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ira ¿ U / A r
ifiárg ara Averbach es doctora en Letras por la
llfiFacultad de Filosofía y Letras de la Universi­
dad de Buenos Aires y Traductora literaria y técnico
científica de inglés por el ES en Lenguas Vivas J. R.
Fernández, de Buenos Aires. Adjunta de la cátedra
de Literatura Norteamericana en la Universidad de
BuenosAires, profesora deTraducción Literaria II en
el IES en Lenguas Vivas, J.R. Fernández y coordi­
nadora de Residencia en el IES y el INES. Crítica
literaria en el diario Clarín y en la revista Ñ. Publi­
có libros para chicos y adolescentes, entre otros;
Los cuatro deAlera, La Madre de Todas las Aguas,
Panadero en la Ciudad, El año de la Vaca, Los ex­
ploradores, Dos magias y un dinosaurio. Cuentos
de la Brújula, Cuentos de Arriba y de Abajo, Vuelos
frente al espejo, Cuentos del Planeta Verde y, en
esta editorial. Puente, en la colección juvenil Veinte
Escalones. Además, tres libros para adultos: Aquí
donde estoy parada. Cuarto menguante, finalista
del Premio Emecé en 2003 y Una cuadra, que ganó
el premio Cambaceres de la Biblioteca Nacional
2007, publicada en Adriana Hidalgo, 2008. Tradujo
más de cincuenta novelas del inglés al castellano, y
es autora de tres libros académicos sobre literatura
estadounidense. Memoria oral de la esclavitud e/J
los Estados Unidos, Historias orales de aborígenes
estadounidenses y Nos cansamos, eso es todo:
memoria oral de obreros estadounidenses, en los
que traduce y analiza testimonios orales de negros,
amerindios y obreros de color de los Estados Uni­
dos. También publicó artículos académicos en re­
vistas nacionales y extranjeras. Además de los dos
premios ya mencionados, ganó el Primer Premio
de Cuentos para Niños de las Madres de Plaza de
Mayo, 1992; el Primer Premio de Cuentos sobre la
Identidad, otorgado por Abuelas de Plaza de Mayo
en 2001; está seleccionada para la publicación del
índice de personas relacionadas con la traducción
y ia terminología de Unión Latina, París, Francia,
desde 1995; y está incluida en el M//?o is Who in
tlie World? desde el año 2000. Mereció también el
Premio Regional Conosur de Traducción de ía Unión
Latina (2007).
comunicarte
M á r g a r a A v e r b a c h
Imlutíritopalura
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KíBipgffía
comunfcarte Lengua y discurso
Traducir literatura
Una escritura controlada
Manual de enseñanza de la traducción literaria
de Márgara Averbach
Primera edición
© 2011, Editorial Comunicarte
Colección Lengua y discurso
comunicarte
Ituzaingó 882 • Planta alta
(X 5000 IJC) Córdoba - Argentina
Tel/fax: (0351) 4684342
editorial@comunicarteweb.com.ar
www.comunicarteweb.com.ar
ISBN 978-987-602-152-4
Se imprimieron 2.000 ejemplares en Triñanes Gráfica,
Charlone 971>Avellaneda, enjunio de 2011.
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723.
Libro de edición argentina.
Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción parcial o total, el almace­
namiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma
o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u
otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está contemplada
por las leyes 11.723 y 25.446.
Averbach, Márgara
Traducir literatura : una escritura controlada ; manual de enseñanza de la traducción
literaria / Márgara Averbach - la ed. - Córdoba : Comunic-Arte, 2011.
120 p .; 15x22 cm. (Lengua y discurso ; Elena del Carmen Pérez)
ISBN 978-987-602-152-4
1. Traducción del inglés . I. Título
CDD 428
Este lihro espara muprofesoras de la carrera de Traductorado,
ptis amigas traductorasy mis colegas que antes estudiaron
conmigo. Para todos los que se apasionaron con la traducción,
me discutieron en charlas de café, me corrigieron, me enseñaron
que nunca se termina depensar un tema. Nopuedo nombrarlos
a todosy creo que los que recuerdo saben que me refiero a ellos.
Voya nombrarsolamente a cuatro entre muchos (cuatro es el
más bajo de mis dos númerospreferidos): María Elena, que
me enseñóliteratura; Marta Cristina, que estudió conmigo, y
siguió conmigoy crecióconmigo. Ydos quefueron estudiantes
en mi clase, porque son ellos, los estudiantes, los que más nos
enseñan: Carola, miprimera adscripta; Daniela, la última.
Contenido
Aclaración | 11
1 Una base teórica instrumental para la enseñanza de la
traducción literaria | 13
2 Los traductores en el cruce de caminos: decisión, mercado
3
4
5
6
7
8
9
10
11
y fidelidad en traducción literaria | 23
La lectura instrumental en traducción literaria 35
45
53
59
69
El problema del aspecto
Atmósfera y “efectos”
La traducción del diálogo
La traducción de jergas
La prosa sintácticamente compleja
Traducción de poesía | 87
Adaptación obligada | 105
Lectura y evaluación en traducción literaria
Breve Bibliografía | 119
77
111
Aclaración
Este libro no es una reflexión sobre la traducción literaria y su natu­
raleza: no es un estudio teórico. No es tampoco un manual para tra­
ductores literarios aunque tal vez haya ideas que puedan servir para
ellos. Lo que quiero hacer aquí es explicar la forma en que enseño
traducción literaria a futuros traductores.
Mi “método” (la palabra suena demasiado importante) creció
despacio dentro de la práctica misma. Cambió y creció (mejoró, es­
pero) en el contacto con los estudiantes y la enseñanza cotidiana.
Como sigo ejerciendo la docencia, supongo que si volviera a pensar
el método dentro de cuatro años, éste sería otro libro. Y sin embar­
go, creo que la idea de organizar los dos cursos de traducción que
tuve (Traducción Literaria I y Traducción Literaria II) alrededor de
los problemas más frecuentes de la práctica de la traducción literaria
en editoriales funcionó muy bien y sigue funcionando en mis clases.
Quiero aclarar que no creo que ésta sea la única forma de ense­
ñar traducción literaria. Seguramente hay métodos que transmiten el
oficio mejor que el mío. Pero este “método” me ha servido para for­
mar traductores de los que estoy orgullosa, para promover la partici­
pación en clase, para que me hicieran preguntas difíciles, para que a
lo largo de los años, la clase no me aburriera nunca y siguiera siendo
un desafío al que entro con enorme entusiasmo.
Es por eso que decidí escribir esto que, para usar una palabra muy
desprestigiada, tal vez se podría llamar un “manual” de enseñanza
de la traducción literaria con la esperanza de que sea útil a otros,
tanto profesores como estudiantes.
Márgara Averbach
1 Una base teórica instrumental para la enseñanza de la
traducción literaria
Yo pertenezco a una generación argentina de profesores de traduc­
ción que tuvo que fabricar métodos de enseñanza casi desde cero,
sin tradición, por lo menos nacional, en cuanto a la forma en que se
puede enseñar traducción.
Nos apoyamos en un cuerpo teórico muyvariado, según cada cual
y, muchas veces, según nuestra formación en campos distintos del de
la traducción. Tomamos caminos muy diferentes. Eso, a mí, me pa­
rece bien. Sé que muchos no van a estar de acuerdo con el método
que trato de describir aquí o con la idea de la traducción literaria
como un ejercicio de escritura controlada. Por eso, antes de empezar,
quiero aclarar que este libro proviene de un deseo de contar mi expe­
riencia de años como profesora de un tipo especial de traducción, la
traducción literaria. Como todo contar, transmite ideas y, como to­
das las ideas, pedagógicas o no, lo que aporta es una forma de hacer
las cosas, una forma entre muchas. No k única.
Como la enseñanza de lo teórico suele dividir aguas entre los pro­
fesores de traducción y también de literatura, empiezo por aclarar mi
posición personal frente a la teoría o, mejor dicho, mi posición sobre
la relación entre la práctica de traducción y la teoría.
Es imposible que una persona que enseña traducción crea en una
idea del oficio basada solamente en la inspiración o la intuición, por­
que la inspiración y la intuición son muy difíciles, tal vez imposibles,
de enseñar. Hasta ahí, estoy de acuerdo con mis colegas profesores
de traducción que dan importancia a la teoría en el proceso de ense­
ñanza aprendizaje. Pero, en una carrera que está formando traduc­
tores -y no investigadores teóricos sobre la traducción- a mí perso­
nalmente, me interesa transmitir teoría de la traducción solamente
cuando tiene un efecto directo sobre la práctica. Me interesa lo que
llamo lo instrumental de la teoría. Si la teoría puede usarse como
instrumento^ como herramienta para hacer una buena traducción, me
interesa; si no es así, mucho menos, por lo menos como traductora,
aunque pueda ser importante como reflexión general, al comienzo
de la carrera. El campo de la investigación en traducción es un cam­
po completamente diferente y, ahí sí, la teoría es importante.
Dentro de ese marco general es que quiero plantear la base teóri­
ca que utilizo en el comienzo de mis cursos de traducción específi­
camente literaria.
Al comienzo de cualquier curso de Traducción Literaria, es impor­
tante plantear las diferencias profundas y metodológicas entre dis­
tintos tipos de traducción. La literatura no puede traducirse del mis­
mo modo ni con los mismos objetivos que un manual técnico; no se
puede traducir literatura de la misma forma en que se enfrenta una
interpretación simultánea o consecutiva. Para entender esta diferen­
cia en profundidad, hace falta teoría.
En mi caso, yo utilizo algunos conceptos teóricos sobre tipos de
textos de Román Jakobson' y Roland Barthes, por ejemplo en El
grado cero de la escritura.^Ambos textos ayudan a entender tanto la
especificidad de la traducción literaria (en comparación con otros
tipos de traducción) como el problema de que la traducción de li­
teratura se considere imposible en algunos planteamientos teóricos,
o el caso de la posición de Walter Benjamín sobre la fidelidad y la
domesticación del texto origen.^Estas reflexiones teóricas importan
para entender la “actitud traductora” de un traductor literario frente
a su material y la forma en que esta “actitud” cambia cuando está
traduciendo otro tipo de texto (oral o escrito) de origen.
1 4 Traducir literatura j M a r g a r a A v e RBACH
Jakobson, Román. Funciones dellenguaje, citado en*NEWMARK, A textbook ofTranslation.
Prentice Hall International. Ltd. 1987. Versión castellana: Manualde Traducción^ trad. de Virgilio
Moya. Madrid: Cátedra, 1992
B a r t h e s , Roland. E lgrado cero de la escritura. Argentina; sxxi, 1975
B e n ja m ín , Walter. “La tarea deí traductor”. Ya i Angelus Novus. Barcelona: 1971
I I U na b a s e t e ó r i c a i n s t r u m e n t a l p a r a l a p r á c t i c a . , , 15
Por otra parte, estas ideas son el primer paso en la comprensión
de lo que yo llamo “lectura instrumental”. Y dentro del diseño de
este tipo de “lectura” (paso uno en el método de traducción), el con­
cepto de Edgar Alian Poe^ sobre el “efecto” literario -un concepto
muy superado en literatura—puede ayudar a comprender la relación
entre el texto a traducir, sus lectores de origen, los traductores y los
lectores de la traducción, como los define a su modo Brian Mossop.^
Hay, por supuesto, un último apoyo teórico esencial que usamos
todos los profesores de traducción: la definición de los tres pasos bá­
sicos de la traducción -lectura, traducción propiamente dicha y co­
rrección-.
F u n c i o n e s d e l l e n g u a j e
Jakobson diferencia tipos de textos según la función lingüística pre­
ponderante en cada uno. Según él, la función principal del texto lite­
rario es la “poética”, que corresponde al código lingüístico, es decir,
al idioma utilizado en el acto de comunicación. La traducción técni­
co científica, en cambio, traduce textos cuya función principal es la
“informativa”, la que tiene relación con el referente o mensaje.
Una última comparación con otro tipo de traducción puede ha­
cer que las cosas sean todavía más claras: en mi experiencia, los dos
tipos de traducción que están casi en las antípodas en cuanto a las
habilidades que necesita el traductor y los métodos necesarios para
llevarlas a cabo son la tradücción literaria y la interpretación (tanto
simultánea como consecutiva). Las dos traducciones necesitan buena
competencia en ambos idiomas, por ejemplo, pero en el caso de la
traducción literaria, que se hace o debería hacerse siempre hacia la
lengua nativa, es importante tener una excelente competencia pasiva
y escrita (de comprensión) en el idioma origen y una excelente com-
petencia activa (de producción) y escrita en el idioma meta. En el
caso de la interpretación, lo importante es la rapidez de respuesta y la
4 PoE, Edgar Alian. Tales, Poems, Essays. London; Collins, 195a. Origmariainente; "The Philoso-
phy of Coraposition”, publicado en Graham'sMagazine, 1846
5 Mossop, Brian. The Translator as Rapporteur: A Conceptfor Training and Self-Improvement.
M e t a , x x v i i i , 3
creatividad para transmitir lo que se oye. En el caso de la traducción
literaria, hay que pensar, recurrir a fuentes, hacer cambios estruc­
turales, manejar jergas sociales, etc. En el caso de la interpretaciónj
es importante poner toda la atención en el sentido, en el referente y
traducirlo lo más exactamente posible; en el caso de traducción lite­
raria, es esencial prestar atención al manejo del código.
Tanto en la interpretación como en la traducción técnico científi­
ca, el texto meta trata de comunicar el mismo mensaje (o referente)
que el texto origen en otro código o idioma, y es importante recordar
que, en los textos de este tipo, la función dominante es la que corres­
ponde al referente. En el caso de la traducción literaria, en cambio,
el proceso de cambio de código se vuelve muy problemático porque
lo que se está cambiando es justamente el centro del texto, la parte
del esquema de comunicación que tiene preponderancia en ese inter­
cambio.
Si vamos a cambiar el centro vital de un texto, ¿es posible la tra­
ducción? ¿Queda algo del original en ella? Es justamente esta pre­
gunta la que hace que, desde un punto de vista teórico (y para algu­
nos pensadores, también práctico), el proceso de traducción se vuelva
problemáticoj y según algunos, imposible.
Por otra parte, lo que queda claro a través de un examen de la
traducción literaria dentro de estos conceptos es que la traducción
literaria necesita tomar en cuenta no solamente el referente (la fun­
ción informativa) sino también la textura del texto (como la llama
Barthes), lo que tiene que ver con su función poética, con el uso del
código.
G r a d o s d e l a e s c r i t u r a
El análisis de E lgrado cero de la escritura lleva a las mismas conclu­
siones. Barthes postula tipos de textos ordenados según el grado de
escritura. Entiende como “grado cero” -el “grado cero” es un postu­
lado teórico sin existencia “real”- a un tipo de escritura que sería ca­
paz de transmitir el mensaje y sólo el mensaje a través de un código
“totalmente transparente”, es decir, invisible.
16 Traducir literatura  M a r g a r a A v erba ch
Los grados pueden explicarse a través de una metáfora. Suponga­
mos que miramos a través de una ventana. Si el vidrio de la ventana
es el código y lo que hay detrás de ella es el mensaje o referente (por
ejemplo, un árbol), el grado cero estaría representado por un tipo de
cristal completamente transparente, sin suciedades ni imperfeccio­
nes, un cristal que dejaría pasar el mensaje (el árbol) sin agregar ni
quitar absolutamente nada, tan imperceptible que sería invisible a los
ojos del observador (lector).
Los textos que más se acercan al grado cero (sin alcanzarlo) son
los de las ciencias duras. Por ejemplo, si escribo 2 + 2 = 4, transmito
la idea de que dos unidades más dos unidades me dan cuatro uni­
dades. La transmito casi sin interferencias, pero el “casi” existe: el
grado cero es solamente un postulado imposible de encontrar en la
realidad. 2 + 2 = 4 transmite más que la idea que quiere transmitir:
por ejemplo, que la persona que escribió la fórmula utiliza números
arábigos y no romanos; que pertenece a una cultura que escribe de
izquierda a derecha y no de arriba a abajo o de derecha a izquierda.
Esos datos “ensucian” el referente porque le agregan información que
no tiene que ver con el mensaje sino con el código y con el emisor.
Barthes explica que a medida que los textos utilizan textos para
transmitir el referente, la “suciedad” aumenta. El grado de la escri­
tura es cada vez más alto a medida que me acerco a textos de ciencias
humanas y todavía más cuando llego a la literatura. En los textos li­
terarios, el vidrio de la ventana se vuelve más evidente y puede llegar
a ser translúcido, es decir, que modifica directamente la imagen que
está del otro lado y la puede volver incomprensible, como en el caso
del dadaísmo, por dar un ejemplo famoso.
Queda claro, entonces, que la literatura es el grado más alejado
del cero. En los textos literarios, el vidrio es más notable y hasta
más importante que el árbol que está del otro lado. En algunos casos
{Finnegans Wake de James Joyce^ es otro ejemplo), la imagen del re­
ferente puede desaparecer por completo o estar muy escondida.
En el campo de la traducción, la idea de Barthes también clarifica
lo problemático de la traducción literaria. Si lo que van a hacer los
I I U n a BASE TEÓRICA INSTRUMENTAL PARA LA PRÁCTICA... 17
6 JOYCE, James. Finnegans Wake. Londres; 1939
traductores es cambiar el vidrio, es fácil conseguirlo cuando se trata
de uno transparente, como en el caso de los textos cercanos al grado
cero. Pero con un vidrio que tiene formas propias, ¿cómo encontrar
otro diferente (en este caso, dentro de otro código) con las mismas
formas en los mismos sitios para que la “deformación” de la imagen
del árbol sea “equivalente”?
T r a d u c c ió n l i t e r a r i a c o m o p r o b l e m a
La primera consecuencia de estas dos teorías combinadas es la cons­
ciencia de que la traducción literaria es problemática. Tanto que se
trata de una actividad que para algunos es imposible. Todo profesor
de traducción literaria cree que es posible (o es absolutamente cínico
y enseña un arte absurdo), pero hay una segunda consecuencia de
estas teorías y tiene que ver con la razón por la cual los métodos y
propuestas relacionados con este tipo de traducción pueden ser tan
totalmente contradictorios.
Por ejemplo: el mercado exige una traducción en la que el códi­
go meta, es decir, el vidrio por el que se reemplaza al original, no
“parezca traducido”. En otras palabras, suele exigirse una cualidad
de “naturalidad” en el idioma meta. Por eso, uno de los objetivos
de la enseñanza de la traducción literaria (cuando se la piensa para
preparar a los futuros traductores para un trabajo real en el mercado)
es la producción de un castellano no contaminado por las formas del
inglés.
Sin embargo, ésta no es la única posición posible. Walter Benja-
min sostiene la contraria. Para él, si en la literatura el código es el
centro, lo que hay que hacer al traducir es renunciar al poder que tie­
ne el código al que se traduce sobre el código del original, renunciar
a la llamada “domesticación” del original. Benjamín dice que sería
bueno dejar que las formas del código original (digamos, el inglés o
el francés) se transparentaran en el código meta (digamos, el caste­
llano), lo colonizaran. Para Benjamín, es necesario que el resultado
suene traducido, no original.
La idea de Benjamín tiene otros problemas que no voy a discutir
aquí. Por ejemplo, el hecho de que los únicos lectores que podrían
18 Traducir literatura  M a r g a r a A v erba ch
I I U n a b a s e t e ó r i c a i n s t r u m e n t a l p a r a l a p r á c t i c a . .. 1 9
entender lo que transmiten esas traducciones serían personas que
conocieran de algún modo las estructuras del idioma original, que
pudieran apreciar la forma en que se transparentan esos idiomas es­
pecíficos en el idioma meta y la diferencia entre los sistemas lingüís­
ticos de esos idiomas y las marcas personales del “estilo” del autor o
autora que se traduce.
Por otra parte, aquí habría que introducir el problema de para
qué se forma un traductor literario. También en esto hay discusión.
Desde mi punto de vista, las carreras de formación de traductores
deben formar traductores literarios para el mercado porque toda tra­
ducción, como toda obra literaria, está pensada para que alguien la
lea, para ser parte de un esquema de comunicación. Si se acepta que
se va a traducir para editoriales, lo que pide Benjamin no es ins­
trumental porque el mercado no lo acepta. Sus ideas revolucionarias
(que tanto tienen que ver con la idea de poder) sirven y mucho, pero
para tomar consciencia de la infinita variedad de enfoques posibles
sobre esta actividad y del poder que tiene el idioma meta sobre el
idioma origen.
C o n s e c u e n c i a s m e t o d o l ó g i c a s
Las consecuencias metodológicas de las características del texto lite­
rario son múltiples y, sobre todo, importantes.
El objetivo de la traducción técnico científica es transmitir lo me­
jor posible el mensaje o referente en el código meta para un grupo
de lectores determinados. En traducción literaria, el objetivo es más
complejo porque el mensaje o referente importa pero hay mucho más
que referente en ese tipo de texto. Los buenos traductores literarios
copian en un código diferente las opacidades o características del
“vidrio” original.
Esas características pueden ser muy variadas y por eso, es indis­
pensable lo que yo llamo una buena lectura instrumental del origi­
nal. Esa lectura tiene que determinar muchos rasgos de la traduc­
ción: por ejemplo, qué está verdaderamente en el centro del texto,
qué es imprescindible conservar y qué puede perderse.
El problema es que la lectura de un texto literario no puede pre­
decirse antes de leer ese texto en particular. Incluso en el caso de los
géneros populares como la cienciaficción o ú policial, la predicción es
incompleta. En textos no genéricos es imposible predecir cuál será el
centro de la lectura: hay obras literarias que privilegian el referente o
el mensaje, y otras que ponen aspectos del código en el centro. Hay
algunas en las que lo esencial tiene que ver con los personajes, y otras
que ponen el acento en los actos o la ambientación.
Se ha dicho más de una vez que el traductor o traductora tiene
que ser un lector extraordinario. En el caso de la traducción litera­
ria, no basta con entender y transmitir lo que dice el texto (referen­
te): hay que tener en cuenta también todo lo que se relaciona con el
efecto que esa obra causa en los que la leen y con la forma en que el
autor o autora consigue ese efecto (recursos literarios). La traducción
deberá intentar el mensaje o referente pero también tratar de copiar
el efecto y, si es posible (muchas veces, hay que cambiarlos) los re­
cursos, que pueden ser calcables o no. La experiencia docente indica
que muchas veces, los nuevos traductores no los copian porque no los
ven en la lectura, no por falta de capacidad para hacerlo.
Edgar Alian Poe dice que toda obra literaria produce cierto efec­
to en los lectores: el miedo, la indignación, la angustia, etc. Ese efec­
to es, para Poe, el centro del texto, su primer origen y su núcleo.^ La
persona que lee para traducir experimenta el efecto (sea uno o varios,
la unicidad de las ideas de Poe no se corresponde con la realidad ni
la complejidad de textos largos como la novela) mientras lee y nece­
sita analizar ese efecto para poder constatar más tarde si su texto, su
traducción, produce algo parecido.
La breve base teórica que vimos hasta el momento tiene consecuen­
cias metodológicas en la práctica de la traducción literaria. Permite a
los traductores: tomar decisiones generales para el texto a nivel de la
lectura; aplicarlas en el paso 2, de la traducción propiamente dicha,
para hacer elecciones en todos los niveles lingüísticos; controlar que
2 0 Traducir literatura M a r g a r a A ve RBACH
7 La interpretación del texto de Poe como irónico o burlón no tiene importancia en este caso: la
idea no es analizar lo que Poe quiso decir sino utilizar sus ideas para la traducción.
I I U n a b a s e t e ó r i c a i n s t r u m e n t a l p a r a l a p r á c t i c a . .. 2 1
esas decisiones han dado el resultado que se buscaba en la corrección
o paso 3.
Un ejemplo entre cientos: en un libro como The Adventures
ofHuckleberry Finn de Mark Twain, el marco teórico hace que se
comprenda que uno de los centros del texto, muy relacionado con el
mensaje o referente, es la agramaticalidad de la voz del narrador, el
manejo no-normativo del inglés de ese chico que cuenta su propia
historia (por su edad, la región en que nació, la clase social, la falta
de familia, Huck se expresa en un inglés no estándar). La conclusión
es inmediata: la traducción debe hacerse a un castellano no normati­
vo. Sin esa decisión general, el libro lo pierde casi todo.
Si la teoría puede inducir y hacer sistemáticas (y transmisibles)
este tipo de decisiones, entonces, la teoría es útil, es instrumental.
Y como lo es, vale la pena enseñarla, sobre todo a estudiantes que
ya tienen un conocimiento básico de teoría de los primeros años de
carrera. Si los traductores de Huck hubieran sabido este tipo de cosas,
no habríamos tenido que leer esa novela en traducciones pomposas
que me la hicieron insufrible cuando era chica.
2 Los traductores en el cruce de caminos: decisión, mercado
y fidelidad en traducción literaria
Los dos problemas mayores de la traducción en general y de la tra­
ducción literaria en particular son la enormidad de factores que un
buen traductor debe tener en cuenta en el momento de tomar de­
cisiones y la enormidad de decisiones que toma en cada página de
trabajo. Por eso, cualquier herramienta que ayude a ordenar yjerar­
quizar estos factores y, por lo tanto, a decidir, es importante para el
traductor.
L a f u n c i ó n d e l t r a d u c t o r
Además del marco teórico, hay varios campos de reflexión para pen­
sar la traducción de una forma que incida directamente en la prác­
tica. En mi caso en particular, uno de los más importantes es pre­
guntarse por la función del traductor: jipara quién trabajo?, ¿cómo
funciona lo que hago dentro del proceso de producción del texto
que tengo entre manos? Es decir, para ponerlo en otras palabras: ¿de
dónde viene mi traducción y hacia dónde va?
Creo, personalmente, que casi todos los traductores se hacen estas
preguntas aunque no las planteen de ese modo ni las separen cons­
cientemente del trabajo. Por otra parte, más allá de la consciencia
que tenga de ello la persona que traduce, toda traducción contiene
respuestas a esas preguntas.
Si se estudia en profundidad una traducción cualquiera, cada una
de las decisiones que la forman responde a una toma de posición con
respecto a esas preguntas. Pero para entender la cuestión, lo lógico
es revertir este proceso. En lugar de dejar este análisis para después y
ponerlo en manos de alguien que está fuera de la traducción (un crí­
tico, un analista o un teórico), los traductores deberían pensar estas
preguntas antes de sentarse a trabajar, para que las decisiones que to­
man durante la traducción propiamente dicha sean más coherentes,
más útiles y más fáciles de realizar.
Desde mi punto de vista, para entender mejor la posición y la
función del traductor, hay que pensar la traducción dentro de la co­
municación: la persona que traduce es un puente entre el emisor del
texto origen y un grupo de lectores que no comparten ese código®.
Esa idea es un poco simple, sí, pero sirve de base dentro de esta
reflexión porque lo que quiero hacer no es una reflexión sobre la tra­
ducción en sí ni sobre su espacio en la comunicación (algo así como
la respuesta a la pregunta ^qué es traducir?); ese tipo de pregunta
sería demasiado teórica para lo que propone este trabajo. Mi idea es
pensar 2
lfunción del traductor desde lo práctico, en el trabajo mismo.
El traductor o traductora es un eslabón que permite una comu­
nicación claramente indirecta (Mossop la define como un retelling)
entre el emisor del texto original y lectores que no dominan ese có­
digo lingüístico. La importancia relativa del “emisor” y el “receptor”
o “lector” cambia según el tipo de texto y la naturaleza de la traduc­
ción. No hay duda de que en una traducción literaria, por ejemplo,
las marcas del “emisor” en el código del original tienen un peso con­
siderable, sobre todo si se trata de literatura con ciertas ambiciones
artísticas. Pero eso no significa que deba dejarse al receptor de lado
por completo.
Todo esto está incluido en esa palabra amplia y tan discutida en
el campo de la traducción literaria y de la traducción en general: “fi­
delidad”.
2 4 Traducir literatura  M a rgara A v erba ch
8 M ossop, Brian. Op. cit.
E l c o n f l i c t o e n t r e “a u t o r d e l a v e r s i ó n ” ( t r a d u c t o r /
t r a d u c t o r a ) y “a u t o r d e l o r i g i n a l ” ( e s c r i t o r / e s c r i t o r a )
I 2 Los TR A D U CTO R ES EN EL CRUCE DE CAM IN O S: D E C ISIÓ N ... 25
Mossop dice que la traducción está en el centro de un esquema de
comunicación duplicado. Las fidelidades que tiene hacia las dos
puntas extremas del esquema (los emisores del original y los lectores
de la traducción) varían según los textos. En realidad, la fidelidad a
los “autores” y la fidelidad a los “lectores” están íntimamente ligadas.
La traducción literaria necesita ser fiel al “emisor”, pero la calidad
literaria del libro (que no siempre tiene que ver con el “nombre” del
escritor o escritora pero sí con cada texto en particular: los buenos
traductores literarios tienen que saber distinguir por encima de fa­
mas, anonimatos, seudónimos y decadencias) determina el grado de
esa “fidelidad” y puede llegar a cuestionarla casi por completo. La
razón es evidente: un escritor o escritora que no tiene intereses en
el código mismo, en la forma en que maneja la lengua, no merece el
mismo tipo de fidelidad que los que crean literatura también desde
lo artístico, desde el cuidado por la lengua. En el primer caso, lo
único que debe transmitirse es el mensaje, el referente. En el segun­
do, hay mucho más que eso.
Discutíamos una vez con una colega qué debe hacer el traductor
o traductora si encuentra errores evidentes en una novela, cambios
de nombre de personajes, por ejemplo, o un vocabulario pobrísimo y
repetitivo (no como recurso sino claramente por falta de algo mejor).
La decisión sobre ese tema es tanto personal como editorial: si la edi­
torial quiere una traducción que “corrija” el original, generalmente la
pide, y en ese caso, el traductor, que trabaja en una editorial como
proveedor o como empleado provisorio, tiene que seguir instruccio­
nes. Suponiendo que el libro tenga cierta calidad intrínseca, no hay
duda de que un buen traductor literario debe respetar el “efecto” del
original, los modos y medios de expresión que encuentra en el texto
y las peculiaridades del lenguaje (que en la traducción también deben
ser “peculiares”) cuando sea posible y, entre otras cosas, dos bastante
olvidadas en la práctica: el nivel de lengua y la ambigüedad, que a
su vez está directamente relacionada con el problema de algo que
podemos llamar -para copiar a Susan Sontag- sobre-interpretación
o “demasiada” interpretación.
Con respecto al nivel de lengua, podemos retomar el ejemplo de
la novela de Mark Twain. Si el libro que traducimos está narrado en
una primera persona que utiliza una jerga social y también personal
(en este caso, escrita), esa jerga tiene un sentido y una importancia a
diferentes niveles dentro de la novela o el cuento: tiene que ver con
la ambientación, con las relaciones del narrador con su medio, con la
psicología del personaje, con la experimentación y la propuesta lin­
güística, etcétera. El camino más fácil es eliminar esas marcas y eso
se hizo durante años como ya comentamos con respecto a las tra­
ducciones de Huckleberry Finn de Mark Twain, entre muchos otros
ejemplos. Pero ese borrado significa que la traducción no será una
versión del original sino otro libro completamente distinto. En el
caso de Huck Finn eso es evidente: toda la crítica lo considera un
libro esencial sobre todo por esa primera persona.
Por otra parte, ¿cómo se justificaría la decisión de eliminar la jer­
ga? Si se la toma sobre bases tales como la falta de una solución para
conservarla o la necesidad de apurar los tiempos de la traducción, no
se está tomando en cuenta en absoluto la función de la traducción de
ese texto en particular.
Pasemos ahora al segundo ejemplo, el de la ambigüedad y la "‘so-
bre-interpretación”.
No hay duda de que hay lugares del texto en que la persona que
traduce se ve obligada a “interpretar”. En esos casos, la interpreta­
ción es parte de la toma de decisión. Para dar un ejemplo sencillo
a nivel del léxico, si me encuentro con una palabra comofunny^ en
inglés, voy a tener que decidir si, en ese contexto, lo que el autor está
expresando se relaciona más bien con el campo semántico de lo có­
mico o con el de lo extraño o ambas cosas al mismo tiempo. La de­
cisión es obligatoria porque en castellano no existe una palabra que
abarque todos esos campos al mismo tiempo. Hay casos en los que
el contexto es tan evidente que la traducción se hace como si fuera
automática aunque en realidad no lo sea.
Pero si, en el original, hay palabras que pueden interpretarse de
varias formas y el texto no privilegia ninguno de esos sentidos, los
2 6 Traducir literatura | M á rgara A v er ba c h
mantiene en la lectura, la complejiza y la enriquece de esa forma, la
traducción debería intentar lo mismo. En ese caso, decidir sería una
“sobre-interpretación”, ya que impone a los lectores de la traducción
una única interpretación, la del traductor o traductora (la “vende”
como la única posible) y, por lo tanto, reduce el texto, lo hace más
playo, lo banaliza.
Un ejemplo evidente, también a nivel del léxico, es la palabra sta-
re^ que expresa una forma de mirar que puede ser tanto de furia,
como de asombro, miedo, sorpresa, felicidad, incredulidad... Si la
traducción expresa una razón para la mirada de un personaje, inter­
preta demasiado. Impone una explicación particular al gesto físico
que, en la mayor parte de los casos, es lo único que describe el inglés
en el original. Hay casos en que la causa del staring es evidente (para
dar un ejemplo cualquiera, ¿de qué otra cosa que de terror puede es­
tar hecha la mirada de alguien amenazado por un loco con un hacha
en una novela de aventuras o un policial?) pero aun así, ¿por qué no
describir el gesto, lo físico, lo externo, en lugar de pasar al interior,
tal cual hace el original? Por otra parte, el que mira al asesino del
hacha también puede estar sintiendo asombro, sorpresa, tal vez un
remolino de emociones de las cuales, probablemente, el miedo sea la
central pero no la única. Y en realidad, hay casos en que el paso de
exterior a interior es directamente infiel: por ejemplo, si la palabra
stare es parte de la obra de un autor como Ernest Hemingw^ay, cuya
escritura se niega sistemáticamente a “entrar” en el personaje, sólo
podría traducirse como “lo, miró con los ojos muy abiertos” o algo
semejante; cualquier entrada al “interior” del personaje sería una
traición evidente al original y también a los lectores que quieren leer
la escritura de Hemingway.
L a r e l a c i ó n e n t r e l a t r a d u c c i ó n y l o s l e c t o r e s
La traducción también guarda relaciones de fidelidad, contactos con
los lectores. Veamos de qué modo la reflexión sobre esa relación pue­
de ayudar también a tomar decisiones en el proceso de la traducción.
Para que esa reflexión sea útil, es necesario aclarar que esas dos “fi­
delidades” se cruzan y son interdependientes.
I 2 Los TR A D U C T O R ES EN EL CRUCE DE CA M IN O S: D E C ISIÓ N ,,. 27
Una manera de explicarlo es pensar la traducción de las jergas
sociales. Frente a un original donde hay jerga social, la traducción
debería conservarla. La pregunta siguiente es ¿cómo? Y aquí, el re­
ceptor tiene mucha importancia.
Yo leí Rumble Fish de Susan Hinton en una traducción española
(La ley de la calle ^se llamaba la versión, por su relación con la pelícu­
la de Francis Ford Coppola). El texto original está narrado por una
primera persona que se expresa en una jerga compleja, muy impor­
tante para el texto porque es una de las marcas de la marginalidad y
rebeldía del narrador testigo y el protagonista, el chico de la moto.
La traducción de Javier La Cruz la conserva, copiando la jerga de
ciertos grupos de drogadictos y motoqueros de Madrid.
Los lectores de la traducción al castellano tienen una noción
bastante buena del tipo de personaje que está contando la historia
(aunque no del lugar en el que está ambientada la novela). Desde la
primera oración del texto, es evidente para ellos que no se trata de
un personaje de clase media bien instalado en la sociedad. Y sin em­
bargo, lo que sucede en el libro parece ambientado en Madrid, no en
los Estados Unidos, a los que remiten todos los nombres de la novela
y la cultura de los personajes. Lo que hace la traducción es ofrecer
una especie de ambientación cruzada y contradictoria, y lo peor es
que esa contradicción no existe en el original, donde todos los deta­
lles hablan de la vida en un lugar asfixiante de los Estados Unidos.
La situación del lector empeora cuando el libro se lee fuera de
España. En Argentina, leer fragmentos como: “Yo necesitaba unas
pelas. A mi viejo el Estado le pasaba una pensión. Tenía que bajar y
echarme una firma, pero no eran muchas pelas y a veces se olvida­
ba de pasarme algo. Yo gonorreaba cantidad” “ tiene un efecto más
relacionado con la identidad de los lectores (argentinos) que con la
identidad social del narrador del libro. En mi caso, yo no entendía lo
que estaba pasando: lo que dominaba la lectura era la extrañeza del
lenguaje, la falta casi completa de inteligibilidad.
2 8 Traducir literatura  M a r g a r a A v er ba c h
9 H i n t o n , Susan, La ley de la calle. Madrid; Alfaguara, 1987. Traducción: Javier La Cruz
10 Idem, pág. 49
La idea de que el dueño de ese lenguaje no era de clase media, de
que no hablaba una lengua “estándar” quedaba clara, por supuesto.
Pero para mí, habitante de la ciudad de Buenos Aires, la única va­
lencia segura de la jerga desde un punto de vista social era el hecho
de que no era un lenguaje de clase media. El joven que hablaba era
marginal, sin duda, ^pero de qué margen se trataba? <:Era un ladrón?
¿Un adolescente rebelde? ¿Un criminal? Como lectora argentina,
nada de eso importaba porque además de no poder situar la jerga,
el problema era que yo no entendía. En esa primera lectura, el libro
no me gustó. Lo recuperé mucho más adelante, cuando lo leí en el
original.
Este ejemplo demuestra que es importante saber para quién tra­
duzco. Si yo, argentina, resolviera unajerga parecida mediante frases
como ‘el bulín era demasiada guita pero el cafisho carburó que si lo
alquilaba no se cruzaría tanto con la cana”, ¿qué sentiría un lector es­
pañol? Y aquí hay una cuestión claramente política. Los traductores
de América Latina, excepto los mexicanos, tienen esto en cuenta.
El tamaño del mercado y la relación metrópolis-periferia les exigen
cierta Neutralidad” de lenguaje (empezando, por ejemplo, por el uso
del “tú” y no del ‘Vos” como pronombre informal de segunda per­
sona). En cambio, en España, a juzgar por las traducciones que nos
llegan (salvo muy honrosas excepciones tanto en cuanto a los traduc­
tores individuales como a editoriales), les importa muy poco lo que
puedan pensar los lectores del resto del área hispanohablante. Para
ir en contra de algunas opiniones, yo creo que cuando se importan
o exportan traducciones, es decir, se trasladan a lectores de luga­
res diferentes, el traductor o traductora deberían saberlo y tenerlo en
cuenta al encarar el trabajo o, en su defecto, el editor debería poner
un corrector que adapte la traducción para quienes van a leerla, como
han hecho aquí algunas editoriales con traducciones mexicanas y es­
pañolas; como me consta que han hecho en España con algunas de
mis traducciones.
Habíamos dicho que las “fidelidades” se cruzan y son interdepen-
dientes.
En el ejemplo del libro de Mark Twain, cuando el traductor (o
la editorial, en este caso no nos interesa de dónde provino la de­
I 2 Los TR A D U C T O R ES EN EL CRUCE DE CA M IN O S: D E C IS IÓ N ... 29
cisión) no conserva la jerga, está siendo infiel para con el “emisor”
(escritor/a) pero también para con los “receptores” (lectores). Lo que
estos lectores van a leer es completamente diferente del Huck Finn
original, produce un efecto completamente distinto del que Twain
quería producir en sus lectores, y sin embargo, la traducción se vende
como una versión de la obra de Twain, lo cual, en el caso de las tra­
ducciones “pomposas” que yo leí de chica, es claramente engañoso.
En el caso de los ejemplos sobre léxico, cuando la traducción elige
uno de varios significados de una palabra ambigua, en lugar de tra­
tar de conservarlos todos, eso es poco fiel para los lectores también:
reduce la riqueza de la lectura y los obliga a aceptar una sola inter­
pretación cuando de hecho en el original, había más de una posible.
Otro ejemplo de lo mismo es el de los nombres. La vieja regla
según la cual “los nombres no se traducen” está muy bien como regla
general pero no pasa de ser exactamente eso. La decisión sobre qué
va a hacerse con un nombre en una traducción tiene mucho que ver
con consideraciones sobre los lectores. Si los nombres de los perso­
najes son simbólicos, si dicen algo importante a los lectores del ori­
ginal, la traducción debería producir las mismas asociaciones en los
lectores de la lengua meta. Muchas veces, nosotros, los que traduci­
mos, nos olvidamos de ese detalle y nos parece que la relación de un
apellido como Lighf con lo luminoso y lo leve es obvia para cualquie­
ra. Lo cierto es que para la persona qué lee nuestra versión no lo es:
tenemos un lector que prefiere leer nuestra versión y no el original.
La forma en que debería transmitirse el sentido de los nombres varía
con cada texto, por supuesto, pero en general, ya fuera tra.duciér;ido-
los o haciendo una nota al pie, es necesario que ese sentido se trans­
mita a los lectores de la traducción. El problema de los nombres es
algo así como un contra ejemplo de la sobre-interpretación en casos
de polisemia. Cuando no aclaramos un nombre significativo, hace­
mos lo contrario que cuando explicamos de más: estamos suponien­
do que el lector entiende algo que en realidad le resulta incomprensi­
ble; estamos negándonos a servirle de puente.
Veamos algunos ejemplos más concretos. En general, la traduc­
ción o no de los nombres tiene que ver con la ambientación del texto.
Pero no hay que olvidar que también en esto, la decisión final no es
3 0 Traducir literatura  M a r g a r a A v er ba c h
siempre del traductor; la editorial puede tener mucho que decir al
respecto. Yo tengo anécdotas de casos en que creí que los nombres
debían traducirse y la editorial se negó a aceptar mi decisión.
Si la ambientación es imaginaria y no tiene ninguna relación con
el inglés (como en tantas novelas y cuentos de ciencia ficción y fan­
tasía, que transcurren en lugares inventados), mi opinión es que lo
mejor es traducir o adaptar el nombre de modo que el sentido sea
evidente a los lectores. Por ejemplo, en una novela de ciencia fic­
ción que transcurre en un planeta inventado, si el personaje se llama
Wolf, hay que traducir. Que el personaje se llame Lobo no modifica
en absoluto el efecto del original: de todos modos, el inglés ni siquie­
ra existe en ese mundo. Si, en cambio, la ambientación tiene referen­
tes reales, y los hechos transcurren en un país de habla inglesa, esa
solución es imposible ya que, por ejemplo en los Estados Unidos, un
hombre llamado Wolf no pertenece a la misma raza ni tiene los mis­
mos problemas que un hombre llamado Lobo. En ese segundo caso,
según la importancia que tenga el significado del nombre, es mejor
aclararlo en una nota al pie, en la cual el traductor o traductora hace
de puente para sus lectores y, al mismo tiempo, deja bien claro que la
aclaración es propia y no del autor del original. La nota al pie es un
lugar de la traducción en el que el traductor se hace visible para sus
lectores.
T o m a d e d e c i s i o n e s
En el proceso de traducción, cada decisión es un momento complejo
en el que intervienen diversos factores. En una traducción literaria,
si el original es bueno, la versión perderá algo en el pase de un idio­
ma a otro. Es lógico que así sea en un tipo de traducción en el que
lo que se cambia es el centro del texto, el código. Cuando los tra­
ductores toman decisiones, están decidiendo cómo conservarlo todo,
y cuando eso no es posible, qué conviene perder y qué no. En esos
momentos del proceso de traducción, que se repiten muchas veces
por página, la reflexión sobre la función de la traducción dentro del
proceso de comunicación puede ser un instrumento de ayuda inesti­
mable.
I 2 Los T ílA D U C TO R ES EN EL CRUCE DE CA M IN O S: D E C IS IÓ N ... 3 1
Recordar qué deben los traductores a las dos puntas exteriores del
esquema de comunicación que propone Mossop es un dato impor­
tante y sobre todo, útil, en la tarea que se lleva a cabo. Si la traduc­
ción es un ‘‘servicio” en el sentido más amplio, noble y abarcador de
un término muy bastardeado, deberíamos ser conscientes de a quién
estamos sirviendo así como de para qué traducimos, y esa conscien­
cia debería reflejarse con claridad en las decisiones que van dando
forma a nuestras versiones.
M e r c a d o y p o s ic ió n p e r s o n a l
Además de una posición tomada con respecto a la función de la tra­
ducción y la relación con emisores y receptores, los traductores lite­
rarios necesitan tomar partido frente a ciertos problemas de lenguaje
que marcan indefectiblemente sus relaciones con el mercado.
Como traductores literarios, somos nativos de la lengua a la que
traducimos pero no de ese supuesto “castellano neutro” que se nos
exige en el mercado, sino de nuestro dialecto (en mi caso, el riopla-
tense). La traducción literaria de mercado en Buenos Aires y segura­
mente en todos los mercados menos España y México, funciona en
medio de una tensión constante entre la posición de cada traductor o
traductora y las exigencias de las editoriales.
Esas reglas y exigencias varían de editorial en editorial y de mer­
cado en mercado, y varían, como ya dijimos, entre España (la me­
trópolis) y otros países hispanohablantes. No es importante cono­
cerlas todas sino tener una posición propia y clara sobre cuál sería el
“dialecto” o “castellano” al que cada traductor o traductora traduciría
idealmente si pudiera porque es a ese dialecto o “castellano” al que
cada traductor tiende mientras puede.
La existencia o no del “castellano neutro” se discute en cada con­
greso de traducción y en cientos de artículos y libros. Yo no quiero
entrar en esa discusión, que no es tema de esta manual, pero quisiera
definir el “castellano neutro” como un idioma inventado que carece
de oralidad (no se habla en ninguna parte) y que las editoriales creen
que haría más fácil la comprensión entre hablantes de diferentes dia­
lectos geográficos porque utilizaría palabras que son comunes a to­
3 2 Traducir literatura  M árgar a A v er ba c h
dos estos dialectos o que por lo menos no producen malentendidos.
Esta búsqueda del “común denominador” lingüístico (para darle al­
gún nombre) varía de traductor en traductor y de editorial en edito­
rial, y es siempre arbitraria.
Cada traductor o traductora tiene o debería tener su posición per­
sonal con respecto al “castellano” ideal al que traduciría si le fuera
posible, y negociar a partir de ese modelo con las exigencias del mer­
cado. Voy a plantear aquí mi posición personal, solamente como un
ejemplo entre muchos otros.
Yo creo que el traductor debe estar lo más cerca posible de su
propio dialecto y, si fuera posible, sería excelente tener versiones de
la misma obra en todos los dialectos. Creo que la versión de la tra­
ducción se dirige siempre, en primer lugar, a la comunidad primaria
del traductor o traductora. Por otra parte, la competencia real del
idioma “nativo” es siempre la competencia en el dialecto primario
y no en un supuesto “castellano neutro”. Mi “castellano” ideal para
traducir sería igual al idioma que uso cuando escribo ficción propia;
un dialecto más o menos argentino. Pero yo no uso exactamente el
mismo dialecto cuando escribo ficciones que transcurren en la Ar­
gentina y cuando escribo ficciones que transcurren en lugares inven­
tados. Y cuando traduzco, la ficción que traduzco no transcurre en
Argentina.
Todos esos factores (dialecto propio, ambientación del original,
exigencias del mercado, lectores posibles) hacen que el uso del dia­
lecto propio en la traducción literaria sea un problema bastante com­
plejo.
A nivel práctico, para el traductor literario argentino ciertos usos
son imposibles: las editoriales exigen la “neutralidad”, por ejemplo,
en un 90 por ciento, prohíben el voseo, de modo que lo que se hace
es negociar una especie de cruza entre el dialecto propio (la parte
aceptable para el mercado y para otros lectores) y opciones más “neu­
trales” (denominadores comunes).
Si la posición “ideal” del traductor o traductora es ir hacia el dia­
lecto propio, lo hará cada vez que pueda. Y algunas cosas se van
permitiendo en el mercado, tal vez por este tipo de insistencia de los
traductores. Cuando yo empecé a traducir no se podían usar palabras
I 2 Los TR A D U CTO R ES EN EL CRUCE DE CAM INO S: D E C IS IÓ N ... 33
como “marrón” (se exigía “castaño” hasta para “una mesa castaña”),
“chico” (reemplazada por “niño”), “vereda” (“acera”). Actualmente,
según la editorial, muchas de esas palabras se aceptan y yo las uti­
lizo aunque siga evitando las palabras que producen malentendidos
absolutos y que siguen prohibidas por las editoriales: “colectivo, saco,
pollera”, entre otras.
Es importante tener una posición tomada, firme y reflexiva sobre
un punto tan esencial como el dialecto, porque sin duda sirve como
instrumento. Facilita la toma de decisiones. Lo mismo debería ha­
cerse con puntos como la castellanización de palabras (hay que saber
si se está a favor o en contra de esa práctica idealmente, aunque lue­
go haya que adaptarse a los pedidos de las editoriales); la traducción
de los nombres; el uso de las notas al pie, etc. Tal vez por eso, porque
el problema de la fidelidad y de la toma de decisiones de este tipo
afecta todo el proceso de traducción, este tema volverá a surgir en
todos los capítulos siguientes.
3 4 Traducir literatura  M á r g a r a A v e rb a c h
3 La lectura instrumental en traducción literaria
E l s e g u n d o c o n t e x t o
De los tres pasos de la traducción literaria, la lectura es el primero en
más de un sentido. No se trata simplemente de que se lea (o debiera
leerse) el texto a traducir como primer paso del proceso, antes de
empezar la traducción propiamente dicha, sino sobre todo de que la
lectura define y determina el paso dos -la traducción propiamente
dicha- Ytambién el paso tres, la revisión o corrección.
Todo traductor maneja varios “contextos” a la vez. El contexto
oracional puede ayudarlo a definir opciones léxicas y estructurales y
es la unidad práctica con la que se tiene la ilusión de trabajar a nivel
de la traducción propiamente dicha, es decir, el momento en que se
pasa de un código lingüístico a otro. Sin embargo, el contexto de
la oración es totalmente insuficiente para el traductor escrito, sobre
todo el literario. Por ejemplo: si se les pide a traductores argentinos
de inglés (acentúo la identidad nacional porque aquí la cultura es
esencial) que traduzcan una oración como “The teacher opened the
door”, las traducciones variarán pero muy probablemente serán algo
semejante a “La maestra abrió la puerta”. Sin embargo, en gran par­
te de los textos literarios que provienen de los Estados Unidos, la
traducción correcta es “El maestro”, o “El profesor”. Ese ejemplo —
casi de perogrullo- sirve para poner en foco el problema del segundo
contexto: la lectura general del texto seguramente despejará la duda
sobre el género del personaje que tiene como profesión la docencia,
y si no lo hace, si en el texto original no se conoce el género, será
esencial que la traducción no defina ese dato tampoco, y en ese caso,
la oración será mucho más complicada a la hora de traducirla correc­
tamente.
En mi experiencia como profesora de traducción literaria, una
parte importante de las malas opciones y los errores que se ven en
las traducciones de los estudiantes provienen de una mala lectura; es
decir, de un mal manejo de eso que llamo aquí “segundo contexto”,
y esto se nota más claramente cuando se pide lectura y traducción en
un examen: una mala lectura suele estar seguida por una mala tra­
ducción, es decir, una traducción en la que se han tomado una serie
de decisiones equivocadas.
En cualquier tipo de traducción, la lectura total del texto esta­
blece el segundo contexto, lo describe y lo analiza. En la literaria, es
esencial. Existe un tercer contexto: el que tiene que ver con la cultu­
ra del original. La comprensión de la importancia de estos contextos
(diferentes del oracional) determina opciones, decisiones y estructu­
ras en el paso a de la traducción y ayuda a fijar criterios clave para la
evaluación y corrección de lo que se hizo en el paso 3. La lectura es
instrumental para la traducción, sobre todo la literaria: es decir, leer
el texto completo es esencialmente un instrumento, una herramienta
para traducir.
Gada tipo de traducción -técnica, científica, literaria- tiene sus
propias características y lo mismo sucede con las lecturas previas a
cada una. La traducción técnica y la traducción científica tienen ob­
jetivos que, en general, pueden establecerse a priori de la lectura del
texto, y que, en teoría, son esencialmente los mismos se trate de un
artículo sobre medicina o de un manual de funcionamiento de un
electrodoméstico. Esos objetivos están relacionados con el análisis y
comprensión del “mensaje” o “referente”
No hay duda de que no siempre se puede cumplir con estos obje­
tivos, sobre todo en países como la Argentina, donde los traducto­
res técnicos no suelen especializarse y donde, por lo tanto, no puede
esperarse que los traductores comprendan en profundidad todas las
disciplinas que traducen, desde historia a física nuclear. Esta impo­
sibilidad explica que sea necesario manejar muy bien la metodología
3 6 Traducir literatura | M a rg a r a A v er b a c h
que permita comprender aunque sea en parte lo que se traduce, sea la
consulta a informantes especializados, la búsqueda en instrumentos
como Internet, o cualquier otro tipo de método. Lo que puede decir­
se es que la lectura de los textos técnicos y científicos puede ser muy
ardua pero gira siempre alrededor de los mismos puntos o preguntas,
esencialmente, “¿qué dice el original?”, y “^;aquién se lo dice?”.
En el caso de los textos literarios, en cambio, la lectura es mucho
menos previsible. No se puede pensar las preguntas a priori: las que
tienen que determinar qué se pregunta y qué se ve en el texto son las
características del texto mismo. Es decir, que solamente se sabe cuá­
les son esas preguntas con la lectura misma; nunca antes. El texto
literario tiene muchos niveles de comprensión; el “mensaje” o “refe­
rente” es apenas uno entre muchos (y no siempre el esencial). Para
explicar lo que se busca en cada una de estas lecturas y, sobre todo,
para explicar cómo “lo que se busca” cambia de una lectura a otra, la
teoría de los grados de la escritura es de gran ayuda.
Para seguir con la metáfora de la ventana, en los textos técnicos
y científicos, la lectura es siempre un intento por captar los rasgos
esenciales del árbol que está del otro lado del vidrio para poder cam­
biar el panel sin modificar la imagen. En cambio, cuando se traducen
textos literarios -textos en los que, muchas veces, la función esencial
del texto no está en el árbol sino en el vidrio y sus peculiaridades,
que introducen modificaciones a la imagen del árbol (es decir, en los
“dibujos” del vidrio, en sus puntos ciegos, sus marcas)- el problema
se hace más complejo.
Dentro del marco de esa metáfora, queda claro que, en los textos
literarios, el paso i de la traducción no puede limitarse a la com­
prensión de la imagen del “árbol”, es decir, al análisis del “referente”;
tendrá que abarcar también la comprensión de la “cualidades” (los
dibujos y las formas) introducidos por el vidrio (o sea, por el códi­
go lingüístico). Y como, en literatura, cada vidrio es completamente
distinto de todos los demás, es imposible determinar qué voy a en­
contrar en ese vidrio antes de analizar el texto que voy a traducir.
A diferencia de lo que sucede en otros tipos de traducciones, en la
traducción literaria, la lectura es imposible de planear a priori. Es
imprevisible.
I 3 L a l e c t u r a i n s t r u m e n t a l e n l a t r a d u c c i ó n l i t e r a r i a 37
Esa es una de las razones por las que es tan importante la práctica
de la lectura instrumental en la enseñanza de traducción literaria:
no se puede redactar ningún tipo de “ficha” previa para la lectura,
hay que aprender cómo se arma la “ficha” de cero en cada uno de los
textos, incluyendo las preguntas que van a hacerse.
Antes que nada es importante entender la utilidad de la lectura
instrumental, la forma en que ofrece puntos de apoyo, ayudas a la
traducción.
Los puntos de apoyo pueden ser muchos y también ellos depen­
den del texto. La que sigue es una lista breve y absolutamente in­
completa, más bien una serie de ejemplos. La lectura debería ofrecer:
- una serie de objetivos a lograr a través de la traducción. Dentro
del planteamiento que venimos utilizando, esos objetivos ayu­
darían a diseñar un vidrio que fuera lo más parecido posible al
vidrio original en sus dibujos, efectos de luz, “suciedades” (por
ejemplo, características de sintaxis, de opciones léxicas, de uso
de pronombres, etcétera).
- una jerarquización de dichos objetivos, de modo que si, en el
paso 2, es necesario elegir entre conservar una cualidad, un
detalle, un rasgo y no otro, sea posible elegir del modo menos
dañino para el texto.
' bases para decidir cuántos niveles de lengua hay en el texto
origen y cómo trasmitirlos.
' bases para decidir sobre ciertos problemas específicos que sur­
gen en la traducción literaria de ciertos idiomas a otros: en el
caso de la traducción del inglés al castellano, por ejemplo, el
problema del tuteo y el trato de “usted” entre los personajes
(¿deben tutearse o no los personajes? ¿Deben pasar al tuteo a
lo largo de la novela y cuándo?).
L a l e c t u r a i n s t r u m e n t a l
Para volver a uno de nuestros ejemplos anteriores, si se está pensando
en traducir ai castellano The Adventures of Huckleberry Finn^ y
la lectura instrumental se centra sólo en lo que podría llamarse
“referente” (en este caso, la historia del viaje de Huck y Jim por el
3 8 Traducir literatura ¡ M á rg a r a A v er ba c h
río Mississippi), el resultado podría ser una traducción en lengua
estándar (o peor aún, una traducción en lengua de registro escrito y
muy alto, engolado incluso, como la que puede encontrarse todavía
en muchas versiones de la novela, sobre todo las que ya tienen más
de veinte años). Estas versiones eliminan casi por completo el valor
de la novela original. Lo que las marca como “malas” traducciones es
una “mala” lectura: una que no advirtió la importancia de la primera
persona y sus usos no estándar.
En el marco de la metáfora de la ventana, lo que estaríamos ha­
ciendo es cambiar un vidrio claramente definido por dibujos propios
(definidos sobre todo por el código escrito que utiliza el narrador:
con “errores” y mucha inocencia infantil) por un vidrio mucho más
neutro, mucho más “invisible” por lo estándar.
Una buena lectura instrumental de The Adventures of Hucklebe-
rry Finn debería llegar a la conclusión de que el núcleo del libro de
Twain está justamente en la retórica especial de su primera persona
narradora, un chico que utiliza una lengua escrita con errores de or­
tografía y sintaxis, y capta y transmite varios niveles de lengua, in­
cluyendo jergas de clase, de raza y de edad. La lectura debería dejar
bien en claro que, sin esa “calidad”, esa “textura” en el lenguaje (esas
marcas en el vidrio), la infidelidad con respecto al texto original sería
tan completa como si se pretendiera “traducir”, digamos, una obra
de teatro de Shakespeare contando el argumento en prosa. Por su­
puesto, la idea de que el centro de la novela de Twain es el narrador,
Huck, está muy repetida en la crítica literaria sobre TheAdventures of
Huckleberry Finn, pero lo cierto es que la gran mayoría de los libros
que se traducen son muy contemporáneos y no tienen estudios críti­
cos que puedan guiar al traductor o traductora. Por eso, es esencial
que se aprenda a leer sin apoyos críticos.
Otro ejemplo posible de cómo la lectura de este tipo es esencial
para traducir es el caso de algunos autores anglófonos que escriben
en una primera persona claramente indefinida en cuanto al género.
Hay varios textos apoyados en este juego, por ejemplo Susan Sontag
en uno de los cuentos de etcetera“ o los cuentos para adolescentes
I 3 L a l e c t u r a i n s t r u m e n t a l e n l a t r a d u c c i ó n l i t e r a r i a 39
II S o n t a g , Susan. /, etcetera. New York: Parrar Straus Giraux, 19
Badger on the Barge de Janni Howker/^ En esos casos, la lectura ins­
trumental debe detectar que uno de los centros del texto está en la
ambigüedad de género de su narrador/a, ambigüedad inscripta cla­
ramente en el discurso original, y por lo tanto, intentar una traduc­
ción en que se conserve esa ambigüedad) no elegir un género para el
narrador, por ejemplo, a partir de datos externos como el género del
autor. Esta decisión debe tomarse en el paso i, en la lectura, porque
definirá cientos de decisiones de traducción.
Es muy probable que haga necesario un castellano no muy “flui­
do” o “natural” porque no es fácil conservar este tipo de ambigüedad
en castellano: el castellano marca el género mucho más que el inglés,
lo repite en cada artículo y cada adjetivo. Por lo tanto, es posible que
esa decisión implique también una pérdida de lo que generalmente
se llama “fluidez” y “naturalidad” en la lengua meta, ya que la falta
de marca de género no es “natural” en el castellano.
Por ejemplo, una traducción “I was tired” como “Sentía mu­
cho cansancio” es claramente menos fluida y “natural” que “Estaba
cansado/a”, pero, si la lectura jerarquiza la “ambigüedad” de género
como núcleo del texto (es decir, si a partir de la lectura se decide que
esa ambigüedad es una parte esencial del texto), la traducción deberá
aceptar la pérdida de “naturalidad” y tratar de conservar la ambigüe­
dad.
O, si se lee un texto de algún escritor posmodermo como John
Barth o Donald Barthelme con la idea de traducirlo, la lectura debe­
ría preocuparse por la forma en que se plantea el montaje de escenas
y la manera en que consigue el efecto de fragmentación típico de ese
movimiento literario; debería también entender la superposición de
metáforas, los símbolos falsos y los sinsentidos que pueblan el texto,
así como la manera en que esos autores consiguen que la interpreta­
ción sea imposible; debería marcar las alusiones a literaturas anterio­
res y la forma en que se utiliza la parodia.
En un caso bastante diferente (y mucho más común en el merca­
do), si se lee un cuento policial de un autor como Raymond Chan-
dler o Dashiell Hammett, la lectura deberá ver la forma en que fun-
4 0 Traducir literatura  M á r g a r a A v er ba c h
12 Howker, Janni. Badger on the Barge and Other Stories. Londres; Fontana Lions, 1984
cionan los niveles de lengua dentro de la narración; la forma en que
cada uno de ellos caracteriza a los personajes; la consideración deta­
llada de la forma en que se repiten ciertas imágenes que tanto ade­
lantan la acción como provocan atmósferas especiales y hacen una
crítica social aguda, cruel incluso (por ejemplo, cuando ambos auto­
res tocan temáticas como el dinero o describen la forma de vida de
las clases altas); una comprensión del tipo de humor que tienen las
descripciones del narrador en primera persona en el caso de Chan-
dler, y en el de ambos, una comprensión exacta del uso y forma de
presentación de la violencia- Si ese tipo de características no aparece
en la traducción, la traducción no será correcta.
La lectura instrumental (o la falta de ella) está implícita en la tra­
ducción misma y cualquier traductor o corrector (o docente) experi­
mentado suele saber qué errores provienen directamente de la mala
lectura o la falta de lectura, pero para que la relación lectura-traduc­
ción sea evidente (tanto en cuanto a los aciertos como en cuanto a los
errores), me parece que pedir una lectura explícita es importante en
los cursos de formación de traductores literarios.
El ejercicio de la lectura explícita es útil tanto para el profesor
como para el estudiante: si la lectura es buena y hay errores en la
traducción, será evidente para ambos -profesor/a y estudiante- que
los problemas de la traducción provienen de la competencia lingüís­
tica de alguno de los dos idiomas y no de una falla en el paso r. Al
contrario, si hay errores en la lectura, muchas veces los errores de la
traducción provienen directamente de eso. Es evidente que el tipo
de trabajo que debe hacerse para solucionar un problema de com­
petencia es completamente distinto del que se hace para solucionar
fallas de lectura y el ejercicio de la lectura explícita ayuda mucho a
determinar qué pasos debe seguir cada estudiante, es decir, permite
personalizar el consejo que puede dar el profesor o profesora para
mejorar el nivel de traducción de cada estudiante.
La lectura ayuda a hacer evidentes, conscientes, ciertos recursos, ca­
racterísticas y rasgos que aparecen en los textos literarios (el tono, la
atmósfera, el uso de campos semánticos, problemas léxicos relacio­
] 3 L a l e c t u r a i n s t r u m e n t a l e n l a t r a d u c c i ó n l i t e r a r i a 4 1
nados con la ambientación temporal y/o espacial). La consciencia los
hace más fáciles de copiar o reproducir de alguna forma en el paso 2.
Hay muchos ejemplos concretos de lugares en el texto en los cua­
les la lectura define la traducción. Estos son apenas algunos, deriva­
dos de mi práctica personal docente o de traducción.
Ambientación espacial y/o temporal: La oración “He waited in
that córner” suele traducirse correctamente usando la palabra “esqui­
na”, pero si la lectura general de un cuento (en este caso, “The Snow
and the Wind of Winter” de Van Tilburg Clark^^) sitúa al perso­
naje -un buscador de oro- en el medio de un desierto, esa traduc­
ción es totalmente incorrecta y debe reemplazarse por alguna frase
determinada por el segundo contexto, es decir ideas que surgen de
párrafos anteriores y/o posteriores. En cuanto al tiempo, la palabra
svjeater utilizada en un contexto temporal relacionado con la vida de
Jesucristo en el original de D. H. Lawrence {The Man Who Died^^)
no podría traducirse como “suéter” por cuestiones cronológicas. Para
evitar este tipo de errores, la traducción se apoya en el segundo con­
texto, el general, y ese contexto proviene sobre todo de la lectura.
Tono y atmósfera: La traducción de la palabra bright, por ejem­
plo, en un párrafo de un cuento policial en el que se describe una
fábrica miserable, tétrica, abandonada, en la que va a ocurrir algo
terrible, no puede traducirse por “resplandeciente”, ya que ese tér­
mino, muy positivo, atentaría contra él tono general negativo de ese
fragmento del texto y, por lo tanto, contra el efecto anticipatorio que
esa descripción quiere causar en los lectores. Es necesario optar por
palabras neutras como “brillante” o negativas como “brilloso”. Una
buena opción léxica en este caso sólo puede derivar de una buena
lectura general.
Campos semánticos: El campo semántico, es decir, la alusión
constante a un mismo “campo semántico” durante mucho más de
una oración, es un recurso que hay que comprender y captar en la
lectura. Por ejemplo, en el género literario western, suele utilizarse el
4 2 Traducir literatura j M a r g a r a A v er ba c h
13 “The Wind and the Snow ofWinter” se publicó en 1944 y ganó para su autor, WalterVanTilburg
Clark, un primer lugar en los Premios O. Henry
14 TheMan WhoDied, que originariamente se llamaba TheEscaped Cock, se publicó en dos partes, la
primera en 1928, y la segunda, en 1929
13 L a l e c t u r a i n s t r u m e n t a l e n l a t r a d u c c ió n l it e r a r i a 43
campo semántico marino para describir las praderas. La consciencia
de que se está utilizando este recurso impide que se “normalicen”
verbos o adjetivos que, si se los respeta, conservan en la traducción
la relación de uso (la colocación) del original con el campo marino
(por ejemplo, se deben elegir palabras y expresiones como “flotar”,
“navegar”, “olas”, “la luz riela”, etc.)
Por supuesto, es evidente que la capacidad que tiene una buena lec­
tura de modificar, ayudar, definir y dirigir las decisiones del paso
2 de la traducción no se aplica solamente a la traducción literaria.
Algunos ejemplos semejantes a los que acabo de describir aparecen,
aunque con menos frecuencia, en traducciones científicas, sobre todo
(pero no solamente) en el campo de las ciencias humanas. Por ejem­
plo, existe un tipo muy común de estructura de texto científico en el
que los autores describen críticamente una teoría, tratamiento, enfo­
que o análisis y, en una segunda parte, presentan una teoría, trata­
miento, enfoque o análisis alternativos que consideran mejores. Esta
estructura conlleva, siempre, una diferencia de tono entre la primera
parte y la segunda: en la primera, en general, el lenguaje está carga­
do de términos negativos, irónicos o llenos de duda; en la segunda,
los términos se vuelven muy positivos o en todo caso, aparentemente
neutros. Una traducción que no copiara este efecto sería francamente
nociva para el original y modificaría enormemente lo que se intenta
transmitir.
Por lo tanto, la insistencia en la práctica de una lectura instru­
mental, cuidadosa y consciente es esencial para cualquier traducción,
especialmente la literaria, y por lo tanto, también para cualquier
planteamiento didáctico de la formación de traductores. En cierto
modo, me animaría a decir que dada una competencia lingüística
correcta en ambos extremos del proceso de traducción, la lectura co­
rrecta es capaz de definir en gran parte la calidad de la traducción.
Por supuesto, la lectura implica mucho más que un buen método
de análisis: cuanto más se conozca la cultura de origen, mejor será
el análisis instrumental del texto; cuanto menos se sepa de ella, más
necesaria será la ayuda de informantes y especialistas: el tercer con­
texto también es esencial. Pero más allá de la base sobre la que se
asienta una buena lectura (base que es independiente del texto que
se esté leyendo en un momento dado), la lectura en sí misma, sobre
todo en el campo de la traducción literaria, es un proceso comple­
jo, variable, flexible, que exige una formación extensa y una práctica
constante. Proveer esta práctica debería ser obligación de los forma-
dores de traductores, ya que sin ella, todo intento de traducción co­
rre el riesgo de terminar muy mal.
4 4 Traducir literatura | M a rgar a A v er ba c h
4 El problema del aspecto
Uno de los primeros problemas de la traducción literaria del inglés
al castellano, un problema constante en textos narrativos en el pasa­
do, es el de la expresión del aspecto. En general, los textos técnicos y
científicos (excepto en campos especiales como la historia) utilizan
mucho menos el pasado que los textos literarios, y por eso es mucho
más frecuente el problema en la traducción de ficción.
En inglés, el pasado simple no diferencia aspectos. Hay, por su­
puesto, expresión de aspectos, pero se dan fuera del verbo. En cas­
tellano, en cambio, la opción por uno u otro aspecto (perfecto o im­
perfecto) es obligatoria, ya que hay dos “pasados simples”: el perfecto
y el imperfecto. En la práctica, todo verbo en inglés cuando está en
pasado simple, “l went”, por ejemplo, puede traducirse de dos mane­
ras: “fui” o “iba” La opción entre uno y otro no está en el verbo mis­
mo sino en el contexto, y en muchos casos, es difícil decidir, pero la
decisión es obligatoria, ya que el castellano no cuenta con un tiempo
verbal que mantenga la ambigüedad entre perfecto e imperfecto en
el pasado.
En muchos casos, ambas traducciones del verbo son correctas
pero eso no significa que se esté diciendo lo mismo en ambas. “Fui”
nunca significa lo mismo que “Iba”. En esos casos, la traducción es
correcta en ambos casos porque la interpretación es dudosa y el con­
texto se puede leer de una forma o de otra, pero el traductor debería
saber que siempre está eligiendo uno de dos significados posibles.
Es difícil explicar el uso del aspecto en castellano. En general,
suele decirse que el imperfecto señala una acción durativa, que dura
un período de tiempo. Esa explicación no me parece ni instrumental
ni verdadera. Si lo fuera, habría verbos que optarían por un aspecto o
por otro según la duración “natural” de la acción que definen.
En realidad, lo más correcto para explicar el aspecto es decir que
“expresa una diferencia en la forma en que se está considerando la
acción”. Si la estoy pensando como un todo desde un momento pos­
terior, entonces el aspecto es perfecto^ porque de alguna forma, aun­
que durara años, la acción estaría vista como un punto en el tiempo:
por eso se utiliza la palabra “puntual” Por ejemplo, si yo relato la
acción “vivir en Buenos Aires” como un punto en el tiempo, como
un todo, puedo decir: ‘‘Viví en Buenos Aires durante 20 años” En
cambio, si quiero instalar la narración dentro de ese período de 20
años y narrar algo que pasó cuando ese período ya había empezado,
voy a usar el imperfecto: “Cuando vivía en Buenos Aires, me en­
contré con ella una mañana”. En esos casos, se utiliza el imperfecto
para ubicar la narración dentro un período en el que la acción que el
verbo define ya había empezado..., y no estaba terminada, es decir,
una acción imperfecta.
Esta definición, que cuesta un poco más manejar, es útil para to­
mar decisiones en la traducción. Explica por qué a veces se pueden
usar cualquiera de los dos aspectos (con distinto sentido) y por qué a
veces solamente uno de ellos es correcto. La interpretación es inevi­
table.
Para enseñar a enfrentarse a este problema —
básico para la traduc­
ción literaria (los textos narrativos suelen estar en el pasado y obli­
gan a tomar la decisión muchas veces por página)-, hay que elegir
un texto en el que el uso de verbos sea constante y central para la na­
rración, y uno de los géneros más interesantes para esto es el policial,
en el que el uso de verbos de acción es muy frecuente y es difícil que
no haya muchas instancias de decisión en fragmentos muy breves.
Otro género posible es el del terror, pero por razones de gusto perso­
nal, yo lo uso mucho menos.
Veamos, por ejemplo, el principio de “111 Be Waiting” un cuento
de Raymond Chandler^^:
4 6 Traducir literatura | M argar a A v er ba c h
15 “ril Be Waiting”, en Trouble tsMy Business. Gran Bretaña: Penguin, 1950. (Págs. 125 a 143)
At one o’ dock in the morning, Cari, the night porter, turned
down the last of three table lamps in the main lobby of the
Windermere Hotel. The blue carpet darkened a shade or two
and the walls drew back inte remoteness. The chairs filled
with shadowy loungers. In the corners were memories like
cobwebs.
Tony Reseck yawned. He put his head on one side and liste-
ned to the frail, twittery music from the radio room beyond a
dim arch at the far side ofthe lobby. He frowned. That should .
be his radio room after one a. m. Nobody should be in it. That
red-haired girl was spoiling his nights.
The frown passed and a miniatura of a smile quirked at the
corners of his lips. He sat relaxed, a short, palé, paunchy,
middle-aged man with long, delicate fingers of a sleíght-of-
hand artist, fingers with shiny, moulded nails and tapering
first joints, fingers a little spatulate at the ends. Handsome
fingers. Tony Reseck rubbed them gently together and there
was peace in his quiet sea-grey eyes.
The frown came back to his face. The music annoyed him.
He got up with curious litheness, all in one piece, without
moving his clasped hands from the watch chain.
En estos primeros párrafos se presenta tanto el escenario de la ac­
ción como el comienzo de la caracterización de los personajes. El
aspecto de los verbos cambia con bastante frecuencia, lo cual ayuda
a entender cada decisión por separado dentro de un contexto breve
pero variado.
La primera oración tiene una marca de aspecto en el circunstan­
cial de tiempo “At one o’ dock in the morning” y esta marca define
un aspecto perfecto para el verbo “turned dow^n”. En general, ese
tipo de circunstanciales (combinados con un contexto que los con­
firma) suele señalar aspectos perfectos, pero eso no es siempre así. Se
podría decir también “At one oclock, he was in bed” y allí, en la
mayoría de los casos, el aspecto más correcto sería el imperfecto.
La segunda oración describe las sombras de la recepción. En ge­
neral, las descripciones se dan en imperfecto porque suelen hablar
I 4 E l p r o b le m a d e l a s p e c t o 47
de objetos que ya estaban en esa situación antes de que empezara
la acción y probablemente seguirán ahí después. Sin embargo, aquí,
una buena lectura tiene que detectar que ni la alfombra ni las sillas
tenían ese aspecto hasta que Cari apagó las luces, de modo que en
realidad, estamos ante una acción puntual, que sucede en ese mismo
momento. Lo mismo puede decirse de la oración siguiente.
La última oración requiere un análisis diferente. Se trata de una
metáfora hermosísima que cualquier buena lectura destaca como un
discurso a cuidar en la traducción. Sería un grave error traducir esta
oración en perfecto, como si los recuerdos hubieran aparecido sólo
cuando se apagó la luz. El contexto nos dice que esos recuerdos son
parte permanente del hotel, sobre todo por el uso del “there were”
y no de un verbo como “appeared” Por esa razón, necesito traducir
“había recuerdos” y no “hubo recuerdos”.
El segundo párrafo vuelve al perfecto. Una de las marcas es el uso
del nombre del detective. Tony, y el hecho de que el bostezo es cla­
ramente un acto de ese instante: no se trata de una acción repetida
varias veces porque eso no está confirmado en el contexto.
El resto del párrafo es variado. En la segunda oración, cuando se
habla de la música, el original dice: “music from the radio room be-
yond a dim arch at the far side of the lobby’. Para la traducción será
necesario agregar algo entre “music” y “from” porque el castellano
es mucho menos sintético que el inglés y necesita un verbo o una
construcción capaz de sostener la descripción del arco y el vestíbulo
que explica la procedencia de la música. Si se opta por una relativa,
el verbo conjugado tendrá que estar en imperfecto, ya que la música
está sonando desde antes de que se empezaran a describir las accio­
nes de Tom y seguirá viniendo por un buen rato.
La última oración del párrafo que analizamos exige volver al im­
perfecto: es evidente que los actos de la chica pelirroja empezaron
hace muchas noches y, si el detective no hace nada para detenerlos,
seguirán sucediendo en el futuro.
La primera oración del tercer párrafo, en cambio, vuelve al per­
fecto (nuevamente son acciones relatadas como puntuales). La se­
gunda presenta un problema bastante común. “He sat relaxed, a
short, palé, paunchy, middle-aged man with...” Esta oración parece
4 8 Traducir literatura M á r g a r a A v er ba c h
contar una acción “duradera” según la definición de la que hablamos
al comienzo del capítulo. Quedarse sentado un rato una acción
duradera y ese período de tiempo le sirve al narrador para describir
al que será uno de los personajes principales. Pero este razonamiento
puede complicarse por el uso del verbo sit, que puede significar tanto
sentarse (una acción generalmente puntual) como estar sentado. En
este caso, en el contexto, se diría que el significado es estar sentado,
con lo cual el aspecto debería ser imperfecto. Pero la razón no es que
la acción sea duradera (es posible decir: “me senté un rato a descan­
sar”), sino el hecho de que esta acción -estar sentado- empezó antes
de la entrada del detective en la narración y terminará en el párra­
fo siguiente. Es decir, no se la narra como una acción puntual sino
como un proceso en el medio del cual se instala la narración. Y la
situación volvería a complicarse en otros contextos del verbo sit si se
usara el verbo “quedarse” en construcciones como “quedó sentado”.
Este breve análisis demuestra que la consideración del uso de los as­
pectos es problemática y discutible y que verbos como “quedar” y sit
la complican aún más.
La última oración de ese párrafo presenta otro problema frecuen­
te; “Tony Reseck rubbed them gently together and there was pea-
ce in his quiet sea-grey eyes”. La primera proposición coordinada
parece estar en perfecto (lo primero que se tiende a interpretar es
que frotarse las manos es una acción del momento, única y puntual).
Si la segunda proposición estuviera separada de la anterior por un
punto, debería traducirse en imperfecto: parece evidente que la paz
en los ojos del detective empezó antes y terminará bastante después.
El problema es que, en general, en castellano (como siempre, hay
excepciones), cuando dos oraciones o dos verbos están unidos por un
nexo coordinante, ambos verbos tienen el mismo aspecto. El cambio
de aspecto dentro de la misma oración suele darse entre dos verbos
de distinto nivel sintáctico, por ejemplo, uno principal y el otro en
una subordinada adverbial.
Por esa razón, la traducción: “Tony Reseck se los frotó con suavi­
dad y había paz en esos ojos tranquilos, grises como el mar”, suena
poco natural en castellano. Hay varias soluciones para el problema.
Una posibilidad sería reemplazar la “y” por un punto y coma y se­
¡ 4 E l PRO BLEM A D EL A SPECTO 4 9
parar así las dos partes de la oración: “Tony Reseck se los frotó con
suavidad; había paz en esos ojos tranquilos, grises como el mar’
Otra posibilidad sería interpretar, por ejemplo, que la acción defro­
tarse las manos es repetida y no puntual y que, por lo tanto, empieza
antes de la narración misma y termina después: “Tony Reseck se los
frotaba con suavidad y había paz en esos ojos tranquilos, grises como
el mar”
En el último párrafo (del cual la cita reproduce sólo el fragmen­
to inicial), la primera oración es claramente perfecta; la segunda es
interesante. La irritación que causa la música podría interpretarse
como algo que surge solamente en ese momento (Tony no estaba
irritado hasta ese instante y de pronto, empieza a sentirse mal por lo
que oye). En ese caso, la traducción debería ser “La música lo irritó”.
Sin embargo (yo defendería esa segunda interpretación aunque no la
considero la única posible), también podría pensarse que la música lo
está irritando desde hace un rato y que lo puntual es sólo la reacción.
En ese caso, se debería traducir: “La música lo irritaba'
Esta discusión es sólo un ejemplo de la frecuencia y complejidad
del problema que causan los aspectos en la traducción del inglés al
castellano (no sucede lo mismo en la traducción inversa, del castella­
no al inglés, ya que el inglés no exige la expresión del aspecto). Una
traducción posible del fragmento sería la siguiente:
A la una de la mañana, Cari, el portero nocturno, apagó la
última de las tres lámparas de mesa en el vestíbulo principal
del Hotel Windermere. La alfombra azul se oscureció uno o
dos grados y las paredes retrocedieron hacia la distancia. Las
sillas se poblaron de holgazanes de sombras. En los rincones,
había recuerdos como telas de arañas.
Tony Reseck bostezó. Puso la cabeza hacia un costado y escu­
chó la música frágil, temblorosa, que venía de la habitación de
la radio más allá de un arco borroso en el extremo más lejano
del vestíbulo. Tony frunció el ceño. Esa habitación de radio
era suya desde la una de la mañana. No debería haber habido
nadie ahí. Esa chica pelirroja le estaba arruinando las noches.
El gesto pasó y una sonrisa en miniatura le ternbló en las
comisuras de los labios. Se quedó sentado, en paz, un hombre
50 Traducir literatura ¡ M a rgar a A v er ba c h
I 4 E l p r o b le m a d e l a s p e c t o 5 1
maduro petiso, pálido, con panza y los dedos largos, delicados
de un prestidigitador, dedos con uñas brillantes, moldeadas y
primeras articulaciones estrechas, un poco abiertos al final.
Dedos hermosos. Tony Reseck se los frotó con suavidad; ha­
bía paz en esos ojos tranquilos, grises como el mar.
El gesto le volvió a la cara. La música lo irritaba. Se levantó
con una agilidad curiosa, todo de una vez, sin mover las ma­
nos unidas sobre la cadena del reloj.
En la traducción, la variación entre un aspecto y otro es permanente
como suele suceder en la traducción de cualquier narración en pa­
sado cuando se lo expresa en castellano. El género policial provee
ejemplos particularmente fructíferos para tratar este problema por­
que es un género en el que se utilizan frecuentemente verbos de ac­
ción combinados con descripción. Por esa razón, la presentación de
este tipo de texto debería hacerse al principio del entrenamiento en
traducción literaria, ya que permite practicar uno de los problemas
de estructuras comparadas más evidentes, frecuentes y complejos de
la traducción literaria del inglés al castellano.
5 Atmósfera y “efectos”
Una buena película de terror: la puerta se abre lentamente, el miedo
inunda la pantalla y varios saltan en los asientos.
¿De dónde proviene esa sensación de miedo? ¿Del color? ¿De la
lentitud del movimiento? ¿De los crujidos? ¿Del ángulo de la cáma­
ra? ¿De los objetos presentes en la escena? Muchas veces, en tomas
como ésas, lo esencial es el sonido. Si el sonido cambia, podemos
imaginar el momento como el principio de una escena de amor o
de un chiste desopilante. La atmósfera de amenaza puede estar sólo
en la música (o la falta de música) y esa “segunda voz” es totalmente
imprescindible para producir el efecto que busca el director.
¿Cómo se logra un efecto así en un texto? En la ficción, hay esce­
nas que producen terror, risa o tristeza, escenas con “atmósfera”, y en
el caso de la literatura, la “sensación” que producen en el lector sólo
puede tener un origen: las palabras. En un texto sin ilustraciones,
no hay otra cosa que palabras. Sin una comprensión profunda de la
forma en que el original consigue su “efecto”, no es fácil que la tra­
ducción consiga algo medianamente parecido. O para decirlo con la
metáfora que estamos utilizando: sin entender el grano y la textura
del código (vidrio) del original, no se podrá buscar la misma textura
en otro código.
Eso no significa que el traductor vaya a copiar siempre los meca­
nismos que descubra en la lectura instrumental. La copia, cuando
es posible, es lo más correcto, pero la frase “cuando es posible” debe
pensarse teniendo en cuenta los mecanismos lingüísticos de los dos
idiomas involucrados, el nivel de lengua que refleja cada uno de esos
mecanismos, las connotaciones de las palabras y, sobre todo, el ob­
jetivo, es decir, el “efecto” mismo: si un recurso igual no consigue el
mismo efecto, obviamente no es el correcto para el traductor.
Si el recurso que se detectó en el original es fonético (la repeti­
ción de uno o varios sonidos), es difícil que sea posible copiarlo en
su totalidad, es decir, sería extraño que se pudiera repetir ese mismo
sonido y no otro. Y para empeorar la situación, a veces la palabra que
tiene esos sonidos y significa más o menos lo mismo, pertenece a un
nivel de lengua mucho más bajo o más alto que la palabra del origi­
nal y eso seguramente hará que el traductor o traductora tenga que
buscar otra forma de salir del paso.
Lo que sí es seguro es que se puedan copiar o no los recursos
que se detectan, cuanto más consciente sea la lectura de los recursos,
tanto más fácil será la reproducción del efecto y la “fidelidad”. Como
siempre, el principio de una buena traducción suele ser una buena
lectura.
Los métodos de lectura son individuales, por supuesto. En mi
caso, lo más natural para mí es pensar primero en el “efecto”, es de­
cir, en lo que produce el texto, y después en los medios con que se
consigue dicho efecto. En realidad, ésa es la forma en la que se entra
a un texto de cualquier tipo (literario o cinematográfico) como lector
común: primero se lo “siente"’ o experimenta, después (y sólo en cier­
tos casos) se lo analiza. Por supuesto, hay que aclarar que para sentir
completamente un texto, hay que leerlo en su totalidad: sólo así se
entiende el sentido de las claves de cada fragmento, sólo así se sabe
para qué están allí y de qué manera juegan en el conjunto.
Por otra parte, sin duda la lectura es personal. Conozco personas
que empiezan una lectura por los recursos y de ahí, pasan al “efecto”.
Para dar un ejemplo con apoyo crítico, veamos la primera página
de Pudd'nhead Wilson, de Mark Twain:
The scene of this chronicle is the town of Dawsons Landing,
on the Missouri side of the Mississippi, at a day’sjourney, per
steamboat, below St. Louis. In 1830, it was a snug little co-
llection of modest one and two storey framed dwellings who-
se white-washed exteriors were almost concealed from sight
5 4 Traducir literatura  M á r g a r a A v er ba CH
by climbing tangles of rose-vines honeysuckles and morning
glories.
Each of these pretty homes had a garden in front fenced with
white palings and opulently stocked with hollyhocks, mari-
golds, touch-me-nots (...) and other oíd fashíoned flowers.
(...) When there was room on the ledge outside the pots and
boxes for a cat, and the cat was there (...) then that house was
complete, and as contentment and peace were made manifest
to the world by this symbol, whose testimony is infallible.
A home without a cat -and a well fed, well petted, and pro-
perly revered cat- may be a perfect home, perhaps, but how
can it prove title?'^
La novela, leída de principio a fin, muestra la forma en que la escla­
vitud socava y pervierte a una sociedad que se cree perfecta. En este
comienzo, Twain establece el contraste entre perfección aparente y
fondo sucio y sospechoso aunque a primera vista parezca una des­
cripción de rasgos positivos. El paisaje aparentemente idílico de las
casitas de la ciudad produce una sensación incómoda, casi desagra­
dable a sus lectores, como de algo no del todo bello, a pesar de las
flores y los gatos. Ese es el efecto que quiere producir Twain.
Por supuesto, lo único que puede producir esa sensación son las
palabras. Una buena lectura tiene que detectarla y después (o antes,
según el lector o lectora) ver en qué palabras se concentra ese “efec­
to”, entender la forma en que se manipulan esas palabras y considerar
si es posible copiar el recurso en la traducción o si va a ser necesario
reemplazarlo por otro.
Tal vez el recurso más evidente de Twain aquí, sea la forma en
que se utilizan constantemente palabras relacionadas con la dupli­
cidad, con la hipocresía, es decir con el tema del contraste entre
apariencia y realidad: “opulently -manifest to the world—prove tit-
le” pertenecen a esa lista de palabras en el pequeño fragmento que
citamos. Pero hay más. Hay aquí un segundo grupo de vocablos,
I 5 A t m ó s f e r a y " e f e c t o s " 55
16 T w a in , Mark (Samuel Clemens). Puddin head Wihon. Nueva York: Penguin, 1981. Primera pu­
blicación: 1894. (Págs. 55-56)
relacionado con el primero: las palabras que tienen que ver con lo
dorado, lo vistoso, la imagen desde el afuera. En primer lugar se ha­
bla del “exterior” de las casitas, y se remarca que no se dice nada del
interior; en segundo lugar, las listas de nombres de flores contienen
palabras como “gold, touch-me-nots, prince, glories”; la palabra stoc-
kedaplicada a las flores, una colocación extraña, expresa la sensación
de que hasta las flores son parte de la “riqueza” que hay que mostrar
en ese pueblo. Con stocked, estoy afirmando que en lugar de cuidar
las flores, las personas que viven en el pueblo las guardan en caja de
seguridad, las muestran como a joyas. Las poseen.
En la otra cara de la moneda, hay otra serie de expresiones que
se relaciona con el lado oscuro, con lo que no se ve: “concealed from
sight - snug” (con, por lo menos, dos sentidos: “cómodo” y “escon­
dido”). Y otra serie que indica que toda esa opulencia y lujo florido
están puestos en el frente de casas que son modest son dwellings (no
manstons)^pretty (y no beautifuí).
El análisis no agota el texto pero como ejemplo es suficiente. Esa
lectura tiene importancia para el traductor. En primer lugar, estable­
ce una consciencia del peso de las palabras en el texto: son las pala­
bras sobre las que se funda la “segunda voz”, sobre las que funciona
el “efecto” Para el traductor literario, esas frases y palabras deberían
ser lo que los “términos” para el traductor científico: palabras que
deben cuidarse especialmente en el proceso de traducción; la única
manera de conservar el “efecto” incómodo del texto es buscar pa­
labras con las mismas valencias en el código meta, en este caso, el
castellano.
Con esa consciencia en mente, la traducción de las listas de flores
tiene que hacerse más sobre la relación de los nombres con lo lujoso
que sobre el sentido o la identidad natural de las flores. Yo usaría
nombres como “botón de oro” o “taco de reina”. La lectura también
hace evidente la necesidad de conservar algún tipo de des-colocación
para el verbo que se elija como traducción de stocked. Así, la lectura o
paso uno del proceso de traducción determina opciones en el paso 2,
traducción propiamente dicha, y sentido de la corrección en el paso
3-
5 6 Traducir literatura  M á r GARA A v erba ch
La atmósfera y el “efecto” de un texto pueden tener que ver con
muchos tipos de recursos lingüísticos y literarios: el uso de los co­
lores (el rojo sangre en descripciones de paisajes o habitaciones es
un viejo truco en las novelas de suspenso y de terror, y cualquiera
que haya leído “Luvina” de Rulfo, recuerda el blanco del desierto); la
repetición de palabras clave o sinónimos; los campos semánticos, las
metáforas.
Es probable, aunque difícil, que un excelente traductor “intuiti­
vo” (que no tiene un método muy consciente para traducir y por lo
tanto, tampoco demasiada consciencia en la lectura) pueda hacer una
buena traducción de este tipo de textos. Seguramente otros traduc­
tores tendrán otro método de aproximación al texto para lograr esos
objetivos. Sin embargo, creo que es imposible negar que la mayoría
de los traductores necesita algún método de lectura como base de
la traducción. La detección y copia de la “atmósfera” en un sentido
amplio es sólo un ejemplo más de que la lectura es imprescindible.
j 5 A t m ó s f e r a Y " e f e c t o s " 57
6 La traducción del diálogo
La traducción del diálogo (lenguaje directo) en la ficción (y en algu­
nos casos de poesía dramática) es una de las tareas más difíciles de la
traducción literaria y también una de las más frecuentes.
Lo primero que hace falta decir es que el diálogo literario es tan
variado como la prosa. Cada diálogo presenta diferentes problemas y
cada autor enfoca el diálogo de una forma personal. Y sin embargo,
se pueden hacer ciertas generalizaciones.
Yendo de afuera hacia adentro, el primer punto a tratar para en­
señar k traducción del diálogo es un conocimiento mecánico: la
puntuación de diálogo, que a su vez está relacionada con la buena
puntuación en general. En la traducción en general (no sólo en la li­
teraria), la puntuación no se copia: Icada código o sistema lingüístico
tiene reglas propias de puntuación.
Si el texto original está puntuado con “corrección” (la corrección
es siempre relativa en literatura) dentro del sistema lingüístico, el
proceso de traducción debe interpretar la puntuación y transmitir las
mismas ideas y efectos en la puntuación del código meta. Si el texto
del original utiliza la puntuación de una forma asistemática, quiebra
las reglas del código origen, ese efecto sí debe copiarse.
Por ejemplo, si se traducen autores que obedecen las regias ge­
nerales de puntuación del sistema, digamos, Raymond Chandler o
Mark Twain, la puntuación de la traducción debe ser una correcta
puntuación castellana. Pero si se traducen las últimas cuarenta pá­
ginas de Ulysses de James Joyce, en las que no hay ningún signo de
puntuación, la traducción tampoco debe usar ninguno. La traduc­
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  • 1. ira ¿ U / A r ifiárg ara Averbach es doctora en Letras por la llfiFacultad de Filosofía y Letras de la Universi­ dad de Buenos Aires y Traductora literaria y técnico científica de inglés por el ES en Lenguas Vivas J. R. Fernández, de Buenos Aires. Adjunta de la cátedra de Literatura Norteamericana en la Universidad de BuenosAires, profesora deTraducción Literaria II en el IES en Lenguas Vivas, J.R. Fernández y coordi­ nadora de Residencia en el IES y el INES. Crítica literaria en el diario Clarín y en la revista Ñ. Publi­ có libros para chicos y adolescentes, entre otros; Los cuatro deAlera, La Madre de Todas las Aguas, Panadero en la Ciudad, El año de la Vaca, Los ex­ ploradores, Dos magias y un dinosaurio. Cuentos de la Brújula, Cuentos de Arriba y de Abajo, Vuelos frente al espejo, Cuentos del Planeta Verde y, en esta editorial. Puente, en la colección juvenil Veinte Escalones. Además, tres libros para adultos: Aquí donde estoy parada. Cuarto menguante, finalista del Premio Emecé en 2003 y Una cuadra, que ganó el premio Cambaceres de la Biblioteca Nacional 2007, publicada en Adriana Hidalgo, 2008. Tradujo más de cincuenta novelas del inglés al castellano, y es autora de tres libros académicos sobre literatura estadounidense. Memoria oral de la esclavitud e/J los Estados Unidos, Historias orales de aborígenes estadounidenses y Nos cansamos, eso es todo: memoria oral de obreros estadounidenses, en los que traduce y analiza testimonios orales de negros, amerindios y obreros de color de los Estados Uni­ dos. También publicó artículos académicos en re­ vistas nacionales y extranjeras. Además de los dos premios ya mencionados, ganó el Primer Premio de Cuentos para Niños de las Madres de Plaza de Mayo, 1992; el Primer Premio de Cuentos sobre la Identidad, otorgado por Abuelas de Plaza de Mayo en 2001; está seleccionada para la publicación del índice de personas relacionadas con la traducción y ia terminología de Unión Latina, París, Francia, desde 1995; y está incluida en el M//?o is Who in tlie World? desde el año 2000. Mereció también el Premio Regional Conosur de Traducción de ía Unión Latina (2007). comunicarte
  • 2. M á r g a r a A v e r b a c h Imlutíritopalura íP Ib íP Ib L M m m íidteaiiaalsTMi d®D aílipadiaiDÉfl D KíBipgffía comunfcarte Lengua y discurso
  • 3. Traducir literatura Una escritura controlada Manual de enseñanza de la traducción literaria de Márgara Averbach Primera edición © 2011, Editorial Comunicarte Colección Lengua y discurso comunicarte Ituzaingó 882 • Planta alta (X 5000 IJC) Córdoba - Argentina Tel/fax: (0351) 4684342 editorial@comunicarteweb.com.ar www.comunicarteweb.com.ar ISBN 978-987-602-152-4 Se imprimieron 2.000 ejemplares en Triñanes Gráfica, Charlone 971>Avellaneda, enjunio de 2011. Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723. Libro de edición argentina. Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción parcial o total, el almace­ namiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está contemplada por las leyes 11.723 y 25.446. Averbach, Márgara Traducir literatura : una escritura controlada ; manual de enseñanza de la traducción literaria / Márgara Averbach - la ed. - Córdoba : Comunic-Arte, 2011. 120 p .; 15x22 cm. (Lengua y discurso ; Elena del Carmen Pérez) ISBN 978-987-602-152-4 1. Traducción del inglés . I. Título CDD 428
  • 4. Este lihro espara muprofesoras de la carrera de Traductorado, ptis amigas traductorasy mis colegas que antes estudiaron conmigo. Para todos los que se apasionaron con la traducción, me discutieron en charlas de café, me corrigieron, me enseñaron que nunca se termina depensar un tema. Nopuedo nombrarlos a todosy creo que los que recuerdo saben que me refiero a ellos. Voya nombrarsolamente a cuatro entre muchos (cuatro es el más bajo de mis dos númerospreferidos): María Elena, que me enseñóliteratura; Marta Cristina, que estudió conmigo, y siguió conmigoy crecióconmigo. Ydos quefueron estudiantes en mi clase, porque son ellos, los estudiantes, los que más nos enseñan: Carola, miprimera adscripta; Daniela, la última.
  • 5. Contenido Aclaración | 11 1 Una base teórica instrumental para la enseñanza de la traducción literaria | 13 2 Los traductores en el cruce de caminos: decisión, mercado 3 4 5 6 7 8 9 10 11 y fidelidad en traducción literaria | 23 La lectura instrumental en traducción literaria 35 45 53 59 69 El problema del aspecto Atmósfera y “efectos” La traducción del diálogo La traducción de jergas La prosa sintácticamente compleja Traducción de poesía | 87 Adaptación obligada | 105 Lectura y evaluación en traducción literaria Breve Bibliografía | 119 77 111
  • 6. Aclaración Este libro no es una reflexión sobre la traducción literaria y su natu­ raleza: no es un estudio teórico. No es tampoco un manual para tra­ ductores literarios aunque tal vez haya ideas que puedan servir para ellos. Lo que quiero hacer aquí es explicar la forma en que enseño traducción literaria a futuros traductores. Mi “método” (la palabra suena demasiado importante) creció despacio dentro de la práctica misma. Cambió y creció (mejoró, es­ pero) en el contacto con los estudiantes y la enseñanza cotidiana. Como sigo ejerciendo la docencia, supongo que si volviera a pensar el método dentro de cuatro años, éste sería otro libro. Y sin embar­ go, creo que la idea de organizar los dos cursos de traducción que tuve (Traducción Literaria I y Traducción Literaria II) alrededor de los problemas más frecuentes de la práctica de la traducción literaria en editoriales funcionó muy bien y sigue funcionando en mis clases. Quiero aclarar que no creo que ésta sea la única forma de ense­ ñar traducción literaria. Seguramente hay métodos que transmiten el oficio mejor que el mío. Pero este “método” me ha servido para for­ mar traductores de los que estoy orgullosa, para promover la partici­ pación en clase, para que me hicieran preguntas difíciles, para que a lo largo de los años, la clase no me aburriera nunca y siguiera siendo un desafío al que entro con enorme entusiasmo. Es por eso que decidí escribir esto que, para usar una palabra muy desprestigiada, tal vez se podría llamar un “manual” de enseñanza de la traducción literaria con la esperanza de que sea útil a otros, tanto profesores como estudiantes. Márgara Averbach
  • 7. 1 Una base teórica instrumental para la enseñanza de la traducción literaria Yo pertenezco a una generación argentina de profesores de traduc­ ción que tuvo que fabricar métodos de enseñanza casi desde cero, sin tradición, por lo menos nacional, en cuanto a la forma en que se puede enseñar traducción. Nos apoyamos en un cuerpo teórico muyvariado, según cada cual y, muchas veces, según nuestra formación en campos distintos del de la traducción. Tomamos caminos muy diferentes. Eso, a mí, me pa­ rece bien. Sé que muchos no van a estar de acuerdo con el método que trato de describir aquí o con la idea de la traducción literaria como un ejercicio de escritura controlada. Por eso, antes de empezar, quiero aclarar que este libro proviene de un deseo de contar mi expe­ riencia de años como profesora de un tipo especial de traducción, la traducción literaria. Como todo contar, transmite ideas y, como to­ das las ideas, pedagógicas o no, lo que aporta es una forma de hacer las cosas, una forma entre muchas. No k única. Como la enseñanza de lo teórico suele dividir aguas entre los pro­ fesores de traducción y también de literatura, empiezo por aclarar mi posición personal frente a la teoría o, mejor dicho, mi posición sobre la relación entre la práctica de traducción y la teoría. Es imposible que una persona que enseña traducción crea en una idea del oficio basada solamente en la inspiración o la intuición, por­ que la inspiración y la intuición son muy difíciles, tal vez imposibles, de enseñar. Hasta ahí, estoy de acuerdo con mis colegas profesores de traducción que dan importancia a la teoría en el proceso de ense­ ñanza aprendizaje. Pero, en una carrera que está formando traduc­
  • 8. tores -y no investigadores teóricos sobre la traducción- a mí perso­ nalmente, me interesa transmitir teoría de la traducción solamente cuando tiene un efecto directo sobre la práctica. Me interesa lo que llamo lo instrumental de la teoría. Si la teoría puede usarse como instrumento^ como herramienta para hacer una buena traducción, me interesa; si no es así, mucho menos, por lo menos como traductora, aunque pueda ser importante como reflexión general, al comienzo de la carrera. El campo de la investigación en traducción es un cam­ po completamente diferente y, ahí sí, la teoría es importante. Dentro de ese marco general es que quiero plantear la base teóri­ ca que utilizo en el comienzo de mis cursos de traducción específi­ camente literaria. Al comienzo de cualquier curso de Traducción Literaria, es impor­ tante plantear las diferencias profundas y metodológicas entre dis­ tintos tipos de traducción. La literatura no puede traducirse del mis­ mo modo ni con los mismos objetivos que un manual técnico; no se puede traducir literatura de la misma forma en que se enfrenta una interpretación simultánea o consecutiva. Para entender esta diferen­ cia en profundidad, hace falta teoría. En mi caso, yo utilizo algunos conceptos teóricos sobre tipos de textos de Román Jakobson' y Roland Barthes, por ejemplo en El grado cero de la escritura.^Ambos textos ayudan a entender tanto la especificidad de la traducción literaria (en comparación con otros tipos de traducción) como el problema de que la traducción de li­ teratura se considere imposible en algunos planteamientos teóricos, o el caso de la posición de Walter Benjamín sobre la fidelidad y la domesticación del texto origen.^Estas reflexiones teóricas importan para entender la “actitud traductora” de un traductor literario frente a su material y la forma en que esta “actitud” cambia cuando está traduciendo otro tipo de texto (oral o escrito) de origen. 1 4 Traducir literatura j M a r g a r a A v e RBACH Jakobson, Román. Funciones dellenguaje, citado en*NEWMARK, A textbook ofTranslation. Prentice Hall International. Ltd. 1987. Versión castellana: Manualde Traducción^ trad. de Virgilio Moya. Madrid: Cátedra, 1992 B a r t h e s , Roland. E lgrado cero de la escritura. Argentina; sxxi, 1975 B e n ja m ín , Walter. “La tarea deí traductor”. Ya i Angelus Novus. Barcelona: 1971
  • 9. I I U na b a s e t e ó r i c a i n s t r u m e n t a l p a r a l a p r á c t i c a . , , 15 Por otra parte, estas ideas son el primer paso en la comprensión de lo que yo llamo “lectura instrumental”. Y dentro del diseño de este tipo de “lectura” (paso uno en el método de traducción), el con­ cepto de Edgar Alian Poe^ sobre el “efecto” literario -un concepto muy superado en literatura—puede ayudar a comprender la relación entre el texto a traducir, sus lectores de origen, los traductores y los lectores de la traducción, como los define a su modo Brian Mossop.^ Hay, por supuesto, un último apoyo teórico esencial que usamos todos los profesores de traducción: la definición de los tres pasos bá­ sicos de la traducción -lectura, traducción propiamente dicha y co­ rrección-. F u n c i o n e s d e l l e n g u a j e Jakobson diferencia tipos de textos según la función lingüística pre­ ponderante en cada uno. Según él, la función principal del texto lite­ rario es la “poética”, que corresponde al código lingüístico, es decir, al idioma utilizado en el acto de comunicación. La traducción técni­ co científica, en cambio, traduce textos cuya función principal es la “informativa”, la que tiene relación con el referente o mensaje. Una última comparación con otro tipo de traducción puede ha­ cer que las cosas sean todavía más claras: en mi experiencia, los dos tipos de traducción que están casi en las antípodas en cuanto a las habilidades que necesita el traductor y los métodos necesarios para llevarlas a cabo son la tradücción literaria y la interpretación (tanto simultánea como consecutiva). Las dos traducciones necesitan buena competencia en ambos idiomas, por ejemplo, pero en el caso de la traducción literaria, que se hace o debería hacerse siempre hacia la lengua nativa, es importante tener una excelente competencia pasiva y escrita (de comprensión) en el idioma origen y una excelente com- petencia activa (de producción) y escrita en el idioma meta. En el caso de la interpretación, lo importante es la rapidez de respuesta y la 4 PoE, Edgar Alian. Tales, Poems, Essays. London; Collins, 195a. Origmariainente; "The Philoso- phy of Coraposition”, publicado en Graham'sMagazine, 1846 5 Mossop, Brian. The Translator as Rapporteur: A Conceptfor Training and Self-Improvement. M e t a , x x v i i i , 3
  • 10. creatividad para transmitir lo que se oye. En el caso de la traducción literaria, hay que pensar, recurrir a fuentes, hacer cambios estruc­ turales, manejar jergas sociales, etc. En el caso de la interpretaciónj es importante poner toda la atención en el sentido, en el referente y traducirlo lo más exactamente posible; en el caso de traducción lite­ raria, es esencial prestar atención al manejo del código. Tanto en la interpretación como en la traducción técnico científi­ ca, el texto meta trata de comunicar el mismo mensaje (o referente) que el texto origen en otro código o idioma, y es importante recordar que, en los textos de este tipo, la función dominante es la que corres­ ponde al referente. En el caso de la traducción literaria, en cambio, el proceso de cambio de código se vuelve muy problemático porque lo que se está cambiando es justamente el centro del texto, la parte del esquema de comunicación que tiene preponderancia en ese inter­ cambio. Si vamos a cambiar el centro vital de un texto, ¿es posible la tra­ ducción? ¿Queda algo del original en ella? Es justamente esta pre­ gunta la que hace que, desde un punto de vista teórico (y para algu­ nos pensadores, también práctico), el proceso de traducción se vuelva problemáticoj y según algunos, imposible. Por otra parte, lo que queda claro a través de un examen de la traducción literaria dentro de estos conceptos es que la traducción literaria necesita tomar en cuenta no solamente el referente (la fun­ ción informativa) sino también la textura del texto (como la llama Barthes), lo que tiene que ver con su función poética, con el uso del código. G r a d o s d e l a e s c r i t u r a El análisis de E lgrado cero de la escritura lleva a las mismas conclu­ siones. Barthes postula tipos de textos ordenados según el grado de escritura. Entiende como “grado cero” -el “grado cero” es un postu­ lado teórico sin existencia “real”- a un tipo de escritura que sería ca­ paz de transmitir el mensaje y sólo el mensaje a través de un código “totalmente transparente”, es decir, invisible. 16 Traducir literatura M a r g a r a A v erba ch
  • 11. Los grados pueden explicarse a través de una metáfora. Suponga­ mos que miramos a través de una ventana. Si el vidrio de la ventana es el código y lo que hay detrás de ella es el mensaje o referente (por ejemplo, un árbol), el grado cero estaría representado por un tipo de cristal completamente transparente, sin suciedades ni imperfeccio­ nes, un cristal que dejaría pasar el mensaje (el árbol) sin agregar ni quitar absolutamente nada, tan imperceptible que sería invisible a los ojos del observador (lector). Los textos que más se acercan al grado cero (sin alcanzarlo) son los de las ciencias duras. Por ejemplo, si escribo 2 + 2 = 4, transmito la idea de que dos unidades más dos unidades me dan cuatro uni­ dades. La transmito casi sin interferencias, pero el “casi” existe: el grado cero es solamente un postulado imposible de encontrar en la realidad. 2 + 2 = 4 transmite más que la idea que quiere transmitir: por ejemplo, que la persona que escribió la fórmula utiliza números arábigos y no romanos; que pertenece a una cultura que escribe de izquierda a derecha y no de arriba a abajo o de derecha a izquierda. Esos datos “ensucian” el referente porque le agregan información que no tiene que ver con el mensaje sino con el código y con el emisor. Barthes explica que a medida que los textos utilizan textos para transmitir el referente, la “suciedad” aumenta. El grado de la escri­ tura es cada vez más alto a medida que me acerco a textos de ciencias humanas y todavía más cuando llego a la literatura. En los textos li­ terarios, el vidrio de la ventana se vuelve más evidente y puede llegar a ser translúcido, es decir, que modifica directamente la imagen que está del otro lado y la puede volver incomprensible, como en el caso del dadaísmo, por dar un ejemplo famoso. Queda claro, entonces, que la literatura es el grado más alejado del cero. En los textos literarios, el vidrio es más notable y hasta más importante que el árbol que está del otro lado. En algunos casos {Finnegans Wake de James Joyce^ es otro ejemplo), la imagen del re­ ferente puede desaparecer por completo o estar muy escondida. En el campo de la traducción, la idea de Barthes también clarifica lo problemático de la traducción literaria. Si lo que van a hacer los I I U n a BASE TEÓRICA INSTRUMENTAL PARA LA PRÁCTICA... 17 6 JOYCE, James. Finnegans Wake. Londres; 1939
  • 12. traductores es cambiar el vidrio, es fácil conseguirlo cuando se trata de uno transparente, como en el caso de los textos cercanos al grado cero. Pero con un vidrio que tiene formas propias, ¿cómo encontrar otro diferente (en este caso, dentro de otro código) con las mismas formas en los mismos sitios para que la “deformación” de la imagen del árbol sea “equivalente”? T r a d u c c ió n l i t e r a r i a c o m o p r o b l e m a La primera consecuencia de estas dos teorías combinadas es la cons­ ciencia de que la traducción literaria es problemática. Tanto que se trata de una actividad que para algunos es imposible. Todo profesor de traducción literaria cree que es posible (o es absolutamente cínico y enseña un arte absurdo), pero hay una segunda consecuencia de estas teorías y tiene que ver con la razón por la cual los métodos y propuestas relacionados con este tipo de traducción pueden ser tan totalmente contradictorios. Por ejemplo: el mercado exige una traducción en la que el códi­ go meta, es decir, el vidrio por el que se reemplaza al original, no “parezca traducido”. En otras palabras, suele exigirse una cualidad de “naturalidad” en el idioma meta. Por eso, uno de los objetivos de la enseñanza de la traducción literaria (cuando se la piensa para preparar a los futuros traductores para un trabajo real en el mercado) es la producción de un castellano no contaminado por las formas del inglés. Sin embargo, ésta no es la única posición posible. Walter Benja- min sostiene la contraria. Para él, si en la literatura el código es el centro, lo que hay que hacer al traducir es renunciar al poder que tie­ ne el código al que se traduce sobre el código del original, renunciar a la llamada “domesticación” del original. Benjamín dice que sería bueno dejar que las formas del código original (digamos, el inglés o el francés) se transparentaran en el código meta (digamos, el caste­ llano), lo colonizaran. Para Benjamín, es necesario que el resultado suene traducido, no original. La idea de Benjamín tiene otros problemas que no voy a discutir aquí. Por ejemplo, el hecho de que los únicos lectores que podrían 18 Traducir literatura M a r g a r a A v erba ch
  • 13. I I U n a b a s e t e ó r i c a i n s t r u m e n t a l p a r a l a p r á c t i c a . .. 1 9 entender lo que transmiten esas traducciones serían personas que conocieran de algún modo las estructuras del idioma original, que pudieran apreciar la forma en que se transparentan esos idiomas es­ pecíficos en el idioma meta y la diferencia entre los sistemas lingüís­ ticos de esos idiomas y las marcas personales del “estilo” del autor o autora que se traduce. Por otra parte, aquí habría que introducir el problema de para qué se forma un traductor literario. También en esto hay discusión. Desde mi punto de vista, las carreras de formación de traductores deben formar traductores literarios para el mercado porque toda tra­ ducción, como toda obra literaria, está pensada para que alguien la lea, para ser parte de un esquema de comunicación. Si se acepta que se va a traducir para editoriales, lo que pide Benjamin no es ins­ trumental porque el mercado no lo acepta. Sus ideas revolucionarias (que tanto tienen que ver con la idea de poder) sirven y mucho, pero para tomar consciencia de la infinita variedad de enfoques posibles sobre esta actividad y del poder que tiene el idioma meta sobre el idioma origen. C o n s e c u e n c i a s m e t o d o l ó g i c a s Las consecuencias metodológicas de las características del texto lite­ rario son múltiples y, sobre todo, importantes. El objetivo de la traducción técnico científica es transmitir lo me­ jor posible el mensaje o referente en el código meta para un grupo de lectores determinados. En traducción literaria, el objetivo es más complejo porque el mensaje o referente importa pero hay mucho más que referente en ese tipo de texto. Los buenos traductores literarios copian en un código diferente las opacidades o características del “vidrio” original. Esas características pueden ser muy variadas y por eso, es indis­ pensable lo que yo llamo una buena lectura instrumental del origi­ nal. Esa lectura tiene que determinar muchos rasgos de la traduc­ ción: por ejemplo, qué está verdaderamente en el centro del texto, qué es imprescindible conservar y qué puede perderse.
  • 14. El problema es que la lectura de un texto literario no puede pre­ decirse antes de leer ese texto en particular. Incluso en el caso de los géneros populares como la cienciaficción o ú policial, la predicción es incompleta. En textos no genéricos es imposible predecir cuál será el centro de la lectura: hay obras literarias que privilegian el referente o el mensaje, y otras que ponen aspectos del código en el centro. Hay algunas en las que lo esencial tiene que ver con los personajes, y otras que ponen el acento en los actos o la ambientación. Se ha dicho más de una vez que el traductor o traductora tiene que ser un lector extraordinario. En el caso de la traducción litera­ ria, no basta con entender y transmitir lo que dice el texto (referen­ te): hay que tener en cuenta también todo lo que se relaciona con el efecto que esa obra causa en los que la leen y con la forma en que el autor o autora consigue ese efecto (recursos literarios). La traducción deberá intentar el mensaje o referente pero también tratar de copiar el efecto y, si es posible (muchas veces, hay que cambiarlos) los re­ cursos, que pueden ser calcables o no. La experiencia docente indica que muchas veces, los nuevos traductores no los copian porque no los ven en la lectura, no por falta de capacidad para hacerlo. Edgar Alian Poe dice que toda obra literaria produce cierto efec­ to en los lectores: el miedo, la indignación, la angustia, etc. Ese efec­ to es, para Poe, el centro del texto, su primer origen y su núcleo.^ La persona que lee para traducir experimenta el efecto (sea uno o varios, la unicidad de las ideas de Poe no se corresponde con la realidad ni la complejidad de textos largos como la novela) mientras lee y nece­ sita analizar ese efecto para poder constatar más tarde si su texto, su traducción, produce algo parecido. La breve base teórica que vimos hasta el momento tiene consecuen­ cias metodológicas en la práctica de la traducción literaria. Permite a los traductores: tomar decisiones generales para el texto a nivel de la lectura; aplicarlas en el paso 2, de la traducción propiamente dicha, para hacer elecciones en todos los niveles lingüísticos; controlar que 2 0 Traducir literatura M a r g a r a A ve RBACH 7 La interpretación del texto de Poe como irónico o burlón no tiene importancia en este caso: la idea no es analizar lo que Poe quiso decir sino utilizar sus ideas para la traducción.
  • 15. I I U n a b a s e t e ó r i c a i n s t r u m e n t a l p a r a l a p r á c t i c a . .. 2 1 esas decisiones han dado el resultado que se buscaba en la corrección o paso 3. Un ejemplo entre cientos: en un libro como The Adventures ofHuckleberry Finn de Mark Twain, el marco teórico hace que se comprenda que uno de los centros del texto, muy relacionado con el mensaje o referente, es la agramaticalidad de la voz del narrador, el manejo no-normativo del inglés de ese chico que cuenta su propia historia (por su edad, la región en que nació, la clase social, la falta de familia, Huck se expresa en un inglés no estándar). La conclusión es inmediata: la traducción debe hacerse a un castellano no normati­ vo. Sin esa decisión general, el libro lo pierde casi todo. Si la teoría puede inducir y hacer sistemáticas (y transmisibles) este tipo de decisiones, entonces, la teoría es útil, es instrumental. Y como lo es, vale la pena enseñarla, sobre todo a estudiantes que ya tienen un conocimiento básico de teoría de los primeros años de carrera. Si los traductores de Huck hubieran sabido este tipo de cosas, no habríamos tenido que leer esa novela en traducciones pomposas que me la hicieron insufrible cuando era chica.
  • 16. 2 Los traductores en el cruce de caminos: decisión, mercado y fidelidad en traducción literaria Los dos problemas mayores de la traducción en general y de la tra­ ducción literaria en particular son la enormidad de factores que un buen traductor debe tener en cuenta en el momento de tomar de­ cisiones y la enormidad de decisiones que toma en cada página de trabajo. Por eso, cualquier herramienta que ayude a ordenar yjerar­ quizar estos factores y, por lo tanto, a decidir, es importante para el traductor. L a f u n c i ó n d e l t r a d u c t o r Además del marco teórico, hay varios campos de reflexión para pen­ sar la traducción de una forma que incida directamente en la prác­ tica. En mi caso en particular, uno de los más importantes es pre­ guntarse por la función del traductor: jipara quién trabajo?, ¿cómo funciona lo que hago dentro del proceso de producción del texto que tengo entre manos? Es decir, para ponerlo en otras palabras: ¿de dónde viene mi traducción y hacia dónde va? Creo, personalmente, que casi todos los traductores se hacen estas preguntas aunque no las planteen de ese modo ni las separen cons­ cientemente del trabajo. Por otra parte, más allá de la consciencia que tenga de ello la persona que traduce, toda traducción contiene respuestas a esas preguntas. Si se estudia en profundidad una traducción cualquiera, cada una de las decisiones que la forman responde a una toma de posición con respecto a esas preguntas. Pero para entender la cuestión, lo lógico
  • 17. es revertir este proceso. En lugar de dejar este análisis para después y ponerlo en manos de alguien que está fuera de la traducción (un crí­ tico, un analista o un teórico), los traductores deberían pensar estas preguntas antes de sentarse a trabajar, para que las decisiones que to­ man durante la traducción propiamente dicha sean más coherentes, más útiles y más fáciles de realizar. Desde mi punto de vista, para entender mejor la posición y la función del traductor, hay que pensar la traducción dentro de la co­ municación: la persona que traduce es un puente entre el emisor del texto origen y un grupo de lectores que no comparten ese código®. Esa idea es un poco simple, sí, pero sirve de base dentro de esta reflexión porque lo que quiero hacer no es una reflexión sobre la tra­ ducción en sí ni sobre su espacio en la comunicación (algo así como la respuesta a la pregunta ^qué es traducir?); ese tipo de pregunta sería demasiado teórica para lo que propone este trabajo. Mi idea es pensar 2 lfunción del traductor desde lo práctico, en el trabajo mismo. El traductor o traductora es un eslabón que permite una comu­ nicación claramente indirecta (Mossop la define como un retelling) entre el emisor del texto original y lectores que no dominan ese có­ digo lingüístico. La importancia relativa del “emisor” y el “receptor” o “lector” cambia según el tipo de texto y la naturaleza de la traduc­ ción. No hay duda de que en una traducción literaria, por ejemplo, las marcas del “emisor” en el código del original tienen un peso con­ siderable, sobre todo si se trata de literatura con ciertas ambiciones artísticas. Pero eso no significa que deba dejarse al receptor de lado por completo. Todo esto está incluido en esa palabra amplia y tan discutida en el campo de la traducción literaria y de la traducción en general: “fi­ delidad”. 2 4 Traducir literatura M a rgara A v erba ch 8 M ossop, Brian. Op. cit.
  • 18. E l c o n f l i c t o e n t r e “a u t o r d e l a v e r s i ó n ” ( t r a d u c t o r / t r a d u c t o r a ) y “a u t o r d e l o r i g i n a l ” ( e s c r i t o r / e s c r i t o r a ) I 2 Los TR A D U CTO R ES EN EL CRUCE DE CAM IN O S: D E C ISIÓ N ... 25 Mossop dice que la traducción está en el centro de un esquema de comunicación duplicado. Las fidelidades que tiene hacia las dos puntas extremas del esquema (los emisores del original y los lectores de la traducción) varían según los textos. En realidad, la fidelidad a los “autores” y la fidelidad a los “lectores” están íntimamente ligadas. La traducción literaria necesita ser fiel al “emisor”, pero la calidad literaria del libro (que no siempre tiene que ver con el “nombre” del escritor o escritora pero sí con cada texto en particular: los buenos traductores literarios tienen que saber distinguir por encima de fa­ mas, anonimatos, seudónimos y decadencias) determina el grado de esa “fidelidad” y puede llegar a cuestionarla casi por completo. La razón es evidente: un escritor o escritora que no tiene intereses en el código mismo, en la forma en que maneja la lengua, no merece el mismo tipo de fidelidad que los que crean literatura también desde lo artístico, desde el cuidado por la lengua. En el primer caso, lo único que debe transmitirse es el mensaje, el referente. En el segun­ do, hay mucho más que eso. Discutíamos una vez con una colega qué debe hacer el traductor o traductora si encuentra errores evidentes en una novela, cambios de nombre de personajes, por ejemplo, o un vocabulario pobrísimo y repetitivo (no como recurso sino claramente por falta de algo mejor). La decisión sobre ese tema es tanto personal como editorial: si la edi­ torial quiere una traducción que “corrija” el original, generalmente la pide, y en ese caso, el traductor, que trabaja en una editorial como proveedor o como empleado provisorio, tiene que seguir instruccio­ nes. Suponiendo que el libro tenga cierta calidad intrínseca, no hay duda de que un buen traductor literario debe respetar el “efecto” del original, los modos y medios de expresión que encuentra en el texto y las peculiaridades del lenguaje (que en la traducción también deben ser “peculiares”) cuando sea posible y, entre otras cosas, dos bastante olvidadas en la práctica: el nivel de lengua y la ambigüedad, que a su vez está directamente relacionada con el problema de algo que
  • 19. podemos llamar -para copiar a Susan Sontag- sobre-interpretación o “demasiada” interpretación. Con respecto al nivel de lengua, podemos retomar el ejemplo de la novela de Mark Twain. Si el libro que traducimos está narrado en una primera persona que utiliza una jerga social y también personal (en este caso, escrita), esa jerga tiene un sentido y una importancia a diferentes niveles dentro de la novela o el cuento: tiene que ver con la ambientación, con las relaciones del narrador con su medio, con la psicología del personaje, con la experimentación y la propuesta lin­ güística, etcétera. El camino más fácil es eliminar esas marcas y eso se hizo durante años como ya comentamos con respecto a las tra­ ducciones de Huckleberry Finn de Mark Twain, entre muchos otros ejemplos. Pero ese borrado significa que la traducción no será una versión del original sino otro libro completamente distinto. En el caso de Huck Finn eso es evidente: toda la crítica lo considera un libro esencial sobre todo por esa primera persona. Por otra parte, ¿cómo se justificaría la decisión de eliminar la jer­ ga? Si se la toma sobre bases tales como la falta de una solución para conservarla o la necesidad de apurar los tiempos de la traducción, no se está tomando en cuenta en absoluto la función de la traducción de ese texto en particular. Pasemos ahora al segundo ejemplo, el de la ambigüedad y la "‘so- bre-interpretación”. No hay duda de que hay lugares del texto en que la persona que traduce se ve obligada a “interpretar”. En esos casos, la interpreta­ ción es parte de la toma de decisión. Para dar un ejemplo sencillo a nivel del léxico, si me encuentro con una palabra comofunny^ en inglés, voy a tener que decidir si, en ese contexto, lo que el autor está expresando se relaciona más bien con el campo semántico de lo có­ mico o con el de lo extraño o ambas cosas al mismo tiempo. La de­ cisión es obligatoria porque en castellano no existe una palabra que abarque todos esos campos al mismo tiempo. Hay casos en los que el contexto es tan evidente que la traducción se hace como si fuera automática aunque en realidad no lo sea. Pero si, en el original, hay palabras que pueden interpretarse de varias formas y el texto no privilegia ninguno de esos sentidos, los 2 6 Traducir literatura | M á rgara A v er ba c h
  • 20. mantiene en la lectura, la complejiza y la enriquece de esa forma, la traducción debería intentar lo mismo. En ese caso, decidir sería una “sobre-interpretación”, ya que impone a los lectores de la traducción una única interpretación, la del traductor o traductora (la “vende” como la única posible) y, por lo tanto, reduce el texto, lo hace más playo, lo banaliza. Un ejemplo evidente, también a nivel del léxico, es la palabra sta- re^ que expresa una forma de mirar que puede ser tanto de furia, como de asombro, miedo, sorpresa, felicidad, incredulidad... Si la traducción expresa una razón para la mirada de un personaje, inter­ preta demasiado. Impone una explicación particular al gesto físico que, en la mayor parte de los casos, es lo único que describe el inglés en el original. Hay casos en que la causa del staring es evidente (para dar un ejemplo cualquiera, ¿de qué otra cosa que de terror puede es­ tar hecha la mirada de alguien amenazado por un loco con un hacha en una novela de aventuras o un policial?) pero aun así, ¿por qué no describir el gesto, lo físico, lo externo, en lugar de pasar al interior, tal cual hace el original? Por otra parte, el que mira al asesino del hacha también puede estar sintiendo asombro, sorpresa, tal vez un remolino de emociones de las cuales, probablemente, el miedo sea la central pero no la única. Y en realidad, hay casos en que el paso de exterior a interior es directamente infiel: por ejemplo, si la palabra stare es parte de la obra de un autor como Ernest Hemingw^ay, cuya escritura se niega sistemáticamente a “entrar” en el personaje, sólo podría traducirse como “lo, miró con los ojos muy abiertos” o algo semejante; cualquier entrada al “interior” del personaje sería una traición evidente al original y también a los lectores que quieren leer la escritura de Hemingway. L a r e l a c i ó n e n t r e l a t r a d u c c i ó n y l o s l e c t o r e s La traducción también guarda relaciones de fidelidad, contactos con los lectores. Veamos de qué modo la reflexión sobre esa relación pue­ de ayudar también a tomar decisiones en el proceso de la traducción. Para que esa reflexión sea útil, es necesario aclarar que esas dos “fi­ delidades” se cruzan y son interdependientes. I 2 Los TR A D U C T O R ES EN EL CRUCE DE CA M IN O S: D E C ISIÓ N ,,. 27
  • 21. Una manera de explicarlo es pensar la traducción de las jergas sociales. Frente a un original donde hay jerga social, la traducción debería conservarla. La pregunta siguiente es ¿cómo? Y aquí, el re­ ceptor tiene mucha importancia. Yo leí Rumble Fish de Susan Hinton en una traducción española (La ley de la calle ^se llamaba la versión, por su relación con la pelícu­ la de Francis Ford Coppola). El texto original está narrado por una primera persona que se expresa en una jerga compleja, muy impor­ tante para el texto porque es una de las marcas de la marginalidad y rebeldía del narrador testigo y el protagonista, el chico de la moto. La traducción de Javier La Cruz la conserva, copiando la jerga de ciertos grupos de drogadictos y motoqueros de Madrid. Los lectores de la traducción al castellano tienen una noción bastante buena del tipo de personaje que está contando la historia (aunque no del lugar en el que está ambientada la novela). Desde la primera oración del texto, es evidente para ellos que no se trata de un personaje de clase media bien instalado en la sociedad. Y sin em­ bargo, lo que sucede en el libro parece ambientado en Madrid, no en los Estados Unidos, a los que remiten todos los nombres de la novela y la cultura de los personajes. Lo que hace la traducción es ofrecer una especie de ambientación cruzada y contradictoria, y lo peor es que esa contradicción no existe en el original, donde todos los deta­ lles hablan de la vida en un lugar asfixiante de los Estados Unidos. La situación del lector empeora cuando el libro se lee fuera de España. En Argentina, leer fragmentos como: “Yo necesitaba unas pelas. A mi viejo el Estado le pasaba una pensión. Tenía que bajar y echarme una firma, pero no eran muchas pelas y a veces se olvida­ ba de pasarme algo. Yo gonorreaba cantidad” “ tiene un efecto más relacionado con la identidad de los lectores (argentinos) que con la identidad social del narrador del libro. En mi caso, yo no entendía lo que estaba pasando: lo que dominaba la lectura era la extrañeza del lenguaje, la falta casi completa de inteligibilidad. 2 8 Traducir literatura M a r g a r a A v er ba c h 9 H i n t o n , Susan, La ley de la calle. Madrid; Alfaguara, 1987. Traducción: Javier La Cruz 10 Idem, pág. 49
  • 22. La idea de que el dueño de ese lenguaje no era de clase media, de que no hablaba una lengua “estándar” quedaba clara, por supuesto. Pero para mí, habitante de la ciudad de Buenos Aires, la única va­ lencia segura de la jerga desde un punto de vista social era el hecho de que no era un lenguaje de clase media. El joven que hablaba era marginal, sin duda, ^pero de qué margen se trataba? <:Era un ladrón? ¿Un adolescente rebelde? ¿Un criminal? Como lectora argentina, nada de eso importaba porque además de no poder situar la jerga, el problema era que yo no entendía. En esa primera lectura, el libro no me gustó. Lo recuperé mucho más adelante, cuando lo leí en el original. Este ejemplo demuestra que es importante saber para quién tra­ duzco. Si yo, argentina, resolviera unajerga parecida mediante frases como ‘el bulín era demasiada guita pero el cafisho carburó que si lo alquilaba no se cruzaría tanto con la cana”, ¿qué sentiría un lector es­ pañol? Y aquí hay una cuestión claramente política. Los traductores de América Latina, excepto los mexicanos, tienen esto en cuenta. El tamaño del mercado y la relación metrópolis-periferia les exigen cierta Neutralidad” de lenguaje (empezando, por ejemplo, por el uso del “tú” y no del ‘Vos” como pronombre informal de segunda per­ sona). En cambio, en España, a juzgar por las traducciones que nos llegan (salvo muy honrosas excepciones tanto en cuanto a los traduc­ tores individuales como a editoriales), les importa muy poco lo que puedan pensar los lectores del resto del área hispanohablante. Para ir en contra de algunas opiniones, yo creo que cuando se importan o exportan traducciones, es decir, se trasladan a lectores de luga­ res diferentes, el traductor o traductora deberían saberlo y tenerlo en cuenta al encarar el trabajo o, en su defecto, el editor debería poner un corrector que adapte la traducción para quienes van a leerla, como han hecho aquí algunas editoriales con traducciones mexicanas y es­ pañolas; como me consta que han hecho en España con algunas de mis traducciones. Habíamos dicho que las “fidelidades” se cruzan y son interdepen- dientes. En el ejemplo del libro de Mark Twain, cuando el traductor (o la editorial, en este caso no nos interesa de dónde provino la de­ I 2 Los TR A D U C T O R ES EN EL CRUCE DE CA M IN O S: D E C IS IÓ N ... 29
  • 23. cisión) no conserva la jerga, está siendo infiel para con el “emisor” (escritor/a) pero también para con los “receptores” (lectores). Lo que estos lectores van a leer es completamente diferente del Huck Finn original, produce un efecto completamente distinto del que Twain quería producir en sus lectores, y sin embargo, la traducción se vende como una versión de la obra de Twain, lo cual, en el caso de las tra­ ducciones “pomposas” que yo leí de chica, es claramente engañoso. En el caso de los ejemplos sobre léxico, cuando la traducción elige uno de varios significados de una palabra ambigua, en lugar de tra­ tar de conservarlos todos, eso es poco fiel para los lectores también: reduce la riqueza de la lectura y los obliga a aceptar una sola inter­ pretación cuando de hecho en el original, había más de una posible. Otro ejemplo de lo mismo es el de los nombres. La vieja regla según la cual “los nombres no se traducen” está muy bien como regla general pero no pasa de ser exactamente eso. La decisión sobre qué va a hacerse con un nombre en una traducción tiene mucho que ver con consideraciones sobre los lectores. Si los nombres de los perso­ najes son simbólicos, si dicen algo importante a los lectores del ori­ ginal, la traducción debería producir las mismas asociaciones en los lectores de la lengua meta. Muchas veces, nosotros, los que traduci­ mos, nos olvidamos de ese detalle y nos parece que la relación de un apellido como Lighf con lo luminoso y lo leve es obvia para cualquie­ ra. Lo cierto es que para la persona qué lee nuestra versión no lo es: tenemos un lector que prefiere leer nuestra versión y no el original. La forma en que debería transmitirse el sentido de los nombres varía con cada texto, por supuesto, pero en general, ya fuera tra.duciér;ido- los o haciendo una nota al pie, es necesario que ese sentido se trans­ mita a los lectores de la traducción. El problema de los nombres es algo así como un contra ejemplo de la sobre-interpretación en casos de polisemia. Cuando no aclaramos un nombre significativo, hace­ mos lo contrario que cuando explicamos de más: estamos suponien­ do que el lector entiende algo que en realidad le resulta incomprensi­ ble; estamos negándonos a servirle de puente. Veamos algunos ejemplos más concretos. En general, la traduc­ ción o no de los nombres tiene que ver con la ambientación del texto. Pero no hay que olvidar que también en esto, la decisión final no es 3 0 Traducir literatura M a r g a r a A v er ba c h
  • 24. siempre del traductor; la editorial puede tener mucho que decir al respecto. Yo tengo anécdotas de casos en que creí que los nombres debían traducirse y la editorial se negó a aceptar mi decisión. Si la ambientación es imaginaria y no tiene ninguna relación con el inglés (como en tantas novelas y cuentos de ciencia ficción y fan­ tasía, que transcurren en lugares inventados), mi opinión es que lo mejor es traducir o adaptar el nombre de modo que el sentido sea evidente a los lectores. Por ejemplo, en una novela de ciencia fic­ ción que transcurre en un planeta inventado, si el personaje se llama Wolf, hay que traducir. Que el personaje se llame Lobo no modifica en absoluto el efecto del original: de todos modos, el inglés ni siquie­ ra existe en ese mundo. Si, en cambio, la ambientación tiene referen­ tes reales, y los hechos transcurren en un país de habla inglesa, esa solución es imposible ya que, por ejemplo en los Estados Unidos, un hombre llamado Wolf no pertenece a la misma raza ni tiene los mis­ mos problemas que un hombre llamado Lobo. En ese segundo caso, según la importancia que tenga el significado del nombre, es mejor aclararlo en una nota al pie, en la cual el traductor o traductora hace de puente para sus lectores y, al mismo tiempo, deja bien claro que la aclaración es propia y no del autor del original. La nota al pie es un lugar de la traducción en el que el traductor se hace visible para sus lectores. T o m a d e d e c i s i o n e s En el proceso de traducción, cada decisión es un momento complejo en el que intervienen diversos factores. En una traducción literaria, si el original es bueno, la versión perderá algo en el pase de un idio­ ma a otro. Es lógico que así sea en un tipo de traducción en el que lo que se cambia es el centro del texto, el código. Cuando los tra­ ductores toman decisiones, están decidiendo cómo conservarlo todo, y cuando eso no es posible, qué conviene perder y qué no. En esos momentos del proceso de traducción, que se repiten muchas veces por página, la reflexión sobre la función de la traducción dentro del proceso de comunicación puede ser un instrumento de ayuda inesti­ mable. I 2 Los T ílA D U C TO R ES EN EL CRUCE DE CA M IN O S: D E C IS IÓ N ... 3 1
  • 25. Recordar qué deben los traductores a las dos puntas exteriores del esquema de comunicación que propone Mossop es un dato impor­ tante y sobre todo, útil, en la tarea que se lleva a cabo. Si la traduc­ ción es un ‘‘servicio” en el sentido más amplio, noble y abarcador de un término muy bastardeado, deberíamos ser conscientes de a quién estamos sirviendo así como de para qué traducimos, y esa conscien­ cia debería reflejarse con claridad en las decisiones que van dando forma a nuestras versiones. M e r c a d o y p o s ic ió n p e r s o n a l Además de una posición tomada con respecto a la función de la tra­ ducción y la relación con emisores y receptores, los traductores lite­ rarios necesitan tomar partido frente a ciertos problemas de lenguaje que marcan indefectiblemente sus relaciones con el mercado. Como traductores literarios, somos nativos de la lengua a la que traducimos pero no de ese supuesto “castellano neutro” que se nos exige en el mercado, sino de nuestro dialecto (en mi caso, el riopla- tense). La traducción literaria de mercado en Buenos Aires y segura­ mente en todos los mercados menos España y México, funciona en medio de una tensión constante entre la posición de cada traductor o traductora y las exigencias de las editoriales. Esas reglas y exigencias varían de editorial en editorial y de mer­ cado en mercado, y varían, como ya dijimos, entre España (la me­ trópolis) y otros países hispanohablantes. No es importante cono­ cerlas todas sino tener una posición propia y clara sobre cuál sería el “dialecto” o “castellano” al que cada traductor o traductora traduciría idealmente si pudiera porque es a ese dialecto o “castellano” al que cada traductor tiende mientras puede. La existencia o no del “castellano neutro” se discute en cada con­ greso de traducción y en cientos de artículos y libros. Yo no quiero entrar en esa discusión, que no es tema de esta manual, pero quisiera definir el “castellano neutro” como un idioma inventado que carece de oralidad (no se habla en ninguna parte) y que las editoriales creen que haría más fácil la comprensión entre hablantes de diferentes dia­ lectos geográficos porque utilizaría palabras que son comunes a to­ 3 2 Traducir literatura M árgar a A v er ba c h
  • 26. dos estos dialectos o que por lo menos no producen malentendidos. Esta búsqueda del “común denominador” lingüístico (para darle al­ gún nombre) varía de traductor en traductor y de editorial en edito­ rial, y es siempre arbitraria. Cada traductor o traductora tiene o debería tener su posición per­ sonal con respecto al “castellano” ideal al que traduciría si le fuera posible, y negociar a partir de ese modelo con las exigencias del mer­ cado. Voy a plantear aquí mi posición personal, solamente como un ejemplo entre muchos otros. Yo creo que el traductor debe estar lo más cerca posible de su propio dialecto y, si fuera posible, sería excelente tener versiones de la misma obra en todos los dialectos. Creo que la versión de la tra­ ducción se dirige siempre, en primer lugar, a la comunidad primaria del traductor o traductora. Por otra parte, la competencia real del idioma “nativo” es siempre la competencia en el dialecto primario y no en un supuesto “castellano neutro”. Mi “castellano” ideal para traducir sería igual al idioma que uso cuando escribo ficción propia; un dialecto más o menos argentino. Pero yo no uso exactamente el mismo dialecto cuando escribo ficciones que transcurren en la Ar­ gentina y cuando escribo ficciones que transcurren en lugares inven­ tados. Y cuando traduzco, la ficción que traduzco no transcurre en Argentina. Todos esos factores (dialecto propio, ambientación del original, exigencias del mercado, lectores posibles) hacen que el uso del dia­ lecto propio en la traducción literaria sea un problema bastante com­ plejo. A nivel práctico, para el traductor literario argentino ciertos usos son imposibles: las editoriales exigen la “neutralidad”, por ejemplo, en un 90 por ciento, prohíben el voseo, de modo que lo que se hace es negociar una especie de cruza entre el dialecto propio (la parte aceptable para el mercado y para otros lectores) y opciones más “neu­ trales” (denominadores comunes). Si la posición “ideal” del traductor o traductora es ir hacia el dia­ lecto propio, lo hará cada vez que pueda. Y algunas cosas se van permitiendo en el mercado, tal vez por este tipo de insistencia de los traductores. Cuando yo empecé a traducir no se podían usar palabras I 2 Los TR A D U CTO R ES EN EL CRUCE DE CAM INO S: D E C IS IÓ N ... 33
  • 27. como “marrón” (se exigía “castaño” hasta para “una mesa castaña”), “chico” (reemplazada por “niño”), “vereda” (“acera”). Actualmente, según la editorial, muchas de esas palabras se aceptan y yo las uti­ lizo aunque siga evitando las palabras que producen malentendidos absolutos y que siguen prohibidas por las editoriales: “colectivo, saco, pollera”, entre otras. Es importante tener una posición tomada, firme y reflexiva sobre un punto tan esencial como el dialecto, porque sin duda sirve como instrumento. Facilita la toma de decisiones. Lo mismo debería ha­ cerse con puntos como la castellanización de palabras (hay que saber si se está a favor o en contra de esa práctica idealmente, aunque lue­ go haya que adaptarse a los pedidos de las editoriales); la traducción de los nombres; el uso de las notas al pie, etc. Tal vez por eso, porque el problema de la fidelidad y de la toma de decisiones de este tipo afecta todo el proceso de traducción, este tema volverá a surgir en todos los capítulos siguientes. 3 4 Traducir literatura M á r g a r a A v e rb a c h
  • 28. 3 La lectura instrumental en traducción literaria E l s e g u n d o c o n t e x t o De los tres pasos de la traducción literaria, la lectura es el primero en más de un sentido. No se trata simplemente de que se lea (o debiera leerse) el texto a traducir como primer paso del proceso, antes de empezar la traducción propiamente dicha, sino sobre todo de que la lectura define y determina el paso dos -la traducción propiamente dicha- Ytambién el paso tres, la revisión o corrección. Todo traductor maneja varios “contextos” a la vez. El contexto oracional puede ayudarlo a definir opciones léxicas y estructurales y es la unidad práctica con la que se tiene la ilusión de trabajar a nivel de la traducción propiamente dicha, es decir, el momento en que se pasa de un código lingüístico a otro. Sin embargo, el contexto de la oración es totalmente insuficiente para el traductor escrito, sobre todo el literario. Por ejemplo: si se les pide a traductores argentinos de inglés (acentúo la identidad nacional porque aquí la cultura es esencial) que traduzcan una oración como “The teacher opened the door”, las traducciones variarán pero muy probablemente serán algo semejante a “La maestra abrió la puerta”. Sin embargo, en gran par­ te de los textos literarios que provienen de los Estados Unidos, la traducción correcta es “El maestro”, o “El profesor”. Ese ejemplo — casi de perogrullo- sirve para poner en foco el problema del segundo contexto: la lectura general del texto seguramente despejará la duda sobre el género del personaje que tiene como profesión la docencia,
  • 29. y si no lo hace, si en el texto original no se conoce el género, será esencial que la traducción no defina ese dato tampoco, y en ese caso, la oración será mucho más complicada a la hora de traducirla correc­ tamente. En mi experiencia como profesora de traducción literaria, una parte importante de las malas opciones y los errores que se ven en las traducciones de los estudiantes provienen de una mala lectura; es decir, de un mal manejo de eso que llamo aquí “segundo contexto”, y esto se nota más claramente cuando se pide lectura y traducción en un examen: una mala lectura suele estar seguida por una mala tra­ ducción, es decir, una traducción en la que se han tomado una serie de decisiones equivocadas. En cualquier tipo de traducción, la lectura total del texto esta­ blece el segundo contexto, lo describe y lo analiza. En la literaria, es esencial. Existe un tercer contexto: el que tiene que ver con la cultu­ ra del original. La comprensión de la importancia de estos contextos (diferentes del oracional) determina opciones, decisiones y estructu­ ras en el paso a de la traducción y ayuda a fijar criterios clave para la evaluación y corrección de lo que se hizo en el paso 3. La lectura es instrumental para la traducción, sobre todo la literaria: es decir, leer el texto completo es esencialmente un instrumento, una herramienta para traducir. Gada tipo de traducción -técnica, científica, literaria- tiene sus propias características y lo mismo sucede con las lecturas previas a cada una. La traducción técnica y la traducción científica tienen ob­ jetivos que, en general, pueden establecerse a priori de la lectura del texto, y que, en teoría, son esencialmente los mismos se trate de un artículo sobre medicina o de un manual de funcionamiento de un electrodoméstico. Esos objetivos están relacionados con el análisis y comprensión del “mensaje” o “referente” No hay duda de que no siempre se puede cumplir con estos obje­ tivos, sobre todo en países como la Argentina, donde los traducto­ res técnicos no suelen especializarse y donde, por lo tanto, no puede esperarse que los traductores comprendan en profundidad todas las disciplinas que traducen, desde historia a física nuclear. Esta impo­ sibilidad explica que sea necesario manejar muy bien la metodología 3 6 Traducir literatura | M a rg a r a A v er b a c h
  • 30. que permita comprender aunque sea en parte lo que se traduce, sea la consulta a informantes especializados, la búsqueda en instrumentos como Internet, o cualquier otro tipo de método. Lo que puede decir­ se es que la lectura de los textos técnicos y científicos puede ser muy ardua pero gira siempre alrededor de los mismos puntos o preguntas, esencialmente, “¿qué dice el original?”, y “^;aquién se lo dice?”. En el caso de los textos literarios, en cambio, la lectura es mucho menos previsible. No se puede pensar las preguntas a priori: las que tienen que determinar qué se pregunta y qué se ve en el texto son las características del texto mismo. Es decir, que solamente se sabe cuá­ les son esas preguntas con la lectura misma; nunca antes. El texto literario tiene muchos niveles de comprensión; el “mensaje” o “refe­ rente” es apenas uno entre muchos (y no siempre el esencial). Para explicar lo que se busca en cada una de estas lecturas y, sobre todo, para explicar cómo “lo que se busca” cambia de una lectura a otra, la teoría de los grados de la escritura es de gran ayuda. Para seguir con la metáfora de la ventana, en los textos técnicos y científicos, la lectura es siempre un intento por captar los rasgos esenciales del árbol que está del otro lado del vidrio para poder cam­ biar el panel sin modificar la imagen. En cambio, cuando se traducen textos literarios -textos en los que, muchas veces, la función esencial del texto no está en el árbol sino en el vidrio y sus peculiaridades, que introducen modificaciones a la imagen del árbol (es decir, en los “dibujos” del vidrio, en sus puntos ciegos, sus marcas)- el problema se hace más complejo. Dentro del marco de esa metáfora, queda claro que, en los textos literarios, el paso i de la traducción no puede limitarse a la com­ prensión de la imagen del “árbol”, es decir, al análisis del “referente”; tendrá que abarcar también la comprensión de la “cualidades” (los dibujos y las formas) introducidos por el vidrio (o sea, por el códi­ go lingüístico). Y como, en literatura, cada vidrio es completamente distinto de todos los demás, es imposible determinar qué voy a en­ contrar en ese vidrio antes de analizar el texto que voy a traducir. A diferencia de lo que sucede en otros tipos de traducciones, en la traducción literaria, la lectura es imposible de planear a priori. Es imprevisible. I 3 L a l e c t u r a i n s t r u m e n t a l e n l a t r a d u c c i ó n l i t e r a r i a 37
  • 31. Esa es una de las razones por las que es tan importante la práctica de la lectura instrumental en la enseñanza de traducción literaria: no se puede redactar ningún tipo de “ficha” previa para la lectura, hay que aprender cómo se arma la “ficha” de cero en cada uno de los textos, incluyendo las preguntas que van a hacerse. Antes que nada es importante entender la utilidad de la lectura instrumental, la forma en que ofrece puntos de apoyo, ayudas a la traducción. Los puntos de apoyo pueden ser muchos y también ellos depen­ den del texto. La que sigue es una lista breve y absolutamente in­ completa, más bien una serie de ejemplos. La lectura debería ofrecer: - una serie de objetivos a lograr a través de la traducción. Dentro del planteamiento que venimos utilizando, esos objetivos ayu­ darían a diseñar un vidrio que fuera lo más parecido posible al vidrio original en sus dibujos, efectos de luz, “suciedades” (por ejemplo, características de sintaxis, de opciones léxicas, de uso de pronombres, etcétera). - una jerarquización de dichos objetivos, de modo que si, en el paso 2, es necesario elegir entre conservar una cualidad, un detalle, un rasgo y no otro, sea posible elegir del modo menos dañino para el texto. ' bases para decidir cuántos niveles de lengua hay en el texto origen y cómo trasmitirlos. ' bases para decidir sobre ciertos problemas específicos que sur­ gen en la traducción literaria de ciertos idiomas a otros: en el caso de la traducción del inglés al castellano, por ejemplo, el problema del tuteo y el trato de “usted” entre los personajes (¿deben tutearse o no los personajes? ¿Deben pasar al tuteo a lo largo de la novela y cuándo?). L a l e c t u r a i n s t r u m e n t a l Para volver a uno de nuestros ejemplos anteriores, si se está pensando en traducir ai castellano The Adventures of Huckleberry Finn^ y la lectura instrumental se centra sólo en lo que podría llamarse “referente” (en este caso, la historia del viaje de Huck y Jim por el 3 8 Traducir literatura ¡ M á rg a r a A v er ba c h
  • 32. río Mississippi), el resultado podría ser una traducción en lengua estándar (o peor aún, una traducción en lengua de registro escrito y muy alto, engolado incluso, como la que puede encontrarse todavía en muchas versiones de la novela, sobre todo las que ya tienen más de veinte años). Estas versiones eliminan casi por completo el valor de la novela original. Lo que las marca como “malas” traducciones es una “mala” lectura: una que no advirtió la importancia de la primera persona y sus usos no estándar. En el marco de la metáfora de la ventana, lo que estaríamos ha­ ciendo es cambiar un vidrio claramente definido por dibujos propios (definidos sobre todo por el código escrito que utiliza el narrador: con “errores” y mucha inocencia infantil) por un vidrio mucho más neutro, mucho más “invisible” por lo estándar. Una buena lectura instrumental de The Adventures of Hucklebe- rry Finn debería llegar a la conclusión de que el núcleo del libro de Twain está justamente en la retórica especial de su primera persona narradora, un chico que utiliza una lengua escrita con errores de or­ tografía y sintaxis, y capta y transmite varios niveles de lengua, in­ cluyendo jergas de clase, de raza y de edad. La lectura debería dejar bien en claro que, sin esa “calidad”, esa “textura” en el lenguaje (esas marcas en el vidrio), la infidelidad con respecto al texto original sería tan completa como si se pretendiera “traducir”, digamos, una obra de teatro de Shakespeare contando el argumento en prosa. Por su­ puesto, la idea de que el centro de la novela de Twain es el narrador, Huck, está muy repetida en la crítica literaria sobre TheAdventures of Huckleberry Finn, pero lo cierto es que la gran mayoría de los libros que se traducen son muy contemporáneos y no tienen estudios críti­ cos que puedan guiar al traductor o traductora. Por eso, es esencial que se aprenda a leer sin apoyos críticos. Otro ejemplo posible de cómo la lectura de este tipo es esencial para traducir es el caso de algunos autores anglófonos que escriben en una primera persona claramente indefinida en cuanto al género. Hay varios textos apoyados en este juego, por ejemplo Susan Sontag en uno de los cuentos de etcetera“ o los cuentos para adolescentes I 3 L a l e c t u r a i n s t r u m e n t a l e n l a t r a d u c c i ó n l i t e r a r i a 39 II S o n t a g , Susan. /, etcetera. New York: Parrar Straus Giraux, 19
  • 33. Badger on the Barge de Janni Howker/^ En esos casos, la lectura ins­ trumental debe detectar que uno de los centros del texto está en la ambigüedad de género de su narrador/a, ambigüedad inscripta cla­ ramente en el discurso original, y por lo tanto, intentar una traduc­ ción en que se conserve esa ambigüedad) no elegir un género para el narrador, por ejemplo, a partir de datos externos como el género del autor. Esta decisión debe tomarse en el paso i, en la lectura, porque definirá cientos de decisiones de traducción. Es muy probable que haga necesario un castellano no muy “flui­ do” o “natural” porque no es fácil conservar este tipo de ambigüedad en castellano: el castellano marca el género mucho más que el inglés, lo repite en cada artículo y cada adjetivo. Por lo tanto, es posible que esa decisión implique también una pérdida de lo que generalmente se llama “fluidez” y “naturalidad” en la lengua meta, ya que la falta de marca de género no es “natural” en el castellano. Por ejemplo, una traducción “I was tired” como “Sentía mu­ cho cansancio” es claramente menos fluida y “natural” que “Estaba cansado/a”, pero, si la lectura jerarquiza la “ambigüedad” de género como núcleo del texto (es decir, si a partir de la lectura se decide que esa ambigüedad es una parte esencial del texto), la traducción deberá aceptar la pérdida de “naturalidad” y tratar de conservar la ambigüe­ dad. O, si se lee un texto de algún escritor posmodermo como John Barth o Donald Barthelme con la idea de traducirlo, la lectura debe­ ría preocuparse por la forma en que se plantea el montaje de escenas y la manera en que consigue el efecto de fragmentación típico de ese movimiento literario; debería también entender la superposición de metáforas, los símbolos falsos y los sinsentidos que pueblan el texto, así como la manera en que esos autores consiguen que la interpreta­ ción sea imposible; debería marcar las alusiones a literaturas anterio­ res y la forma en que se utiliza la parodia. En un caso bastante diferente (y mucho más común en el merca­ do), si se lee un cuento policial de un autor como Raymond Chan- dler o Dashiell Hammett, la lectura deberá ver la forma en que fun- 4 0 Traducir literatura M á r g a r a A v er ba c h 12 Howker, Janni. Badger on the Barge and Other Stories. Londres; Fontana Lions, 1984
  • 34. cionan los niveles de lengua dentro de la narración; la forma en que cada uno de ellos caracteriza a los personajes; la consideración deta­ llada de la forma en que se repiten ciertas imágenes que tanto ade­ lantan la acción como provocan atmósferas especiales y hacen una crítica social aguda, cruel incluso (por ejemplo, cuando ambos auto­ res tocan temáticas como el dinero o describen la forma de vida de las clases altas); una comprensión del tipo de humor que tienen las descripciones del narrador en primera persona en el caso de Chan- dler, y en el de ambos, una comprensión exacta del uso y forma de presentación de la violencia- Si ese tipo de características no aparece en la traducción, la traducción no será correcta. La lectura instrumental (o la falta de ella) está implícita en la tra­ ducción misma y cualquier traductor o corrector (o docente) experi­ mentado suele saber qué errores provienen directamente de la mala lectura o la falta de lectura, pero para que la relación lectura-traduc­ ción sea evidente (tanto en cuanto a los aciertos como en cuanto a los errores), me parece que pedir una lectura explícita es importante en los cursos de formación de traductores literarios. El ejercicio de la lectura explícita es útil tanto para el profesor como para el estudiante: si la lectura es buena y hay errores en la traducción, será evidente para ambos -profesor/a y estudiante- que los problemas de la traducción provienen de la competencia lingüís­ tica de alguno de los dos idiomas y no de una falla en el paso r. Al contrario, si hay errores en la lectura, muchas veces los errores de la traducción provienen directamente de eso. Es evidente que el tipo de trabajo que debe hacerse para solucionar un problema de com­ petencia es completamente distinto del que se hace para solucionar fallas de lectura y el ejercicio de la lectura explícita ayuda mucho a determinar qué pasos debe seguir cada estudiante, es decir, permite personalizar el consejo que puede dar el profesor o profesora para mejorar el nivel de traducción de cada estudiante. La lectura ayuda a hacer evidentes, conscientes, ciertos recursos, ca­ racterísticas y rasgos que aparecen en los textos literarios (el tono, la atmósfera, el uso de campos semánticos, problemas léxicos relacio­ ] 3 L a l e c t u r a i n s t r u m e n t a l e n l a t r a d u c c i ó n l i t e r a r i a 4 1
  • 35. nados con la ambientación temporal y/o espacial). La consciencia los hace más fáciles de copiar o reproducir de alguna forma en el paso 2. Hay muchos ejemplos concretos de lugares en el texto en los cua­ les la lectura define la traducción. Estos son apenas algunos, deriva­ dos de mi práctica personal docente o de traducción. Ambientación espacial y/o temporal: La oración “He waited in that córner” suele traducirse correctamente usando la palabra “esqui­ na”, pero si la lectura general de un cuento (en este caso, “The Snow and the Wind of Winter” de Van Tilburg Clark^^) sitúa al perso­ naje -un buscador de oro- en el medio de un desierto, esa traduc­ ción es totalmente incorrecta y debe reemplazarse por alguna frase determinada por el segundo contexto, es decir ideas que surgen de párrafos anteriores y/o posteriores. En cuanto al tiempo, la palabra svjeater utilizada en un contexto temporal relacionado con la vida de Jesucristo en el original de D. H. Lawrence {The Man Who Died^^) no podría traducirse como “suéter” por cuestiones cronológicas. Para evitar este tipo de errores, la traducción se apoya en el segundo con­ texto, el general, y ese contexto proviene sobre todo de la lectura. Tono y atmósfera: La traducción de la palabra bright, por ejem­ plo, en un párrafo de un cuento policial en el que se describe una fábrica miserable, tétrica, abandonada, en la que va a ocurrir algo terrible, no puede traducirse por “resplandeciente”, ya que ese tér­ mino, muy positivo, atentaría contra él tono general negativo de ese fragmento del texto y, por lo tanto, contra el efecto anticipatorio que esa descripción quiere causar en los lectores. Es necesario optar por palabras neutras como “brillante” o negativas como “brilloso”. Una buena opción léxica en este caso sólo puede derivar de una buena lectura general. Campos semánticos: El campo semántico, es decir, la alusión constante a un mismo “campo semántico” durante mucho más de una oración, es un recurso que hay que comprender y captar en la lectura. Por ejemplo, en el género literario western, suele utilizarse el 4 2 Traducir literatura j M a r g a r a A v er ba c h 13 “The Wind and the Snow ofWinter” se publicó en 1944 y ganó para su autor, WalterVanTilburg Clark, un primer lugar en los Premios O. Henry 14 TheMan WhoDied, que originariamente se llamaba TheEscaped Cock, se publicó en dos partes, la primera en 1928, y la segunda, en 1929
  • 36. 13 L a l e c t u r a i n s t r u m e n t a l e n l a t r a d u c c ió n l it e r a r i a 43 campo semántico marino para describir las praderas. La consciencia de que se está utilizando este recurso impide que se “normalicen” verbos o adjetivos que, si se los respeta, conservan en la traducción la relación de uso (la colocación) del original con el campo marino (por ejemplo, se deben elegir palabras y expresiones como “flotar”, “navegar”, “olas”, “la luz riela”, etc.) Por supuesto, es evidente que la capacidad que tiene una buena lec­ tura de modificar, ayudar, definir y dirigir las decisiones del paso 2 de la traducción no se aplica solamente a la traducción literaria. Algunos ejemplos semejantes a los que acabo de describir aparecen, aunque con menos frecuencia, en traducciones científicas, sobre todo (pero no solamente) en el campo de las ciencias humanas. Por ejem­ plo, existe un tipo muy común de estructura de texto científico en el que los autores describen críticamente una teoría, tratamiento, enfo­ que o análisis y, en una segunda parte, presentan una teoría, trata­ miento, enfoque o análisis alternativos que consideran mejores. Esta estructura conlleva, siempre, una diferencia de tono entre la primera parte y la segunda: en la primera, en general, el lenguaje está carga­ do de términos negativos, irónicos o llenos de duda; en la segunda, los términos se vuelven muy positivos o en todo caso, aparentemente neutros. Una traducción que no copiara este efecto sería francamente nociva para el original y modificaría enormemente lo que se intenta transmitir. Por lo tanto, la insistencia en la práctica de una lectura instru­ mental, cuidadosa y consciente es esencial para cualquier traducción, especialmente la literaria, y por lo tanto, también para cualquier planteamiento didáctico de la formación de traductores. En cierto modo, me animaría a decir que dada una competencia lingüística correcta en ambos extremos del proceso de traducción, la lectura co­ rrecta es capaz de definir en gran parte la calidad de la traducción. Por supuesto, la lectura implica mucho más que un buen método de análisis: cuanto más se conozca la cultura de origen, mejor será el análisis instrumental del texto; cuanto menos se sepa de ella, más necesaria será la ayuda de informantes y especialistas: el tercer con­ texto también es esencial. Pero más allá de la base sobre la que se
  • 37. asienta una buena lectura (base que es independiente del texto que se esté leyendo en un momento dado), la lectura en sí misma, sobre todo en el campo de la traducción literaria, es un proceso comple­ jo, variable, flexible, que exige una formación extensa y una práctica constante. Proveer esta práctica debería ser obligación de los forma- dores de traductores, ya que sin ella, todo intento de traducción co­ rre el riesgo de terminar muy mal. 4 4 Traducir literatura | M a rgar a A v er ba c h
  • 38. 4 El problema del aspecto Uno de los primeros problemas de la traducción literaria del inglés al castellano, un problema constante en textos narrativos en el pasa­ do, es el de la expresión del aspecto. En general, los textos técnicos y científicos (excepto en campos especiales como la historia) utilizan mucho menos el pasado que los textos literarios, y por eso es mucho más frecuente el problema en la traducción de ficción. En inglés, el pasado simple no diferencia aspectos. Hay, por su­ puesto, expresión de aspectos, pero se dan fuera del verbo. En cas­ tellano, en cambio, la opción por uno u otro aspecto (perfecto o im­ perfecto) es obligatoria, ya que hay dos “pasados simples”: el perfecto y el imperfecto. En la práctica, todo verbo en inglés cuando está en pasado simple, “l went”, por ejemplo, puede traducirse de dos mane­ ras: “fui” o “iba” La opción entre uno y otro no está en el verbo mis­ mo sino en el contexto, y en muchos casos, es difícil decidir, pero la decisión es obligatoria, ya que el castellano no cuenta con un tiempo verbal que mantenga la ambigüedad entre perfecto e imperfecto en el pasado. En muchos casos, ambas traducciones del verbo son correctas pero eso no significa que se esté diciendo lo mismo en ambas. “Fui” nunca significa lo mismo que “Iba”. En esos casos, la traducción es correcta en ambos casos porque la interpretación es dudosa y el con­ texto se puede leer de una forma o de otra, pero el traductor debería saber que siempre está eligiendo uno de dos significados posibles. Es difícil explicar el uso del aspecto en castellano. En general, suele decirse que el imperfecto señala una acción durativa, que dura
  • 39. un período de tiempo. Esa explicación no me parece ni instrumental ni verdadera. Si lo fuera, habría verbos que optarían por un aspecto o por otro según la duración “natural” de la acción que definen. En realidad, lo más correcto para explicar el aspecto es decir que “expresa una diferencia en la forma en que se está considerando la acción”. Si la estoy pensando como un todo desde un momento pos­ terior, entonces el aspecto es perfecto^ porque de alguna forma, aun­ que durara años, la acción estaría vista como un punto en el tiempo: por eso se utiliza la palabra “puntual” Por ejemplo, si yo relato la acción “vivir en Buenos Aires” como un punto en el tiempo, como un todo, puedo decir: ‘‘Viví en Buenos Aires durante 20 años” En cambio, si quiero instalar la narración dentro de ese período de 20 años y narrar algo que pasó cuando ese período ya había empezado, voy a usar el imperfecto: “Cuando vivía en Buenos Aires, me en­ contré con ella una mañana”. En esos casos, se utiliza el imperfecto para ubicar la narración dentro un período en el que la acción que el verbo define ya había empezado..., y no estaba terminada, es decir, una acción imperfecta. Esta definición, que cuesta un poco más manejar, es útil para to­ mar decisiones en la traducción. Explica por qué a veces se pueden usar cualquiera de los dos aspectos (con distinto sentido) y por qué a veces solamente uno de ellos es correcto. La interpretación es inevi­ table. Para enseñar a enfrentarse a este problema — básico para la traduc­ ción literaria (los textos narrativos suelen estar en el pasado y obli­ gan a tomar la decisión muchas veces por página)-, hay que elegir un texto en el que el uso de verbos sea constante y central para la na­ rración, y uno de los géneros más interesantes para esto es el policial, en el que el uso de verbos de acción es muy frecuente y es difícil que no haya muchas instancias de decisión en fragmentos muy breves. Otro género posible es el del terror, pero por razones de gusto perso­ nal, yo lo uso mucho menos. Veamos, por ejemplo, el principio de “111 Be Waiting” un cuento de Raymond Chandler^^: 4 6 Traducir literatura | M argar a A v er ba c h 15 “ril Be Waiting”, en Trouble tsMy Business. Gran Bretaña: Penguin, 1950. (Págs. 125 a 143)
  • 40. At one o’ dock in the morning, Cari, the night porter, turned down the last of three table lamps in the main lobby of the Windermere Hotel. The blue carpet darkened a shade or two and the walls drew back inte remoteness. The chairs filled with shadowy loungers. In the corners were memories like cobwebs. Tony Reseck yawned. He put his head on one side and liste- ned to the frail, twittery music from the radio room beyond a dim arch at the far side ofthe lobby. He frowned. That should . be his radio room after one a. m. Nobody should be in it. That red-haired girl was spoiling his nights. The frown passed and a miniatura of a smile quirked at the corners of his lips. He sat relaxed, a short, palé, paunchy, middle-aged man with long, delicate fingers of a sleíght-of- hand artist, fingers with shiny, moulded nails and tapering first joints, fingers a little spatulate at the ends. Handsome fingers. Tony Reseck rubbed them gently together and there was peace in his quiet sea-grey eyes. The frown came back to his face. The music annoyed him. He got up with curious litheness, all in one piece, without moving his clasped hands from the watch chain. En estos primeros párrafos se presenta tanto el escenario de la ac­ ción como el comienzo de la caracterización de los personajes. El aspecto de los verbos cambia con bastante frecuencia, lo cual ayuda a entender cada decisión por separado dentro de un contexto breve pero variado. La primera oración tiene una marca de aspecto en el circunstan­ cial de tiempo “At one o’ dock in the morning” y esta marca define un aspecto perfecto para el verbo “turned dow^n”. En general, ese tipo de circunstanciales (combinados con un contexto que los con­ firma) suele señalar aspectos perfectos, pero eso no es siempre así. Se podría decir también “At one oclock, he was in bed” y allí, en la mayoría de los casos, el aspecto más correcto sería el imperfecto. La segunda oración describe las sombras de la recepción. En ge­ neral, las descripciones se dan en imperfecto porque suelen hablar I 4 E l p r o b le m a d e l a s p e c t o 47
  • 41. de objetos que ya estaban en esa situación antes de que empezara la acción y probablemente seguirán ahí después. Sin embargo, aquí, una buena lectura tiene que detectar que ni la alfombra ni las sillas tenían ese aspecto hasta que Cari apagó las luces, de modo que en realidad, estamos ante una acción puntual, que sucede en ese mismo momento. Lo mismo puede decirse de la oración siguiente. La última oración requiere un análisis diferente. Se trata de una metáfora hermosísima que cualquier buena lectura destaca como un discurso a cuidar en la traducción. Sería un grave error traducir esta oración en perfecto, como si los recuerdos hubieran aparecido sólo cuando se apagó la luz. El contexto nos dice que esos recuerdos son parte permanente del hotel, sobre todo por el uso del “there were” y no de un verbo como “appeared” Por esa razón, necesito traducir “había recuerdos” y no “hubo recuerdos”. El segundo párrafo vuelve al perfecto. Una de las marcas es el uso del nombre del detective. Tony, y el hecho de que el bostezo es cla­ ramente un acto de ese instante: no se trata de una acción repetida varias veces porque eso no está confirmado en el contexto. El resto del párrafo es variado. En la segunda oración, cuando se habla de la música, el original dice: “music from the radio room be- yond a dim arch at the far side of the lobby’. Para la traducción será necesario agregar algo entre “music” y “from” porque el castellano es mucho menos sintético que el inglés y necesita un verbo o una construcción capaz de sostener la descripción del arco y el vestíbulo que explica la procedencia de la música. Si se opta por una relativa, el verbo conjugado tendrá que estar en imperfecto, ya que la música está sonando desde antes de que se empezaran a describir las accio­ nes de Tom y seguirá viniendo por un buen rato. La última oración del párrafo que analizamos exige volver al im­ perfecto: es evidente que los actos de la chica pelirroja empezaron hace muchas noches y, si el detective no hace nada para detenerlos, seguirán sucediendo en el futuro. La primera oración del tercer párrafo, en cambio, vuelve al per­ fecto (nuevamente son acciones relatadas como puntuales). La se­ gunda presenta un problema bastante común. “He sat relaxed, a short, palé, paunchy, middle-aged man with...” Esta oración parece 4 8 Traducir literatura M á r g a r a A v er ba c h
  • 42. contar una acción “duradera” según la definición de la que hablamos al comienzo del capítulo. Quedarse sentado un rato una acción duradera y ese período de tiempo le sirve al narrador para describir al que será uno de los personajes principales. Pero este razonamiento puede complicarse por el uso del verbo sit, que puede significar tanto sentarse (una acción generalmente puntual) como estar sentado. En este caso, en el contexto, se diría que el significado es estar sentado, con lo cual el aspecto debería ser imperfecto. Pero la razón no es que la acción sea duradera (es posible decir: “me senté un rato a descan­ sar”), sino el hecho de que esta acción -estar sentado- empezó antes de la entrada del detective en la narración y terminará en el párra­ fo siguiente. Es decir, no se la narra como una acción puntual sino como un proceso en el medio del cual se instala la narración. Y la situación volvería a complicarse en otros contextos del verbo sit si se usara el verbo “quedarse” en construcciones como “quedó sentado”. Este breve análisis demuestra que la consideración del uso de los as­ pectos es problemática y discutible y que verbos como “quedar” y sit la complican aún más. La última oración de ese párrafo presenta otro problema frecuen­ te; “Tony Reseck rubbed them gently together and there was pea- ce in his quiet sea-grey eyes”. La primera proposición coordinada parece estar en perfecto (lo primero que se tiende a interpretar es que frotarse las manos es una acción del momento, única y puntual). Si la segunda proposición estuviera separada de la anterior por un punto, debería traducirse en imperfecto: parece evidente que la paz en los ojos del detective empezó antes y terminará bastante después. El problema es que, en general, en castellano (como siempre, hay excepciones), cuando dos oraciones o dos verbos están unidos por un nexo coordinante, ambos verbos tienen el mismo aspecto. El cambio de aspecto dentro de la misma oración suele darse entre dos verbos de distinto nivel sintáctico, por ejemplo, uno principal y el otro en una subordinada adverbial. Por esa razón, la traducción: “Tony Reseck se los frotó con suavi­ dad y había paz en esos ojos tranquilos, grises como el mar”, suena poco natural en castellano. Hay varias soluciones para el problema. Una posibilidad sería reemplazar la “y” por un punto y coma y se­ ¡ 4 E l PRO BLEM A D EL A SPECTO 4 9
  • 43. parar así las dos partes de la oración: “Tony Reseck se los frotó con suavidad; había paz en esos ojos tranquilos, grises como el mar’ Otra posibilidad sería interpretar, por ejemplo, que la acción defro­ tarse las manos es repetida y no puntual y que, por lo tanto, empieza antes de la narración misma y termina después: “Tony Reseck se los frotaba con suavidad y había paz en esos ojos tranquilos, grises como el mar” En el último párrafo (del cual la cita reproduce sólo el fragmen­ to inicial), la primera oración es claramente perfecta; la segunda es interesante. La irritación que causa la música podría interpretarse como algo que surge solamente en ese momento (Tony no estaba irritado hasta ese instante y de pronto, empieza a sentirse mal por lo que oye). En ese caso, la traducción debería ser “La música lo irritó”. Sin embargo (yo defendería esa segunda interpretación aunque no la considero la única posible), también podría pensarse que la música lo está irritando desde hace un rato y que lo puntual es sólo la reacción. En ese caso, se debería traducir: “La música lo irritaba' Esta discusión es sólo un ejemplo de la frecuencia y complejidad del problema que causan los aspectos en la traducción del inglés al castellano (no sucede lo mismo en la traducción inversa, del castella­ no al inglés, ya que el inglés no exige la expresión del aspecto). Una traducción posible del fragmento sería la siguiente: A la una de la mañana, Cari, el portero nocturno, apagó la última de las tres lámparas de mesa en el vestíbulo principal del Hotel Windermere. La alfombra azul se oscureció uno o dos grados y las paredes retrocedieron hacia la distancia. Las sillas se poblaron de holgazanes de sombras. En los rincones, había recuerdos como telas de arañas. Tony Reseck bostezó. Puso la cabeza hacia un costado y escu­ chó la música frágil, temblorosa, que venía de la habitación de la radio más allá de un arco borroso en el extremo más lejano del vestíbulo. Tony frunció el ceño. Esa habitación de radio era suya desde la una de la mañana. No debería haber habido nadie ahí. Esa chica pelirroja le estaba arruinando las noches. El gesto pasó y una sonrisa en miniatura le ternbló en las comisuras de los labios. Se quedó sentado, en paz, un hombre 50 Traducir literatura ¡ M a rgar a A v er ba c h
  • 44. I 4 E l p r o b le m a d e l a s p e c t o 5 1 maduro petiso, pálido, con panza y los dedos largos, delicados de un prestidigitador, dedos con uñas brillantes, moldeadas y primeras articulaciones estrechas, un poco abiertos al final. Dedos hermosos. Tony Reseck se los frotó con suavidad; ha­ bía paz en esos ojos tranquilos, grises como el mar. El gesto le volvió a la cara. La música lo irritaba. Se levantó con una agilidad curiosa, todo de una vez, sin mover las ma­ nos unidas sobre la cadena del reloj. En la traducción, la variación entre un aspecto y otro es permanente como suele suceder en la traducción de cualquier narración en pa­ sado cuando se lo expresa en castellano. El género policial provee ejemplos particularmente fructíferos para tratar este problema por­ que es un género en el que se utilizan frecuentemente verbos de ac­ ción combinados con descripción. Por esa razón, la presentación de este tipo de texto debería hacerse al principio del entrenamiento en traducción literaria, ya que permite practicar uno de los problemas de estructuras comparadas más evidentes, frecuentes y complejos de la traducción literaria del inglés al castellano.
  • 45. 5 Atmósfera y “efectos” Una buena película de terror: la puerta se abre lentamente, el miedo inunda la pantalla y varios saltan en los asientos. ¿De dónde proviene esa sensación de miedo? ¿Del color? ¿De la lentitud del movimiento? ¿De los crujidos? ¿Del ángulo de la cáma­ ra? ¿De los objetos presentes en la escena? Muchas veces, en tomas como ésas, lo esencial es el sonido. Si el sonido cambia, podemos imaginar el momento como el principio de una escena de amor o de un chiste desopilante. La atmósfera de amenaza puede estar sólo en la música (o la falta de música) y esa “segunda voz” es totalmente imprescindible para producir el efecto que busca el director. ¿Cómo se logra un efecto así en un texto? En la ficción, hay esce­ nas que producen terror, risa o tristeza, escenas con “atmósfera”, y en el caso de la literatura, la “sensación” que producen en el lector sólo puede tener un origen: las palabras. En un texto sin ilustraciones, no hay otra cosa que palabras. Sin una comprensión profunda de la forma en que el original consigue su “efecto”, no es fácil que la tra­ ducción consiga algo medianamente parecido. O para decirlo con la metáfora que estamos utilizando: sin entender el grano y la textura del código (vidrio) del original, no se podrá buscar la misma textura en otro código. Eso no significa que el traductor vaya a copiar siempre los meca­ nismos que descubra en la lectura instrumental. La copia, cuando es posible, es lo más correcto, pero la frase “cuando es posible” debe pensarse teniendo en cuenta los mecanismos lingüísticos de los dos idiomas involucrados, el nivel de lengua que refleja cada uno de esos
  • 46. mecanismos, las connotaciones de las palabras y, sobre todo, el ob­ jetivo, es decir, el “efecto” mismo: si un recurso igual no consigue el mismo efecto, obviamente no es el correcto para el traductor. Si el recurso que se detectó en el original es fonético (la repeti­ ción de uno o varios sonidos), es difícil que sea posible copiarlo en su totalidad, es decir, sería extraño que se pudiera repetir ese mismo sonido y no otro. Y para empeorar la situación, a veces la palabra que tiene esos sonidos y significa más o menos lo mismo, pertenece a un nivel de lengua mucho más bajo o más alto que la palabra del origi­ nal y eso seguramente hará que el traductor o traductora tenga que buscar otra forma de salir del paso. Lo que sí es seguro es que se puedan copiar o no los recursos que se detectan, cuanto más consciente sea la lectura de los recursos, tanto más fácil será la reproducción del efecto y la “fidelidad”. Como siempre, el principio de una buena traducción suele ser una buena lectura. Los métodos de lectura son individuales, por supuesto. En mi caso, lo más natural para mí es pensar primero en el “efecto”, es de­ cir, en lo que produce el texto, y después en los medios con que se consigue dicho efecto. En realidad, ésa es la forma en la que se entra a un texto de cualquier tipo (literario o cinematográfico) como lector común: primero se lo “siente"’ o experimenta, después (y sólo en cier­ tos casos) se lo analiza. Por supuesto, hay que aclarar que para sentir completamente un texto, hay que leerlo en su totalidad: sólo así se entiende el sentido de las claves de cada fragmento, sólo así se sabe para qué están allí y de qué manera juegan en el conjunto. Por otra parte, sin duda la lectura es personal. Conozco personas que empiezan una lectura por los recursos y de ahí, pasan al “efecto”. Para dar un ejemplo con apoyo crítico, veamos la primera página de Pudd'nhead Wilson, de Mark Twain: The scene of this chronicle is the town of Dawsons Landing, on the Missouri side of the Mississippi, at a day’sjourney, per steamboat, below St. Louis. In 1830, it was a snug little co- llection of modest one and two storey framed dwellings who- se white-washed exteriors were almost concealed from sight 5 4 Traducir literatura M á r g a r a A v er ba CH
  • 47. by climbing tangles of rose-vines honeysuckles and morning glories. Each of these pretty homes had a garden in front fenced with white palings and opulently stocked with hollyhocks, mari- golds, touch-me-nots (...) and other oíd fashíoned flowers. (...) When there was room on the ledge outside the pots and boxes for a cat, and the cat was there (...) then that house was complete, and as contentment and peace were made manifest to the world by this symbol, whose testimony is infallible. A home without a cat -and a well fed, well petted, and pro- perly revered cat- may be a perfect home, perhaps, but how can it prove title?'^ La novela, leída de principio a fin, muestra la forma en que la escla­ vitud socava y pervierte a una sociedad que se cree perfecta. En este comienzo, Twain establece el contraste entre perfección aparente y fondo sucio y sospechoso aunque a primera vista parezca una des­ cripción de rasgos positivos. El paisaje aparentemente idílico de las casitas de la ciudad produce una sensación incómoda, casi desagra­ dable a sus lectores, como de algo no del todo bello, a pesar de las flores y los gatos. Ese es el efecto que quiere producir Twain. Por supuesto, lo único que puede producir esa sensación son las palabras. Una buena lectura tiene que detectarla y después (o antes, según el lector o lectora) ver en qué palabras se concentra ese “efec­ to”, entender la forma en que se manipulan esas palabras y considerar si es posible copiar el recurso en la traducción o si va a ser necesario reemplazarlo por otro. Tal vez el recurso más evidente de Twain aquí, sea la forma en que se utilizan constantemente palabras relacionadas con la dupli­ cidad, con la hipocresía, es decir con el tema del contraste entre apariencia y realidad: “opulently -manifest to the world—prove tit- le” pertenecen a esa lista de palabras en el pequeño fragmento que citamos. Pero hay más. Hay aquí un segundo grupo de vocablos, I 5 A t m ó s f e r a y " e f e c t o s " 55 16 T w a in , Mark (Samuel Clemens). Puddin head Wihon. Nueva York: Penguin, 1981. Primera pu­ blicación: 1894. (Págs. 55-56)
  • 48. relacionado con el primero: las palabras que tienen que ver con lo dorado, lo vistoso, la imagen desde el afuera. En primer lugar se ha­ bla del “exterior” de las casitas, y se remarca que no se dice nada del interior; en segundo lugar, las listas de nombres de flores contienen palabras como “gold, touch-me-nots, prince, glories”; la palabra stoc- kedaplicada a las flores, una colocación extraña, expresa la sensación de que hasta las flores son parte de la “riqueza” que hay que mostrar en ese pueblo. Con stocked, estoy afirmando que en lugar de cuidar las flores, las personas que viven en el pueblo las guardan en caja de seguridad, las muestran como a joyas. Las poseen. En la otra cara de la moneda, hay otra serie de expresiones que se relaciona con el lado oscuro, con lo que no se ve: “concealed from sight - snug” (con, por lo menos, dos sentidos: “cómodo” y “escon­ dido”). Y otra serie que indica que toda esa opulencia y lujo florido están puestos en el frente de casas que son modest son dwellings (no manstons)^pretty (y no beautifuí). El análisis no agota el texto pero como ejemplo es suficiente. Esa lectura tiene importancia para el traductor. En primer lugar, estable­ ce una consciencia del peso de las palabras en el texto: son las pala­ bras sobre las que se funda la “segunda voz”, sobre las que funciona el “efecto” Para el traductor literario, esas frases y palabras deberían ser lo que los “términos” para el traductor científico: palabras que deben cuidarse especialmente en el proceso de traducción; la única manera de conservar el “efecto” incómodo del texto es buscar pa­ labras con las mismas valencias en el código meta, en este caso, el castellano. Con esa consciencia en mente, la traducción de las listas de flores tiene que hacerse más sobre la relación de los nombres con lo lujoso que sobre el sentido o la identidad natural de las flores. Yo usaría nombres como “botón de oro” o “taco de reina”. La lectura también hace evidente la necesidad de conservar algún tipo de des-colocación para el verbo que se elija como traducción de stocked. Así, la lectura o paso uno del proceso de traducción determina opciones en el paso 2, traducción propiamente dicha, y sentido de la corrección en el paso 3- 5 6 Traducir literatura M á r GARA A v erba ch
  • 49. La atmósfera y el “efecto” de un texto pueden tener que ver con muchos tipos de recursos lingüísticos y literarios: el uso de los co­ lores (el rojo sangre en descripciones de paisajes o habitaciones es un viejo truco en las novelas de suspenso y de terror, y cualquiera que haya leído “Luvina” de Rulfo, recuerda el blanco del desierto); la repetición de palabras clave o sinónimos; los campos semánticos, las metáforas. Es probable, aunque difícil, que un excelente traductor “intuiti­ vo” (que no tiene un método muy consciente para traducir y por lo tanto, tampoco demasiada consciencia en la lectura) pueda hacer una buena traducción de este tipo de textos. Seguramente otros traduc­ tores tendrán otro método de aproximación al texto para lograr esos objetivos. Sin embargo, creo que es imposible negar que la mayoría de los traductores necesita algún método de lectura como base de la traducción. La detección y copia de la “atmósfera” en un sentido amplio es sólo un ejemplo más de que la lectura es imprescindible. j 5 A t m ó s f e r a Y " e f e c t o s " 57
  • 50. 6 La traducción del diálogo La traducción del diálogo (lenguaje directo) en la ficción (y en algu­ nos casos de poesía dramática) es una de las tareas más difíciles de la traducción literaria y también una de las más frecuentes. Lo primero que hace falta decir es que el diálogo literario es tan variado como la prosa. Cada diálogo presenta diferentes problemas y cada autor enfoca el diálogo de una forma personal. Y sin embargo, se pueden hacer ciertas generalizaciones. Yendo de afuera hacia adentro, el primer punto a tratar para en­ señar k traducción del diálogo es un conocimiento mecánico: la puntuación de diálogo, que a su vez está relacionada con la buena puntuación en general. En la traducción en general (no sólo en la li­ teraria), la puntuación no se copia: Icada código o sistema lingüístico tiene reglas propias de puntuación. Si el texto original está puntuado con “corrección” (la corrección es siempre relativa en literatura) dentro del sistema lingüístico, el proceso de traducción debe interpretar la puntuación y transmitir las mismas ideas y efectos en la puntuación del código meta. Si el texto del original utiliza la puntuación de una forma asistemática, quiebra las reglas del código origen, ese efecto sí debe copiarse. Por ejemplo, si se traducen autores que obedecen las regias ge­ nerales de puntuación del sistema, digamos, Raymond Chandler o Mark Twain, la puntuación de la traducción debe ser una correcta puntuación castellana. Pero si se traducen las últimas cuarenta pá­ ginas de Ulysses de James Joyce, en las que no hay ningún signo de puntuación, la traducción tampoco debe usar ninguno. La traduc­