2. CARTA “DOMINICAE CENAE”
La carta se presenta desde el principio como una continuación de la
del año precedente, en relación con el Jueves Santo y el sacerdocio,
dirigida a los obispos y, con ellos, a los sacerdotes y diáconos.
El tema central es “la Eucaristía y, más en concreto algunos
aspectos del misterio eucarístico y su incidencia en la vida de quien
es su ministro”.
El documento se inscribe dentro del magisterio ordinario del Papa y
se caracteriza por su forma exhortativa con finalidad pastoral,
tocando de paso algunas cuestiones doctrinales.
Las reflexiones se reúnen en torno a tres puntos: la Eucaristía en la
vida de la iglesia y del sacerdote; sacralidad de la Eucaristía y
sacrificio; las dos mesas del Señor y el bien común de la Iglesia.
Las tres partes no son netamente diferenciadas al interno del texto,
ya que algunas ideas son vistas desde distintos ángulos: la
redacción asemeja a una reflexión en voz alta.
3. No se ha de buscar un documento doctrinal orgánico y completo,
sino sólo una serie de consideraciones referentes a algunos
aspectos del misterio eucarístico, o insuficientemente cuidados u
olvidos, que tienen que ver con la relación entre sacerdote y
celebración eucarística.
El objetivo primordial parece el de inculcar en el sacerdote una fe y
un respeto profundos hacia el misterio eucarístico del que es
“responsable”.
En esta meditación, el misterio de la Eucaristía con su realidad de
sacrificio sacramental de Cristo y su objetiva sacralidad, siempre
subrayada por el culto que la Iglesia le tributa, es presentado a los
obispos por el Papa en toda la amplia riqueza de luces que encierra.
Cada una de estas luces: don, presencia, sacrificio, realidad sagrada,
respuesta humana, unidad de la Iglesia, unión con Cristo, se
transforma en fuente de reflexiones siempre nuevas y cada vez más
ricas, que mientras son contemplación espiritual del único e
insustituible acontecimiento del sacrificio sacramental de Cristo y
de la Iglesia, del que los obispos y sus presbíteros son ministros
elegidos y principales responsables.
4. Al mismo tiempo se convierten en fuertes y vigorosos reclamos,
para que toda esta realidad divina no se vea comprometida en
modo alguno y sea salvaguardada la esencial sacralidad propia de la
celebración, de manera que no sólo se cumpla sino que también
aparezca la grandeza del misterio con todas sus implicaciones en la
realidad vital de los individuos y de la Iglesia.
Es oportuno citar algunos valores de fondo. Entre ellos, además del
mencionado sentido de responsabilidad, de fe y autenticidad en la
celebración, el lazo entre culto y vida, el sentido objetivo de la
celebración, la unidad y el pluralismo, la relación entre Eucaristía e
Iglesia.
El acento puesto en la doble mesa de la palabra y el pan del Señor,
la Eucaristía como bien común y, por último, la defensa de la
renovación de la liturgia.
Todos estos valores presentes permiten valorar el documento
positivamente, aunque algunas expresiones y reclamos despierten
cierta perplejidad.
Es por último, significativa y de notable utilidad la lectura de las
notas, que van más allá del mismo documento. Se encuentran
numerosas citas del Concilio, de los documentos preconciliares
(particularmente Eucharisticum Mysterium) y, la novedad
consoladora, de muchos textos del misal.
6. INSTRUCCIÓN “INAESTIMABILE DONUM”
Su aparición despertó una ola de reacciones contrapuestas
ante el contenido.
Mientras para unos era la confirmación del error cometido
con la reforma litúrgica, considerada toda ella un abuso,
para otros se trataba de un freno y marcha atrás en la
aplicación de la misma reforma.
Ni lo uno ni lo otro.
Las normas sobre las que se llama la atención de los
pastores, los obispos, son todas disposiciones ya conocidas.
Pero se advierte que su inobservancia por parte de algunos
obliga a la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el
Culto Divino a mirar con preocupación “los más variados y
frecuentes abusos, que son señalados desde las diversas
partes del mundo católico”, como se afirma en la
Instrucción.
7. Los abusos detectados, en vez de enunciarlos, se dejan deducir de
las recomendaciones con las que se reclama la observancia de
normas concretas relativas:
1. A la Liturgia de la Palabra.
2. A la Plegaria eucarística.
3. A la Concelebración.
4. A la “materia” de la Eucaristía.
5. A la Comunión y ritos anexos.
6. A la función de la mujer en la asamblea litúrgica.
7. A las misas celebradas en las casas privadas o por radio y televisión.
8. Al culto eucarístico fuera de la Misa.
A las normas a observar para evitar los abusos, sigue una nota en la
que se alerta sobre las razones de fondo que pueden explicar la
inobservancia de las disposiciones litúrgicas y los abusos
consiguientes.
8. Así, se señala el conocimiento insuficiente de las razones teológicas y
espirituales de la reforma litúrgica; la falta de profundización en la
eclesiología que está en la base de toda autentica celebración litúrgica; la
insuficiente cultura bíblica, que impide establecer la relación existente
entre liturgia e historia de la salvación.
No se puede negar que, aunque caracterizable como reproche a los
abusos litúrgicos denunciados, el documento trata de individuar las
razones que a ellos conducen.
Para una correcta comprensión del texto ha de tenerse en cuenta que la
Instrucción resume fenómenos dispersos “en las diversas partes del
mundo católico”, por lo que sería imprudente una visión negativa de la
reforma litúrgica, fruto de una indebida “generalización” de fenómenos
bien localizados.
Además los abusos recogidos aquí son de diversa gravedad, con la
consiguiente diferente valoración de cada uno de ellos.
Todo ello ha tenido presente, para evitar visiones erróneas que pueden
conducir a poner en peligro la auténtica y profunda reforma litúrgica
promovida por el Concilio Vaticano II.
Por esta misma razón, se echa en falta una alusión directa a los “excesos
por defecto” en la correcta aplicación de dicha reforma, los abusos que
manifiestan un estancamiento en la vieja mentalidad.
9. Se podría decir que el mensaje importante del documento es el
toque de atención sobre la falta de formación litúrgica en el espíritu
del Vaticano II motivada por el desconocimiento de los motivos
teológicos, históricos y humanos en los que se fundamenta la
reforma litúrgica.
Esta es la verdadera “clave de lectura”, tanto del documento en
cuestión como de la situación que denuncia: ha habido una reforma
litúrgica, pero falta la formación litúrgica.
“Los abusos nacen y nacerán porque la reforma litúrgica ha sido
desatendida y no actuada en sus exigencias de fondo.
Ha sido desatendida y no actuada, porque no se han comprendido
las razones teológicas y pastorales.
Y éstas no se han comprendido, porque no han sido estudiadas en
función de un culto más espiritual.
Sino que se han confundido con un nuevo ritualismo, que es
desaliñado y expeditivo en algunos, suntuosos y devocionalmente
cargado en otros, con acentos político-sociales en ciertos otros.
10. Es difícil negar que mucho del esfuerzo de la reforma litúrgica
haya terminado en un nuevo ritualismo, sea cual sea la
máscara bajo a que se esconde:
1. en la forma de valor intranscendente de los “indiferentes”,
2. en la rígidamente rubricista de los “observantes”,
3. o el modo estrambótico de los “progresistas”.
Ha de lucharse contra los abusos, pero ha de hacerse de
modo que esta lucha no refuerce, en vez de eliminar, al mayor
enemigo de la reforma litúrgica, el ritualismo, enfangamiento
sacralizante de una liturgia muerta, como la historia nos
enseña”.