Este poema de Rafael Alberti evoca recuerdos de paisajes y momentos compartidos con un amor del pasado. A través de detalles sensoriales como el temblor de una hoja o el aroma de la edad luminosa, el poeta es transportado de nuevo a esos paisajes vividos juntos en la juventud y despierta a su amor a su lado, entre los bosques y las fresas, como si el tiempo no hubiera pasado.