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Cuentos de la
Photo by Christoph Oberschneider
Presentacion
Esta Presentación es una edición pequeña de
algunos cuentos y leyendas de la selva peruana,
ilustrado por autores bilingües y no bilingües .
Y la intención final es la de preservar su folclor y
divulgar la riqueza cultural de este esplendido
universo aun por explorar . Un recorrido mágico y a
su vez real para las personas que habitan esta
región. Una lectura con la que esperamos acercar
al lector a los cuentos y leyendas que la selva
esconde.
2
Tabla de Contenido
Portada ………………………………………………………………………….1
La Tortuga Gigante …………………....................................................... 5
La Leyenda de La Yacumama………………….........................................13
La leyenda de la Runa-Mula…………………………………………….......16
La leyenda del Delfín rosado …………………………………………........19
Cuando el Sol era un Perezoso……………………………………….…... 22
El Chullachaqui ……………………………………….…........................... 24
LA TOTUGA
GIGANTE.
5
Había una vez un hombre que vivía en Perù , y estaba muy contento porque era un
hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó y los médicos le dijeron que
solamente yéndose al campo podría curarse. El no quería ir, porque tenía hermanos
chicos a quienes daba de comer; y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo
suyo, que era director del Zoológico, le dijo un día:
-Usted es amigo mío y es un hombre bueno y trabajador. Por eso quiero que se vaya a
vivir al monte, a hacer mucho ejercicio al aire libre para curarse. Y usted tiene mucha
puntería con la escopeta, cace bichos del monte para traerme los cueros, y yo le daré
plata adelantada para que sus hermanitos puedan comer bien. El hombre enfermo
aceptó, y se fue a vivir al monte, lejos, más lejos que Misiones todavía. Hacía allá
mucho calor, y eso le hacía bien. Vivía solo en el bosque y él mismo se cocinaba,
Comía pájaros y bichos del monte, que cazaba con la escopeta, y después comía
frutas. Dormía bajo los árboles y, cuando hacía mal tiempo, construía en cinco minutos
una ramada con hojas de palmera, y allí pasaba sentado y fumando, muy contento en
medio del bosque, que bramaba con el viento y la lluvia
6
Había hecho un atado con los cueros de los animales, y lo llevaba al hombro. Había
también agarrado, vivas, muchas víboras venenosas, y las llevaba dentro de un gran
mate, porque allá hay mates tan grandes como una lata de querosene. El hombre tenía
otra vez buen color, estaba fuerte y tenía apetito. Precisamente un día en que tenía
mucha hambre, porque hacía dos días que no cazaba nada, vio a la orilla de una gran
laguna un tigre enorme que quería comer una tortuga, y la ponía parada de canto para
meter dentro una pata y sacar la carne con las uñas. AI ver al hombre el tigre lanzó un
rugido espantoso y se lanzó de un salto sobre él. Pero el cazador, que tenía una gran
puntería, le apuntó entre los dos ojos y le rompió la cabeza. Después le sacó el cuero, tan
grande que él solo podría servir de alfombra para un cuarto. -Ahora se dijo el hombre-
voy a comer tortuga, que es una carne muy rica. Pero cuando se acercó a la tortuga, vio
que estaba ya herida, y tenía la cabeza casi separada del cuello, y la cabeza colgaba casi
de dos o tres hilos de carne.
7
A pesar del hambre que sentía, el hombre tuvo lástima de la pobre tortuga, y la llevó
arrastrando con una soga hasta su ramada y le vendó la cabeza con tiras de género
que sacó de su camisa, porque no teína más que una sola camisa y no tenía trapos.
La había llevado arrastrando porque la tortuga era inmensa, tan alta como una silla,
y pesaba como un hombre. La tortuga quedó arrimada a un rincón, y allí pasó días y
días sin moverse. El hombre la curaba, todos los días, y después le daba golpecitos
con la mano sobre el lomo.
La tortuga sanó por fin. Pero entonces fue el hombre quien se enfermó. Tuvo fiebre y
le dolía todo el cuerpo. Después no pudo levantarse más. La fiebre aumentaba
siempre, y la garganta le quemaba de tanta sed. El hombre comprendió que estaba
gravemente enfermo, y habló en voz alta, aunque estaba solo, porque tenía mucha
fiebre. Voy a morir -dijo el hombre- estoy solo, ya no puedo levantarme más, y no
tengo quién me dé agua siquiera. Voy a morir aquí de hambre y de sed. Y al poco
rato la fiebre subió más aún, y perdió el conocimiento. Pero la tortuga lo había oído,
y entendió lo que el cazador decía. Y ella pensó entonces: -El hombre no me comió
la otra vez, aunque tenía mucha hambre, y me curó. Yo lo voy a curar a él ahora.
Fue entonces a la laguna, buscó una cáscara de tortuga chiquita, y después de
limpiarla bien con arena y ceniza la llenó de agua y le dio de beber al hombre, que
estaba tendido sobre su manta y se moría de sed. Se puso a buscar en seguida
raíces ricas y yuyitos tiernos, que le llevó al hombre para que comiera. El hombre
comía Sin darse cuenta de quién le daba la comida, porque tenía delirio con la fiebre
y no conocía a nadie.
8
Todas las mañanas la tortuga recorría el monte buscando raíces cada vez
más ricas para darle al hombre, y sentía no poder subirse a los árboles para
llevarle frutas. El cazador comió así días y días sin saber quién le daba la
comida, y un día recobró él conocimiento. Miró a todos lados, y vio que estaba
solo, pues allí no había más que él y la tortuga, que era un animal. Y dijo otra
en voz alta:
Estoy solo en el bosque, la fiebre va a volver de nuevo, y voy a morir aquí,
porque solamente en Buenos Aires hay remedios para curarme. Pero nunca
podré ir, y voy a morir aquí.
Y como él lo había dicho, la fiebre volvió esa tarde, más fuerte que antes, y
perdió de nuevo el conocimiento. Pero también esta vez la tortuga lo había
oído y se dijo:
-Si queda aquí en el monte se va a morir, porque no hay remedios, y tengo
que llevarlo a Buenos Aires.
Dicho esto, cortó enredaderas finas y fuertes, que son como piolas, acostó
con mucho cuidado al hombre encima de su lomo, y lo sujetó bien con las
enredaderas para que no se cayese. Hizo muchas pruebas para acomodar
bien la escopeta, los cueros y el mate con víboras, y al fin consiguió lo que
quería, sin molestar al cazador, y emprendió entonces el viaje.
9
La tortuga, cargada así, caminó, caminó y caminó de día y de noche. Atravesó montes,
campos, cruzó a nado ríos de una legua de ancho, y atravesó pantanos en que
quedaba casi enterrada, siempre con el hombre moribundo encima. Después de ocho o
diez horas de caminar se detenía, deshacía los nudos y acostaba al hombre con mucho
cuidado en un lugar donde hubiera pasto bien seco. Iba entonces a buscar agua y
raíces tiernas, y le daba al hombre enfermo. Ella comía también, aunque estaba tan
cansada que prefería dormir. A veces tenía que caminar al sol; y como era verano, el
cazador tenía tanta fiebre que deliraba y se moría de sed. Gritaba: ¡agua!, ¡agua!, a
cada rato. Y cada vez la tortuga tenía que darle de beber.
Así anduvo días y días, semana tras semana. Cada vez estaban más cerca de Buenos
Aires, pero también cada día la tortuga se iba debilitando, cada día tenia menos fuerza,
aunque ella no se quejaba. A veces quedaba tendida, completamente sin fuerzas, y el
hombre recobraba a medias el conocimiento. Y decía en voz alta:
-Voy a morir, estoy cada vez más enfermo, y sólo en Buenos Aires me podría curar.
Pero voy a morir aquí, solo en el monte.
Él creía que estaba siempre en la ramada, porque no se daba cuenta de nada. La
tortuga se levantaba entonces, y emprendía de nuevo el camino.
Pero llegó un día, un atardecer, en que la pobre tortuga no pudo más. Había llegado al
límite de sus fuerzas, y no podía más. No había comido desde hacía una semana para
llegar más pronto. No tenía más fuerza para nada.
10
Cuando cayó del todo la noche, vio una luz lejana en el horizonte, un resplandor que
iluminaba el cielo, y no supo qué era. Se sentía cada vez más débil, cerró entonces los ojos
para morir junto con el cazador, pensando con tristeza que no había podido salvar al hombre
que había sido bueno con ella.
Y, sin embargo, estaba ya en Buenos Aires, y ella no lo sabía. Aquella luz que veía en el
cielo era el resplandor de la ciudad, e iba a morir cuando estaba ya al fin de su heroico viaje.
Pero un ratón de la ciudad -posiblemente el ratoncito Pérez- encontró a los dos viajeros
moribundos.
-¡Qué tortuga! -dijo el ratón-. Nunca he visto una tortuga tan grande. ¿Y eso que llevas en el
lomo, qué es? ¿Es leña?
-No -le respondió con tristeza la tortuga-. Es un hombre.
-¿Y dónde vas con ese hombre? -añadió el curioso ratón.
-Voy... voy... quería ir a Buenos Aires -respondió la pobre tortuga en una voz tan baja que
apenas se oía -.Pero vamos a morir aquí porque nunca llegaré.
-¡Ah, zonza, zonza!-dijo riendo el ratoncito-. ¡Nunca vi una tortuga mas zonza! Si ya has
llegado a Buenos Aires! Esa luz que ves allá es Buenos Aires.
Al oír esto, la tortuga se sintió con una fuerza inmensa porque aún tenía tiempo de salvar al
cazador, y emprendió la marcha.
11
Y cuando era de madrugada todavía, el director
del Jardín Zoológico vio Llegar a una tortuga
embarrada y sumamente flaca, que traía acostado
en su lomo y atado con enredaderas, para que no
se cayera, a un hombre que se estaba muriendo.
El director reconoció a su amigo, y él mismo fue
corriendo a buscar remedios, con los que el
cazador se curó enseguida.
Cuando el cazador supo cómo lo había salvado la
tortuga, cómo había hecho un viaje de trescientas
leguas para que tomara remedios, no quiso
separarse más de ella. Y como él no podía tenerla
en su casa que era muy chica, el director del
Zoológico se comprometió a tenerla en el Jardín, y
a cuidarla como si fuera su propia hija.
Y así pasó. La tortuga, feliz y contenta con el
cariño que le tienen, pasea por todo el jardín, y es
la misma gran tortuga que vemos todos los días
comiendo el pastito alrededor de las jaulas de los
monos.
El cazador la va a ver todas las tardes y ella
conoce desde lejos a su amigo, por los pasos.
Pasan un par de horas juntos , y ella no quiere
nunca que él se vaya sin que le dé una palmadita
de cariño en el lomo.
12
La Leyenda de la
13
En lo profundo de un bosque impenetrable por su exuberante vegetación, había un lago
muy poco conocido por los que vivían en las proximidades de ese lugar. Simulaba ser
sumamente tranquilo, apacible, en suma, un remanso de paz; pero, lamentablemente era
lo contrario. Así lo aseveraban quienes habían llegado a él, pues sabían que tenía
"madre" y que ella celosamente cuidaba ese lugar, persiguiendo sin piedad al que por
desgracia se atrevía a pescar en sus aguas.
Así llegó cierto día un pescador que siguiendo el curso de un riachuelo desembocó en él;
desde el primer momento que lo vio, se sintió feliz porque creía que era el primero en
llegar y pensó: al fin podré realizar una "pesca milagrosa" en esta laguna olvidada, que
debe estar llena de peces. Infelizmente no fue así; al penetrar en el lago, lo primero que
hizo fue ubicar un lugar para arrojar su tarrafa y aunque se sentía intrigado por el
movimiento del agua, siguió remando confiado; pero el vaivén continuo de su canoa,
siguió preocupándole hasta que sintió que algo salía del fondo del lago. Rápidamente
volvió para averiguar qué era eso, y vio una terrible cabeza, suspendida a casi un metro
de altura sobre la superficie del agua moviendo su monstruosa figura de orejas paradas y
sacando su lengua puntiaguda.
Inmediatamente dio vuelta su canoa, metió su remo con fuerza hasta el fondo del agua
para impulsarse mejor y en esos instantes apremiantes para colmo de males, notó que las
plantas de la orilla venían a su encuentro, cerrándole el pase como si obedecieran a no sé
qué designio; terriblemente asustado, giró su cabeza para ver que ocurría con la fiera y
comprobó que ella le perseguía a toda velocidad.
14
En ese momento, aterrorizado levantó sus ojos al cielo y clamó ayuda al Dios todo
poderoso, convencido que él no podía hacer nada para librarse con vida de ese
monstruo lacustre. Y realmente, el Señor escuchó su súplica, porque
inexplicablemente cayeron al lago cuatro sachavacas peleando y mordiéndose como
fieras, produciendo un tremendo ruido. Ese terrible estruendo asustó a esa serpiente,
que no era otra cosa que la terrible
Yacumama, que velozmente se sumergió en su lago. Incomprensiblemente, las
plantas acuáticas también volvieron a su posición inicial y todo quedó en calma, pues
hasta las sachavacas se escaparon viendo a la horrible Yacumama.
El pescador que advertía estupefacto todo cuanto sucedía. No quiso perder un
segundo más, y se alejó de este fatídico lago, antes que la Yacumama le cerrara el
paso nuevamente.
Lamentablemente no llevó ni un solo pez, porque "la madre" de esa laguna no quiso
regalarle sus pacos, sardinas, sábalos, bujurquis, lizas y gamitanas.
AI respecto, se cuenta que cuando alguna persona común se acerca a las orillas y
penetra a esos lagos encantados, se desata sorpresivamente una tormenta infernal
que hace zozobrar la embarcación y la persona se ahoga irremediablemente.
15
La Leyenda de la
Runa-Mula.
16
Hay una leyenda amazónica que habla de los castigos del adulterio. Una leyenda que
hace alusión a los comportamientos libertinos entre hombres y mujeres y a las trágicas
consecuencias que estos pueden desembocar. La Runa-mula sería la materialización
física del adulterio, una mujer cegada por el deseo que ha recibido su condena.
Cuenta la leyenda que las mujeres que sucumben a los amores prohibidos (hombres
casados, miembros de la iglesia o relaciones con cualquier hombre si esta está casada)
corren el riesgo de transformarse en algo que les cambiará la vida para siempre.
Las noches de luna llena un jinete misterioso, vestido completamente de negro, llega a la
casa de una de estas mujeres y comienza a lanzar una serie de palabras al aire. Su voz
poco a poco va transformando a la elegida en un ser mitad mujer mitad mula, y
automáticamente este híbrido sale al encuentro de la voz que lo reclama.
El jinete de ropajes negros monta la Runa-mula y comienza una larga noche en la que
los castigos físicos más crueles se imponen a la infiel. La azota, la golpea y ésta sólo
puede defenderse mediante estridentes relinchos que se escuchan en todas las casas
del lugar alertando a los habitantes de la zona de que allí hay una mujer impura.
17
Al día siguiente la mujer se levanta totalmente magullada en su cama. No recuerda
absolutamente nada, sólo puede observar atónita una serie de heridas que por
alguna razón han aparecido en su cuerpo. Por el contrario, la gente sí sabe que ha
sucedido, y a partir de ese momento, si se ven esos cardenales, esa mujer habrá
desvelado su más oculto secreto.
La leyenda asegura que este jinete misterioso es el mismísimo Diablo, que con este
comportamiento quiere dejar claro que el alma de esa mujer ya es suya por realizar
esos actos impuros. Al mismo tiempo recuerda al resto de habitantes de la zona que
nadie está libre de recibir ese castigo.
18
La Leyenda del
19
En las calurosas noches de la Amazonía no es extraño escuchar a pescadores
invocar la presencia de los delfines rosados. "bufeo”, “Bufeoo” -exclaman- oteando
las aguas oscuras en busca de un reflejo rojizo momentáneo que les indique el
camino que haya podido tomar el animal, después de que en sus comunidades
desaparezca alguna bella joven sin motivo aparente.
Según cuenta la leyenda, en días de fiesta por el aniversario de algunas
comunidades, llegaban de los poblados vecinos decenas de habitantes para
comenzar las celebraciones. Entre ellos, puede verse un hombre alto y apuesto,
con apariencia extranjera, que lleva un impoluto traje blanco y usualmente un
sombrero de paja de ala ancha.
En la confusión de los festejos, este extraño visitante seducirá a una chica en
base a historias maravillosas de relatos y tierras remotas.
Cuando la joven sucumbe al hechizo de su encanto, el hombre la irá guiando fuera
de las miradas hacia la vereda del río, y la invitará a sumergirse en sus profundas
aguas. Una vez allí el hombre tomará su auténtica apariencia de delfín rosado, el
rey de las aguas, que usa carachamas como zapatos y anguilas como correas
para su pantalón.
20
La joven seducida por el delfín rosado, una vez que comienza a surcar su nuevo
mundo acuático, empieza a perder la memoria de quién fuera en el pasado y surcan
la piel de su cuerpo miles de brillantes escamas.
Es en ese momento en que la joven está casada y feliz con el bufeo, que solo un
chamán puede arrancarla del fondo del río Ucayali. ¿Cómo es posible?.
El chamán puede levantar el río como un mosquitero para ver todo lo que ocurre en
su fondo. Puede ser –en un caso extremo- que el viejo brujo entre en la mente de la
chica embrujada y logre convencerla de que debe regresar con su familia.
Si accede, deberá pasar una semana junto al chamán para recuperar su forma
humana y deshacerse de su cuerpo flemoso y sus escamas, y otra más para volver
a hacerle saber quién fue antes de su rapto.
La creencia en el Delfín está tan arraigada, que en la selva peruana se dice que
todos los hijos expósitos son descendencia de los affaires del bufeo rosado.
21
Cuando el sol
era un
perezoso.
22
Según cuenta la leyenda el sol era hace mucho tiempo un oso perezoso, que subía
muy lentamente hacia el cielo para calentar un poquito la tierra. Luego se iba de
repente sumiendo a la tierra en oscuridad y frío. En su devenir caprichoso, el sol
calentaba y volvía a enfriar a los hombres, que esperaban esos momentos de luz
para reunir sus alimentos y dejarse entibiar por sus rayos.
Más tarde aparecieron dos soles, fruto de la unión de la luna con una mujer. Los
dos soles (también caprichosos) se bañaban en los ríos como patos, que la gente
trababa de atrapar para subirlos al cielo y dar así calor. Pero estos animales eran
tan escurridizos que tuvieron que llamar al chamán, que aguantando la respiración
entró en el río y pudo sujetarlos por sus patas.
El brujo los guardó en un saco y preparó distintas coronas hechas con plumajes de
pájaros de vivos colores. Primero entrelazó una corona con plumas rojas de
guacamayo bandera, pero cuando el sol llegó al cielo, quemó la tierra y los tejados
de las aldeas. Más tarde hizo otra corona con plumas verdosas de periquito
amarillo, aunque igualmente erró y el resultado fue demasiado frío.
Al darse cuenta de ello, mezcló plumas amarillas de guacamayo dorado y algunas
rojas de guacamayo bandera y consiguió así el equilibrio perfecto. De los dos soles
que fueron al cielo, uno estuvo debajo y el otro en el reino celestial más allá del
cielo. El primero escapó y desde entonces deambula de este a oeste,
escondiéndose en la noche para descansar. El otro, más allá de la mirada de los
hombres alumbra por siempre y solo podemos verlo en sueños y alucinaciones.
23
El 24
El Chullachaqui es un enano o un demonio del rainforest cuyo nombre proviene de los
términos quechuas para "disímil" (Chulla) y "pie" (Chaqui), esto es “los pies disímiles.”
Según la leyenda de Iquitos, este enano del bosque tiene la habilidad para
transformarse en cualquier otra persona que él desea para engañar visitantes o las
personas locales viviendo en la selva. Él puede aparecer como un miembro de la familia
o un amigo, conduciéndoselos hacia caminos equivocados, yendo más profundo y más
profundo en la selva y luego dejándolos allí, perdió. Para un niño, el Chullachaqui
muchas veces aparecerá como otro niño u otro compañero de juego. En este disfraz, el
Chullachaqui malvado tratará de atraer con engaño al niño en el bosque para ponerse
perdido. La única forma para descubrir la identidad verdadera de Chullachaqui es mirar
a sus pies, como uno de sus pies es deformado. Consecuentemente, él tratará de
esconder sus pies. Estando descubierto, el Chullachaqui escapará en la selva.
Según esta leyenda de Iquitos, un muchacho fue con sus padres para la selva para
recoger leña. Los padres dejaron el niño solo por un momento para recoger algo de leña
y él jugaba en un espacio abierto cuando él vio qué apareció ser otro niño de la misma
edad en un árbol distante. El niño en el árbol le llamó por señas para venir, pero el niño
no salió del espacio abierto, prestando atención a la advertencia de sus padres que no
deambular por fuera en el bosque. Cuando los padres del niño regresaron, el niño contó
a sus padres sobre el niño en el árbol. Los padres supieron que nadie vivió en el área y
fue en busca del niño en el árbol, sino no encontró ninguna cosa, justamente las huellas
extrañas que pareció haber estado hecha por un enano con un pie deformado.
25

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  • 1. Cuentos de la Photo by Christoph Oberschneider
  • 2. Presentacion Esta Presentación es una edición pequeña de algunos cuentos y leyendas de la selva peruana, ilustrado por autores bilingües y no bilingües . Y la intención final es la de preservar su folclor y divulgar la riqueza cultural de este esplendido universo aun por explorar . Un recorrido mágico y a su vez real para las personas que habitan esta región. Una lectura con la que esperamos acercar al lector a los cuentos y leyendas que la selva esconde. 2
  • 3.
  • 4. Tabla de Contenido Portada ………………………………………………………………………….1 La Tortuga Gigante …………………....................................................... 5 La Leyenda de La Yacumama………………….........................................13 La leyenda de la Runa-Mula…………………………………………….......16 La leyenda del Delfín rosado …………………………………………........19 Cuando el Sol era un Perezoso……………………………………….…... 22 El Chullachaqui ……………………………………….…........................... 24
  • 6. Había una vez un hombre que vivía en Perù , y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría curarse. El no quería ir, porque tenía hermanos chicos a quienes daba de comer; y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del Zoológico, le dijo un día: -Usted es amigo mío y es un hombre bueno y trabajador. Por eso quiero que se vaya a vivir al monte, a hacer mucho ejercicio al aire libre para curarse. Y usted tiene mucha puntería con la escopeta, cace bichos del monte para traerme los cueros, y yo le daré plata adelantada para que sus hermanitos puedan comer bien. El hombre enfermo aceptó, y se fue a vivir al monte, lejos, más lejos que Misiones todavía. Hacía allá mucho calor, y eso le hacía bien. Vivía solo en el bosque y él mismo se cocinaba, Comía pájaros y bichos del monte, que cazaba con la escopeta, y después comía frutas. Dormía bajo los árboles y, cuando hacía mal tiempo, construía en cinco minutos una ramada con hojas de palmera, y allí pasaba sentado y fumando, muy contento en medio del bosque, que bramaba con el viento y la lluvia 6
  • 7. Había hecho un atado con los cueros de los animales, y lo llevaba al hombro. Había también agarrado, vivas, muchas víboras venenosas, y las llevaba dentro de un gran mate, porque allá hay mates tan grandes como una lata de querosene. El hombre tenía otra vez buen color, estaba fuerte y tenía apetito. Precisamente un día en que tenía mucha hambre, porque hacía dos días que no cazaba nada, vio a la orilla de una gran laguna un tigre enorme que quería comer una tortuga, y la ponía parada de canto para meter dentro una pata y sacar la carne con las uñas. AI ver al hombre el tigre lanzó un rugido espantoso y se lanzó de un salto sobre él. Pero el cazador, que tenía una gran puntería, le apuntó entre los dos ojos y le rompió la cabeza. Después le sacó el cuero, tan grande que él solo podría servir de alfombra para un cuarto. -Ahora se dijo el hombre- voy a comer tortuga, que es una carne muy rica. Pero cuando se acercó a la tortuga, vio que estaba ya herida, y tenía la cabeza casi separada del cuello, y la cabeza colgaba casi de dos o tres hilos de carne. 7
  • 8. A pesar del hambre que sentía, el hombre tuvo lástima de la pobre tortuga, y la llevó arrastrando con una soga hasta su ramada y le vendó la cabeza con tiras de género que sacó de su camisa, porque no teína más que una sola camisa y no tenía trapos. La había llevado arrastrando porque la tortuga era inmensa, tan alta como una silla, y pesaba como un hombre. La tortuga quedó arrimada a un rincón, y allí pasó días y días sin moverse. El hombre la curaba, todos los días, y después le daba golpecitos con la mano sobre el lomo. La tortuga sanó por fin. Pero entonces fue el hombre quien se enfermó. Tuvo fiebre y le dolía todo el cuerpo. Después no pudo levantarse más. La fiebre aumentaba siempre, y la garganta le quemaba de tanta sed. El hombre comprendió que estaba gravemente enfermo, y habló en voz alta, aunque estaba solo, porque tenía mucha fiebre. Voy a morir -dijo el hombre- estoy solo, ya no puedo levantarme más, y no tengo quién me dé agua siquiera. Voy a morir aquí de hambre y de sed. Y al poco rato la fiebre subió más aún, y perdió el conocimiento. Pero la tortuga lo había oído, y entendió lo que el cazador decía. Y ella pensó entonces: -El hombre no me comió la otra vez, aunque tenía mucha hambre, y me curó. Yo lo voy a curar a él ahora. Fue entonces a la laguna, buscó una cáscara de tortuga chiquita, y después de limpiarla bien con arena y ceniza la llenó de agua y le dio de beber al hombre, que estaba tendido sobre su manta y se moría de sed. Se puso a buscar en seguida raíces ricas y yuyitos tiernos, que le llevó al hombre para que comiera. El hombre comía Sin darse cuenta de quién le daba la comida, porque tenía delirio con la fiebre y no conocía a nadie. 8
  • 9. Todas las mañanas la tortuga recorría el monte buscando raíces cada vez más ricas para darle al hombre, y sentía no poder subirse a los árboles para llevarle frutas. El cazador comió así días y días sin saber quién le daba la comida, y un día recobró él conocimiento. Miró a todos lados, y vio que estaba solo, pues allí no había más que él y la tortuga, que era un animal. Y dijo otra en voz alta: Estoy solo en el bosque, la fiebre va a volver de nuevo, y voy a morir aquí, porque solamente en Buenos Aires hay remedios para curarme. Pero nunca podré ir, y voy a morir aquí. Y como él lo había dicho, la fiebre volvió esa tarde, más fuerte que antes, y perdió de nuevo el conocimiento. Pero también esta vez la tortuga lo había oído y se dijo: -Si queda aquí en el monte se va a morir, porque no hay remedios, y tengo que llevarlo a Buenos Aires. Dicho esto, cortó enredaderas finas y fuertes, que son como piolas, acostó con mucho cuidado al hombre encima de su lomo, y lo sujetó bien con las enredaderas para que no se cayese. Hizo muchas pruebas para acomodar bien la escopeta, los cueros y el mate con víboras, y al fin consiguió lo que quería, sin molestar al cazador, y emprendió entonces el viaje. 9
  • 10. La tortuga, cargada así, caminó, caminó y caminó de día y de noche. Atravesó montes, campos, cruzó a nado ríos de una legua de ancho, y atravesó pantanos en que quedaba casi enterrada, siempre con el hombre moribundo encima. Después de ocho o diez horas de caminar se detenía, deshacía los nudos y acostaba al hombre con mucho cuidado en un lugar donde hubiera pasto bien seco. Iba entonces a buscar agua y raíces tiernas, y le daba al hombre enfermo. Ella comía también, aunque estaba tan cansada que prefería dormir. A veces tenía que caminar al sol; y como era verano, el cazador tenía tanta fiebre que deliraba y se moría de sed. Gritaba: ¡agua!, ¡agua!, a cada rato. Y cada vez la tortuga tenía que darle de beber. Así anduvo días y días, semana tras semana. Cada vez estaban más cerca de Buenos Aires, pero también cada día la tortuga se iba debilitando, cada día tenia menos fuerza, aunque ella no se quejaba. A veces quedaba tendida, completamente sin fuerzas, y el hombre recobraba a medias el conocimiento. Y decía en voz alta: -Voy a morir, estoy cada vez más enfermo, y sólo en Buenos Aires me podría curar. Pero voy a morir aquí, solo en el monte. Él creía que estaba siempre en la ramada, porque no se daba cuenta de nada. La tortuga se levantaba entonces, y emprendía de nuevo el camino. Pero llegó un día, un atardecer, en que la pobre tortuga no pudo más. Había llegado al límite de sus fuerzas, y no podía más. No había comido desde hacía una semana para llegar más pronto. No tenía más fuerza para nada. 10
  • 11. Cuando cayó del todo la noche, vio una luz lejana en el horizonte, un resplandor que iluminaba el cielo, y no supo qué era. Se sentía cada vez más débil, cerró entonces los ojos para morir junto con el cazador, pensando con tristeza que no había podido salvar al hombre que había sido bueno con ella. Y, sin embargo, estaba ya en Buenos Aires, y ella no lo sabía. Aquella luz que veía en el cielo era el resplandor de la ciudad, e iba a morir cuando estaba ya al fin de su heroico viaje. Pero un ratón de la ciudad -posiblemente el ratoncito Pérez- encontró a los dos viajeros moribundos. -¡Qué tortuga! -dijo el ratón-. Nunca he visto una tortuga tan grande. ¿Y eso que llevas en el lomo, qué es? ¿Es leña? -No -le respondió con tristeza la tortuga-. Es un hombre. -¿Y dónde vas con ese hombre? -añadió el curioso ratón. -Voy... voy... quería ir a Buenos Aires -respondió la pobre tortuga en una voz tan baja que apenas se oía -.Pero vamos a morir aquí porque nunca llegaré. -¡Ah, zonza, zonza!-dijo riendo el ratoncito-. ¡Nunca vi una tortuga mas zonza! Si ya has llegado a Buenos Aires! Esa luz que ves allá es Buenos Aires. Al oír esto, la tortuga se sintió con una fuerza inmensa porque aún tenía tiempo de salvar al cazador, y emprendió la marcha. 11
  • 12. Y cuando era de madrugada todavía, el director del Jardín Zoológico vio Llegar a una tortuga embarrada y sumamente flaca, que traía acostado en su lomo y atado con enredaderas, para que no se cayera, a un hombre que se estaba muriendo. El director reconoció a su amigo, y él mismo fue corriendo a buscar remedios, con los que el cazador se curó enseguida. Cuando el cazador supo cómo lo había salvado la tortuga, cómo había hecho un viaje de trescientas leguas para que tomara remedios, no quiso separarse más de ella. Y como él no podía tenerla en su casa que era muy chica, el director del Zoológico se comprometió a tenerla en el Jardín, y a cuidarla como si fuera su propia hija. Y así pasó. La tortuga, feliz y contenta con el cariño que le tienen, pasea por todo el jardín, y es la misma gran tortuga que vemos todos los días comiendo el pastito alrededor de las jaulas de los monos. El cazador la va a ver todas las tardes y ella conoce desde lejos a su amigo, por los pasos. Pasan un par de horas juntos , y ella no quiere nunca que él se vaya sin que le dé una palmadita de cariño en el lomo. 12
  • 13. La Leyenda de la 13
  • 14. En lo profundo de un bosque impenetrable por su exuberante vegetación, había un lago muy poco conocido por los que vivían en las proximidades de ese lugar. Simulaba ser sumamente tranquilo, apacible, en suma, un remanso de paz; pero, lamentablemente era lo contrario. Así lo aseveraban quienes habían llegado a él, pues sabían que tenía "madre" y que ella celosamente cuidaba ese lugar, persiguiendo sin piedad al que por desgracia se atrevía a pescar en sus aguas. Así llegó cierto día un pescador que siguiendo el curso de un riachuelo desembocó en él; desde el primer momento que lo vio, se sintió feliz porque creía que era el primero en llegar y pensó: al fin podré realizar una "pesca milagrosa" en esta laguna olvidada, que debe estar llena de peces. Infelizmente no fue así; al penetrar en el lago, lo primero que hizo fue ubicar un lugar para arrojar su tarrafa y aunque se sentía intrigado por el movimiento del agua, siguió remando confiado; pero el vaivén continuo de su canoa, siguió preocupándole hasta que sintió que algo salía del fondo del lago. Rápidamente volvió para averiguar qué era eso, y vio una terrible cabeza, suspendida a casi un metro de altura sobre la superficie del agua moviendo su monstruosa figura de orejas paradas y sacando su lengua puntiaguda. Inmediatamente dio vuelta su canoa, metió su remo con fuerza hasta el fondo del agua para impulsarse mejor y en esos instantes apremiantes para colmo de males, notó que las plantas de la orilla venían a su encuentro, cerrándole el pase como si obedecieran a no sé qué designio; terriblemente asustado, giró su cabeza para ver que ocurría con la fiera y comprobó que ella le perseguía a toda velocidad. 14
  • 15. En ese momento, aterrorizado levantó sus ojos al cielo y clamó ayuda al Dios todo poderoso, convencido que él no podía hacer nada para librarse con vida de ese monstruo lacustre. Y realmente, el Señor escuchó su súplica, porque inexplicablemente cayeron al lago cuatro sachavacas peleando y mordiéndose como fieras, produciendo un tremendo ruido. Ese terrible estruendo asustó a esa serpiente, que no era otra cosa que la terrible Yacumama, que velozmente se sumergió en su lago. Incomprensiblemente, las plantas acuáticas también volvieron a su posición inicial y todo quedó en calma, pues hasta las sachavacas se escaparon viendo a la horrible Yacumama. El pescador que advertía estupefacto todo cuanto sucedía. No quiso perder un segundo más, y se alejó de este fatídico lago, antes que la Yacumama le cerrara el paso nuevamente. Lamentablemente no llevó ni un solo pez, porque "la madre" de esa laguna no quiso regalarle sus pacos, sardinas, sábalos, bujurquis, lizas y gamitanas. AI respecto, se cuenta que cuando alguna persona común se acerca a las orillas y penetra a esos lagos encantados, se desata sorpresivamente una tormenta infernal que hace zozobrar la embarcación y la persona se ahoga irremediablemente. 15
  • 16. La Leyenda de la Runa-Mula. 16
  • 17. Hay una leyenda amazónica que habla de los castigos del adulterio. Una leyenda que hace alusión a los comportamientos libertinos entre hombres y mujeres y a las trágicas consecuencias que estos pueden desembocar. La Runa-mula sería la materialización física del adulterio, una mujer cegada por el deseo que ha recibido su condena. Cuenta la leyenda que las mujeres que sucumben a los amores prohibidos (hombres casados, miembros de la iglesia o relaciones con cualquier hombre si esta está casada) corren el riesgo de transformarse en algo que les cambiará la vida para siempre. Las noches de luna llena un jinete misterioso, vestido completamente de negro, llega a la casa de una de estas mujeres y comienza a lanzar una serie de palabras al aire. Su voz poco a poco va transformando a la elegida en un ser mitad mujer mitad mula, y automáticamente este híbrido sale al encuentro de la voz que lo reclama. El jinete de ropajes negros monta la Runa-mula y comienza una larga noche en la que los castigos físicos más crueles se imponen a la infiel. La azota, la golpea y ésta sólo puede defenderse mediante estridentes relinchos que se escuchan en todas las casas del lugar alertando a los habitantes de la zona de que allí hay una mujer impura. 17
  • 18. Al día siguiente la mujer se levanta totalmente magullada en su cama. No recuerda absolutamente nada, sólo puede observar atónita una serie de heridas que por alguna razón han aparecido en su cuerpo. Por el contrario, la gente sí sabe que ha sucedido, y a partir de ese momento, si se ven esos cardenales, esa mujer habrá desvelado su más oculto secreto. La leyenda asegura que este jinete misterioso es el mismísimo Diablo, que con este comportamiento quiere dejar claro que el alma de esa mujer ya es suya por realizar esos actos impuros. Al mismo tiempo recuerda al resto de habitantes de la zona que nadie está libre de recibir ese castigo. 18
  • 20. En las calurosas noches de la Amazonía no es extraño escuchar a pescadores invocar la presencia de los delfines rosados. "bufeo”, “Bufeoo” -exclaman- oteando las aguas oscuras en busca de un reflejo rojizo momentáneo que les indique el camino que haya podido tomar el animal, después de que en sus comunidades desaparezca alguna bella joven sin motivo aparente. Según cuenta la leyenda, en días de fiesta por el aniversario de algunas comunidades, llegaban de los poblados vecinos decenas de habitantes para comenzar las celebraciones. Entre ellos, puede verse un hombre alto y apuesto, con apariencia extranjera, que lleva un impoluto traje blanco y usualmente un sombrero de paja de ala ancha. En la confusión de los festejos, este extraño visitante seducirá a una chica en base a historias maravillosas de relatos y tierras remotas. Cuando la joven sucumbe al hechizo de su encanto, el hombre la irá guiando fuera de las miradas hacia la vereda del río, y la invitará a sumergirse en sus profundas aguas. Una vez allí el hombre tomará su auténtica apariencia de delfín rosado, el rey de las aguas, que usa carachamas como zapatos y anguilas como correas para su pantalón. 20
  • 21. La joven seducida por el delfín rosado, una vez que comienza a surcar su nuevo mundo acuático, empieza a perder la memoria de quién fuera en el pasado y surcan la piel de su cuerpo miles de brillantes escamas. Es en ese momento en que la joven está casada y feliz con el bufeo, que solo un chamán puede arrancarla del fondo del río Ucayali. ¿Cómo es posible?. El chamán puede levantar el río como un mosquitero para ver todo lo que ocurre en su fondo. Puede ser –en un caso extremo- que el viejo brujo entre en la mente de la chica embrujada y logre convencerla de que debe regresar con su familia. Si accede, deberá pasar una semana junto al chamán para recuperar su forma humana y deshacerse de su cuerpo flemoso y sus escamas, y otra más para volver a hacerle saber quién fue antes de su rapto. La creencia en el Delfín está tan arraigada, que en la selva peruana se dice que todos los hijos expósitos son descendencia de los affaires del bufeo rosado. 21
  • 22. Cuando el sol era un perezoso. 22
  • 23. Según cuenta la leyenda el sol era hace mucho tiempo un oso perezoso, que subía muy lentamente hacia el cielo para calentar un poquito la tierra. Luego se iba de repente sumiendo a la tierra en oscuridad y frío. En su devenir caprichoso, el sol calentaba y volvía a enfriar a los hombres, que esperaban esos momentos de luz para reunir sus alimentos y dejarse entibiar por sus rayos. Más tarde aparecieron dos soles, fruto de la unión de la luna con una mujer. Los dos soles (también caprichosos) se bañaban en los ríos como patos, que la gente trababa de atrapar para subirlos al cielo y dar así calor. Pero estos animales eran tan escurridizos que tuvieron que llamar al chamán, que aguantando la respiración entró en el río y pudo sujetarlos por sus patas. El brujo los guardó en un saco y preparó distintas coronas hechas con plumajes de pájaros de vivos colores. Primero entrelazó una corona con plumas rojas de guacamayo bandera, pero cuando el sol llegó al cielo, quemó la tierra y los tejados de las aldeas. Más tarde hizo otra corona con plumas verdosas de periquito amarillo, aunque igualmente erró y el resultado fue demasiado frío. Al darse cuenta de ello, mezcló plumas amarillas de guacamayo dorado y algunas rojas de guacamayo bandera y consiguió así el equilibrio perfecto. De los dos soles que fueron al cielo, uno estuvo debajo y el otro en el reino celestial más allá del cielo. El primero escapó y desde entonces deambula de este a oeste, escondiéndose en la noche para descansar. El otro, más allá de la mirada de los hombres alumbra por siempre y solo podemos verlo en sueños y alucinaciones. 23
  • 24. El 24
  • 25. El Chullachaqui es un enano o un demonio del rainforest cuyo nombre proviene de los términos quechuas para "disímil" (Chulla) y "pie" (Chaqui), esto es “los pies disímiles.” Según la leyenda de Iquitos, este enano del bosque tiene la habilidad para transformarse en cualquier otra persona que él desea para engañar visitantes o las personas locales viviendo en la selva. Él puede aparecer como un miembro de la familia o un amigo, conduciéndoselos hacia caminos equivocados, yendo más profundo y más profundo en la selva y luego dejándolos allí, perdió. Para un niño, el Chullachaqui muchas veces aparecerá como otro niño u otro compañero de juego. En este disfraz, el Chullachaqui malvado tratará de atraer con engaño al niño en el bosque para ponerse perdido. La única forma para descubrir la identidad verdadera de Chullachaqui es mirar a sus pies, como uno de sus pies es deformado. Consecuentemente, él tratará de esconder sus pies. Estando descubierto, el Chullachaqui escapará en la selva. Según esta leyenda de Iquitos, un muchacho fue con sus padres para la selva para recoger leña. Los padres dejaron el niño solo por un momento para recoger algo de leña y él jugaba en un espacio abierto cuando él vio qué apareció ser otro niño de la misma edad en un árbol distante. El niño en el árbol le llamó por señas para venir, pero el niño no salió del espacio abierto, prestando atención a la advertencia de sus padres que no deambular por fuera en el bosque. Cuando los padres del niño regresaron, el niño contó a sus padres sobre el niño en el árbol. Los padres supieron que nadie vivió en el área y fue en busca del niño en el árbol, sino no encontró ninguna cosa, justamente las huellas extrañas que pareció haber estado hecha por un enano con un pie deformado. 25