Los Estados Unidos tiene algunas de las leyes nacionales de protección ambiental más fuertes del mundo. Sin embargo, no ha ratificado varios tratados ambientales internacionales, incluido el Protocolo de Kioto, un tratado internacional que establece obligaciones vinculantes para los países industrializados para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, y el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes (POPS), un tratado internacional que elimina o reduce los productos químicos tóxicos de alto riesgo.