En 3 oraciones o menos:
Los 12 príncipes enviados por Moisés a explorar la Tierra Prometida regresaron con un buen informe, excepto dos que creían que podrían conquistarla a pesar de los gigantes que la habitaban. Los otros 10 asustaron al pueblo diciendo que eran como langostas ante los gigantes y que no podrían conquistarla, por lo que Dios los condenó a morir en el desierto y solo Josué y Caleb entraron a la Tierra Prometida.
Creer en la promesa de Dios para conquistar la tierra
1. TOYA- ABRIL 17 DE 2013
Al lugar donde fueres… Créele a Dios
Por Alexander Dorado Albán
Números 13:1-33, 14:36-38
Dios le había dado una instrucción a Moisés, antes de ir a tomar posesión de la tierra prometida, antes de ir a
conquistar la tierra, ellos debían hacer una tarea, y la tarea era, reconocer la tierra. Para reconocerla, debían
recorrerla, salir, caminar por ella; tener una experiencia de contacto directo con la tierra.
Esta es una instrucción constante en la Biblia; para tomar posesión de algo o de alguien, hay que tener contacto;
dice un refrán que el amor de lejos no funciona. Para tomar posesión de algo o de alguien, se debe estar
enamorado, convencido. Para llegar a ese nivel de convicción, debe existir amor, pasión, encanto. Uno debe
estar emocionado, ilusionado, lo que demanda un proceso de conocimiento.
Cuando llegamos a esta tierra, (eje cafetero) que como otras, tiene sus dificultades, problemas, hemos llegado a
convencernos, que es una tierra de bendición, de oportunidades, un “vacacionadero” muy sabroso, es un buen
vividero. Y estamos seguros, que “conforme a la fe le será dado”.
Si uno cree que aquí Dios lo va a bendecir, será bendecido. Si cree que no va a funcionar, entonces no le va a
funcionar. Jesús dijo: “si creyeres veras la gloria de Dios”, “tan solo cree, al que cree todo le es posible”,
“conforme a su fe le será dado”.
Dice la historia, que Moisés, seleccionó de lo más granado de Israel, de sus príncipes, lideres para ir a
inspeccionar la tierra. Cuando se eligen líderes, se presume que son personas con cierto nivel de madurez, de
autoridad, conocimiento, de manejo, compromiso con la visión. Moisés elige 12 príncipes para que vayan a
recorrer la tierra.
Cada vez que uno sale, encuentra una oportunidad. ¿Alguna vez se le pregunto a un vendedor exitoso, en que
radicaba su éxito? El respondió: “En que estoy saliendo todo el tiempo”. Lo peor que puede pasarle a uno es
quedarse encerrado entre cuatro paredes. Es posible, aunque es algo muy remoto, que alguien venga a buscarle
a su casa, pero esa es una excepción a la regla.
Es posible que eso pase, que alguien llegue preguntando por lo que usted ofrece; que alguien le haya mandado
o recomendado, pero es más la excepción; hay que salir. Entonces le preguntaban, ¿Cuál es la clave de su
éxito? Siempre salgo a buscar oportunidades. Y siempre regreso a mi casa, empresa u oficina con algo, nunca
vuelvo con las manos vacías.
Siempre que uno sale a buscar algo, como el pescador que sale a pescar, no regresa con las manos vacías, Tal
vez no se le dará en la primera esquina; pero con algo regresa; un contacto, una posibilidad, una idea, por allá se
dio cuenta de algo, pero no regresa con las manos vacías.
Estos señores, después de recorrer la tierra por cuarenta días, de recorrer esa tierra, de reconocerla, la
observaron cómo era, que había, que producía; esto es muy importante, aun como una estrategia de mercadeo;
que es lo que produce, cuál es su vocación; que pueblo la habita, si es fuerte o débil; si es poco o numeroso; si es
auna tierra buena o mala.
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2. TOYA- ABRIL 17 DE 2013
Como son las ciudades, sin son fortificadas, sin son plazas; hay que ir a palpar la tierra. Conocerla, no por lo que
le cuenten a uno; hay que conocer como es la tierra, como es el terreno, si es estéril o fértil. Si hay árboles o no;
ellos debían ir y reconocer la tierra, conocerla y traer la mayor información posible. Esto es lo que hacen los
japoneses, recorren el mundo con una cámara, bajando información.
Y así sucedió, subieron, reconocieron la tierra, trajeron una muestra del producto de la tierra; que hasta hoy en
día es emblemático; trajeron un sarmiento de uvas de tal tamaño, que hubo que colgarlo en un palo y cargarlo
entre dos personas; era una muestra elocuente, un ejemplo del fruto de esa tierra.
Y regresaron, y todo el mundo estaba expectante, de cómo les había ido. “¿Cómo les fue, como es ese país,
cómo esa esa gente con la que estuvieron?”. Y ellos les dijeron: Llegamos ciertamente a la tierra; y
efectivamente, la buena noticia, es que es tierra que fluye leche y miel. Hubo alegría, alborozo, aplausos,
emoción, lagrimas; y trajeron el fruto, una pequeña muestra, una demostración del fruto de la tierra.
Pero en eso, sale una frase de sus labios; “más el pueblo que habita en ella, es fuerte, las ciudades muy grandes
y fortificadas; y el pueblo que habita en ella, son hijos de Anac, raza de gigantes; también Amales, habita el
Neguev, y las tribus cananeas”. Y la gente comenzó a descorazonarse, esa emoción, ese jolgorio, fue pasajero,
fugaz.
La gente comenzó a entristecerse, a llorar, a entrar en crisis; a desalentarse; a sentirse frustrada, desanimada,
derrotada; como podía ser posible, después de tanto tiempo; Dios les había hecho una promesa; ilusionados con
un sueño; y como puede ser que llegaran a una tierra que es imposible de ser habitada.
A propósito, no eran los doce los que pensaban de esa manera; dos no pensaban así, Josué y Caleb. Estos
hicieron callar al pueblo y les dijeron: “subamos, tomemos posesión de la tierra, mas podremos nosotros que
ellos. Mas lo otros príncipes dijeron: No podremos subir contra ese pueblo porque es más fuerte que nosotros”.
Ya ellos se habían declarado vencidos y derrotados; aquí uno puede darse cuenta, donde se gesta el éxito o el
fracaso de una persona; una familia, una empresa, una comunidad, en su visión, en su actitud. “No podremos”.
Muchas batallas se han perdido antes de haberse emprendido, muchas naves han naufragado, antes de haber
zarpado.
Se estaban rindiendo, antes de tiempo. Entonces dice Caleb: “Nosotros podremos subir y ellos dijeron, no
podremos”. Ya se habían cerrado en su mente y corazón; “no podemos”. Renunciaron a la posibilidad. “ellos son
más fuertes que nosotros”. Se habían cerrado; y renunciaron a la posibilidad, y comenzaron a hablar mal de la
tierra, diciendo, “es tierra que traga a sus moradores”.
Estaban especulando, “el pueblo que vimos en medio de ella, son de gran estatura, raza de gigantes”, y aquí
viene lo máscrítico, “y nosotros a nuestro parecer éramos como langostas y así les parecíamos a ellos”. Estos
hombres, renunciaron al sueño.
Moisés, Aarón, Josué, Caleb, hicieron los más grandes esfuerzos para tratar de convencerlos a estas personas; a
que pensaran diferente, a que tuvieran una visión distinta, pero de nada sirvió. Les recordaron que Dios les
había prometido esa tierra; que ya se las había entregado; lo que tenían que hacer, era ir y tomar posesión,
dejar de tener temor. Pero en respuesta los iba a apedrear.
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3. TOYA- ABRIL 17 DE 2013
Y comenzaron a rebelarse, a cuestionar; todo eso sucede cuando una persona se llena de miedo; se rebela,
juzga, cuestiona, critica, blasfema, reniega, insulta, se resiente, se endurece. Lo más triste es lo que dice el
capítulo 14:30, “vosotros a la verdad no entrareis en la tierra”. Ustedes con esa actitud tan pírrica, paupérrima,
con esa pobre visión espiritual, no van a ir ni a la esquina.
Ustedes no van a entrar, sus hijos si van a entrar; yo me voy a encargar que sus hijos entren. Pero ustedes, van a
morir en este desierto. Exceptuando, Caleb y Josué, que tuvieron otra actitud. Los niños no tienen la culpa de
los pecados de los padres, la rebeldía, la dureza.
Con esa actitud, de querer volver a Egipto, de preferir se esclavos a libres, con esa actitud no van a entrar. Con
esa visión de esclavitud. Con esa visión de la vida van a morir en el desierto. Vers. 34. ¿Por qué el pueblo estuvo
40 años en el desierto? Un año por cada día. Ellos mismos se establecieron esa vida de sufrimiento.
Aquellos varones, que habían hablado mal, desacreditando el país, murieron. Aquellos que a pesar de ser
príncipes, se creían langostas; que no le creyeron a Dios, que tenían una pobre visión de sí mismos, y una visión
equivocada de la tierra que Dios les había prometido. Pero Josué hijo de Nun, y Caleb hijo de Jefone, quedaron
con vida, de entre esos hombres que habían ido a reconocer la tierra.
Ahora bien, estas cosas se han escrito para que a nosotros no nos pase lo mismo. Hoy puede haber algún tipo
de situación parecida, pero está en mis manos, creerle a Dios. Si Dios lo ha prometido, él lo va a hacer. Sino
espero nada de este país, nada me dará; sino espero nada de la tierra, nada me va a producir.“porque el temor
que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía”. (Job 3:25), “El temor pone lazo al
corazón”.
Las expectativas que tenemos de los demás, generalmente se cumplen; conforme a la fe será dado; sino espero
nada, eso voy a recibir. Si no creo en esto, no le voy a apostar, no me voy a entregar; siempre voy a tener un
recelo, una puerta trasera abierta, por si acaso algo no funciona, por allí salgo corriendo. Pero si, creo que esta
es la tierra de la promesa, será a otro precio.
Es la convicción lo que cuenta, es la visión; la bendición va conmigo; mi vida no está en manos de terceros, está
en las manos de Dios. No depende de la tierra sino de Dios, que envía la lluvia a la tierra. De doce príncipes,
seleccionados, los más granado del liderazgo de Israel, diez, perdieron el año, porque “un pueblo sin visión
perece”.
Dos les apostaron a la visión, le creyeron a Dios; había ciudades fortificadas, había gigantes, pero estaban
convencidos, que si Dios los había llevado a ese lugar, era para bendecirlos y prosperarlos, como efectivamente
sucedió. Pero, diez, se creían langostas; se creían inferiores, llenos de complejos, conflictos; inseguros,
miedosos, medrosos, inferiores, sin jerarquía, sin talante, sin estatus.
Los otros, Josué y Calen, sabían que eran príncipes de Dios, del linaje de Israel y entraron a la tierra, tomaron
posesión de ella, y recibieron la tierra por heredad. Porque en ellos, hubo otra visión, otro espíritu; una actitud
muy diferente a la de los otros príncipes, que se dejaron intimidar; en lugar de creerle a Dios, y actuar por
convicción.
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