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ÍNDICE
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- Sófocles, Áyax
“preso de un ataque de locura, nuestro
ilustre Áyax ha quedado en esta noche
deshonrado”.
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«Yovalgoporciento»
A
l principio del capítulo quince se abre la tercera parte de la novela de
1605 con otra interrupción, algo parecida, aunque no tan drástica, a la del
principio del capítulo nueve cuando el narrador había perdido el manuscrito
original. Esta vez, el narrador nos informa que según Cide Hamete Benengeli, el autor
árabe original, DQ y SP «se entraron por el mesmo bosque donde vieron que se había
entrado la pastora Marcela». Buscan por todas partes, pero no la pueden encontrar, así
que paran en «un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y
fresco». Se trata de otro tópico literario, un “lugar ameno”, donde amo y mozo comen y
descansan. Y, así, todavía dentro del ámbito del género pastoril, el narrador nos recuerda
tanto la temática sexual como la trayectoria sureña de los capítulos anteriores: a SP no
se le ocurre atar a Rocinante, porque «le conocía por tan manso y tan poco rijoso, que
todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro».
Como vimos en el capítulo cinco, el diablo, intruso cada vez más frecuente en la
novela, hace que unos arrieros gallegos pasen por allí y elijan el mismo lugar para dar
pasto a sus hacas. (Por cierto, notemos que el pueblo soriano de Yanguas que aparece
en el título del capítulo, no tiene nada que ver con el episodio.) La descripción de la
reacción de Rocinante es preciosa, tanto por su manera eufemística de describir la
sexualidad del caballo como su imitación indirecta de la voz caballeresca de DQ: «le vino
en deseo de refocilarse con las señoras facas, y saliendo, así como las olió, de su natural
paso y costumbre, sin pedir licencia a su dueño, tomó un trotico algo picadillo y se fue
a comunicar su necesidad con ellas». El comportamiento de las hacas nos recuerda a
Marcela: «Mas ellas, que, a lo que pareció, debían de tener más gana de pacer que de
ál, recibiéronle con las herraduras y con los dientes». Luego, los arrieros también le dan
unos palos, dejándole «malparado en el suelo». Pobre Rocinante. Aquí nos recuerda al
destino patético de su amo al final de tantos episodios.
LECCIÓN 1
«se entraron por el mesmo
bosque donde vieron que
se había entrado la pastora
Marcela»
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DQ insiste en tomar venganza, y aunque SP observa irónicamente que
ellos «son más de veinte, y nosotros no más de dos, y aun quizá nosotros sino
uno y medio», DQ replica, «Yo valgo por ciento». Al final nuestros héroes son
machacados una vez más y se acaban en el suelo para contemplar su situación.
Primero, «con voz enferma y lastimada», SP le pide a DQ «dos tragos de aquella
bebida del feo Blas», y DQ jura tenerla en su poder «antes que pasen dos días».
Luego, DQ intenta explicar qué les ha pasado, atribuyendo la catástrofe a su
propia trasgresión de «las leyes de caballería» por «poner mano a la espada
contra hombres que no fuesen armados caballeros». Así que el «dios de las
batallas» le ha castigado y será para el escudero castigar a «semejante canalla» en
el futuro. SP, como siempre, responde que es hombre pacífico y que «en ninguna
manera» pondrá «mano a la espada, ni contra villano ni contra caballero». Tal
respuesta le preocupa a DQ y su reacción es sugestiva, en primer lugar por las
desventuras militares de España hacia finales del siglo XVI y, en segundo, por su
autoritarismo político. Según el loco hidalgo, SP tiene que luchar para subir al
estado social adecuado: «si el viento de la fortuna... en nuestro favor se vuelve,
llevándonos las velas del deseo para que... tomemos puerto en alguna de las
ínsulas que te tengo prometida, ¿qué sería
de ti si, ganándola yo, te hiciese señor della?
Pues lo vendrás a imposibilitar por no ser
caballero». La fortuna política está repleta de
alteraciones y hay que tener «entendimiento
para saberse gobernar».
Mientras DQ se revela dispuesto a
interpretar «esta tan grande tempestad de
palos» que acaban de sufrir como aspecto
inevitable de la vida de los caballeros
LECCIÓN 1
Así que el «dios de las batallas»
le ha castigado y será para el
escudero castigar a «semejante
canalla» en el futuro.
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andantes, SP permanece escéptico. Así que DQ tiene que perseverar en su argumento, aunque hemos de admitir que los ejemplos
que trae son cada vez menos convincentes. Entre el listado de caballeros molidos durante sus aventuras, menciona el caso hilarante
del Caballero del Febo que atrapado por sus enemigos, «se halló en una honda sima debajo de tierra, atado de pies y manos, y allí
le echaron una destas que llaman melecinas [lavativas] de agua de nieve y arena, de lo que llegó muy al cabo». No es de sorprender
que SP ya no se deje convencer.
Al final del capítulo quince notemos otro giro hacia lo asnino similar al del capítulo cinco. Es que el jumento de SP es el único
que ha quedado libre del molimiento y DQ reconoce que «esa bestezuela podrá suplir ahora la falta de Rocinante, llevándome a
mí desde aquí a algún castillo donde sea curado de mis feridas». DQ trae el ejemplo mitológico de «aquel buen viejo Sileno, ayo y
pedagogo del alegre dios de la risa», que «cuando entró en la ciudad de las cien puertas iba muy a su placer caballero sobre un muy
hermoso asno» (cf. Juan 12.15). Curiosa confusión esta entre la Tebas de Grecia y la de Egipto. Luego el capítulo termina de manera
que nos recuerda a la huida de María y José: «En resolución, Sancho acomodó a don Quijote sobre el asno y puso reata a Rocinante,
y, llevando al asno de cabestro, se encaminó poco más a menos hacia donde le pareció que podía estar el camino real... en el cual
descubrió una venta». Como es de esperar, pronto se pierden los dos en un debate sobre si es venta o castillo.
LECCIÓN 1
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LECCIÓN 2
LacitaamorosadeMaritornes
E
n el capítulo dieciséis Cervantes narra de manera magistral el caos
experimentado por un grupo de personajes que pasan la noche en la
segunda venta de la novela. Es como si Cervantes hubiera anticipado
por más de tres siglos las intricadas bufonadas de los films de directores como
Charlie Chaplin o Blake Edwards. Primero, observemos que el narrador reitera las
notas cristianas de la conclusión del capítulo anterior, recordándonos que DQ
llega «atravesado en el asno» y luego centrándose en la caracterización de la
mujer del ventero, que «naturalmente era caritativa y se dolía de las calamidades
de sus prójimos». Otra indicación de la apreciación que Cervantes tenía por la
burguesía de la época. Mientras la ventera atiende a DQ, el narrador nos indica
que le ayudan dos chicas muy diferentes, su hija, «muchacha y de muy buen
parecer» y una moza asturiana, «ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma,
del un ojo tuerta y del otro no muy sana». Este contraste entre la hija y la moza
será el motivo de la confusión que sigue: sólo tenemos que recordar el deseo que
muestra DQ por Aldonza Lorenzo y quizás su propia sobrina, el cual lo convierte
en lo que llamaríamos hoy en día un viejo verde.
La confusión de la noche girará en torno al hecho de que Maritornes, la pobre
asturiana, tiene una cita amorosa con un arriero alojado en el mismo ático donde
van a pasar la noche DQ y SP. La calidad de la «maldita cama» donde se acuesta
DQ también forma base de la parodia del encuentro romántico caballeresco que
nuestro hidalgo loco tiene en la mente. Notemos que Cervantes nos da un breve
preludio de la sexualidad del episodio cuando la ventera cuestiona la explicación
que le ha dado SP de las heridas de DQ, diciendo que todo le parecía resultado
más bien de golpes que de caída. SP insiste en que su amo se cayó, pero luego
Mientras la ventera atiende
a DQ, el narrador nos indica
que le ayudan dos chicas muy
diferentes, su hija, «muchacha
y de muy buen parecer» y una
moza asturiana, «ancha de
cara, llana de cogote, de nariz
roma, del un ojo tuerta y del
otro no muy sana».
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tiene que explicar sus propias heridas como resultado «del sobresalto que tomé de ver caer a mi amo». Luego, la doncella relata algo
curiosamente parecido: «a mí me ha acontecido muchas veces soñar que caía de una torre abajo, y que nunca acababa de llegar al
suelo, y cuando despertaba del sueño hallarme tan molida y quebrantada como si verdaderamente hubiera caído». Es fácil imaginar
a Freud sacando alguna de sus teorías oníricas y sexuales de todo esto.
Luego SP habla con la «doncella» acerca de su amo, a quien describe como
«caballero aventurero» que aunque hoy fuese «la más desdichada criatura del
mundo», pues «mañana tendría dos o tres coronas de reinos que dar a su escudero».
En esto, DQ de repente le dirige a la ventera uno de sus discursos típicos sobre
la vida caballaresca: «Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa
por haber alojado en este vuestro castillo a mi persona». Termina indicando la
maleabilidad de sus deseos carnales, pues por una parte profesa su lealtad a los
ojos de Dulcinea, pero luego dice que ojalá «que los desta fermosa doncella fueran
señores de mi libertad». Este último detalle, junto con la cita que había hecho
el arriero con Maritornes «que aquella noche se refocilarían juntos», nos da los
ingredientes para que ocurra el caos que sigue. Por cierto, ese verbo “refocilarse”
es el mismo que se utilizó para hablar de los deseos carnales de Rocinante en el
episodio anterior.
Una de las narraciones más sofisticadas de toda la novela está por empezar, pero
de manera maravillosa, Cervantes hace una pausa para informarnos que el autor
original de esta historia «hace particular mención» del arriero de este episodio «y
aun quieren decir que era algo pariente suyo». ¡Hala! Menuda coincidencia, ¿no?
Pero si en otros momentos el segundo narrador ha cuestionado las intenciones
del autor árabe, aquí afirma que «Cide Mahamete Benengeli fue historiador muy
curioso y muy puntual en todas las cosas, y échase bien de ver, pues las que quedan
referidas, con ser tan mínimas y tan rateras, no las quiso pasar en silencio».
Sin duda, lo que tenemos por delante ahora es una hazaña narrativa, casi fílmica
en su efecto: empieza con la descripción de DQ fantaseando con «los ojos abiertos
como liebre». Luego describe la «maravillosa quietud» del contorno: «Toda la venta
LECCIÓN 2
«Creedme, fermosa señora,
que os podéis llamar venturosa
por haber alojado en este
vuestro castillo a mi persona».
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estaba en silencio, y en toda ella no había otra luz que la que daba una lámpara que colgada en medio del portal ardía». Según su
locura, DQ cree que la hija del ventero «lo era del señor del castillo, cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido
que aquella noche, a furto de sus padres, vendría a yacer con él una buena pieza». Estilo indirecto libre señalado fonéticamente. Y en
esto DQ se preocupa por «el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso en su corazón de no cometer alevosía
a su señora Dulcinea del Toboso».
Lo gracioso del episodio está no sólo en las alucinaciones de DQ, sino también en su comportamiento contrario a su supuesta
lealtad a Dulcinea, pues una vez que Maritornes ha entrado en la habitación, el hidalgo «tendió los brazos para recebir a su
fermosa doncella... la asió fuertemente de una muñeca y tirándola hacia sí, sin que ella osase hablar palabra, la hizo sentar sobre la
cama». Haremos bien en notar hasta qué punto la imaginación de DQ orientaliza a Maritornes, volviéndola cada vez más exótica,
transformando su «arpillera» en «finísimo y delgado cendal», «unas cuentas de vidro» en «preciosas perlas orientales» y sus «cabellos,
que en alguna manera tiraban a crines», en «hebras de lucidísimo oro de Arabia». Y asiéndola bien (demasiado bien diría Freud), DQ
proclama su lealtad a Dulcinea: «aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra fuera imposible». Mientras esto acontece, el
arriero se pone celoso (¡los celos otra vez!) y se desata un caos total en la venta. El arriero machaca a DQ, Maritornes se cae encima
de SP y los dos se dan golpes, el ventero llega «y todos menudeaban con tanta priesa, que no se daban punto de reposo». Encima
se apaga la lámpara del ventero y todos se quedan en la oscuridad dándose tantos golpes «que a doquiera que ponían la mano no
dejaban cosa sana». Eso parece un sketch de Los tres chiflados, o como decimos en inglés The Three Stooges. Mientras se desarrolla
este caos, aparece el primer representante de la ley en toda la novela. Un «cuadrillero» de la Santa Hermandad Vieja de Toledo coge
su «media vara», símbolo de su autoridad, entra en el aposento y grita «¡Ténganse a la justicia!» Todos se retiran y cuando el oficial se
topa con DQ, «tendido boca arriba sin sentido alguno», cree que ha habido un asesinato y por unos instantes la narrativa cervantina
vacila entre comedia burlesca y novela policiaca: «¡Ciérrese la puerta de la venta! ¡Miren no se vaya nadie, que han muerto aquí a un
hombre!».
LECCIÓN 2
Todos se retiran y cuando
el oficial se topa con DQ,
«tendido boca arriba sin
sentido alguno»
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LECCIÓN 3
ElmanteamientodeSancho
E
l capítulo diecisiete abre con una graciosa conversación
entre amo y escudero durante la cual SP, primero, pierde su
paciencia con DQ y luego tiene que transformar el sentido
de sus propias palabras para no insultarle. Es una técnica maravillosa
que vamos a ver repetida a lo largo de la novela. Pero ojo, también hay
algo de la trayectoria norte-sur en la referencia que hace el narrador a
un famoso romance del Cid. La misma idea se elabora aún más cuando
DQ concluye que esta paliza que acaba de recibir ha sido porque «la
fermosura desta doncella le debe de guardar algún encantado moro,
y no debe de ser para mí». SP concuerda, agregando que «más de
cuatrocientos moros me han aporreado a mí». DQ responde que todo va
a salir bien, «que yo haré agora el bálsamo precioso, con que sanaremos
en un abrir y cerrar de ojos».
Cuando el cuadrillero regresa con una lámpara, tenemos otra viñeta
de la crueldad humana para con el prójimo. El cuadrillero le pregunta a
DQ de manera casual, «¿cómo va, buen hombre?» Cuando DQ objeta la
informalidad de la forma de dirigirse a él diciendo, «¿Úsase en esta tierra
hablar desa suerte a los caballeros andantes, majadero?», el oficial le da
a DQ en la cabeza con la lámpara y todos los personajes quedan en la
oscuridad otra vez. SP no tarda en desatar un comentario irónico: «Sin
duda, señor, que este es el moro encantado, y debe de guardar el tesoro
para otros, y para nosotros solo guarda las puñadas y los candilazos». Si
la «cólera» y el «enojo» son los problemas «desta fortaleza», DQ tiene en
mente la solución: «procura que se me dé un poco de aceite, vino, sal y
«a mí me ha acontecido muchas veces
soñar que caía de una torre abajo, y
que nunca acababa de llegar al suelo, y
cuando despertaba del sueño hallarme
tan molida y quebrantada como si
verdaderamente hubiera caído».
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romero para hacer el salutífero bálsamo; que en verdad que creo que lo he
bien menester ahora, porque se me va mucha sangre de la herida que esta
fantasma me ha dado». Se insinúa aquí el tema metafísico de los fantasmas
que se va a explorar en los capítulos venideros.
Pero volvamos al mundo carnavalesco de DQ con su bálsamo. Cuando SP le
pide al cuadrillero los ingredientes, éste insulta al escudero, reportándole al
ventero «lo que aquel buen hombre quería». Luego DQ mezcla «sus simples»
para hacer «un compuesto» y tenemos otro de los gestos irreverentes de la
novela hacia los ritos católicos, pues el hidalgo reza «sobre la alcuza [jarra]
más de ochenta paternostres y otras tantas avemarías, salves y credos, y a
cada palabra acompañaba una cruz, a modo de bendición». Si logras leer lo
que sucede ahora sin reírte, igual deberías tomarte todo el episodio menos
en serio: «apenas lo acabó de beber, cuando comenzó a vomitar, de manera
que no le quedó cosa en el estómago». No obstante, tres horas más tarde,
DQ se siente completamente sano y declara que «con aquel remedio podía
acometer desde allí adelante sin temor alguno cualesquiera ruinas, batallas
y pendencias, por peligrosas que fuesen». Cuando SP ve esto, lo toma
por milagro y quiere probar el bálsamo él mismo. Aquí la voz narrativa de
Cervantes es preciosa: «Es, pues, el caso que el estómago del pobre Sancho
no debía de ser tan delicado como el de su amo, y, así, primero que vomitase
le dieron tantas ansias y bascas, con tantos trasudores y desmayos, que él
pensó bien y verdaderamente que era llegada su última hora; y viéndose tan
afligido y congojado, maldecía el bálsamo y al ladrón que se lo había dado».
La reacción de DQ es risible también: «Yo creo, Sancho, que todo este mal
te viene de no ser armado caballero». Y el resultado es peor aún: «En esto
hizo su operación el brebaje, y comenzó el pobre escudero a desaguarse
por entrambas canales, con tanta priesa, que la estera de enea sobre quien
se había vuelto a echar, ni la manta de anjeo con que se cubría, fueron más
de provecho. Sudaba y trasudaba con tales parasismos y accidentes, que no
solamente él, sino todos pensaron que se le acababa la vida».
«procura que se me dé un poco de
aceite, vino, sal y romero para hacer el
salutífero bálsamo; que en verdad que
creo que lo he bien menester ahora,
porque se me va mucha sangre de la
herida que esta fantasma me ha dado».
LECCIÓN 3
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Pero dejémonos de reír un momento. Si adoptamos el punto de vista del ventero, lo que sucede ahora no es nada gracioso. En
primer lugar, cuando DQ roba un lanzón que encuentra en un rincón de la venta, sí se comporta como el ladrón que le había llamado
SP. Luego, todo el tiempo haciéndose ojos con la hija del ventero, el hidalgo le pregunta a éste si le puede compensar el alojamiento
haciéndole «vengado de algún soberbio que os haya fecho algún agravio». El ventero responde con sosiego y precisión: «Solo he
menester que vuestra merced me pague el gasto que esta noche ha hecho en la venta, así de la paja y cebada de sus dos bestias
como de la cena y camas». Por Dios, ¿otra vez? ¿No ha aprendido DQ nada de la salida anterior?
¿Y quién paga al final? Claro, SP.
El episodio termina con el famoso
e inolvidable “manteamiento de
Sancho”. Unos pícaros, que también
son vecinos de un mercado en
Sevilla (el Sur de nuevo), se vengan
de él, «como instigados y movidos de un mesmo espíritu». Es otra escena
graciosísima, pero ya nos hemos reído bastante. Terminamos con el capítulo
diecisiete observando cómo Cervantes trae una moraleja cristiana y burguesa
a la vez: después de su manteamiento, cuando SP ruega a Maritornes que le
traiga vino en lugar de agua, el narrador nos informa que «así lo hizo ella de muy
buena voluntad, y lo pagó de su mesmo dinero: porque, en efecto, se dice della
que, aunque estaba en aquel trato, tenía unas sombras y lejos de cristiana».
Lo carnavalesco en Cervantes siempre esconde algo más, y así también indica
«que el ventero se quedó con sus alforjas, en pago de lo que se le debía». Y un
insultito más: el ventero quiere cerrar bien la puerta porque teme que DQ pueda
volver, pero según el narrador, «no lo consintieron los manteadores, que... no le
estimaran [a DQ] en dos ardites».
El episodio termina con
el famoso e inolvidable
“manteamiento de Sancho”
LECCIÓN 3
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LECCIÓN 4
Labatalladelosrebaños
E
l capítulo dieciocho consiste en la famosa batalla de los rebaños.
Algo parecido a la aventura de los molinos de viento; pero en lugar
de Dante, se esconde aquí una alusión al famoso héroe épico clásico
Áyax. Según una versión de la tragedia del más feroz de los guerreros griegos,
éste se volvió loco y se suicidó después de matar a un rebaño de ovejas que
creyó ser sus rivales. Pero antes de darnos su versión paródica de DQ como
Áyax, Cervantes interpone un breve debate entre amo y escudero sobre lo que
les pasó en la venta. DQ está convencido de que los que mantearon a SP eran «fantasmas y gente de otro mundo». SP discrepa y
cree que las cosas sólo van a ir de mal en peor y que sería mejor que volvieran a su lugar para atender la cosecha y la hacienda. DQ
reitera su actitud épica militar: «¿qué gusto puede igualarse al de vencer una batalla y al de triunfar de su enemigo?» SP observa que
la experiencia hasta ahora no les ha proporcionado tal gusto y que incluso de la batalla del vizcaíno salió el caballero «con media
oreja» menos.
Este debate se corta cuando viene por el camino
«una grande y espesa polvareda» levantada por «dos
grandes manadas de ovejas y carneros». DQ anuncia
que son dos ejércitos «de diversas e innumerables
gentes» y le dice a SP que tienen que «Favorecer y
ayudar a los menesterosos y desvalidos». La descripción
que da DQ de todos los participantes es graciosísima
por su parodia de los nombres caballerescos: tenemos
al emperador Alifanfarón, Pentapolín del Arremangado
Brazo, Micocolembo (nombre bastante lascivo),
Laurcalco, señor de la Puente de Plata y Brandabarbarán,
señor de las tres Arabias. Claro, SP sólo se preocupa por
encontrar un lugar donde esconder su asno. Pero el
«¿qué gusto puede igualarse al
de vencer una batalla y al de
triunfar de su enemigo?»
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verdadero problema oculto detrás de todo esto es el de siempre, la identidad de DQ, es decir, ¿con quiénes y contra quiénes va a
luchar? Por una parte, DQ inserta una historia romántica según la cual Alefanfarón «está enamorado de la hija de Pentapolín, que
es una muy fermosa y además agraciada señora», algo que suena sospechosamente a las fantasías del loco hidalgo. Por otra parte,
Alefanfarón «es un furibundo pagano» y no está dispuesto a dejar «la ley de su falso profeta Mahoma». Una vez más, Cervantes
nos interroga con su narrativa: ¿Es DQ el defensor militante de la fe cristiana o un amante perdido y transcultural? Y tampoco es
de sorprender que todo termina centrándose en la geografía de España. Los que se enfrentan son, de un lado, los turcos, árabes y
africanos, mientras que los otros tienen «la sangre goda» asociada con la ascendencia europea de los héroes de la Reconquista y
beben «las corrientes cristalinas» de todos los ríos de España: el Betis, el Tajo, el Genil, el Pisuerga y el Guadiana.
SP empieza a dudar: «Quizá todo debe ser encantamento,
como las fantasmas de anoche»; pero DQ está resuelto: «solo
basto a dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda». Al
final, el encuentro entre DQ y el «escuadrón de las ovejas» resulta
algo parecido a uno entre el Áyax enloquecido y el joven David
en su lucha contra Golías. DQ ataca a las ovejas: «comenzó de
alanceallas con tanto coraje y denuedo como si de veras alanceara a
sus mortales enemigos» y los pastores y ganaderos «desciñéronse
las hondas y comenzaron a saludalle los oídos con piedras». DQ
termina perdiendo «tres o cuatro dientes y muelas de la boca», sin
embargo, en contra la evidencia empírica, insiste en que un sabio
«ha vuelto los escuadrones de enemigos en manadas de ovejas».
Incluso le dice a SP, «sube en tu asno y síguelos bonitamente y
verás cómo, en alejándose de aquí algún poco, se vuelven en su
ser primero». Antes de que SP pueda hacer eso, DQ le pide a su
escudero que le mire cuántas muelas le faltan y el resultado es
otra escena carnavalesca hilarante.
Es que DQ se había tragado su bálsamo durante la batalla, así
que «al tiempo que Sancho llegó a mirarle la boca, arrojó de sí,
más recio que una escopeta, cuanto dentro tenía y dio con todo
ello en las barbas del compasivo escudero». SP cree que es sangre,
LECCIÓN 4
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«“¡Santa María!... ¿y qué es esto que me ha sucedido? Sin duda este pecador está
herido de muerte, pues vomita sangre por la boca”. Pero, reparando un poco más
en ello, echó de ver en la color, sabor y olor que no era sangre, sino el bálsamo de la
alcuza que él le había visto beber; y fue tanto el asco que tomó, que, revolviéndosele
el estómago, vomitó las tripas sobre su mismo señor, y quedaron entrambos como
de perlas». Este es seguramente el locus classicus, el primer caso en toda la historia
de la literatura, de dos personajes vomitándose encima el uno en el otro. A mí me
mata de risa, pero he de confesar que a mi madre no le gusta tanto.
En todo esto SP se entera de la pérdida de las alforjas de su asno y el narrador hace la primera mención del controvertido salario
del escudero: «propuso en su corazón de dejar a su amo y volverse a su tierra, aunque perdiese el salario de lo servido y las esperanzas
del gobierno de la prometida ínsula». SP se queda «de pechos sobre su asno, con la mano en la mejilla» y DQ le empieza a dar otro
de sus discursos moralizantes: «Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro». Irónicamente, al final de un episodio bastante
violento, pues DQ pensaba que las más de siete
reses que mató eran sus enemigos, nuestro héroe
alude explícitamente a Mateo 5.45: «que Dios...
hace salir su sol sobre los buenos y los malos y
llueve sobre los injustos y justos». SP observa
sardónicamente que DQ debería de haber sido
un predicador y no caballero andante, lo cual
nos tiene que hacer acordar del pasaje de Mateo
5.44 que nos había indicado el amigo misterioso
de Cervantes en el prólogo: «diligite inimicos
vestros», es decir, “amad a vuestros enemigos”.
DQ, implacable, observa que «caballero andante
hubo en los pasados siglos que así se paraba a
hacer un sermón o plática en mitad de un campo
real como si fuera graduado por la Universidad
de París». Es difícil evitar cierta moraleja aquí
sobre la paradoja moral del militante religioso.
«“¡Santa María!... Sin duda
este pecador está herido
de muerte, pues vomita
sangre por la boca”»
LECCIÓN 4
16
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Para resumir: En estos cuatro capítulos hemos visto
desde Rocinante parodiando la sexualidad de su amo hasta
anticipaciones de la confusión frenética burlesca de La pantera
rosa y los vómitos hilarantes de Family Guy (http://www.youtube.
com/watch?v=4eYSpIz2FjU), sumado a otros toques moralizantes
contra el imperialismo español y la mentalidad anti-burguesa de
ciertos nobles hacia 1605. Me acuerdo del filólogo Harold Bloom
diciendo que Shakespeare inventó lo humano. Con el debido
respeto, Shakespeare era un genio sin duda, pero ni roza con la
invención humana que se encuentra en Cervantes.
LECCIÓN 4
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- Thomas Hobbes, Leviatán
“...cuando un hombre se imagina a sí
mismo ser un Hércules o un Alejandro
(cosa que ocurre con frecuencia a
quienes leen novelas en abundancia),
se trata de una imaginación compuesta,
pero propiamente de una ficción mental”.
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Elcuerpomuerto
E
n el capítulo diecinueve se extienden las notas metafísicas presentadas
anteriormente que tienen conexión con los fantasmas manteadores del
capítulo dieciocho. Es más, la temática ahora parece girar en torno del famoso
misticismo español de finales del siglo XVI. Y no es de sorprender que encontremos
aquí otro conflicto con la Inquisición, institución siempre sospechosa de las visiones
radicales de poetas como Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz.
Al principio de la “aventura del cuerpo muerto”, en la que resuena la figura de
Grisóstomo, Sancho especula que las desventuras recientes de los héroes se deben al
hecho de que DQ no haya cumplido con sus declaradas intenciones «de no comer pan
a manteles ni con la reina folgar... hasta quitar aquel almete de
Malandrino, o como se llama el moro, que no me acuerdo bien».
DQ observa que SP también lleva su parte de la responsabilidad
–«entiendo que de participantes no estás muy seguro»– pero
de todos modos jura hacer la penitencia prometida. Luego, SP
reclama que esta vez su amo cumpla con su palabra, porque si no,
«quizá les volverá la gana a las fantasmas de solazarse otra vez
conmigo, y aun con vuestra merced, si le ven tan pertinaz». Estos
términos le hubieran recordado al lector barroco la jerga de la
Inquisición, que calificaba de «participante» a quien mantuviera
tratos voluntarios con los excomulgados y de «pertinaz» a quien
persistiera en su heterodoxia.
Posteriormente el narrador nos indica que se cierra una noche
particularmente oscura. Es la primera de una serie de alusiones
a la filosofía de San Juan de la Cruz, cuyo poema “Noche escura”
LECCIÓN 5
«De no comer pan a
manteles ni con la reina
folgar... hasta quitar aquel
almete de Malandrino, o
como se llama el moro, que
no me acuerdo bien»
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señalaba la vía mística y contra intuitiva de lograr que el alma llegue a Dios. Cuando ven
acercándose una muchedumbre de luces, SP cree que son los fantasmas de nuevo, pero se
trata de una procesión de «encamisados» que llevan un cadáver desde Baeza a Segovia (la
trayectoria norte-sur tanto de la novela como de la vida de San Juan). Según sus novelas
de caballerías, DQ interpreta que el muerto ha sufrido algún agravio que necesita de su
venganza y cuando los de la procesión lo ignoran, se vuelve «encolerizado» y los ataca. El
primero que DQ derriba de su mula, un estudiante religioso, lo lleva mal, pues su bestia se le cae encima, dejándole «una pierna
quebrada». Gracias a la agresión de DQ, los encamisados «pensaron que aquél no era hombre, sino diablo del infierno», y a la misma
vez, éste confiesa que pensaba que aquéllos eran «los mesmos satanases del infierno».
Aclarada la confusión recíproca, SP, que de manera hilarante reclamaba el botín de la batalla, acude en ayuda del joven religioso
para que vuelva a subirse sobre su mula. Cuando se marcha el bachiller, SP le declara el heroísmo de su amo: «Si acaso quisieren saber
esos señores quién ha sido el valeroso que tales los puso, diráles vuestra merced que es el famoso don Quijote de la Mancha, que por
otro nombre se llama el Caballero de la Triste Figura». Claro está que este nuevo apodo le fascina a DQ y cuando le pregunta a SP qué
le ha llevado a ponérselo, éste responde que «tiene vuestra merced la más mala figura, de poco acá, que jamás he visto», y lo atribuye
a «la hambre y la falta de las muelas». Con esto se ríe DQ. Y cortando esta risa, de repente vuelve el bachiller y descomulga a nuestro
héroe. El latín que utiliza enfatiza la autoridad del catolicismo romano: «Olvidábaseme de decir que advierta vuestra merced que
queda descomulgado por haber puesto las manos violentamente en cosa sagrada, iuxta illud, “Si quis suadente diabolo”, etcétera».
DQ, de manera reveladora, se lo lleva como una divisa de honor: «en la memoria tengo lo que le pasó al Cid Ruy Díaz, cuando quebró
la silla del embajador de aquel rey delante de su Santidad del Papa, por lo cual lo descomulgó, y anduvo aquel día el buen Rodrigo
de Vivar como muy honrado y valiente caballero». Curiosa aseveración esta: DQ no sólo se identifica con el Cid, sino más bien con el
Cid oficialmente marginado por la Iglesia.
LECCIÓN 5
«pensaron que aquél no
era hombre, sino diablo
del infierno»
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LECCIÓN 6
LahistoriaamorosadeLopeRuiz
Al final del episodio, DQ tiene ganas de investigar si el cuerpo muerto «eran
huesos o no», pero SP no se lo permite, trayendo un refrán: «váyase el muerto a la
sepultura y el vivo a la hogaza». Y el narrador termina con otra ironía anticlerical:
«tendidos sobre la verde yerba, con la salsa de su hambre, almorzaron, comieron,
merendaron y cenaron a un mesmo punto, satisfaciendo sus estómagos con más
de una fiambrera que los señores clérigos del difunto –que pocas veces se dejan
mal pasar– en la acémila de su repuesto traían».
Al principio del capítulo veinte se reestablece el tono ominoso de «la escuridad
de la noche» con dos añadiduras: ahora nuestros héroes están fatigados de «una
terrible sed» y después de haber andado un poco llega «a sus oídos un grande ruido de agua» que les alegra, pero todo puntuado
por el ruido de «unos golpes a compás, con un cierto crujir de hierros y cadenas». SP se espanta de nuevo y no quiere continuar,
pero DQ insiste: «yo nací por querer del cielo en esta nuestra edad de hierro para resucitar en ella la de oro». El hidalgo loco alude
a los altos Montes de la Luna, es decir de donde nace el Nilo en Etiopía, y aunque todos los ruidos «son bastantes a infundir miedo,
temor y espanto en el pecho de mesmo Marte», está dispuesto a acometer la aventura. Le dice a SP que apriete «un poco las cinchas
a Rocinante» y que si él no vuelve en tres días que el escudero debe irse a El Toboso para informarle a Dulcinea «que su cautivo
caballero murió» en su servicio.
SP trae todo tipo de argumento en contra del plan
de su amo. Pide que «ablande ese duro corazón» y que
no le deje solo, incluso adopta la jerga de las novelas de
caballerías: «Por un solo Dios, señor mío, que non se me
faga tal desaguisado». Pero viendo que DQ está resuelto,
opta por atar los pies a Rocinante con el cabestro de su
asno. Cuando DQ descubre que Rocinante no se puede
mover, se resigna a esperar la llegada del día.
«la escuridad de la noche» con
dos añadiduras: ahora nuestros
héroes están fatigados de «una
terrible sed» y después de haber
andado un poco llega «a sus
oídos un grande ruido de agua»
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Entre tanto, en uno de los gestos más íntimos de SP hacia su amo, «puso
la una mano en el arzón delantero y la otra en el otro, de modo que quedó
abrazado con el muslo izquierda de su amo, sin osarse apartar dél un dedo»,
y le empieza a distraer a su amo con una historia. “La conseja de Lope Ruiz” se
trata de uno de los cuentos intercalados más graciosos y además sexualmente
sugestivos de la novela. Y el contraste entre el estilo prorrogado de SP y la
creciente impaciencia de DQ es el colmo:
«“Digo, pues”, prosiguió Sancho, “que en un lugar de Extremadura había un pastor cabrerizo, quiero decir que guardaba cabras,
el cual pastor o cabrerizo, como digo de mi cuento, se llamaba Lope Ruiz; y este Lope Ruiz andaba enamorado de una pastora que
se llamaba Torralba; la cual pastora llamada Torralba era hija de un ganadero rico; y este ganadero rico...”“Si desa manera cuentas tu
cuento, Sancho”, dijo don Quijote,“repitiendo dos veces lo que vas diciendo, no acabarás en dos días”».
Evidentemente. SP sigue con otros detalles cada vez más graciosos. Torralba «era una moza rolliza,
zahareña, y tiraba algo a hombruna, porque tenía unos pocos de bigotes, que parece que ahora la
veo». Incluso en estos detalles, vemos alusiones a temas familiares, a veces aun transcendentales. Por
ejemplo, Torralba tiene reminiscencia de Maritornes y, además, el motivo emocional de la historia,
la razón por la cual Lope Ruiz decide huir de la Torralba,
es «una cierta cantidad de celillos que ella le dio». Esto
nos tiene que recordar el romance de Antonio y toda la
historia de Grisóstomo y Marcela e incluso al arriero de
la segunda venta. Pero aquí tenemos lo opuesto de los
demás casos, porque, en lugar de perseguir a la amada,
Lope Ruiz «se quiso ausentar de aquella tierra e irse
donde sus ojos no la viesen jamás». No sé si el resultado
de eso es sorprendente o perfectamente predecible:
pues, ahora Torralba sí quiere a Lope Ruiz.
Y dos detalles más hacen que la historia graciosa se
tiña incluso con matices políticos: primero, Lope Ruiz
intenta pasar a los reinos de Portugal (país conquistado
por Felipe II en 1580), y segundo, se manifiesta la
LECCIÓN 6
«puso la una mano en el arzón
delantero y la otra en el otro, de
modo que quedó abrazado con
el muslo izquierda de su amo,
sin osarse apartar dél un dedo»
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subconsciencia de SP mismo, pues Torralba lleva unas «alforjas al cuello», haciéndose eco del pago involuntario que el ventero
le había quitado a SP por su estancia. Al final, el cuento se vuelve en algo reconocible para todo padre de niños que no quieren
dormirse. Lope Ruiz espera cruzar el río Guadiana con su ganado de trescientas cabras, pero «en aquella sazón iba crecido y casi
fuera de madre», así que tiene que concertar con un pescador para llevar a cada cabra, una por una, al otro lado. SP le avisa a DQ que
tiene que contar una a una las cabras, «porque si se pierde una de la memoria, se acabará el cuento» y cuando el hidalgo interrumpe
y luego no puede decir cuántas cabras han pasado el río, la conseja, según SP, «Tan acabada es como mi madre».
¿Es la historia de Lope Ruiz simplemente una fábula para niños o se esconden detalles más
psicosexuales aquí? Como mínimo, nos podemos permitir aseverar que para Cervantes igual que para
Freud, uno de sus lectores más sofisticados, un cuento siempre tiene que ser más que un cuento.
De hecho, DQ mismo nos ofrece un diagnosis de la curiosa historia de SP: «pues, quizá estos golpes
que no cesan te deben de tener turbado el
entendimiento». A SP le da igual, «no hay más
que decir, que allí se acaba do comienza el
yerro de la cuenta del pasaje de las cabras».
Entre tanto, sigue el crujir de hierros y de ahí
SP sigue teniendo tanto miedo «que no osaba
apartarse un negro de uña de su amo». Espera
un momento, ¿yerro, hierros? ¿Puede que este
cuento que nos pide contar tenga algo que ver
con sus elementos más básicos, es decir, con
cómo o por qué contamos cuentos?
LECCIÓN 6
Lope Ruiz espera cruzar el río
Guadiana con su ganado de
trescientas cabras, pero «en
aquella sazón iba crecido y casi
fuera de madre»
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LECCIÓN 7
ElsalariodeSanchoPanza
V
olviendo a la historia principal, cuando a SP le viene «en voluntad
y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él», se baja los
calzones hasta que «se le quedaron como grillos» y hace lo que
tiene que hacer. Algo parecido a las bufonadas de vómitos de los capítulos
diecisiete y dieciocho, aquí tanto las caras que SP hace, los ruidos y el olor
resultante como la reacción de DQ son fuentes de risa. Cuando las flatulencias
de SP llegan a las narices de DQ, éste «fue al socorro apretándolas entre los
dos dedos, y con tono algo gangoso dijo: “Paréceme, Sancho, que tienes
mucho miedo”».
Ahora demos un vistazo al desenlace conflictivo de la aventura. En
primer lugar notamos cómo, después de tantos intercambios bastante
físicos e incómodos en las últimas páginas, de repente se ventila la
relación profesional entre amo y mozo. Viene el alba y así SP tiene
que desatar a Rocinante. Cuando DQ se entera de que Rocinante
está desatado, se prepara para acometer la aventura. Primero, reitera
todo lo que debería decir SP a Dulcinea, pero agrega el narrador algo
sumamente interesante: «en lo que tocaba a la paga de sus servicios no
tuviese pena, porque él había dejado hecho su testamento antes que
saliera de su lugar, donde se hallaría gratificado de todo lo tocante a su
salario, rata por cantidad del tiempo que hubiese servido».
SP protesta de nuevo, pero al final decide acompañar a su amo,
«llevando, como tenía costumbre, del cabestro a su jumento, perpetuo
compañero de sus prósperas y adversas fortunas». Curiosamente, el
Sancho Panza le viene «en
voluntad y deseo de hacer lo que
otro no pudiera hacer por él», se
baja los calzones hasta que «se le
quedaron como grillos»
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segundo narrador nos reporta que el autor original (supuestamente el mismísimo Cide Hamete) ha notado que toda la preocupación
que SP manifiesta por el bienestar de su amo sugiere que el escudero «debía de ser bien nacido y por lo menos cristiano viejo»,
es decir, que no tendría moros ni judíos entre sus ancestros. Digo curiosamente, porque este énfasis en la pureza sanguínea de SP
contrasta con la suciedad escatológica con que se lo describe. Y es más, todo el respeto y ternura entre caballero andante y escudero
cae cuando por fin descubrimos que el origen de todo el ruido, «que tan suspensos y medrosos toda la noche los había tenido», son
seis mazos de batán, un especie de máquina hidráulica de la época que se utilizaba para golpear tejidos.
El intercambio entre DQ y SP que sigue es primero precioso y luego algo violento: «Miróle Sancho y vio que tenía la cabeza
inclinada sobre el pecho, con muestras de estar corrido. Miró también don Quijote a Sancho y viole que tenía los carrillos hinchados y
la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melanconía tanto con él, que a la vista de Sancho
pudiese dejar de reírse». Otro caso de risa importante. Notemos cómo se transforma de manera relacionada con sus respectivos
roles sociales, porque cuando SP se burla de DQ, imitando su jerga caballeresca –«Yo soy aquel para quien están guardados los
peligros, las hazañas grandes, los valerosos fechos»– la reacción del amo trae consigo la cuestión del susodicho salario, pues
según el narrador, «se corrió y enojó en tal manera, que alzó el lanzón y le asentó dos palos, tales, que si como los recibió en las
espaldas los recibiera en la cabeza, quedara libre de pagarle el salario, si no fuera a sus herederos».
Esta temática legalista, contractual y laboral parece ser el punto principal de
la conclusión del episodio. Se trata de una descripción maravillosa de la gradual
desintegración de las relaciones tradicionales y orgánicas del feudalismo a lo largo
de los siglos XV y XVI. Lo que sustituye a aquéllas es el nuevo sistema de pagos según
el mercado burgués triunfante. Notemos cómo Cervantes subraya que todo depende
del punto de vista del personaje y que incluso hay cierta inconsistencia entre los dos al
respecto. DQ insiste en cierto formalismo, no
sólo en cuanto al trato interpersonal, pues SP
no debería burlarse de su amo, «que no son
todas las personas tan discretas, que sepan
poner en su punto las cosas», sino también en
términos de la relación socioeconómica: «De
todo lo que he dicho has de inferir, Sancho, que
es menester hacer diferencia de amo a mozo,
de señor a criado y de caballero a escudero...
«De todo lo que he dicho has
de inferir, Sancho, que es
menester hacer diferencia de
amo a mozo, de señor a criado
y de caballero a escudero»
LECCIÓN 7
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Las mercedes y beneficios que yo os he prometido llegarán a su tiempo; y si no llegaren, el salario a lo menos no se ha de perder,
como ya os he dicho». De todos modos, es precisamente DQ quien ha metido la pata en cuanto al tema del salario.
Por su parte, al principio SP parece dispuesto a perdonar lo pasado y aceptar la relación feudal. Sin embargo, pronto se ve que
todavía está en el proceso de evaluar el valor de sus servicios: «suelen los principales señores, tras una mala palabra que dicen a
un criado, darle luego unas calzas, aunque no sé lo que le suelen dar tras haberle dado de palos». Se observa un maravilloso toque
artístico cuando Cervantes nos presenta la discusión entre SP y DQ sobre calzas y palos mientras resuenan los mazos de batán en el
trasfondo como muestra del paso más violento de la producción textil. Y parece que cuánto más lo piensa, más dudas tiene SP: «Está
bien cuanto vuestra merced dice... pero querría yo saber, por si acaso no llegase el tiempo de las mercedes y fuese necesario acudir
al de los salarios, cuánto ganaba un escudero de un caballero andante en aquellos tiempos, y si se concertaban por meses, o por
días, como peones de albañir». DQ, aferrándose de nuevo a su visión antigua del mundo laboral, rechaza la idea: «No creo yo... que
jamás los tales escuderos estuvieron a salario, sino a merced», agregando que «después de a los padres, a los amos se ha de respetar
como si lo fuesen».
Para resumir: El encuentro con el cuerpo muerto y la cuestión de la
existencia metafísica o no de fantasmas, diablos y satanases da lugar a
una historia inacabable de «celillos» entre un pastor y una pastora algo
marimacha, historia narrada en el contexto de cierta intimidad corpórea
entre amo y mozo incómoda de contemplar, para luego
terminar en una discusión detallada de la compensación
económica adecuada de un escudero en el incipiente mundo
industrial. A veces, es difícil reírse de las burlas y, a la vez,
maravillarse de su complejidad. Es como contemplar una
compleja máquina termodinámica en funcionamiento. Por
cierto, este es el segundo molino que hemos visto, y no
será el último. Oh, y casi se nos olvidó apuntar el curioso
comentario por parte de Cide Hamete sobre la pureza racial
de SP. Supongo que la cuestión inevitable es que si todos
estos elementos están relacionados de manera más que
aleatoria. Ya sabréis lo que creo yo.
LECCIÓN 7
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- Murray Rothbard, Anatomía del estado
“A largo plazo, el ladrón destruye su
propio medio de subsistencia al menguar
o eliminar la fuente de sus propias
provisiones. Pero no sólo eso, pues
aún en el corto plazo, el depredador
está actuando en contra de su propia
naturaleza como ser humano”.
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ElyelmodeMambrino
E
l capítulo veintiuno narra la aventura del yelmo de Mambrino, y a continuación
le siguen unas conversaciones entre DQ y SP en torno a sus respectivas fantasías
caballerescas y ciertos valores sociales que Cervantes sigue cuestionando a
lo largo de la novela. En primer lugar hemos de notar que empieza a llover, quizás
aludiendo a cierta satisfacción de la sed que tienen nuestros héroes desde el final del
capítulo diecinueve. Pero también es la base argumental del episodio, porque ahorita
DQ ve a «un hombre a caballo que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si
fuera de oro» e insiste en que «ese es el yelmo de Mambrino». El narrador nos informa
que no es nada más que un barbero que, volviendo de un pueblo, «en el cual tuvo
necesidad un enfermo de sangrarse, y otro de hacerse la barba», se había puesto su
«bacía de azófar» sobre la cabeza para no mojarse.
Es importante notar que el contexto filosófico de la aventura se
centra en un intercambio de opiniones entre DQ y SP sobre el valor
relativo de la experiencia empírica. Puede que sea esto simplemente
un detalle satírico, porque como todos sabemos DQ está loco y suele
malinterpretar la realidad. De todas formas es muy curioso que DQ
enfatice su interpretación del barbero según «la mesma experiencia,
madre de las ciencias todas». Como en otros momentos, SP tiene
dudas y no está dispuesto a ir más allá de lo que sus sentidos le
indican: «no es sino un hombre sobre un asno pardo, como el mío,
que trae sobre la cabeza una cosa que relumbra». A donde voy es
que el contraste entre las posturas de DQ y SP parece aludir a un
problema científico de la época: a saber, el funcionamiento del
sistema de circulación sanguínea que se descubrió hacia finales del
LECCIÓN 8
«un hombre a caballo que
traía en la cabeza una cosa
que relumbraba como si
fuera de oro» e insiste en
que «ese es el yelmo de
Mambrino»
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siglo XVI. Un español, Miguel Serveto, había descrito la aspiración pulmonar en torno a 1550 y, luego, el inglés William Harvey,
en el año 1615 describiría el sistema de circulación sanguínea. Lo maravilloso y profundamente irónico, y también lo avanzado de
Cervantes, en el episodio del yelmo de Mambrino es que el autor cuestiona los servicios de un barbero, que en aquella época cortaba
barbas pero también sangraba a enfermos.
Si el autor parece poner en duda la profesión del barbero, también lo hace respecto
a la de su héroe principal, que ahora se ha transformado en un fantasma como los que
decía DQ que habían manteado a SP en el capítulo diecisiete: «El barbero, que tan
sin pensarlo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio
para poder guardarse del golpe de la lanza sino fue el dejarse caer del asno abajo».
La reacción de SP cuando contempla el supuesto yelmo también socava la lógica del
héroe: «Por Dios que la bacía es buena y que vale un real de a ocho como un maravedí».
DQ dice que es una celada (recordemos las dos celadas que se fabricó en el primer
capítulo), y SP «no pudo tener la risa» y no se deja convencer: «que no semeja sino
una bacía de barbero pintiparada». La risa otra vez, no sólo indicándonos una escena
hilarante, sino también subrayándonos las distintas perspectivas de los personajes.
Y fijémonos en que si la nueva ciencia de la anatomía ha puesto en tela de juicio la función médica de los barberos, también
el episodio se centra en el significado subjetivo de las cosas materiales en sí. DQ insiste que, en cuanto al yelmo, el barbero «no
supo conocer ni estimar su valor», recordándonos uno de los principios económicos de la Escuela de Salamanca; es decir, el valor
de las cosas no es intrínseco a ellas, sino una función de nuestras relativas necesidades. De todos modos, DQ también se aferra a la
idea de que si el yelmo de Mambrino ahora parece ser una simple bacía de barbero, eso debe a que ha habido una metamorfosis.
Notemos que esta transformación viene muy al caso de las complejidades amorosas de la novela, porque aquí DQ hace una doble
alusión mitológica a Vulcano y Marte: «Pero sea lo que fuere, que para mí que la conozco no hace el caso su transmutación, que
yo la aderezaré en el primer lugar donde haya herrero, de suerte que no le haga ventaja, ni aun le llegue, la que hizo y
forjó el dios de las herrerías para el dios de las batallas». Es difícil para el lector informado no recordar el
triángulo amoroso que provocó los celos de cuando Vulcano descubrió a Venus con Marte.
LECCIÓN 8
«El barbero, que tan sin
pensarlo ni temerlo, vio venir
aquella fantasma sobre sí, no
tuvo otro remedio para poder
guardarse del golpe de la
lanza sino fue el dejarse caer
del asno abajo»
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LECCIÓN 9
Mutatiocaparum
A
lgunos críticos insisten en que Cervantes es más bien un autor renacentista que barroco, porque no ven en sus textos
la complejidad de autores como Góngora o Quevedo. Creo que se equivocan y se dejan engañar por la ligereza cómica
de su texto. La aventura del yelmo de Mambrino es un buen ejemplo del barroco en esta obra. Aumenta aún más la
densidad literaria del episodio cuando de repente se plantea el tema moral del comportamiento cristiano.
Mientras DQ alaba el hallazgo del yelmo mágico –«será bastante para defenderme
de alguna pedrada»– SP reitera su deseo de evitar todo tipo de enfrentamiento,
mofándose de la jerga de DQ y recordándole la desgracia del manteamiento: «porque
pienso guardarme con todos mis cinco sentidos de ser ferido ni de ferir a nadie... no
hay que hacer otra cosa sino encoger los hombros, detener el aliento, cerrar los ojos
y dejarse ir por donde la suerte y la manta nos llevare». Luego DQ recurre a la moral
cristiana a fin de argumentar sus batallas: «Mal cristiano eres, Sancho... porque nunca
olvidas la injuria que una vez te han hecho». Sorpresivamente, al parecer por primera
vez en la novela, el hidalgo ahora admite que su explicación anterior del manteamiento
de SP fue pura mentira, pues en lugar de hablar de encantamientos
y fantasmas, dice que «burla fue y pasatiempo, que, a no entenderlo yo ansí, ya yo hubiera vuelto allá y hubiera
hecho en tu venganza más daño que el que hicieron los griegos por la robada de Elena». Y no pierde la oportunidad
de alabar a su Dulcinea, alegando que es más bella que una de las mujeres más hermosas de la historia antigua,
Elena. Igual que la alusión anterior a Vulcano y Marte, aquí hay notas ominosas de la violencia que se esconde tras
los celos. Por cierto, la moral cristiana propone poner la otra mejilla ante la agresión.
En esto resurge el tema del asno que ya hemos
visto en varias oportunidades anteriores, repitiéndose
las problemáticas imágenes del animal que se suele
interpretar como una metáfora del cristianismo. SP
quiere saber qué van a hacer con el caballo del vencido
«burla fue y pasatiempo,
que, a no entenderlo yo
ansí, ya yo hubiera vuelto
allá y hubiera hecho en tu
venganza más daño que el
que hicieron los griegos por
la robada de Elena»
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barbero, «que parece asno pardo»: «¡Y para mis barbas, si no es bueno el rucio!».
DQ considera ilícito dejar a los vencidos de a pie y le dice a SP que deje «ese caballo
o asno o lo que tu quisieres que sea»; pero SP observa irónicamente «que son
estrechas las leyes de caballería, pues no se estienden a dejar trocar un asno por
otro», insinuando así que se flexibilicen las leyes para permitir el intercambio de
asnos. Al final convence a DQ que le deje trocar los aparejos, justificándose por su
necesidad extrema, «que si fueran para mi misma persona no los hubiera menester
más». Ya sabemos que SP es capaz de hacerle trampa a DQ, y remarcando el tema
del comportamiento moral con una alusión al cambio de capas que realizan
anualmente los cardinales de la Iglesia Católica durante la Pascua, el narrador nos
permite ver algo más que un simple cambio de aparejos. Refiriéndose a SP, quien
ya no nos sorprende en su carácter de pícaro buscavidas, el narrador indica que:
«habilitado con aquella licencia, hizo mutatio caparum y puso su jumento a las mil
lindezas, dejándole mejorado en tercio y quinto».
Comen y beben y vuelven los héroes al camino real. SP le pide permiso a su amo
para conversar con él sobre sus planes para el futuro. DQ, sin duda, recordando
la pesada historia del pastor Lope Ruiz, le da licencia para hablar, pero con una
estipulación: «sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es
largo». SP le sugiere que sería mejor que fuesen «a servir a algún emperador o a
otro príncipe grande que tenga alguna guerra, en cuyo servicio vuestra merced
muestre el valor de su persona». DQ está de acuerdo, pero dice que antes tienen
que conseguir una reputación y así entre tanto «es menester andar por el mundo,
como en aprobación, buscando las aventuras, para que acabando algunas se
cobre nombre y fama». Demostrando bastante hipocresía, DQ se permite discurrir
extensamente sobre una fantasía caballeresca, según la cual, el héroe llegará al
palacio de algún rey, donde, ya recibido y alabado por todos los muchachos de la
ciudad, le llevarán «al aposento de la señora reina, adonde el caballero la hallará
con la infanta, su hija, que ha de ser una de las más fermosas y acabadas doncellas
que en gran parte de lo descubierto de la tierra a duras penas se pueda hallar».
LECCIÓN 9
«habilitado con aquella
licencia, hizo mutatio caparum
y puso su jumento a las mil
lindezas, dejándole mejorado
en tercio y quinto»
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Aquí tenemos una descripción sumamente petrarquista del amor
instantáneo entre el caballero y la infanta del reino fantástico, en pocas
palabras, es la fantasía amorosa militar de DQ: «Sucederá tras esto, luego
en continente, que ella ponga los ojos en el caballero, y él en los della,
y cada uno parezca al otro cosa más divina que humana, y, sin saber
cómo ni cómo no, han de quedar presos y enlazados en la intricable red
amorosa y con gran cuita en sus corazones, por no saber cómo se han
de fablar para descubrir sus ansias y sentimientos». Por un lado, esto nos
recuerda a las interacciones de seducción fantaseada de DQ con tantas
damas, desde las prostitutas de la primera venta hasta Maritornes y la
hija de la segunda venta, y hasta por extensión Aldonza Lorenzo y quizás
su propia sobrina; por otro lado, también funciona como un anticipo
argumental para las largas e intrincadas historias de los amantes de
la Sierra Morena que están a punto de enredarnos a nosotros mismos
desde el capítulo veintitrés hasta finales de la primera parte de la novela.
Luego, volviendo a la historia que DQ nos narra, llega a una corte «un feo y pequeño enano, con una fermosa dueña que entre dos
gigantes detrás del enano viene, con cierta aventura hecha por un antiquísimo sabio, que el que la acabare será tenido por el mejor
caballero del mundo». No se dice en qué consiste esta aventura, pero es una prueba mágica de valor para el héroe caballero, quizás
parecida a la de tener que sacar una espada de una piedra. Claro que sólo el «caballero huésped» acierta la prueba, «en mucho pro de
su fama, de lo cual quedará contentísima la infanta». Al final, el padre rey «tiene una muy reñida guerra con otro tan poderoso como
él» y el héroe le sirve en batalla. Antes de la batalla, DQ narra la escena tierna y estereotípica de la despedida entre los amantes que
tendrá lugar a través de «las rejas de un jardín» gracias a la intervención de una «medianera», o alcahueta de la infanta.
Surge de la historia de DQ otra vez el intricado tema del linaje. La infanta le confiesa
a su doncella que está ansiosa de «no saber quién sea su caballero y si es de linaje de
reyes o no». Luego, «asegúrala la doncella que no puede caber tanta cortesía, gentileza y
valentía como la de su caballero sino en subjeto real y grave». Se trata de uno de los temas
principales de la época: si hemos de evaluar de manera humanista al individuo, según sus
méritos demostrados, o si el individuo es siempre representante de su casta social.
LECCIÓN 9
«Sucederá tras esto, luego en
continente, que ella ponga los ojos
en el caballero, y él en los della, y
cada uno parezca al otro cosa más
divina que humana, y, sin saber
cómo ni cómo no, han de quedar
presos y enlazados en la intricable
red amorosa y con gran cuita en sus
corazones, por no saber cómo se han
de fablar para descubrir sus ansias y
sentimientos»
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Cervantes subraya esta temática a través de la manera sumamente ambigua y misteriosa con la que DQ acaba su fantasía
caballaresca: «vuelve a la corte, ve a su señora por donde suele, conciértase que la pida a su padre por mujer en pago de sus servicios;
no se la quiere dar el rey porque no sabe quién es; pero, con todo esto, o robada o de otra cualquier suerte que sea, la infanta viene
a ser su esposa, y su padre lo viene a tener a gran ventura, porque se vino a averiguar que el tal caballero es hijo de un valeroso rey
de no sé qué reino, porque creo que no debe de estar en el mapa». Luego, el padre de la infanta muere y «queda rey el caballero, en
dos palabras», y su gesto final es casar a su escudero con la doncella que fue tercera en sus amores.
LECCIÓN 9
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LECCIÓN 10
Lateoríadelosdoslinajes
D
on Quijote nos ha dado una perfecta versión en miniatura de la
trama típica de una novela de caballerías, pero ahora entramos
en la fase interpretativa de la fantasía y la cuestión de su relación
con la realidad en torno a 1600. Claro que el desenlace de la historia le encanta
a SP, pero justo en ese momento DQ tiene dudas. Al principio se aferra DQ a la
temática meritocrática, insistiendo en que «suben y han subido los caballeros
andantes a ser reyes y emperadores», agregando que lo único que para sus
propios intereses le queda es ver «qué rey de los cristianos o de los paganos
tenga guerra y tenga hija hermosa». Por cierto, notemos con cuánta exactitud esta cita hace eco de lo que había narrado DQ durante
la batalla de los rebaños, donde Alefanfarón estaba enamorado de la hija de Pentapolín, pero éste no se la quería entregar a tan
«foribundo pagano». Pero atendamos a las dudas de DQ: «no sé yo cómo se podía hallar que yo sea de linaje de reyes... Así que,
por esta falta temo perder lo que mi brazo tiene bien merecido». No es casualidad que en la mitad de estas dudas, surja una de las
descripciones más inmaculadas de su estado social: «yo soy hijodalgo de solar conocido, de posesión y propiedad y de devengar
quinientos sueldos». Esta descripción indica que DQ no compró su título nobiliario, sino que lo ha heredado según su ascendencia
legítima. ¿Se jacta demasiado de su posición? Parece que sí, pues él mismo tiene que añadir que «podría ser que el sabio que escribiese
mi historia deslindase de tal manera mi parentela y decendencia, que me hallase quinto o sesto nieto de rey». Nos preguntamos,
¿qué esconde la parentela de DQ para que algún sabio se la tenga que limpiar?
Ahora viene el famoso discurso de DQ sobre las «dos maneras de linajes»: «unos que traen y derivan su decendencia de príncipes
y monarcas, a quien poco a poco el tiempo ha deshecho, y han acabado en punta, como pirámide puesta al revés; otros tuvieron
principio de gente baja y van subiendo de grado en grado, hasta llegar a ser grandes señores». En esto podemos ver las razones
de la fuerte atracción hacia las novelas de caballerías que tuvieron tantos lectores en el siglo XVI: lo que triunfa es el talento y la
determinación del individuo más que el alcance de su estado social. Y hay un toque más a este sistema fantástico de valores sociales:
en el caso de que no se pueda verificar la ascendencia noble de DQ, «la infanta me ha de querer de manera que a pesar de su padre,
aunque claramente sepa que soy hijo de un azacán, me ha de admitir por señor y por esposo; y si no, aquí entra el roballa y
«no sé yo cómo se podía hallar
que yo sea de linaje de reyes... Así
que, por esta falta temo perder lo
que mi brazo tiene bien merecido»
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llevalla donde más gusto me diere». Un «azacán» es un portador de aguas, o sea una profesión sumamente baja (cf. la penúltima
del pícaro en El Lazarillo de Tormes), así que, por una parte, DQ parece reivindicar la clase baja. Pero hemos de tener cuidado, porque
la voluntad de la mujer será importantísima a lo largo del resto de la novela. La infanta parece desear ser robada si su padre no
está conforme con que se case con el hidalgo. Recordemos a Marcela; es decir, hay casos en los que la mujer no quiere al héroe aun
cuando éste cree que la merece.
La conclusión del capítulo veintiuno es principalmente
cómica aunque también tiene sus referencias “intratextuales”, o
sea, alusiones a otros episodios de la misma novela que estamos
leyendo. En primer lugar, notemos cómo SP, preocupado por su
derecho o no de casarse con la doncella de la infanta, subraya los
temas del linaje y la pureza de sangre de nuevo: «que yo cristiano
viejo soy, y para ser conde esto me basta». Por cierto, como ya
sabemos que SP tiene mujer, ¿qué opinión tendrá ésta de la unión
entre SP y la doncella de la infanta?
Y cuando SP se imagina vestido con «un ropón ducal a
cuestas», la respuesta de DQ es irónica: «Bien parecerás... pero será
menester que te rapes las barbas a menudo, que, según las tienes
de espesas, aborrascadas y mal puestas, si no te las rapas a navaja
cada dos días por lo menos, a tiro de escopeta se echará de ver
lo que eres». Estas palabras traen a la memoria del lector, tanto
el episodio de la batalla de los rebaños, cuando DQ vomitó en las
barbas de SP «más recio que una escopeta», como el más reciente
del yelmo de Mambrino, cuando DQ arremetió contra un barbero,
quizás criticando las prácticas médicas de la profesión. Encima,
mientras la conversación de nuestros héroes parece extender el
tema de la barba hacia lo absurdo e hiperbólico; se alude otra vez
al salario del escudero, pues SP responde que lo que va a hacer es
«tomar un barbero y tenello asalariado en casa», agregando que
«si fuere menester, le haré que ande tras mí, como caballerizo de
«Bien parecerás... pero será menester que
te rapes las barbas a menudo, que, según
las tienes de espesas, aborrascadas y mal
puestas, si no te las rapas a navaja cada
dos días por lo menos, a tiro de escopeta se
echará de ver lo que eres»
LECCIÓN 10
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grande». Esta curiosa relación imaginaria, que replica la de DQ y SP como fiel seguidor y que recibe la ratificación de DQ –«puedes
ser tú el primero conde que lleve tras sí su barbero»–, resulta problemática, dado el reciente tratamiento violento del barbero por
parte del hidalgo.
Finalmente, notemos el último comentario de DQ del capítulo: «es de más confianza el hacer la barba que ensillar un caballo».
Además de indicar el mundo burgués en el que anda nuestro caballero medieval, subraya lo peligroso que es dejarse afeitar por otro.
¿Qué está haciendo Cervantes con todos los barberos de su novela? Tenemos el barbero amigo de Alonso Quijano, el del yelmo de
Mambrino y ahora éste de la fantasía cortesana de SP. La verdad no sé, pero sería interesante comparar el simbolismo del barbero a
lo largo de la mejor novela de todos los tiempos con algo muy parecido que se puede ver en las películas de Hollywood. Véase, por
ejemplo, las escenas de afeite protagonizadas por Clint Eastwood en la película El jinete pálido o Robert de Niro en Los intocables,
donde se retrata la fina línea que divide la profesión de barbero y la de criminal arquetípico como el vaquero malo o el mafioso.
Para resumir: como casi todos los episodios de la novela de Cervantes, el del yelmo de Mambrino es engañosamente sencillo.
Si por una parte la experiencia es «madre de las ciencias todas», por otra, parece que se requiere un poco de investigación para
comprobar su verdadero significado. Lo que es una curación médica para uno puede ser una estupidez supersticiosa para otro. Y
si traemos la cuestión del comportamiento moral, las cosas se complican aún más. En algún momento histórico hay que condenar
al barbero cuya función es la de sangrar a sus pacientes, incluso si él no sabe que les hace daño. ¿Y qué hacemos con el caballero
que ataca a inocentes que no son necesariamente tan inocentes? Y otra pregunta, ¿merece un pobre escudero que se jacta de su
superioridad sanguínea y que se olvida tan fácilmente de su mujer ser elevado al estado de conde ducal? Uy, a veces las estimaciones
morales son tan dudosas como la delgada línea entre la cuchilla de afeitar afilada y la que no lo está.
LECCIÓN 10
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- Juan de Mariana, La dignidad real y la educación del rey
“Es sin embargo, saludable que estén
persuadidos los príncipes de que si
oprimen al reino, si se hacen intolerables
por sus vicios y por sus delitos, pueden
ser privados de la vida, no sólo con
derecho, sino hasta con aplauso y gloria
de las generaciones venideras”.
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LECCIÓN 11
Losgaleotes
E
l capítulo veintidós de DQ, el famoso episodio de los galeotes, es otro de los más reciamente debatidos por los críticos. Es
sencillo ver por qué. Por una parte, es inevitable que la justicia del siglo XVI nos parezca exagerada y cruel a los lectores
modernos. Por otra parte, el hecho de que el hidalgo loco libere a los prisioneros del rey siempre nos tentará a considerar
la idea de que Cervantes mismo se aprovechó del episodio para darnos de manera disimulada su propia opinión sobre las relaciones
políticas de su época, como anteriormente efectuó con el discurso de la edad dorada. He de admitir que a través de los años yo
mismo he cambiado de opinión dos o tres veces sobre cómo interpretar este episodio. Como diría Cervantes, tú, desocupado lector,
tienes que decidirte.
Otro episodio fundamental empieza con una alusión a Cide Hamete Benengeli. Esta vez el segundo narrador le llama «autor
arábigo y manchego». Fijémonos en lo complicada que es esta frase: ¿cómo que a la vez arábigo y manchego? Es fácil ignorar ese
comentario, pero hemos de recordar que hacia finales del siglo XVI, España está a punto de expulsar definitivamente a su población
morisca. Así que la frase no nos permite separar la cuestión de la justicia de Felipe III de España respecto a los criminales comunes y
la justicia del mismo rey respecto a todo un pueblo arrinconado según uno de los primeros casos del etnocentrismo moderno.
Atendamos a los detalles del episodio. Cuando los héroes ven a doce hombres
«ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con
esposas a las manos», SP no vacila en afirmar qué son: «Esta es cadena de galeotes, gente
forzada del rey, que va a las galeras». Es importante reconocer que ser condenado a las
galeras era una sentencia durísima y casi equivalente a la pena de muerte, porque además
del hecho de que la mayoría de los galeotes no sabían nadar y encima llevaban cadenas,
tampoco tenían manera de defenderse. Además, como el remo era la manera de conducir
y propulsar los barcos de guerra, solían ser los galeotes el blanco principal de los disparos
del enemigo.
«ensartados como cuentas
en una gran cadena de
hierro por los cuellos, y
todos con esposas a las
manos»
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Es de subrayar que la reacción de DQ al comentario de SP va directamente a la función política del rey: «¿Es posible que el rey haga
fuerza a ninguna gente?» Y es difícil no escuchar en este comentario una crítica de los Habsburgo que se aprovechaban del sistema
judicial de Castilla para conseguir el dinero y los soldados necesarios para proceder con sus guerras en el extranjero. Asimismo, el
rey, según las leyes tradicionales de los reinos de España, tenía poderes muy limitados. La postura de DQ indica de manera figurada
que los ha transgredido: «aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables».
Después de esta breve exposición sobre el poder real y las galeras a las cuales se dirigen los prisioneros, DQ interroga a cada
uno sobre «la causa de su desgracia». Lo que se destaca aquí es el contraste entre los crímenes que han cometido y la dureza de
sus tormentos y sus sentencias. Este contraste cobra énfasis con los juegos de palabras y los malentendidos de DQ durante las
entrevistas. Por ejemplo, el primer prisionero dice que va a las galeras «por enamorado» y DQ responde que «Pues si por enamorados
echan a galeras, días ha que pudiera yo estar bogando en ellas». El galeote aclara que se había enamorado de manera figurada,
queriendo «tanto a una canasta de colar atestada de ropa blanca». Por este hurto le dieron cien látigos y tres años en las galeras. De
manera semejante, el segundo prisionero va «por músico y cantor», y DQ está confundido otra vez, pero resulta que «cantar» aquí
quiere decir que había confesado haber sido «ladrón de bestias» durante la tortura.
El tercer galeote dice que va por cinco años a las galeras
«por faltarme diez ducados» y DQ otra vez no comprende
y le ofrece «veinte de muy buena gana... por libraros desa
pesadumbre». Aquí Cervantes nos da una pequeña lección
sobre la enigmática “utilidad marginal” de los bienes, pues la
respuesta del prisionero indica que el dinero sólo es útil en un
contexto donde vale algo: «Eso me parece... como quien tiene
dineros en mitad del golfo y se está muriendo de hambre, sin
tener adonde comprar lo que ha menester». Y agrega que el
dinero le pudiera haber evitado su situación actual porque
el sistema judicial es corrupto: «si a su tiempo tuviera yo
esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece,
hubiera untado con ellos la péndola del escribano y
avivado el ingenio del procurador, de manera que
hoy me viera en mitad de la plaza de Zocodover de
Toledo, y no en este camino». No descubrimos de
LECCIÓN 11
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qué crimen ha sido acusado este tercer prisionero, lo cual quizás nos señale que en los tres primeros casos hay bastante ironía
en el hecho de que DQ mismo haya cometido crímenes igualmente graves, pues, dos veces no ha pagado a venteros, mató a más de
siete bestias durante la batalla de los rebaños y le acaba de robar a un barbero su bacía.
Luego, nos enteramos del caso más triste de todos: «un hombre de venerable
rostro, con una barba blanca que le pasaba del pecho; el cual, oyéndose
preguntar la causa porque allí venía, comenzó a llorar y no respondió palabra».
Otro prisionero le explica a DQ que el viejo va a las galeras «por alcahuete»
(facilitador de encuentros amorosos) y por unas pintas de «hechicero». Si
recordamos la función imprescindible de la doncella en la historia caballeresca
que DQ narró en el capítulo anterior, es fácil entender la reivindicación del oficio
de alcahuete que el hidalgo loco hace en este momento. Dice que el hombre no
merece ir a las galeras sino ser «general
dellas. Porque no es así comoquiera el
oficio de alcahuete, que es oficio de discretos y necesarísimo en la república bien ordenada».
Es más, DQ dice que ver a este hombre venerable «en tanta fatiga por alcahuete» le hace
perdonar «el adjunto de ser hechicero», e incluso arguye de manera cuasi científica que «no
hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples
piensan, que es libre nuestro albedrío y no hay yerba ni encanto que le fuerce». Y al final
de este discurso en defensa de los alcahuetes que hace DQ, SP «sacó un real de a cuatro
del seno y se le dio de limosna» al pobre viejo. La aparición y el movimiento del dinero son
importantísimos a lo largo de la novela. ¿Nos está señalando aquí Cervantes que la profesión
de alcahuete porta cierta nobleza?
El siguiente prisionero al que DQ le habla nos vuelve a la temática
pre-freudiana que encontramos en la obra cervantina. Éste ha tenido
relaciones sexuales con sus primas y luego con otras dos mujeres,
haciéndose «crecer la parentela tan intricadamente, que no hay diablo
que la declare». Curiosamente, este parece ser el hombre más educado
del grupo, «iba en hábito de estudiante, y dijo una de las guardas que era
muy grande hablador y muy gentil latino».
LECCIÓN 11
«no hay hechizos en el mundo
que puedan mover y forzar la
voluntad, como algunos simples
piensan, que es libre nuestro
albedrío y no hay yerba ni
encanto que le fuerce»
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LECCIÓN 12
GinésdePasamonte
A
continuación se presenta a una de las figuras más enigmáticas de toda la novela, el famoso Ginés de Pasamonte, que
tendrá un papel importante en varios episodios de ahora en adelante. Lo primero que hemos de notar es la importancia
que Cervantes le da a este personaje: lo describe como «de muy buen parecer, de edad de treinta años» con la excepción
de que es un poco bizco. Además, viene «diferentemente atado que los demás», con cadenas por todas partes, convirtiéndolo en
una figura simbólica, quizás algún tipo de proyección del espíritu de nuestro hidalgo loco. De hecho parece ser un tipo de chivo
expiatorio, que sana todos los pecados de los demás, pues uno de los guardas afirma que «tenía aquel solo más delitos que todos los
otros juntos y que era tan atrevido y tan grande bellaco, que, aunque le llevaban de aquella manera, no iban seguros dél, sino que
temían que se les había de huir».
Ginés de Pasamonte ha dado lugar a fervientes debates entre los especialistas en
Cervantes, los llamados “cervantistas”. La figura más encadenada de la novela parece ser
un calco de un personaje histórico, Jerónimo de Pasamonte, un rival de Cervantes que
escribió un testimonio autobiográfico en el cual se jactó de sus hazañas en la batalla de
Lepanto contra los turcos en 1571. Hay unos que incluso creen que Pasamonte fue autor
de la continuación apócrifa del Quijote que se publicó en 1614 bajo el pseudónimo de
Avellaneda. Cervantes también estuvo en Lepanto, donde perdió el uso de su brazo
izquierdo y, al parecer, se ofendió tanto del testimonio exagerado de la participación de
Pasamonte en la batalla como de su continuación del Quijote.
Sin embargo, en lugar de reducir la literatura a una rivalidad entre dos veteranos de
Lepanto, fijémonos en que Ginés de Pasamonte es una figura compleja e importante de
por sí. Más que nada, hay que reconocer que Pasamonte es el sumo representante de la
figura del pícaro, un personaje liminal entre un ladrón y un pordiosero, que podemos
definir como anti-heroico y protagonista de cierto género de novelas autobiográficas
que ya eran típicas de la literatura española para finales del siglo XVI. Sin ir más lejos, en
la actualidad, la figura del anti-héroe romantizada se ha convertido en moneda
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corriente de series televisivas y películas como, por ejemplo, Breaking Bad.
De hecho, el comisario encargado del transporte de los galeotes confirma que
Pasamonte ha escrito la historia de su vida y ha dejado «empeñado el libro en
la cárcel en docientos reales». Luego, cuando DQ se escandaliza por ese valor
–«¿Tan bueno es?»–, Ginés cita directamente el primer ejemplo de la novela
picaresca: «Es tan bueno... que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos
cuantos de aquel género se han escrito o escribieren». Es decir, durante esta
sección de la novela, Cervantes tenía en mente los temas y las técnicas de
la novela picaresca. Hay que preguntarse, ¿qué valor moral, social o literario
tenía la novela picaresca para Cervantes? Todos los cervantistas creemos que
lo sabemos, pero es dudable que esta cuestión se haya resuelto del todo.
Después viene un chiste final respecto a la producción literaria del pícaro.
Cuando DQ le pregunta si está acabado su libro intitulado La vida de Ginés
de Pasamonte, el galeote autor responde irónicamente: «¿Cómo puede
estar acabado... si aún no está acabada mi vida?» Puede que acá haya una
referencia más bien autobiográfica de Cervantes, un autor que fue soldado
marítimo y prisionero varias veces tanto en Argelia como en España. Desde
luego es sugestiva la familiaridad que tiene Pasamonte con las galeras –«ya
sé a qué sabe el bizcocho y el corbacho»– y cuando dice que dadas sus
circunstancias ha tenido que componer su libro utilizando la memoria –«me
lo sé de coro»– quizás se perciba algo del modo de componer cervantino.
Aún más sugestivo es el giro antimonárquico que toma la novela en estos
momentos. Pasamonte comenta de manera irreverente que ya ha estado
una oportunidad anterior en las galeras: «Para servir a Dios y al rey, otra vez
he estado cuatro años». Y cuando el comisario le llama “bellaco”, responde
con un enojo peculiarmente formal, incluso legalista, insinuando que el
mismísimo comisario se ha comportado de manera criminal: «aquellos
señores no le dieron esa vara para que maltratase a los pobretes que aquí
vamos, sino para que nos guiase y llevase adonde su Majestad manda.
LECCIÓN 12
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Si no, por vida de... Basta, que podría ser que saliesen algún día en la colada las manchas que se hicieron en la venta». No nos
enteraremos de qué «manchas» realizadas en qué «venta» habla Pasamonte. Quizás sea otra ironía cervantina el hecho de que los
únicos culpables de comportarse de manera ilegítima en unas ventas son precisamente DQ y SP.
De todos modos, «Alzó la vara en alto el comisario para dar a Pasamonte», y de repente
DQ se lanza a defender a las pobres víctimas de la justicia mal aplicada. No sólo insinúa
que ha habido algún «torcido juicio del juez» y que tanto el tormento como la corrupción
han tenido su parte en las sentencias de los galeotes, sino que eventualmente apela
a la moralidad transcendental: «me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y
naturaleza hizo libres». El comisario resiste la crítica e incluso insulta a DQ, transformando
el yelmo de Mambrino no en bacía de barbero sino en orinal: «Váyase vuestra merced,
señor, norabuena su camino adelante y endérecese ese bacín que trae en la cabeza y no
ande buscando tres pies al gato». DQ responde arremetiendo contra el comisario y en
poco tiempo todos los galeotes están libres y los guardas desertados.
SP entiende perfectamente lo que significa todo esto: «los que iban huyendo habían de dar noticia del caso a la Santa Hermandad,
la cual a campana herida saldría a buscar los delincuentes». Por eso le ruega a su amo que se escondan en la sierra de al lado. Símbolo
del revés que se ha dado a la justicia oficial es el destino del comisario, quien acaba completamente «despojado» y «en cueros».
Pero como es típico de DQ, éste insiste en que los galeotes vayan a El Toboso para presentarse ante Dulcinea y contarle todos los
detalles de la aventura. Ginés de Pasamonte no lo consentirá y, pensando igual que SP, dice que los galeotes tienen que huir solos,
«cada uno por su parte, procurando meterse en las entrañas de la tierra, por no ser hallado de la Santa Hermandad». Pasamonte hace
una curiosa alusión bíblica acá, al éxodo de los judíos de Egipto, interesante por el hecho de que estemos a punto de entrar en la
Sierra Morena que separa el mundo cristiano de La Mancha del mundo moro de Andalucía y por el hecho de que asocie Egipto con
El Toboso y no Córdoba o Granada.
Se termina el episodio con los galeotes arrojando una lluvia de piedras sobre nuestros héroes, dejándoles molidos y en el suelo
otra vez. Un detalle interesante es que uno de los galeotes, el estudiante de latín, «fue sobre» DQ «y le quitó la bacía de la cabeza
y diole en ella tres o cuatro golpes en las espaldas y otros tantos en tierra, con que la hizo pedazos». Así se acaba el yelmo de
Mambrino. La descripción final del asno de SP es preciosa y en ella suena el misticismo contemplativo del final del Cántico espiritual
de San Juan de la Cruz: «cabizbajo y pensativo, sacudiendo de cuando en cuando las orejas, pensando que aún no había cesado la
borrasca de las piedras que le perseguían los oídos».
LECCIÓN 12
«Váyase vuestra merced,
señor, norabuena su
camino adelante y
endérecese ese bacín que
trae en la cabeza y no
ande buscando tres pies
al gato»
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Para resumir: El episodio final de la trayectoria hacia la Sierra Morena, dentro de la cual va a tener lugar el resto de la novela,
se caracteriza por unos toques antimonárquicos, un tono crítico del sistema judicial de la España hacia 1600, unas energéticas
referencias al género de la novela picaresca y más alusiones étnicas y culturales que por su parte siguen subrayando la identidad
problemática de nuestro héroe: pues, se refiere a Cide Hamete como autor «arábigo y manchego», se trata a El Toboso como si fuese
Egipto y, quizás más que nada, se investigan las contradicciones morales que sostienen la guerra marítima de los Habsburgo contra
el Islam en el Mediterráneo. De hecho, gracias a su liberación de los galeotes, DQ y SP ahora no son ni más ni menos que rebeldes
contra la ley de su Majestad. Pero hemos de tener cuidado: el mero hecho de que DQ, e incluso quizás Cervantes mismo, crean que
no se debe condenar a las galeras a este grupo de criminales encadenados no significa necesariamente que nuestro autor, siempre
orgulloso de haber participado en la batalla de Lepanto, estuviese en desacuerdo con la lucha contra los turcos. De lo único que sí
podemos tener certeza es que la ironía de Cervantes no le da clemencia a nadie.
LECCIÓN 12
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- Anónimo, La vida de Lazarillo de Tormes
“Siendo ya en este tiempo buen mozuelo, entrando un día en la
iglesia mayor, un capellán de ella me recibió por suyo, y púsome en
poder un asno y cuatro cántaros y un azote, y comencé a echar agua
por la ciudad. Éste fue el primer escalón que yo subí para venir a
alcanzar buena vida, porque mi boca era medida. Daba cada día a mi
amo treinta maravedís ganados, y los sábados ganaba para mí, y todo
lo demás, entre semana, de treinta maravedís”.
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LoshéroesenlaSierraMorena
E
l capítulo veintitrés se trata de la entrada definitiva de los héroes en la Sierra Morena, su hallazgo de una maleta abandonada
y, como punto culminante, su encuentro con otra figura misteriosa de la novela, un joven loco que anda perdido en esas
sierras. Dado el encuentro ambivalente con los galeotes en el capítulo anterior, lo que sobresale de la exposición del
capítulo veintitrés es la especificidad étnica del comentario sardónico de SP frente al juro de su amo de «escarmentar para desde aquí
adelante», es decir, aprender de la experiencia y perseverar. SP está harto ya de la lógica incoherente de su amo: «Así escarmentará
vuestra merced... como yo soy turco». Lo único que le preocupa al escudero es que la Santa Hermandad va a venir a por ellos. La
alusión al turco da remate a toda la problemática militar del capítulo anterior. A estas alturas de la novela, si hemos estado leyendo
con cuidado, nos tenemos que haber enterado ya de una técnica fundamental de Cervantes: el enlazamiento continuo que establece
entre los distintos capítulos. Esta técnica es heredada más que nada de la novela bizantina del período clásico tardío y también de
la novela pastoril del Renacimiento.
Ante la idea de huir sugerida por SP, DQ discrepa, afirmando que no es cobarde y
así piensa «aguardar aquí, solo, no solamente a la Santa Hermandad que dices y temes,
sino a los hermanos de los doce Tribus de Israel y a los siete Macabeos y a Cástor y a
Pólux, y aun a todos los hermanos y hermandades que
hay en el mundo».
Bien cómico resulta este confuso listado de hermanos, pero quizás también simbólico del
tema de la violencia mitológica y la futilidad de trazar pureza étnica en la ascendencia de
cualquier personaje del sur de España hacia finales del siglo XVI. Colmando estas alusiones
confusas a mitos clásicos y bíblicos, el narrador nos dice que nuestros héroes «se entraron
por una parte de Sierra Morena que allí junto estaba» y que SP tenía la «intención de
atravesarla toda e ir a salir al Viso o a Almodóvar del Campo». Dado que estos dos puntos
de salida quedan muy al norte de donde están los personajes, el laberinto genealógico
se ve complementado por otro topográfico.
LECCIÓN 13
«se entraron por una parte
de Sierra Morena que allí
junto estaba»
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No obstante, lo más importante es ver cómo el tema asnino resurge a la entrada de la Sierra Morena. Para convencer a su amo
de esconderse, SP apela al «buen gobierno», es decir, al sentido común y luego los guía «sobre su asno», juzgando «a milagro» el
hecho de que se haya conservado «la dispensa que sobre su asno venía». Y un poco más tarde vemos cierta transposición de las
actitudes de los personajes: «Así como don Quijote entró por aquellas montañas, se le alegró el corazón, pareciéndole aquellos
lugares acomodados para las aventuras que buscaba»; mientras que SP «iba tras su amo, sentado a la mujeriega sobre su jumento,
sacando de un costal y embaulando en su panza; y no se le diera por hallar otra aventura, entre tanto que iba de aquella manera, un
ardite».
Ahora bien, este curioso desplazamiento, según el cual SP se transforma de jinete guiador masculino en jinete seguidor parecido
a una doncella encima de un palafrén, todo complementado por una alusión explícita a su apellido, “Panza”, requiere que abramos
un paréntesis bastante extenso. Es que confrontamos el más profundo misterio filológico de toda la novela, a saber, ¿qué pasa con
el asno de SP? En la edición príncipe de la novela el asno de SP desaparece sin explicación hacia la mitad del capítulo veinticinco y
el escudero anda a pie hasta el principio del capítulo cuarenta y seis, cuando el segundo ventero jura que no saldrán «de la venta
Rocinante, ni el jumento de Sancho, sin que le pagase primero hasta el último ardite». Pero en la segunda edición, Cervantes insertó
una breve explicación del robo del rucio de SP justo antes de la frase en la cual DQ se alegra entrándose «por aquellas montañas».
La adición al capítulo veintitrés nos da muchísima información y sería un
error pasarla por alto. En primer lugar, el narrador nos indica que SP tenía
confianza en que las provisiones que llevaba desde la aventura del cuerpo
muerto les fuesen a durar lo suficiente para que se pudiesen escapar de la
Santa Hermandad. Los dos llegaron «a la mitad de las entrañas de Sierra
Morena» y se durmieron. En esto llegó Ginés de Pasamonte y le hurtó el asno
a Sancho Panza. Cuando amaneció, SP se enteró de la pérdida de su borrica y
«comenzó a hacer el más triste y doloroso llanto del mundo». El llanto de SP
indica el valor del rucio de manera exagerada, pero a la vez bastante precisa:
«¡Oh hijo de mis entrañas, nacido en mi mesma casa, brinco de mis hijos,
regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos, alivio de mis cargas y, finalmente,
sustentador de la mitad de mi persona, porque con veinte y seis maravedís
que ganaba cada día mediaba yo mi despensa!». En otras palabras, gracias a
los acarreos que hacía SP con su asno, lograba cubrir la mitad de sus gastos.
«comenzó a hacer el más triste
y doloroso llanto del mundo»
LECCIÓN 13
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Esta precisión económica se ve complementada por la reacción de DQ, que le prometió dar a SP «una cédula de cambio para que
le diesen tres» de los cinco pollinos que el hidalgo tenía en su casa. De ahora en adelante, entonces, técnicamente el valor del asno
perdido de SP se ve triplicado.
Estás desocupado lector ante una decisión. ¿Hasta qué punto son los “errores” de la novela simples lapsos por parte del autor o
del impresor? Desde luego ciertas equivocaciones a nivel tipográfico se podrían considerar resbalones inevitables en el proceso de
escribir e imprimir un texto tan largo y complicado como DQ hacia principios del siglo XVII. Sin embargo, otros “yerros” requieren
más atención, como creo que es el caso de lo que podríamos llamar los asnos “intermitentes” de SP. Me niego a creer que Cervantes
no tuviera algo en mente cuando jugaba con la multitud de burros y otros jumentos problemáticos de su novela. Lo que veo es
un caso de simbolismo consciente en torno al borrico, a veces, quizás posterior a lo sucedido durante la impresión de la edición
príncipe, pero no por eso sin significado mayor. Quiero decir que aun si hay errores en torno a los pollinos de SP, Cervantes parece
haber comprendido que, como el asno ya le era un símbolo de gran importancia para la novela en sí, entonces esos errores tienen el
bonito efecto de llamar la atención del lector sobre el símbolo.
LECCIÓN 13
“Lo que veo es un caso de
simbolismo consciente en
torno al borrico”
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LECCIÓN 14
Lamaletaabandonada
A
ntes de proseguir con nuestra glosa del capítulo veintitrés, haremos bien en contemplar una
serie de asnos a los cuales puede que Cervantes aluda a lo largo de su novela: tenemos “el asno
filosófico”de Buridán en contra del libre albedrío (cf. DQ 1.22),“el asno de la tiranía democrática”
según Platón (cf. DQ 1.45, 2.27), “el asno del culto a la risa” del mito de Sileno (cf. DQ 1.15), “el asno de la
metamorfosis sexual y moral” de Apuleyo (cf. DQ 1.35), “el asno religioso y anti-imperial” encima del cual
Cristo entra en Jerusalén (cf. DQ 1.5), “el asno del matrimonio” entre María y José (cf. DQ 1.37) e incluso
el “pons asinorum” de Euclides que representa la falta del razonamiento geométrico-matemático (cf. DQ
1.32-33). ¿Cuál de esos siete o más asnos ves tú? Confieso que tiendo a creer cada vez más que la novela de
Cervantes despliega una combinación de todos. Agregaría que La comedia de los asnos (Asinaria en latín)
de Plauto será fundamental para entender la intencionalidad cervantina al respecto.
Si lo pensamos bien, la novela es una investigación de los dilemas filosóficos y políticos planteados por
la identidad étnica del héroe español hacia 1605. Tanto la risa como la transformación del protagonista en
un individuo más respetuoso de los deseos de la mujer, parecen ofrecernos algunas de las soluciones que
circulaban en la mente del autor. De manera semejante, hacia finales de la novela, la incorporación del
asno cristiano le permitirá al autor plantear el dilema que estaba a punto de provocar la expulsión de los
moriscos que iba a ordenar Felipe III. Y Cervantes parece indicar que todos esos significados asnales están
tan íntimamente entrelazados como el cosmos. Finalmente,
quisiera tomar un momento para analizar una metáfora asnina
que parece subrayar el contrato burgués, es decir, la valoración
de las relaciones sociales en torno al intercambio de dinero por
servicios muy por encima de los dictámenes tradicionales de las
castas medievales. Esto lo podríamos llamar “el asno económico
salamantino”, pues aparece en relación con la novela picaresca
española, la cual por su parte deriva de la filosofía neo-aristotélica
de la Universidad de Salamanca hacia mediados del siglo XVI.
“Tanto la risa como
la transformación del
protagonista en un
individuo más respetuoso
de los deseos de la mujer”
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Volvamos a la acción de la novela y notemos que los detalles del resto del
episodio tienen mucho que ver con un jumento perdido. SP «alzó los ojos y
vio que su amo estaba parado, procurando con la punta del lanzón alzar» algo
del suelo. Resulta ser «un cojín» que iría por debajo de una silla de montar y
«una maleta asida a él». La maleta está sujetada por una cadena, pero porque
está podrida del todo, SP fácilmente la abre y encuentra «cuatro camisas de
delgada holanda» y luego, envuelto un pañizuelo, «un buen montoncillo de
escudos de oro». La reacción de SP es preciosa: «¡Bendito sea todo el cielo,
que nos ha deparado una aventura que sea de provecho!». DQ no vacila en
ser magnánimo con el dinero de la maleta: «mandóle que guardase el dinero
y lo tomase para él» y como es de esperar, «Besóle las manos Sancho por la
merced». Esta pequeña escena puede ser la parodia más sofisticada de la
Reconquista española de toda la historia. Fijémonos también en que hay
algún eco irónico del episodio de los batanes acá, pues hay textiles y una
cantidad de dinero que compensa muy bien a SP por todo su trabajo. De
hecho, según la información sobre su salario de labrador que nos dará SP en
el capítulo veintiocho de la segunda parte, estos «escudos, que pasaban de
ciento», encontrados en la Sierra Morena y luego conferidos por DQ, suman
más de cuatro años de trabajo por parte de nuestro campesino escuderil.
Por un momento, DQ adopta la postura de un detective, especulando que
la maleta indica que algún caminante podría haber sido asaltado por unos
ladrones, pero SP rectifica con claridad: «si fueran ladrones no se dejaran aquí
este dinero». Luego pasamos al otro objeto de interés que se ha encontrado
en la maleta, un «librillo de memorias ricamente guarnecido», que DQ quiere
leer para «venir en conocimiento de lo que deseamos». El librillo contiene
un soneto y una carta. El soneto se trata del amor frustrado entre un poeta
desconocido y una tal «Fili», nombre que típicamente sustituía al de la amada
en la poesía y que significa alguien que es alegre o que promueve la felicidad
entre otros. Dejando de lado los sonetos preliminares de la novela, este es el
primero de toda la novela. Tiene que ser importante y lo es. Funciona como
“Don Quijote no vacila en ser
magnánimo con el dinero de la
maleta: «mandóle que guardase el
dinero y lo tomase para él»”
LECCIÓN 14
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  • 3. Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu - Sófocles, Áyax “preso de un ataque de locura, nuestro ilustre Áyax ha quedado en esta noche deshonrado”.
  • 4. 4 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu «Yovalgoporciento» A l principio del capítulo quince se abre la tercera parte de la novela de 1605 con otra interrupción, algo parecida, aunque no tan drástica, a la del principio del capítulo nueve cuando el narrador había perdido el manuscrito original. Esta vez, el narrador nos informa que según Cide Hamete Benengeli, el autor árabe original, DQ y SP «se entraron por el mesmo bosque donde vieron que se había entrado la pastora Marcela». Buscan por todas partes, pero no la pueden encontrar, así que paran en «un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y fresco». Se trata de otro tópico literario, un “lugar ameno”, donde amo y mozo comen y descansan. Y, así, todavía dentro del ámbito del género pastoril, el narrador nos recuerda tanto la temática sexual como la trayectoria sureña de los capítulos anteriores: a SP no se le ocurre atar a Rocinante, porque «le conocía por tan manso y tan poco rijoso, que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro». Como vimos en el capítulo cinco, el diablo, intruso cada vez más frecuente en la novela, hace que unos arrieros gallegos pasen por allí y elijan el mismo lugar para dar pasto a sus hacas. (Por cierto, notemos que el pueblo soriano de Yanguas que aparece en el título del capítulo, no tiene nada que ver con el episodio.) La descripción de la reacción de Rocinante es preciosa, tanto por su manera eufemística de describir la sexualidad del caballo como su imitación indirecta de la voz caballeresca de DQ: «le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas, y saliendo, así como las olió, de su natural paso y costumbre, sin pedir licencia a su dueño, tomó un trotico algo picadillo y se fue a comunicar su necesidad con ellas». El comportamiento de las hacas nos recuerda a Marcela: «Mas ellas, que, a lo que pareció, debían de tener más gana de pacer que de ál, recibiéronle con las herraduras y con los dientes». Luego, los arrieros también le dan unos palos, dejándole «malparado en el suelo». Pobre Rocinante. Aquí nos recuerda al destino patético de su amo al final de tantos episodios. LECCIÓN 1 «se entraron por el mesmo bosque donde vieron que se había entrado la pastora Marcela»
  • 5. 5 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu DQ insiste en tomar venganza, y aunque SP observa irónicamente que ellos «son más de veinte, y nosotros no más de dos, y aun quizá nosotros sino uno y medio», DQ replica, «Yo valgo por ciento». Al final nuestros héroes son machacados una vez más y se acaban en el suelo para contemplar su situación. Primero, «con voz enferma y lastimada», SP le pide a DQ «dos tragos de aquella bebida del feo Blas», y DQ jura tenerla en su poder «antes que pasen dos días». Luego, DQ intenta explicar qué les ha pasado, atribuyendo la catástrofe a su propia trasgresión de «las leyes de caballería» por «poner mano a la espada contra hombres que no fuesen armados caballeros». Así que el «dios de las batallas» le ha castigado y será para el escudero castigar a «semejante canalla» en el futuro. SP, como siempre, responde que es hombre pacífico y que «en ninguna manera» pondrá «mano a la espada, ni contra villano ni contra caballero». Tal respuesta le preocupa a DQ y su reacción es sugestiva, en primer lugar por las desventuras militares de España hacia finales del siglo XVI y, en segundo, por su autoritarismo político. Según el loco hidalgo, SP tiene que luchar para subir al estado social adecuado: «si el viento de la fortuna... en nuestro favor se vuelve, llevándonos las velas del deseo para que... tomemos puerto en alguna de las ínsulas que te tengo prometida, ¿qué sería de ti si, ganándola yo, te hiciese señor della? Pues lo vendrás a imposibilitar por no ser caballero». La fortuna política está repleta de alteraciones y hay que tener «entendimiento para saberse gobernar». Mientras DQ se revela dispuesto a interpretar «esta tan grande tempestad de palos» que acaban de sufrir como aspecto inevitable de la vida de los caballeros LECCIÓN 1 Así que el «dios de las batallas» le ha castigado y será para el escudero castigar a «semejante canalla» en el futuro.
  • 6. 6 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu andantes, SP permanece escéptico. Así que DQ tiene que perseverar en su argumento, aunque hemos de admitir que los ejemplos que trae son cada vez menos convincentes. Entre el listado de caballeros molidos durante sus aventuras, menciona el caso hilarante del Caballero del Febo que atrapado por sus enemigos, «se halló en una honda sima debajo de tierra, atado de pies y manos, y allí le echaron una destas que llaman melecinas [lavativas] de agua de nieve y arena, de lo que llegó muy al cabo». No es de sorprender que SP ya no se deje convencer. Al final del capítulo quince notemos otro giro hacia lo asnino similar al del capítulo cinco. Es que el jumento de SP es el único que ha quedado libre del molimiento y DQ reconoce que «esa bestezuela podrá suplir ahora la falta de Rocinante, llevándome a mí desde aquí a algún castillo donde sea curado de mis feridas». DQ trae el ejemplo mitológico de «aquel buen viejo Sileno, ayo y pedagogo del alegre dios de la risa», que «cuando entró en la ciudad de las cien puertas iba muy a su placer caballero sobre un muy hermoso asno» (cf. Juan 12.15). Curiosa confusión esta entre la Tebas de Grecia y la de Egipto. Luego el capítulo termina de manera que nos recuerda a la huida de María y José: «En resolución, Sancho acomodó a don Quijote sobre el asno y puso reata a Rocinante, y, llevando al asno de cabestro, se encaminó poco más a menos hacia donde le pareció que podía estar el camino real... en el cual descubrió una venta». Como es de esperar, pronto se pierden los dos en un debate sobre si es venta o castillo. LECCIÓN 1
  • 7. 7 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 2 LacitaamorosadeMaritornes E n el capítulo dieciséis Cervantes narra de manera magistral el caos experimentado por un grupo de personajes que pasan la noche en la segunda venta de la novela. Es como si Cervantes hubiera anticipado por más de tres siglos las intricadas bufonadas de los films de directores como Charlie Chaplin o Blake Edwards. Primero, observemos que el narrador reitera las notas cristianas de la conclusión del capítulo anterior, recordándonos que DQ llega «atravesado en el asno» y luego centrándose en la caracterización de la mujer del ventero, que «naturalmente era caritativa y se dolía de las calamidades de sus prójimos». Otra indicación de la apreciación que Cervantes tenía por la burguesía de la época. Mientras la ventera atiende a DQ, el narrador nos indica que le ayudan dos chicas muy diferentes, su hija, «muchacha y de muy buen parecer» y una moza asturiana, «ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana». Este contraste entre la hija y la moza será el motivo de la confusión que sigue: sólo tenemos que recordar el deseo que muestra DQ por Aldonza Lorenzo y quizás su propia sobrina, el cual lo convierte en lo que llamaríamos hoy en día un viejo verde. La confusión de la noche girará en torno al hecho de que Maritornes, la pobre asturiana, tiene una cita amorosa con un arriero alojado en el mismo ático donde van a pasar la noche DQ y SP. La calidad de la «maldita cama» donde se acuesta DQ también forma base de la parodia del encuentro romántico caballeresco que nuestro hidalgo loco tiene en la mente. Notemos que Cervantes nos da un breve preludio de la sexualidad del episodio cuando la ventera cuestiona la explicación que le ha dado SP de las heridas de DQ, diciendo que todo le parecía resultado más bien de golpes que de caída. SP insiste en que su amo se cayó, pero luego Mientras la ventera atiende a DQ, el narrador nos indica que le ayudan dos chicas muy diferentes, su hija, «muchacha y de muy buen parecer» y una moza asturiana, «ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana».
  • 8. 8 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu tiene que explicar sus propias heridas como resultado «del sobresalto que tomé de ver caer a mi amo». Luego, la doncella relata algo curiosamente parecido: «a mí me ha acontecido muchas veces soñar que caía de una torre abajo, y que nunca acababa de llegar al suelo, y cuando despertaba del sueño hallarme tan molida y quebrantada como si verdaderamente hubiera caído». Es fácil imaginar a Freud sacando alguna de sus teorías oníricas y sexuales de todo esto. Luego SP habla con la «doncella» acerca de su amo, a quien describe como «caballero aventurero» que aunque hoy fuese «la más desdichada criatura del mundo», pues «mañana tendría dos o tres coronas de reinos que dar a su escudero». En esto, DQ de repente le dirige a la ventera uno de sus discursos típicos sobre la vida caballaresca: «Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber alojado en este vuestro castillo a mi persona». Termina indicando la maleabilidad de sus deseos carnales, pues por una parte profesa su lealtad a los ojos de Dulcinea, pero luego dice que ojalá «que los desta fermosa doncella fueran señores de mi libertad». Este último detalle, junto con la cita que había hecho el arriero con Maritornes «que aquella noche se refocilarían juntos», nos da los ingredientes para que ocurra el caos que sigue. Por cierto, ese verbo “refocilarse” es el mismo que se utilizó para hablar de los deseos carnales de Rocinante en el episodio anterior. Una de las narraciones más sofisticadas de toda la novela está por empezar, pero de manera maravillosa, Cervantes hace una pausa para informarnos que el autor original de esta historia «hace particular mención» del arriero de este episodio «y aun quieren decir que era algo pariente suyo». ¡Hala! Menuda coincidencia, ¿no? Pero si en otros momentos el segundo narrador ha cuestionado las intenciones del autor árabe, aquí afirma que «Cide Mahamete Benengeli fue historiador muy curioso y muy puntual en todas las cosas, y échase bien de ver, pues las que quedan referidas, con ser tan mínimas y tan rateras, no las quiso pasar en silencio». Sin duda, lo que tenemos por delante ahora es una hazaña narrativa, casi fílmica en su efecto: empieza con la descripción de DQ fantaseando con «los ojos abiertos como liebre». Luego describe la «maravillosa quietud» del contorno: «Toda la venta LECCIÓN 2 «Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber alojado en este vuestro castillo a mi persona».
  • 9. 9 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu estaba en silencio, y en toda ella no había otra luz que la que daba una lámpara que colgada en medio del portal ardía». Según su locura, DQ cree que la hija del ventero «lo era del señor del castillo, cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido que aquella noche, a furto de sus padres, vendría a yacer con él una buena pieza». Estilo indirecto libre señalado fonéticamente. Y en esto DQ se preocupa por «el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso». Lo gracioso del episodio está no sólo en las alucinaciones de DQ, sino también en su comportamiento contrario a su supuesta lealtad a Dulcinea, pues una vez que Maritornes ha entrado en la habitación, el hidalgo «tendió los brazos para recebir a su fermosa doncella... la asió fuertemente de una muñeca y tirándola hacia sí, sin que ella osase hablar palabra, la hizo sentar sobre la cama». Haremos bien en notar hasta qué punto la imaginación de DQ orientaliza a Maritornes, volviéndola cada vez más exótica, transformando su «arpillera» en «finísimo y delgado cendal», «unas cuentas de vidro» en «preciosas perlas orientales» y sus «cabellos, que en alguna manera tiraban a crines», en «hebras de lucidísimo oro de Arabia». Y asiéndola bien (demasiado bien diría Freud), DQ proclama su lealtad a Dulcinea: «aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra fuera imposible». Mientras esto acontece, el arriero se pone celoso (¡los celos otra vez!) y se desata un caos total en la venta. El arriero machaca a DQ, Maritornes se cae encima de SP y los dos se dan golpes, el ventero llega «y todos menudeaban con tanta priesa, que no se daban punto de reposo». Encima se apaga la lámpara del ventero y todos se quedan en la oscuridad dándose tantos golpes «que a doquiera que ponían la mano no dejaban cosa sana». Eso parece un sketch de Los tres chiflados, o como decimos en inglés The Three Stooges. Mientras se desarrolla este caos, aparece el primer representante de la ley en toda la novela. Un «cuadrillero» de la Santa Hermandad Vieja de Toledo coge su «media vara», símbolo de su autoridad, entra en el aposento y grita «¡Ténganse a la justicia!» Todos se retiran y cuando el oficial se topa con DQ, «tendido boca arriba sin sentido alguno», cree que ha habido un asesinato y por unos instantes la narrativa cervantina vacila entre comedia burlesca y novela policiaca: «¡Ciérrese la puerta de la venta! ¡Miren no se vaya nadie, que han muerto aquí a un hombre!». LECCIÓN 2 Todos se retiran y cuando el oficial se topa con DQ, «tendido boca arriba sin sentido alguno»
  • 10. 10 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 3 ElmanteamientodeSancho E l capítulo diecisiete abre con una graciosa conversación entre amo y escudero durante la cual SP, primero, pierde su paciencia con DQ y luego tiene que transformar el sentido de sus propias palabras para no insultarle. Es una técnica maravillosa que vamos a ver repetida a lo largo de la novela. Pero ojo, también hay algo de la trayectoria norte-sur en la referencia que hace el narrador a un famoso romance del Cid. La misma idea se elabora aún más cuando DQ concluye que esta paliza que acaba de recibir ha sido porque «la fermosura desta doncella le debe de guardar algún encantado moro, y no debe de ser para mí». SP concuerda, agregando que «más de cuatrocientos moros me han aporreado a mí». DQ responde que todo va a salir bien, «que yo haré agora el bálsamo precioso, con que sanaremos en un abrir y cerrar de ojos». Cuando el cuadrillero regresa con una lámpara, tenemos otra viñeta de la crueldad humana para con el prójimo. El cuadrillero le pregunta a DQ de manera casual, «¿cómo va, buen hombre?» Cuando DQ objeta la informalidad de la forma de dirigirse a él diciendo, «¿Úsase en esta tierra hablar desa suerte a los caballeros andantes, majadero?», el oficial le da a DQ en la cabeza con la lámpara y todos los personajes quedan en la oscuridad otra vez. SP no tarda en desatar un comentario irónico: «Sin duda, señor, que este es el moro encantado, y debe de guardar el tesoro para otros, y para nosotros solo guarda las puñadas y los candilazos». Si la «cólera» y el «enojo» son los problemas «desta fortaleza», DQ tiene en mente la solución: «procura que se me dé un poco de aceite, vino, sal y «a mí me ha acontecido muchas veces soñar que caía de una torre abajo, y que nunca acababa de llegar al suelo, y cuando despertaba del sueño hallarme tan molida y quebrantada como si verdaderamente hubiera caído».
  • 11. 11 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu romero para hacer el salutífero bálsamo; que en verdad que creo que lo he bien menester ahora, porque se me va mucha sangre de la herida que esta fantasma me ha dado». Se insinúa aquí el tema metafísico de los fantasmas que se va a explorar en los capítulos venideros. Pero volvamos al mundo carnavalesco de DQ con su bálsamo. Cuando SP le pide al cuadrillero los ingredientes, éste insulta al escudero, reportándole al ventero «lo que aquel buen hombre quería». Luego DQ mezcla «sus simples» para hacer «un compuesto» y tenemos otro de los gestos irreverentes de la novela hacia los ritos católicos, pues el hidalgo reza «sobre la alcuza [jarra] más de ochenta paternostres y otras tantas avemarías, salves y credos, y a cada palabra acompañaba una cruz, a modo de bendición». Si logras leer lo que sucede ahora sin reírte, igual deberías tomarte todo el episodio menos en serio: «apenas lo acabó de beber, cuando comenzó a vomitar, de manera que no le quedó cosa en el estómago». No obstante, tres horas más tarde, DQ se siente completamente sano y declara que «con aquel remedio podía acometer desde allí adelante sin temor alguno cualesquiera ruinas, batallas y pendencias, por peligrosas que fuesen». Cuando SP ve esto, lo toma por milagro y quiere probar el bálsamo él mismo. Aquí la voz narrativa de Cervantes es preciosa: «Es, pues, el caso que el estómago del pobre Sancho no debía de ser tan delicado como el de su amo, y, así, primero que vomitase le dieron tantas ansias y bascas, con tantos trasudores y desmayos, que él pensó bien y verdaderamente que era llegada su última hora; y viéndose tan afligido y congojado, maldecía el bálsamo y al ladrón que se lo había dado». La reacción de DQ es risible también: «Yo creo, Sancho, que todo este mal te viene de no ser armado caballero». Y el resultado es peor aún: «En esto hizo su operación el brebaje, y comenzó el pobre escudero a desaguarse por entrambas canales, con tanta priesa, que la estera de enea sobre quien se había vuelto a echar, ni la manta de anjeo con que se cubría, fueron más de provecho. Sudaba y trasudaba con tales parasismos y accidentes, que no solamente él, sino todos pensaron que se le acababa la vida». «procura que se me dé un poco de aceite, vino, sal y romero para hacer el salutífero bálsamo; que en verdad que creo que lo he bien menester ahora, porque se me va mucha sangre de la herida que esta fantasma me ha dado». LECCIÓN 3
  • 12. 12 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Pero dejémonos de reír un momento. Si adoptamos el punto de vista del ventero, lo que sucede ahora no es nada gracioso. En primer lugar, cuando DQ roba un lanzón que encuentra en un rincón de la venta, sí se comporta como el ladrón que le había llamado SP. Luego, todo el tiempo haciéndose ojos con la hija del ventero, el hidalgo le pregunta a éste si le puede compensar el alojamiento haciéndole «vengado de algún soberbio que os haya fecho algún agravio». El ventero responde con sosiego y precisión: «Solo he menester que vuestra merced me pague el gasto que esta noche ha hecho en la venta, así de la paja y cebada de sus dos bestias como de la cena y camas». Por Dios, ¿otra vez? ¿No ha aprendido DQ nada de la salida anterior? ¿Y quién paga al final? Claro, SP. El episodio termina con el famoso e inolvidable “manteamiento de Sancho”. Unos pícaros, que también son vecinos de un mercado en Sevilla (el Sur de nuevo), se vengan de él, «como instigados y movidos de un mesmo espíritu». Es otra escena graciosísima, pero ya nos hemos reído bastante. Terminamos con el capítulo diecisiete observando cómo Cervantes trae una moraleja cristiana y burguesa a la vez: después de su manteamiento, cuando SP ruega a Maritornes que le traiga vino en lugar de agua, el narrador nos informa que «así lo hizo ella de muy buena voluntad, y lo pagó de su mesmo dinero: porque, en efecto, se dice della que, aunque estaba en aquel trato, tenía unas sombras y lejos de cristiana». Lo carnavalesco en Cervantes siempre esconde algo más, y así también indica «que el ventero se quedó con sus alforjas, en pago de lo que se le debía». Y un insultito más: el ventero quiere cerrar bien la puerta porque teme que DQ pueda volver, pero según el narrador, «no lo consintieron los manteadores, que... no le estimaran [a DQ] en dos ardites». El episodio termina con el famoso e inolvidable “manteamiento de Sancho” LECCIÓN 3
  • 13. 13 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 4 Labatalladelosrebaños E l capítulo dieciocho consiste en la famosa batalla de los rebaños. Algo parecido a la aventura de los molinos de viento; pero en lugar de Dante, se esconde aquí una alusión al famoso héroe épico clásico Áyax. Según una versión de la tragedia del más feroz de los guerreros griegos, éste se volvió loco y se suicidó después de matar a un rebaño de ovejas que creyó ser sus rivales. Pero antes de darnos su versión paródica de DQ como Áyax, Cervantes interpone un breve debate entre amo y escudero sobre lo que les pasó en la venta. DQ está convencido de que los que mantearon a SP eran «fantasmas y gente de otro mundo». SP discrepa y cree que las cosas sólo van a ir de mal en peor y que sería mejor que volvieran a su lugar para atender la cosecha y la hacienda. DQ reitera su actitud épica militar: «¿qué gusto puede igualarse al de vencer una batalla y al de triunfar de su enemigo?» SP observa que la experiencia hasta ahora no les ha proporcionado tal gusto y que incluso de la batalla del vizcaíno salió el caballero «con media oreja» menos. Este debate se corta cuando viene por el camino «una grande y espesa polvareda» levantada por «dos grandes manadas de ovejas y carneros». DQ anuncia que son dos ejércitos «de diversas e innumerables gentes» y le dice a SP que tienen que «Favorecer y ayudar a los menesterosos y desvalidos». La descripción que da DQ de todos los participantes es graciosísima por su parodia de los nombres caballerescos: tenemos al emperador Alifanfarón, Pentapolín del Arremangado Brazo, Micocolembo (nombre bastante lascivo), Laurcalco, señor de la Puente de Plata y Brandabarbarán, señor de las tres Arabias. Claro, SP sólo se preocupa por encontrar un lugar donde esconder su asno. Pero el «¿qué gusto puede igualarse al de vencer una batalla y al de triunfar de su enemigo?»
  • 14. 14 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu verdadero problema oculto detrás de todo esto es el de siempre, la identidad de DQ, es decir, ¿con quiénes y contra quiénes va a luchar? Por una parte, DQ inserta una historia romántica según la cual Alefanfarón «está enamorado de la hija de Pentapolín, que es una muy fermosa y además agraciada señora», algo que suena sospechosamente a las fantasías del loco hidalgo. Por otra parte, Alefanfarón «es un furibundo pagano» y no está dispuesto a dejar «la ley de su falso profeta Mahoma». Una vez más, Cervantes nos interroga con su narrativa: ¿Es DQ el defensor militante de la fe cristiana o un amante perdido y transcultural? Y tampoco es de sorprender que todo termina centrándose en la geografía de España. Los que se enfrentan son, de un lado, los turcos, árabes y africanos, mientras que los otros tienen «la sangre goda» asociada con la ascendencia europea de los héroes de la Reconquista y beben «las corrientes cristalinas» de todos los ríos de España: el Betis, el Tajo, el Genil, el Pisuerga y el Guadiana. SP empieza a dudar: «Quizá todo debe ser encantamento, como las fantasmas de anoche»; pero DQ está resuelto: «solo basto a dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda». Al final, el encuentro entre DQ y el «escuadrón de las ovejas» resulta algo parecido a uno entre el Áyax enloquecido y el joven David en su lucha contra Golías. DQ ataca a las ovejas: «comenzó de alanceallas con tanto coraje y denuedo como si de veras alanceara a sus mortales enemigos» y los pastores y ganaderos «desciñéronse las hondas y comenzaron a saludalle los oídos con piedras». DQ termina perdiendo «tres o cuatro dientes y muelas de la boca», sin embargo, en contra la evidencia empírica, insiste en que un sabio «ha vuelto los escuadrones de enemigos en manadas de ovejas». Incluso le dice a SP, «sube en tu asno y síguelos bonitamente y verás cómo, en alejándose de aquí algún poco, se vuelven en su ser primero». Antes de que SP pueda hacer eso, DQ le pide a su escudero que le mire cuántas muelas le faltan y el resultado es otra escena carnavalesca hilarante. Es que DQ se había tragado su bálsamo durante la batalla, así que «al tiempo que Sancho llegó a mirarle la boca, arrojó de sí, más recio que una escopeta, cuanto dentro tenía y dio con todo ello en las barbas del compasivo escudero». SP cree que es sangre, LECCIÓN 4
  • 15. 15 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu «“¡Santa María!... ¿y qué es esto que me ha sucedido? Sin duda este pecador está herido de muerte, pues vomita sangre por la boca”. Pero, reparando un poco más en ello, echó de ver en la color, sabor y olor que no era sangre, sino el bálsamo de la alcuza que él le había visto beber; y fue tanto el asco que tomó, que, revolviéndosele el estómago, vomitó las tripas sobre su mismo señor, y quedaron entrambos como de perlas». Este es seguramente el locus classicus, el primer caso en toda la historia de la literatura, de dos personajes vomitándose encima el uno en el otro. A mí me mata de risa, pero he de confesar que a mi madre no le gusta tanto. En todo esto SP se entera de la pérdida de las alforjas de su asno y el narrador hace la primera mención del controvertido salario del escudero: «propuso en su corazón de dejar a su amo y volverse a su tierra, aunque perdiese el salario de lo servido y las esperanzas del gobierno de la prometida ínsula». SP se queda «de pechos sobre su asno, con la mano en la mejilla» y DQ le empieza a dar otro de sus discursos moralizantes: «Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro». Irónicamente, al final de un episodio bastante violento, pues DQ pensaba que las más de siete reses que mató eran sus enemigos, nuestro héroe alude explícitamente a Mateo 5.45: «que Dios... hace salir su sol sobre los buenos y los malos y llueve sobre los injustos y justos». SP observa sardónicamente que DQ debería de haber sido un predicador y no caballero andante, lo cual nos tiene que hacer acordar del pasaje de Mateo 5.44 que nos había indicado el amigo misterioso de Cervantes en el prólogo: «diligite inimicos vestros», es decir, “amad a vuestros enemigos”. DQ, implacable, observa que «caballero andante hubo en los pasados siglos que así se paraba a hacer un sermón o plática en mitad de un campo real como si fuera graduado por la Universidad de París». Es difícil evitar cierta moraleja aquí sobre la paradoja moral del militante religioso. «“¡Santa María!... Sin duda este pecador está herido de muerte, pues vomita sangre por la boca”» LECCIÓN 4
  • 16. 16 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Para resumir: En estos cuatro capítulos hemos visto desde Rocinante parodiando la sexualidad de su amo hasta anticipaciones de la confusión frenética burlesca de La pantera rosa y los vómitos hilarantes de Family Guy (http://www.youtube. com/watch?v=4eYSpIz2FjU), sumado a otros toques moralizantes contra el imperialismo español y la mentalidad anti-burguesa de ciertos nobles hacia 1605. Me acuerdo del filólogo Harold Bloom diciendo que Shakespeare inventó lo humano. Con el debido respeto, Shakespeare era un genio sin duda, pero ni roza con la invención humana que se encuentra en Cervantes. LECCIÓN 4
  • 17. Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu - Thomas Hobbes, Leviatán “...cuando un hombre se imagina a sí mismo ser un Hércules o un Alejandro (cosa que ocurre con frecuencia a quienes leen novelas en abundancia), se trata de una imaginación compuesta, pero propiamente de una ficción mental”.
  • 18. 18 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Elcuerpomuerto E n el capítulo diecinueve se extienden las notas metafísicas presentadas anteriormente que tienen conexión con los fantasmas manteadores del capítulo dieciocho. Es más, la temática ahora parece girar en torno del famoso misticismo español de finales del siglo XVI. Y no es de sorprender que encontremos aquí otro conflicto con la Inquisición, institución siempre sospechosa de las visiones radicales de poetas como Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. Al principio de la “aventura del cuerpo muerto”, en la que resuena la figura de Grisóstomo, Sancho especula que las desventuras recientes de los héroes se deben al hecho de que DQ no haya cumplido con sus declaradas intenciones «de no comer pan a manteles ni con la reina folgar... hasta quitar aquel almete de Malandrino, o como se llama el moro, que no me acuerdo bien». DQ observa que SP también lleva su parte de la responsabilidad –«entiendo que de participantes no estás muy seguro»– pero de todos modos jura hacer la penitencia prometida. Luego, SP reclama que esta vez su amo cumpla con su palabra, porque si no, «quizá les volverá la gana a las fantasmas de solazarse otra vez conmigo, y aun con vuestra merced, si le ven tan pertinaz». Estos términos le hubieran recordado al lector barroco la jerga de la Inquisición, que calificaba de «participante» a quien mantuviera tratos voluntarios con los excomulgados y de «pertinaz» a quien persistiera en su heterodoxia. Posteriormente el narrador nos indica que se cierra una noche particularmente oscura. Es la primera de una serie de alusiones a la filosofía de San Juan de la Cruz, cuyo poema “Noche escura” LECCIÓN 5 «De no comer pan a manteles ni con la reina folgar... hasta quitar aquel almete de Malandrino, o como se llama el moro, que no me acuerdo bien»
  • 19. 19 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu señalaba la vía mística y contra intuitiva de lograr que el alma llegue a Dios. Cuando ven acercándose una muchedumbre de luces, SP cree que son los fantasmas de nuevo, pero se trata de una procesión de «encamisados» que llevan un cadáver desde Baeza a Segovia (la trayectoria norte-sur tanto de la novela como de la vida de San Juan). Según sus novelas de caballerías, DQ interpreta que el muerto ha sufrido algún agravio que necesita de su venganza y cuando los de la procesión lo ignoran, se vuelve «encolerizado» y los ataca. El primero que DQ derriba de su mula, un estudiante religioso, lo lleva mal, pues su bestia se le cae encima, dejándole «una pierna quebrada». Gracias a la agresión de DQ, los encamisados «pensaron que aquél no era hombre, sino diablo del infierno», y a la misma vez, éste confiesa que pensaba que aquéllos eran «los mesmos satanases del infierno». Aclarada la confusión recíproca, SP, que de manera hilarante reclamaba el botín de la batalla, acude en ayuda del joven religioso para que vuelva a subirse sobre su mula. Cuando se marcha el bachiller, SP le declara el heroísmo de su amo: «Si acaso quisieren saber esos señores quién ha sido el valeroso que tales los puso, diráles vuestra merced que es el famoso don Quijote de la Mancha, que por otro nombre se llama el Caballero de la Triste Figura». Claro está que este nuevo apodo le fascina a DQ y cuando le pregunta a SP qué le ha llevado a ponérselo, éste responde que «tiene vuestra merced la más mala figura, de poco acá, que jamás he visto», y lo atribuye a «la hambre y la falta de las muelas». Con esto se ríe DQ. Y cortando esta risa, de repente vuelve el bachiller y descomulga a nuestro héroe. El latín que utiliza enfatiza la autoridad del catolicismo romano: «Olvidábaseme de decir que advierta vuestra merced que queda descomulgado por haber puesto las manos violentamente en cosa sagrada, iuxta illud, “Si quis suadente diabolo”, etcétera». DQ, de manera reveladora, se lo lleva como una divisa de honor: «en la memoria tengo lo que le pasó al Cid Ruy Díaz, cuando quebró la silla del embajador de aquel rey delante de su Santidad del Papa, por lo cual lo descomulgó, y anduvo aquel día el buen Rodrigo de Vivar como muy honrado y valiente caballero». Curiosa aseveración esta: DQ no sólo se identifica con el Cid, sino más bien con el Cid oficialmente marginado por la Iglesia. LECCIÓN 5 «pensaron que aquél no era hombre, sino diablo del infierno» Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu
  • 20. 20 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 6 LahistoriaamorosadeLopeRuiz Al final del episodio, DQ tiene ganas de investigar si el cuerpo muerto «eran huesos o no», pero SP no se lo permite, trayendo un refrán: «váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza». Y el narrador termina con otra ironía anticlerical: «tendidos sobre la verde yerba, con la salsa de su hambre, almorzaron, comieron, merendaron y cenaron a un mesmo punto, satisfaciendo sus estómagos con más de una fiambrera que los señores clérigos del difunto –que pocas veces se dejan mal pasar– en la acémila de su repuesto traían». Al principio del capítulo veinte se reestablece el tono ominoso de «la escuridad de la noche» con dos añadiduras: ahora nuestros héroes están fatigados de «una terrible sed» y después de haber andado un poco llega «a sus oídos un grande ruido de agua» que les alegra, pero todo puntuado por el ruido de «unos golpes a compás, con un cierto crujir de hierros y cadenas». SP se espanta de nuevo y no quiere continuar, pero DQ insiste: «yo nací por querer del cielo en esta nuestra edad de hierro para resucitar en ella la de oro». El hidalgo loco alude a los altos Montes de la Luna, es decir de donde nace el Nilo en Etiopía, y aunque todos los ruidos «son bastantes a infundir miedo, temor y espanto en el pecho de mesmo Marte», está dispuesto a acometer la aventura. Le dice a SP que apriete «un poco las cinchas a Rocinante» y que si él no vuelve en tres días que el escudero debe irse a El Toboso para informarle a Dulcinea «que su cautivo caballero murió» en su servicio. SP trae todo tipo de argumento en contra del plan de su amo. Pide que «ablande ese duro corazón» y que no le deje solo, incluso adopta la jerga de las novelas de caballerías: «Por un solo Dios, señor mío, que non se me faga tal desaguisado». Pero viendo que DQ está resuelto, opta por atar los pies a Rocinante con el cabestro de su asno. Cuando DQ descubre que Rocinante no se puede mover, se resigna a esperar la llegada del día. «la escuridad de la noche» con dos añadiduras: ahora nuestros héroes están fatigados de «una terrible sed» y después de haber andado un poco llega «a sus oídos un grande ruido de agua» Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu
  • 21. 21 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Entre tanto, en uno de los gestos más íntimos de SP hacia su amo, «puso la una mano en el arzón delantero y la otra en el otro, de modo que quedó abrazado con el muslo izquierda de su amo, sin osarse apartar dél un dedo», y le empieza a distraer a su amo con una historia. “La conseja de Lope Ruiz” se trata de uno de los cuentos intercalados más graciosos y además sexualmente sugestivos de la novela. Y el contraste entre el estilo prorrogado de SP y la creciente impaciencia de DQ es el colmo: «“Digo, pues”, prosiguió Sancho, “que en un lugar de Extremadura había un pastor cabrerizo, quiero decir que guardaba cabras, el cual pastor o cabrerizo, como digo de mi cuento, se llamaba Lope Ruiz; y este Lope Ruiz andaba enamorado de una pastora que se llamaba Torralba; la cual pastora llamada Torralba era hija de un ganadero rico; y este ganadero rico...”“Si desa manera cuentas tu cuento, Sancho”, dijo don Quijote,“repitiendo dos veces lo que vas diciendo, no acabarás en dos días”». Evidentemente. SP sigue con otros detalles cada vez más graciosos. Torralba «era una moza rolliza, zahareña, y tiraba algo a hombruna, porque tenía unos pocos de bigotes, que parece que ahora la veo». Incluso en estos detalles, vemos alusiones a temas familiares, a veces aun transcendentales. Por ejemplo, Torralba tiene reminiscencia de Maritornes y, además, el motivo emocional de la historia, la razón por la cual Lope Ruiz decide huir de la Torralba, es «una cierta cantidad de celillos que ella le dio». Esto nos tiene que recordar el romance de Antonio y toda la historia de Grisóstomo y Marcela e incluso al arriero de la segunda venta. Pero aquí tenemos lo opuesto de los demás casos, porque, en lugar de perseguir a la amada, Lope Ruiz «se quiso ausentar de aquella tierra e irse donde sus ojos no la viesen jamás». No sé si el resultado de eso es sorprendente o perfectamente predecible: pues, ahora Torralba sí quiere a Lope Ruiz. Y dos detalles más hacen que la historia graciosa se tiña incluso con matices políticos: primero, Lope Ruiz intenta pasar a los reinos de Portugal (país conquistado por Felipe II en 1580), y segundo, se manifiesta la LECCIÓN 6 «puso la una mano en el arzón delantero y la otra en el otro, de modo que quedó abrazado con el muslo izquierda de su amo, sin osarse apartar dél un dedo»
  • 22. 22 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu subconsciencia de SP mismo, pues Torralba lleva unas «alforjas al cuello», haciéndose eco del pago involuntario que el ventero le había quitado a SP por su estancia. Al final, el cuento se vuelve en algo reconocible para todo padre de niños que no quieren dormirse. Lope Ruiz espera cruzar el río Guadiana con su ganado de trescientas cabras, pero «en aquella sazón iba crecido y casi fuera de madre», así que tiene que concertar con un pescador para llevar a cada cabra, una por una, al otro lado. SP le avisa a DQ que tiene que contar una a una las cabras, «porque si se pierde una de la memoria, se acabará el cuento» y cuando el hidalgo interrumpe y luego no puede decir cuántas cabras han pasado el río, la conseja, según SP, «Tan acabada es como mi madre». ¿Es la historia de Lope Ruiz simplemente una fábula para niños o se esconden detalles más psicosexuales aquí? Como mínimo, nos podemos permitir aseverar que para Cervantes igual que para Freud, uno de sus lectores más sofisticados, un cuento siempre tiene que ser más que un cuento. De hecho, DQ mismo nos ofrece un diagnosis de la curiosa historia de SP: «pues, quizá estos golpes que no cesan te deben de tener turbado el entendimiento». A SP le da igual, «no hay más que decir, que allí se acaba do comienza el yerro de la cuenta del pasaje de las cabras». Entre tanto, sigue el crujir de hierros y de ahí SP sigue teniendo tanto miedo «que no osaba apartarse un negro de uña de su amo». Espera un momento, ¿yerro, hierros? ¿Puede que este cuento que nos pide contar tenga algo que ver con sus elementos más básicos, es decir, con cómo o por qué contamos cuentos? LECCIÓN 6 Lope Ruiz espera cruzar el río Guadiana con su ganado de trescientas cabras, pero «en aquella sazón iba crecido y casi fuera de madre»
  • 23. 23 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 7 ElsalariodeSanchoPanza V olviendo a la historia principal, cuando a SP le viene «en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él», se baja los calzones hasta que «se le quedaron como grillos» y hace lo que tiene que hacer. Algo parecido a las bufonadas de vómitos de los capítulos diecisiete y dieciocho, aquí tanto las caras que SP hace, los ruidos y el olor resultante como la reacción de DQ son fuentes de risa. Cuando las flatulencias de SP llegan a las narices de DQ, éste «fue al socorro apretándolas entre los dos dedos, y con tono algo gangoso dijo: “Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo”». Ahora demos un vistazo al desenlace conflictivo de la aventura. En primer lugar notamos cómo, después de tantos intercambios bastante físicos e incómodos en las últimas páginas, de repente se ventila la relación profesional entre amo y mozo. Viene el alba y así SP tiene que desatar a Rocinante. Cuando DQ se entera de que Rocinante está desatado, se prepara para acometer la aventura. Primero, reitera todo lo que debería decir SP a Dulcinea, pero agrega el narrador algo sumamente interesante: «en lo que tocaba a la paga de sus servicios no tuviese pena, porque él había dejado hecho su testamento antes que saliera de su lugar, donde se hallaría gratificado de todo lo tocante a su salario, rata por cantidad del tiempo que hubiese servido». SP protesta de nuevo, pero al final decide acompañar a su amo, «llevando, como tenía costumbre, del cabestro a su jumento, perpetuo compañero de sus prósperas y adversas fortunas». Curiosamente, el Sancho Panza le viene «en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él», se baja los calzones hasta que «se le quedaron como grillos»
  • 24. 24 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu segundo narrador nos reporta que el autor original (supuestamente el mismísimo Cide Hamete) ha notado que toda la preocupación que SP manifiesta por el bienestar de su amo sugiere que el escudero «debía de ser bien nacido y por lo menos cristiano viejo», es decir, que no tendría moros ni judíos entre sus ancestros. Digo curiosamente, porque este énfasis en la pureza sanguínea de SP contrasta con la suciedad escatológica con que se lo describe. Y es más, todo el respeto y ternura entre caballero andante y escudero cae cuando por fin descubrimos que el origen de todo el ruido, «que tan suspensos y medrosos toda la noche los había tenido», son seis mazos de batán, un especie de máquina hidráulica de la época que se utilizaba para golpear tejidos. El intercambio entre DQ y SP que sigue es primero precioso y luego algo violento: «Miróle Sancho y vio que tenía la cabeza inclinada sobre el pecho, con muestras de estar corrido. Miró también don Quijote a Sancho y viole que tenía los carrillos hinchados y la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melanconía tanto con él, que a la vista de Sancho pudiese dejar de reírse». Otro caso de risa importante. Notemos cómo se transforma de manera relacionada con sus respectivos roles sociales, porque cuando SP se burla de DQ, imitando su jerga caballeresca –«Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las hazañas grandes, los valerosos fechos»– la reacción del amo trae consigo la cuestión del susodicho salario, pues según el narrador, «se corrió y enojó en tal manera, que alzó el lanzón y le asentó dos palos, tales, que si como los recibió en las espaldas los recibiera en la cabeza, quedara libre de pagarle el salario, si no fuera a sus herederos». Esta temática legalista, contractual y laboral parece ser el punto principal de la conclusión del episodio. Se trata de una descripción maravillosa de la gradual desintegración de las relaciones tradicionales y orgánicas del feudalismo a lo largo de los siglos XV y XVI. Lo que sustituye a aquéllas es el nuevo sistema de pagos según el mercado burgués triunfante. Notemos cómo Cervantes subraya que todo depende del punto de vista del personaje y que incluso hay cierta inconsistencia entre los dos al respecto. DQ insiste en cierto formalismo, no sólo en cuanto al trato interpersonal, pues SP no debería burlarse de su amo, «que no son todas las personas tan discretas, que sepan poner en su punto las cosas», sino también en términos de la relación socioeconómica: «De todo lo que he dicho has de inferir, Sancho, que es menester hacer diferencia de amo a mozo, de señor a criado y de caballero a escudero... «De todo lo que he dicho has de inferir, Sancho, que es menester hacer diferencia de amo a mozo, de señor a criado y de caballero a escudero» LECCIÓN 7
  • 25. 25 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Las mercedes y beneficios que yo os he prometido llegarán a su tiempo; y si no llegaren, el salario a lo menos no se ha de perder, como ya os he dicho». De todos modos, es precisamente DQ quien ha metido la pata en cuanto al tema del salario. Por su parte, al principio SP parece dispuesto a perdonar lo pasado y aceptar la relación feudal. Sin embargo, pronto se ve que todavía está en el proceso de evaluar el valor de sus servicios: «suelen los principales señores, tras una mala palabra que dicen a un criado, darle luego unas calzas, aunque no sé lo que le suelen dar tras haberle dado de palos». Se observa un maravilloso toque artístico cuando Cervantes nos presenta la discusión entre SP y DQ sobre calzas y palos mientras resuenan los mazos de batán en el trasfondo como muestra del paso más violento de la producción textil. Y parece que cuánto más lo piensa, más dudas tiene SP: «Está bien cuanto vuestra merced dice... pero querría yo saber, por si acaso no llegase el tiempo de las mercedes y fuese necesario acudir al de los salarios, cuánto ganaba un escudero de un caballero andante en aquellos tiempos, y si se concertaban por meses, o por días, como peones de albañir». DQ, aferrándose de nuevo a su visión antigua del mundo laboral, rechaza la idea: «No creo yo... que jamás los tales escuderos estuvieron a salario, sino a merced», agregando que «después de a los padres, a los amos se ha de respetar como si lo fuesen». Para resumir: El encuentro con el cuerpo muerto y la cuestión de la existencia metafísica o no de fantasmas, diablos y satanases da lugar a una historia inacabable de «celillos» entre un pastor y una pastora algo marimacha, historia narrada en el contexto de cierta intimidad corpórea entre amo y mozo incómoda de contemplar, para luego terminar en una discusión detallada de la compensación económica adecuada de un escudero en el incipiente mundo industrial. A veces, es difícil reírse de las burlas y, a la vez, maravillarse de su complejidad. Es como contemplar una compleja máquina termodinámica en funcionamiento. Por cierto, este es el segundo molino que hemos visto, y no será el último. Oh, y casi se nos olvidó apuntar el curioso comentario por parte de Cide Hamete sobre la pureza racial de SP. Supongo que la cuestión inevitable es que si todos estos elementos están relacionados de manera más que aleatoria. Ya sabréis lo que creo yo. LECCIÓN 7 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu
  • 26. Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu - Murray Rothbard, Anatomía del estado “A largo plazo, el ladrón destruye su propio medio de subsistencia al menguar o eliminar la fuente de sus propias provisiones. Pero no sólo eso, pues aún en el corto plazo, el depredador está actuando en contra de su propia naturaleza como ser humano”.
  • 27. 27 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu ElyelmodeMambrino E l capítulo veintiuno narra la aventura del yelmo de Mambrino, y a continuación le siguen unas conversaciones entre DQ y SP en torno a sus respectivas fantasías caballerescas y ciertos valores sociales que Cervantes sigue cuestionando a lo largo de la novela. En primer lugar hemos de notar que empieza a llover, quizás aludiendo a cierta satisfacción de la sed que tienen nuestros héroes desde el final del capítulo diecinueve. Pero también es la base argumental del episodio, porque ahorita DQ ve a «un hombre a caballo que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de oro» e insiste en que «ese es el yelmo de Mambrino». El narrador nos informa que no es nada más que un barbero que, volviendo de un pueblo, «en el cual tuvo necesidad un enfermo de sangrarse, y otro de hacerse la barba», se había puesto su «bacía de azófar» sobre la cabeza para no mojarse. Es importante notar que el contexto filosófico de la aventura se centra en un intercambio de opiniones entre DQ y SP sobre el valor relativo de la experiencia empírica. Puede que sea esto simplemente un detalle satírico, porque como todos sabemos DQ está loco y suele malinterpretar la realidad. De todas formas es muy curioso que DQ enfatice su interpretación del barbero según «la mesma experiencia, madre de las ciencias todas». Como en otros momentos, SP tiene dudas y no está dispuesto a ir más allá de lo que sus sentidos le indican: «no es sino un hombre sobre un asno pardo, como el mío, que trae sobre la cabeza una cosa que relumbra». A donde voy es que el contraste entre las posturas de DQ y SP parece aludir a un problema científico de la época: a saber, el funcionamiento del sistema de circulación sanguínea que se descubrió hacia finales del LECCIÓN 8 «un hombre a caballo que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de oro» e insiste en que «ese es el yelmo de Mambrino» Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu
  • 28. 28 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu siglo XVI. Un español, Miguel Serveto, había descrito la aspiración pulmonar en torno a 1550 y, luego, el inglés William Harvey, en el año 1615 describiría el sistema de circulación sanguínea. Lo maravilloso y profundamente irónico, y también lo avanzado de Cervantes, en el episodio del yelmo de Mambrino es que el autor cuestiona los servicios de un barbero, que en aquella época cortaba barbas pero también sangraba a enfermos. Si el autor parece poner en duda la profesión del barbero, también lo hace respecto a la de su héroe principal, que ahora se ha transformado en un fantasma como los que decía DQ que habían manteado a SP en el capítulo diecisiete: «El barbero, que tan sin pensarlo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio para poder guardarse del golpe de la lanza sino fue el dejarse caer del asno abajo». La reacción de SP cuando contempla el supuesto yelmo también socava la lógica del héroe: «Por Dios que la bacía es buena y que vale un real de a ocho como un maravedí». DQ dice que es una celada (recordemos las dos celadas que se fabricó en el primer capítulo), y SP «no pudo tener la risa» y no se deja convencer: «que no semeja sino una bacía de barbero pintiparada». La risa otra vez, no sólo indicándonos una escena hilarante, sino también subrayándonos las distintas perspectivas de los personajes. Y fijémonos en que si la nueva ciencia de la anatomía ha puesto en tela de juicio la función médica de los barberos, también el episodio se centra en el significado subjetivo de las cosas materiales en sí. DQ insiste que, en cuanto al yelmo, el barbero «no supo conocer ni estimar su valor», recordándonos uno de los principios económicos de la Escuela de Salamanca; es decir, el valor de las cosas no es intrínseco a ellas, sino una función de nuestras relativas necesidades. De todos modos, DQ también se aferra a la idea de que si el yelmo de Mambrino ahora parece ser una simple bacía de barbero, eso debe a que ha habido una metamorfosis. Notemos que esta transformación viene muy al caso de las complejidades amorosas de la novela, porque aquí DQ hace una doble alusión mitológica a Vulcano y Marte: «Pero sea lo que fuere, que para mí que la conozco no hace el caso su transmutación, que yo la aderezaré en el primer lugar donde haya herrero, de suerte que no le haga ventaja, ni aun le llegue, la que hizo y forjó el dios de las herrerías para el dios de las batallas». Es difícil para el lector informado no recordar el triángulo amoroso que provocó los celos de cuando Vulcano descubrió a Venus con Marte. LECCIÓN 8 «El barbero, que tan sin pensarlo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio para poder guardarse del golpe de la lanza sino fue el dejarse caer del asno abajo»
  • 29. 29 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 9 Mutatiocaparum A lgunos críticos insisten en que Cervantes es más bien un autor renacentista que barroco, porque no ven en sus textos la complejidad de autores como Góngora o Quevedo. Creo que se equivocan y se dejan engañar por la ligereza cómica de su texto. La aventura del yelmo de Mambrino es un buen ejemplo del barroco en esta obra. Aumenta aún más la densidad literaria del episodio cuando de repente se plantea el tema moral del comportamiento cristiano. Mientras DQ alaba el hallazgo del yelmo mágico –«será bastante para defenderme de alguna pedrada»– SP reitera su deseo de evitar todo tipo de enfrentamiento, mofándose de la jerga de DQ y recordándole la desgracia del manteamiento: «porque pienso guardarme con todos mis cinco sentidos de ser ferido ni de ferir a nadie... no hay que hacer otra cosa sino encoger los hombros, detener el aliento, cerrar los ojos y dejarse ir por donde la suerte y la manta nos llevare». Luego DQ recurre a la moral cristiana a fin de argumentar sus batallas: «Mal cristiano eres, Sancho... porque nunca olvidas la injuria que una vez te han hecho». Sorpresivamente, al parecer por primera vez en la novela, el hidalgo ahora admite que su explicación anterior del manteamiento de SP fue pura mentira, pues en lugar de hablar de encantamientos y fantasmas, dice que «burla fue y pasatiempo, que, a no entenderlo yo ansí, ya yo hubiera vuelto allá y hubiera hecho en tu venganza más daño que el que hicieron los griegos por la robada de Elena». Y no pierde la oportunidad de alabar a su Dulcinea, alegando que es más bella que una de las mujeres más hermosas de la historia antigua, Elena. Igual que la alusión anterior a Vulcano y Marte, aquí hay notas ominosas de la violencia que se esconde tras los celos. Por cierto, la moral cristiana propone poner la otra mejilla ante la agresión. En esto resurge el tema del asno que ya hemos visto en varias oportunidades anteriores, repitiéndose las problemáticas imágenes del animal que se suele interpretar como una metáfora del cristianismo. SP quiere saber qué van a hacer con el caballo del vencido «burla fue y pasatiempo, que, a no entenderlo yo ansí, ya yo hubiera vuelto allá y hubiera hecho en tu venganza más daño que el que hicieron los griegos por la robada de Elena» Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu
  • 30. 30 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu barbero, «que parece asno pardo»: «¡Y para mis barbas, si no es bueno el rucio!». DQ considera ilícito dejar a los vencidos de a pie y le dice a SP que deje «ese caballo o asno o lo que tu quisieres que sea»; pero SP observa irónicamente «que son estrechas las leyes de caballería, pues no se estienden a dejar trocar un asno por otro», insinuando así que se flexibilicen las leyes para permitir el intercambio de asnos. Al final convence a DQ que le deje trocar los aparejos, justificándose por su necesidad extrema, «que si fueran para mi misma persona no los hubiera menester más». Ya sabemos que SP es capaz de hacerle trampa a DQ, y remarcando el tema del comportamiento moral con una alusión al cambio de capas que realizan anualmente los cardinales de la Iglesia Católica durante la Pascua, el narrador nos permite ver algo más que un simple cambio de aparejos. Refiriéndose a SP, quien ya no nos sorprende en su carácter de pícaro buscavidas, el narrador indica que: «habilitado con aquella licencia, hizo mutatio caparum y puso su jumento a las mil lindezas, dejándole mejorado en tercio y quinto». Comen y beben y vuelven los héroes al camino real. SP le pide permiso a su amo para conversar con él sobre sus planes para el futuro. DQ, sin duda, recordando la pesada historia del pastor Lope Ruiz, le da licencia para hablar, pero con una estipulación: «sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo». SP le sugiere que sería mejor que fuesen «a servir a algún emperador o a otro príncipe grande que tenga alguna guerra, en cuyo servicio vuestra merced muestre el valor de su persona». DQ está de acuerdo, pero dice que antes tienen que conseguir una reputación y así entre tanto «es menester andar por el mundo, como en aprobación, buscando las aventuras, para que acabando algunas se cobre nombre y fama». Demostrando bastante hipocresía, DQ se permite discurrir extensamente sobre una fantasía caballeresca, según la cual, el héroe llegará al palacio de algún rey, donde, ya recibido y alabado por todos los muchachos de la ciudad, le llevarán «al aposento de la señora reina, adonde el caballero la hallará con la infanta, su hija, que ha de ser una de las más fermosas y acabadas doncellas que en gran parte de lo descubierto de la tierra a duras penas se pueda hallar». LECCIÓN 9 «habilitado con aquella licencia, hizo mutatio caparum y puso su jumento a las mil lindezas, dejándole mejorado en tercio y quinto»
  • 31. 31 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Aquí tenemos una descripción sumamente petrarquista del amor instantáneo entre el caballero y la infanta del reino fantástico, en pocas palabras, es la fantasía amorosa militar de DQ: «Sucederá tras esto, luego en continente, que ella ponga los ojos en el caballero, y él en los della, y cada uno parezca al otro cosa más divina que humana, y, sin saber cómo ni cómo no, han de quedar presos y enlazados en la intricable red amorosa y con gran cuita en sus corazones, por no saber cómo se han de fablar para descubrir sus ansias y sentimientos». Por un lado, esto nos recuerda a las interacciones de seducción fantaseada de DQ con tantas damas, desde las prostitutas de la primera venta hasta Maritornes y la hija de la segunda venta, y hasta por extensión Aldonza Lorenzo y quizás su propia sobrina; por otro lado, también funciona como un anticipo argumental para las largas e intrincadas historias de los amantes de la Sierra Morena que están a punto de enredarnos a nosotros mismos desde el capítulo veintitrés hasta finales de la primera parte de la novela. Luego, volviendo a la historia que DQ nos narra, llega a una corte «un feo y pequeño enano, con una fermosa dueña que entre dos gigantes detrás del enano viene, con cierta aventura hecha por un antiquísimo sabio, que el que la acabare será tenido por el mejor caballero del mundo». No se dice en qué consiste esta aventura, pero es una prueba mágica de valor para el héroe caballero, quizás parecida a la de tener que sacar una espada de una piedra. Claro que sólo el «caballero huésped» acierta la prueba, «en mucho pro de su fama, de lo cual quedará contentísima la infanta». Al final, el padre rey «tiene una muy reñida guerra con otro tan poderoso como él» y el héroe le sirve en batalla. Antes de la batalla, DQ narra la escena tierna y estereotípica de la despedida entre los amantes que tendrá lugar a través de «las rejas de un jardín» gracias a la intervención de una «medianera», o alcahueta de la infanta. Surge de la historia de DQ otra vez el intricado tema del linaje. La infanta le confiesa a su doncella que está ansiosa de «no saber quién sea su caballero y si es de linaje de reyes o no». Luego, «asegúrala la doncella que no puede caber tanta cortesía, gentileza y valentía como la de su caballero sino en subjeto real y grave». Se trata de uno de los temas principales de la época: si hemos de evaluar de manera humanista al individuo, según sus méritos demostrados, o si el individuo es siempre representante de su casta social. LECCIÓN 9 «Sucederá tras esto, luego en continente, que ella ponga los ojos en el caballero, y él en los della, y cada uno parezca al otro cosa más divina que humana, y, sin saber cómo ni cómo no, han de quedar presos y enlazados en la intricable red amorosa y con gran cuita en sus corazones, por no saber cómo se han de fablar para descubrir sus ansias y sentimientos»
  • 32. 32 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Cervantes subraya esta temática a través de la manera sumamente ambigua y misteriosa con la que DQ acaba su fantasía caballaresca: «vuelve a la corte, ve a su señora por donde suele, conciértase que la pida a su padre por mujer en pago de sus servicios; no se la quiere dar el rey porque no sabe quién es; pero, con todo esto, o robada o de otra cualquier suerte que sea, la infanta viene a ser su esposa, y su padre lo viene a tener a gran ventura, porque se vino a averiguar que el tal caballero es hijo de un valeroso rey de no sé qué reino, porque creo que no debe de estar en el mapa». Luego, el padre de la infanta muere y «queda rey el caballero, en dos palabras», y su gesto final es casar a su escudero con la doncella que fue tercera en sus amores. LECCIÓN 9
  • 33. 33 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 10 Lateoríadelosdoslinajes D on Quijote nos ha dado una perfecta versión en miniatura de la trama típica de una novela de caballerías, pero ahora entramos en la fase interpretativa de la fantasía y la cuestión de su relación con la realidad en torno a 1600. Claro que el desenlace de la historia le encanta a SP, pero justo en ese momento DQ tiene dudas. Al principio se aferra DQ a la temática meritocrática, insistiendo en que «suben y han subido los caballeros andantes a ser reyes y emperadores», agregando que lo único que para sus propios intereses le queda es ver «qué rey de los cristianos o de los paganos tenga guerra y tenga hija hermosa». Por cierto, notemos con cuánta exactitud esta cita hace eco de lo que había narrado DQ durante la batalla de los rebaños, donde Alefanfarón estaba enamorado de la hija de Pentapolín, pero éste no se la quería entregar a tan «foribundo pagano». Pero atendamos a las dudas de DQ: «no sé yo cómo se podía hallar que yo sea de linaje de reyes... Así que, por esta falta temo perder lo que mi brazo tiene bien merecido». No es casualidad que en la mitad de estas dudas, surja una de las descripciones más inmaculadas de su estado social: «yo soy hijodalgo de solar conocido, de posesión y propiedad y de devengar quinientos sueldos». Esta descripción indica que DQ no compró su título nobiliario, sino que lo ha heredado según su ascendencia legítima. ¿Se jacta demasiado de su posición? Parece que sí, pues él mismo tiene que añadir que «podría ser que el sabio que escribiese mi historia deslindase de tal manera mi parentela y decendencia, que me hallase quinto o sesto nieto de rey». Nos preguntamos, ¿qué esconde la parentela de DQ para que algún sabio se la tenga que limpiar? Ahora viene el famoso discurso de DQ sobre las «dos maneras de linajes»: «unos que traen y derivan su decendencia de príncipes y monarcas, a quien poco a poco el tiempo ha deshecho, y han acabado en punta, como pirámide puesta al revés; otros tuvieron principio de gente baja y van subiendo de grado en grado, hasta llegar a ser grandes señores». En esto podemos ver las razones de la fuerte atracción hacia las novelas de caballerías que tuvieron tantos lectores en el siglo XVI: lo que triunfa es el talento y la determinación del individuo más que el alcance de su estado social. Y hay un toque más a este sistema fantástico de valores sociales: en el caso de que no se pueda verificar la ascendencia noble de DQ, «la infanta me ha de querer de manera que a pesar de su padre, aunque claramente sepa que soy hijo de un azacán, me ha de admitir por señor y por esposo; y si no, aquí entra el roballa y «no sé yo cómo se podía hallar que yo sea de linaje de reyes... Así que, por esta falta temo perder lo que mi brazo tiene bien merecido»
  • 34. 34 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu llevalla donde más gusto me diere». Un «azacán» es un portador de aguas, o sea una profesión sumamente baja (cf. la penúltima del pícaro en El Lazarillo de Tormes), así que, por una parte, DQ parece reivindicar la clase baja. Pero hemos de tener cuidado, porque la voluntad de la mujer será importantísima a lo largo del resto de la novela. La infanta parece desear ser robada si su padre no está conforme con que se case con el hidalgo. Recordemos a Marcela; es decir, hay casos en los que la mujer no quiere al héroe aun cuando éste cree que la merece. La conclusión del capítulo veintiuno es principalmente cómica aunque también tiene sus referencias “intratextuales”, o sea, alusiones a otros episodios de la misma novela que estamos leyendo. En primer lugar, notemos cómo SP, preocupado por su derecho o no de casarse con la doncella de la infanta, subraya los temas del linaje y la pureza de sangre de nuevo: «que yo cristiano viejo soy, y para ser conde esto me basta». Por cierto, como ya sabemos que SP tiene mujer, ¿qué opinión tendrá ésta de la unión entre SP y la doncella de la infanta? Y cuando SP se imagina vestido con «un ropón ducal a cuestas», la respuesta de DQ es irónica: «Bien parecerás... pero será menester que te rapes las barbas a menudo, que, según las tienes de espesas, aborrascadas y mal puestas, si no te las rapas a navaja cada dos días por lo menos, a tiro de escopeta se echará de ver lo que eres». Estas palabras traen a la memoria del lector, tanto el episodio de la batalla de los rebaños, cuando DQ vomitó en las barbas de SP «más recio que una escopeta», como el más reciente del yelmo de Mambrino, cuando DQ arremetió contra un barbero, quizás criticando las prácticas médicas de la profesión. Encima, mientras la conversación de nuestros héroes parece extender el tema de la barba hacia lo absurdo e hiperbólico; se alude otra vez al salario del escudero, pues SP responde que lo que va a hacer es «tomar un barbero y tenello asalariado en casa», agregando que «si fuere menester, le haré que ande tras mí, como caballerizo de «Bien parecerás... pero será menester que te rapes las barbas a menudo, que, según las tienes de espesas, aborrascadas y mal puestas, si no te las rapas a navaja cada dos días por lo menos, a tiro de escopeta se echará de ver lo que eres» LECCIÓN 10
  • 35. 35 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu grande». Esta curiosa relación imaginaria, que replica la de DQ y SP como fiel seguidor y que recibe la ratificación de DQ –«puedes ser tú el primero conde que lleve tras sí su barbero»–, resulta problemática, dado el reciente tratamiento violento del barbero por parte del hidalgo. Finalmente, notemos el último comentario de DQ del capítulo: «es de más confianza el hacer la barba que ensillar un caballo». Además de indicar el mundo burgués en el que anda nuestro caballero medieval, subraya lo peligroso que es dejarse afeitar por otro. ¿Qué está haciendo Cervantes con todos los barberos de su novela? Tenemos el barbero amigo de Alonso Quijano, el del yelmo de Mambrino y ahora éste de la fantasía cortesana de SP. La verdad no sé, pero sería interesante comparar el simbolismo del barbero a lo largo de la mejor novela de todos los tiempos con algo muy parecido que se puede ver en las películas de Hollywood. Véase, por ejemplo, las escenas de afeite protagonizadas por Clint Eastwood en la película El jinete pálido o Robert de Niro en Los intocables, donde se retrata la fina línea que divide la profesión de barbero y la de criminal arquetípico como el vaquero malo o el mafioso. Para resumir: como casi todos los episodios de la novela de Cervantes, el del yelmo de Mambrino es engañosamente sencillo. Si por una parte la experiencia es «madre de las ciencias todas», por otra, parece que se requiere un poco de investigación para comprobar su verdadero significado. Lo que es una curación médica para uno puede ser una estupidez supersticiosa para otro. Y si traemos la cuestión del comportamiento moral, las cosas se complican aún más. En algún momento histórico hay que condenar al barbero cuya función es la de sangrar a sus pacientes, incluso si él no sabe que les hace daño. ¿Y qué hacemos con el caballero que ataca a inocentes que no son necesariamente tan inocentes? Y otra pregunta, ¿merece un pobre escudero que se jacta de su superioridad sanguínea y que se olvida tan fácilmente de su mujer ser elevado al estado de conde ducal? Uy, a veces las estimaciones morales son tan dudosas como la delgada línea entre la cuchilla de afeitar afilada y la que no lo está. LECCIÓN 10 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu
  • 36. Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu - Juan de Mariana, La dignidad real y la educación del rey “Es sin embargo, saludable que estén persuadidos los príncipes de que si oprimen al reino, si se hacen intolerables por sus vicios y por sus delitos, pueden ser privados de la vida, no sólo con derecho, sino hasta con aplauso y gloria de las generaciones venideras”.
  • 37. 37 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 11 Losgaleotes E l capítulo veintidós de DQ, el famoso episodio de los galeotes, es otro de los más reciamente debatidos por los críticos. Es sencillo ver por qué. Por una parte, es inevitable que la justicia del siglo XVI nos parezca exagerada y cruel a los lectores modernos. Por otra parte, el hecho de que el hidalgo loco libere a los prisioneros del rey siempre nos tentará a considerar la idea de que Cervantes mismo se aprovechó del episodio para darnos de manera disimulada su propia opinión sobre las relaciones políticas de su época, como anteriormente efectuó con el discurso de la edad dorada. He de admitir que a través de los años yo mismo he cambiado de opinión dos o tres veces sobre cómo interpretar este episodio. Como diría Cervantes, tú, desocupado lector, tienes que decidirte. Otro episodio fundamental empieza con una alusión a Cide Hamete Benengeli. Esta vez el segundo narrador le llama «autor arábigo y manchego». Fijémonos en lo complicada que es esta frase: ¿cómo que a la vez arábigo y manchego? Es fácil ignorar ese comentario, pero hemos de recordar que hacia finales del siglo XVI, España está a punto de expulsar definitivamente a su población morisca. Así que la frase no nos permite separar la cuestión de la justicia de Felipe III de España respecto a los criminales comunes y la justicia del mismo rey respecto a todo un pueblo arrinconado según uno de los primeros casos del etnocentrismo moderno. Atendamos a los detalles del episodio. Cuando los héroes ven a doce hombres «ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos», SP no vacila en afirmar qué son: «Esta es cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a las galeras». Es importante reconocer que ser condenado a las galeras era una sentencia durísima y casi equivalente a la pena de muerte, porque además del hecho de que la mayoría de los galeotes no sabían nadar y encima llevaban cadenas, tampoco tenían manera de defenderse. Además, como el remo era la manera de conducir y propulsar los barcos de guerra, solían ser los galeotes el blanco principal de los disparos del enemigo. «ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos» Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu
  • 38. 38 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Es de subrayar que la reacción de DQ al comentario de SP va directamente a la función política del rey: «¿Es posible que el rey haga fuerza a ninguna gente?» Y es difícil no escuchar en este comentario una crítica de los Habsburgo que se aprovechaban del sistema judicial de Castilla para conseguir el dinero y los soldados necesarios para proceder con sus guerras en el extranjero. Asimismo, el rey, según las leyes tradicionales de los reinos de España, tenía poderes muy limitados. La postura de DQ indica de manera figurada que los ha transgredido: «aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables». Después de esta breve exposición sobre el poder real y las galeras a las cuales se dirigen los prisioneros, DQ interroga a cada uno sobre «la causa de su desgracia». Lo que se destaca aquí es el contraste entre los crímenes que han cometido y la dureza de sus tormentos y sus sentencias. Este contraste cobra énfasis con los juegos de palabras y los malentendidos de DQ durante las entrevistas. Por ejemplo, el primer prisionero dice que va a las galeras «por enamorado» y DQ responde que «Pues si por enamorados echan a galeras, días ha que pudiera yo estar bogando en ellas». El galeote aclara que se había enamorado de manera figurada, queriendo «tanto a una canasta de colar atestada de ropa blanca». Por este hurto le dieron cien látigos y tres años en las galeras. De manera semejante, el segundo prisionero va «por músico y cantor», y DQ está confundido otra vez, pero resulta que «cantar» aquí quiere decir que había confesado haber sido «ladrón de bestias» durante la tortura. El tercer galeote dice que va por cinco años a las galeras «por faltarme diez ducados» y DQ otra vez no comprende y le ofrece «veinte de muy buena gana... por libraros desa pesadumbre». Aquí Cervantes nos da una pequeña lección sobre la enigmática “utilidad marginal” de los bienes, pues la respuesta del prisionero indica que el dinero sólo es útil en un contexto donde vale algo: «Eso me parece... como quien tiene dineros en mitad del golfo y se está muriendo de hambre, sin tener adonde comprar lo que ha menester». Y agrega que el dinero le pudiera haber evitado su situación actual porque el sistema judicial es corrupto: «si a su tiempo tuviera yo esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la péndola del escribano y avivado el ingenio del procurador, de manera que hoy me viera en mitad de la plaza de Zocodover de Toledo, y no en este camino». No descubrimos de LECCIÓN 11
  • 39. 39 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu qué crimen ha sido acusado este tercer prisionero, lo cual quizás nos señale que en los tres primeros casos hay bastante ironía en el hecho de que DQ mismo haya cometido crímenes igualmente graves, pues, dos veces no ha pagado a venteros, mató a más de siete bestias durante la batalla de los rebaños y le acaba de robar a un barbero su bacía. Luego, nos enteramos del caso más triste de todos: «un hombre de venerable rostro, con una barba blanca que le pasaba del pecho; el cual, oyéndose preguntar la causa porque allí venía, comenzó a llorar y no respondió palabra». Otro prisionero le explica a DQ que el viejo va a las galeras «por alcahuete» (facilitador de encuentros amorosos) y por unas pintas de «hechicero». Si recordamos la función imprescindible de la doncella en la historia caballeresca que DQ narró en el capítulo anterior, es fácil entender la reivindicación del oficio de alcahuete que el hidalgo loco hace en este momento. Dice que el hombre no merece ir a las galeras sino ser «general dellas. Porque no es así comoquiera el oficio de alcahuete, que es oficio de discretos y necesarísimo en la república bien ordenada». Es más, DQ dice que ver a este hombre venerable «en tanta fatiga por alcahuete» le hace perdonar «el adjunto de ser hechicero», e incluso arguye de manera cuasi científica que «no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan, que es libre nuestro albedrío y no hay yerba ni encanto que le fuerce». Y al final de este discurso en defensa de los alcahuetes que hace DQ, SP «sacó un real de a cuatro del seno y se le dio de limosna» al pobre viejo. La aparición y el movimiento del dinero son importantísimos a lo largo de la novela. ¿Nos está señalando aquí Cervantes que la profesión de alcahuete porta cierta nobleza? El siguiente prisionero al que DQ le habla nos vuelve a la temática pre-freudiana que encontramos en la obra cervantina. Éste ha tenido relaciones sexuales con sus primas y luego con otras dos mujeres, haciéndose «crecer la parentela tan intricadamente, que no hay diablo que la declare». Curiosamente, este parece ser el hombre más educado del grupo, «iba en hábito de estudiante, y dijo una de las guardas que era muy grande hablador y muy gentil latino». LECCIÓN 11 «no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan, que es libre nuestro albedrío y no hay yerba ni encanto que le fuerce»
  • 40. 40 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 12 GinésdePasamonte A continuación se presenta a una de las figuras más enigmáticas de toda la novela, el famoso Ginés de Pasamonte, que tendrá un papel importante en varios episodios de ahora en adelante. Lo primero que hemos de notar es la importancia que Cervantes le da a este personaje: lo describe como «de muy buen parecer, de edad de treinta años» con la excepción de que es un poco bizco. Además, viene «diferentemente atado que los demás», con cadenas por todas partes, convirtiéndolo en una figura simbólica, quizás algún tipo de proyección del espíritu de nuestro hidalgo loco. De hecho parece ser un tipo de chivo expiatorio, que sana todos los pecados de los demás, pues uno de los guardas afirma que «tenía aquel solo más delitos que todos los otros juntos y que era tan atrevido y tan grande bellaco, que, aunque le llevaban de aquella manera, no iban seguros dél, sino que temían que se les había de huir». Ginés de Pasamonte ha dado lugar a fervientes debates entre los especialistas en Cervantes, los llamados “cervantistas”. La figura más encadenada de la novela parece ser un calco de un personaje histórico, Jerónimo de Pasamonte, un rival de Cervantes que escribió un testimonio autobiográfico en el cual se jactó de sus hazañas en la batalla de Lepanto contra los turcos en 1571. Hay unos que incluso creen que Pasamonte fue autor de la continuación apócrifa del Quijote que se publicó en 1614 bajo el pseudónimo de Avellaneda. Cervantes también estuvo en Lepanto, donde perdió el uso de su brazo izquierdo y, al parecer, se ofendió tanto del testimonio exagerado de la participación de Pasamonte en la batalla como de su continuación del Quijote. Sin embargo, en lugar de reducir la literatura a una rivalidad entre dos veteranos de Lepanto, fijémonos en que Ginés de Pasamonte es una figura compleja e importante de por sí. Más que nada, hay que reconocer que Pasamonte es el sumo representante de la figura del pícaro, un personaje liminal entre un ladrón y un pordiosero, que podemos definir como anti-heroico y protagonista de cierto género de novelas autobiográficas que ya eran típicas de la literatura española para finales del siglo XVI. Sin ir más lejos, en la actualidad, la figura del anti-héroe romantizada se ha convertido en moneda
  • 41. 41 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu corriente de series televisivas y películas como, por ejemplo, Breaking Bad. De hecho, el comisario encargado del transporte de los galeotes confirma que Pasamonte ha escrito la historia de su vida y ha dejado «empeñado el libro en la cárcel en docientos reales». Luego, cuando DQ se escandaliza por ese valor –«¿Tan bueno es?»–, Ginés cita directamente el primer ejemplo de la novela picaresca: «Es tan bueno... que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos cuantos de aquel género se han escrito o escribieren». Es decir, durante esta sección de la novela, Cervantes tenía en mente los temas y las técnicas de la novela picaresca. Hay que preguntarse, ¿qué valor moral, social o literario tenía la novela picaresca para Cervantes? Todos los cervantistas creemos que lo sabemos, pero es dudable que esta cuestión se haya resuelto del todo. Después viene un chiste final respecto a la producción literaria del pícaro. Cuando DQ le pregunta si está acabado su libro intitulado La vida de Ginés de Pasamonte, el galeote autor responde irónicamente: «¿Cómo puede estar acabado... si aún no está acabada mi vida?» Puede que acá haya una referencia más bien autobiográfica de Cervantes, un autor que fue soldado marítimo y prisionero varias veces tanto en Argelia como en España. Desde luego es sugestiva la familiaridad que tiene Pasamonte con las galeras –«ya sé a qué sabe el bizcocho y el corbacho»– y cuando dice que dadas sus circunstancias ha tenido que componer su libro utilizando la memoria –«me lo sé de coro»– quizás se perciba algo del modo de componer cervantino. Aún más sugestivo es el giro antimonárquico que toma la novela en estos momentos. Pasamonte comenta de manera irreverente que ya ha estado una oportunidad anterior en las galeras: «Para servir a Dios y al rey, otra vez he estado cuatro años». Y cuando el comisario le llama “bellaco”, responde con un enojo peculiarmente formal, incluso legalista, insinuando que el mismísimo comisario se ha comportado de manera criminal: «aquellos señores no le dieron esa vara para que maltratase a los pobretes que aquí vamos, sino para que nos guiase y llevase adonde su Majestad manda. LECCIÓN 12
  • 42. 42 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Si no, por vida de... Basta, que podría ser que saliesen algún día en la colada las manchas que se hicieron en la venta». No nos enteraremos de qué «manchas» realizadas en qué «venta» habla Pasamonte. Quizás sea otra ironía cervantina el hecho de que los únicos culpables de comportarse de manera ilegítima en unas ventas son precisamente DQ y SP. De todos modos, «Alzó la vara en alto el comisario para dar a Pasamonte», y de repente DQ se lanza a defender a las pobres víctimas de la justicia mal aplicada. No sólo insinúa que ha habido algún «torcido juicio del juez» y que tanto el tormento como la corrupción han tenido su parte en las sentencias de los galeotes, sino que eventualmente apela a la moralidad transcendental: «me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres». El comisario resiste la crítica e incluso insulta a DQ, transformando el yelmo de Mambrino no en bacía de barbero sino en orinal: «Váyase vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante y endérecese ese bacín que trae en la cabeza y no ande buscando tres pies al gato». DQ responde arremetiendo contra el comisario y en poco tiempo todos los galeotes están libres y los guardas desertados. SP entiende perfectamente lo que significa todo esto: «los que iban huyendo habían de dar noticia del caso a la Santa Hermandad, la cual a campana herida saldría a buscar los delincuentes». Por eso le ruega a su amo que se escondan en la sierra de al lado. Símbolo del revés que se ha dado a la justicia oficial es el destino del comisario, quien acaba completamente «despojado» y «en cueros». Pero como es típico de DQ, éste insiste en que los galeotes vayan a El Toboso para presentarse ante Dulcinea y contarle todos los detalles de la aventura. Ginés de Pasamonte no lo consentirá y, pensando igual que SP, dice que los galeotes tienen que huir solos, «cada uno por su parte, procurando meterse en las entrañas de la tierra, por no ser hallado de la Santa Hermandad». Pasamonte hace una curiosa alusión bíblica acá, al éxodo de los judíos de Egipto, interesante por el hecho de que estemos a punto de entrar en la Sierra Morena que separa el mundo cristiano de La Mancha del mundo moro de Andalucía y por el hecho de que asocie Egipto con El Toboso y no Córdoba o Granada. Se termina el episodio con los galeotes arrojando una lluvia de piedras sobre nuestros héroes, dejándoles molidos y en el suelo otra vez. Un detalle interesante es que uno de los galeotes, el estudiante de latín, «fue sobre» DQ «y le quitó la bacía de la cabeza y diole en ella tres o cuatro golpes en las espaldas y otros tantos en tierra, con que la hizo pedazos». Así se acaba el yelmo de Mambrino. La descripción final del asno de SP es preciosa y en ella suena el misticismo contemplativo del final del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz: «cabizbajo y pensativo, sacudiendo de cuando en cuando las orejas, pensando que aún no había cesado la borrasca de las piedras que le perseguían los oídos». LECCIÓN 12 «Váyase vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante y endérecese ese bacín que trae en la cabeza y no ande buscando tres pies al gato»
  • 43. 43 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Para resumir: El episodio final de la trayectoria hacia la Sierra Morena, dentro de la cual va a tener lugar el resto de la novela, se caracteriza por unos toques antimonárquicos, un tono crítico del sistema judicial de la España hacia 1600, unas energéticas referencias al género de la novela picaresca y más alusiones étnicas y culturales que por su parte siguen subrayando la identidad problemática de nuestro héroe: pues, se refiere a Cide Hamete como autor «arábigo y manchego», se trata a El Toboso como si fuese Egipto y, quizás más que nada, se investigan las contradicciones morales que sostienen la guerra marítima de los Habsburgo contra el Islam en el Mediterráneo. De hecho, gracias a su liberación de los galeotes, DQ y SP ahora no son ni más ni menos que rebeldes contra la ley de su Majestad. Pero hemos de tener cuidado: el mero hecho de que DQ, e incluso quizás Cervantes mismo, crean que no se debe condenar a las galeras a este grupo de criminales encadenados no significa necesariamente que nuestro autor, siempre orgulloso de haber participado en la batalla de Lepanto, estuviese en desacuerdo con la lucha contra los turcos. De lo único que sí podemos tener certeza es que la ironía de Cervantes no le da clemencia a nadie. LECCIÓN 12
  • 44. Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu - Anónimo, La vida de Lazarillo de Tormes “Siendo ya en este tiempo buen mozuelo, entrando un día en la iglesia mayor, un capellán de ella me recibió por suyo, y púsome en poder un asno y cuatro cántaros y un azote, y comencé a echar agua por la ciudad. Éste fue el primer escalón que yo subí para venir a alcanzar buena vida, porque mi boca era medida. Daba cada día a mi amo treinta maravedís ganados, y los sábados ganaba para mí, y todo lo demás, entre semana, de treinta maravedís”.
  • 45. 45 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LoshéroesenlaSierraMorena E l capítulo veintitrés se trata de la entrada definitiva de los héroes en la Sierra Morena, su hallazgo de una maleta abandonada y, como punto culminante, su encuentro con otra figura misteriosa de la novela, un joven loco que anda perdido en esas sierras. Dado el encuentro ambivalente con los galeotes en el capítulo anterior, lo que sobresale de la exposición del capítulo veintitrés es la especificidad étnica del comentario sardónico de SP frente al juro de su amo de «escarmentar para desde aquí adelante», es decir, aprender de la experiencia y perseverar. SP está harto ya de la lógica incoherente de su amo: «Así escarmentará vuestra merced... como yo soy turco». Lo único que le preocupa al escudero es que la Santa Hermandad va a venir a por ellos. La alusión al turco da remate a toda la problemática militar del capítulo anterior. A estas alturas de la novela, si hemos estado leyendo con cuidado, nos tenemos que haber enterado ya de una técnica fundamental de Cervantes: el enlazamiento continuo que establece entre los distintos capítulos. Esta técnica es heredada más que nada de la novela bizantina del período clásico tardío y también de la novela pastoril del Renacimiento. Ante la idea de huir sugerida por SP, DQ discrepa, afirmando que no es cobarde y así piensa «aguardar aquí, solo, no solamente a la Santa Hermandad que dices y temes, sino a los hermanos de los doce Tribus de Israel y a los siete Macabeos y a Cástor y a Pólux, y aun a todos los hermanos y hermandades que hay en el mundo». Bien cómico resulta este confuso listado de hermanos, pero quizás también simbólico del tema de la violencia mitológica y la futilidad de trazar pureza étnica en la ascendencia de cualquier personaje del sur de España hacia finales del siglo XVI. Colmando estas alusiones confusas a mitos clásicos y bíblicos, el narrador nos dice que nuestros héroes «se entraron por una parte de Sierra Morena que allí junto estaba» y que SP tenía la «intención de atravesarla toda e ir a salir al Viso o a Almodóvar del Campo». Dado que estos dos puntos de salida quedan muy al norte de donde están los personajes, el laberinto genealógico se ve complementado por otro topográfico. LECCIÓN 13 «se entraron por una parte de Sierra Morena que allí junto estaba» Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu
  • 46. 46 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu No obstante, lo más importante es ver cómo el tema asnino resurge a la entrada de la Sierra Morena. Para convencer a su amo de esconderse, SP apela al «buen gobierno», es decir, al sentido común y luego los guía «sobre su asno», juzgando «a milagro» el hecho de que se haya conservado «la dispensa que sobre su asno venía». Y un poco más tarde vemos cierta transposición de las actitudes de los personajes: «Así como don Quijote entró por aquellas montañas, se le alegró el corazón, pareciéndole aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba»; mientras que SP «iba tras su amo, sentado a la mujeriega sobre su jumento, sacando de un costal y embaulando en su panza; y no se le diera por hallar otra aventura, entre tanto que iba de aquella manera, un ardite». Ahora bien, este curioso desplazamiento, según el cual SP se transforma de jinete guiador masculino en jinete seguidor parecido a una doncella encima de un palafrén, todo complementado por una alusión explícita a su apellido, “Panza”, requiere que abramos un paréntesis bastante extenso. Es que confrontamos el más profundo misterio filológico de toda la novela, a saber, ¿qué pasa con el asno de SP? En la edición príncipe de la novela el asno de SP desaparece sin explicación hacia la mitad del capítulo veinticinco y el escudero anda a pie hasta el principio del capítulo cuarenta y seis, cuando el segundo ventero jura que no saldrán «de la venta Rocinante, ni el jumento de Sancho, sin que le pagase primero hasta el último ardite». Pero en la segunda edición, Cervantes insertó una breve explicación del robo del rucio de SP justo antes de la frase en la cual DQ se alegra entrándose «por aquellas montañas». La adición al capítulo veintitrés nos da muchísima información y sería un error pasarla por alto. En primer lugar, el narrador nos indica que SP tenía confianza en que las provisiones que llevaba desde la aventura del cuerpo muerto les fuesen a durar lo suficiente para que se pudiesen escapar de la Santa Hermandad. Los dos llegaron «a la mitad de las entrañas de Sierra Morena» y se durmieron. En esto llegó Ginés de Pasamonte y le hurtó el asno a Sancho Panza. Cuando amaneció, SP se enteró de la pérdida de su borrica y «comenzó a hacer el más triste y doloroso llanto del mundo». El llanto de SP indica el valor del rucio de manera exagerada, pero a la vez bastante precisa: «¡Oh hijo de mis entrañas, nacido en mi mesma casa, brinco de mis hijos, regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos, alivio de mis cargas y, finalmente, sustentador de la mitad de mi persona, porque con veinte y seis maravedís que ganaba cada día mediaba yo mi despensa!». En otras palabras, gracias a los acarreos que hacía SP con su asno, lograba cubrir la mitad de sus gastos. «comenzó a hacer el más triste y doloroso llanto del mundo» LECCIÓN 13
  • 47. 47 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Esta precisión económica se ve complementada por la reacción de DQ, que le prometió dar a SP «una cédula de cambio para que le diesen tres» de los cinco pollinos que el hidalgo tenía en su casa. De ahora en adelante, entonces, técnicamente el valor del asno perdido de SP se ve triplicado. Estás desocupado lector ante una decisión. ¿Hasta qué punto son los “errores” de la novela simples lapsos por parte del autor o del impresor? Desde luego ciertas equivocaciones a nivel tipográfico se podrían considerar resbalones inevitables en el proceso de escribir e imprimir un texto tan largo y complicado como DQ hacia principios del siglo XVII. Sin embargo, otros “yerros” requieren más atención, como creo que es el caso de lo que podríamos llamar los asnos “intermitentes” de SP. Me niego a creer que Cervantes no tuviera algo en mente cuando jugaba con la multitud de burros y otros jumentos problemáticos de su novela. Lo que veo es un caso de simbolismo consciente en torno al borrico, a veces, quizás posterior a lo sucedido durante la impresión de la edición príncipe, pero no por eso sin significado mayor. Quiero decir que aun si hay errores en torno a los pollinos de SP, Cervantes parece haber comprendido que, como el asno ya le era un símbolo de gran importancia para la novela en sí, entonces esos errores tienen el bonito efecto de llamar la atención del lector sobre el símbolo. LECCIÓN 13 “Lo que veo es un caso de simbolismo consciente en torno al borrico”
  • 48. 48 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu LECCIÓN 14 Lamaletaabandonada A ntes de proseguir con nuestra glosa del capítulo veintitrés, haremos bien en contemplar una serie de asnos a los cuales puede que Cervantes aluda a lo largo de su novela: tenemos “el asno filosófico”de Buridán en contra del libre albedrío (cf. DQ 1.22),“el asno de la tiranía democrática” según Platón (cf. DQ 1.45, 2.27), “el asno del culto a la risa” del mito de Sileno (cf. DQ 1.15), “el asno de la metamorfosis sexual y moral” de Apuleyo (cf. DQ 1.35), “el asno religioso y anti-imperial” encima del cual Cristo entra en Jerusalén (cf. DQ 1.5), “el asno del matrimonio” entre María y José (cf. DQ 1.37) e incluso el “pons asinorum” de Euclides que representa la falta del razonamiento geométrico-matemático (cf. DQ 1.32-33). ¿Cuál de esos siete o más asnos ves tú? Confieso que tiendo a creer cada vez más que la novela de Cervantes despliega una combinación de todos. Agregaría que La comedia de los asnos (Asinaria en latín) de Plauto será fundamental para entender la intencionalidad cervantina al respecto. Si lo pensamos bien, la novela es una investigación de los dilemas filosóficos y políticos planteados por la identidad étnica del héroe español hacia 1605. Tanto la risa como la transformación del protagonista en un individuo más respetuoso de los deseos de la mujer, parecen ofrecernos algunas de las soluciones que circulaban en la mente del autor. De manera semejante, hacia finales de la novela, la incorporación del asno cristiano le permitirá al autor plantear el dilema que estaba a punto de provocar la expulsión de los moriscos que iba a ordenar Felipe III. Y Cervantes parece indicar que todos esos significados asnales están tan íntimamente entrelazados como el cosmos. Finalmente, quisiera tomar un momento para analizar una metáfora asnina que parece subrayar el contrato burgués, es decir, la valoración de las relaciones sociales en torno al intercambio de dinero por servicios muy por encima de los dictámenes tradicionales de las castas medievales. Esto lo podríamos llamar “el asno económico salamantino”, pues aparece en relación con la novela picaresca española, la cual por su parte deriva de la filosofía neo-aristotélica de la Universidad de Salamanca hacia mediados del siglo XVI. “Tanto la risa como la transformación del protagonista en un individuo más respetuoso de los deseos de la mujer”
  • 49. 49 Descubre a Don Quijote de la Mancha El mejor libro de todos los tiempos donquijote.ufm.edu Volvamos a la acción de la novela y notemos que los detalles del resto del episodio tienen mucho que ver con un jumento perdido. SP «alzó los ojos y vio que su amo estaba parado, procurando con la punta del lanzón alzar» algo del suelo. Resulta ser «un cojín» que iría por debajo de una silla de montar y «una maleta asida a él». La maleta está sujetada por una cadena, pero porque está podrida del todo, SP fácilmente la abre y encuentra «cuatro camisas de delgada holanda» y luego, envuelto un pañizuelo, «un buen montoncillo de escudos de oro». La reacción de SP es preciosa: «¡Bendito sea todo el cielo, que nos ha deparado una aventura que sea de provecho!». DQ no vacila en ser magnánimo con el dinero de la maleta: «mandóle que guardase el dinero y lo tomase para él» y como es de esperar, «Besóle las manos Sancho por la merced». Esta pequeña escena puede ser la parodia más sofisticada de la Reconquista española de toda la historia. Fijémonos también en que hay algún eco irónico del episodio de los batanes acá, pues hay textiles y una cantidad de dinero que compensa muy bien a SP por todo su trabajo. De hecho, según la información sobre su salario de labrador que nos dará SP en el capítulo veintiocho de la segunda parte, estos «escudos, que pasaban de ciento», encontrados en la Sierra Morena y luego conferidos por DQ, suman más de cuatro años de trabajo por parte de nuestro campesino escuderil. Por un momento, DQ adopta la postura de un detective, especulando que la maleta indica que algún caminante podría haber sido asaltado por unos ladrones, pero SP rectifica con claridad: «si fueran ladrones no se dejaran aquí este dinero». Luego pasamos al otro objeto de interés que se ha encontrado en la maleta, un «librillo de memorias ricamente guarnecido», que DQ quiere leer para «venir en conocimiento de lo que deseamos». El librillo contiene un soneto y una carta. El soneto se trata del amor frustrado entre un poeta desconocido y una tal «Fili», nombre que típicamente sustituía al de la amada en la poesía y que significa alguien que es alegre o que promueve la felicidad entre otros. Dejando de lado los sonetos preliminares de la novela, este es el primero de toda la novela. Tiene que ser importante y lo es. Funciona como “Don Quijote no vacila en ser magnánimo con el dinero de la maleta: «mandóle que guardase el dinero y lo tomase para él»” LECCIÓN 14