Sabino Guisu visitó hace unos años el Kimbell Art Museum, en Texas. Allí, entre el acervo habita una urna funeraria del dios Cocijo, deidad de la lluvia y del rayo entre los antiguos zapotecas. El artista pensó en cómo hacer volver dicha figura a su lugar, a Oaxaca. Imposible sustraerlo o pedir al museo su devolución. Así que mejor decidió reescribir la historia de Cocijo y lo hizo volver de forma simbólica a nuestros días. Los materiales utilizados, conglomerado, metal, resinas, acrílicos, son todos elementos profanos, materiales de la era industrial. Los colores, ya de por sí eléctricos, dan un extraño barniz de modernidad, que parece chocar con la deidad atemporal. ¿Hacía donde van las imágenes sagradas? ¿Dónde desembocan todos los símbolos, los rituales, las grietas de las que emana lo sagrado? ¿Es posible hablar aún de la mitología? Es posible. ¿A dónde se han fugado todos los dioses? Siguen aquí, y quizá sólo haya que ver con suficiente hondura para darse cuenta de que la realidad está habitada por una energía enigmática. Guillermo Santos