Este documento narra la historia de Javier, un niño que se burla de un anciano cojo en el recreo de la escuela junto a sus amigos. Más tarde, Javier descubre que el anciano es en realidad su tío Antonio, quien años atrás salvó la vida de su padre en un accidente agrícola que le causó una lesión permanente en la pierna. El tío le cuenta a Javier la historia para que comprenda por qué cojea, haciendo que Javier se arrepienta de sus acciones. A partir de entonces,
1. 25
Esto ocurrió hace un par de años en la
ciudad de Maullín, Décima Región de Los
Lagos. Allí vivía el pequeño Javier junto a sus
padres provenientes de la zona central del país.
Su padre era empleado público y fue asignado
para trabajar en esta comuna. Cursaba el Quinto
Año Básico en la Escuela Superior de Hombres
de Maullín y como todo infante de su edad era
muy inquieto y cometía bastantes travesuras en
el colegio; en más de alguna ocasión fue
enviado de regreso a su hogar por algún acto de
indisciplina.
El patio del establecimiento educa-
cional era amplio y al costado Oriente, en una
extensión de cien metros, podía divisarse la
calle adyacente. Por allí circulaban a diario los
transeúntes que se dirigían desde el sector alto
hacia el centro de la ciudad. La calle en cuestión
era también el paso obligado de los cortejos
fúnebres hacia el cementerio local, ubicado un
par de cuadras más arriba.
A un determinado grupo de alumnos
del Quinto Año, habitualmente, les encantaba
burlarse de las personas que pasaban ante sus
ojos en los recreos. Entre ellos estaba Javier…
2. 26
Fue en una tarde un tanto lluviosa de
agosto cuando pasó frente a ellos un anciano
desconocido, quien presentaba serias difi-
cultades para desplazarse. Era un individuo de
más de sesenta años, que utilizaba un bastón
para apoyarse y cojeaba ostensiblemente. Estas
características descritas se constituían en ingre-
dientes perfectos para desatar la ola de car-
cajadas y burlas de aquellos alumnos.
-¡Mira, mira, ese viejo que va caminando allá!
Su pierna parece la cacha de un rifle-dijo Javier,
ante las risas elocuentes del grupo.
-Mira, no más el viejujo, este!¿muy bueno sería
en su juventud? Tuvo que ser harto malo para
haber quedado así -señaló otro alumno,
imitando la marcha defectuosa de aquel anciano.
-Oye, cabros, parece que este anciano no es de
acá, yo nunca lo había visto por estos
lados.¡Tiene buena pinta sí!; ¡lástima que la
pierna no lo acompañe!-agregó Javier,
volviendo a imitar al transeúnte. Desde luego,
las risotadas no se hicieron esperar…
A pesar de encontrarse un poco retirado
del lugar, el anciano pudo percatarse de la
situación y estuvo a punto de reaccionar. No
3. 27
obstante, observó a los alumnos con su rostro
muy indignado y con deseos de darles un
escarmiento, pensando en detenerse para hablar
con el director del colegio para manifestarle sus
quejas ante la conducta burlesca de los
estudiantes. Pero no quería demorar más y
llegar pronto a su destino. Fue así como siguió
caminando e hizo un ademán de desaprobación
con su cabeza solamente. Los muchachos
siguieron burlándose y el sonido fuerte y
melodioso de la campana, les indicaba que
debían ingresar al último bloque de la jornada
para después partir hacia sus casas. Ingresaron
al aula lentamente; en el trayecto conversaban
acerca del anciano y pensaban que
probablemente iba en visita de algún familiar al
cementerio… Si a la salida del colegio se
encontraba allí, tal vez seguirían burlándose de
él, para entretenerse un rato.
Las dos últimas horas de clases, fueron
ocupadas por el Profesor Jefe para conversar
sobre valores; más bien para reforzarlos. Se
produjo un diálogo motivador sobre valores
propios que resaltan la condición humana:
conversaron y analizaron valores como la ama-
4. 28
bilidad, honradez, responsabilidad, bondad,
amistad y sobretodo el respeto; respeto por sus
compañeros, amigos, padres, familiares,
personas en general, pero de manera especial
respeto por los ancianos, por todos aquellos que
ya entregaron gran parte de sus vidas para
engrandecer a su pueblo y presentar a las futuras
generaciones un mundo donde la vida es mucho
menos compleja que la vivida por ellos…
A más de algún alumno de Quinto Año,
le carcomió profundamente la conciencia y el
sabio consejo les llegó hasta el alma. Sin
embargo, también, muchos olvidarían la clase al
salir del colegio y los valores estudiados se los
llevaría el aire.
Javier se despidió de sus amigos en una
esquina antes de llegar a su casa y se dirigió
rápidamente a ella para salir a jugar después de
hacer su tarea. Estaba un tanto confundido y la
angustia recorrió su cuerpo de pies a cabeza,
haciéndolo meditar un instante sobre su
accionar y risas en el recreo anterior.
Su mamá lo esperaba en al puerta con los brazos
abiertos. Después del abrazo y beso
acostumbrado, le preguntó:
5. 29
-¿Cómo te fue mi amor hoy en el colegio?
-¡Muy bien, mamá! Voy a tomar once y después
iremos a jugar a la pelota con los chicos-dijo
Javier.
-¡Si, pero antes, quiero que veas una linda
sorpresa que te tengo! Deja tu mochila sobre la
mesa del comedor y ven rápido a la cocina -
indicó su mamá.
-¡Ya sé. De seguro debe ser algo rico para tomar
once!- aseguró Javier en voz alta.
-¡Pasa, pasa…aquí está la sorpresa. Ni te
imaginas lo que es. De seguro, te pondrás muy
contento!
El semblante de Javier cambió
radicalmente cuando hizo su ingreso a la cocina.
Su rostro palideció al instante y su corazón
comenzó a latir con estremecimiento: junto a la
mesa estaba sentado el anciano, aquel anciano
cojo, de quien él y sus amigos se burlaron tanto
hace sólo dos horas atrás. Trató de esconder la
mirada un tanto avergonzado. Pensaba que si el
anciano lo recordaría del incidente en le patio de
la escuela, se llevaría un castigo bastante
grande. No quería ni imaginarlo…
La voz enérgica de su madre lo sacó de
6. 30
la turbación:
-¡Saluda, pues hijo! ¿A qué no sabes quién nos
visita hoy? – preguntó su madre.
Javier estaba convencido que aquel
hombre lo había venido a acusar a su madre y
no atinaba a dar una respuesta coherente. Entre
la confusión se le ocurrió decir:
-No tengo la menor idea quién es el caballero,
mamá.
- El, es tu tío Antonio. El hermano mayor de tu
papá y vino a visitarnos desde Argentina. Allá
estuvo trabajando más de treinta años y no venía
desde hace como quince. Tú no lo conocías y tu
papá no sabe que llegó, ni sueña que está aquí.
Aliviado de aquella bochornosa
situación, Javier se abalanzó sobre su tío y lo
abrazó fuertemente. El anciano respondió con
mucho cariño y saludó efusivamente a su
sobrino.
-Así que tú eres Javier.¡Qué sobrino tan guapo
que tengo…lamentable, que no podré jugar
fútbol contigo. No puedo porque soy cojo!
-¿Y… por qué quedaste así tío Antonio? –
interrogó el niño.
-Esteee…bueno, es una historia un poco larga,
7. 31
pero antes de contártela debes sacar unos
regalitos que te traje en ese paquete. Ahí viene
un balón de fútbol, un ajedrez y otras cositas
más. ¡Ojalá, te gusten y los puedas compartir
con tus amiguitos!
-¡Muchas gracias, tío. Eres muy bueno!
-¡Ahhh, bueno, ahora te contaré sobre mi
accidente!
Resulta que hace muchos años, cuando tu padre
era sólo un niño, menor que tú, vivíamos en el
campo y a él le encantaba ayudar en las
diferentes faenas. Cierto día, estábamos
cultivando un retazo de terreno para sembrar
trigo. Yo guiaba los bueyes y tu papá iba
sentado sobre la máquina cultivadora. Esta
máquina tiene dos corridas de discos muy
afilados que muelen la tierra. De pronto y sin
darme cuenta, los bueyes comenzaron a
alborotarse, al asustarse con algo que vieron en
el suelo. Debe haber sido una culebra o una
lagartija o no sé qué otra cosa. Lo cierto fue que
en un momento y con el susto, tu padre perdió el
equilibrio y cayó hacia un lado, corriendo serio
peligro de ser arrollado por los bueyes y la
máquina. En mi desesperación, corrí con todas
8. 32
mis fuerzas para salvar a tu papá. Debía salvarlo
de una muerte casi segura. El no tenía derecho a
morir sin haber vivido lo suficiente.
Seguidamente, no me acuerdo de nada, ya que
perdí el conocimiento y sólo lo recobré cuando
estaba internado en el Hospital de Puerto Montt.
Después me contaron que los bueyes y la
máquina pasaron sobre mi cuerpo: mis piernas
fueron las más afectadas; me hicieron grandes
heridas, me dañaron los tendones y las
articulaciones. Tuve que permanecer harto
tiempo en el hospital. Desde ese instante, mis
piernas ya no fueron las mismas y no volvieron
a quedar normales, entonces debí empezar a
usar un bastón para apoyarme. Sin duda, lo más
importante fue haberle salvado la vida a tu
padre. El no hubiera resistido el accidente.
¡Imagínate, tú hoy no estarías aquí, si tu papá
hubiera muerto!
El niño, no salía de su asombro y
pensaba el cómo había sido tan desconsiderado
al reírse de aquel hombre que no conocía y que
resultó ser crucial en su existencia. De no haber
sido por su tío, él no estaría en este mundo.
Tenía un gran motivo para agradecer de por
9. 33
vida a quien salvó a su padre y estaba realmente
arrepentido de toda la situación ocurrida en la
escuela durante el recreo.
El tío y el sobrino pasaron bastantes días
juntos y se hicieron grandes amigos. El niño,
apenas salía del colegio, partía corriendo hacia
su casa para estar con su tío. Salían a caminar
todos los días y conversaban harto. El se sentía
orgulloso de tener un tío tan valioso como
persona y no se cansaba de idolatrarlo ante sus
amigos. Se había producido un cambio de
actitud y conducta no sólo en él, sino que en
todo el grupo e muchachos que integraban su
curso… Su comportamiento en adelante fue
intachable. Fue tal la enseñanza aprendida de
aquella lección, que a partir de entonces
terminaron las burlas exageradas en los recreos,
sobretodo de las personas mayores, y por el
contrario, enseñaba a los más pequeños a
respetar a todas las personas, de cualquier
condición social, sean niños, adultos o ancianos,
damas o varones…
F I N