Sor María Ana Vaillot y Sor Odilia Baumgarten fueron dos Hijas de la Caridad francesas que prefirieron morir antes que renunciar a su fe durante la Revolución Francesa. Fueron arrestadas en 1794 por negarse a prestar juramento a la nueva organización civil republicana y ejecutadas junto a otras 396 personas. Cantaron salmos y animaron a los demás condenados hasta el final, expresando con su muerte la fe y el servicio a los pobres que caracterizó sus vidas.
Lecciones 05 Esc. Sabática. Fe contra todo pronóstico.
Laudes martires de angers y sor nicoli
1. LAUDES-MÁRTIRES DE ANGERS
Beatas Ma. Ana Vaillot y Odilia Baumgarten
El sábado primero de febrero de 1794, en el pequeño pueblo de
Angers, Francia, dos Hijas de la Caridad: sor María Ana Vaillot y
Sor Odilia Baumgarten, van en un largo convoy. Son 398 personas,
mujeres en su mayoría. Van atadas de dos en dos a una cuerda
central y custodiadas por gendarmes. Avanzan hacia el campo donde
serán ejecutadas. ¡Conozcamos esta historia!
En 1639 se establecen las Hijas de la Caridad en el Hospital de
Angers. En 1792, al proclamarse la República de Francia, la
Superiora General da a conocer a la Compañía el decreto de
supresión de todas las corporaciones eclesiásticas. Encomendaba a
las hermanas “No abandonen el servicio de los pobres si no se ven
forzadas a hacerlo...
En septiembre de este mismo año el rigor de la persecución se va a hacer presente en el Hospital de
Angers. La finalidad era que las hermanas prestaran el juramento de obediencia a una nueva
organización civil en donde la Iglesia pasó a depender del Estado.
El alcalde del ayuntamiento informa que las Hermanas harían el juramente pero que se los impide la
influencia de tres de ellas: Sor Antoniette , superiora, María Ana y Odilia. La conclusión es inmediata:
“serán arrestadas inmediatamente”. Esto ocurre el domingo 19 de enero de 1794. Dos días después
soltaron a Sor Antoniette . La razón era que “se había decidido sacrificar a Sor María Ana y a Sor Odilia
pensando así impresionar a la Superiora y a las demás que habían rehusado prestar el juramento”.
El 21 de enero las dos Hermanas comparecen ante el juez quien decreta que serían fusiladas. Ellas
prefirieron morir antes que hacer algo en contra de su conciencia. El 1º. de febrero el comisario de la
prisión se presentó con una lista en la mano y empezó a llamar a las víctimas quienes iniciaron la
marcha hacia el lugar de la ejecución. Sor Odilia mostró miedo al salir de la prisión, apoyándose en el
brazo de Sor María Ana se sintió fortalecida por la firmeza de su Hermana.
Los condenados avanzaron los 3 kilómetros hasta el lugar de la ejecución cantando cánticos y salmos.
Las hermanas se animaban y fortalecían mutuamente y también a los que con ellas iban a morir por la fe.
El numeroso grupo se alineó a lo largo de las fosas. Al ser reconocidas por los que con ellas sufrirían el
martirio se elevó un clamor: pedían gracia para las Hermanas.
El hombre responsable de la ejecución se siente impulsado a salvar a las Hermanas: Ustedes han prestad
servicio a la humanidad, les dice, ¿quieren dejar de hacer las buenas obras que siempre han hecho? No
hagan el juramento y yo me comprometo a decir que lo han hecho. Sor María Ana se encargó de dar la
respuesta: “No solamente no queremos hacer el juramento, ni siquiera queremos que se crea que lo
hemos hecho”. Se dio entonces la orden de disparar.
Sor María Ana no cayó a la primera descarga, únicamente se rompió el brazo. Pudo entonces sostener a
Sor Odilia, inanimada y sangrando, mientras llegaba su hora.
Con su muerte ellas expresaron cómo era su vida. Lo atestiguado con su sangre lo venían atestiguando
con su fe y su acción. Al morir proclaman a quién habían servido durante la vida. Nos dicen algo muy
sencillo: Que ser cristiano es seguir a Jesús y seguir a Jesús es acompañarlo cargando su cruz
diariamente.
El 19 de febrero de 1984 Juan Pablo II beatificó a sor María Ana y a Sor Odilia, junto con otros 97
compañeros que dieron su vida en fidelidad a Cristo y a la Iglesia.
2. Que la fidelidad y entrega de estas Hermanas nuestras, nos impulse siempre a ser testigos radicales del
Evangelio, sin miedo y con valentía de seguir siempre al Señor, que nos ha llamado.
Con estos deseos comenzamos nuestra oración de Laudes.
Sor Giuseppina NICOLI Hija de la Caridad.Beatificada el 3 de Febrero de
2008
Sor Giuseppina Nicoli desembarcó en Cagliari el 1 de Enero de 1885; tenía apenas 21 años. En poco
tiempo decidió dejar a su familia para entrar en la Compañía de las Hijas de la Caridad: Cristo la había seducido
de un modo fascinante.
Sor Nicoli se integró con entusiasmo en su nueva misión en Cagliari, Cerdeña. Fue enviada para dar clase
a las jóvenes del Instituto de la Providencia, pero su actividad no se limitó sólo a la enseñanza. A pesar de su
salud frágil, no escatimó esfuerzos y a los treinta años, fue atacada por una tuberculosis pulmonar que arrastró
hasta su muerte.
En 1899, fue nombrada Superiora del Orfanato de Sassari. Allí, su vitalidad femenina, madurada por la
experiencia alcanzó su plenitud. Dio un nuevo impulso a la Asociación de las Hijas de María; reunió a las Damas
de la Caridad y las orientó en el servicio de los pobres; animó los cursos de catecismo, reuniendo cada domingo
un gran número de chicos y chicas y sobre todo puso de nuevo en marcha la Escuela de Religión para las jóvenes
universitarias con el fin de que las futuras maestras tuvieran una buena formación religiosa.
El 7 de agosto de 1914, la Providencia llevó a Sor Giuseppina a Cerdeña y la condujo, a la “Escuela
Infantil de la Marina” de Cagliari.
Como los niños eran pobres, no tenían acceso a los estudios y la falta de educación favorecía en ellos
comportamientos asociales.
Con la pobreza y la indigencia materiales, Sor Giuseppina descubrió también las heridas aun más ocultas
de la pobreza moral y espiritual: comprendió la necesidad de formación de los Jóvenes a los que reunió gracias a
la Escuela de Religión y a las clases del “Instituto de la Marina”. Se ocupó también de los jóvenes de la ciudad,
muchos de ellos trabajaban en las manufacturas de tabaco y organizó para ellos Retiros espirituales. Se preocupó
también de las jóvenes empleadas de hogar que llegaban del campo a la ciudad para servir a las familias
acomodadas. Sor Giuseppina las reunía para que tuvieran momentos de expansión y descanso y además les
enseñaba a leer y a escribir.
Pero por encima de todo, el renombre de Sor Nicoli está unido a “los muchachos del cesto” muy
conocidos en la ciudad por su particular instrumento de trabajo, “su cesto”. Estos muchachos fueron para ella su
mayor preocupación. Muchos de estos adolescentes descalzos, mal vestidos y mal alimentados se apiñaban cerca
del mercado de la ciudad, próximo a la Institución de la Marina.
El último año de su vida, en 1924, Sor Nicoli y la comunidad de la Marina fueron públicamente
calumniadas. Sor Giuseppina lo aceptó en silencio, hasta que el Presidente de la Administración reconoció su
error. En su lecho de muerte, Sor Nicoli le concedió su perdón con una amplia sonrisa. Murió el 31 de diciembre
de 1924
Sor Giuseppina Nicoli fue beatificada el 3 de febrero de 2008 en Cagliari, ciudad que vio resplandecer su
caridad. Numerosas son las gracias debidas a su intercesión. El milagro reconocido para su beatificación ha sido
la curación súbita de un joven militar de Milán, afectado de un tumor de huesos con tumefacción lumbar.
La Caridad fue la regla de toda su vida: por el camino de una humildad profunda, vivió diariamente esta
afirmación de nuestro Fundador: « Servís a Jesucristo en la persona de los pobres:
Hijas mías, ¡cuánta verdad es esto! » San Vicente de Paúl
En esta mañana, en la oración de Laudes, pidamos por intercesión de Sor Nicoli que nuestra vida siempre
esté llena de entusiasmo y grandes deseos de servir más y mejor a los pobres, siempre alegres y sonrientes como
hizo esta Hermana.