1. A comienzos de la década de 1950, la canción criolla deambulaba entre la
jarana estridente y el quejido plañidero de Los Embajadores, hasta que en
1952 aparecieron Los Troveros Criollos, el dúo formado por "El Carreta"
Jorge Pérez y Luis Garland. En un hábil cambio de manos, se dedicaron a
interpretar primero un amplio repertorio de canciones alegres, como Cirilo
Murruchuca, Un Zapatero celoso" y otros, luego aumentado con valses del
compositor Mario Cavagnaro, hechos en replana de barrio. Tremendo suceso.
Fueron aclamados por el pueblo, principalmente por los jóvenes quienes se
identificaron con ellos y con su mensaje alegre y optimista. Su alegría sencilla
y contagiosa los paseó por la popularidad, rompiendo todos los records de
ventas. Claros ejemplos son los valses: "Yo la quería Patita" y "Carretas aquí
es el Tono".
Esta puerta abierta por Los Troveros Criollos condujo a la aparición de otros
grupos, como el trío Los Romanceros Criollos, que siguió la senda de la
música criolla alegre, pícara pero no destemplada. Julio Álvarez, Guillermo
Chipana y Lucas Borja, que debutaron en 1953, pronto compartieron fama y
salas de radio con los anteriores grupos. Emblema suyo fue China hereje.
La popularidad de estos grupos era aumentada, al ir mucho a la radio y grabar
otros discos quincenalmente. Eso daba para que la policía disolviese a los
entusiastas que siempre abordaban a los músicos y para que estos viviesen
bien, sin tener que hacer ninguna otra cosa más que cantar. Entonces "Radio
La Crónica" o "Radio América" podían poner doce horas de música criolla
continuada, sin perder sintonía. La jarana no solo estaba en Lima sino en el
país entero. Eso lo probaron Los Dávalos en 1954, dos hermanos arequipeños
que debutaron cantando "Melgar", el segundo himno de su tierra. Su tono
quejumbroso y regionalista los identificó con la Ciudad Blanca. Con los años
viajaron a Nueva York y se quedaron a vivir allá, como dioses vivos de la
colonia peruana.