Este pasaje enseña que el arrepentimiento y acercarse a Dios abre el camino a la salvación, que ha estado disponible para la humanidad desde el principio. Aquellos que buscan a Dios con diligencia serán recompensados con la revelación de los misterios divinos a través del Espíritu Santo, tanto en el pasado como en el presente y el futuro.