar lo
que supuso la decisión de la constitución Sacrosanctum Concilium (Cfr. No. 36) de hacer más asequible el contenido
del misterio celebrado en la liturgia mediante la utilización de las lenguas vernáculas. Es en efecto de esta forma
como los fieles cristianos han podido tomar conciencia que es Cristo mismo quien obra y se hace presente e n toda la
21. acción litúrgica y en la oración de la comunidad pero de un modo especial nos dice el No. 7 de dicha constitución
"Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla."
Leemos en el No. 1101 del Catecismo de la Iglesia católica: " El Espíritu Santo es quien da a los lectores y a los
oyentes, según las disposiciones de sus corazones, la inteligencia espiritual de la Palabra de Dios. A través de las
palabras, las acciones y los símbolos que constituyen la trama de la celebración, el Espíritu Santo pone a los fieles y
a los ministros en relación viva con Cristo, Palabra e Imagen del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a su vida el
sentido de lo que oyen, contemplan y realizan en la celebración."
De aquí que sea de máxima ponderación el cuidado que debemos tener los servidores de esa Palabra en su
preparación pues junto con la Palabra de Dios proclamada debe ir nuestra palabra que la declara y la adapta a las
circunstancias de tiempos, lugares, culturas, mentalidades, ciclos litúrgicos,circunstancias concretas de la
comunidad que vive y se alimenta de dicha Palabra.
Gracias,
Silvio Cajiao, S.I.
BIBLIOGRAFIA
CORPAS DE POSADA, Isabel, Teología de los Sacrmentos. – Experiencia cristiana y lenguaje sacramental eclesial.
San Pablo, Santafé de Bogotá, 1993. Con una amplia bibliografía al final.
ROCCHETTA, Carlo, Sacramentaria fondamentale. – Dal "mysterion" al "sacramentum"., EDB, Bologna, 1990.
Igualmente con una amplia bibliografía al final.
22. Reflexión sobre la situación de la vida sacramental en Australia
Fr. Gary Devery, OFM Cap
Sydney, Australia
Las reformas de la liturgia y de los sacramentos que siguieron al Vaticano II fueron acogidas con entusiasmo en
Australia, donde se han realizado grandes progresos para su fecundo cumplimiento.Sin embargo, a nivel parroquial,
las reformas se han llevado a cabo sin una catequesis adecuada, como lo demuestra la praxis de la celebración del
bautismo, la Misa y la penitencia.
La mayoría de los bautismos que se celebran en las parroquias se dirigen a parejas que no practican o lo hacen
poco. Por ello, la preparación de los niños para la recepción de la penitencia, la confirmación y la santa primera
comunión se dirigen a niños que tienen escasos contactos con la Iglesia. Aunque las reformas han enriquecido la
modalidad en que se celebra la Misa en las parroquias, la asistencia a la Misa, en particular entre los fieles jóvenes,
sigue disminuyendo de manera preocupante.
En Australia, las respuestas teológicas y pastorales tratan de enfrentar estas difíciles situaciones en armonía con los
documentos oficiales producidos por las distintas instancias de la Curia romana. Por cierto, la clave de una respuesta
adecuada está en dar la prioridad a la catequesis de los adultos. No alcanza con que dicha catequesis sea didáctica,
sino que debe ser integral para transmitir una experiencia viva de Jesucristo por medio de la vida sacramental de la
parroquia. En Australia, se requiere una comprensión más amplia de lo que significa la catequesis.A menudo,se la
reduce a una transmisión de informaciones, en lugar de considerarla "como una escuela de fe, una iniciación y un
aprendizaje de toda la vida cristiana (...) vinculada intrínsecamente a toda acción litúrgica y sacramental".
El Directorio general para la catequesis de la Congregación del Clero ve la exigencia de que se le conceda prioridad
a la catequesis de adultos en las parroquias. Es allídonde la catequesis adquiere la forma de "una catequesis
postbautismal, la forma de un catecumenado (...) que vuelve a presentar algunos de los elementos del Rito de la
Iniciación Cristiana de los Adultos con el fin de que la persona comprenda y viva la inmensa, extraordinaria riqueza y
responsabilidad que ha recibido en el Bautismo". En las parroquias en las que hemos asumido concretamente esta
exigencia, somos testigos de un retorno a una participación plena y fecunda en la vida sacramental, en especial,
entre los jóvenes. En este contexto, los jóvenes vuelven a descubrir también un profundo aprecio hacia el
sacramento del Orden Sagrado.
1. Directorio general para la catequesis (1997), n° 30.
2. Ibid., cita tomada de Catechesi Tradendae (1979), n° 23.3 n. 258a.
23. Los sacramentos en general
Prof. S.E.R. Mons. Rino Fisichella, Roma
Los sacramentos representan, en la vida de la fe, un horizonte significativo. Es difícil concebir otro espacio fuera de
él que permita constatar directamente la colaboración entre la naturaleza y la gracia. Esa verdad que trasunta de la
vida sacramental se concentra en ese momento en el cual se coloca y actúa, en el ámbito de lo creado, la
grandiosidad de la gracia. Allí, la criatura es como llevada por encima de símisma y comienza desde ese instante a
compartir la vida divina. Con justa razón, los hermanos de Oriente se refieren a la liturgia como el "paraíso en la
tierra". En la vida sacramental experimentamos el momento más alto del ejercicio de nuestra libertad personal y, al
mismo tiempo, la iniciativa gratuita de Dios que viene a nuestro encuentro, dilatando espacios que antes eran
impensables.
La totalidad de la existencia personal se pone en juego en la respuesta de sentido y éste alcanza su estadio decisivo
en el momento en que cada uno comprende que ha sido tocado por el rayo de la gracia: "momento en que la luz
hace surgir, sobre todo, la unicidad de la persona que no admite repetición".La vida sacramental es ese rayo de luz
que ilumina la existencia y permite comprender históricamente una relación única y singular con la gracia de Dios. La
acción trinitaria presente en los sacramentos muestra con creces que todo procede del Padre por medio de la acción
del Espíritu en el Hijo encarnado. La economía de la salvación halla su fundamento y su repetición sacramental en
esa ofrenda perenne que Cristo hace de síal Padre a través del don del Espíritu.
Esta dimensión lleva también al descubrimiento de otro elemento de la teología sacramental: su configuración
eucarística. Cada sacramento lleva impreso el signo eucarístico de la ofrenda que cumple Cristo. Como dice von
Balthasar, en la Iglesia "no puede existir algo pneumático,que no esté abarcado en la dimensión cristológica, que no
pueda ser traducido en lenguaje eucarístico". Con los sacramentos, y en cada sacramento, celebramos,pues, la
memoria "restrospectiva y proléptica". En efecto, en el sacramento somos conducidos hacia el evento único de la
vida de la Iglesia, es decir, su origen del costado de Jesús de Nazaret, que es, al mismo tiempo,promesa fecunda de
su retorno en la gloria. Cada sacramento es, por ello,una acción de obediencia del Hijo al Padre, como donación
plena y total de sí a su voluntad. De esta manera, todo sacramento es "eucarístico", porque expresa, siempre y en
todo lugar, la ofrenda libre y obediente de Cristo al Padre, en presencia delEspíritu.
Así es que, en la vida sacramental, es posible ir más allá de la diatriba de Lessing, porque el tiempo de la Iglesia es,
por su misma naturaleza, un tiempo en el cual lo humano y lo divino encuentran su terreno común en esa
contemporaneidad que no le quita su carácter de acontecimiento único, de efápax, es decir, "una vez para siempre",
del evento Cristo, sino que vuelve a proponerlo intacto en ese lapso peculiar que son los "cuarenta días" durante los
cuales que Cristo resucitado permanece con sus discípulos. Por ello,la vida de la secuela lleva grabada dentro de sí
la dimensión sacramental. El horizonte eucarístico, en el que debe ser considerada toda la vida sacramental, es la
conjunción entre la unicidad del evento pascual de la muerte y la resurrección de Cristo y su repetición, fiel y eficaz,
en nuestra historia. Es, por lo tanto, eucarísticamente, un signo eficaz de la salvación, preludio de una vida de gracia
dada desde ahora a los que creen.
24. Valencia simbólica de los sacramentos
Prof. Antonio Miralles,
Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma)
La afirmación del alcance simbólico de los sacramentos es un aporte reciente de la teología del siglo XX,
profundizado después del Concilio y que estaba ausente en la teología clásica. Semejante afirmación constituye, en
realidad, una verdadera profundización teológica al ser colocada en el marco del realismo cognitivo que afirma que
nuestro conocimiento trasciende el lenguaje y alcanza los objetos reales. En ese marco, la consideración del alcance
simbólico del lenguaje permite captar un aspecto de fundamental importancia en la acción sacramental. El símbolo
posee,sin duda, un valor para el reconocimiento y un papel de mediador de la identidad social. Concretamente, el
lenguaje sacramental, además de tener un alcance significativo (es decir, que da a conocer la acción divina
santificante por Cristo en el Espíritu y sus efectos salvíficos), posee también el valor simbólico de reconocimiento de
la pertenencia común a la Iglesia, al pueblo de la alianza con Dios.
El lenguaje sacramental es verdaderamente significativo y simbólico porque a los gestos y las palabras corresponde
la acción del Espíritu Santo; sin ella llegarían a perder su sentido humano. Así, por ejemplo,la densidad de
significado del gesto bautismal, unido a la invocación trinitaria, proviene de la fuerza del Espíritu, que hace al
bautizado partícipe de la muerte y resurrección de Cristo. Sin la voluntad institutiva de Cristo, y, luego, la acción del
Espíritu, ese gesto y esa invocación no tendrían significado alguno, constituirían un lenguaje ridículo.
De la misma manera, el alcance simbólico del lenguaje sacramental deriva de la acción divina santificante. Sin la
comunicación de la salvación no se edifica el pueblo de Dios, pues es,precisamente, comunidad de salvación.
Pensemos en la Eucaristía, centro y cumbre de todo el organismo sacramental. ¿De dónde proviene su gran carga
simbólica, gracias a lo cual quienes participan en ella se reconocen como pueblo mesiánico, cuerpo de Cristo,
verdaderamente libres y solidarios? Seguramente del hecho de que en ella actúa la potencia del Espíritu, por lo cual
la celebración eucarística es un memorial que actualiza el sacrificio de la cruz y un banquete, en el que se come el
verdadero cuerpo de Cristo, ofrecido en sacrificio por nosotros,y se bebe su verdadera sangre, sangre de la nueva
alianza, derramada por nuestra salvación. Sin esta acción del Espíritu, el sentido simbólico del banquete comunitario
se convertiría en una decepción, pues ni siquiera sería una comida comunitaria que alcanzara a resolver el hambre
material. En cambio, la Eucaristía construye la Iglesia y conduce a su perfección la santificación que ha comenzado
por medio del bautismo.
25. Cristo y los sacramentos
Prof. Battista Mondin, Roma
Jesucristo se relaciona con los sacramentos de distintas maneras.
La relación más obvia es la de su origen: Jesús es, en efecto, el único autor de los siete sacramentos; éstos "no son
un invento de la Iglesia, sino el tesoro más valioso que le ha sido confiado. Jesús es el autor del Bautismo, la
Confirmación, la Eucaristía, la Penitencia, el Orden, la Extrema Unción y el Matrimonio".
Pero Jesucristo tiene una relación mucho más íntima, más profunda, más radical con los sacramentos, porque Él
mismo es sacramento: el concepto de sacramento le pertenece cabalmente.El sacramento es, en efecto,un signo
sensible y eficiente de la gracia, que es el don de la vida divina. Ahora bien, este don de la vida divina le fue dado a
Jesucristo de manera personal. La encarnación es el sacramento por excelencia: la humanidad de Cristo recibe
personalmente el don de la divinidad,convirtiéndose asíen el principio de nuestra salvación.
Como explica santo Tomás, "La naturaleza humana en Cristo fue asumida para que obrase de manera instrumental
(instrumentaliter) aquellas acciones que son propias sólo de Dios, como lavar los pecados,iluminar las mentes con la
gracia, introducir a los hombres en la perfección de la vida eterna" (C. Gent. IV, 41, n° 3798). Por eso, agrega s.
Tomás, se puede realmente comparar la naturaleza humana de Cristo a un "instrumento propio y unido (coniunctum)
al Verbo, como la mano está unida al hombre". Pero, aclara acertadamente el Aquinate, la humanidad de Cristo no
es un instrumento pasivo, inerte, sino un instrumento inteligente y libre, y por ello está dotada de actividad propia
asociada a la actividad del Verbo:"Por lo tanto, en Cristo la naturaleza humana tiene su propia virtud operativa, y así
también la naturaleza divina. Por ello, la naturaleza humana posee una operación propia distinta de la operación
divina y viceversa. Sin embargo, la naturaleza divina se sirve de la operación de la naturaleza humana como de un
instrumento (instrumentaliter); y, a su vez, la naturaleza humana participa en la operación del agente principal" (S.
Theol. III, 19, 1).
Jesucristo no es simplemente la voz de alguien que anuncia el encuentro de Dios con la humanidad, como Juan
Bautista y los Apóstoles, sino aquel que lo realiza, haciéndose imagen visible del Dios invisible (Col 1,15).
Cristo es sacramento porque es la unión de una gracia invisible de alcance universal y de una forma sensible, por
medio de la cual esa gracia se manifiesta y comunica. "Él es sacramento de la salvación, porque lleva reconciliación,
a través de su sangre, esto es, una alianza nueva y definitiva, filiación divina en la gracia, esperanza en la gloria,
arras de nuestra herencia de hijos, unión íntima con Dios, unidad de todos los hijos de Dios en un solo pueblo y un
solo cuerpo" (Y. Congar, Un popolo messianico, Brescia 1976, p. 28).
Es, por tanto, acertado afirmar que Cristo no sólo es sacramento sino que también es el sacramento primero y
primordial, principio fundador de la sacramentalidad y fuente originaria de todos los demás sacramentos:en Él se
basa la dimensión sacramental que impregna toda la Iglesia y que tiene sus grandes momentos en los siete
sacramentos.
26. Intervención conclusiva de Su Em. Revma. Sr. Cardenal
Darío Castrillón Hoyos,
Prefecto de la Congregación del Clero
Cerramos esta cuarta conferencia agradeciendo sinceramente a los teólogos y profesores que han intervenido.
Ellos nos han explicado de distintas maneras que la perspectiva cristológica ilumina la teología sacramental: los
sacramentos son la actualización de la hora del Señor, su efápax, signos de la fe y la salvación (cfr. Sacrosanctum
Concilium, 59); confieren la gracia que significan y en ellos continúa la obra del Señor, del Hijo eterno enviado por el
Padre al mundo en la plenitud de los tiempos, propter nos homines et propter nostram salutem.
En este sentido, el mismo título de la Relatio finalis del Sínodo de los Obispos da una respuesta sintética a las
doctrinas heterodoxas: Ecclesia sub verbo Dei celebrans mysteria Christi pro salute mundi. Por disposición de la
Palabra divina, la Iglesia celebra, no las ideologías o los acontecimientos humanos sino los misterios de Cristo.
De esta manera, la pastoral sacramental se vuelve acción evangelizadora y los sacramentos son fuente y cima de la
vida cristiana (S. Pío X, Motu proprio, Tra le sollicitudini, 22.11.1903; cfr. Juan Pablo II, Carta apost. Tertio Millennio
Adveniente, n° 36). Podemos decir con san Agustín que "los sacramentos hacen la Iglesia" (De civitate Dei 22, 17).
La liturgia sacramental está, pues, directamente relacionada a la economía trinitaria de la salvación y a la vida
trinitaria misma de Dios.
Por eso, el tema de la próxima videoconferencia, que tendrá lugar el 29 de enero de 2002 en Roma, como siempre a
las horas 12, será "La teología trinitaria desde el Concilio Vaticano IIhasta nuestros días".
Aprovecho la ocasión para desearos a vosotros, que habéis participado y seguido nuestra videoconferencia, por
internet o gracias a la transmisión de Telepace, unas Santas Navidades y un Feliz Año Nuevo.
¡Gracias y hasta pronto!