Este documento contrasta la virtud de la paciencia con el pecado de la ira. Explica que la paciencia es un fruto del amor de Dios que nos permite soportar el sufrimiento con calma, mientras que la ira lleva al acaloramiento y la sed de venganza. Usa a Jesús y María como ejemplos máximos de paciencia y aconseja ejercicios como ser pacientes con los demás y en el trabajo para practicar esta virtud.