La carta habla sobre buscar una relación personal con Dios a través de mirar las situaciones de la vida con sus ojos compasivos. Cuando nos sentimos desolados o enfadados, podemos cambiar nuestra perspectiva al tratar de entender cómo Dios miraría la situación con amor en lugar de juicio. La espiritualidad franciscana enseña que nuestra verdad y valor vienen de la mirada amorosa de Dios, no de la opinión de los demás.