1. ¿QUÉ HAY DETRÁS
DE LA FORMACIÓN
PARA EL EMPLEO?
Antes de comenzar a hablar sobre ello, es necesario saber en qué consiste esta
modalidad de formación.
Todas las empresas que cotizan por la formación profesional disponen de una
cuantía (crédito de formación) para bonificarse la formación que realicen sus
trabajadores anualmente. Este crédito, que no hay que entenderlo como un crédito
bancario, es una cuantía para invertir en Formación, es decir, un importe que le
corresponde a cada empresa, de uso libre en este ámbito. Una vez realizada dicha
formación, el gasto será deducido mediante las cotizaciones a la Seguridad Social.
El organismo encargado de la gestión de la bonificación es la Fundación Tripartita
para la Formación en el Empleo.
Como hemos dicho, el crédito proviene del importe cotizado por la empresa en
concepto de Formación Profesional durante el año anterior. A este importe se le
aplica un porcentaje de bonificación en función de la plantilla media (ver tabla
siguiente) que determina el crédito.
Plantilla media anual Plantilla media anual
1-5 420 € garantizados
6-9 100% cotización por F.P.
10-49 75% cotización por F.P.
50-249 60% cotización por F.P.
Mayor o igual a 250 50% cotización por F.P.
Independientemente del número medio de trabajadores que tenga la em-
presa y de lo cotizado por la contingencia de formación profesional, tiene
garantizado un crédito mínimo de 420 € para desarrollar la formación bo-
nificada.
El sistema de Formación establece que las empresas de más de 9 trabaja-
dores han de realizar una pequeña aportación privada, ya sea económica
(no bonificándose de todo el curso) o realizando al menos parte del curso
en jornada laboral.
Esta aportación privada o “esfuerzo inversor” se establece en función de la
plantilla media de la empresa.
Nº trabajadores Cofinanciación
10 a 49 10%
50 a 249 20%
Más de 250 40%
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2. Una vez calculado el crédito disponible, se podrá iniciar y planificar la formación
de los trabajadores de la empresa. Cada acción formativa podrá ser bonificable,
total o parcialmente, en función del coste del curso y las condiciones de la empre-
sa. A medida que se vaya desarrollando la formación, y bonificándola, la cuantía
del crédito de formación se irá restando.
Como puede verse, en principio la idea no es mala para establecer un sistema de
formación continua en la empresa, para contribuir a la especialización y adqui-
sición de nuevas capacidades a los trabajadores, así como para adaptarse a los
avances técnicos, innovaciones, cambios en el mercado, etc., todo ello sin coste
para el trabajador ni para la empresa, pues es un dinero que realmente ya paga
cada mes.
El problema es que mientras la idea y la teoría son buenas, la práctica y la realidad son otras:
- Financiación del sistema: En lugar de ir directamente a una “caja común” las cotizaciones por forma-
ción profesional de los trabajadores y que, una vez hecha la formación, las entidades impartidoras co-
bren directamente de esa caja común, se establece un “fondo” para la patronal y los sindicatos mayo-
ritarios, del que ellos sí cobran, mientras que en el caso del resto de entidades y empresas impartidoras
de formación, estas se ven obligadas a actuar de “cobradores del frac”, persiguiendo a las empresas
que reciben la formación para que efectúen el pago. En muchos casos, dichas empresas se descuentan
los gastos de formación pero ni pagan a la Seguridad Social ni a las entidades que imparten. Este es
un problema que tanto la Fundación Tripartita como la Seguridad Social y Hacienda saben que existe
pero que obvian, “mirando para otro
lado” cada vez que se les reclama
una solución.
- Verdadera “gestion de la forma-
cion” en las empresas: Es evidente
que en algunas empresas grandes
existen departamentos de forma-
ción y se gestiona muy bien desde los
mismos, que generalmente atendien
a las necesidades de cada momen-
to. La cuestión es que la gran mayo-
ría del tejido empresarial español la
componen pymes y micropymes, que
de “departamento de formacion”,
nada, y de formación en horas de
trabajo, menos, ya que lo conside-
ran directamente una pérdida de
tiempo o, sencillamente, no es una
prioridad para ellas.
- El excesivo guerrilleo existente en
el sector: Es decir, cualquier consul-
torilla sin temarios ni profesores puede dedicarse a la venta de cursos de formación, cuando la mayoría
no tienen calidad ninguna, ni están respaldados por buenos docentes (muchas veces son verdaderos
fraudes y se imparten cursos que exigen un docente con licenciatura pero que en la práctica desem-
peñan profesores sin título de formador ni CAP). De este modo, lo que verdaderamente determina la
formación es la venta y el guerrilleo comercial, la capacidad de vender el curso, anteponiendo la capa-
cidad comercial del ofertante a las necesidades formativas de las empresas. Por eso las empresas de
formación que trabajan en este sector tienen que dedicar más atención a su departamento comercial
que a tener buenos docentes en plantilla, con una estabilidad para desarrollar su labor y buenos te-
marios. La tónica general del sector es la precariedad, los bajos precios, la temporalidad y el “estar
condicionados a la venta de cursos”, de manera que acaban impartiéndose solo los que más fácilmente
se venden (muchas veces por obligación legal), y no cursos de verdadera calidad. Cuando estás en
una empresa y ves que tu puesto depende de las ventas no puedes centrarte en desarrollar, innovar y
mejorar una acción formativa, con lo cual tampoco se desarrolla una evolución técnica del mercado,
ni se innova, ni se investigan las necesidades de las empresas, etc., aparte de que se condena al pro-
fesorado a la precariedad y al desperdicio de talento y capacidades.
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3. - “Malacostumbra” a las empresas a que la formación es “gratis”: Muchas veces las empresas pre-
guntan por los cursos gratis o que no les cuesten nada; el empresariado español tiene implantada
hasta la médula la “cultura de la subvención”. En este país no se invierte en nada, y esto en el caso
de la formación es muy triste. Los empresarios no valoran una acción formativa bien hecha, con unos
conocimientos, una experiencia y un trabajo concienzudo detrás, y se creen que “no cuesta nada”,
que “es gratis”, no existe una cultura empresarial de la formación y la innovación, con su correspon-
diente inversión. Y por eso España nunca será un país “puntero” en este sentido, porque para gastar,
que gaste el Estado; el empresario prefiere no dejarse un duro, no invertir en nada, pagar salarios de
miseria y después quejarse de lo mucho que paga a Hacienda y a la Seguridad Social. Su problema, y el
de muchos, es que no venden, ni venderán, precisamente porque no aportan nada nuevo al mercado.
- Abre la puerta totalmente a la privatización de la formación profesional: Los certificados de pro-
fesionalidad y los contratos en formación, aparte de constituir una nueva forma de precariedad y
de mano de obra barata, traslada (o quiere trasladar) una gran parte de la FP al sector privado, ya
que prácticamente cualquier empresa de formación con instalaciones y/o convenios con empresas
y entidades que las tengan podrá dedicarse a esta “nueva formación profesional”, menguando al
sector público, (seguramente con la excusa de abaratar costes) y, nuevamente, dando un paso más
en la precariedad y empeoramiento de las condiciones laborales del profesorado y en la calidad de la
enseñanza impartida.
- Es un sistema pensado para Alemania: Alemania es un país con un fuerte sector industrial; aquí,
sencillamente no tenemos sector productivo suficiente para ponerlo en práctica, aparte de que tam-
poco la mentalidad es la misma. En España, seguramente lo que se conseguirá es la utilización masiva
y fraudulenta de este tipo de contrato, sin derechos y sin protección social.
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